lunes, 25 de noviembre de 2013

Día Internacional contra la Violencia Machista


Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, expresión esta que no refleja con exactitud la inmensidad de esta lacra social, quiero dedicaros la entrada a vosotras y para vosotras: las mujeres del mundo, con todo mi respeto y admiración profunda. Y con ella, la más hermosa pintura de mujer del Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid: "El retrato de Giovanna Tornabuoni", de Domenico Ghirlandaio (1449-1494). Y lo hago sin comentarios innecesarios; tan solo, con la reproducción de la genial viñeta que Forges hiciera con este mismo motivo en tal fecha como hoy de 2009. 

Sed felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigas. HArendt


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domingo, 24 de noviembre de 2013

Vanidad o banalidad: ¿cuestión de semántica?


La segunda acepción que el Diccionario de la Lengua Española da a la palabra vanidad es la de "arrogancia, presunción y envanecimiento"; la primera de banal, término semánticamente muy parecido, es la de "trivial, común e insustancial". Con sinceridad, no pienso que la vanidad sea uno de mis grandes y peores pecados capitales, pero a punto de llegar a la entrada número 2000 del blog, y con esta de hoy, la 223 del año, igualar las del 2011, que fue el que más tuvo, no sé si es el momento de decir adios a una experiencia que comenzó va a hacer ocho años y que da muestras de agotamiento.

En noviembre de 2008, mi paisano, el escritor y periodista Juan Cruz, escribió uno de esos estupendos artículos que te obligan a pensar sobre, a poco que cribes la información, la enorme e informe cantidad de vanidad y banalidad que uno se encuentra en internet. O el de hoy mismo, del profesor Daniel Innerarity en El País, titulado "El lado menos amable de la red"

Decía hace un momento que la vanidad no me afecta en exceso, pero la banalidad me aterra. Y releído ahora el citado artículo de Cruz, al cabo de los años, es un poco la puntilla que me faltaba para la desmoralización absoluta.

Como casi siempre que me pongo sentimental, y hoy lo he estado en grado sumo viendo durante todo el día reportajes y series televisivas sobre el magnicidio de Dallas de hace cincuenta años (¡Dios mio, cincuenta años ya; si me parece que fue anteayer!), no se muy bien donde acudir para serenar mi espíritu, y como no tengo un "Jack Daniels" con hielo a mano, acabo buscando refugio en la poesía. Por puro azar recalo de nuevo en "Las flores del mal" (Alianza, Madrid, 1984) de Charles Baudelaire; sí, el mismo libro que hace unos meses conté ya en el blog que intenté leer sin demasiado éxito a mi nieto de ocho años. Como soy de los que piensan que la poesía es intraducible, les dejo la versión castellana reseñada y la original en francés del tercer poema del libro, el titulado "Elevación", que me ha parecido muy ilustrativo de mi estado anímico de hoy. Y mañana será otro día; o al menos eso espero. 

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt



"Élévation"

Au-dessus des étangs, au-dessus des vallées,
Des montagnes, des bois, des nuages, des mers,
Par delà le soleil, par delà les éthers,
Par delà les confins des sphères étoilées,

Mon esprit, tu te meus avec agilité,
Et, comme un bon nageur qui se pâme dans l'onde,
Tu sillonnes gaiement l'immensité profonde
Avec une indicible et mâle volupté.

Envole-toi bien loin de ces miasmes morbides;
Va te purifier dans l'air supérieur,
Et bois, comme une pure et divine liqueur,
Le feu clair qui remplit les espaces limpides.

Derrière les ennuis et les vastes chagrins
Qui chargent de leur poids l'existence brumeuse,
Heureux celui qui peut d'une aile vigoureuse
S'élancer vers les champs lumineux et sereins;

Celui dont les pensers, comme des alouettes,
Vers les cieux le matin prennent un libre essor,
— Qui plane sur la vie, et comprend sans effort
Le langage des fleurs et des choses muettes!

Charles Baudelaire ("Les fleurs du mal")

***

"Elevación"

Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

Charles Baudelaire ("Las flores del mal")



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viernes, 22 de noviembre de 2013

Lágrimas por Kennedy, en el 50.º aniversario de su asesinato


Cincuenta años no son nada, a escala cósmica; a escala humana es otra cosa. Resulta bastante probable que una persona pueda celebrar el primer cincuentenario de un hecho que vivió, conoció y le afectó, para bien o para mal, cincuenta años antes. Que pueda conmemorar o recordar ese mismo hecho cien años después, resulta, por desgracia, bastante improbable.

Mis padres estuvieron suscritos a la revista gráfica "LIFE", en español, que les llegaba desde México, entre los años 1952 y 1969. Recuerdo que estaban encuadernadas, por semestres, en unos impresionantes tomos en piel de color verde que a mí me encatanba hojear cuando estaba enfermo y me quedaba en cama. Fue con ellas con la que me aficioné al beísbol, mi deporte favorito, y a la política. Cuando me vine a Canarias, en 1967, las perdí de vista, y cuando mis padres murieron, desaparecieron de casa sin dejar rastro. Recuerdo un reportaje de 1961 que realizaron a las pocos estadounidenses que todavía vivían al cumplirse el centenario del inicio de la Guerra de Secesión que enfrentó al Norte y al Sur entre 1861 y 1865. Y por supuesto, los que dedicaron a las elecciones presidenciales de 1960, la crisis de los misiles con Cuba y el magnicidio de Dallas.

A esta hora exacta, las 18:30 de la tarde (hora de Canarias) del 22 de noviembre, se cumplen cincuenta años del asesinato, aun no esclarecido a juicio de la historia, aunque sí lo esté a efectos oficiales, del presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, y aunque mi hija Ruth me reproche, con humor y bastante razón, que lo saque a relucir cíclicamente en el blog (ella me dice, con cierto aire de sorna que se sabe la entrada de memoria, algo que es verdad, y me lo ha demostrado) hago caso omiso de su advertencia y lo traigo de nuevo hasta aquí porque sé, con seguridad, que no podré hacerlo cuando se celebre el centenario del mismo, aunque espero y deseo que mis hijas, mis nietos y bisnietos me recuerden con cariño ese 22 de noviembre de 2063 cuando se conmemore tan trascendental acontecimiento de la segunda mitad del siglo XX.

