Panteón Real (El Escorial, Madrid)
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza!
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria, donde vive eternamente.
Ésto oyo un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
"Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla"
Miguel de Cervantes
"Obras Completas" (Aguilar, Madrid, 1965)
Miguel de Cervantes (1547-1616)
"Nihil novum sub sole" ("Eclesiastés", 1.9): "Nada nuevo hay bajo el sol". Fin de la cita, que diría nuestro ínclito y nunca suficientemente bien ponderado presidente del gobierno don Mariano Rajoy si supiera latín, cosa que dudo, ahora que, como anteriormente a su jefe, el señor Aznar, le ha entrado la picazón guerrera (Siria, dixit), junto a Obama y Hollande, y un poco menos a su amigo Cameron, porque en el Reino Unido el Parlamento pinta algo, no como en España, y allí los gobiernos guardan y respetan las formas democráticas.
Permítanme, por favor, una larga cita, que luego entenderán a qué viene. Dice así:
"No son siempre fenómenos coincidentes, ni menos aún reductibles a una sola especie, crisis económicas y crisis sociales, si bien de ordinario se producen en dependencia recíproca. [...]
Quizá no se haya dado nunca, y ello esté en la razón misma de sus mecanismos, un paralelismo a través de toda la extensión de ambos fenómenos, cuando se presentan con gran proximidad entre sí. Tal vez ello explique que los economistas, con frecuencia, puestos a considerar las crisis económicas, tomándolas como consecuencia de leyes objetivas del mercado o como de estructuras mediatas o inmediatas, hayan solido, sin embargo, dejar de lado -salvo los economistas de escuelas muy específicas- las implicaciones en el ambiente social que de aquellas se originan. [...]
Durante ellas, los transtornos económicos han sido más estudiados y son mejor conocidos. Ahora, desde hace unos años, empiezan a estudiarse las alteraciones sociales que por todas partes surgen. Pero no se trata simplemente de fenómenos aislados o intermitentes, de malestar de los pueblos, ni de las aparentes explosiones, de radio mayor o menor, en que se manifiestan, sino de que la centuria del [...] fue un largo periodo de honda crisis social, cuya sola existencia nos permite comprender las características específicas de aquel siglo. [...]
Pero lo cierto es que desde que aparece -lleno de conquistas sobre la naturaleza y de novedades sobre la sociedad- el tipo que hemos dado en llamar hombre moderno, empieza también a desarrollarse la capacidad en él de comprender que las cosas, de la economía quizá principalmente y, también de otros ramos de la vida colectiva, no andan bien y, lo que es más importante, empieza a dar en pensar que podría ir mejor. Es más, esa conciencia de malestar y de inquietud se acentúa en aquellos momentos en que comienzan a manifestarse transtornos graves en el funcionamiento social, transtornos que, en su mayor parte seguramente, son debidos a la intervención, bajo nuevas formas de comportamiento, de esos mismos individuos, a la presión que, con nuevas aspiraciones, ideales, creencias, etc., instalados en un nuevo complejo de relaciones económicas, ejercen sobre el entorno social. [...]
Pero si la intervención del hombre puede sanar, también puede empeorar una situación. La desacertada manipulación de los hombres en el gobierno puede errar y entorpecer el restablecimiento de una crisis; puede incluso provocarla. Y la forma en que se da la conciencia de crisis en el [...], tanto en el terreno económico como en el social, si puede esperar o reconocer en los gobernantes capacidad para superarlas, puede también atribuirles -desde el momento en que las concibe como susceptibles de ser afectadas por lo que aquéllos hagan- los tristes resultados de un empeoramiento que lleve al punto de la caída. [...]
Los economistas han hablado en años recientes de una tendencia marginal al consumo, en virtud de la cual, aunque las rentas sufran una recesión durante algún tiempo, se sigue conservando una tasa de consumo igual a la anterior, sin acusar el golpe de la restricción de los ingresos. Es como si hubiera una cierta lentitud en la adaptación a las nuevas circunstancias. Pues bien, en las crisis sociales, las ondas son mucho más largas, entre otras razones porque ese ritmo de adaptación a la nueva fase es mucho más lento.
Por eso, en pleno [...] los historiadores de la economía pueden delimitar fases positivas; pero ello puede importar poco para el desarrollo general de la crisis social. Ante las circunstancias de ésta, los que detentab el poder, los que lo soportan, toman actitudes que tardarán en desechar, aunque la situación haya llegado, décadas después, a ser otra cosa. Los modos de ejercicio de la libertad y los montajes represores de la misma seguirán manteniéndose. Y como ese juego de libertad y represión afecta a la raíz de la cultura, las crisis sociales son procesos que alteran profundamente el estado social de un pueblo, más aún: son creadores de una nueva cultura. Uno de esos caso fue, precisamente, la cultura del [...], surgida de las circunstancias críticas en que se hallaron los pueblos europeos, debido a causas económicas que varias veces cambiaron a través de la [...], aunque más frecuentemente con carácter desfavorable, pero también a una serie de "novedades", dicho con el lenguaje de la época, que la técnica, la ciencia, el pensamiento filosófico, la moral, la religión, trajeron por su parte.
Todo ello sin descontar que la misma economía va entrelazada con motivaciones ideológicas, cuya acción y reacción ante las transformaciones estructurales -las cuales, en parte al menos, se producen en el [...]- obligan al historiador a hablar de una nueva época. [...]
Estando hoy a pique de perdernos todos [...] hay mucho que limpiar si se barriera de veras".
Fin de la cita, aunque estoy seguro (me apuesto un testículo y la mitad del otro) que ninguno de los ministros del actual gobierno sería capaz de reconocer el texto reseñado, por otra parte no tan antiguo. Hagan ustedes el esfuerzo de sustituir donde corresponda los puntos suspensivos por el término "siglo XVII" y tendrán la clave del arco.
Reconocerán conmigo que suenan actuales las palabras citadas. Pero despejemos la incognita y dejemos explícito que se trata de un extracto del capítulo 1: "La conciencia coetánea de crisis y las tensiones sociales del siglo XVII" (páginas 55-57, 60, 62-63, y 95-96), del libro
"La cultura del Barroco, Análisis de una estructura histórica" (Ariel, Barcelona, 1998) del insigne profesor e historiador José Antonio Maravall.
"Nihil novum sub sole", está claro... Así que, "nihil obstat quominus imprimatur": "no hay objección para su publicación", añadiría yo, que no voy a ser menos a la hora de citar latines...
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "
Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt
El profesor José Antonio Maravall (1911-1986)
Entrada núm. 1961
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)