miércoles, 27 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] La baraja y el juego en democracia





En democracia las cartas se barajan y reparten a menudo, pero las reglas no son modificables a gusto de parte, sino de "todos" los participantes, comenta el prestigioso abogado y ensayista José María Ruiz Soroa, uno de mis más citados articulistas en Desde el trópico de Cáncer.

En un reciente trabajo, comienza diciendo en el artículo que hoy reseño, defiende Íñigo Errejón la idea de que en épocas de dislocación y crisis, rectius aquí y ahora, es imprescindible un momento de refundación en el que el we the people comparezca de nuevo y se vuelvan a barajar las cartas. Un excedente popular no satisfecho con la institucionalidad democrática existente reclama —escribe— una nueva definición del interés general y una nueva arquitectura institucional acorde.

Decía Ortega que las metáforas son los andadores del pensamiento y en este caso la metáfora del nuevo reparto de las cartas parece sin duda adecuada para llevar al intelecto a la necesidad de un momento fundacional. Pero también, y esperamos mostrarlo en este breve texto, la propia metáfora elegida muestra las limitaciones y errores de ese discurso.

Porque, contado muy directamente, volver a barajar y a repartir las cartas parece llevar consigo un nuevo comienzo (y así lo cree Íñigo Errejón); pero si se piensa un ratito más es fácil advertir que hay algo que permanece inmutable según ella: el juego mismo. Cuando se reparte de nuevo es porque se va a recomenzar la jugada, pero dentro del juego que se estaba jugando. Otra cosa sería romper la baraja y darle una patada a la mesa y al tapete, pero esa es una metáfora distinta, la metáfora revolucionaria pura. Y nuestro autor elige muy bien las metáforas, es parte de su oficio como intelectual y como político hacerlo bien.

El juego permanece. Y como desarrolló con agudeza Stephen Holmes, sucede que en los juegos las reglas de su práctica son constitutivas del juego mismo. Es decir, que si bien hay muchas actividades humanas en las que las reglas que las regulan son limitaciones y constricciones a la libertad impuestas desde fuera y pueden suprimirse, en el caso del juego (como en el del lenguaje) las reglas son constitutivas de la actividad misma, ésta no puede existir sin aquellas. Las reglas de un juego no son limitativas sino creadoras, son capacitantes porque gracias a ellas podemos jugar.

Pues bien, la democracia puede ser vista como un juego (así la veía otro liberal —¿conservador?— como Norberto Bobbio), un procedimiento que para poder existir requiere unas reglas básicas (él enumeró seis) de las que los derechos humanos son las reglas preliminares. Esas reglas no pueden cambiarse si lo que queremos es jugar a la democracia. Si las cambiamos, jugaremos a una política distinta, no a una política democrática. Es así de sencillo y así de complicado al tiempo. Porque las reglas de la democracia, esto es cierto también, se cumplen muy insuficientemente en nuestros regímenes.

En el juego de la democracia las cartas se barajan y reparten de continuo (por eso está Errejón donde está y no donde estaba), pero las reglas no son modificables: no cabe una cosa tal como “refundar la democracia”, ni “establecer una nueva arquitectura institucional”, ni cabe “un pueblo, gente o país” que como Hércules asuma un buen día el papel de reconstruir el sistema político completo de arriba abajo. Ni caben ahora, ni cupieron en el pasado: los liberales un poco realistas sabemos muy bien que en el origen de nuestras democracias no existió un we the people real. Sabemos que la del contrato social no es una realidad, sino una metáfora, otra más, un como si kantiano. Entonces hubo confusión y un proceso histórico (lento y sangriento) de prueba y error, de élites y masas populares, de ensayos y retrocesos.

La referencia al pueblo en nuestras constituciones no apunta a un sujeto real sino que es una cláusula de cierre del sistema que indica su legitimación por el interés del conjunto, nada más. Eso que llamó Bodino soberanía nunca ha existido ni existirá como poder perpetuo y absoluto (de nuevo metáforas, en este caso teológicas). Ni del pueblo ni de nadie. Sólo a los derechos humanos puede aplicárseles una idea parecida a la de soberanía.

Y este es el problema de creer y postular momentos fundacionales, sujetos trascendentes, o reglas nuevas para un juego hace tiempo inventado. Que contradicen el propio juego, además de constituir ese tipo de política de los chamanes que tanto ha obstaculizado a los reformistas en toda época. Reformistas como Errejón mismo pronto descubrirá que es, concluye diciendo.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt




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[Desde la RAE] Hoy, con el académico Miguel Sáenz







La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de cuatrocientos ochenta y tres académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española.