Supongo que todos nostros nos hemos preguntado en alguna ocasión porqué hay acontecimientos y recuerdos que quedan fijados en la memoria como grabados a fuego y otros, en cambio, acaban difuminándose hasta perderse sin dejar rastro. ¿Cuáles son esos recuerdos preferentes?: ¿La primera experiencia sexual? ¿El descubrimiento de la muerte? ¿El nacimiento del primer hijo?… 

Para mí, uno de esos acontecimientos que perduran para siempre en la memoria ocurrió el 22 de noviembre de 1963, a esta misma hora de hace cincuenta años. Era viernes, y en Madrid las siete y media de la tarde. Yo tenía en ese tiempo 17 años, y estaba llegando a la casa de mis padres, en la calle Chile, en el distrito de Chamartín, donde vivíamos entonces.

Volvía andando hasta allí, para ahorrarme el billete de autobús, desde el Hospital Militar de Maudes, en Cuatro Caminos, a unos seis kilómetros de casa, de visitar a mi madre, que estaba internada en él a la espera de ser operada unos días más tarde. Javier Fernández, mi mejor amigo, hijo de guardia civil, como yo, me había acompañado. Los dos estudiabámos en el colegio “Infanta María Teresa”, en la Prolongación de la calle del General Mola (hoy Príncipe de Vergara) Instrucción Pre-Militar Superior. Nuestra ilusión era entrar como alumnos en la Academia General Militar de Zaragoza. Ninguno de los dos sabíamos ni intuíamos que, apenas un mes más tarde, y después de un conflicto bastante cómico con nuestro profesor de francés en el Colegio, aprovechando las vacaciones de Navidad, abandonaríamos los estudios militares y el colegio para siempre. 

Es todavía de día en Madrid. La casa de mis padres estaba en un segundo piso. Nada más entrar en el portal me encuentro a mi hermano Alberto, once años mayor que yo, que bajaba las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Al verme, sin apenas detenerse, me espeta: "¡Han matado a Kennedy. Están poniéndolo por la tele!". La verdad es que no le hago mucho caso -él sabe que admiro a Kennedy; es mi héroe favorito- y le suelto un ”¡vete a la mierda, gilipollas!”, que me sale sin pensar. En casa solo está mi cuñada Mary, la mujer de mi hermano. No hay nadie más. Mi padre se ha quedado en el hospital acompañando a mi madre. La televisión está encendida y, efectivamente, están dando la noticia: El presidente Kennedy ha sido tiroteado en Dallas, Tejas, hace una hora. Me quedo abobado mirando la pantalla. Tengo la impresión de que el mundo, al menos el mundo que yo conozco, se me ha caido encima de repente, pues nunca he vivido una situación como esta. Llamo por teléfono a mis padres al hospital y me pasan con mi madre: le cuento lo que ha pasado, lo que está diciendo la televisión. Se queda muda, y al instante, no se si me dice o me pregunta si “eso va a ser otra guerra mundial”. No se que responderle porque a mi edad no se tienen respuestas para una pregunta así.

Ellos han vivido en Sevilla la proclamación de la República. Estaban en Asturias en octubre de 1934, cuando la revolución obrera. Y en Barcelona, en julio de 1936. Los últimos meses de la guerra civil los ha pasado sola en Barcelona, con mi padre internado en un campo de concentración en Francia. La segunda guerra mundial la han pasado prácticamente en la isla de El Hierro, en Canarias, donde mi padre ha sido destinado, o desterrado -según se vea-, aunque según mi madre, los cinco años allí vividos fueron para ella los más felices de su vida. Es lógico que esté aterrada. Me dice que no le cuente nada a mi padre, que ella se lo dirá ahora. Y cuelga el teléfono entre sollozos. 

Mi hermano, mi cuñada y yo nos pasamos la noche pegados al televisor, como, suponemos, que gran parte de los españoles y del resto del mundo. Al día siguiente, sábado, mi amigo Javier y yo nos encontramos a la puerta del colegio. La calle General Mola está en absoluto silencio a las nueve de la mañana. La gente hace largas colas en los quioskos de prensa, esperando pacientemente para comprar un periódico. No llegamos a entrar en clase. Javier y yo hemos decidido que ese día tenemos cosas más importantes que hacer. Comentamos entre nosotros lo que ha pasado, las noticias que se van filtrando en las colas. Hay miedo en la gente de que hayan sido los rusos, o los cubanos, pues la crisis de los misiles hace pocos meses que ha tenido lugar. Compramos un periódico. Y decidimos ir andando hasta la Embajada de los Estados Unidos, en la calle Serrano, no muy lejos de nuestro colegio. 

Somos “viejos” conocidos de la Embajada pues ambos solemos ir a menudo a leer libros en la Biblioteca de la Casa Americana, una institución cultural dedicada a propagar la imagen y la ideología norteamericana en Europa. Nos sabemos los nombres de todos los estados de la Unión y sus capitales respectivas, y jugamos a menudo a irlos nombrando uno a uno, de memoria, siguiendo su ubicación en el mapa. 

La Embajada está fuertemente custodiada, en el exterior, por la policía española. Entramos en ella mostrando nuestra tarjetas de socios de la Casa Americana y llegamos hasta el acristalado vestíbulo de su entrada principal. La bandera ondea a media asta sobre el techo de la Embajada. Nada más entrar en el vestíbulo, a la izquierda del mismo, han montado junto a una bandera de los Estados Unidos una pequeña mesa cubierta con un paño de terciopelo negro donde hay una bandeja de plata en la que vemos muchas tarjetas de visita. También hay un libro, grande, forrado de cuero azul marino donde vemos que la gente, después de hacer una pequeña cola, deja su testimonio de pésame escrito en el mismo. 

