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viernes, 6 de octubre de 2017

[A vuelapluma] Puigdemont y Rajoy, amortizados





Sea cual sea el resultado final de esta crisis social, política e institucional que estamos viviendo en España, y que un servidor de ustedes espera que se resuelva con los menores daños posibles para los catalanes y el resto de los españoles, no lo será desde luego por el valioso concurso que a ello hayan aportado los señores Puigdemont y Rajoy. Del primero no voy a decir nada porque es el principal responsable de esta crisis. Del segundo, cuya competencia es manifiestamente mejorable, resulta difícil entender como ha sido posible que llegara a presidente del gobierno de España. Claro está que si Donald Trump ha llegado a presidente de los Estados Unidos cualquier "cosa" es posible...

De "fusible", califica el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, José Ignacio Torreblanca, a Mariano Rajoy. Nunca nadie pidió tanto apoyo para hacer tan poco, tan tarde ni tan mal, dice de él. Y lamento tener que reconocer que es una opinión que comparto al completo.

Un fusible es “un componente eléctrico hecho de un material conductor, generalmente estaño, que tiene un punto de fusión muy bajo y se coloca en un punto del circuito eléctrico para interrumpir la corriente cuando esta es excesiva”. “El fusible”, se nos explica, “se recalienta y se rompe (salta) y actúa como mecanismo de seguridad de toda la instalación”, comienza diciendo José Ignacio Torreblanca.

Eso es justo lo que nos ha faltado y falta en la crisis catalana. Nuestro sistema democrático ha ido recibiendo sobrecarga tras sobrecarga sin que saltara ningún mecanismo de seguridad: ni de diálogo cuando era posible ni de firmeza cuando era necesaria. La responsabilidad principal es, sin duda, de aquellos que han decidido introducir en el sistema democrático tensiones de un voltaje más alto del que este está preparado para soportar. El populismo, el nacionalismo, la apelación a la democracia directa, el vaciamiento de las instituciones, la excitación de sentimientos de odio y humillación, la reivindicación de la calle y la desobediencia como instrumentos de cambio político, el desprecio a las más elementales normas de convivencia, legales pero también cívicas, no tienen fácil cabida en un sistema eléctrico diseñado para el día a día de pagar las pensiones, construir carreteras, educar a los niños y curar las enfermedades de ciudadanos normales.

Pero la responsabilidad final es del vigilante del sistema, un señor que presume de anodino pero en cuyas manos, como jefe de Gobierno, los ciudadanos han depositado la responsabilidad de administrar el sistema eléctrico, esto es, la democracia. Rajoy ha asistido impávido durante años al desbordamiento de la tensión. Todas sus previsiones han resultado fallidas: los independentistas se dividirían, no iba a haber referéndum, los Mossos iban a colaborar, no habría declaración de independencia. Y todas sus actuaciones fracasadas en términos de eficacia pero también de comunicación, interior y exterior. Nunca ha tenido un plan, ni parece tenerlo ahora, más allá de trasladar los costes a otros y evitar su desgaste. Desde el Rey hasta la Fiscalía pasando por la Policía, Guardia Civil o los jueces, todas las instituciones del Estado han sufrido las descargas de alta tensión que él no ha querido asumir. Nunca nadie pidió tanto apoyo para hacer tan poco, tan tarde ni tan mal, concluye su artículo.

Y un servidor, en plan arbitrista, como voz que clama en el desierto, se atrevería a lanzar una sugerencia: Una vez encauzada la crisis, porque resolverse tardará aún un tiempo en resolverse, ¿sería posible un mínimo de responsabilidad por parte de los partidos constitucionalistas nacionales, es decir PSOE-PP-Cs (los cito por orden de antigüedad histórica y no por afinidad de ningún tipo), formaran un gobierno de unidad nacional paritario presidido por una personalidad independiente y claramente comprometida con los valores democráticos [¿qué tal un Emilio Lledó -perdóneme, don Emilio, por el atrevimiento] que promoviera una reforma constitucional consensuada y una vez aprobada por las Cortes convocara elecciones generales?



Mariano Rajoy y Carles Puigdemont



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt




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martes, 4 de julio de 2017

[Desde la RAE] Hoy, con el académico Emilio Lledó







La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de cuatrocientos ochenta y tres académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo períódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española.

Y me gustaría iniciarla, saltándome por una sola vez el estricto e imparcial orden cronológico, por la del académico Emilio Lledó Íñigo, que fue mi profesor de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval en la UNED y me enseñó a amar y disfrutar con Platón, Aristóteles, San Agustín, y por supuesto, del saber por el saber. Y es que, como reza el lema de la UNED, Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia (Sabiduría, 7, 24). ¡Gracias por siempre, don Emilio!

El profesor Emilio Lledó, que ocupa la silla l (ele minúscula) de la Real Academia, nació en Sevilla el 5 de noviembre de 1927. Fue elegido el 11 de noviembre de 1993 y tomó posesión como académico el 27 de noviembre de 1994. Catedrático de Historia de la Filosofía, impartió enseñanza en Alemania y España, tanto a alumnos de bachillerato en institutos públicos, en Valladolid, como universitarios en La Laguna, Barcelona y Madrid. En su último destino como profesor, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), fue vicerrector de la institución. Es doctor honoris causa por las universidades de La Laguna, de las Islas Baleares y de Lleida, y miembro vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín. Gran parte de su actividad docente se desarrolló en la universidad alemana de Heidelberg. Fue vocal de la Junta de Gobierno de la RAE entre 1996 y 1998,  y bibliotecario de la misma entre 1998 y2006.

