lunes, 28 de noviembre de 2011

"El hundimiento" (2004), de O. Hirschbiegel

domingo, 27 de noviembre de 2011

Pasiones...





Eva (A. Durero, Museo del Prado)





Ya he dejado dicho en alguna anterior ocasión que la política, o mejor la Teoría política, es una de mis pasiones… En mi anterior “digresión íntima” me tomé el atrevimiento de entrar en ese viejo debate que se suscita tan a menudo entre si debe primar la libertad sobre la seguridad o la seguridad sobre la libertad… Un falso debate en el que es posible que si entramos sin las debidas cautelas acabemos por perder ambas: libertad y seguridad… Así que comencé a escribir sobre los últimos retortijones judiciales y el bochornoso espectáculo de esa cosa denominada Consejo General del Poder Judicial y del impresentable de su presidente, pero no me gustó lo que salió. Me animé entonces con el PP, pero no pude seguir porque me quedaba sin argumentos ante la brillantez de exposición de los suyos. Bueno, pensé, vamos a meternos un poquito con el sector reaccionario de la Conferencia Episcopal y su oposición a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, pero la verdad es que me salió un comentario bastante chusco que los venerables “Padres” quizá no se merezcan… Y justo en ese momento, cuando la sequía mental y la desesperación ante la pantalla en blanco hacían presa de mi recordé una frase que había leido ayer, y que también habla de pasiones… Mucho más nobles que la teoría política, por supuesto. La tomo del último número de Revista de Libros, página 50, que trae un artículo de Fernando R. Lafuente, profesor de Crítica Literaria en la UCM, titulado “Las máscaras del tiempo”,  comentando el libro de Mario Vargas Llosa “Travesuras de la niña mala”. La frase es de Kierkegaard, uno de esos grandes moralistas ateos que la humanidad nos depara de vez en cuando -gracias a Dios, y a pesar de los curas- y, pienso, no tiene desperdicio: “Quien se pierde por su pasión pierde menos que quien pierde su pasión”. Y no se porqué me ha venido inmediatamente a la memoria la ejemplar sentencia de Agustín, otro gran pecador, éste sí, reconvertido: “Ama y obra como quieras”. Y es que el amor, aun equivocado, siempre nos salva…

Complemento la reedición de la entrada con un hermoso vídeo que recrea con la música y voz de Joan Manuel Serrat los inolvidables versos de Mario Benedetti en homenaje a la mujer, a todas las mujeres, y mejor, desnudas y en lo oscuro... Espero que lo disfruten. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Benedetti, por Andrés Cascioli






-- 
Entrada núm. 1429 -
Reedición de la publicada en el blog el 11/10/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"Una Mujer Desnuda y en lo Oscuro", por Joan Manuel Serrat

"Palabras de amor", por Ana Belén y Joan Manuel Serrat

"Si la soledad es el sentimiento que surge cuando se constata que no soy nada, ni nadie para un alguien, el antídoto eficaz será la experiencia de importar a otro, y de importarle mucho. En una palabra, la soledad muere cuando nace el amor". (Anónimo).

Buenas noches. Les dejo con las palabras de amor de Ana Belén y Joan Manuel Serrat. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt










--
Entrada núm. 1428 -
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad.
Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

sábado, 26 de noviembre de 2011

100 000 gracias...







HArendt



Hace unos minutos que "Desde el trópico de Cáncer" ha recibido su visita número 100 000 desde que el 1 de junio de 2010 se pusiera en marcha el contador del blog. Me siento abrumado... No se si es mucho o poco, pero gracias, de todo corazón a los que se han acercado hasta él en este tiempo. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt








-- 
Entrada núm. 1427 - 
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Repensar la izquierda: "¿Blowing in the wind?"






Norberto Bobbio






En su libro "Derecha e izquierda" (Taurus, Madrid, 1998). el filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio afirmaba: "aquellos que dicen que no hay diferencias entre la izquierda y la derecha son siempre de derechas". El historiador británico Tony Judt, fallecido el pasado año, en su también afamado libro "Algo va mal" (Taurus, Madrid, 2010), expresaba la necesidad de repensar la izquierda, siempre desde presupuestos estrictamente democráticos, si no se quería que desapareciera de la política el ideal de progreso de las libertades y derechos ciudadanos arrollados por el fenómeno de la globalización financiera. De ambos autores y libros ya he escrito en ocasiones anteriores en el blog; a ellas me remito.

