lunes, 23 de noviembre de 2009

Hay pocas cosas nuevas bajo el Sol...




Antígona en una representación pictórica neoclasicista



Que hay pocas cosas nuevas bajo el Sol es una frase ciertamente manida, pero certera. Sobre todo en política. Y en teatro. En mi comentario de ayer en el Blog llegue a decir que a partir de determinado momento la vida de cada ser humano no es más que una paráfrasis de sí misma. Quizá pequé de exagerado, aunque no estoy muy seguro de ello. Desde luego en teatro y política todo lo que se ha dicho o escrito después del siglo V a.C. no es más una mera paráfrasis de lo que ya dijeron por esas fechas Esquilo, Sófocles, Eurípides, Platón, Aristóteles, Tucídides, Heródoto y unos cuantos atenienses más.

El teatro y la democracia nacen casi al mismo tiempo y en el mismo lugar, en la Atenas del siglo V a.C., y no por casualidad. Hay un libro precioso titulado "La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega" (Antonio Machado Libros, Madrid, 2004), de la profesora norteamericana de Derecho y Ética de la Universidad de Chicago, Martha C. Nussbaum, que explica muy bien esa inextricable relación entre Tragedia y Política que encontramos en la Atenas de esa época.

El mismo tema, pero con un enfoque distinto, lo trata el profesor Ferrán Requejo, catedrático de Ciencia Polítiica de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en su artículo "Tragedia y democracia (Porque no somos dioses)", publicado el pasado día 18 de noviembre en el Boletín electrónico de la Safe Democracy Foundation-Foro para una Democracia Segura.

Las tragedias clásicas, dice el profesor Ferrán Requejo, remiten al complejo mundo de las acciones humanas en cuanto éstas tienen de "representación" de valores muchas veces irreconciliables. Y lo mismo ocurre con nuestros actos políticos, nunca del todo decidibles de manera racional. En el núcleo de la democracia antigua, añade, se hallaba el intento de superar el despotismo y la anarquía a través de un sistema que permitiera la expresión de la pluralidad, pluralidad a la que el pensamiento liberal añadió la idea de los derechos individuales como fuente de legitimación y limitación del poder, convirtiendo a la democracia representativa y pluralista en algo "trágico" por necesidad.

No deberíamos tener tanto miedo al enfrentamiento político, pues ese enfrentamiento es la esencia de la democracia pluralista. Lo otro, la paz de los cementerios, es lo propio de las dictaduras y los estados totalitarios. Salgamos al ágora sin temor pues sólo a la luz pública de la controversia y la libre discusión la democracia tiene sentido. Pongámonos nuestra máscara de actores trágicos, nuestro "πρόσωπον" (prósopon), la que nos convierte de individuos en "personas" y ciudadanos y representemos nuestro papel en la escena pública. Como nos enseñaron los atenienses hace 2500 años. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





La profesora Martha C. Nussbaum




"TRAGEDIA Y DEMOCRACIA (PORQUE NO SOMOS DIOSES)", por Ferrán Requejo
Boletín Safe Democracy Foundation - Foro para una Democracia Segura
18 de noviembre de 2009

Las tragedias clásicas siguen y seguirán fascinándonos. Y las democracias nunca dejarán de parecernos algo necesario e incompleto a la vez. Tragedia y democracia aparecieron como productos inéditos en la ciudad de la Grecia clásica. Aún hoy, de los cuatro grandes trágicos de la historia –Esquilo, Sófocles, Eurípides y Shakespeare-, tres son autores griegos del siglo V a C.

Las tragedias remiten al mundo contingente y complejo de las acciones humanas. Sin acción no hay tragedia, decía Aristóteles. Pero la mimesis que introducen debe entenderse más como representación que como imitación de nuestras acciones. Se trata de la representación del tablero en el que discurre el juego de nuestras decisiones políticas y morales. Y lo humano resulta contradictorio ya que los valores desde los que intentamos ordenar moralmente el mundo resultan a menudo irreconciliables. Tomados aisladamente, el amor, la justicia, la libertad, el deber o la amistad, resultan efímeros en lo práctico y abocan al dogmatismo en lo teórico. Se trata de valores convenientes pero que no pueden ser sintetizados de una manera armónica. El conflicto moral es entre el bien y el bien. Una característica de nuestras acciones prácticas que resulta informativa para las democracias. En contraste con el mundo que muestran las tragedias, las ideologías monistas –aquellas que aún pretenden la armonía moral reduciendo la pluralidad a un único principio superior- se revelan empobrecedoras y coactivas (como buena parte de las versiones religiosas monoteístas o de las ideologías políticas totalizadoras). En otras palabras, en el ámbito de la racionalidad práctica, Platón y Kant se equivocan; la democracia remite a un inevitable pluralismo trágico.

Somos también lo que hacemos. Pero las acciones humanas nunca configuran una imagen única, sino los múltiples destellos de un “espejo roto” moral (Vidal-Naquet). No seremos más justos tratando de enmascarar la pluralidad contradictoria en la que debemos actuar. Y probablemente tampoco seremos más felices. Las tragedias muestran aquello que las teorías morales y políticas suelen callar. Nuestra razón instrumental es fuerte, nuestra moralidad es frágil. Las acciones prácticas no son nunca del todo decidibles de manera racional. Pero Creonte, Antígona, Orestes, Brutus, Enrique IV o Lear no pueden sino actuar, a pesar de que sus preguntas tienen varias respuestas racionales y morales posibles. El carácter “agonístico” de la moralidad y de la política deviene “trágico” no solo porque cualquier acción que emprendamos comporta alguna pérdida, sino porque no podremos evitar que la acción emprendida arrastre efectos negativos, sea lo que sea lo que decidamos hacer

Por ello, la representación de las tragedias, como también vio Aristóteles, siempre viene acompañada por el placer de oírlas, por la comprensión hacia los personajes, y por el temor que despierta la acción en los espectadores (el enfrentamiento de personajes es el que lleva a Arthur Miller a preferir el teatro a la novela “porque veo la vida humana como un enfrentamiento; una confrontación entre las ideas y las personas. El teatro permite esta explosión, esta relación”). Shakespeare insistirá en situar en el interior de los mismos personajes esa pluralidad de motivos. Lo expresa H. Bloom comentando Macbeth: “Machbeth, es el Mr Hide para nuestro Dr Jekyll … las ironías de Macbeth no nacen de las perspectivas en conflicto, sino de las divisiones en el yo de Macbeth y del público”. Estamos moralmente atrapados en nosotros mismos, y fuera, no hay nada más.

Las tragedias suponen, así, un buen fundamento para las nociones de representación y de pluralismo en las democracias liberales. En el núcleo de la democracia antigua se hallaba el intento de superar el despotismo y la anarquía a través de un sistema que permitiera la expresión de la pluralidad. El liberalismo político añadirá la idea de los derechos individuales como fuente de legitimación del poder y una serie de técnicas exitosas para su limitación. Debemos invertir a Rousseau: precisamente porque no somos dioses (o ángeles), la democracia, representativa y pluralista, es decir, trágica, resulta imprescindible.





El profesor Ferrán Requejo




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viernes, 20 de noviembre de 2009

Europa como medio, y no como fin




Herman Van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo




¡Enhorabuena! La Unión Europea ya tiene su primer "Presidente" (Presidente del Consejo Europeo) estable y su primera "Ministra de Asuntos Exteriores" (Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Seguridad Común) reforzada: Herman Van Rompuy, democristiano, flamenco, y hasta ahora primer ministro de Bélgica, y Catherine Margaret Ashton, socialista, británica, ex-presidenta de la Cámara de los Lores, y actual comisaria europea de Comercio, respectivamente. Y el francés Pierre de Boissieu, como Secretario General del Consejo Europeo.

No comparto las críticas que ya están surgiendo de muy diversos ámbitos a esos nombramientos, sobre todo, una que me asombra por lo que tiene de poco conocimiento, de desvergüenza, o de ambas cosas a la vez. Me refiero a la que achaca a estos nombramientos un "deficit democrático", insalvable, a juicio de algunos.

Los 27 Jefes de Estado y de Gobierno que componen el Consejo Europeo han sido elegidos, todos, sin excepción, democráticamente. ¿Cómo es posible entonces achacar un déficit democrático originario a quiénes ellos eligen para presidirlos y dirigir la política exterior que ellos mismos definen?

Segunda objección: Se trata de personalidades con un perfil político "bajo". Me gustaría saber que entienden los "críticos" por un perfil político "bajo". Ángela Merkel, una democristiana protestante procedente de la recién incorporada Alemania Oriental es hoy, con toda seguridad, la líder política más valorada de la Unión Europea. ¿Alguien sabía quién era Ángela Merkel antes de ser elegida canciller de la República Federal Alemana?

Presidir Bélgica no es cualquier cosa. Hay que tener muchas habilidades políticas para dirigir el gobierno del país, con toda seguridad más complejo de gobernar de toda Europa Occidental, partido en dos por la lengua, la religión, el origen territorial, y las competencias políticas compartidas, en una confederación "de hecho" entre valones y flamencos. La Cámara de los Lores británica es una antigualla, sin duda, pero existe y funciona. Es una institución casi milenaria y no creo que su presidencia se encomiende a cualquiera.

Quizá estamos pidiendo y esperando mucho de la Unión Europea. Y creo que tiene mucho de razón el profesor británico Timothy Garton-Ash, profesor de Estudios Europeos y titular de la prestigiosa cátedra "Isaiah Berlin" del St. Anthony´s College de la Universidad de Oxford y profesor titular de la Hoover Institution de la californiana Universidad de Stanford, cuando dice que deberíamos atender más a construir Europa como "medio" que como "fin": "El próximo capítulo de Europa comienza hoy" (El País, 15/11/09).