Les dejo con su discurso de toma de posesión en la Real Academia España, titulado Las palabras en su espejo, que fue respondido en nombre de la corporación por Francisco Rodríguez Adrados. Disfrútenlo. Y aprovechando la ocasión, y como feliz colofón de la entrada, aquí pueden leer la entrevista que el pasado domingo hacía al profesor Lledó para El País la periodista Tereixa Constenla. No se la pierdan.




Emilio Lledó (a la izquierda) en su toma de posesión como académico



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 9 de noviembre de 2016

[Personal] Deuda de gratitud



Emilio Lledó



El pasado día 5 el profesor Emilio Lledó, ilustre filólogo, filósofo, humanista, académico de la Real Academia Española, y profesor de innumerables generaciones de alumnos, cumplió 89 años de edad. Esta entrada de hoy está dedicada a él.

En unas semanas hará once años que me llegó la hora de mi jubilación laboral, y fue ese el momento en que decidí abandonar también definitivamente toda veleidad académica, si es que se puede llamar así a más de treinta años de vida universitaria. Una exasperante relación de amor-odio-exasperación, aunque al final prevalezca nítidamente lo primero, con la Escuela Social, la Escuela Normal Superior de Magisterio, la Escuela Central de Idiomas, el Instituto "Balmés" de Sociología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la New York University y la Universidad Nacional de Educación a Distancia. De esta última, de la UNED, fui, como vulgarmente se dice, cocinero y fraile, pues aunque siempre como alumno tuve el inmenso honor de formar parte de varios Consejos de Departamento, Juntas de Facultad, e incluso, de su Claustro Constituyente, de la Junta de Gobierno y del Consejo Social de la misma, y de presidir el Consejo General de Alumnos de la Universidad, lo que me permitió el placer y el privilegio de conocer y tratar a ilustres profesores, muchos ya por desgracia desaparecidos o jubilados de su vida académica.

Si tuviera que personalizar en uno solo de ellos la inmensa deuda que guardo para con la Universidad, no tengo duda que elegiría, sin desdoro alguno para los demás, al profesor Emilio Lledó. Eminente filólogo, filósofo, humanista, y miembro de la Real Academia Española, él fue para mí el profesor por antonomasia. Fue mi profesor de Historia de la Filosofía en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, y con él descubrí a Platón y la República, Aristóteles y la Política, o San Agustín y su Civitatis Dei, pero sobre y ante todo, aprendí a admirar y reconocerme como heredero del mundo de la cultura clásica legada por Grecia y Roma al occidente europeo y la humanidad.

Una sola anécdota, de las varias que le oí contar -pues era uno de esos profesores que se ganaba a sus discípulos por su facilidad de acceso y sus digresiones siempre relacionadas con el mundo de la filosofía-, fue la respuesta dada, al parecer, por Zubiri, el gran filósofo español discípulo de Ortega, a un alumno que le pidió su opinión sobre como llegar a ser un filósofo. La respuesta de Zubiri parece ser que fue: "Aprenda alemán y griego clásico, y luego vuelva por aquí, que ya le diré...". Y es que, para el profesor Lledó, que no se cansaba de repetirlo, la Historia de la Filosofía, no era nada más, y nada menos, que el conocimiento y profundización en las grandes obras escritas por los filósofos. Y eso, ir a las fuentes de la Filosofía sin saber griego antiguo y alemán moderno es como quedarse en el abrevadero, que es donde yo me quedé, pero con el gusanillo metido para siempre en el alma.

El año 2004 el profesor Lledó pronunció el discurso del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española, fundación de la que formé parte como socio durante varios años. Se titulaba Símbolos del alma, y lo guardo, dedicado por él, como oro en paño. Dice al final del mismo unas palabras que releo a menudo: El descubrimiento de la estructura esencial de los seres humanos -seres partidos, palabras a medias que precisan siempre ser entendidas, completadas- nos lleva al problema fundamental de esa natural y mental indigencia. La parte del símbolo que constituye nuestro ser, igual que las mitades de nuestras palabras, se forma y construye en el curso de cada vida. Somos, sobre todo, lo que hablamos. Pero ese habla está, en cada momento, levantada desde nuestro cuerpo y nuestros sentidos, desde nuestra libertad o esclavitud, desde la siempre azarosa historia de nuestro individual destino, desde el gozo y la desgracia, la miseria o la abundancia, el amor o el desamor, la luz o la ofuscación. El lenguaje envuelve a cada vida con la niebla surgida en el horizonte de aquellos que nos han hablado, que nos han iluminado o entontecido. Los lenguajes que, desde niños, han llegado a nuestra sensibilidad e inteligencia pueden habernos encerrado en una jaula de hierro de la que nunca podremos ya salir.