Delante de nosotros hay dos muchachas más o menos de nuestra edad, quizá uno o dos años mayores que nosotros, norteamericanas sin duda, que lloran desconsoladamente. Una es rubia, y la otra pelirroja. La rubia va vestida con falda gris claro y un jersey rojo sin mangas, sobre una blusa blanca. La pelirroja lleva unos ajustados pantalones azules y un jersey blanco. Junto a la mesita un infante de marina norteamericano, con su uniforme de gala, hace la guardia en posición de descanso; con su brazo derecho sujeta un fusil que se apoya en el suelo, el brazo izquierdo está doblado, a la altura de su cintura, en la espalda. El soldado, sin mover un músculo de su rostro, está llorando, mansamente... Mi amigo y yo nos quedamos impresionados por la escena, y al menos a mi se me forma un nudo en la garganta. Escribimos en el libro un escueto “Nuestro más sentido pésame”, y dejamos nuestras firmas. 

Salimos inmediatamente detrás de las dos muchachas al patio exterior de la Embajada donde está el aparcamiento y vemos que las dos se han parado ante un Wolkswaguen (un escarabajo) amarillo. Lanzados, les preguntamos que si viven en Chamartin. Nos contestan, más serenas ya, que no, pero que si queremos nos alcanzan hasta allí. Les decimos que sí, y subimos los cuatro al coche. Ellas delante y nosotros detrás. Hablan bastante bien español. Nos cuentan que son estudiantes y que están pasando un año académico en España para aprender español. El trayecto es corto hasta Chamartin, por el Paseo de la Castellana hacia el norte hasta llegar a la calle de Alberto Alcocer y de allí, girando a la derecha, hasta la plaza de la República Dominicana, donde nos dejan. Intentamos quedar con ellas, pero nos dicen, amablemente, que no. Nuestro intento de ligue ha quedado abortado, pero lo hemos intentado: las hormonas son las hormonas...

Volvemos a nuestras casas después de pasar el resto de la mañana vagabundeando por las calles del barrio. Todo está paralizado, pero hay una gran serenidad en las gentes. Los días siguientes los paso pegado a la televisión y leyendo ávidamente los periódicos. Por televisión veo la emotiva escena a bordo del avión presidencial en que el vicepresidente Johnson, camino de Washington con el cadáver de Kennedy en la bodega del aparato, jura junto a la viuda de éste su cargo como nuevo presidente de los Estados Unidos. Más tarde, cuando ya todo el mundo sabe que han detenido al presunto asesino, Lee Harvey Oswald, estoy viendo en directo por televisión como van a trasladarlo desde el lugar donde está retenido hasta el juzgado. Un único pensamiento cruza mi mente en ese momento: ¡Ójala lo maten! Y ante mis ojos un señor con sombrero tejano, Jack Ruby, sale de entre el público con una pistola en la mano disparando a bocajarro sobre él… Esa premonición, cumplida inmediatamente de formulada, me ha acompañado siempre como una maldición y nunca podré olvidarme de ella. Al igual que me acompañará para siempre la imágen vista de nuevo por televisión días más tarde del solitario corcel negro, ensillado, que acompaña los restos mortales de Kennedy por las calles de Washington; y el saludo militar de John-John, su hijo pequeño, acompañado de su hermana y de su madre, al pasar ante ellos el cortejo fúnebre… Ahí están, vívidos como si fueran hoy, todos esos recuerdos. Y supongo que ahí seguirán, mientras yo pueda seguir diciendo que tal día como hoy de hace nosecuantos años…

A fecha de hoy no parece que haya habido una excesiva proliferación informativa alrededor del cincuentenario. En el diario El País he leído en estas semanas dos interesantes reportajes al respecto: "Los que vieron morir a Kennedy", y el titulado "250 000 voces para llorar a Kennedy". Yo, por mi parte, y para no dejar en mal lugar a mi hija Ruth, traigo de nuevo hasta el blog los enlaces a las entradas y vídeos que publiqué en 2012: "John F.Kennedy, asesinado en Dallas (22/11/63)", y  "Erykah Badu canta "Windows seat" (Dallas, 2010)"; las que dediqué al acontecimiento en 2011: "Tal día como hoy de hace no sé cuantos años...", y "Funeral y entierro del presidente Kennedy"; y la que escribí en 2009 bajo el epígrafe "22-N: Una fecha para el recuerdo"

En este enlace pueden ustedes acceder a un recopilatorio bastante completo de todos los reportajes y noticias que El País ha venido publicando sobre el asesinato de Kennedy desde 1976 hasta ahora mismo. Mi intención es ir añadiendo a la entrada todo aquello que se vaya publicando sobre el cincuentenario que me parezca de interés, por ejemplo, este titulado "El Camelot de Kennedy sin conspiraciones"; este otro: "Abraham Zapuder, piedra fundamental del periodismo ciudadano", sobre el hombre que grabó las únicas imágenes del atentado; el titulado "Quién mató a Kennedy"; este de "Dallas, cincuenta años después"; el de "La América de John F. Kennedy"; o el de "Jackie Kennedy y la invención de Camelot". Así que les invitó a revisar la entrada de vez en cuando durante las próximas semanas. El canal Historia, que puede verse en algunas plataformas de televisión de pago como Digital+ o Movistar TV, tienen programados una serie de reportajes y películas sobre el magnicidio y la trágica historia familiar de los Kennedy para hoy día 22. Y Cuatro, en abierto, el sábado próximo. Espero poder verlos.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt



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domingo, 10 de noviembre de 2013

La conferencia de los socialistas españoles: Nov. 2013. ¿Punto y aparte?


Acabó la conferencia política de los socialistas españoles que durante tres días ha tenido lugar en Madrid. Tiempo habrá del análisis pormenorizado de la misma, aunque yo no tengo mucho ánimo para ello, escaldado como estoy de expectativas anteriores. Si lo tiene, por ejemplo, el profesor de la Universidad noruega de Gotemburgo, el español Víctor Lapuente Giné, con unas más que razonables objecciones que formula a las conclusiones de la misma en su artículo "La carga del hombre rojo", que resume en dos puntos: 1) el coste de la propuesta se hace recaer de nuevo en "otros" en vez de pedir sacrificios a los "nuestros"; y 2) hubiese sido más práctico salir de la conferencia con una buena brújula que con un mapa tan detallado. También opina sobre la conferencia política socialista Antonio G. Maldonado, en su blog "Despachos de letras", con un sarcástico artículo titulado "El PSOE de Brian. La Conferencia Política del Frente Judaico".

