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lunes, 4 de marzo de 2019

[TEORÍA POLÍTICA] Sobre la política como profesión




La muerte de Sócrates, por Jacques-Louis David (1787)


Cualquier aspirante a “hacer política” debería leer el libro La política como profesión, donde el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) disecciona la ética de la actividad pública y la relación entre pensamiento y acción, escribe el profesor Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona.

Una buena amiga, comienza diciendo Vilanova, adquirió hace pocas semanas la nueva, muy cuidada y reciente edición española del libro La política como profesión y, de regreso a su casa, tuvo tiempo en el transporte público de empezar a leerlo. De hecho, lamentó llegar a su destino tan pronto, porque el texto la atrapó sin remedio. Y no es un texto sencillo. Esta persona llegó desolada, y su comentario fue contundente. La lectura, hoy, de Max Weber y de ese texto en concreto nos da la medida del tiempo intelectual transcurrido desde Weber, del páramo intelectual que muestran nuestras élites políticas, populistas o convencionales, y de la inquietante sensación de que aquellos tiempos no volverán.

Este libro es el resultado de una conferencia pronunciada en Múnich en enero de 1919 y publicada en otoño de ese mismo año. Después de una primera parte dedicada a plantear algo tan esencial para un científico social como es el contexto histórico, el texto analiza la idea de profesión; y la segunda, crucial, tiene que ver con la ética, o si se prefiere, con la ética de la actividad política, la relación entre pensamiento y acción.

Toda forma social conocida a lo largo de la historia ha necesitado —y ha producido— sus formas de dominación política. Para ello, han sido necesarias tres condiciones. La primera es la de las formas de legitimación de dicha dominación política; la segunda, las técnicas y mecanismos que han adoptado dichas formas de dominación para ser efectivas, y la tercera, el papel del individuo —de los individuos— en la gestión de todo ello. La historia del pensamiento político tiene que ver con la triangulación de estas coordenadas. Y releer ahora (2019) a Weber te hace sentir modesto y humilde, porque tienes la sensación de que ya dijo lo esencial de la cuestión.

Difícil decir más en menos espacio, para definir la naturaleza última de la cosa pública. Y como bien dijo en su día Raymond Aron, hay un vínculo importante entre Weber y la sacralización del Estado y sus funciones, así como su teórica “desvinculación” de cuestiones morales o religiosas. Un excelente especialista en Max Weber (en el ámbito académico hispanoparlante), Joaquín Abellán, ha publicado un excelente estudio introductorio sobre Max Weber y en concreto sobre el texto objeto de esta reflexión (Estudio preliminar, en Max Weber. La política como profesión, Biblioteca Nueva, 2018).

Una de las cuestiones más útiles —para un lector no germano parlante— es que nos da algunas aclaraciones sobre el término beruf, concepto alemán de “profesión”. En otras obras traducidas al castellano, otros autores citan este trabajo de Weber con el título de La política como vocación. No es lo mismo, a primera vista y desde el lenguaje común. Afirma Abellán que no es un término nada fácil de traducir, y nos remitimos a su autorizada capacidad para ello: “La traducción castellana de beruf que da título a las conferencias de Max Weber sobre la ciencia y sobre la política no resulta en absoluto fácil, pues estamos ante un término alemán con un contenido conceptual específico que no encuentra un paralelismo exacto en español. La dificultad en la traducción se corresponde precisamente con la constatación de Max Weber de que beruf es un concepto en cuya historia se registra un origen religioso protestante, que no tienen, sin embargo, los términos con que se traduce habitualmente beruf a los idiomas del mundo católico”.

Seguramente aquí está el núcleo esencial de la cuestión, que además nos plantea otra cuestión tradicionalmente olvidada (o tratada de modo muy marginal), cuál es el papel sociológico que han desempeñado las religiones en Europa, desde el punto de vista de la conformación de nuestras diversas culturas cívicas o políticas. En síntesis, y aquí la impronta de Lutero es indiscutible, la dimensión trascendente (religiosa) del trabajo cotidiano de uno es hacerlo bien, con esfuerzo, con integridad, en el seno de la sociedad que es la suya, de acuerdo con el lugar que Dios te ha dado en el mundo. No en un convento, no en una orden religiosa o en un monasterio. Para el protestantismo, debes hacerlo en el mundo como espacio social de tu vida individual.

En el mundo —como contexto social— hay muchas injusticias, el mal existe, no siempre (de hecho muy pocas veces) hacer el bien tiene recompensa. Las propias religiones, como anhelos colectivos, tienen que desenvolverse entre el mal y el bien (que suele ser designado, en términos absolutos, como un Dios justo y todo poderoso). Estamos ante la no-racionalidad el mundo real, y la ética de las convicciones no siempre será suficiente como guía para el político como profesional.