El Estado, que no es otra cosa como definición que una sociedad organizada políticamente, nació para atender y resolver los problemas y necesidad de sus ciudadanos, especialmente, su seguridad. La tentación de ver el Estado como fin en sí mismo, y no como medio, conduce al absolutismo, primero, y al totalitarismo, después. Es una experiencia histórica contrastada.

Quien no quiera ver los enormes progresos que la Unión ha traído a una Europa que en los últimos cien años se ha enfrentado en su suelo a dos devastadoras guerras mundiales, dictaduras, experiencias totalitarias, genocidios e infinidad de guerras civiles, o es que es un cínico, o lisa y llanamente lo que en lenguaje coloquial llamaríamos un gilipollas. Para no ir tan lejos, ¿algún europeo actual desearía volver a la Europa de hace sólo veinte años? Supongo que sí, que haberlos los habrá; yo no, desde luego.

Espero que les resulte interesante el artículo del profesor Garton-Ash. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Catherine M. Ashton, Alta Representante PESC de la Unión




"El próximo capítulo de Europa comienza hoy", por Timothy Garton-Ash
EL PAÍS - Opinión - 15-11-2009

Lo hicieron maravillosamente. A pesar de la lluvia, la celebración oficial de la caída del muro de Berlín, el lunes por la noche, me pareció un acto auténtica e inesperadamente emocionante. Los organizadores, seguramente dirigidos por Angela Merkel, hicieron casi todo bien. Los temas fundamentales fueron la libertad, Europa y el mundo, no la unidad alemana. La mujer germanoriental, de Leipzig, a la que la Stasi había encarcelado por llevar una pancarta que exigía "un país abierto de gente libre", Lech Walesa y el pionero sindicato polaco Solidaridad, los húngaros, Mijaíl Gorbachov, Estados Unidos: a todos se les reconoció su parte de mérito. Curiosamente, la única persona que no fue suficientemente reconocida fue el predecesor de la propia Merkel, Helmut Kohl.

La caída de las fichas gigantes de dominó fue un golpe de efecto espectacular, en parte porque uno no podía dejar de pensar ¿y si sale mal? ¿Y si una de las fichas se cae de lado, o se para? Pero los alemanes lo habían calculado bien, por supuesto; son tan eficientes a la hora de derribar fichas de dominó como a la de fabricar BMW. Y qué bien estuvo situar hacia el final de la ceremonia una entrevista con Muhammad Yunus, el bangladeshí creador de los microcréditos, que habló del muro que aún separa el Norte rico del Sur pobre: die Mauer der Armut, el Muro de la Pobreza.

Así, pues, tres hurras por Alemania y tres hurras por Europa. Mientras mirábamos los focos que iluminaban el cielo nocturno sobre la puerta de Brandeburgo, pudimos reflexionar sobre la extraordinaria distancia recorrida en una ciudad que estuvo en el centro de dos guerras mundiales y la guerra fría. Al fin y al cabo, durante al menos 50 años, de 1939 a 1989, las luces de focos en la puerta de Brandeburgo fueron siempre el anuncio de que iba a morir gente, de una forma u otra, y no una señal de su liberación pacífica.

Pero luego se acabó. Los berlineses volvieron a sus casas bajo la lluvia; la policía empezó a desmontar las barreras de control de multitudes; y en la cena, según nos han dicho, los dirigentes de la UE se dedicaron a conspirar en voz baja por las esquinas sobre quién debería ser el próximo presidente del Consejo Europeo y el nuevo Alto Representante para la política exterior y de seguridad. Quizás eso era en lo que verdaderamente estaban pensando Gordon Brown, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, en su gélido estrado, mientras la larga ceremonia terminaba con jóvenes de todo el mundo unidos en el estribillo claramente obamaniano de una canción escrita especialmente para la ocasión: Podemos ser uno. (En cuanto a Silvio Berlusconi, parecía tener los ojos cerrados cada vez que le captaba una cámara de televisión. ¿Con qué estaría soñando? Mejor no preguntar).

¿El presidente del Consejo Europeo debería ser el belga Herman van Rompuy, que inspira a los autores de haikus? ¿El Alto Representante debería ser el cerebral ministro de Exteriores británico David Miliband? ¿Es verdad que Miliband ha renunciado a ser candidato y prefiere, con un valor digno de encomio, permanecer en el puente del Titanic del nuevo laborismo? ¿Dará un noble paso al frente Peter Mandelson para convertirse, seguramente, en el lord Alto Representante (con música de Gilbert & Sullivan)? ¿O irá a parar el cargo al ex primer ministro italiano Massimo d'Alema?

Yo ya he propuesto mis candidatos: el premio Nobel de la Paz y anciano estadista Martti Ahtisaari para la presidencia y Joschka Fischer o, en su defecto, Miliband para el cargo de Alto Representante. Son personalidades importantes. Pero, aunque las habituales negociaciones entre bastidores de la UE acaben designando a dos figuras débiles y anodinas -dos conejos sacados de una chistera gris-, todavía tenemos la posibilidad de crear una Europa que sea más "una", para repetir las palabras de la canción de Berlín. Seguiremos pudiendo crear las instituciones previstas, en especial un nuevo servicio exterior europeo. Y, de todas formas, lo que hagamos con esas instituciones dependerá, tanto con el Tratado de Lisboa como sin él, de la voluntad política de los Estados miembros y sus Gobiernos democráticamente elegidos. Si quieren que avancemos, se avanzará. Si no quieren, no se hará.

Deberían quererlo, porque que en Europa tengamos gran cosa que celebrar, o no, dentro de 20 años, dependerá de que nos aclaremos en nuestras relaciones con el resto del mundo. Por supuesto, sigue habiendo cosas importantísimas que hay que hacer dentro de las fronteras de la UE: la creación de nuevos puestos de trabajo y la integración de los ciudadanos musulmanes, por no mencionar más que dos. Pero, cada vez más, los desafíos fundamentales que debe abordar la Unión Europea no se encuentran dentro de sus fronteras sino fuera de ellas.

Desde el punto de vista geográfico, las prioridades comienzan con los países de Europa que todavía no están en la UE. La fatiga de la ampliación se palpa constantemente, pero todavía queda mucha Europa que agrupar para que "Europa" sea realmente Europa: el resto de los Balcanes, Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, tal vez Georgia y Armenia y, como caso especial y de importancia estratégica fundamental, Turquía. Si tenemos visión de futuro, deberíamos querer que todos estos países, siempre que cumplan los requisitos, sean miembros de la UE, por nuestro propio interés y por el de ellos.

Luego está Rusia. Si la UE no tiene una política para Rusia, no tendrá una política exterior. Y para tener una política común respecto a Rusia, necesita una política energética común. En el sur y el sureste está la cuestión de cómo ayudar a la modernización, la liberalización y, en definitiva, la democratización de unos países en su mayoría musulmanes que no es de prever que vayan a ser miembros de la UE. Aunque el muro de Berlín ha caído, sigue existiendo un muro que separa a israelíes y palestinos.

Más allá están las grandes potencias emergentes como China, India y Brasil. En comparación con su propio pasado desgraciado y dividido, Europa ha ascendido; en poder relativo, está descendiendo. Estados Unidos ya no considera de manera automática que Europa es su socio estratégico (la aparición de Barack Obama en un vídeo para transmitir su mensaje en la puerta de Brandeburgo no sirvió más que para recordar a todos su ausencia física. Deberían haber dejado que lo hiciera Hillary Clinton). El argumento de Miliband de que tenemos que elegir entre un mundo con un G-2, en el que las grandes decisiones las tomen Estados Unidos y China, y un mundo con un G-3, que incluya a la UE como tercer interlocutor, es simplista y exagerado, pero es útil para explicar la situación.

Todavía más allá, y con consecuencias aún más amplias, está el Muro de la Pobreza del que habló Yunus. La UE posee la economía más grande del mundo. En combinación con sus Estados miembros, suministra más de la mitad de la ayuda oficial al desarrollo del mundo. Si fuera "una" y actuase con visión estratégica, nadie tendría más posibilidades de rebajar ese muro que separa al Norte rico del Sur pobre. Y lo más importante de todo es el reto planetario del cambio climático, ahora que queda tan poco tiempo para la cumbre de Copenhague a principios de diciembre.

Lo que importa es esto: no es necesario tener ningún apego sentimental a Europa para comprender que, si queremos abordar estos problemas, necesitamos la dimensión y la influencia que sólo puede ofrecer Europa. No tiene nada que ver con los sueños de una "unión cada vez más estrecha". Se trata de Europa como medio, no como fin. El objetivo es defender e impulsar los intereses vitales de todos nuestros ciudadanos, incluidos los británicos.

Europa tiene mucho que contar sobre los últimos 60 años, y lo contó magníficamente en Berlín el lunes por la noche; pero ese relato habla sobre todo de lo que hemos conseguido dentro de Europa. El próximo capítulo dependerá de lo que hagamos fuera de ella.





Timothy Garton-Ash, profesor en Oxford y Stanford





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miércoles, 11 de noviembre de 2009

El PCE en el "País de Nunca Jamás"




Josif Stalin





El Libro II de los "Ensayos" (Cátedra, Madrid, 1993) de Michel de Montaigne (1533-1592), del que escribí hace unos días en el Blog, se abre con una cita del autor de comedias latino Publio Siro (85-43 a.C.) que dice así: "Malum consilium est, quod mutari non potest", que traducido al román paladino viene a significar que "mala opinión es aquella que no se puede cambiar".