Pongan ustedes en relación las palabras dichas por el profesor Lledó con las pronunciadas por otro ilustre profesor, esta vez de la Universidad de Chicago, George Steiner, y tendrán completado el círculo de lo que con escasa pericia y peor fortuna estoy intentando transmitir. Dice Steiner sobre la función de la universidad en su libro Errata. El examen de una vida: Una universidad digna es sencillamente aquella que propicia el contacto personal del estudiante con el aura y la amenaza de lo sobresaliente. Estrictamente hablando, esto es cuestión de proximidad, de ver y de escuchar. Y continúa poco más adelante: "Una vez que un hombre o una mujer jóvenes son expuestos al virus de lo absoluto, una vez que se ven, oyen, huelen la fiebre en quienes persiguen la verdad desinteresada, algo de su resplandor permanecerá en ellos. Para el resto de sus vidas y a lo largo de sus trayectorias profesionales, acaso absolutamente normales o mediocres, estos hombres y estas mujeres estarán equipados con una suerte de salvavidas contra el vacío.

Hace unos años el Museo del Prado de Madrid y el Albertinum de Dresde organizaron conjuntamente una exposición de escultura clásica, "Entre dioses y hombres", que tuvo una excepcional acogida. ¡Qué magnífica excusa para una escapada de fin de semana!, pero no pudo ser... Para compensarme de ello el profesor Lledó escribió un hermoso artículo titulado Lo bello es difícil, en el que glosaba la impresión recibida al visitar la exposición. Toda una celebración de la vida y del goce de mirar a través del asombro del arte, el amor a la verdad, la sensibilidad de la mirada y las ansias de libertad, que comienza su artículo con estas emocionadas y emocionantes palabras: Al entrar en el Prado para recorrer con la mirada la exposición, no podemos por menos de recordar una palabra maravillosa de las muchas que hemos heredado de la cultura griega y que, espero, no se nos vayan olvidando. Esa palabra es el "asombro" (thaumasía). Parece que fue esta extrañeza ante los misterios del mundo, ante la armonía de los astros, ante la luz y la belleza que podían mostrarnos, lo que provocaba ese asombro. Asombrarse suponía descubrir lo "otro" y saber establecer esa distancia que nos permite entender. Si vivimos saturados de entorno, aplastados de noticias que no queremos o no podemos discernir; si no sabemos intuir esa lejanía necesaria para mirar, para entrever, incluso para tocar lo que nos rodea, estamos en el camino, en el mal camino, de perder la sensibilidad y, por supuesto, la inteligencia. Fue el asombro, la distancia, el no querer dar por hecho nada de lo que observábamos, lo que originó, decían los griegos, la filosofía, o sea, la curiosidad, el apego, la necesidad y la pasión por entender y entendernos. No dejen de leerlo, que merece la pena.



Escudo de la UNED



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domingo, 15 de mayo de 2016

[A vuelapluma] Redes sociales. ¿Riesgo de implosión?






Los amables lectores de Desde el trópico de Cáncer me habrán leído numerosas veces eso de que desde los clásicos griegos para acá, todo es paráfrasis. Como podrán comprobar si leen el artículo que este domingo publica en El País el escritor Manuel Vicent, parece que no ando muy descaminado en mi apreciación. Ni tampoco en esa otra, bastante subjetiva también por mi parte, de que las redes sociales acabarán colapsando de pura estulticia. Que es la misma opinión que reiteradamente vienen expresando públicamente personas tan solventes como los filósofos Fernando Savater o Emilio Lledó. Espero no verlo pero me temo que vamos camino de ello.

Dice Vicent en su artículo que si Borges colgara hoy un cuento en la Red e hiciera lo mismo Ortega con un ensayo y Machado con un poema, sin duda, se producirían múltiples comentarios y entre ellos habría elogios, opiniones explosivas, insultos e incluso algunos rebuznos y que la Red mandaría este estúpido guirigay sin distinción al universo en un mismo e indestructible paquete. 

Podemos enviar un cacharro a Marte, sigue diciendo, pero no hemos alcanzado todavía la altura de algunos poetas del siglo VI antes de Cristo, como Safo y Anacreonte, cuya sensibilidad no ha sido superada. La filosofía actual, añade, en el fondo no consiste sino en comentarios a los textos de Platón. Todo el catálogo de pasiones humanas, continúa, ya fue convertido en teatro en la Grecia clásica. Y tampoco el estoicismo de Séneca y de Marco Aurelio ni el talento político de Cicerón, concluye, encuentran un equivalente en la cultura contemporánea. 

En cambio cualquier idiota tiene a su disposición un micrófono, una cámara, una pantalla a través de la cual puede emitir esféricamente cualquier idiotez hasta más allá de la Andrómeda, dice. El ángulo entre la moral y la técnica se está separando cada día más; una y otra tiran de nuestro espíritu en sentido contrario, y mientras este ángulo se abre hasta el infinito, otro mucho más diabólico se cierra. Cada día, añade, el ángulo que forman el fanatismo y la tecnología va camino de pegar ambos lados hasta formar una sola línea y el odio y la desesperación están a punto de hacer una síntesis mortal con algún preparado explosivo que puede adquirirse en cualquier droguería. A este paso, sigue diciendo, pronto llegará el día en que cualquier sujeto, al que ha dejado la novia, podrá destruir toda una manzana solo por despecho. La técnica ha hecho posible que estemos todos a merced de los rebuznos que nos deparan las ondas y también de la destrucción que cualquier fanático decida simplemente para pasar el rato. Feliz domingo, concluye deseándonos. Comparto su deseo.