Continúo hoy con el académico Miguel Sáenz, elegido el 22 de noviembre de 2012, tomó posesión de su silla en la Real Academia, la "b" minúscula, el  el 23 de junio de 2013 con el discurso titulado Servidumbre y grandeza de la traducción, al que respondió en nombre de la corporación, Luis Goytisolo.
  
Miguel Sáenz Sagaseta de Ilúrdoz, nació en Larache (Marruecos), el 7 de agosto de 1932. Doctor en Derecho y licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense de Madrid, es traductor, jurista y militar. Experto en derecho aeronáutico y del espacio, es general auditor del Cuerpo Jurídico Militar, procedente del Ejército del Aire, y ha sido fiscal de la Sala Quinta del Tribunal Supremo (1989-1992). Ha pertenecido al equipo de traductores de Naciones Unidas, en cuyas sedes de Nueva York, Ginebra y Viena ha desarrollado gran parte de su labor profesional. En la actualidad es traductor literario y de organismos internacionales. También ha ejercido como profesor de Derecho Aéreo y de Teoría de la Traducción.



Miguel Sáenz en su toma de posesión como académico



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[Humor en cápsulas] Para hoy miércoles, 27 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 26 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] Respeto a los sentimientos, pero a la Constitución también





Los sentimientos no pueden discutirse, pero sí respetarse, y lo que está sucediendo entre Cataluña y España es una cuestión de sentimientos. El día 2 habrá que sentarse con respeto para negociar de lo que sí se puede: poderes, competencias y recursos.

Quien así se expresa, a mi juicio con acierto y prudencia, es José Álvarez Junco (Viella, 1942), escritor e historiador español, catedrático emérito de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Políticos y Sociales en la Universidad Complutense de Madrid. En noviembre pasado publiqué en el blog una entrada sobre su libro Dioses Útiles. Naciones y nacionalismo (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2017), en donde condensa sus investigaciones en torno al tema del nacionalismo, intentando racionalizar un problema histórico-político caracterizado por la emocionalidad.

Esta no es una cuestión de nacionalismo, sino de democracia”, me decía el amigo que presentaba un manifiesto instando a Rajoy a defender la “unidad nacional” con mano dura. Lo mismo, exactamente lo mismo, me podría haber dicho mi amigo catalán inclinado últimamente hacia el independentismo.

Porque el concepto de democracia solo es sencillo en apariencia, cuando decimos que nosotros, los ciudadanos, los gobernados, el pueblo, somos quienes decidimos el futuro de nuestra comunidad. En la práctica, se reduce a la elección periódica de nuestros gobernantes. Pero hay otras decisiones, mucho más importantes, en las que no intervenimos ni hemos intervenido nunca: la principal, la definición del demos, de ese pueblo, nación o comunidad en el que nos integramos. Esa definición no es algo evidente y racional, sino, muy al contrario, algo emocional, que se da por supuesto. Algo que, lejos de ser el resultado de un debate, meditación y decisión democráticos, nos ha venido dado, como producto de la historia, de la formación de las unidades políticas, en la que las claves fueron el azar y la violencia guerrera.

Pocas veces se habrá revelado con tanta nitidez esta trampa como en la actual situación catalana. “Democracia” es precisamente la palabra que a un independentista no se le cae de la boca. Según él, lo que pide es obvio, elemental, en democracia: que el pueblo catalán decida su propio futuro. ¿Por qué se opone “Madrid”, no ya a que sean independientes, sino incluso a que se les pregunte si quieren serlo? Porque el sistema político español no es democrático, sigue siendo franquista. “Cualquier país civilizado” —nos refriega, para más INRI— reconoce este derecho (la verdad es que ninguno lo reconoce). Y, frente a eso, se siente autorizado para rebelarse, infringir esa ley española, impuesta por la fuerza, invocando la voluntad del pueblo catalán, fuente de la soberanía legítima.

Alguien que parta de la presunción contraria, es decir, que el demos es la nación española, usará el mismo razonamiento para llegar a la conclusión opuesta: quien decide el futuro de España es el pueblo español. Algo que, por cierto, ya hizo en 1978. Quien no reconozca el sistema legal establecido entonces, quien actúe al margen de la Constitución, es, por tanto, un antidemócrata. ¿Cómo podría ser democrática una decisión catalana de separarse de España sin tener en cuenta la voluntad del resto de los españoles? ¿Sería acaso respetuoso conmigo cortarme un brazo sin consultarme?