En concreto, no aporta soluciones viables apoyadas en la certeza de la justificación de los medios necesarios para alcanzar los fines deseables, y en relación con el contexto de su tiempo, por supuesto, aparece la cuestión de la violencia, a cargo de quién, para qué fines, y con qué límites. De modo que la “ética de las convicciones” debería ser necesariamente ponderada, en aquellos que optan por la política como profesión, por la “ética de la responsabilidad”, una adaptación de los valores “absolutos” a los límites de una “realidad” social heterogénea, pragmática.

Como dice Weber: “Nuestros partidos parlamentarios eran y son gremios. Cada discurso que se pronuncia en el pleno del Reichstag ha sido examinado previamente en el partido. Esto se nota en su inaudito aburrimiento”. Por ello, nuestro autor se pregunta por las formas que vayan a adoptar las diversas “profesionalizaciones” que ofrecerá la política en el futuro. Uno está tentado de responder: ahora ya lo sabemos, las que nos vaticinaba Weber pero en mucho peor.

Es cierto que en el terreno de las conclusiones, Weber nos plantea un futuro tan lúcido como tenebroso, a la luz de lo que nosotros ahora sabemos sobre las décadas posteriores a su conferencia: “Lo que tenemos ante nosotros no es la alborada del estío, sino una noche polar de una dureza y una oscuridad glacial…”. “La política (como profesión) significa horadar lenta y profundamente unas tablas duras con pasión y con distanciamiento al mismo tiempo...”. Y muchas más ideas y argumentaciones de enorme valor que Max Weber nos dejó dichas y escritas en 1919. Debería ser de obligado cumplimiento para todo aspirante a “hacer política”, y a optar por “la política como profesión”, leer este texto. Que no cabe en 140 o 280 caracteres.

Dibujo de Enrique Flores



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




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viernes, 30 de junio de 2017

[A vuelapluma] Capitalismo garantizado





El capitalismo políticamente garantizado es aquel en que el Estado protege a algunas empresas, como autopistas, eléctricas o bancos, asumiendo sus riesgos, aprobando regulaciones que les benefician o ignorando abusos. Y las ‘puertas giratorias’ explican solo una parte de esta práctica, dice Carlos Sebastián, catedrático de Teoría Económica de la Universidad Complutense y autor del libro España estancada (Galaxia Gutenberg, 2016), en un artículo de hace unos meses en El País.

La afortunada expresión de Max Weber que encabeza estas líneas, dice Sebastián, —una alternativa a la de capitalismo clientelar— sería aplicable a buena parte del sistema económico español. En este marco institucional, el Estado, o quienes ejercen el poder político de hecho, protege a un determinado número de empresas utilizando distintas vías: asume el riesgo de las empresas, promulga regulaciones que les benefician, hace la vista gorda ante incumplimientos de normas o ante abusos, las favorecen en concursos y adjudicaciones, etcétera. Las consecuencias de estas prácticas sobre la eficiencia productiva, sobre la calidad del emprendimiento y sobre la distribución de la renta son bastante obvias.

Viene a cuenta esta reflexión, sigue diciendo, por la noticia de que el Estado debe compensar a Abertis porque el tráfico en la autopista AP-7 ha sido menor del previsto. Esta asunción del riesgo empresarial por parte del Estado es la consecuencia de un convenio que el Gobierno de Zapatero suscribió con Abertis en 2006, según el cual la empresa realizaba unas inversiones de mejora y el Estado le garantizaba por contrato un flujo de ingresos.

Este potente grupo de concesiones de autopistas se ha visto favorecido por la “garantía” del Estado —por utilizar el término weberiano— antes de su creación, añade. Su antecedente, Acesa —Abertis surgió por fusión de Acesa y Áurea—, incumplió los términos de las concesiones originales (no reinvirtiendo los excesos de beneficios obtenidos), desoyó los requerimientos del Ministerio de Fomento cuando Borrell era ministro (1993), pese a perder sucesivos recursos contra esa resolución, y en 1998 llegó a un acuerdo con el Gobierno de Aznar y con la Generalitat por el que se daban como buenos los incumplimientos anteriores y, como premio, veía extendido el periodo de concesión a cambio de unas muy reducidas rebajas tarifarias. Y en 2006, con otro Gobierno, firmó el citado convenio con el ministerio de Magdalena Álvarez que obliga al Estado a pagar a Abertis unos 1.500 millones de euros.

