Hashim Thaci, primer ministro de Kosovo
¿Son malos los prejuicios? ¿Son certezas equivocadas o verdaderas? No hace tanto tiempo, así que recuerdo con bastante precisión la tarde del domingo 17 de febrero de 2008. Veía por el canal de televisión de CNN+, en directo, la ceremonia de declaración unilateral de independencia que se estaba celebrando en el parlamento de la provincia autónoma serbia de Kosovo, ceremonia que la convertía, con el apoyo declarado de Estados Unidos y una buena parte de los estados de la Unión Europea, en república soberana e independiente. En junio de 2010 la Corte de Justicia Internacional de la ONU declaró la secesión unilateral de la provincia valida y ajustada al Derecho Internacional.
Recuerdo que la veía con aprensión -dado mi antinacionalismo visceral- no exenta de cierta simpatía, a causa de la indudable y cruel persecución de la que la mayoría albanokosovar de la provincia había sido objeto por parte del régimen del dirigente serbio Milosevic, que en 1989 había anulado la autonomía de la que la provincia gozaba en la extinta República Socialista Federativa de Yugoslavia.
¿Era ese sentimiento contradictorio un prejuicio por mi parte? Es posible que sí. En su libro ¿Qué es la política? (Paidós, Barcelona, 1997) la teórica política norteamericana de origen alemán Hannah Arendt dice que el pensamiento político se basa esencialmente en la capacidad de juzgar, pero que los "pre-juicios" (que siempre ocultan un pedazo del pasado) nos ayudan a sobrevivir, porque sin ellos ningún hombre podría vivir. Una vida desprovista de prejuicios, dice, nos exigiría una atención sobrehumana, una constante disposición, imposible de conseguir, a dejarse afectar en cada momento por toda la realidad, como si cada día fuera el primero o el del Juicio Final.
No cumplidos dos años de su independencia, leo en El País una noticia sobre Kosovo que me llena de estupor y pavor y que me retrotrae a ciertas novelas o películas de horror y ciencia-ficción en las que se relatan atrocidades impropias e incomprensibles -¿la banalidad del mal que analizó Hannah Arendt en Eichman en Jerusalén?- en una Europa en la segunda década del siglo XXI, y más propia de las sanguinarias brutalidades que sacuden de vez en cuando las guerras tribales y étnicas en África central.
La noticia, espeluznante en sí, que ha pasado absolutamente desapercibida en otros medios de prensa o canales televisivos, se refiere al informe presentado en la reunión de la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa celebrada en París el pasado 16 de diciembre por el parlamentario suizo Dick Marty, en el que se revela que tropas irregulares albanokosovares, dirigidas por el actual primer ministro de la República de Kosovo, Hashim Thaci, engordaron (literalmente) a prisioneros serbios y serbokosovares, en granjas-prisiones situadas en territorio albanés, para luego sacrificarlos y traficar con la venta de sus órganos.
Viniendo de la institución que viene, que apoyó decididamente la independencia de la provincia, creo que merece toda credibilidad, y ahora, aún reconociendo que Milosevic no es Serbia, ni Kosovo Hashim Thaci, sigo con la misma duda que aquella tarde de febrero de 2008. ¿Mis sentimientos eran prejucios o eran certezas? No tengo respuesta. solo vergüenza. Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Albanokosovares celebrando la independencia
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Entrada núm. 1338 -
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