Por supuesto, el independentista catalán replicaría: ¿y de dónde te sacas que yo sea un brazo tuyo? Me estás menospreciando y ofendiendo, como siempre. Tú lo que eres es un nacionalista español, que demuestras el poco respeto que me tienes al reducirme a la categoría de miembro o parte de un conjunto cuya existencia tú te has inventado. Lo dicho: no eres demócrata, no aceptas que las decisiones las tomen los ciudadanos. Pregúntanos, por lo menos.

A este se le podría quizás hacer comprender que su posición también tiene un parti pris previo si se le preguntara por un hipotético referéndum en Cataluña con resultado global favorable a la independencia, pero en el que un territorio (Tarragona, digamos) hubiera votado por permanecer en España: ¿tú aceptarías que ese territorio siguiera siendo español, aunque el resto de Cataluña se convirtiera en independiente? Porque lo democrático, según tú planteas ese principio, es que el futuro de Tarragona sea decidido por los tarraconenses.

A lo cual nuestro independentista contestaría: ah, eso no. Tarragona forma parte de la nación catalana y si Cataluña, como conjunto, decide algo, sus partes deben someterse. En democracia, las minorías se someten a la decisión de las mayorías. ¿Cómo podría cortársele un brazo a Cataluña contra su voluntad? Solo el conjunto de los catalanes puede decidir eso.

Calcaría, pues, la respuesta españolista sobre Cataluña. Y podría ofender a los tarraconenses, a quienes niega la posibilidad de declararse nación y deja, por decreto, reducidos a miembros de un conjunto al que no se molesta en preguntarle si quiere pertenecer.

En realidad, en cuanto a la definición del demos básico que debe tomar las decisiones, ninguno de los dos es un demócrata. Son nacionalistas primero —al dar por supuesto que su demos existe— y demócratas después. La existencia de su nación es un prius, un dato prejurídico, anterior al inicio del proceso racional de toma de decisiones colectivas que legitiman el sistema legal.

Sin embargo, ese dato previo es enormemente peligroso y destructivo. La fragmentación a la que puede llevar la aplicación estricta del principio de que cada colectividad decide su futuro es infinita. Pues si Tarragona puede también declararse nación, decidir escindirse de Cataluña y permanecer en España, el municipio tarraconense X o Z, dominado por los independentistas, puede optar por seguir a Cataluña y no a su provincia. ¿Quién podría obligarles, en términos estrictamente democráticos? ¿Quién puede negarles el “derecho a decidir”, el derecho a declararse nación?

Nadie puede establecer un mapa nítido e indiscutible de los pueblos o naciones existentes en el mundo. Las identidades se mezclan en todas partes. Con lo que el principio de las nacionalidades da lugar a conflictos sin fin. Como comprendieron amargamente quienes trazaron las fronteras europeas al final de la Gran Guerra, aplicar el dogma de la autodeterminación de los pueblos era imposible sin dejar por doquier territorios irredentos y minorías discriminadas. Pese a ello, lo hicieron. Y pavimentaron el camino para la Segunda Guerra Mundial.

La combinación entre nación y democracia es, en realidad, explosiva. La democracia es un principio que puede defenderse racionalmente. La nación, no. Es algo afectivo, arraigado en los estratos emocionales más profundos; como el atractivo de aquellos a los que amamos o las gracias de nuestros hijos o nietos, imposibles de discutir ni argumentar. Pese a esta incompatibilidad, toda democracia necesita apoyarse en una identidad colectiva, una nación, un demos. Esa colectividad básica para la democracia ni fue decidida racionalmente en su origen ni es posible hacerlo ahora. Y como su definición se apoya en afectos y emociones, y no en datos ni argumentos objetivos, los conflictos sobre lo que sea o no democrático son de imposible solución.

Esta es, pues, una cuestión de sentimientos. Y los sentimientos solo pueden ser respetados, no discutidos. Es razonable invocar el cumplimiento de la ley y denunciar las incoherencias o imposiciones del otro. Pero no hay que limitarse a eso; y las leyes deben adaptarse a la realidad social. El 2 de octubre deberíamos sentarnos unos frente a otros, respetándonos e intentando entender nuestras respectivas emociones; y negociando sobre lo único negociable: poderes, competencias, recursos. Esperemos que, para entonces, no haya habido que lamentar desgracias irreparables, termina diciendo.