La leí hace unos días, y me ha venido a la memoria al encontrarme hoy por la mañana con el artículo que publicaba en El País la escritora Elvira Lindo, titulado "Comunistas", y que reproduzco más adelante.

Siento un profundo respeto por los miles de hombres y mujeres, la mayoría anónimos, que en el pasado siglo XX sacrificaron sus vidas en aras de esa entelequia en la que creían llamada "comunismo": una de las más espantosas aberraciones de la historia de la humanidad. Y siento también y sobre todo una profunda admiración por los hombres y mujeres del PCE que en la transición a la democracia española, con Santiago Carrillo a su frente, dieron ejemplo de pragmatismo, altura de miras y responsabilidad política. Y porque sin ellos, la transición no hubiera sido lo que fue ni la democracia se hubiera asentado, para todos, en España.

Pero como dice el refrán, una cosa es una cosa, y dos cosas, son dos cosas. Para quien aún crea sinceramente y con honestidad en la ideología comunista, le recomiendo la lectura de sólo dos libros: "El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX" (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1995), del historiador francés Francois Furet, y "Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin" (Edhasa, Barcelona, 2009), del historiador británico Orlando Figes. Ambos dejan al descubierto, sin paliativos de ningún tipo, el descomunal horror y sufrimiento impuesto por el comunismo, sobre todo al pueblo ruso, y de paso a todos los demás pueblos que de buena fe, o por fuerza, vivieron bajo la férula de su "salvífica" doctrina redentora de la humanidad.

Produce asombro y desconcierto, como dice Elvira Lindo en su artículo, que aún hoy sus nuevos dirigentes en España tengan a gala defender una ideología y una trayectoria histórica que tanto sufrimiento ha provocado, sin el más mínimo esbozo autocrítico, como si el pasado del comunismo y las enseñanzas de la Historia no fuera con ellos.

"Malum consilium est, quod mutari non potest", como decía Publio Siro hace 2000 años. Triste, muy triste, que los dirigentes comunistas españoles de hoy sigan viviendo en el "País de Nunca Jamás", sin crecer, sin madurar. Así les va...

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Santiago Carrillo, ex-secretario general del PCE




"COMUNISTAS", por Elvira Lindo
EL PAÍS - Última - 11-11-2009

A raíz del XVIII congreso del PCE este periódico nos presentaba a una joven promesa del comunismo, la camarada López Barceló. A sus 26 años, López Barceló ha sido ya candidata a las elecciones europeas y hoy trabaja en el área de juventud de Izquierda Unida. López Barceló sigue la estela de los líderes actuales que se curten en el asalariamiento político desde pequeños. Nuestra camarada reflexionaba sobre el hecho de ser comunista hoy. A juzgar por sus respuestas, es posible enfrentarse a esta ideología con la misma inalterada ilusión que en las vísperas de la toma del Palacio de Invierno. Un siglo, el XX, no es nada. Según ella, hay que observar la historia soviética desde un punto de vista "positivo": "la URSS liberó los campos de concentración alemanes". Desde luego hay que ser tremendamente positiva para olvidarse de los muchos millones de muertos en el Gulag.

El positivismo de nuestra camarada no se detiene en su peculiar memoria histórica, también se ejerce sobre el presente: en la misma semana en que Yoani Sánchez era retenida por la policía cubana, nuestra camarada nos informaba de que hay más presos políticos en España que en Cuba. En cuanto a los últimos fusilamientos de Castro: "¿Es que unos fusilamientos manchan un régimen para siempre?". Pero hay una sombra que altera su edificante optimismo, ay: el aniversario del derrumbamiento del muro de Berlín. ¿Cómo alegrarse del fin de una ilusión?

"No tengo que pedir perdón por ser comunista", declaraba Centella, el nuevo secretario general, y repetía, como un mantra, la joven militante. Una esperaría que tras esta frase los comunistas que no tienen que pedir perdón efectuaran un inequívoco corte quirúrgico entre el pasado y el hoy. Pero no. Según López Barceló, la gran enseñanza recibida de los viejos camaradas es "no desistir nunca". Así les va.





Esther López Barceló, militante del PCE




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lunes, 9 de noviembre de 2009

Y el Muro (de Berlín) se cayó...




La Puerta de Brandenburgo (Berlín), hoy




Este comentario se publica a las 20,12 horas (de Canarias) del 9 de noviembre de 2009. Justamente a los veinte años del momento en que el Muro de Berlín se cayó. ¿Qué estaba haciendo usted exactamente a las 20 horas y 12 minutos de ese día 9 de noviembre de 1989 en que la Historia de Europa dio un vuelco? Supongo que habrá mucha gente que lo recuerde, pero estoy seguro que no es el caso de la mayoría. Yo, tampoco, pero...


También un día 9, sí, es casualidad, pero es así, en este caso del mes de julio de 1964, este escribidor en ciernes comenzaba en Cercedilla, un pueblo de la sierra de Madrid en el que estaba pasando unos días de vacaciones con mi familia, una especie de "diario" que cuarenta y cinco años después aún sigo llevando. Sólo en los primeros años fue lo que podríamos decir un "diario" clásico en el que se ven registrados los primeros escarceos amorosos y los primeros desengaños, los problemas con los estudios y el trabajo, los acontecimientos familiares, los amigos, las lecturas... En diciembre de ese mismo año comenzaba a trabajar y ese "Diario" de adolescente, se fue convirtiendo imperceptiblemente en un mero registro pormenorizado y anotado día a día de sucesos, acontecimientos y vicisitudes personales con muy poco, por no decir nada, de reflexiones y confesiones íntimas. Y así sigue, día a día, y miles de páginas después.

El 9 de noviembre de 1989, al final de la página de ese día, hay una escueta anotación de cuatro líneas, escrita con estilográfica de tinta negra, que dice así: "El Muro de Berlín se cae: El nuevo gobierno germano-oriental ha abierto el Muro sin restricciones. Queda como un monumento a la insolidaridad humana".

Hoy se conmemora en toda Europa ese hecho. No me corresponde a mi, ni querría hacerlo, un análisis de él, sólo dejar constancia de como lo percibí ese lejano día de hace veinte años. Sí lo han comentado otras muchas personas en estos días. Y he elegido tres de esos comentarios, los que me han parecido más interesantes, para dejarlos reflejados en el Blog.

El primero es de Rosa María Artal, periodista. con la que mantengo relación epistolar esporádica a través de nuestros respectivos blogs. Aquel día ella estaba en Berlín con un equipo de Televisión Española y lo vio y lo vivió en primerísima persona, y lo ha rememorado en El País en un artículo titulado "Berlín: Así se desmoronó el Muro", publicado el pasado día 24 de octubre.

El segundo es del sociólogo y profesor en la Universidad Libre de Berlín, Ignacio Sotelo, que en un artículo titulado "Por qué cayó el Muro" (El País, 06/11/09) explica las causas políticas, económicas y sociales que llevaron a su estrepitosa caída, y con ella, a la del Telón de Acero y la Guerra Fría, y al comienzo del proceso de reunificación europea.

El tercero y último está escrito por el protagonista innegable de la desaparición del Muro de Berlín y, con él, del comunismo como opción política, y de la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que lo sustentaba. Me refiero, como es lógico, a Mijail Gorbachov, en esos momentos todopoderoso secretario general del PCUS, y líder del comunismo mundial. que en El País del pasado día 5 escribía un interesante y ponderado artículo, titulado "Veinte años después del Muro la historia continúa", en el que analiza los cambios positivos que han ocurrido en el mundo en estos últimos veinte años y, también, los retos y problemas a los que se enfrentan la humanidad y los Estados.

Perdónenme la presunción, pero estoy seguro que les van a interesar. Y sean felices, por favor.
Tamaragua, amigos. (HArendt)




El Muro, construido




"BERLÍN: ASÍ SE DESMORONÓ EL MURO", por Rosa María Artal
EL PAÍS - Opinión - 24-10-2009

Una ciudad modelo de vitalidad como Berlín se merecía un premio como el Príncipe de Asturias de la Concordia que ayer recibieron en Oviedo tres de sus últimos alcaldes. Berlín ha hecho del Mitte -el centro histórico antaño atravesado por el Muro- un corazón que palpita en creatividad, diseño, armonía y madurez. Pocos lo hubieran imaginado hace 20 años.

El verano de 1989 había traído las muestras definitivas de la descomposición del bloque del Este, que culminarían, durante un otoño trepidante, con la caída del Muro de Berlín. El sólido hormigón del Muro parecía consagrar los acuerdos firmados en Yalta y Postdam, tras la II Guerra Mundial: se había convertido en el símbolo tangible del "telón de acero" que dividió una ciudad y dos mundos durante 28 años.

Aquel verano de 1989, Hungría -la primera en rebelarse y ser aplastada en 1956- ya emprendía una senda socialdemócrata, después de celebrar elecciones libres. Checoslovaquia resucitaba su primavera pisoteada en 1968. Y Polonia y su Solidaridad se alejaban también del comunismo. Numerosos ciudadanos de la RDA (República Democrática Alemana) decidieron veranear con voluminosos equipajes para, en realidad, escapar -por algunas vías expeditas- a Austria. La libertad, como caudal incontenible, encontraba una vía para fluir: la que terminaría por arrastrar un muro de cimientos podridos.