El convenio parece cerrado de forma tan conveniente para los intereses de Abertis que el Estado tendrá que pagar, así lo acaba de confirmar el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, comenta. Uno no puede evitar recordar los casos Castor y Ferro, en los que empresas del grupo ACS vieron cómo el Estado ha asumido finalmente el riesgo de las inversiones privadas, gracias a sendos contratos técnicamente inmaculados. Resulta llamativo que el Consejo de Estado, una semana antes del decreto que sancionaba el convenio entre Abertis y el Ministerio de Fomento, advertía que este “incluía una peligrosa cláusula de compensación que implicaba la desaparición del riesgo para la empresa concesionaria que se apartaba del principio rector que regulaba las concesiones de autopistas desde 1972”. Advertencia que el Consejo de Ministros desoyó seis días después al aprobar el Decreto 454/2006.

Este caso tan evidente de “capitalismo políticamente garantizado”, señala, dista mucho de ser un hecho aislado. Durante varios años las compañías eléctricas se han beneficiado de que las autoridades hayan mirado hacia otro lado cuando estaban recibiendo una financiación superior a la que les correspondía por la regla implícita en los costes de transición a la competencia —no debían ser compensados cuando el precio era superior a los 36 euros el megawatio hora y lo fueron— y se han beneficiado igualmente de la falta de rigor en la gestión de las concesiones hidroeléctricas —tanto en la determinación del canon como en la (ausencia de) subasta pública cuando se terminaba el periodo de concesión—. También en los términos del decreto de 2015 que estableció el llamado impuesto al sol, que eliminaba la competencia de instalaciones fotovoltaicas y lo hacía especialmente en horas en las que el precio es mayor y el margen de las eléctricas es más elevado.

Y qué decir de los bancos, que, por ejemplo, se han beneficiado de una reforma de ida y vuelta en la libertad del cliente de cambiar de hipoteca, que fue facilitada en 1994, cuando querían entrar de lleno en el mercado hipotecario —dominado por las cajas— y se ha restringido notablemente en 2007, cuando los bancos estaban muy presentes en ese mercado crediticio; o que ven cómo la reclamación de un cliente ante el Banco de España carece de efecto aunque este haya dado la razón al particular, afirma más adelante.

Pero el capitalismo políticamente garantizado no se limita a la protección del Estado a las grandes empresas del Ibex —ni, por cierto, es la consecuencia de que no pocas de esas empresas tengan consejeros con pasado político—, señala. Empresas medianas, coticen o no en un mercado de acciones, reciben trato de favor en concursos, tramitación de permisos y normativas por parte de los distintos niveles de la Administración pública, rehén esta, en muchos casos, de las fuerzas políticas. Hay muchas anécdotas más o menos públicas, pero sería necesario un gran esfuerzo compilatorio para revelar con más nitidez esta realidad clientelar. Sus consecuencias sobre la competencia y sobre la eficiencia son enormes. Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia estima que las malas prácticas en la contratación pública generan un sobrecoste del 25% (un 4,7% del PIB), pero el coste real puede ser mayor por sus efectos sobre la eficiencia productiva.

La existencia de las llamadas “puertas giratorias”, comenta, explica solamente una parte de esta práctica de garantía política a las empresas. Pequeña si limitamos la expresión a la existencia de consejeros de las empresas del Ibex con pasado político. Mayor si lo extendemos a la actividad profesional de los ex altos cargos que, como pone de manifiesto el reciente estudio de la Fundación Hay Derecho, está indebidamente supervisada por la Oficina de Conflictos de Intereses: el hecho de que antiguos altos cargos creen consultoras que asesoran a empresas grandes y medianas es más frecuente de lo que debiera. Otra puerta giratoria de menor intensidad, pero relevante, sería la de abogados del Estado que asesoran a grandes empresas en su relación con la Administración o en los conflictos con ella.

La financiación de los partidos políticos constituiría otro ingrediente de este puzle, concluye diciendo, pero no sé si el conjunto formado por las distintas “puertas giratorias” más las aportaciones a los partidos constituye la razón fundamental de la realidad institucional resumida por la expresión de Weber. Lo cual no quiere decir que no haya que poner coto a esas prácticas.


Dibujo de Eduardo Estrada para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 16 de agosto de 2016

[De libros y lecturas] Hoy, "Los partidos políticos", de Robert Michels



Biblioteca del Real Monasterio del Escorial


Tenía muchos deseos de leer Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, publicado por vez primera en Alemania en 1911 por el sociólogo Robert Michels. El hecho de no haber sido editado nunca en España (después de leerlo casi creo comprender el porqué de tan insólito acontecimiento) y por vez primera en español por la editorial argentina Amorrortu en 1969, dificultaba enormemente el acceso al mismo a través de las bibliotecas públicas. Por fin, gracias a La Casa del Libro en Madrid, me hago con una edición, también de Amorrortu (Buenos Aires, 2008) en dos tomos, que leo, complacido, y como siempre cuando algo me resulta interesante en extremo, de un tirón.