Hoy publica El País un interesante artículo, "Aprender de la derrota", del diputado socialista Odón Elorza, con el que coincido plenamente, y que comparte muchos de los presupuestos expresados por Bobbio y Judt sobre la necesidad de "repensar" la izquierda.

En democracia, las derrotas en la urnas nunca son irreversibles. Y deberíamos aprender de ellas, algo, por lo que veo, bastante difícil de asumir por los que viven "de" la política más que "para" la política, que son "casi" todos los que están. Esta entrada se la dedico especialmente a todas aquellas personas y ciudadanos que creen que la política está por encima de la economía; que la democracia, las libertades y los derechos individuales están por encima de los mercados, los banqueros y las agencias de calificación; que las necesidades sociales no pueden ser preteridas a las necesidades financieras; que Europa (otra Europa federal, no ésta de mercaderes) es la solución, y no el problema.

No se si lo anterior está escrito sobre el viento, como reza el título de la hermosa canción interpretada por Joan Baez que acompaña la entrada. De lo que estoy seguro es de que este viento reaccionario que nos arrasa ahora mismo no puede, no debe conformarnos. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt






Tony Judt







-- 
Entrada núm. 1426 -
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Joan Baez: "Blowing in the wind"

viernes, 25 de noviembre de 2011

Canción para La Magdalena, por Joaquín Sabina

Para mi, la más bella canción de Sabina; sin dudarlo. Estoy seguro de que hasta el mismo Jesús de Nazaret histórico, Él, que fue el mejor amigo de las mujeres, sonreiría complacido al escucharla. Buenas noches y sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt













-- 
Entrada núm. 1425 -
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dream






Dream




Esta madrugada recibí un correo electrónico bastante inusual. No por la dirección electrónica desde la que me llegaba, la de una antigua y querida amiga catalana, de Tarragona, sino por lo que figuraba en el recuadro de asunto: "Para mami", y por la firma que aparecía al final del mensaje: Dream.

Todos los que convivimos con animales sabemos que los animales hablan. A su manera, pero nos hablan. Con toda claridad. Algunos, hasta escriben. Sobre todo aquellos que se han convertido en personajes literarios, cuyos nombres no voy a enumerar porque son sobradamente conocidos. Hasta hubo uno, un caballo, Incitato, histórico y real, que llegó a ser cónsul de la república romana... Lo que resulta más novedoso es que animales de carne, hueso y alma, sí, los animales también tienen alma, es que manden correos electrónicos. Cosas de la modernidad.

No tengo la menor idea del porqué me ha llegado a mi; supongo que por error. O quizá no, que lo haya enviado a propósito porque sabe que conozco a la destinataria y de alguna manera quería hacerme saber lo que está sintiendo, ahora que su "mami" no está en plenitud física a causa de un accidente laboral ocurrido hace unos meses. O quizá, también, por qué no, sabedor de mis manías escribidoras, para que lo publique en el blog y todos los otros amigos de su mami sepan cuanto la quiere... 

Conozco a Dream, un yorkshire terrier, desde que nació. Y a su mami, María Francesca, también, claro está desde bastante antes que a él. Su mamá y yo nos conocimos a mediados de los 80, en Madrid. Una fresquita tarde de invierno, en la terraza de una cervecería de la plaza del Ángel, frente al Teatro Español, donde habíamos quedado el grupo de delegados de alumnos de  Geografía e Historia de la UNED, venidos de toda España para una reunión que tendría lugar al día siguiente en la Facultad. Congeniamos los dos a primera vista, y a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido, ahí seguimos: ella, yo, y otros muchos, como los que aparecen en la foto que acompaño, de un año después, en una nueva reunión celebrada en el centro asociado de la UNED en Tortosa (Cataluña), organizada precisamente por María Françesca. Tan amigos como entonces, o más... Otra cosa más que agradecer a la vida, y a nuestra universidad.

Me ha emocionado el relato de Dream. entre otras muchas razones porque me ha recordado a mi perro Parchís, otro yorkshire terrier, que también hablaba, bebía café solo, dormía con papá y mamá, me esperaba en la puerta de casa cuando volvía del trabajo, y se hacía el muerto con maestría cinamatográfica cuando alguien simulaba que le disparaba, con un dedo extendido, y decía ¡pumm!...


Muchas gracias por recordármelo, Dream, aunque no fuera esa tu intención. Dale un beso muy grande a tu mami de mi parte, y otro muy grande también para tí. Dile que que se cure pronto; y que la quiero mucho... ¿Vale?