Manuel Vicent


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lunes, 13 de julio de 2015

[Pensamiento] El respeto debido a los muertos




Valle de los Caídos (Madrid)



La desilusión y el desencanto pueden llevarme a la abstención pero me resulta difícil de creer que pueda llegar el momento en que la derecha reciba mi voto. A pesar de eso, quizá por influencia de mi maestro, Emilio Lledó, y del también profesor, Ángel Gabilondo, candidato socialista al gobierno de la comunidad autónoma de Madrid en las elecciones del pasado mes de mayo, reconozco que no veo a ningún partido político como mi enemigo, aunque sí como un adversario a vencer con palabras, razones y votos. 

Siempre me ha sorprendido y provocado cierta repulsión las reticencias del PP a reconocer, no solo los derechos, sino incluso la dignidad de los muertos republicanos durante la guerra civil y la posterior represión franquista. De los pseudohistoriadores patrocinados por la COPE y de la propia jerarquía católica española no cabe esperar gran cosa al respecto, así que tampoco está de más recordar que el 28 de noviembre de 1978, una semana justo antes del referéndum constitucional, el arzobispo de Toledo y cardenal primado, monseñor González Martín, hacía pública una carta pastoral en la que juzgaba muy negativamente el proyecto de Constitución. Está en las hemerotecas. Y no parece que desde esa época los señores obispos hayan progresado mucho en lo que se refiere al respeto debido a los principios democráticos, más bien todo lo contrario, pero esa es otra cuestión y no quiero entrar en ella ahora.

En agosto de 2008 la lectura de un artículo de Manuel Rivas titulado "Garzón, Antígona y la memora histórica" (El País, 07/08/08), sobre la decisión judicial de solicitar información a los ministerios de Defensa e Interior y a las asociaciones que trabajaban por la reparación histórica, de los datos que tuvieran sobre los asesinados durante y después de la guerra civil por los franquistas, me llevó a pensar sobre el respeto debido a los muertos -a todos los muertos- que Rivas sacaba a colación citando la "Antígona" de Sófocles (ca. 442 a.C.) y la versión mucho más moderna del autor francés Jean Anouilh (1942). No era la primera vez que Manuel Rivas escribía sobre ese asunto, asunto que yo también he mencionado en alguna que otra ocasión en el blog. 

Aquella tarde de verano de 2008 releí de un tirón la "Antígona" de Sófocles. Me impresionó de nuevo, y sigue impresionándome cada vez que la leo, como impresionó a los atenienses de hace dos mil quinientos años. He anotado los versos 1029-1030 de la edición de Cátedra: "Obras Completas. Esquilo, Sófocles, Eurípides" (Madrid, 2004), en los que el anciano adivino ciego, Tiresias, le reprocha al rey de Tebas, Creonte, su inflexibilidad en la orden de no dar sepultura a su sobrino Polinices y de condenar a muerte a la hermana de este, Antígona, que ha rendido honores fúnebres a su hermano desobedeciendo la orden real. Y lo hago porque me parece que viene absolutamente a cuento en esta cuestión: "¿Qué heroicidad hay en volver a matar al que ya está muerto?", le espeta Tiresias a Creonte con toda la razón...

Supe por vez primera de la "Antígona" de Sófocles cuando tenía once años. Fue gracias a mi profesor de Literatura en el Colegio Infanta María Teresa de Madrid. Se llamaba Mariano Abánades, y ya he escrito sobre él en otras ocasiones. Era pequeñito de estatura, tan pequeño, que cuando se ponía al volante de su "600", apenas era perceptible el sombrero que siempre portaba. Pero tenía una enorme sensibilidad, erudición y paciencia para recrearnos todas las grandes obras de la literatura universal. Mucho más tarde, creo que hacia 1979, vi por TVE la "Antígona" del dramaturgo francés Jean Anouilh, interpretada por Nuria Torray. Una obra inmensa, y una actriz espléndida, que han quedado grabadas en mi mente para siempre.

Soy de los que piensan que después de los clásicos griegos todo lo demás es mera paráfrasis, así que vuelvo a ellos con frecuencia cuando flaquea mi fe en la racionalidad de los humanos. En aquella ocasión lo hice por el honor y respeto debido a los muertos, a todos los muertos, y no solo a los de un bando. ¡Ójala puedan descansar un día no lejano en paz!...

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Antígona ante Creonte (Cerámica griega)




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sábado, 16 de mayo de 2015

¡Pobres universitarios!...





Giovanna Tornabuoni (D. Ghirlandaio)




Para la mayoría de los universitarios españoles el paso por las aulas de su alma máter suele ser bastante anodino. Lo único que buscan es aprobar las asignaturas, completar el currículo, obtener su flamante título y engrosar las listas de parados del INEM...

Que en el transcurso de esa peripecia vital tropiecen con un profesor excepcional que les haga sentir que la universidad es "algo más" que una fábrica de expedición de títulos es algo excepcional. Y los alumnos que se encuentran con ellos no suelen olvidarlos. A mí me ha pasado, pero ya lo he contado con anterioridad en Desde el trópico de Cáncer: ese profesor se llamaba, y se llama, Emilio Lledó, y tampoco es cuestión de repetirme...