Robert Michels (1876-1936) fue un sociólogo y politólogo alemán especializado en el comportamiento político de las élites intelectuales. Discípulo de Max Weber, nació en Alemania en el seno de una rica familia de mercaderes. Su militancia socialista le impidió ejercer la docencia en Alemania, pero en Italia llegará a ser Doctor y Catedrático en la Universidad de Perugia.

Su obra Los partidos políticos es uno de los textos fundamentales de la sociología política, texto en el que se formula por vez primera la famosa "Ley de hierro de la oligarquía" que afirma (y demuestra) que tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría y que toda organización se vuelve oligárquica por inercia. Todo el mundo cita ahora la ley formulada por Michels, pero como pasa con El Capital de Karl Marx, tengo la sospecha de que nadie lo ha leído. Yo, lo confieso con cierto pudor, tampoco he leído El Capital. 

Escrito inmediatamente antes de los fogonazos de la I Guerra Mundial, dicen los editores en él, que su tono pesimista puede trocarse en el pilar de un tenaz optimismo, porque como el propio Michels advierte, aunque los ideales de la democracia y el socialismo jamás puedan darse por alcanzados, la lucha constante en intentarlos son la única forma de acercarse a ellos.

Para Michels, el mal funcionamiento de las democracias no tiene su origen en un bajo nivel de desarrollo social y económico, una educación insuficiente o el sometimiento de la opinión pública en las sociedades capitalistas a los intereses de las élites financieras. Según él, la oligarquía, es decir, el dominio de un partido, una institución cualquiera o una sociedad por quienes están en la cumbre, es parte intrínseca de las organizaciones en gran escala.

También es suya (pág. 155, tomo II) una frase repetida hasta la saciedad: "La organización política conduce al poder, pero el poder siempre es conservador". El último capítulo del libro lleva el título de "Consideraciones finales". Y en él encontramos afirmaciones como esta: "La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía". Poco más adelante el tono es un poco más optimista: "Sería un error abandonar la empresa desesperada de esforzarse por descubrir un orden social que haga posible la realización completa de la idea de la soberanía popular". La gran tarea de la educación social, dice en los párrafos finales, es elevar el nivel intelectual de las masas para que puedan, dentro de lo posible, contrarrestar las tendencias oligárquicas del movimiento de la clase trabajadora. Los defectos propios de la democracia son evidentes, añade, pero no es menos cierto que tenemos que elegir la democracia como mal menor en cuanto a forma de vida social. Frase que Winston Churchill hizo suya años más tarde al convenir en que "La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando", que pienso compartimos de buena fe todos los demócratas.

Les recomiendo encarecidamente su lectura. Estoy seguro de que no les defraudará. Y también de que les ayudará a ver con cierto distanciamiento (que no quiere decir desinterés) la aparente "riña de gatos" en que se ha convertido la política en España y el mundo occidental en general. Del otro mundo, mejor ni hablamos.


Portada de la edición original de Los partidos políticos", de Michels



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 12 de septiembre de 2013

Cinco años hablando de crisis, y la casa sin barrer...




Max Weber




Hace cinco años justos el Congreso de los Estados Unidos le dijo no al Plan Bush para refinanciar, con dinero público, a las entidades de crédito en estado terminal... El capitalismo ya no es lo que era; y los capitalistas, menos aún... Cuando en 1903 el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) publicó su monumental obra "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" (Alianza, Madrid, 2006), los capitalistas eran de otra ralea: eran gentes duras, éticamente formadas, poco dadas al sentimentalismo, pero que asumían las responsabilidades de sus hechos sin pestañear. Si sus empresas se hundían, ellos se hundían con ellas; como los capitanes antiguos con sus barcos... Hoy, no. Hoy, cuando su mala gestión hunde sus empresas, se marchan tranquilos con indemnizaciones millonarias pactadas y aseguradas de antemano, dejan el embolado a los accionistas después de poner en la calle a la mayor parte de sus empleados, y esperan, tranquilos, que el Estado, ese Estado del que ellos reniegan y se mofan, les saque las castañas del fuego con el dinero de todos...