El periodismo permite en momentos excepcionales ser testigo directo de la Historia. Así ocurrió cuando, en el otoño de hace 20 años, los miembros de un equipo de Informe Semanal de TVE llegamos a Berlín la víspera de un acontecimiento no previsto. El Checkpoint Charlie nos recibió como escenario perfecto de la guerra fría: noche, niebla, rígidos policías grises, silencio despoblado. Al día siguiente, los berlineses del Este, hasta entonces sufridos y disciplinados, bullían en corrillos. Su principal queja era la falta de libertad para viajar, para leer y hablar sin cortapisas. En murmullos condenaban la rigidez del sistema y las ideas anquilosadas de los dirigentes de la RDA. La oposición -pacífica- se había ido multiplicando de forma exponencial desde el verano. De apenas unas decenas de manifestantes se había pasado a medio millón. Y el éxodo registraba ya 200 huidos por hora.

Los dirigentes de la Alemania del Este habían pedido ayuda a los rusos. Gorbachov fue diáfano: "El Ejército soviético no actuará contra la población". ¿Qué solución cabía? ¿Una masacre? Egon Krentz, el entonces presidente de la RDA, lo consideró como opción, según declararía después.

Detrás del Telón de Acero había un mundo desconocido -y aún mitificado por algunos- por descubrir. Alemania Oriental era su supuesta joya económica, pero en las fruterías sólo se vendían coles; los cosméticos se envasaban en botes de detergente, o así lo parecía; los maniquíes de los grandes almacenes remitían a 20 años atrás. El popular Trabant, coche de cartón plastificado, se orillaba en las calles sin repuestos para sus averías. Únicamente una fábrica nos franqueó la entrada al equipo de televisión. Elaboraba material para endoscopias: su maquinaria parecía datar de los años cincuenta. El Muro se caía solo... por consunción.

El día 9 de noviembre, tras unas horas de confusión, un informador envió esta noticia a su agencia: "El muro de Berlín se ha abierto". No era así. Todavía no. A las 18.57 había comenzado lo que el embajador español Álvarez de Toledo denominó "cadena de malentendidos".

La televisión germano-occidental dio la noticia en su informativo de noche, visible en el Este. El paso del puente de Bornholmer se ubicaba a pocos pasos de la Embajada española, donde nos encontrábamos el equipo de TVE. Fuimos hacia allí: unas 50 personas curioseaban y no ejercían presión alguna. Un policía abrió la puerta y dijo: "Pueden pasar". Eran las 21.12. Al otro lado, los germano-occidentales aguardaban con champán. Estalló el júbilo, los abrazos, las lágrimas, aunque persistía el temor. Poco después, mareas humanas rodearon el Muro, muchos llevaban picos para derribarlo, otros trepaban para cruzarlo, ya sin el miedo a ser ametrallados.

Apenas un año después, las dos Alemanias se reunificaron. Berlín ya era una sola ciudad con sello occidental. En el Este las fruterías ofrecían un vergel, marcas cosméticas internacionales poblaban los escaparates, coches japoneses transitaban por las calles y los maniquíes vestían a la última moda, rejuveneciendo dos décadas. Máquinas expendedoras de caramelos y coloridos juguetes adoctrinaban a los niños en la sociedad de consumo. Precios del Oeste, sueldos del Este, un tercio inferiores. Había nacido una nueva ambición: el dinero.

Hoy, en el puente de Bornholmer una placa certifica que allí fue donde primero se abrió el Muro. Piquetas y grúas han remodelado el urbanismo de Berlín, una ciudad que emana paz, sosiego y saber vivir. El paro aún golpea más al Este que al Oeste, pero, salvo algunos nostálgicos, los germano-orientales eluden enjuiciar la sociedad capitalista que les anexionó. "Sí, compensa", dice Cristiane Bauer, profesora de alemán. "La libertad es esencial. No me interesa disponer de 15 tipos de fruta, pero sí de la libertad de poder expresarme, viajar, leer lo que quiero y vivir a mi modo. Sólo echo de menos la solidaridad que teníamos entre todos".




Y el vigilante saltó...




"POR QUÉ CAYÓ EL MURO", por Ignacio Sotelo
EL PAÍS - Internacional - 06-11-2009

El sábado 31 de octubre, ante 1.800 invitados, la Fundación Konrad Adenauer conmemoró "la caída del Muro y la reunificación de Alemania". Intervinieron los tres protagonistas, George Bush senior, Mijaíl Gorbachov y Helmut Kohl. Aunque la unificación de Alemania no hubiera ocurrido sin la caída del Muro, para valorar el mérito de cada uno es preciso distinguir ambos acontecimientos que tuvieron causas, y sobre todo dinámicas, muy distintas.

Sin que nadie lo planeara, la apertura del Muro resultó de una serie de circunstancias, tan fortuitas como imprevisibles. Empero el factor decisivo fue la política de "restructuración y transparencia" que Gorbachov esbozó para sacar a la Unión Soviética de la profunda crisis en que se debatía, que la presión armamentística de la América de Reagan había exacerbado al máximo.

Una reforma radical de todo el sistema tenía que empezar por desprenderse de la pesada carga que para la Unión Soviética representaban los Estados socialistas. La gran paradoja era que la integración económica en el Consejo de Ayuda Económica Mutua (Comecon) los países del Este la percibían como una dura imposición de la potencia hegemónica, y ésta la sentía como una carga cada vez más gravosa. Una reestructuración profunda del sistema (perestroika) exigía detectar (glasnost) la dura realidad que la propaganda ocultaba desde siempre.

Una operación que pusiese en evidencia los males del sistema sólo podría tener éxito si cada país la realizaba por su cuenta. En el verano de 1989 Gorbachov no dejó la menor duda de que la Unión Soviética no iba a intervenir en las cuestiones internas de sus aliados. Aunque esta declaración en cada país repercutió de forma distinta, como era de esperar, la tónica general fue evitar que la transparencia llegase a poner en cuestión a los gobernantes.

En la República Democrática Alemana, por ser parte de una nación dividida, las reformas que demandaba Gorbachov comportaban mucho mayor riesgo. Las esperanzas que levantaba la política de Gorbachov, junto con el empeño de Honecker de impedir cualquier movimiento de renovación, provocaron el que una población que se sentía protegida, incluso animada por la Unión Soviética, se distanciara a gran velocidad del aparato estatal.

Después de semanas de manifestaciones, la ruptura se produjo el 7 de octubre, cuando con la presencia de Gorbachov, de los jefes de Estado de los países del bloque oriental, autoridades de la República Democrática Alemana y cuerpo diplomático, se celebraba el baquete oficial del 40º aniversario de la fundación de la República Democrática Alemana. Poco antes de que una manifestación de apoyo a Gorbachov pudiera rodear el Palacio de la República, los servicios soviéticos de seguridad decidieron sacarlo de la sala. Los de los otros jefes de Estado tampoco podían tolerar el menor riesgo, así que uno tras otro abandonaron el edificio, quedando tan sólo las autoridades germano-orientales y el cuerpo diplomático. Se hizo visible la soledad del régimen. Unos días más tarde, el 18 de octubre, se obligó a dimitir a Honecker.

El Muro cae por la política de Gorbachov que abre la perspectiva de un socialismo distinto y sobre todo la puerta a los que quieran salir. En los primeros siete meses de 1989 se autorizó a 48.000 personas a abandonar la República Democrática Alemana y 9.000 lo consiguieron de manera ilegal. Estas concesiones no hicieron más que aumentar el número de los que intentaban escapar. Cientos se refugiaron en las embajadas alemanas occidentales de Varsovia, Praga y Budapest. Para aliviar la situación, en el verano de 1989 no hubo otro remedio que abrir la frontera entre Hungría y Austria.

En la caída del Muro confluyen dos políticas opuestas, la de la renovación y la de impedir a todo trance cualquier cambio o concesión. De forma muy diferente hubieran ocurrido las cosas si dos o tres años antes Honecker hubiera impulsado las reformas pertinentes. Gorbachov, creando las condiciones que lo hicieron posible, y Honecker, al oponerse al menor cambio, fueron los artífices de la caída del Muro. La unificación, en cambio, ya fue obra casi personal de Gorbachov y Kohl. Una vez que la Unión Soviética aceptó que la Alemania unida permaneciese en la Alianza Atlántica, condición que Estados Unidos había exigido siempre, el mérito de Bush consistió en no oponerse, como le pedían Francia y Reino Unido.




... y el Muro se cayó




"20 AÑOS DESPUÉS DEL MURO LA HISTORIA CONTINÚA", por Mijail Gorbachov
EL PAÍS - Opinión - 05-11-2009

Veinte años han pasado desde la caída del Muro de Berlín, uno de los símbolos vergonzosos de la guerra fría y de la peligrosa división del mundo en bloques y en esferas de influencia enfrentadas. El periodo actual nos permite observar aquellos acontecimientos y formarnos una opinión menos emocional y más racional.

La primera observación optimista es que el anunciado fin de la Historia no se ha producido en absoluto. Pero tampoco ha llegado lo que los políticos de mi generación confiaban sinceramente que ocurriría: un mundo en el cual, con el fin de la guerra fría, la humanidad podría finalmente olvidar la aberración de la carrera armamentista, de los conflictos regionales y de las estériles disputas ideológicas y entrar en una suerte de siglo dorado de seguridad colectiva, uso racional de los recursos, fin de la pobreza y la desigualdad y restauración de la armonía con la naturaleza.

Otra consecuencia es la interdependencia de importantes aspectos que tienen que ver con el sentido de la existencia de la humanidad. Esta interdependencia no se da sólo entre los procesos y hechos que ocurren en los diferentes continentes, sino también en el vínculo entre los cambios en las condiciones económicas, tecnológicas, sociales, demográficas y culturales de miles de millones de personas. La humanidad ha comenzado a transformarse en una civilización única.

Al mismo tiempo, la desaparición del llamado telón de acero y de las fronteras ha yuxtapuesto no solamente a aquellos países que hasta hace poco representaban diferentes sistemas políticos, sino también a civilizaciones, culturas y tradiciones.