Recuerdo emocionado el artículo que el escritor y periodista que se esconde tras el seudónimo de Incitatus escribió en El Confidencial hace unos años sobre la lección recibida en su juventud de un excepcional profesor e historiador del Arte, Manuel Valdés Fernández, que recordaba y recreaba para sus lectores ante la visita efectuada al Museo del Prado, en Madrid, donde acababa de inaugurarse la exposición "El retrato del Renacimiento", seguramente "la más asombrosa que este caballo viejo ha visto en muchos años", dice de ella...

El relato de la entrada en el aula del profesor Valdés, su llegada a la pizarra, el trazado de una simple línea horizontal en la misma, el colofón final de una frase lanzada como un reto: "Esto es la realidad", y el comienzo a renglón seguido de una lección sobre la historia de la pintura y de los pintores del Renacimiento, casi a ritmo cinematográfico, es conmovedor y emocionante. No es extraño que para los afortunados destinatarios de aquella arenga, les quedara clavada en la retina y en el corazón como una jornada por la que habían merecido la pena todos los anodinos años de estudio... 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




No se puede mostrar la imagen “http://arte.observatorio.info/wp-content/uploads/2008/01/giotto.jpg” porque contiene errores.
"Llanto sobre el Cristo muerto", de Giotto




Entrada 2251
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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las lágrimas de Eros



Imágenes de la exposición "Las lágrimas de Eros"



  
Fue poco más o menos al inicio del otoño de 2009 que la Fundación Caja-Madrid y el museo Thysen-Bornemisza organizaron conjuntamente en Madrid una exposición con el título de "Las lágrimas de Eros" que sirvió de excusa a mi admirado profesor don Emilio Lledó para escribir un memorable artículo en El País Semanal de aquellas fechas. El título de la exposición tenía su origen en el provocador ensayo homónimo del escritor francés George Bataille, publicado en 1961, que su propio autor definió como "un primer paso para abrir la conciencia a la identidad del orgasmo (o pequeña muerte) y de la muerte definitiva". Y fruto de mi escasa imaginación, es también el título de esta entrada de hoy.

El texto de Emilio Lledó al que me refería anteriormente llevaba por título "El Eros de Diotima", y en él se hacía referencia al bellísimo diálogo de "El banquete", que Platón escribiera a finales del siglo V a.C., en Atenas. En él, una sacerdotisa llamada Diotima, que en el diálogo aparece como mentora y maestra del propio Sócrates, discurre con varios personajes masculinos sobre la naturaleza profunda del sentimiento amoroso.

Como dice el profesor Lledó, la verdad es que no importa mucho si el personaje de Diotima tuvo existencia real o fue un invento de Platón. Lo importante es que por primera y única vez un personaje femenino robaba todo el protagonismo del diálogo a quien siempre había sido el centro de atención de todos los platónicos, el propio Sócrates.

Llevado de mi deseo de enmarcar una digresión más o menos elaborada sobre los textos citados, releí "El Banquete" platónico y ojeé también una obra capital, "Teoría de los sentimientos", del admirado psiquiatra, profesor y también académico, Carlos Castilla del Pino, así como su discurso "Arquitectura de la vida humana", pronunciado con motivo del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española del año 2006.

Solo en el sentido clásico del término me atrevería a autocalificarme de filósofo, o lo que es lo mismo, de amante del saber. En mi caso, como mucho, mero e incompetente admirador y aprendiz de filósofo. Supongo que algo habrá influido en ello mi paso por mi "alma máter", la UNED, cuyo bellísimo lema, sacado del Libro de la Sabiduría (Sb 7, 24), dice de ella que es lo que más mueve entre todas las cosas que se mueven: "Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia". Pero finalmente desistí abrumado por mi propio sentimiento de incapacidad para enfrentarme a tal desafío. ¿Quién era yo para atreverme a glosar la función salvífica del amor que con tanta belleza expone Platón y analizan Lledó y Castilla del Pino, uno desde la filosofía y otro desde la psiquiatría?... Y ahí sigo aun, así que mejor lean los enlaces de más arriba y disfruten de ellos porque la "filosofía" de un servidor no da para más.

Por cierto, me gané el magnífico catálogo de la exposición en un concurso literario que al efecto convocó Revista de Libros. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Eros y Psyque, de Antonio Canova (1757-1822)





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jueves, 11 de septiembre de 2014

Degradación política, crisis económica y desarme social




Viñeta de Forges


"Siempre he pensado que una democracia asentada puede afrontar con éxito una crisis económica, incluso tan compleja, larga y severa como la actual, con posibilidades de éxito. El problema surge cuando lo que creemos que es una sociedad avanzada nos revela su verdadero rostro y vemos, estupefactos, que no es más que una partitocracia corrupta en la que la democracia es una mera coartada, y el liberalismo económico y la sociedad globalizada de la que presume, la fachada mal encalada de una plutocracia financiera banal e irresponsable. Cunde el desánimo y la falta de confianza en las instituciones, la degradación política es perceptible, la corrupción campa a sus anchas. Y la prensa y los medios de comunicación dan cuenta de esa degradación con mayor o menor fortuna, con seriedad o con sensacionalismo, con rigor o de forma pueril. Pero el desencanto comienza a hacer mella en la ciudadanía y el caldo del populismo comienza a a dar sus primeros hervores".