Ignoro si los huesos de Max Weber se estarán removiendo en su tumba. Espero que no. Pero estoy seguro de que renegaría de esa caterva de indeseables que han dejado el sistema financiero occidental hechos unos zorros... Como decía la escritora Almudena Grandes en un artículo de por aquellas fechas: "Desnudos", nuestros jóvenes neo-liberales se quedaron en pelota picada y con sus vergüenzas colgando al viento, como el emperador del cuento, y deberían haber pagado la vajilla destrozada con sus dineros. ¿Qué quieren que les diga?, ¿qué me alegré?... Pues va a ser que no, pero casi desearía decirles que sí... Al final, unos días después, una amplia mayoría del Senado y de la Cámara de Representantes aprobó la inyección de 700.000 millones de dólares (de dinero público) para reflotar el sistema financiero norteamericano.

Hace ya bastantes años asistí a una reunión de representantes sindicales con un alto ejecutivo de la banca española. Recuerdo que explicó con una curiosa metáfora como funcionaba el sistema bursatil mundial. La Bolsa, decía, y todo el sistema económico y financiero en general, funciona en base a algo tan "sutil" como la confianza. Imaginen, nos contaba, que les ofrecen una caja, cerrada, que contiene lo que, según los expertos, son los mejores vinos del mundo. Y todo ello, por "x" euros, o dólares, o la moneda que ustedes quieran. Es seguro, que en base a la "confianza" que despiertan esos vinos, siempre habrá alguien interesado en pagarle a usted "x" más "n" euros o dólares por la caja. Y que conforme la caja aumente de valor por las sucesivas ventas, seguirá habiendo algún otro comprador dispuesto a ofrecer "x" más "n" más "y" euros o dólares por ella... Así, hasta que la compre alguien que decida abrirla y bebérsela sin ponerla a la venta, y descubra que los vinos que estaban dentro de la caja eran unos vulgares tintorros... El negocio de los vinos (de calidad) se hundirá irremisiblemente... Y todo, por que, un borrachín con dinero prefirió beberse la caja de vinos antes que seguir negociando y ganando dinero con su compra-venta sucesiva...

También por aquellos días el profesor Gabriel Tortellá, catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad de Alcálá, en un artículo titulado "Crisis, ciclos e historia", que todo este asunto de la crisis económica y financiera que aquejaba al mundo occidental le sonaba a historia "deja vu", que estas tremendas fluctuaciones económicas se repiten cíclicamente, y que con un poco más de "memoria histórica" por parte de los responables financieros, económicos y políticos, situaciones críticas como las que estamos viviendo se podían prever, paliar, e incluso, evitar...

En similar sentido, el también ex profesor de la Universidad Libre de Berlín, Ignacio Sotelo, en "Una crisis anunciada", señalaba que todos sabíamos que antes o después llegaría esta crisis, anunciada por economistas ilustres, causada por una desregularización generalizada, que las crisis de los noventa en Asia y América Latina ya pusieron de relieve, y que como no se percibía una alternativa al sistema de producción existente, su desplome se consideraría una catástrofe que habría que impedir a cualquier precio, aunque todos los indicios apuntaban, concluye, a que esta crisis podría conducir al fin de la supremacía económica norteamericana.

Y los de siempre, como siempre, a verlas venir y capear el temporal como podamos... Cinco años hablando de crisis, los responsables de rositas, y la casa sin barrer...

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt




http://www.elpais.com/recorte/20080929elpepivin_2/XLCO/Ges/20080929elpepivin_2.jpg
Romeu (El País, 29/09/08)







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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

lunes, 21 de enero de 2013

La democracia, "resetada"




Viñeta de Forges en "El País"


Decía el sociológo aleman Max Weber (1864-1920) en El político y el científico (Alianza, Madrid, 1967) que hay dos formas de hacer política: una, la de los que viven para la política; otra, la de los que viven de la política. Paradójicamente, Weber piensa que son mucho más importantes los segundos que los primeros. Sobre todo en una democracia representativa como la nuestra, la de la tradición liberal occidental.

Y ahora, un repaso a los críticos. El escritor Javier Marías no se corta un pelo en su desprecio a la clase política. En "Más idiotas de lo que parecen" (El País Semanal, 20/1/2013) centra su crítica en la persona del presidente del gobierno, aunque también mete en la misma cesta al del Tribunal Supremo y a uno de los portavoces del PP. ¿Se pasa? No lo creo, aunque el artículo resulte más sarcástica de lo que es habitual en él.