Los políticos del siglo pasado podemos estar orgullosos de haber evitado el peligro de una guerra termonuclear. Sin embargo, para millones de personas el mundo no se ha convertido en un lugar más seguro que antes. Innumerables conflictos locales y guerras étnicas y religiosas han aparecido en el nuevo mapa de la política mundial. Una prueba evidente del comportamiento irracional de la nueva generación de políticos es el hecho de que los presupuestos de defensa de muchos países, grandes o pequeños, son ahora mayores que durante la guerra fría, así como que los métodos represivos son una vez más el medio general para resolver conflictos y un aspecto común y corriente de las actuales relaciones internacionales.

Desafortunadamente, a lo largo de las dos últimas décadas el mundo no se ha vuelto un lugar más justo: las disparidades entre la pobreza y la riqueza incluso se incrementaron, no sólo en los países en desarrollo, sino también dentro de las propias naciones desarrolladas. Los problemas sociales de Rusia, como en otros países poscomunistas, son una prueba de que el simple abandono de un modelo defectuoso de economía centralizada y de planificación burocrática no es suficiente para garantizar tanto la competitividad del país en una economía globalizada, como el respeto por los principios de la justicia social.

Deben añadirse nuevos desafíos. Uno es el terrorismo, convertido en la "bomba atómica de los pobres", no sólo en sentido figurado sino en sentido literal. La incontrolada proliferación de las armas de destrucción masiva, la competencia entre los antiguos adversarios de la guerra fría para alcanzar nuevos niveles tecnológicos en la producción de armas, y la emergencia de nuevos pretendientes a desempeñar un papel protagonista en un mundo multipolar, incrementan la sensación de caos que está afligiendo a la política global.

El verdadero logro que podemos celebrar es el hecho de que el siglo XX marcó el fin de las ideologías totalitarias, en particular las inspiradas en creencias utópicas. Pero pronto resultó evidente que también el capitalismo occidental, privado de su viejo adversario histórico e imaginándose a sí mismo como el indiscutible ganador histórico y la encarnación del progreso global, puede conducir a la sociedad occidental y al resto del mundo a un nuevo y ominoso callejón sin salida.

En este marco, la irrupción de la actual crisis económica ha revelado los defectos orgánicos del presente modelo occidental de desarrollo impuesto al resto del mundo como el único posible. Asimismo, demuestra que no solamente el socialismo burocrático sino también el capitalismo ultraliberal tiene la necesidad de una profunda reforma democrática y de la adquisición de un rostro humano, una suerte de perestroika propia.

Hoy en día, mientras dejamos a las espaldas las ruinas del viejo orden, podemos pensar en nosotros mismos como activos participantes en el proceso de creación de un mundo nuevo. Muchas verdades y postulados considerados indiscutibles (tanto en el Este como en el Oeste) han dejado de serlo. Entre ellos estaban la fe ciega en el todopoderoso mercado y, sobre todo, en su naturaleza democrática. Había una arraigada creencia de que el modelo occidental de democracia puede ser difundido mecánicamente a otras sociedades cuyas experiencias históricas y tradiciones culturales son diferentes. En la situación presente, incluso un concepto como el del progreso social, que parece ser compartido por todos, necesita una información más precisa y una redefinición.




...y la libertad llegó




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viernes, 6 de noviembre de 2009

La nueva presidencia de la UE

Mapa de la Unión Europea




Resulta complicado establecer paralelismos entre algunas de las instituciones creadas por el nuevo Tratado de la Unión Europea, definitivamente aprobado en estos días, y las de un Estado nacional.

Por poner ejemplos: el órgano legislativo de la Unión, bicameral, está conformado por el Parlamento Europeo, propiamente dicho, elegido por los ciudadanos europeos, y por el Consejo de la Unión, conformado por representantes de los gobiernos de los Estados miembros.

Pero es que resulta que ese mismo Consejo de la Unión, ejerce también funciones ejecutivas, que comparte, aunque diferenciadas en cuanto a sus competencias, con la Comisión Europea, que sí es el órgano ejecutivo ordinario de la Unión.

El órgano judicial es el Tribunal de Justicia de la Unión, que engloba varios tribunales. Como órganos independientes podemos citar al Tribunal de Cuentas de la Unión y el Banco Central Europeo. Y como órganos asesores el Comité Económico y Social y el Comité de las Regiones de la Unión, compuestos por representantes elegidos por los Estados miembros.

Más complejo resulta el intento de explicar la función del Consejo Europeo como institución de la Unión. Lo más fácil sería compararlo con una Jefatura del Estado (Monarca o Presidente de la República), colegiada, eso sí, de un Estado nacional, con la salvedad de que, aunque como ésta carezca de facultades ejecutivas, sus funciones no son meramente representativas sino que lo convierten en el órgano impulsor por antonomasia de la Unión.

Y, entonces, ¿cuál es la función del nuevo presidente del Consejo Europeo creado por el Tratado de Lisboa? Según el propio Tratado, su función es la de garantizar la preparación y continuidad de la labor del Consejo y favorecer la búsqueda del consenso entre sus miembros. No es mucho, pero tampoco es algo intrascendente, pues dota de permanencia y cabeza visible al Consejo y la propia Unión.

Descartada prácticamente ya la candidatura oficiosa del ex-primer ministro británico Tony Blair, una propuesta que era una auténtica afrenta a la Unión y a todos aquellos que creemos en ella, la actual presidencia sueca del Consejo ha anunciado que ya está trabajando en la búsqueda de nombres para proponer, tanto para la presidencia, como para ocupar el puesto de Alto Representante de la Política Exterior y de Securidad de la Unión, auténtico Ministro de Asuntos Exteriores europeo, y además vicepresidente de la Comisión y Secretario General del
Consejo Europeo.

La búsqueda de nombres no ha hecho más que empezar, pero algunos ya comienzan a poner "los puntos sobre las íes". Por ejemplo, el Secretario de Estado para Asuntos Europeos francés, Pierre Lellouche, vino a decirles a los conservadores británicos, y a su líder, David Cameron, que no pueden seguir jugando al gato y al ratón con las instituciones de la Unión, que eso se acabó, y que tienen que decidir: "que o lo toman o lo dejan".

Por su parte, el insigne catedrático y sociólogo norteamericano Norman Birnbaum, profesor emérito del Law Center de la Universidad de Georgetown, en Washington (DC), profundo admirador de Europa y de las instituciones europeas, publicaba un importante artículo ("La elección del nuevo presidente europeo", El País, 04/11/09) en el que desgranaba los problemas y dificultades a los que habrá de enfrentarse el titular de esa nueva presidencia europea, entre otras, las múltiples y estrechas relaciones entre Estados Unidos y Europa en un plano de igualdad y tomando ejemplo uno de la otra.

El nuevo Tratado de la Unión, con las modificaciones introducidas por el Tratado de Lisboa, puede descargarse en formato "pdf" en la siguiente dirección electrónica:

http://bookshop.europa.eu/eubookshop/download.action?fileName=FXAC08115ESC_002.pdf&eubphfUid=575504&catalogNbr=FX-AC-08-115-ES-C

Espero que les resulten interesantes los artículos mencionados, que más adelante reproduzco. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Fredrik Reinfeldt, presidente de turno del Consejo de la Unión




"GRAN BRETAÑA Y LA UNIÓN" (de Agencias)
EL PAÍS - Internacional - 05-11-2009

El líder del Partido Conservador británico, David Cameron, presentó ayer un conjunto de propuestas para contentar al ala más euroescéptica de su grupo por su decisión de no convocar un referéndum sobre el Tratado de Lisboa, con el argumento de que éste ya estará en vigor en el caso de que alcanzaran el poder en las elecciones generales de la próxima primavera.

Como se esperaba, Cameron se ha comprometido a presentar una propuesta en el Parlamento para que a partir de ahora sea obligatorio que cualquier cesión adicional de soberanía a Bruselas sea aprobada por los británicos en referéndum. Su propuesta rompe una larga tradición de su propio partido, que jamás convocó una consulta para ratificar anteriores tratados europeos. Ni siquiera cuando Reino Unido ingresó en el club europeo de la mano del conservador Edward Heath, en 1973, se convocó un referéndum, aunque dos años después el laborista Harold Wilson sí lo hizo para ratificar la permanencia.

Cameron presentará también una propuesta de Ley de Soberanía de Reino Unido para dejar claro que la última autoridad en el país reside en el Parlamento, al estilo, dijo, de lo que ocurre en Alemania.

También pedirá la devolución de poderes transferidos a Bruselas en tres áreas: política social y empleo, la Carta de Derechos Fundamentales y justicia criminal. Si no logra esa devolución, amenazó con convocar un referéndum sobre “un paquete más amplio de garantías para proteger nuestro sistema democrático de toma de decisiones, aunque permaneciendo, por supuesto, como miembros de la Unión Europea”. Esa consulta se haría en un eventual segundo mandato de los tories.

El secretario de Estado francés para Asuntos Europeos, Pierre Lellouche, acusa hoy al Partido Conservador británico de "castrar" con su "autismo" al Reino Unido en relación con la Unión Europea (UE).

En unas declaraciones al diario The Guardian, Lellouche afirma que son "de pena" los planes anunciados el miércoles por el líder tory, David Cameron, para el caso de ganar las elecciones generales del próximo año, y predice que no van a prosperar.

"Los tories no tienen más que una sola frase, que no dejan de repetir. Dan una extraña sensación de autismo", afirma el político francés, considerado, sin embargo, como uno de los miembros más anglófilos del Gobierno de Nicolas Sarkozy.