Que una persona de por sí ecuánime y ponderada como el académico Emilio Lledó, filósofo y filólogo admirable, que fue profesor mío en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, hiciera público hace unos años el alegato "Pandemia y otras plagas", era como para pensarse dos veces hacia donde nos encaminábamos y de la mano de quién. De plagas sociales que deterioran los cerebros y los comportamientos, calificaba el profesor Lledó a la corrupción y la mentira política, la partitocracia, el amiguismo, el deterioro de la educación y la sanidad pública, la irresponsabilidad y desvergüenza de buena parte del capitalismo financiero e inmobiliario, el independentismo identitario, y la estupidización colectiva que llevaban a cabo los medios de comunicación.

Casi por las mismas fechas la prestigiosa y polémica economista italiana Loretta Napoleoni, escribía otro artículo titulado "Democracias feudatarias", en el que a partir de la conmemoración de los aniversarios respectivos del atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York y la caída del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers, se preguntaba quien había salido ganando con esas tragedias. Y la desconcertante respuesta que encontraba es que la beneficiaria había sido una oligarquía de privilegiados, señores feudales de la globalización que poseían el poder económico y financiero y controlaban la información, y una pequeña casta de servidores suyos dentro de los Estados, que estaban provocando un deterioro acelerado de las democracias y un desplazamiento progresivo de las mismas hacia formas de gobierno premodernas.

Como colofón, también por esas fechas, el Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad norteamericana de Princeton, Paul Krugman, escribía un detallado y extenso artículo titulado "¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?", en el que partiendo de la publicación de "La riqueza de las naciones" de Adam Smith en 1776, y pasando por Keynes y Friedman, analizaba la historia de la Economía como ciencia, y de los economistas como sus gurús, para concluir que éstos tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente; admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones; y hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía, replanteándose sus propios fundamentos para que la imagen que emerja ante la profesión, aunque no sea tan clara ni nítida, al menos tenga la virtud de ser parcialmente acertada.

Cinco años después de los hechos expuestos más arriba tengo la impresión, es posible que equivocada, de que la degradación política, el desánimo social y el populismo "made in Spain" avanzan a marchas forzadas. Quizá, solo quizá, la situación económica (o más bien la financiera) parece encauzada, pero los resultados para los millones de parados sin expectativas a corto y medio plazo, las economías familiares y las pequeñas y medianas empresas no acaban de verse por muchos juegos malabares que el gobierno haga con las cifras. ¿Hasta cuándo? Resulta difícil de predecir...

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El profesor Emilio Lledó



Entrada núm. 2158
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lunes, 6 de enero de 2014

La verdad sobre dioses y hombres


Va a hacer en unos días ocho años, cuando me llegó la hora de mi jubilacón laboral, dejé también definitivamente toda veleidad intelectual, si es que se puede llamar así a más de treinta años de vida universitaria. Una exasperante relación de amor-odio, aunque al final prevalezca nítidamente lo primero, con la Escuela Social de Madrid, la Escuela Normal de Magisterio, la Escuela Central de Idiomas, el Instituto "Balmés" de Sociología del C.S.I.C., la New York University y la UNED (en las Facultades de Derecho, Geografía e Historia y Ciencias Políticas y Sociología). De esta última, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, fui, como vulgarmente se dice, cocinero y fraile, pues aunque siempre como alumno tuve el inmenso honor de formar parte de varios Consejos de Departamento, Juntas de Facultad, e incluso, de su Claustro Constituyente, de la Junta de Gobierno y del Consejo Social de la misma, lo que me permitió el placer y el privilegio de conocer y tratar a ilustres profesores, muchos ya por desgracia desaparecidos o jubilados de su vida académica.

Si tuviera que personalizar en uno solo de ellos la inmensa deuda que guardo para con la Universidad, no tengo duda que elegiría, sin desdoro alguno para los demás, al profesor Emilio Lledó, del que hablaba hace unos días en una de mis entradas. Eminente filólogo, filósofo, humanista, y miembro de la Real Academia Española, él fue para mí el profesor por antonomasia. Fue mi profesor de Historia de la Filosofía en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, y con él descubrí a Platón y la "República", Aristóteles y la "Política", o San Agustín y su "Civitatis Dei", pero sobre y ante todo, aprendí a admirar y reconocerme como heredero del mundo de la cultura clásica legada por Grecia y Roma al occidente europeo y la humanidad.

Una sola anécdota, de las varias que le oí contar -pues era uno de esos profesores que se ganaba a sus discípulos por su facilidad de acceso y sus digresiones siempre relacionadas con el mundo de la filosofía-, al parecer atribuida a Zubiri, el gran filósofo español, discípulo de Ortega, a un alumno que le pidió opinión sobre como llegar a ser un buen historiador de la filosofía. La respuesta de Zubiri parece ser que fue: "Aprenda alemán y griego clásico, y luego vuelva por aquí, que ya le diré...". Y es que, para el profesor Lledó, que no se cansaba de repetirlo, la Historia de la Filosofía, no era nada más, y nada menos, que el conocimiento y profundización en las grandes obras escritas por los filósofos. Y eso, ir a las fuentes de la Filosofía sin saber griego y alemán, es como quedarse en el abrevadero, que es donde yo me quedé, pero con el gusanillo metido para siempre en el alma.