Lamentablemente, y por culpa de mi escepticismo visceral, creo que ambos tienen razón. En todo caso, tengo claro que la resurrección de la izquierda democrática española pasa necesariamente por el PSOE: por otro PSOE, renovado hasta los tuétanos, o no pasa; y ya me puedan contar desde IU y adláteres lo que quieran, que no hay otra.

Hace unos años vi por televisión una película del director francés Claude Chabrol titulada "Le fleur du mal" (2002). Su personaje principal era una aún joven mujer, esposa de un destacado miembro de la alta burguesía provinciana francesa y concejala en el ayuntamiento de su localidad que decide presentarse como candidata independiente a la alcaldía. En un momento de la película, su marido le pregunta por qué ha decidido presentarse si a ella nunca le ha gustado la política; la respuesta de la esposa es: "lo que yo hago, no es política"... Ganó la alcaldía.

Reproduzco la acepción de político que recoge el diccionario de la Real Academia Española: "persona que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado". Quizá el personaje tuviera razón en lo que decía...

Por esas mismas fechas (lo recuerdo bien porque ya escribí sobre ello en el blog) oía por la radio las declaraciones de un concejal del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que anunciaba que iban a promover la creación de un "metro", de ocho líneas, en la capital insular. Le preguntaba el locutor, supongo que con ingenuidad: "¿Con la financiación del Estado, no?". Y la respuesta fue: "Sí, claro". Sin comentarios. ¿Político o imbécil?... Esa es la clase de "políticos" que no deberíamos permitir que volvieran.

También en noviembre de 2008 publicaba en El País el profesor Ramón Vargas-Machuca, catedrático de Filosofía Política y exdiputado socialista durante cuatro legislaturas, un artículo titulado "Decálogo del buen político". Decía en él, que al buen político cabía exigirle profesionalidad, talento, información, eficiencia, innovación, decisión, prudencia, astucia, responsabilidad y persuasión...

Creo que son cualidades necesarias, pero no suficientes, porque a ellas habría que añadirle dos supuestos externos a él mismo: primero, una retribución justa, equilibrada y suficiente, establecida con carácter previo por un organismo supervisor e independiente de la Administración Pública, gracias a la cual el ejercicio de la actividad política no le resultara lesivo a sus intereses personales y profesionales; y segundo, una taxativa limitación en el número de mandatos en el ejercicio del cargo. A lo mejor así se animarían a dedicarse a la política buenos profesionales ajenos a ella, reticentes a hacer del "servicio público" una forma de vida o de vivir de él... Haberlos, haylos, seguro. Como las meigas, en Galicia, y las brujas en mi tierra, aunque no crea en ellas.

Les recomiendo la lectura de los artículos de los profesores Lapuente y Vargas-Machuca en los enlaces de más arriba; hoy, con más razones que nunca.

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Encontrar las palabras


"Lass uns die Worte finden": Encontremos las palabras... Esa frase se la escribía en una carta de amor la poetisa austríaca Ingeborg Bachmann (1926-1973) al poeta rumano Paul Celan (1920-1970), su amante, poco antes de romper su relación. Ambos están considerados como los autores líricos cumbre en lengua alemana del siglo XX. Ambos murieron jóvenes, en su plenitud artística, de forma violenta: ella, en un extraño incendio, nunca aclarado, de su casa romana; él, tirándose al Sena desde uno de sus puentes en París. Luego me detendré en la razón del título de esta entrada.

Siempre resulta complicado encontrar las palabras justas para lo que uno pretende contar. A mí, mejor lector de ensayo que de ficción, de vez en cuando me entra la vena heterodoxa que uno lleva dentro y se resarce por unos días de tanta lectura pretenciosa, aunque no por ello menos satisfactoria. Por ejemplo, sigo con los ocho volúmenes de la impresionante "Historia crítica del pensamiento español" (Círculo de Lectores, Barcelona) de José Luis Abellán, del que me queda por leer el tomo 7 y la mitad del 6; aunque ahora estoy enfrascado con las "memorias", en dos tomos (de 1946 y 1970, respectivamente) del general Carlos Martínez de Campos, duque de la Torre, que abarcan el período 1892-1953 ("Ayer": Instituto de Estudios Políticos, Madrid). Interesantísimas, pues no en vano fue un gran escritor, miembro de número de la Real Academia Española.

Pero hablaba de mis otras lecturas esporádicas, las noveladas, que de vez en cuando me alegran el espíritu. Con ellas me pasa como con las lluvias en Canarias, que no llueve nunca, pero que cuando lo hace, lo es torrencialmente. Así que, si en la no-ficción, no paso de una veintena de páginas al día, con las "otras", si le cojo el gusto (algo que "sé" si va a ocurrir no más alla de la tercera página) caen de un tirón. Me ha pasado con las tres últimas lecturas, en lo que va de mes, que han caído a una por día: el "San Manuel Bueno, mártir", de Unamuno (Cátedra, Madrid); el "Mister Witt en el Cantón", de Ramón J. Sender (Alianza, Madrid); y el mucho más actual "La verdad sobre el caso Harry Quebert" (Alfaguara, Madrid), del suizo Joël Dickert.

Comienzo por esta última, cuyas "tres" primeras páginas me animaban a abandonar la lectura de las 672 restantes, que se presentaba cansina. Al final, seguí de un tirón con ella y la disfruté; pura literatura de evasión -una trama policíaca- que transcurre en una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra a lo largo de una treintena de años y trata sobre la extraña desaparición de una joven. Está muy bien construida y los artificios literarios resultan muy interesantes. En todo caso, una vez leída, se acabó la historia.

De la obra de Sender, está todo dicho, supongo... Yo, al menos, poco tengo que añadir -salvo que la he releído emocionado- sobre esta historia novelada de la revuelta del cantón de Cartagena, que transcurre entre mayo y diciembre de 1873, en plena efervescencia revolucionaria federalista. Momentos finales de una experiencia, la I República española, que acabó a manos, como no podía ser menos, de un militar. Por cierto, antepasado del general Carlos Martínez de Campos de cuyas memorias hablaba al comienzo de la entrada.

