LA BUHARDILLA
Alabado sea mi hermano mayor, el chico de diecisiete años que vivió
conmigo en el desván, príncipe exiliado endurecido en el encierro,
áspero, encorvado sobre su tarea nocturna, construyendo un edificio imaginario
en el tablero de dibujo que le dieron en la escuela. Sus herramientas fulguran
bajo la lámpara del escritorio. Es duro como el lápiz que sostiene
dibujando una línea recta a lo largo de su regla.
Príncipe de la torre, joven rey, alabado sea el chico
dispuesto a enfriar su sangre y demorar su corazón. Construye
una estructura con tantas puertas que hay silencio al fin,
y cuando nuestro padre sube pesadamente las escaleras del desván,
él no lo escucha pasar por el pasillo. Mi hermano reconstruye
los cimientos. Levanta una hoja de plástico transparente
para examinar la plomería más de cerca,
—casi no escucha los resortes de mi cama cuando mi padre se sienta —
se pregunta dónde podrá ir la caldera, porque
donde está ahora no sirve. Y no es sino cuando golpeo la puerta
tras el hombre que una vez más baja la escalera a tropezones
que mi hermano aparta la vista de su trabajo. Sé que le duele
levantarse, tocar mi puerta, entrar. Y cuando pone su brazo delgado
sobre mis hombros temblorosos,
no sé si sabe que construye un mundo en el que un día yo pueda amar
a un hombre—Se sienta ahí sin decir nada.
Alabado sea.
Casi no se atreve a rozarme.
MARIE HOWE (1950)
poetisa estadounidense


No hay comentarios:
Publicar un comentario