El miércoles, Cameron anunció en Londres su nueva estrategia para Europa tras la renuncia de su partido a organizar un referéndum sobre el Tratado de Lisboa como había prometido. Cameron habló en cambio de intentar recuperar una serie de competencias en materia de legislación laboral y social que ahora corresponden a la UE, aunque explicó que no se haría de forma inmediata y que las negociaciones podrían durar hasta cinco años.

Ese compromiso no fue suficiente para el eurodiputado tory Daniel Hannan, que renunció ayer mismo a su puesto de portavoz en la UE para asuntos legales de los tories y dijo que luchará por que se organicen referendos que permitan a este país gobernarse a sí mismo.

Sin ambages diplomáticos, Lellouche afirma en su entrevista con The Guardian que "es muy triste ver a un país europeo tan importante aislarse del resto y desaparecer del radar". "Están
haciendo lo que han hecho en el Parlamento Europeo. Han castrado básicamente la influencia británica", dice el político francés en referencia a la decisión de los tories de abandonar el Partido Popular Europeo para aliarse con pequeños grupos de la Europa central y del Este más a la derecha.

Según Lellouche, los conservadores británicos no lograrán apoyo para ese plan: "Nadie va a dedicarse en muchos años a revisar (los tratados). Nadie va a volver a jugar con lasinstituciones. Van a decirles que o lo toman o lo dejan, y (los 'tories') deberían tener la honradez de reconocerlo".

Para el político francés, es el momento ahora de presentar una Europa unida ante los desafíos que se presentan en materia de comercio, de cambio climático y otros. "Si no estamos unidos, nos van a marginar. Ningún país, sea grande o pequeño, puede actuar solo". Y (Reino Unido) se arriesga a la marginación, a la irrelevancia", agrega Lellouche.





JM Durao Barroso, presidente de la Comisión europea




"LA ELECCIÓN DEL NUEVO PRESIDENTE EUROPEO", por Norman Birnbaum
EL PAÍS - Opinión - 04-11-2009

La costumbre estadounidense de dar consejo a quienes no lo han solicitado parece incurable... En su visita a Islamabad, la secretari de Estado Clinton empleó un tono condescendiente para hablar del país. Los europeos (recordemos "euroesclerosis" y "la vieja Europa") han soportado durante años la arrogancia de nuestras élites, mucho menos excusable que la ignorancia y los prejuicios de nuestros ciudadanos.

Cierto es que Estados Unidos ha tenido su propia quinta columna: académicos, banqueros, empresarios, generales, funcionarios, políticos y publicistas europeos que respaldan y repiten en todo momento la absurda idea de que poseemos una corrección moral y una sabiduría política incuestionables. ¿Hay alguna posibilidad de que en las elecciones a la Presidencia Europea salga elegido un presidente que incremente la independencia del continente con respecto a EE UU?

Nuestro propio presidente se va pareciendo cada vez más a Gulliver apresado por los liliputienses. Los europeos también padecen esta misma miniaturización política. Los presidentes de gobierno socialistas hicieron muy bien en rechazar la candidatura de Tony Blair. Su inexpugnable fidelidad a EE UU y la seguridad sacerdotal de que hace gala (sobre todo cuando se equivoca) son razones más que suficientes. Sin embargo, parece evidente que los líderes europeos no están buscando grandes talentos para el cargo. La canciller Merkel no designará candidato a Schröder, ni a Steinmeier ni a Steinbrück ni a Fischer. Berlusconi no quiere ni oír hablar de Amato. Sarkozy no oculta que pasa por alto a Aubry, a Strauss-Kahn y a Vedrine. El presidente polaco no propone a su distinguido predecesor, Kwasniewski. Zapatero no menciona a su camarada de partido, González.

El hecho de que el presidente de la Comisión actual sea Barroso, fiel servidor de EE UU y refractario al Estado de bienestar europeo, parecería subrayar la necesidad de nombrar a una figura política relevante, que se atreva a llevar a cabo la modernización del modelo social europeo y a convertir Europa en una fuerza autónoma en la política mundial. ¿Cuándo fue la última vez que se alzó alguna v de peso en Europa para explicarle a EE UU que su obsesión con el "terror", su yihad en el mundo islámico, su hostilidad con Irán, su falta de voluntad para contener a Israel eran desastrosos? Europa, en cambio, acepta un papel subordinado y, a veces, se queja de las consecuencias.

Sería inexacto achacar la crisis financiera sólo al capitalismo americano, pues muchos capitalistas europeos son tan irresponsables, tienen tan poco espíritu social, como sus socios del otro lado del Atlántico. No hace mucho que oíamos a los líderes europeos ensalzar la desregularización y la privatización, como si hubieran estudiado Económicas en la Universidad de Chicago. Sin embargo, cuando las prestaciones del desempleo y los subsidios gubernamentales permiten que algunos de los países de la UE funcione mejor que EE UU, tanto desde el punto de vista económico como desde e social, son muy pocos los que se lanzan a sacar las conclusiones obvias. Una sociedad civilizada no requiere menos intervención económica pública, sino más. El primer presidente europeo será recordado si es capaz de conducir a la UE a un nuevo equilibrio entre el mercado y el Estado. Los jefes de gobierno europeos, sin embargo, debaten el nombramiento de los candidatos desde un punto de vista
partidista, lo que sólo servirá para relegar al nuevo presidente a una oscuridad instantánea.

Grandes corrientes de ideas y prácticas sociales han cruzado siempre el Atlántico en ambas direcciones. El Estado de bienestar estadounidense que construyeron los dos Roosevelt y Wilson le debe mucho al socialismo y a la democracia cristiana europeos. Los Estados de bienestar europeos posteriores a 1945 copiaron, a su vez, el modelo del New Deal. Ahora EE UU atraviesa una crisis. Puede elegir entre ser una sociedad de consumo o un imperio, pero no las dos cosas a la vez.

Puede permitir que se intensifique nuestro terrible darwinismo social o puede construir nuevas instituciones más solidarias. Nuestros recursos intelectuales y morales siguen siendo abundantes, como lo demostró la elección a la presidencia del hijo de un inmigrante africano. No obstante, el temor a verse desposeídos de sus privilegios está profundamente arraigado en muchos de nuestros ciudadanos, y a no ser que reparemos el tejido social, seguirán aumentando los síntomas, cada vez más agudos, de desintegración.

Los presidentes estadounidenses terminan por ser prisioneros de la Casa Blanca, y, aunque inteligente y abierto al mundo, Obama tampoco es una excepción. Gran parte de nuestra élite política es propensa a hacer caso omiso de la experiencia, recuérdese, si no, la discusión sobre Afganistán. Pese a todo, el debate sobre los costes del imperio y el precio del capitalismo sigue adelante. Una Europa más segura de su propia singularidad histórica, más orgullosa de sus
logros poscoloniales, innovadora en sus instituciones sociales y menos complaciente con respecto a sus prácticas democráticas podría ejercer una influencia importante -una vez más- en nuestro futuro. Esperamos que el nuevo presidente europeo sea consciente de que a este lado del Atlántico tiene un electorado moral, y lo esperamos por la cuenta que nos tiene.






Javier Solana, Alto representante para la Política Exterior de la UE




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miércoles, 4 de noviembre de 2009

El llanto de las Musas: In memóriam

Francisco Ayala (1906-2009): Escritor, académico





Claude Levy-Strauss (1909-2009): Antropólogo





José Luis López Vázquez (1923-2009): Actor




Tengo la completa seguridad de que en estos momento las Musas del Olimpo acompañan sus almas en la etérea subida al Parnaso: Francisco Ayala, escritor y académico; Claude Levy-Strauss, antropólogo; y José Luis López Vázquez, cómico (con mayúsculas). Descansad en paz. Sit tibi terra levis: que la tierra os sea leve. (HArendt)




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lunes, 2 de noviembre de 2009

La presidencia española de la Unión




El Edificio "Justus Lipsius", en Bruselas. Sede del Consejo de la Unión




Dentro de 60 días justos España asumirá la presidencia semestral de la Unión Europea. Independientemente de cualquier otra circunstancia o motivación partidista es un hecho importante que puede permitir a nuestro país asumir un protagonismo internacional fuera de los cauces habituales de la diplomacia española y aportar a la resolución de los problemas y relaciones internas y externas de la Unión el enfoque de un país "periférico" que busca su "lugar al sol" y un papel protagonista en el desarrollo de la Unión.

La Fundación CIDOB, creada en su origen (1973) como Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona, tiene por vocación ser un marco de referencia, en el ámbito de los estudios internacionales y del desarrollo, para generar ideas y realizar actividades que concurran a consolidar la conciencia de pertenencia a una comunidad global y a fomentar un mejor entendimiento de y entre las sociedades articulando sus trabajos a través programas -temáticos y geográficos- que se enriquecen de las aportaciones sistemáticas de distintos sectores sociales (académico, político, empresarial, sindical, etc.) y de diversos socios internacionales con la pretensión de contribuir también a la proyección internacional de Barcelona, de Cataluña y de España.

Con esa intención, y en colaboración con el Círculo de Economía de Barcelona, dos instituciones catalanas dedicadas al pensamiento y al debate, el CIDOB acaba de hacer público un documento de reflexiones y propuestas titulado "Un proyecto para Europa: Reflexiones y propuestas para la Presidencia española de la Unión Europea".

La visión de la UE que plantea el documento es el de una Unión fuerte y abierta, capaz de dar soluciones y defender los derechos de su ciudadanía en tiempos de crisis, y a la vez de implicarse en la resolución de los grandes retos globales, y al mismo tiempo servir en lo posible de inspiración a la actuación del Gobierno de España durante el primer semestre de 2010, pero también ir más allá y contribuir a la formulación de una estrategia para España en Europa en los años por venir.