De la genialidad literaria y poética, vital y angustiosa, de Unamuno, su "San Manuel Bueno, mártir" es un ejemplo preclaro. Leer su novela es zambullirse en el atormentado mundo interior del que quiere creer, o cree, sin fe. Una terrible experiencia por la que pasé hace ya mucho tiempo y que ya no me atormenta lo más mínimo.

Y toda esa larguísima digresión para, al final, llegar donde quería: a ese "encontremos las palabras" que da título a la entrada de hoy, y que están en el artículo del número de noviembre de la nueva edición electrónica de Revista de Libros, titulado "La retrovanguardia digital". Escrito por Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Málaga, lo pueden leer en el enlace anterior.

Su "tesis" central es -siguiendo al historiador británico Tom Standage, uno de cuyos últimos libros comenta en su artículo- que la erupción de las redes sociales actuales no constituye sino la prolongación natural de una constante histórica: una polifonía social solo interrumpida durante la era de la comunicación de masas, que se ramifica en direcciones insospechadas, disminuyendo así el número de las influencias compartidas sobre las que se organiza la conversación pública.

Y todo, para plantearse finalmente nuevas preguntas acerca del futuro de la opinión pública e incluso de la propia democracia, y concluir, que quizá lo mejor y único posible sea esforzarse en hacer cada uno lo que podamos en el espacio que nos es dado y con los medios de que disponemos; que no son pocos, dice. Y en ello estamos, por lo menos yo... Encontremos pues, las palabras y sigamos adelante.

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En el 75.º aniversario de la "Kristallnacht" o Noche de los cristales rotos. ¿Volvemo a empezar?


En esta noche del 9 al 10 de noviembre se cumplen 75 años justos del inicio de lo que acabaría convirtiéndose en el Holocausto: la "Shoah", el exterminio sistemático y premeditado de los judíos de Alemania y Europa por el régimen nazi. La atrocidad fue de tal calibre que ninguna de las realizadas posteriormente por régimen, estado, nación u hombre alguno, y las ha habido de todos los colores y calibres, le resulta equiparable. Fue la llamada por los historiadores "La Noche de los Cristales". Aquella noche, como había anunciado ya cien años antes el poeta alemán Heine (de origen judío): "quién quema libros termina tarde o temprano por quemar hombres", dio comienzo uno de esos hechos que avergonzarán por siempre a la humanidad. Y como dijo el también judío italiano Primo Levi en uno de los libros más intensamente conmovedores que he podido leer nunca, "Si esto es un hombre" (Muchnik, Barcelona, 2002), quizá no podamos comprender nunca lo que pasó, pero si podemos y debemos comprender dónde nació, y estar en guardia. Si comprender es imposible -dice-, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también, concluye.

Lo recordaba en su día un interesante artículo de El País titulado "La España en guerra ante la Kristallnacht", del profesor de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid, Alejandro Baer.

El artículo del profesor Baer se centraba en explicar la diferente actitud que mostraron ante los hechos que se relatan en el mismo el gobierno y la prensa de la zona republicana, por un lado, y el gobierno y la prensa de la zona nacional, por otro. La primera, condenándolo con energía y rotundidad; la segunda, amparándolo y justificándolo.

Pero a mi lo que más me llamó la atención del artículo fue la afirmación, que comparto, de que "los enraizados prejuicios y estereotipos antisemitas, con que se prodigaron en noviembre de 1938 quienes finalmente ganaron la Guerra Civil, han perdurado durante décadas. Sus resabios y ramificaciones forman parte de nuestro presente". ¿Acaso le cabía a alguien duda de ello? No me atrevería yo a afirmar rotundamente que la mayoría de la sociedad española sea racista; desde luego, arraigados prejuicios antisemitas si que tiene. Y en lo que discrepo del profesor Baer es que provengan del régimen franquista... Tengo la impresión de que son bastante más antiguos.

Hay un libro espléndido y admirable del filólogo e historiador Américo Castro titulado "España en su historia: cristianos, moros y judíos" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989), que explicita ese eterno tema de discusión académica nacional sobre que es el "Ser de España". Castro, contra la opinión de otros eminentes historiadores españoles como Claudio Sánchez Albornoz, con el que polemizó duramente sobre ello, se inclina por la tesis del mestizaje entre cristianos, moros y judíos, como característica definitoria del "ser nacional español". Es por ello por lo que al inicio del capítulo X de su libro afirma con rotundidad: "La historia del resto de Europa puede entenderse sin necesidad de situar a los judíos en un primer término; la de España, no. La función primordial y decisiva de los hispano-hebreos es indisoluble, a su vez, de la circunstancia de haber vivido articulados prietamente con la historia hispano-musulmana."

Como atestigua mi apellido paterno y el escudo de armas familiar (se dice en él que "probó" su hidalguía, lo que significa que había dudas sobre la pureza de su sangre...) soy descendiente de conversos. Como lo fueron innumerables españoles tales como el propio rey Fernando el Católico; los escritores Juan de Mena, Fernando de Rojas, fray Luis de León, Mateo Alemán, Hernando del Pulgar, Jorge de Montemayor y el mismo Miguel de Cervantes; los místicos (y santos) Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; el teólogo Juan de Torquemada; el médico y científico Miguel Servet; los filósofos Juan Luis Vives, Francisco Sánchez y Benito Espinosa... La lista es interminable y espléndida.

Decir ahora que el antisemitismo español, según algunos especialistas el más arraigado de Europa, es producto del franquismo, o de la confrontación israelí-palestina actual me parece como poco quedarse un poco cortos... El problema es que tengo la impresión de que Europa, y España con ella, camina de nuevo hacia un resurgimiento populista de la xenofobia y el racismo. Confío en equivocarme, pero ejemplos recientes en sentido contrario, tenemos más que sobrados. Termino con otro párrafo, que me parece muy significativo, del libro de Primo Levi que cité al comienzo de la entrada: "Destruir al hombre es difícil, casi tanto como crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve, pero lo habéis conseguido, alemanes. Henos aquí dóciles bajo vuestras miradas; de nuestra parte nada tenéis que temer: ni actos de rebeldía, ni palabras de desafío, ni siquiera una mirada que juzgue." ¿Volvemos a empezar?