El año 2004 el profesor Lledó pronunció el discurso del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española, fundación de la que formé parte como socio durante varios años. Se titulaba "Símbolos del alma" (RAE, Madrid, 2004), y lo guardo, dedicado por él, como oro en paño. Dice al final del mismo unas palabras que releeo a menudo: "El descubrimiento de la estructura esencial de los seres humanos -seres partidos, palabras a medias que precisan siempre ser entendidas, completadas- nos lleva al problema fundamental de esa natural y mental indigencia. La parte del símbolo que constituye nuestro ser, igual que las mitades de nuestras palabras, se forma y construye en el curso de cada vida. Somos, sobre todo, lo que hablamos. Pero ese habla está, en cada momento, levantada desde nuestro cuerpo y nuestros sentidos, desde nuestra libertad o esclavitud, desde la siempre azarosa historia de nuestro individual destino, desde el gozo y la desgracia, la miseria o la abundancia, el amor o el desamor, la luz o la ofuscación. El lenguaje envuelve a cada vida con la niebla surgida en el horizonte de aquellos que nos han hablado, que nos han iluminado o entontecido. Los lenguajes que, desde niños, han llegado a nuestra sensibilidad e inteligencia pueden habernos encerrado en una jaula de hierro de la que nunca podremos ya salir".

Pongan ustedes en relación lo dicho por el profesor Lledó con las pronunciadas por otro ilustre profesor, esta vez de la Universidad de Chicago, George Steiner, y tendrán completado el círculo de lo que con escasa pericia y fortuna estoy intentando transmitir. Dice Steiner sobre la función de la universidad en su libro "Errata. El examen de una vida" (Siruela, Madrid, 1999): "Una universidad digna es sencillamente aquella que propicia el contacto personal del estudiante con el aura y la amenaza de lo sobresaliente. Estrictamente hablando, esto es cuestión de proximidad, de ver y de escuchar". Y continúa poco más adelante: "Una vez que un hombre o una mujer jóvenes son expuestos al virus de lo absoluto, una vez que se ven, oyen, huelen la fiebre en quienes persiguen la verdad desinteresada, algo de su resplandor permanecerá en ellos. Para el resto de sus vidas y a lo largo de sus trayectorias profesionales, acaso absolutamente normales o mediocres, estos hombres y estas mujeres estarán equipados con una suerte de salvadidas contra el vacío".

Hace cinco años, por estas fechas el Museo del Prado de Madrid y el Albertinum de Dresde organizaron conjuntamente una exposición de escultura clásica, "Entre dioses y hombres", que tuvo una excepcional acogida. ¡Qué magnífica excusa para una escapada de fin de semana!, pero no pudo ser... Para compensarme de ello el profesor Lledó escribió un hermoso artículo titulado "Lo bello es difícil", en el que glosa la impresión recibida al visitar la exposición. Toda una celebración de la vida y del goce de mirar a través del asombro del arte, el amor a la verdad, la sensibilidad de la mirada y las ansias de libertad, que comienza su artículo con estas emocionadas y emocionantes palabras: "Al entrar en el Prado para recorrer con la mirada la exposición, no podemos por menos de recordar una palabra maravillosa de las muchas que hemos heredado de la cultura griega y que, espero, no se nos vayan olvidando. Esa palabra es el "asombro" (thaumasía). Parece que fue esta extrañeza ante los misterios del mundo, ante la armonía de los astros, ante la luz y la belleza que podían mostrarnos, lo que provocaba ese asombro. Asombrarse suponía descubrir lo "otro" y saber establecer esa distancia que nos permite entender. Si vivimos saturados de entorno, aplastados de noticias que no queremos o no podemos discernir; si no sabemos intuir esa lejanía necesaria para mirar, para entrever, incluso para tocar lo que nos rodea, estamos en el camino, en el mal camino, de perder la sensibilidad y, por supuesto, la inteligencia. Fue el asombro, la distancia, el no querer dar por hecho nada de lo que observábamos, lo que originó, decían los griegos, la filosofía, o sea, la curiosidad, el apego, la necesidad y la pasión por entender y entendernos". 

No dejen de leerlo, que merece la pena. Y sean felices, por favor. Y como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 2 de enero de 2014

¡Feliz Año Nuevo! ¡Adiós, Filosofía!


Quitan la filosofía de la enseñanza obligatoria española, y que puedan y les dejemos, de la universitaria... Lo extraño es que extrañe... La filosofía enseña a pensar. Luego hacer que nuestros jóvenes dejen de pensar es una baza política de primer orden intencional. ¿No querían caldo?, ¡pues ahí tienen dos tazas! ¿Para qué queremos filosofía y libros teniendo "whatsapps" que piensan por nosotros?

