El problema que le encuentro a escribir en las redes sociales es el de que, normalmente, solo nos leen nuestros amigos, conocidos, o aquellos que sin ser amigos o conocidos comparten una buena parte de nuestros criterios habituales. Y volviendo la oración por pasiva, igual ocurre con aquello que solemos leer nosotros: que solo nos detenemos a hacerlo con lo que escriben nuestros amigos, conocidos, o aquellos con los que compartimos opiniones. A veces es bueno darse una vuelta por lo que escriben y piensan aquellos que no son de nuestra cuerda. Por pura higiene mental...
En mi caso, por citar un ejemplo, por lo que escribe Álvaro Delgado-Gal, periodista, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la, para mí, magnífica e imprescindible "Revista de Libros". También, por añadir dos nombres más, los artículos de Mario Vargas Llosa o Fernando Savater son siempre una insuperable fuente de reflexión, aunque no comparta sus posiciones políticas ni, en todos los casos, sus opiniones. Y es que la "verdad" (yo la escribo siempre con minúscula) no es la misma para todos. Ninguno de los citados puede ser acusado justamente de veleidades izquierdistas, y sin embargo, a mí me encanta lo que dicen y como lo dicen, aunque no esté de acuerdo con ellos.
En el prólogo de su libro "Pensar el siglo XX" (Taurus, Madrid, 2012), escrito al alimón por los historiadores Tony Judt y Timothy Snyder, dice este último que la verdad es siempre plural; que el pluralismo no es sinónimo de relativismo, sino más bien un antónimo. El pluralismo, dice, acepta la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechaza la idea de que todas ellas puedan situarse en una sola escala, medida por un único valor.
Pero vuelvo a lo que justifica esta entrada de hoy, traer hasta el blog la reflexión que el profesor Delgado-Gal ofrece a los lectores en su "Cartas del Director" del número de febrero de Revista de Libros sobre la propuesta de reforma de la ley del aborto que ha llevado al Parlamento el gobierno del partido popular. Reflexión que se inicia con este párrafo bastante clarificador: "Dos cosas se pueden decir con seguridad sobre la ley del aborto, conocida también como ley Gallardón. Uno: el Gobierno ha metido la pata. Dos: el estrépito formidable levantado por la ley en los medios de comunicación no ha producido, ni siquiera favorecido, un auténtico debate. Ni periodistas, ni políticos, ni progresistas, ni reaccinarios, han entrado en el fondo de la cuestión: la de si es lícito abortar o no, y si lo primero, por qué, y si lo segundo, también por qué. Rajoy -añade-, tardó pocos días en ponerse de perfil y pasar la patata caliente a los dirigentes regionales. Y la izquierda ha menudeado sobre todo gestos, los cuales no equivalen exactamente a argumentos. Cuando se cuenta con el apoyo de la platea, no es necesario razonar: se hinchan los carrillos, se hace "¡buuu!", y el contricante ya está perdido".
La ley que regula el derecho al aborto actualmente, dice, es una ley de plazos atemperada por una serie de supuestos. Pero es evidente que una ley de plazos no es ni significa lo mismo que una ley de supuestos. La primera reconoce a la madre libertad absoluta para abortar durante un periodo de tiempo determinado. La segunda, invita a comparar daños... y elegir el mal menor.
La ley que regula el derecho al aborto, añade más adelante, se viene enjuiciando desde tres perspectivas diferentes. Desde la "integrista" se defiende sin ambages que el huevo es una persona, lo que, evidentemente, no es. Desde la "libertaria": "yo mando en mi cuerpo" o "mi cuerpo es mio" (que el autor califica más como eslóganes que como argumentos) se obvia que aun reconociendo que el feto puede ser una "no-persona", excluir al padre potencial de todas las decisiones sobre el "nasciturus" se antoja excesivo, diga la ley lo que diga. Por último, sobre la tercera perspectiva en discordia, la que el profesor Delgado-Gal denomina "socialista" (¿la actualmente vigente?), dice que es una perspectiva "libertaria" que se detiene sin aplicarse hasta el final. Yo me inclinaría por una estricta ley de plazos, que es lo que parece que demanda mayoritariamente la sociedad española y lo que también mayoritariamente ha adoptado la legislación que regula el derecho al aborto en la Unión Europea. Pero quizá, mejor, dejarla como está.
Una última digresión personalísima. Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos? En todo caso les recomiendo la lectura del artículo del profesor Delgado-Gal.
Una última digresión personalísima. Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos? En todo caso les recomiendo la lectura del artículo del profesor Delgado-Gal.