Si lo desean, pueden descargarse dicho documento (tanto en formato "pdf." como de "texto") en la siguiente dirección electrónica:

http://www.cidob.org/es/publicaciones/libros/monografia /un_proyecto_para_europa_reflexiones_y_propuestas_para_la_presidencia_espanola_del_consejo_de_la_union_europea

Espero que su lectura les resulte interesante. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Las 28 banderas de la Unión




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domingo, 1 de noviembre de 2009

Calidad democrática (y III)




"Y nuestra Constitución se llama Democracia porque el poder no está en manos de unos pocos sino de la mayoría" (Tucídides: "Historia de la Guerra del Peloponeso", II, 37)




A pesar de la horrísona algarabía política de la semana que termina reconozco que mi desapego por la mayor parte de los políticos de este país, sin distinción de colores partidistas, no supone desafección hacía la Democracia que les da a ellos y a sus críticos amparo y cobijo.

Es cierto que el sistema político español necesita retoques urgentes en cuanto a su funcionamiento, transparencia y accesibilidad ciudadana, pero son los políticos con su comportamiento los que hacen que el sistema chirríe, y ellos también los que denigran a la democracia y avergüenzan a los ciudadanos que aún creen en eso que se ha venido en llamar virtudes cívicas o republicanas de la política.

Esa es también la opinión del profesor español Ignacio Sotelo (1936) politólogo, escritor, ensayista y catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona y de Ciencias Políticas en la Universidad Libre de Berlín y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, del que sólo he leído su interesante libro "El desplome de la izquierda: modalidades españolas del fin de una época" (Akal, Madrid, 1994), que el pasado día 29 de octubre escribía un muy crítico artículo en el diario El País sobre la clase política española, titulado "El descrédito de la política", que reproduzco más adelante.

Ese mismo día, leía también, y casi por casualidad, en el Boletín núm. 313 de la Fundación "Safe Democracy" (Foro para una democracia Segura) otro demoledor y crítico artículo sobre la política y los políticos italianos, y de paso españoles, europeos y latinamericanos, escrito por el argentino Fabián Bosoer, profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en las Universidades de Buenos Aires y de Belgrano y editorialista de Opinión del diario Clarín de Buenos Aires, escrito con motivo de la conmemoración del centenario, el pasado 18 de octubre, del nacimiento del gran teórico de la Democracia Norberto Bobbio (1909-2004), jurista, filósofo y politólogo italiano, y uno de los más eminentes pensadores de la segunda mitad del siglo XX. Llamado por muchos el «filósofo de la democracia», en materia política Bobbio tendió siempre a la defensa de tres ideales autoimplicativos y que él mismo reconoció expresamente como los de democracia, derechos del hombre y paz. De él he leído con enorme placer su pequeño librito (no por ello menos enjundioso) titulado "Derecha e Izquierda" (Taurus, Madrid, 1998) y consultado numerosas veces y siempre con provecho los dos tomos de su imprescindible "Diccionario de Política" (Siglo XXI, Madrid, 1994), escrito en colaboración con los profesores Nicola Mateucci y Gianfranco Pasquino.

Espero que disfruten de ambos artículos; les aseguro que merecen la pena. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





El profesor Ignacio Sotelo





"EL DESCRÉDITO DE LA POLÍTICA", por Ignacio Sotelo
EL PAÍS - Opinión - 29-10-2009

Uno de los síntomas más preocupantes del estado actual de las democracias es el creciente desprestigio de los políticos, a los que se les considera tan ineptos como corruptos. De poco sirve escudarse en que no todos los políticos son iguales, una obviedad manifiesta, ni advertir de las fatales consecuencias para la estabilidad del orden político establecido, una amenaza que al menos tiene la virtud de mostrar lo hondo que esta opinión ha calado.

Empero, lo más grave de la situación radica en que la clase política esté poco dispuesta y menos capacitada, no ya para enfrentarse, sino ni siquiera para detectar las causas de este desprestigio, cuyas perversas secuelas, por otro lado, a nadie se le ocultan. La mala fama de los políticos, que deteriora ya las instituciones, hunde sus raíces en dos malformaciones propias de las democracias contemporáneas: las competencias del Parlamento en buena parte las ejercen los partidos, y éstos no respetan la democracia interna.

Y de ambas, los ganadores, pero también los perdedores, son los políticos, presos de una aporía de la que no pueden librarse. Su legitimidad proviene de representar al conjunto de los ciudadanos, cuya voluntad soberana expresa el Parlamento; pero, los que deberían actuar según los dictados de su conciencia, según reza la Constitución, poco pueden hacer en este sentido. No sólo los reglamentos regulan el comportamiento de los grupos parlamentarios, sin dejar apenas resquicio para una actuación individual responsable, sino que se trata a los parlamentarios como si hubieran recibido un mandato imperativo que restringe casi por completo su libertad, máxime si en las próximas elecciones pretenden mantenerse en las listas.

El mayor acto de libertad individual que le queda al parlamentario es abandonar el grupo en cuya lista ha sido elegido, una decisión que, no importa cómo la justifique, la opinión pública y los partidos consecuentemente la rechazan por no encajar en el sistema de listas cerradas y bloqueadas, pero sin preguntarse si el principio constitucional de actuar según la propia conciencia no fuese tal vez incompatible con la elección en listas cerradas. Nadie accede al Parlamento por méritos propios -aunque algunos, o muchos, puedan tenerlos-, sino por la voluntad de aquellos que los colocan en la lista en un puesto de salida.

Algunas consecuencias graves, que permanecen en una discreta penumbra, se derivan de este modelo electoral. Una vez que dada la complejidad de las sociedades modernas, el Parlamento no parece el instrumento adecuado para legislar y controlar al Ejecutivo, es perfectamente coherente el que se impida el acceso a los que pretendan responder ante su conciencia. Probablemente, un Parlamento de personas libres,elegidas en virtud de su cualificación y con un apoyo popular individualizado, resultaría ingobernable. Pero ante uno de autómatas, la gente no se libra de la impresión de que se obtendría el mismo resultado, y sobre todo sería más barato, si quedase reducido a las cabezas de grupo, aduciendo cada uno el número de escaños con que cuenta.

Antes de ocupar la secretaría general del partido, en sus muchos años de parlamentario, como la mayor parte de sus colegas, el señor Rodríguez Zapatero no tuvo la menor oportunidad de darse a conocer. Aunque se supone una mayor legitimidad democrática en el representante de la nación que en el que asciende en la jerarquía del partido, únicamente se logra una cierta visibilidad cuando se llega a la cúspide de la organización. La parte más dura, y la decisiva, en la vida de un político se realiza con la mayor opacidad de puertas adentro. Se puede llegar al poder sin haber tenido apenas contacto con el país real y desconociendo por completo lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. A veces ni siquiera se guardan las formas, y el jefe nombra directamente a su sucesor, el "dedazo" que dicen los mexicanos, que practicó tanto González con Almunia, como Aznar con Rajoy.

El que el Parlamento ya no sirva de plataforma para seleccionar a los líderes explica que el debate político, salvo en ocasiones excepcionales, se haya trasladado a los medios. Algunos comentaristas, tertulianos o columnistas, son más conocidos e influyentes que la mayor parte de los parlamentarios. Agazapados en sus escaños y callados como muertos ante escándalos de los que todos hablan, menos ellos, terminan por tragar todo lo que les echen ¿Saben de algún político del PP que se haya posicionado ante las noticias escalofriantes que a diario nos proporcionan los periódicos? En conversaciones privadas, y algunos más privilegiados en los medios, todos expresamos una opinión, menos la inmensa mayoría de los políticos, que se han convertido en los únicos ciudadanos a los que parece que no les concierne nada de lo que sucede.

Callar por miedo a los altos costos personales que habría que pagar si se cumpliera con esta obligación implica un tipo de corrupción que el derecho penal no castiga, pero que fomenta el que se expandan otras formas punibles. Una clase política, dispuesta a asumir sin el menor filtro crítico todo lo que dicte la cúpula, ampara la corrupción, al fomentar el marco de silencio que necesita para reproducirse. Cuando se ha renunciado a manifestar lo que se piensa, echando por la borda principios y convicciones, la única compensación es asegurarse un beneficio personal.

Los políticos que tenemos son producto de los dos hechos enunciados: pérdida de la centralidad del Parlamento, desplazado a mero instrumento de ratificación de lo decidido fuera de su órbita, y el que en los partidos la democracia interna haya quedado reducida a mínimos. Los políticos son los ganadores de esta situación, en cuanto muchos, si otras hubieren sido las vías de acceso, no habrían llegado a los cargos que ocupan, pero también son los perdedores, porque una vez instalados perciben en su propia carne hasta qué punto les perjudica cualquier intento de sobresalir o tan sólo mostrar alguna ambición. El Parlamento, lejos de ser la plataforma en la que poner de manifiesto la valía personal, se rige por la consigna de que "el que se mueva, no sale en la foto".

El desprestigio creciente de los políticos tiene su fundamento en un sistema de selección y promoción que no favorece a los mejores, aunque algunos de primera hayan sabido acoplarse a las condiciones impuestas, conscientes de que no se puede navegar contra viento y marea. A éstos les favorecería un cambio en las reglas de juego, pero la más pequeña innovación que promoviese una mayor competitividad interna no parece viable, al oponerse con gran tesón la cúspide de los partidos.