Otro al que se le ve bastante harto es al también escritor Manuel Vicent en su artículo "Descarga" (El País, 20/1/2013). Pienso, como él, que el gobierno, el partido que lo sustenta, y la clase política en general, están jugando con fuego y que esto puede estallar en cualquier momento. El problema no es que se quemen ellos -la pandilla de sirvergüenzas que han engolfado el país, la democracia y la política- en la explosión, el problema es que podemos arder todos.

Mal, muy mal está la situación cuando un profesor tan prestigioso y siempre ponderado como Fernando Vallespín, en su "Sin palabras" (El País, 17/1/2013) se ve empujado a escribir tan durísimo alegato y solicitar el "reseteo" o reinicio de la democracia española y la necesidad imperiosa de un nuevo pacto constitucional.

Jesús Ferreiro, otro escritor, le canta las cuarenta en "¿Liberalismo o barbarie?" (El País, 18/01/2013) a la "casta financiera" y se pregunta que tiene o le queda de "liberal" y si veremos alguna vez a algún banquero en la cárcel. Tengo la impresión de que no. Y no me pregunten la razón de mi escepticismo; hoy no tengo excesiva predisposición al chiste fácil.

Y sobre el sentido de la palabra "liberal" en política y en economía, palabra -por cierto- de origen español, escribe también Álvaro Delgado-Gal. Lo hace en "Neoliberalismo y corrupción" (Revista de Libros, enero/febrero 2013) un documentado artículo que, dada la nula predisposición del autor hacia la "izquierda", resulta doblemente esclarecedor para comprender las falacias del neoliberalismo rampante que nos está asfixiando.

Termino haciendo mención, rápida, al vídeo con el que acompaño la entrada, un reportaje del grupo "Democracia 4.0" sobre las virtudes de la democracia participativa a través de las redes sociales e Internet.

Personalmente no tengo excesiva confianza en esas presuntas virtudes de la democracia en red como medio de participación política, si es que con ello se pretende sustituir la democracia representativa y parlamentaria. Hace ya un tiempo, en un libro que ha merecido la consideración de convertirse en un clásico de la ciencia política (La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona, 1993) el profesor Robert A. Dahl (1915), quizá el mayor estudioso de la democracia del siglo XX dedicó el último capítulo del mismo a formular un bosquejo de iniciativas sobre como podría ser la democracia del mañana en un país democráticamente avanzado.

En base a lo expuesto por Dahl en el libro citado, pienso que una fórmula mucho más factible de democracia participativa que la defendida por los partidarios de la democracia "directa" en red podría ser la de la constitución de "consejos populares" de entre cincuenta y cien personas, elegidos por sorteo entre los ciudadanos mediante un procedimiento similar al de los jurados,  a los que el gobierno debería someter obligatoriamente antes de su envío al parlamento las bases de cualquier proyecto legislativo, para que en audiencias públicas y con participación de representantes de todos los grupos políticos dichos consejos dictaminaran, aunque los dictámenes no fueran vinculantes para el parlamento, sobre su oportunidad y conveniencia.

Post scríptum 1: El País de hoy aporta al debate que nos ocupa un interesante artículo titulado "¿Qué hacer con la corrupción?" , escrito por los  los profesores  José Antonio Gómez y César Molinas, en el que se insta a la elaboración de una nueva ley de partidos políticos, similar a la alemana, que les obligue a la transparencia económica y la democracia interna, arrebantando el omnímodo poder de sus dirigentes y devolviéndolo a los militantes, simpatizantes y votantes de los mismos. ¿Necesario?, sí, por supuesto. ¿Difícil?, también; pero no imposible. Se lo recomiendo.

Post scríptum 2: "Resetear" no es palabra española aceptada, aún; de ahí el entrecomillado. Reiniciar sería el término más correcto en nuestro idioma, pero la he conservado en el título de la entrada porque es así como la cita el profesor Vallespín en su artículo.

Post scríptum 3: Termino por hoy con este artículo de la escritora Lucía Etxebarría titulado "¿Rajoy es tonto y analfabeto?" (Revista Digital AllegraMag, 20/1/2013) en el que la afamada novelista nos anima a difundir lo que a estas alturas es un secreto a voces, que el señor presidente del gobierno, don Mariano Rajoy, y el partido que lo sustenta son, además de unos incompetentes manifiestos, unos sinvergüenzas, cínicos e hipócritas sin remedio. Nada nuevo...

Y sean felices, por favor, a pesar de las dificultades y del gobierno que padecemos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt










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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

martes, 30 de septiembre de 2008

Y el Congreso dijo no...