Mi paisano, el escritor canario Juan Cruz, escribe hoy en El País sobre ello. Ambos tuvimos como profesor a Emilio Lledó, el gran filósofo español, vivo, por suerte para nosotros. Resultaría agotadora la lista de pensadores españoles eminentes, por quedarnos solo con los nacionales. Por citar solo a los incordiantes, pueden repasar la que daba otro ilustre pensador, Menéndez y Pelayo, en su "Historia de los heterodoxos españoles". O la de todos los que tuvieron que emigrar tras la Guerra Civil a Europa o las Américas, en la "Historia crítica del pensamiento español", de José Luis Abellán, o padecieron evangélica "persecución de la justicia" por su funesta manía de pensar a lo largo de los últimos siglos (vuelta a Menéndez y Pelayo y Abellán), desde Prisciliano (siglo IV d.C.) a Ortega, Zubiri, Aranguren o Tierno, en el pasado XX.

¡Ah!..., pensar, conocer, preguntar... Tarea agotadora que dejamos a las máquinas. Dejémoslas que decidan también por nosotros. Lo cual no sería, al fin, tan malo, si las máquinas pensaran. El problema, como siempre, es "quién" está detrás. En España por ejemplo, detrás de la iniciativa de suprimir la filosofía (y la libertad de pensar y actuar, con ella) está el gobierno, y detrás del gobierno, el partido que lo sustenta; ¿Y detrás del PP, quién está?.. Perdonen un momento que le pregunto a mi "watchsapp" a ver si álguien me responde...

¡Feliz Año Nuevo a pesar del gobierno! Que el 2014 les traiga paz, amor, felicidad, dinero (sí, porqué no, también dinero) y pensamientos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



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lunes, 9 de septiembre de 2013

Filosofía, vida, lectura...





El profesor Emilio Lledó




"La lectura debe servir para desarrollar los sentidos, y no para negar y evadirse de las contingencias de la vida. El Ulises predilecto de Lledó -dice el profesor Ramón del Castillo-, el que prefiere volver a su casa y seguir siendo hombre en vez de permanecer inmortal al lado de Calipso, también es el lector que antepone todas las dificultades de la amistad a la luz y las promesas de la vida contemplativa. No debemos buscar al texto por sí mismo, sino para ser más felices".

Este hermoso párrafo introductorio de la entrada de hoy está escrito por el profesor de Filosofía de la UNED, Ramón del Castillo, al final de un artículo suyo en el número de abril de 1999 de Revista de Libros, titulado "De la amistad a la lectura", reseñando el libro de Emilio Lledó "Imágenes y palabras" (Taurus, Madrid, 1998). Les recomiendo su lectura, que estoy seguro les resultará gratificante, en el enlace de más arriba.

Leer para ser más felices en nuestra relación con los demás, en esencia: para vivir mejor la vida. No es mala filosofía. Del profesor Emilio Lledó ya he hablado en numerosas ocasiones en este blog. Fue profesor mio en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED. Asistí a uno de sus Seminarios sobre Historia de la Filosofía Antigua y Medieval en el centro asociado de Las Palmas, que versaba sobre Platón, Aristóteles y San Agustín, y esa experiencia académica resultó ser, sin exageración alguna, lo más gratificante que me ha pasado en los muchos años que he estado vinculado a la universidad. En ese Seminario aprendí algo tan elemental, y por eso, quizá, tantas veces olvidado, como que la Historia de la Filosofía no es nada más (y nada menos) que la historia de lo que han dicho y escrito los filósofos a lo largo de los siglos. Quizá fuera la razón de que contara la anécdota del alumno que se dirigió a Xavier Zubirí pidiéndole orientación para estudiar Filosofía; la lacónica respuesta del maestro fue: "aprenda griego antiguo y alemán y luego vuelva por aquí".

La visión de Lledó viene a ser la misma que la del también filósofo Julián Marías, citado por José Luis Abellán en su "Historia crítica del pensamiento español. Tomo 8", que define la Filosofía como "visión responsable" en la que el filósofo es hombre antes que filósofo, inmerso en la realidad para desde ella poder comprender su situación. 

Situación que Marías, en su "Introducción a la Filosofía" (1967), enumera a título descriptivo como basada en:

1. La apetencia desmesurada de placeres y la aspiración a tener una vida de placer.

2. El deseo de riqueza y el derecho que todos creen tener a ella.

3. La apetencia generalizada de acción, muy especialmente sobre las cosas.

4. La apetencia de dominación de unos hombres sobre otros -más que un estricto afán de poder- que adopta sutiles formas mediante los que "de hecho son subordinados" creen que ejercen su dominio.

5. El predominio de la "decisión" sobre lo "decidido", que oculta el vacío de creencias y provoca un estado generalizado de agresividad.

Es por eso, añade, porque el hombre hace siempre lo que hace por algo y para algo, y esos motivos son ingredientes esenciales del hacer, por lo que la filosofía viene calificada intrínsecamente por ellos; es decir, que no solo es circunstancial porque el hombre que filosofa se encuentra en una circunstancia determinada y su perspectiva funciona como un ingrediente de lo real, sino que la filosofía, en cuanto hacer humano, se nutre de circunstancialidad. Es, decir, de historia y realidad, de vida, en suma. Hermosa lección: leamos para vivir, no vivamos para leer.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt





El profesor Julián Marías (1914-2005)





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