Aunque seguirá creciendo el distanciamiento de la población ante los políticos, mientras la participación no baje de un 50% y se mantenga una polarización visceral entre las sedicentes izquierda y derecha que refuerza la cohesión interna; mientras que la política social, gobierne el que gobierne, descienda a un ritmo tolerable y se perfeccionen los canales por los que transcurre la corrupción, de modo que los escándalos se dosifiquen en el tiempo, y sobre todo sigamos con una Ley Electoral tan injusta como poco apropiada para restablecer el prestigio de los políticos, me temo que los partidos esperarán a que pase el chaparrón y se apacigüen los ánimos, sin emprender nada que pueda disminuir el poder acumulado.





El profesor Norberto Bobbio





"EL CENTENARIO DE NORBERTO BOBBIO, TAN LEJOS Y TAN CERCA", por Fabián Bosoer
Safe Democracy Foundation - Foro para una Democracia Segura
Boletín núm. 313 - Jueves, 29 de octubre

Las ideas del gran teórico italiano de la democracia contemporánea mantienen su vigencia en el contraste con la galería de escándalos y caricaturas que ofrece la política europea actual, panorama que se replica (claro) al otro lado del Atlántico.

Se cumplieron, el pasado domingo 18, cien años del nacimiento del gran teórico de la democracia y filósofo político italiano Norberto Bobbio. La evocación coincide en estas semanas con los veinte años de la caída del muro de Berlín y subraya, a contraluz, la vacancia actual de grandes pensadores y el marasmo en el que discurre la política europea (y de más allá) entre otras cosas, por la corrosión de las ideologías y los usos y abusos de poder que ganan estado público.

Allí están los italianos, con Silvio Berlusconi -“Il Cavaliere”-, nuevamente en la picota, debatiendo si la anomalía es el decisionismo personalista que él encarna salpicado de promiscuidad desenfadada, o la ingobernabilidad facciosa que, según algunos dicen, sobrevendría si saliera del gobierno. Allí están los franceses, tan lejos del presidente estadista que fue Francois Mitterrand y más cerca de su sobrino, el ministro de Cultura del actual presidente Nicolás Sarkozy obligado a explicar sus preferencias sexuales ante la hija del neofascista Jean-Marie Le Pen. O el propio Sarkozy haciendo gala del más abierto nepotismo en la promoción de su hijo al frente de la administración de la City parisina. Y allí están los españoles, con una oposición conservadora enlodada por el peor escándalo de corrupción, el “caso Gürtel”, que incluye coimas, fraude fiscal, asociaciones ilícitas y festicholas a todo trapo, con prostitución incluida y dirigentes antisemitas. Los vicios privados, en todos estos casos, parecen ocupar la escena ante la escasez de virtudes públicas, o develando la hipocresía de quienes dicen defenderlas.

El panorama de la política europea se replica en la política latinoamericana, con presidencialismos exacerbados, gobernantes devenidos en demiurgos del pueblo, omnipotentes o impotentes; Congresos colonizados por los intereses económicos o políticos de baronías privatizadas o feudos provinciales y crudas disputas de poder revestidas de batallas por las libertades republicanas o la redistribución de la riqueza. Mientras tanto, la utilización del espionaje y los servicios de inteligencia para intimidar y controlar actividades políticas, periodísticas y económicas traspasa la legalidad democrática instrumentando modos de funcionamiento más propios de los regímenes totalitarios.

Viene a cuento, entonces, recordar algunas claves del pensamiento de Bobbio, quien supo explicar la distancia entre las promesas de la democracia y los grises y opacidades del ejercicio del poder. En “El futuro de la democracia” (1984), una de sus obras más conocidas, proponía “hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes intereses”, abriéndose paso “entre la lección de los cínicos y el catecismo de los iluminados”. Primera lección: el paso de aquellos polvos a estos lodos no es el que va de la teoría a la práctica, o de las leyes existentes a su permanente incumplimiento, sino el que va de de una realidad indeseable a otra que mejore un poco las cosas.

Se refiere Bobbio, específicamente, a la democracia como “el gobierno del poder público, en público”. Es el régimen del poder visible y se opone, como tal, a los poderes invisibles y los secretos de Estado en los cuales se suelen escudar los gobernantes y grupos de poder para eludir el control y la evidencia de sus actos.

Aquí la segunda lección: lo que distingue al poder democrático de uno autocrático es que sólo el primero permite formas de “desocultamiento” por medio de la crítica libre y el derecho de expresión de los diversos puntos de vista. En “El pensamiento de Bobbio en la cultura iberoamericana” (Fondo de Cultura Económica, 2006) señalan Alberto Filippi y Celso Lafer que en una época dominada por la paradojal negación de algunos de los pilares conceptuales de la filosofía de este gran pensador –el constitucionalismo republicano, el ejercicio de los derechos fundamentales, el logro y el mantenimiento de la paz, la efectividad de la democracia sustancial y formal- su aplicación representa un desafío ineludible.

Las reflexiones de Bobbio, que murió a los 94 años en el 2004, son siempre un buen ayuda memoria para este tiempo por momentos tan desmemoriado: desconfianza hacia la política demasiado ideologizada que divide el universo en partes que se excluyen mutuamente; defensa del gobierno de las leyes por sobre el gobierno de los hombres, y del espíritu crítico contra los dogmatismos opuestos; elogio de la templanza, entendida no sólo como actitud y comportamiento individuales sino también como categoría política y virtud social: respetar las ideas de los demás, detenerse ante el secreto de cada conciencia, comprender antes de discutir, discutir antes de condenar.




"La Libertad guiando al pueblo" (Eugene Delacroix, 1830)




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lunes, 26 de octubre de 2009

El Blog secreto de "MM"






Siento de veras que el título de mi entrada de hoy haya podido despistar a más de uno y que llegara al blog atraído por la posibilidad de que un servidor de ustedes hubiera podido encontrar la Bitácora secreta de Norma Jean Monterson, más conocida por su nombre artístico de Marilyn Monroe, y trágicamente fallecida (asesinada, dicen algunos) en agosto de 1962 a los treinta y seis años de edad.

Lo siento, no me refería a ella, aunque de haber llevado Marilyn un blog les aseguro que lo hubiera leído con sumo placer. La persona a la que me refiero con las siglas "MM", y que escribió una serie interesantísima de reflexiones personales sobre los más diversos aspectos de la vida y de la sociedad de su tiempo -no en un blog, por supuesto, pues lo hizo a finales del siglo XVI-, fue mi admirado Michel de Montaigne (1533-1592), un humanista francés de noble cuna que fue Juez y Consejero en el Parlamento de Burdeos y alcalde de dicha ciudad.

Sus "Ensayos" (Cátedra, Madrid, 1962), a los que ya he hecho mención numerosas veces, pueden leerse con la misma facilidad y placer que se leen algunos blogs, magistralmente escritos (no como éste, mediocre, que ojean ahora mismo), que pululan por el universo de Internet. No otra cosa que un erudito blog son sus "Ensayos". Y como tantos otros blogs, éste entre ellos, sus autores nos paramos a reflexionar de vez en cuando sobre sobre los "por qué, para qué y para quién" los escribimos.

Dice Montaigne en su Prólogo al Lector: "Es éste un libro de buena fe, lector. De entrada te advierto que con él no me he propuesto más fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a ti, ni mi gloria. No son capaces mis fuerzas de tales designios. Lo he dedicado al particular solaz de parientes y amigos: a fin de que una vez me hayan perdido (lo que muy pronto les sucederá), puedan hallar en él algunos rasgos de mi condición y humor, y así, alimente más completo y vivo, el conocimiento que han tenido de mi persona. Si lo hubiera escrito para conseguir el favor del mundo, habríame engalanado mejor y mostraríame en actitud estudiada. Quiero que en él me vean con mis maneras sencillas, naturales y ordinarias, sin disimulo ni artificio: pues píntome a mí mismo. Aquí podrán leerse mis defectos crudamente y mi forma de ser innata, en la medida en que el respeto público me lo ha permitido. Que si yo hubiese estado en esas naciones de las que se dice viven todavía en la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza, te aseguro que gustosamente me habría pintado por entero, y desnudo. Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro: no hay razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano. Adiós pues; de Montaigne, a uno de marzo de mil quinientos ochenta".

¿Hermoso texto, no es cierto? Pues bien, en el capítulo XXXIX del Libro I de sus "Ensayos", Michel de Montaigne aclara muy bien que, en realidad, todo escritor escribe en verdad para sí mismo, en un doloroso, y a veces narcisista, ejercicio que no llega a "paja mental" pero se le parece. Lo de "paja mental", es lo que nos hacemos la mayoría de los blogueros españoles a juicio de mi también admirado Javier Marías, aunque en este caso concreto piense que se ha pasado tres puertos, pero en fin, es una opinión...

Dice Montaigne sobre esto de los "por qué-para qué-para quién": "Dejad junto a los otros placeres el que nace de la aprobación de los demás; y en cuanto a vuestra ciencia e inteligencia no os preocupéis, que no perderá sus efectos y así valdréis más vos mismo. Acordáos de aquél que cuando le preguntaron para qué se esforzaba tanto en un arte cuyo conocimiento podía llegar a tan poca gente, respondió: Me basta con muy pocos, me basta con uno, me basta con ninguno. Decía verdad: vos y otro compañero sois público suficiente el uno para el otro, o para vos mismo".

Pues, eso; con lo bien que lo dice Montaigne, para qué lo voy a explicar yo... Por cierto, si quieren leer sus "Ensayos", los pueden descargar en esta dirección electrónica; es gratis:

http://www.bibliotheka.org/?/buscar/Montaigne%20Michel%20De/

Estoy seguro de que me lo agradecerán, pero tampoco pasa nada si no lo hacen. Lo interesante es que los lean, sin prisas, saltando de uno a otro, sin orden aparente. Seguro que los disfrutarán. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)




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