Y el Congreso dijo no..., al Plan Bush... El capitalismo ya no es lo que era; y los capitalistas, menos aún... Cuando en 1903 el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) publicó su monumental obra "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" (Alianza, Madrid, 2006), los capitalistas eran de otra ralea: eran gentes duras, éticamente formadas, poco dadas al sentimentalismo, pero que asumían las responsabilidades de sus hechos sin pestañear. Si sus empresas se hundían, ellos se hundían con ellas; como los capitanes antiguos con sus barcos... Hoy, no. Hoy, cuando su mala gestión hunde sus empresas, se marchan tranquilos con indemnizaciones millonarias pactadas y aseguradas de antemano, dejan el embolado a los accionistas después de poner en la calle a la mayor parte de sus empleados, y esperan, tranquilos, que el Estado, ese Estado del que ellos reniegan y se mofan, les saque las castañas del fuego con el dinero de todos...

Ignoro si los huesos de Max Weber se estarán removiendo en su tumba. Espero que no. Pero estoy seguro de que renegaría de esa caterva de indeseables que están dejando el sistema financiero occidental hechos unos zorros... Como dice la escritora Almudena Grandes: "Desnudos" (El País, 29/09/08), nuestros jóvenes neo-liberales se han quedado en pelota picada y con sus vergüenzas colgando al viento, como el emperador del cuento, y deberían pagar la vajilla destrozada con sus dineros. ¿Qué quieren que les diga?, ¿qué me alegro?... Pues va a ser que no, pero casi desearía decirles que sí... Sean felices, si pueden... (HArendt)





http://www.elpais.com/recorte/20080929elpepueco_5/XLCO/Ies/20080929elpepueco_5.jpg
Pánico en Wall Street




"La Cámara de Representantes rechaza el plan de rescate financiero". (Agencias)

Bush reúne de urgencia con sus asesores y promete que su Gobierno "atajará la situación económica de frente".- Los partidarios del 'no' ganan la votación en la Cámara de Representantes por 228 a 205 votos.- Líderes republicanos y demócratas preparan una nueva votación.-El Dow Jones sufre la mayor caída en puntos de su historia, cercana al 7%

La Cámara de Representantes de EEUU ha rechazado el plan de rescate presentado por Bush para superar la delicada situación financiera por 225 votos en contra y 208 a favor. La decisión ha tenido un efecto dramático en los mercados. El Dow Jones, el índice de referencia de la bolsa neoyorquina, ha cerrado con una caída del 6,98%, la mayor caída en puntos en toda su historia.

La votación se ha congelado, en un momento de gran tensión, cuando se ha agotado el tiempo y registraba 226 votos en contra y 207 a favor. La reanudación sólo ha servido para certificar la derrota de la quienes apoyaban la propuesta. El presidente de la Cámara ha prolongado unos segundos la ceremonia de cierre de la sesión, mazo en el aire incluido, para dar la oportunidad a algún congresista de cambiar su voto: sólo uno lo ha hecho.

El plan había sido recibido con escepticismo por congresistas de ambos partidos, pero la oposición más recalcitrante se ha producido dentro de las filas del republicanismo más conservador. En lo que los analistas consideran ya un "naufragio político", uno de cada dos republicanos ha votado en contra, aunque también hay alrededor de 90 demócratas que tampoco han apoyado el plan.

Líderes de ambos partidos preparan ahora una nueva votación para intentar a toda costa que se apruebe, según anuncia The New York Times. Por su parte, el presidente George W. Bush, ha asegurado que se encuentra "muy decepcionado" por el rechazo del plan y ha reunido de urgencia a sus asesores para determinar los próximos pasos a dar.

En unas breves declaraciones junto al presidente de Ucrania, Víktor Yúschenko, Bush ha afirmado que este lunes mismo se reunirá con su equipo económico para determinar cuáles son los próximos pasos a seguir. Asimismo, indicó, también se reunirá con los líderes del Congreso para determinar "el camino adelante". No obstante, el presidente estadounidense ha prometido que él y su Gobierno "atajaremos la situación económica de frente" para afrontar una crisis financiera que se presenta como la más grave desde la Gran Depresión".

Por su parte, el candidato presidencia demócrata, Barack Obama, ha subrayado la importancia de que los estadounidenses y los mercados financieros mantengan la calma en estos momentos y se ha mostrado "confiado" en que al final se apruebe el plan. "Las cosas nunca han sido relajadas en el Congreso", ha concluido.

El Dow Jones se ha hundido durante la votación y ha cerrado y ha cerrado la sesión con una pérdida de 777.68 puntos, la mayor de la historia, y una bajada del 6,98%. Minutos antes de las 20.00, perdía un 4,37% y ha seguido cayendo una vez que se ha conocido el resultado de la votación hasta el cierre. Las bolsas de todo el mundo han vivido una jornada de pérdidas ante la posibilidad de que no se aprobase el plan.