Dibujo de Eva Vázquez para El País



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[Píldoras literarias] Hoy, con "De John Donne", por Juan José Arreola





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado De John Donne, de Juan José Arreola Zúñiga (1918-2001), escritor, académico y editor mexicano. Comenzó su carrera de escritor a los 31 años. En 1948, gracias a Antonio Alatorre, encontró trabajo en el Fondo de Cultura Económica como corrector y autor de solapas. Obtuvo una beca en El Colegio de México gracias a la intervención de Alfonso Reyes. Su primer libro de cuentos Varia invención, apareció en 1949, editado por el FCE. Para 1950 comenzó a colaborar en la colección "Los Presentes" y recibió una beca de la Fundación Rockefeller. En 1979 recibió el Premio Nacional en Lingüística y Literatura y diez años más tarde el Premio Jalisco de Letras y en 1992 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe "Juan Rulfo". De amplia cultura, la obra de Arreola se caracteriza por una inteligencia profunda y lúdica que juega con los conceptos y las situaciones utilizando símbolos y parodias en textos breves y significativos que rompen las leyes lógicas y naturales en una prosa es de estilo clásico y depurado. En el universo de su obra se rompen las leyes lógicas y naturales.

Les dejo con su De John Donne, publicado en Minificción mexicana, de Lauro Zavala. Tiene catorce palabras y dice así: 



DE JOHN DONNE
por

El espíritu es solvente de la carne. 
Pero yo soy de tu carne indisoluble.




Mujer sentada, de Pierre-Auguste Renoir


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[Humor en cápsulas] Para hoy martes, 26 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 25 de septiembre de 2017

[Política] XII Legislatura de las Cortes Generales. Septiembre, 2017 (IV)





Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de la

Casa de S.M. el Rey

Congreso de los Diputados
Senado
Presidencia del Gobierno
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Boletín Oficial del Estado

Parlamento Europeo

Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Comisión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea
Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Diario Oficial de la Unión Europea

Parlamento de Canarias

Gobierno de Canarias
Cabildo de Gran Canaria
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

La actividad parlamentaria oficial de las Cortes Generales estuvo centrada en las reuniones celebradas por las Comisiones y Plenos de ambas Cámaras. Les recomiendo encarecidamente la lectura del Diario de Sesiones del Pleno del Congreso de fecha 21 de septiembre.

Lunes, 18 de septiembre:
Comisión de Hacienda y Función Pública (Senado).

Martes, 19 de septiembre:
Sesión Plenaria (Congreso).
Comisión de Empleo y Seguridad Social (Congreso).
Comisión de Defensa (Congreso).
Comisión de Economía, Industria y Competitividad (Congreso).
Comisión para Política integrales de discapacidad (Senado).

Miércoles, 20 de septiembre:
Sesión Plenaria (Congreso).
Comisión de Justicia (Congreso).
Comisión de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Congreso).
Comisión de Hacienda y Función Pública (Congreso).
Comisión para Políticas Integrales de Discapacidad (Congreso).
Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Senado).
Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático (Senado).
Comisión de Empleo y Seguridad Social (Senado).

Jueves, 21 de septiembre:
Sesión Plenaria (Congreso).
Comisión de Sanidad y Servicios Sociales (Congreso).
Comisión de Seguridad Vial y Movilidad Sostenible (Congreso).
Comisión de Sanidad y Servicios Sociales (Senado).
Comisión de Interior (Senado).

Desde los enlaces anteriores (en rojo) pueden acceder a los Diarios de sesiones respectivos.

Y esta es la agenda de trabajo prevista para esta semana en el Congreso y en el Senado

Y ahora vamos una semana más con los documentos que relatan la historia del parlamentarismo español. Todo ello gracias a la publicación de "Papeles para la Historia" en la página electrónica del Congreso de los Diputados, que tiene como objetivo acercar a los ciudadanos la historia parlamentaria aprovechando la digitalización de los fondos del archivo de la Cámara que se ha realizado en estos últimos años.

El periodo que abarca esta historia parlamentaria desde 1810 a 1977 se ha dividido en ocho etapas formadas a su vez por las diferentes elecciones y las legislaturas comprendidas entre una elección y otra.