Les dejo un impresionante documento histórico sobre la "Shoah", el documental del mismo título realizado por el director francés Claude Lanzmann en 1985, de nueve horas de duración. Pueden verlo aquí si lo desean. Está en francés y subtitulado en español.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

martes, 29 de octubre de 2013

Los "Príncipe de Asturias", 2013








En octubre de cada año hay una cita ineludible en "Desde el trópico de Cáncer" con los Premios "Príncipe de Asturias", considerados unánimente como los más prestigiosos del mundo tras los "Nobel" de la Real Academia Sueca. En este vídeo pueden ver la ceremonia completa de la entrega de los Premios "Principe de Asturias, 2013" que tuvo lugar el pasado viernes, 25 de octubre, en la ciudad de Oviedo. Nunca me los había perdido; esta vez, sí, por circunstancias familiares, pero los he seguido más tarde, en diferido, por televisión y lo traigo hasta el blog porque creo que merece la pena verlo.

Una ceremonia muy emotiva que yo no veo razones para glosar cuando pueden disfrutarla ustedes mismo en el enlace anterior, o leyendo la crónica que de ella hacía el corresponsal de El País, Jacinto Antón: "El amor al oficio frente a la adversidad y las amenazas del mundo, desde la que pueden acceder a los discursos íntegros de Antonio Muñoz Molina, premio Príncipe de Asturias de las Letras; de Michael Haneke, premio Príncipe de Asturias de las Artes; Annie Leibovitz, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades; y al del propio don Felipe, cerrando la ceremonia de entrega de los premios de este año.

También recibieron sus Premios Saskia Sassen (Ciencias Sociales), la ONCE -Organización Nacional de Ciegos de España (Concordia), la Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia (Cooperación Internacional), José María Olazábal (Deportes), y los profesores Peter Higgs -el del "Bosson"-, Francois Englert y el CERN, conjuntamente (Investigación Científica y Técnica).

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


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domingo, 27 de octubre de 2013

La decepción Obama


Las imágenes de aquel 4 de noviembre de 2008, va a hacer cinco años dentro de unos días, se me quedaron en la retina por mucho tiempo. Mis 67 años de vida me han hecho pasivo protagonista de algunos avatares históricos. El primero (los cito por estricto orden cronológico), al que no pude asistir ni puedo recordar, el de mi concepción, pues si la Madre Naturaleza es exacta en sus cálculos, lo fui el 8 de mayo de 1945, exactamente el día que terminaba la II Guerra Mundial en Europa. El segundo, la toma de posesión de John F. Kennedy como presidente de los Estados Unidos de América, el 20 de enero de 1961. El tercero, su asesinato en Dallas, va a hacer 50 años el mes que viene. El cuarto, la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969. El quinto, el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. El sexto, los atentados en Madrid del 11 de marzo de 2004. Y algunos más, evidentemente, que no cito aunque los recuerdo. Y hace cinco años la alegría desbordada de buena parte de la población del mundo por la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América de 2008.

Su discurso de aquella noche, el ya famoso "Sí, podemos", fue una magnífica pieza de oratoria política, dicho sin papeles, con serenidad contenida. A mi me recordó enormemente el de la toma de posesión de John F. Kennedy como presidente, que pueden comparar con el de Barack Obama, de cuarenta y ocho años después. 

Hoy, la "decepción Obama" es innegable. Que la causa de esa decepción sea imputable únicamente a él, ya es más discutible. Pero está ahí, como una realidad insoslayable: por ejemplo, el descubrimiento del espionaje masivo de sus agencias de información a gobiernos y países aliados europeos, entre ellos, España, pero también Alemania y Francia, con la complicidad y partipación todo hay que decirlo, de su aliado más fiel e incondicional, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, al que todo lo que haga su "Gran Hermano" del oeste le parece muy bien. Pero va a ser que no; el gobierno de Obama debe dar explicaciones rápidas y creibles o muchas cosas importantes se pueden ir al garete. A mayor abundamiento, léase el artículo "Adictos a los datos" del profesor y especialista en relaciones internacionales José Ignacio Torreblanca.

En todo caso, yo solo quería agradecer a la diosa Fortuna que me diera la oportunidad de ver y disfrutar de aquel 4 de noviembre de 2008; lo demás es historia...

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


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jueves, 24 de octubre de 2013

Utopía e Ilustración


En la presentación de este blog dice su autor que se declara hijo de la Ilustración, monárquico y socialdemócrata. Supongo que para algunos les sonará anticuado, caduco... Creo que se equivocan, pero dejémoslo así de momento.

Tenía pensado desde hace un tiempo dedicar una entrada a reflexionar sobre lo que el pensamiento ilustrado tuvo de relación con lo utópico, un tema, este, que me apasiona. Y lo que son las casualidades, justamente esta mañana, mientras voy en la guagua en busca de mi nieto más pequeño para acompañarlo al colegio con mi hija, llego al capítulo X del libro que estoy leyendo en estos momentos: la "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 4", de José Luis Abellán (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993) y me encuentro con que lleva casi el mismo título: "Ilustración y utopía", que pensada dar a la entrada de hoy.

Tengo claro que mis posibles reflexiones no estarán nunca a la altura de las del profesor Abellán así que voy a seguir algunas de las pautas que da este y dejar las que yo tenía pensadas para otra ocasión. En todo caso, y sobre "utopías", un asunto que ya he tratado anteriormente en el blog, les remito a mi entrada de noviembre del pasado año: "Sobre utopías y otras cosas...", que creo les resultará interesante.

La comenzaba con este párrafo que resume bastante bien mi pensamiento al respecto: "Utopía: palabra griega que significa "lugar que no existe"... Una buena amiga de muchos años con la que he compartido vida académica, estudios, intimidades, complicidades y muchas otras cosas, tenía la palabra "utopía" grabada a fuego en su corazón. Yo, no; me resulta imposible después de ver lo que las dos grandes utopías del pasado siglo, el fascismo y el comunismo le han hecho a la humanidad. A pesar de ello, pienso, como mi amiga, que no se puede vivir sin ella".

