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jueves, 19 de marzo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Degradación política y crisis económica. (Publicada el 13 de septiembre de 2009)





El filósofo Emilio Lledó



"Siempre he pensado que una democracia asentada puede afrontar con éxito una crisis económica, incluso tan compleja, larga y severa como la actual, con posibilidades de éxito. El problema surge cuando lo que creemos que es una sociedad avanzada nos revela su verdadero rostro y vemos, estupefactos, que no es mas que una partitocracia corrupta en la que la democracia es una mera coartada, y el liberalismo económico y la sociedad globalizada de la que presume, la fachada mal encalada de una plutocracia financiera banal e irresponsable. Cunde el desánimo y la falta de confianza en las instituciones, la degradación política es perceptible, la corrupción campa a sus anchas. Y la prensa y los medios de comunicación dan cuenta de esa degradación con mayor o menor fortuna, con seriedad o con sensacionalismo, con rigor o de forma pueril. Pero el desencanto comienza a hacer mella en la ciudadanía y el caldo del populismo comienza a a dar sus primeros hervores".

Que una persona de por sí ecuánime y ponderada como el académico Emilio Lledó, filósofo y filólogo admirable, -profesor mío en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED-, lance y haga público el alegato que hoy realiza en El País con el título de "Pandemia y otras plagas", es como para pensarse dos veces hacia donde nos encaminamos y de la mano de quién. De plagas sociales que deterioran los cerebros y los comportamientos, califica el profesor Lledó a la corrupción y la mentira política, la partitocracia, el amiguismo, el deterioro de la educación y la sanidad pública, la irresponsabilidad y desvergüenza de buena parte del capitalismo financiero e inmobiliario, el independentismo identitario, y la estupidización colectiva que llevan a cabo los medios de comunicación.

En el mismo número del periódico citado, la prestigiosa y polémica economista italiana Loretta Napoleoni, en un artículo titulado "Democracias feudatarias", a partir de la conmemoración en esta misma semana de los aniversarios respectivos del atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York y la "caída" del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers, se pregunta que quién ha salido ganando con estas tragedias, y la desconcertante respuesta que encuentra es que ha sido una oligarquía de privilegiados, señores feudales de la globalización que poseen el poder económico y financiero y controlan la información, y una pequeña casta de servidores suyos dentro de los Estados, que están provocando un deterioro acelerado de las democracias y un desplazamiento progresivo de las mismas hacia formas de gobierno premodernas.

Y como colofón, el Premio Nobel de Economía 2008 y profesor de la Universidad norteamericana de Princeton, Paul Krugman, escribe hoy en el suplemento "Negocios" de El País, un detallado y extenso artículo titulado "¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?", en el que partiendo de la publicación de "La riqueza de las naciones" por Adam Smith en 1776, y pasando por Keynes y Friedman, analiza la historia de la Economía como ciencia, y de los "economistas" como sus gurús, para concluir que éstos tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente; admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones; y hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía, replanteándose sus propios fundamentos para que la imagen que emerja ante la profesión, aunque no sea tan clara ni nítida, al menos tenga la virtud de ser parcialmente acertada. Les dejo con su lectura. HArendt




Los economstas Loretta Napoleoni y Paul Krugman



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 31 de agosto de 2017

[A vuelapluma] El paraguas ideológico de la yihad





Loretta Napoleoni (1955) es una afamada economista, escritora, periodista y analista política italiana. Autora del libro El fénix islamista (Paidós, Barcelona, 2017), está considerada como una de las mayores expertas en asuntos de la financiación del terrorismo, reconocida internacionalmente por haber calculado el tamaño de la economía del terror en sus estudios e informes. Hace unos días escribía un artículo a raíz de los atentados en Barcelona y Cambrils, en el que exponía la tesis de que desde 2016 el radicalismo global no encuentra ya su cauce en el viaje a Oriente Próximo para construir el califato, sino que se ha visto obligado a operar localmente, dando lugar a que los potenciales combatientes de la Yihad hayan tenido que contentarse con la condición de terroristas.

Para entender realmente la amenaza que representa el terrorismo yihadista para nuestros países, comenzaba diciendo, se hace necesaria una perspectiva de gran angular. Los acontecimientos de Barcelona, aunque no estén directamente relacionados con los de Uagadugú en Burkina Faso, forman parte de una nueva estrategia de terror, nueva en cuanto globalizada. Es paradójico que a nadie se le haya ocurrido antes, pues en el fondo lo que estamos viviendo es una película de terror que comenzó el 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda lanzó el más espectacular ataque terrorista transnacional. Que fue también el último.