El líder de los republicanos, John Boehner, culpa del fracaso del plan a la breve intervención que ha hecho la demócrata Nancy Pelosi antes de la votación, según distintos medios estadounidenses, revitalizando ciertas rencillas que se creían desaparecidas o al menos atenuadas una vez que se llegó a un acuerdo de principios el jueves pasado.

La propia Pelosi ha intentado lanzar un mensaje de tranquilidad y asegura que hay que apostar por el "trabajo bipartidista" y la cooperación; la demócrata ha anunciado, además, que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, ha ofrecido su ayuda "en lo que sea necesario".

El proyecto, de 110 páginas, suponía un compromiso con determinadas condiciones. La evolución del proyecto, repleta de añadidos y anexos tras arduas negociaciones, queda ilustrada en comparación con la propuesta inicial de tan sólo tres páginas presentada al Congreso Paulson, máxima referencia del gabinete de crisis del Gobierno.

El discurso de la discordia. Éstos son algunos de los extractos del discurso de Nancy Pelosi antes de que comenzará la votación sobre el plan de rescate financiero en la Cámara de Representantes y que han causado malestar entre algunos congresistas

"¿Cuándo fue la última vez que alguien les pidió 700.000 millones de dólares? Es una cifra asombrosa, que nos indica simplemente el coste de las fallidas políticas económicas de la Administración Bush. Políticas construidas sobre la base de la temeridad presupuestaria, sobre una mentalidad del todo vale, con no regulación, no supervisión y no disciplina en el sistema".

"Los demócratas creen en el libre mercado". (Un libre mercado) "que puede y debe crear empleos, riqueza y capital, pero que dejado a su libre albedrío ha generado el caos".

"Los demócratas insistieron en que la ley que responda a esta crisis debe proteger al pueblo (norte)americano y a la gente de la calle ante el desastre de Wall Street. El pueblo americano no decidión debilitar peligrosamente nuestras políticas regulatorias y de supervisión. Ellos no sellaron acuerdos financieros arriesgados y poco sensatos. Ellos no pusieron en peligro la seguridad económica de la nación. Y ellos no deben pagar el coste de esta ley de emergencia y estabilización".

"Hoy vamos a actuar para eludir esta crisis, pero la experiencia de estos últimos ocho años nos dice que ha fallado el liderazgo económico. Elegimos un camino diferente. En el nuevo año, con un Congreso y un nuevo presidente, romperemos los lazos con este pasado fallido y llevaremos a EE UU en una nueva dirección hacia un futuro mejor". (El País, 29/09/08)





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Romeu (El País, 29/09/08)





"¡Desnudos!", por Almudena Grandes

Ahora, mientras los apóstoles del libre mercado descubren la importancia de un Estado fuerte, capaz de intervenir para proteger su economía nacional, cuando Sarkozy pretende refundar el capitalismo y escucho por doquier que nunca nada volverá a ser como antes, evoco una historia muy antigua. Charlie Dickens era un niño, pero su padre le habló como a un adulto ante la puerta de la cárcel a la que sus deudas le habían llevado. La diferencia entre un hombre feliz y uno desgraciado, le dijo, es que, si ambos ganan diez libras, el primero gasta nueve, y el segundo gasta once.

La economía mundial entra en una etapa distinta y todo a nuestro alrededor es nuevo, desconocido. Eso dicen los expertos y, sin embargo, las noticias de hoy mismo son tan viejas que apenas parecen noticias. ¿A alguien le sorprende que Gallardón se endeudara de tal manera con la M-30 que haya tenido que paralizar las obras que tenía previstas? ¿Nos sorprende que la burbuja inmobiliaria haya explotado, que la gente a la que los bancos concedieron hipotecas que representaban un 70% de sus ingresos no pueda pagarlas, que la desaforada especulación que hizo circular una inmensa cantidad de dinero teórico, virtual, inexistente, no haya podido soportar la constatación de que, en la realidad de los billetes impresos, nunca existió tanto dinero? ¿O es que acaso las crisis especulativas de los ricos no las ha pagado siempre el hambre de los pobres?

Para entender eso, no hace falta ningún máster en economía, y eso es lo único verdaderamente nuevo de esta situación. Los magos de las finanzas, los millonarios de 20 años, los grandes gurús de la posmodernidad, a los que nos han enseñado a reverenciar, a admirar, a adorar desde nuestra ignorancia, están hoy tan desnudos como el emperador del cuento de Andersen. Ya va siendo hora de empezar a decirlo. (El País, 29/09/08)