Efectivamente, no podemos vivir sin pensamiento utópico, pero tampoco podemos obviar el daño que cifrarlo todo a un futuro y un lugar que, posiblemente no existan y al que nunca vamos a llegar puede provocar. Así pues, un poco de sano escepticismo crítico ante la avalancha de utopismo desaforado que últimamente parece haberse apoderado de los españoles (secesiones territoriales, cambios de régimen político, abolición de sistemas socioeconómicos y felicidad a golpe de revoluciones varias) como panecea universal, creo que no viene mal. 

Cita el profesor Abellán en su libro una carta del ilustrado español por antonomasia, Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) -a cuyo pensamiento y obras principales pueden acceder desde este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes- a otro ilustrado británico contemporáneo suyo, que pienso refleja bastante bien lo que quiero decir: "Jamás concurriré a sacrificar la generación presente por mejorar las futuras.  Usted -dice a su interlocutor- aprueba el espíritu de rebelión; yo no: le desapruebo abiertamente, y estoy muy lejos de creer que lleve consigo el sello del mérito... Creo que una nación que se ilustra puede hacer grandes reformas sin sangre, y creo que para ilustrarse tampoco sea necesario la rebelión".

Dice Abellán al inicio del citado capítulo X: "Los ilustrados más típicos se hallaban todos animados por un profundo deseo de cambio, que es lo que originó el giro copernicano que desde entonces va a dar la cultura española. Ahora bien -dice-, un impulso de cambio total supone una meta ideal a la cual se aspira, y que en siglo XVIII no puede dejar de tener un carácter utópico". Y sigue diciendo: "El XVIII es el siglo de las utopías, y así aparece en Francia, donde el pensamiento ilustrado y enciclopedista se canaliza por vías utópicas: la entronización de la diosa Razón, la recuperación del estado de naturaleza, el mito del buen salvaje... Algunos de ellos -añade- tenían un olvidado origen español, como ocurría con el último citado; de ahí que España no pudiese permanecer al margen de semejante movimiento, si bien en nuestro país no culminó en un proceso revolucionario, como ocurrió en el vecino".

Unas páginas antes ha definido nuestro autor lo que significaba el término ilustrado a finales del siglo XVIII: "hombre que busca el progreso y la transformación de la sociedad, con una serie de rasgos muy típicos: tolerancia religiosa, sentido crítico respecto al pasado, optimismo frente al futuro, confianza en el poder de la razón, oposición a la autoridad eclesiástica y al poder tradicional de la Iglesia, interés por los problemas sociales y el desarrollo técnico de la sociedad, impulso hacia lo natural y valoración positiva de la experiencia, exaltación del progreso y del conocimiento...".

Termino la entrada con un poema de Jovellanos en el que se refleja muy claramente el contenido utópico y "presocialista" del pensamiento ilustrado y su profunda fé en una humanidad futura mejor, poema que figura en su "Respuesta a la epístola de Moratín":


El fatal nombre
de propiedad, primero detestado,
será por fin desconocido. ¡Infame,
funesto nombre, fuente y sola causa
de tanto mal! Tú solo desterraste,
con la concordia de los siglos de oro,
sus inocentes y serenos días.

Nueva generación desde aquel punto
la tierra cubrirá, entrambos mares;
al franco, al negro etíope, al britano
hermanos llamará, y el industrioso
chino dará, sin dolo ni interese,
al transido lapón sus ricos dones.

Un solo pueblo entonces, una sola
y gran familia, unida por un solo
común idioma, habitará contento
los indivisos términos del mundo.

No más los campos de inocente sangre
regados se verán, ni con horrendo
bramido, llamas y feroz tumulto
por la ambición frenética turbados.

Todo será común; que ni la tierra
con su sudor ablandara el colono
para un ingrato y orgulloso dueño.

Todo será común; será el trabajo
pensión sagrada para todos; todos
su dulce fruto partirán contentos.

Una razón común, un solo, un mutuo
amor los atarán con dulce lazos.

Una sola moral, un culto solo,
en santa unión y caridad fundados,
el nudo estrecharán, y en un solo himno,
del Austro a los Triones resonando,
la voz del hombre llevará hasta el cielo
la adoración del universo, a la alta
fuente de amor, al solo Autor de todo.


Explicado, espero, el por qué de "hijo de la Ilustración"; dejo lo de monárquico y socialdemócrata, quizá, para otro momento. Todo muy antiguo, sí; será la edad...

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 22 de octubre de 2013

"Romeo y Julieta", de Prokofiev, desde El Palco de RTVE


Como en en anteriores ocasiones les invito a asistir desde El Palco de la 2 de la radio televisión española a la representación, esta vez, del "Romeo y Julieta" de Serguéi Prokofiev, desde el Teatro Real de Madrid, con la participación de la Orquesta Sinfónica de Madrid y la Compañía Nacional de Danza, presentado por la soprano Ainoha Arteta.

En este enlace pueden ustedes leer la génesis azarosa de la famosa pieza de Prokofiev, aunque en esta ocasión la representación del ballet, con la coreografía de Goyo Montero, y la dirección de José Carlos Martínez, esté más cercana a la Nueva York de "West Side Story" que a la Verona de Shakespeare. Disfrútenlo que merece la pena. Desgraciadamente, el vídeo solo estará visible hasta el próximo 4 de noviembre.

Sean felices, por favor, y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


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jueves, 17 de octubre de 2013

Hannah Arendt


El pasado día 14 de octubre se cumplieron los 107 años del nacimiento de Hannah Arendt, la gran pensadora y teórica de la política, nacionalizada estadounidense, de origen judeo-alemán. Remarco lo de norteamericana, judía y alemana, porque los tres conceptos son inseparables para poder entender la vida y la obra de Arendt.

Los lectores de este blog saben ya de mi admiración por ella, de ahi que en este aniversario de su nacimiento voy a limitarme a traer hasta él una recopilación, selectiva, de artículos que hacen referencia a su vida y a su obra.