Desde entonces, el elemento globalizador del terrorismo —financiación en un país, organización del ataque en otro y ejecución en un tercero— ha derivado hacia lo ideológico. El dinero ya no se desplaza de un país a otro, no hay ya grandes financiadores, no existe una dirección centralizada, una especie de gran anciano del terror yihadista que maneja el dinero y los terroristas en un tablero mundial. Lo que sí existe es un paraguas ideológico con vetas nacionalistas, antiimperialistas, un paraguas donde la lucha armada contra los “infieles” es la herramienta para redimir siglos de alienación.

Si el elemento ideológico se ha vuelto predominante se debe también a que, desde el 11 de septiembre, el costo unitario de los atentados terroristas ha caído vertiginosamente. No hacen falta ya inversores, basta con unos pocos miles de euros para provocar una masacre. Nuevos métodos de financiación a nivel local han tomado el relevo, algunos realmente ingeniosos. El atentado de Burkina Faso, donde murieron 18 personas, es el segundo de su estilo. Un comando armado abre fuego en un lugar público, un restaurante, con el objetivo de cosechar tantas víctimas como sea posible.

En ambos casos, se quiso castigar a la burguesía empresarial africana, la que cuenta en definitiva para el proceso de modernización autóctono del continente africano. Lo ingenioso radica en la forma en que estos ataques son financiados por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), es decir, con el dinero del rescate de los rehenes occidentales, dinero nuestro, por supuesto. Millones y millones de euros entregados a los secuestradores por nuestros Gobiernos. ¿La prueba? Ambos atentados tuvieron lugar pocos meses después de la liberación de rehenes europeos en el vecino Malí, donde AQMI tiene sus cuarteles generales del negocio de los secuestros.

También los ataques de Barcelona dan muestra de la ingeniosidad del terrorismo yihadista. Aunque el ataque haya sido definido como el séptimo desde el comienzo del año que utiliza una furgoneta para atropellar a la multitud, en realidad no era esta la modalidad escogida inicialmente. Parece ser que el plan original era otro: llenar las furgonetas de bombonas de gas y hacerlas estallar entre la multitud o destruir la Sagrada Familia. Pero durante la noche del miércoles, algo salió mal en la casa de Alcanar y se puso en marcha el plan B.

Es probable que los atacantes africanos no tengan relación alguna con los españoles, pero ambos hacen gala de la misma capacidad de adaptación financiera —los controles y las restricciones bancarios introducidos tras el 11 de septiembre no han dado grandes resultados— y logística. Por si no fuera suficiente, matan por las mismas razones: recrear fuera de Oriente Próximo el caos y la anarquía de la guerra. Se trata de una nueva generación de terroristas que podríamos definir como autosuficientes, pues cada grupo está compartimentado desde todos los puntos de vista, hasta el extremo de que usar la palabra “células” resulta incorrecto. Sin embargo, cada grupo obra, se mueve, interactúa bajo un paraguas ideológico bien definido, tejido por la hábil retórica yihadista y empaquetado para el consumo masivo por el marketing del Estado Islámico.

Desde 2016 el radicalismo global no encuentra ya su cauce en el viaje a Oriente Próximo para construir el califato, sino que se ha visto obligado a operar localmente. Los potenciales combatientes yihadistas, los guerreros de Alá, han tenido que contentarse con la condición de terroristas, un estatus social más bajo respecto al “caballero del califato”. No cabe duda de que todos ellos hubieran preferido luchar contra los infieles en su tierra santa y morir en batalla, más que en las aceras de Barcelona o en los restaurantes de Uagadugú. Primero fuimos nosotros los que bloqueamos estos viajes, después fue Al Bagdadi, el califa del Estado Islámico. “Quedaos donde estáis y haced todo lo que podáis, matad a tantos infieles como sea posible”, así exhortaba a sus seguidores extranjeros. Es mejor provocar una masacre en Niza que saltar por los aires en Mosul antes de capitular.

Occidente lucha contra un fenómeno nuevo y dinámico utilizando armas y estrategias arcaicas. ¡Seguimos detenidos en el 11 de septiembre de 2001! No solo no conocemos al enemigo, no queremos cambiar nuestras tácticas de guerra. Ellos, en cambio, están a años luz por delante de nosotros. Basta una simple constatación para demostrarlo. La red yihadista de los terroristas de Barcelona tenía ramificaciones internacionales, el grupo interactuaba con otros yihadistas en Bélgica, Suiza y Europa central. Sus puntos de apoyo estaban en el extranjero, al contrario del antiguo modelo de terrorismo europeo, cuando el núcleo central y el de acción estaban situados dentro de las fronteras nacionales.