Los apartados desarrollado son los siguientes:

I. Cortes de Cádiz 1810-1814.
II. Trienio Liberal 1820-1823.
III. Regencias y Reinado de Isabel II 1833-1868, subdividido en la 
III. 1. Regencia de María Cristina de Borbón, 1833-1840.
III. 2. Regencia del General Baldomero Espartero, 1840-1843.
III. 3. Década Moderada,1844-1854.
III. 4. Bienio Progresista, 1854-1856.
III. 5. Crisis del Moderantismo, 1856-1868.
IV. Sexenio Revolucionario, 1868-1874, con: 
IV. 1.Gobierno Provisional-Regencia del General Serrano y Gobierno de Prim.
IV. 2. Reinado de Amadeo I 
IV. 3. Primera República.
V. Restauración, 1874-1923, con:
V. 1. Reinado de Alfonso XII, 1874-1885.
V. 2. Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, 1885-1902.
V. 3. Reinado de Alfonso XIII, 1902-1923 
VI. Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930, con:
VI. 1. Asamblea Nacional, 1927-1929. 
VII. Segunda República Española, 1931-1939.
VIII. Franquismo. Cortes Españolas, 1943 -1977

Cada uno de estos periodos va introducido por un breve resumen histórico reseñando los hechos más relevantes de esos años. En el texto se muestran distintos enlaces a imágenes o documentos que pretenden ilustrar y testimoniar la historia política y parlamentaria dando además a conocer el patrimonio documental y bibliográfico del Congreso de los Diputados.

Además en cada periodo aparecen bajo la elección correspondiente los datos relativos a cada una de las legislaturas, así como el resumen o reseña, según los casos, que se publicaba al final de los índices del Diario de Sesiones. Y a continuación se enumeran los presidentes de la cámara, durante cada una de las legislaturas con un enlace al apartado referente a los mismos en la página institucional.

Continúo hoy la historia del parlamento español subiendo al blog los documentos relacionados con el denominado Bienio Progresista (1854-1856).

La Década Moderada finaliza con la Revolución de 1854. El partido moderado y el gobierno del conde de San Luis se encuentran desgastados. Espartero propone a la Reina la convocatoria de unas nuevas Cortes Constituyentes, y que éstas estén  formadas solo por el Congreso de los Diputados, para impedir la presión conservadora del Senado. 

Tras las elecciones, celebradas el 4 de octubre, las nuevas Cortes Constituyentes abren sus sesiones el 8 de noviembre de 1854. En la Sesión Regia de apertura, el discurso de la Reina Isabel II recobra el apoyo popular al acercarse  a los progresistas. Se nombra una Comisión Constitucional para que elabore un nuevo texto. En primer lugar, se discute el tema de la soberanía nacional, que es el punto conflictivo entre moderados y progresistas. Los derechos individuales quedan reforzados y garantizados. José María Orense no consigue introducir el sufragio universal. La cuestión religiosa es objeto de debate entre los partidarios de recoger en el texto la unidad católica de España y los que pretenden introducir la libertad de cultos. Se respetan las dos cámaras, pero el Senado pasa a ser electivo, para que sus miembros sean designados igual que los diputados. Las cuestiones más cercanas a los progresistas fueron las relacionadas con los municipios, la milicia nacional y la instauración del jurado.



Sesión Regia de Apertura de las Cortes Constituyentes el 8/11/54.

La Constitución de la Monarquía española de 1856 (parte 01) (parte 02) no llega a regir en España, pues, discutida y votada por las Cortes constituyentes, antes de llegar a promulgarse, se publica el Real Decreto de 15 de septiembre de 1856, que reestablece la Constitución de 23 de mayo de 1845. 

Destaca en este bienio la Ley Desamortizadora promulgada el 1 de mayo de 1855, conocida como la Desamortización de Madoz. Pascual Madoz es recordado por su obra Diccionario geográfico, histórico y estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, 1848-1850, en 16 volúmenes, que representa el primer intento de recogida  de datos estadísticos de toda la geografía política y social de España. 

El 15 de septiembre de 1856, el presidente del Consejo de Ministros, O´Donnell, firma en Palacio, un Acta Adicional a la Constitución de la Monarquía Española de 1845. La vigencia del Acta Adicional es tan breve que queda sin efecto por otro Real Decreto de 14 de octubre del mismo año, que dispone que rija y se observe sólo la ley constitucional de 23 de mayo de 1845. 






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