Comienzo con los que la prestigiosa Revista de Libros, sin duda alguna la mejor publicación de crítica literaria en lengua española le ha dedicado a Hannah Arendt lo largo de sus veinte años de existencia. Desde este enlace pueden acceder a los comentarios críticos de cuatro de sus libros: "¿Qué es la política?", "Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política", "Los orígenes del totalitarismo" y "Escritos judíos". Y en este otro, a los sesenta y uno, ordenados cronológicamente, en que ha sido citada en la misma. 

Otro gran órgano de prensa español, el diario El País, ha dedicado a Hannah Arendt lo largo de los últimos veintidós años cuarenta y cinco artículos, a los que pueden acceder desde este enlace

Y los enlaces que le dedica Google en español, exactamente 4.180.000, ya me parecen excesivos y les dejo a ustedes la tarea de explorarlos si es que tienen voluntad y tiempo para ello.

Concluyo mi personalísima manera de homenajear su memoria en este 107 aniversario de su nacimiento con esta selección de caricaturas de Hannah Arendt que he encontrado en internet.

Sean felices, por favor, y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt


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sábado, 12 de octubre de 2013

"Inshallah"


"Inshallah" es una palabra árabe, una invocación que podría traducirse por "¡Si Dios lo quiere!"... Creo recordar que fue el historiador y filólogo Américo Castro el que en su monumental obra "España en su Historia" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989) dejó escrito que el hebreo, el árabe y el castellano, este último por influencia de los dos anteriores, son los únicos idiomas del mundo que convierten en transitivos verbos que en otras lenguas vivas resultan de imposible conjugación transitiva. De ahí, a que el misticismo como expresión literaria sea casi una exclusividad del pensamiento judeo-árabe-español, solo hay un paso. No otra cosa es misticismo, (tan castizo para nosotros en el pensamiento y la obra de Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, ambos místicos, ambos de origen judeo-converso): un sentimiento o estado de relación íntima con la divinidad que muy bien podría expresarse en esa invocación: ¡Inshallah!": "¡Si Dios quiere!".

"Inshallah" es también el título de una famosa canción de los años sesenta del joven (entonces) cantautor belga, Adamo. Pueden ustedes verle y oírle en el enlace anterior mientras continúan leyendo este comentario.

Y es también "Inshallah" (Plaza-Janes, Barcelona, 1992) una densa novela de guerra, ambientada en el Líbano ocupado por fuerzas de las Naciones Unidas durante la guerra civil que sacudió el país en 1983, escrita por la periodista y novelista italiana Oriana Fallaci, con dolor y con rabia; con mucho dolor y con mucha rabia. Léanla si tienen ocasión. No la olvidarán fácilmente.

El título de esta entrada del blog me lo sugirió la lectura, hace ya unos años, de un interesantísimo artículo en la revista Claves de Razón Práctica, titulado "La política de Dios", escrito por el profesor de Humanidades en la neoyorkina Universidad de Columbia, Mark Lilla. Espero que les resulte interesante su lectura en el enlace anterior; les aseguro que lo es.

Dice Mark Lilla en el primer apartado de su estudio, titulado "La voluntad de Dios prevalecerá", que el ocaso de los ídolos se ha postergado, y que durante más de dos siglos, desde las revoluciones americanas y francesa hasta el derrumbe del comunismo soviético, la política mundial ha estado girando en torno a problemas eminentemente políticos. Que la guerra y la revolución, la justicia social y de clases, la identidad racial y nacional eran las cuestiones que nos dividían, pero que hoy hemos progresado hasta un punto donde nuestros problemas vuelven a parecerse a los del siglo XVI, pues nos vemos enredados en conflictos sobre creencias que rivalizan entre sí, sobre pureza dogmática y sobre deberes divinos para concluir que en Occidente estamos desorientados y confusos.

Cuando leía esas palabras del profesor Lilla, recordé el revuelo social, político y sobre todo académico que, un hasta ese momento prácticamente desconocido profesor universitario norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama, desencadenó con la publicación en la revista The National Interest, en el verano de 1988, de un provocador artículo titulado "¿El fin de la Historia?", que pueden leer en el enlace citado. Con este artículo, entre otros, se estrenó en España en abril de 1990 la revista Claves de Razón Práctica. Fukuyama quiso abordar en él un intento de explicación de lo ocurrido en los últimos años de la década de los 80 en el plano de las conciencias y de las ideas, con la consecuencia por todos sabida de que el liberalismo económico y político habían acabado por imponerse en el mundo ante el agotamiento y colapso de otras alternativas ideológicas y políticas (léase el comunismo), dando paso a una situación en la que nos encontraríamos en presencia del final de toda evolución ideológica posible alternativa al capitalismo liberal, y por tanto, en el "fin de la historia" en términos hegelianos.

Cuatro años más tarde retoma el asunto planteado en su artículo y escribe un libro que en España se publicará con el título "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que leí con sumo interés y que me causó una gran impresión. Evidentemente, no se si decir por desgracia o por suerte, Fukuyama no acertó en su pronóstico.

Dice el profesor Lilla que aunque en Occidente tenemos nuestros propios fundamentalistas, nos parece incomprensible que las ideas teológicas todavía levanten pasiones mesiánicas (pero ahí tenemos el estado de beligerancia absoluta del sector más integrista de la conferencia episcopal española llamando a la "guerra santa" contra el gobierno de Zapatero), dejando tras sí sociedades en ruinas. Habíamos supuesto, continúa diciendo Lilla, que eso ya no era posible, que los seres humanos habíamos aprendido a separar las cuestiones religiosas de las cuestiones políticas y que el fanatismo había muerto. Estábamos equivocados, dice... ¡Inshallah!, concluyo yo...

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España - Espanya - Espainia


"Es el Estado y el nacionalismo el que crea la nación, no al contrario" (Ernest Gellner: "Naciones y nacionalismos"). Hoy, 12 de octubre, fiesta nacional de España, me sumo a la mayoría de mis compatriotas en la esperanza de que los españoles podamos convivir de una vez y para siempre en paz al amparo de una renovada Constitución federal de todos y para todos.



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