Está claro, pues, por qué la aplicación del modelo tradicional antiterrorista, que se limita a las fronteras nacionales, no funciona: porque la naturaleza del terrorismo ha cambiado. Sobre esto a nadie le cabe ya la menor duda. Pero el problema estriba en cómo reformar nuestras armas. Y aquí volvemos al dilema de siempre: la política sigue estando perfectamente contenida dentro de las fronteras nacionales mientras que la delincuencia, el terrorismo, las finanzas, pero sobre todo la ideología del terror yihadista están totalmente globalizados. Sabemos que el dinero de los rescates financia el AQMI y con ese dinero se financiarán ataques donde morirán decenas y decenas de inocentes, pero ninguna institución u órgano supranacional puede impedir que los Gobiernos europeos los paguen u obligarlos a admitir que lo han hecho. Además, ningún Gobierno occidental está dispuesto a delegar un aspecto tan importante de la seguridad nacional y del orden público, a saber, la lucha contra el terrorismo, en un órgano transnacional, superpuesto a los nacionales, un órgano ad hoc que esté en condiciones no solo de tener una amplia visión, de gran angular, de un fenómeno como el terrorista yihadista, sino de actuar en tiempo real; que tenga, en definitiva, la autoridad para hacerlo.

Por lo tanto, en ausencia de una modernización institucional y cultural de la lucha contra el terrorismo, concluye diciendo Loretta Napoleoni, hay que prepararse para un futuro distópico donde la muerte accidental en una avenida, en los cafés, en las playas, donde quiera que uno tenga la desgracia de hallarse, pasará a formar parte de la vida cotidiana.



Dibujo de Eulogia Merle para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 11 de septiembre de 2014

Degradación política, crisis económica y desarme social




Viñeta de Forges


"Siempre he pensado que una democracia asentada puede afrontar con éxito una crisis económica, incluso tan compleja, larga y severa como la actual, con posibilidades de éxito. El problema surge cuando lo que creemos que es una sociedad avanzada nos revela su verdadero rostro y vemos, estupefactos, que no es más que una partitocracia corrupta en la que la democracia es una mera coartada, y el liberalismo económico y la sociedad globalizada de la que presume, la fachada mal encalada de una plutocracia financiera banal e irresponsable. Cunde el desánimo y la falta de confianza en las instituciones, la degradación política es perceptible, la corrupción campa a sus anchas. Y la prensa y los medios de comunicación dan cuenta de esa degradación con mayor o menor fortuna, con seriedad o con sensacionalismo, con rigor o de forma pueril. Pero el desencanto comienza a hacer mella en la ciudadanía y el caldo del populismo comienza a a dar sus primeros hervores".

Que una persona de por sí ecuánime y ponderada como el académico Emilio Lledó, filósofo y filólogo admirable, que fue profesor mío en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, hiciera público hace unos años el alegato "Pandemia y otras plagas", era como para pensarse dos veces hacia donde nos encaminábamos y de la mano de quién. De plagas sociales que deterioran los cerebros y los comportamientos, calificaba el profesor Lledó a la corrupción y la mentira política, la partitocracia, el amiguismo, el deterioro de la educación y la sanidad pública, la irresponsabilidad y desvergüenza de buena parte del capitalismo financiero e inmobiliario, el independentismo identitario, y la estupidización colectiva que llevaban a cabo los medios de comunicación.

Casi por las mismas fechas la prestigiosa y polémica economista italiana Loretta Napoleoni, escribía otro artículo titulado "Democracias feudatarias", en el que a partir de la conmemoración de los aniversarios respectivos del atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York y la caída del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers, se preguntaba quien había salido ganando con esas tragedias. Y la desconcertante respuesta que encontraba es que la beneficiaria había sido una oligarquía de privilegiados, señores feudales de la globalización que poseían el poder económico y financiero y controlaban la información, y una pequeña casta de servidores suyos dentro de los Estados, que estaban provocando un deterioro acelerado de las democracias y un desplazamiento progresivo de las mismas hacia formas de gobierno premodernas.

Como colofón, también por esas fechas, el Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad norteamericana de Princeton, Paul Krugman, escribía un detallado y extenso artículo titulado "¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?", en el que partiendo de la publicación de "La riqueza de las naciones" de Adam Smith en 1776, y pasando por Keynes y Friedman, analizaba la historia de la Economía como ciencia, y de los economistas como sus gurús, para concluir que éstos tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente; admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones; y hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía, replanteándose sus propios fundamentos para que la imagen que emerja ante la profesión, aunque no sea tan clara ni nítida, al menos tenga la virtud de ser parcialmente acertada.

Cinco años después de los hechos expuestos más arriba tengo la impresión, es posible que equivocada, de que la degradación política, el desánimo social y el populismo "made in Spain" avanzan a marchas forzadas. Quizá, solo quizá, la situación económica (o más bien la financiera) parece encauzada, pero los resultados para los millones de parados sin expectativas a corto y medio plazo, las economías familiares y las pequeñas y medianas empresas no acaban de verse por muchos juegos malabares que el gobierno haga con las cifras. ¿Hasta cuándo? Resulta difícil de predecir...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El profesor Emilio Lledó



Entrada núm. 2158
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)