La foto de grupo, está tomada en el Delta del Ebro, el día de la reunión de delegados de alumnos en Tortosa. María Françesca aparece en el centro de la misma, y justo detrás de ella, en la última fila, este impenitente escribidor. 


Les dejo con la carta de Dream a su mamá. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







María Françesca
  





"Para Mami",  de su Dream
 24/11/2011

Soy un perro. A diferencia de ese gato presumido de Sosaki, yo si tengo nombre. Y no un nombre cualquiera, no. Me llamo Drim, aunque se escribe Dream, si, si, en inglés, por eso no es un nombre cualquiera: corto, sonoro, con significado: Sueño. Me lo puso mi mami. Ah, mi mami! Pero ya cuando nací, en un lugar donde los humanos se dedican a criar perros y luego venderlos a otros humanos como mascotas, me bautizaron  -bueno, bautizar en sentido figurativo ¿eh?- con el nombre de Ciro. Fíjate, yo con el nombre de un importante rey de los persas, Ciro el Yorksire. Porte aristocrático sí que tengo, modestia aparte. Y también a diferencia de ese gato callejero tan sabiondo, tengo pedigrí, que es algo que los hombres se miran mucho a la hora de adquirir un animal de compañía ¿tiene pedigrí? Ah, pues no lo quiero,  yo quiero uno que tenga pedigrí, no un chucho callejero. Llegué a casa de mami a través de una amiga que tenía otra mascota de mi raza. Solo tenía un defecto, y es que era muy besucón y llenaba de babas a todo el que se le acercara. Un poco más pequeño que yo, puro nervio. Coñazo perro, que no se estaba quieto ni atado. Yo siempre he sido muy áspero. De pequeño no soportaba que me cogieran en brazos –puñetera manía que tienen los humanos de cogernos en brazos, manosearnos y besarnos- y eso de los besos he empezado a practicarlo ya de mayorcito, tal vez porque mi mami me besa mucho y ahora me gusta tanto que empecé a pensar que a ella también le gustaría que yo la besara. Y así lo hago y veo que sí, que le gusta. Aunque durante poco rato, porque no estoy acostumbrado y me cuesta. No veo yo eso de los besos como cosa de perros, que quieren que les diga.


Ya he cumplido los once años, o sea que estoy en la edad que los expertos consideran anciano para un perro. Y digo yo, ¿qué sabrán estos expertos sobre la vida de los perros si nunca han sido perros? 7 años de mi vida por uno de ellos. Y si los números no me fallan, en estos momentos tengo unos 77 años. Ahhhh, que me da un ataque de risa. ¿Qué os creéis, que los perros no nos reímos? Los humanos me parecéis bastante tontos. Pensáis que sois superiores a todos los bichos del reino animal. Pero si no sabéis ni andar a cuatro patas, con lo cómodo y rápido que es. Pues sí, los perros reímos, lloramos sin lágrimas, sufrimos, amamos, sentimos, tememos tos, nos tiramos pedos, eructamos, hacemos pipí y caca, tenemos miedo, nos estresamos, reconocemos a quienes nos aman de los que no, nos hacemos entender sin hablar, escuchamos, obedecemos, vemos la vida en dos colores –pero nos basta-, nos defendemos, demostramos nuestra alegría a todas horas saltando y moviendo nuestro rabo, protegemos a los nuestros, defendemos nuestro territorio, nos gusta el sexo tanto o más que a vosotros los humanos, nos enamoramos de nuestras perritas y luchamos por conseguir su amor, sabemos distinguir una buena comida de los restos de la vuestra, saboreamos el agua que bebemos… Ya veis, todo igual que al resto de la gente.


A pesar de tanta igualdad, debo confesar que existen grandes diferencias entre nosotros, los perros. Y eso se debe a la suerte que cada uno haya tenido en encontrar a su familia. Cuando paseo con mami –ah, mami- por la calle acostumbro a cruzarme con algún que otro compañero. Y cuando ves a su dueño ya sabes con qué clase de perro te vas a encontrar. Están los estirados, esos que ni te miran cuando pasas por su lado; incluso se apartan como si tú fueras un apestado y aligeran el paso para no hacerse el encontradizo. El dueño hace lo mismo: simula una prisa que no tiene y no ya ni te mira, es que ni te ve. Esos son perros infelices, pero como no les dejan tener relaciones sociales con otros perros, pues no se pueden desahogar ni les podemos ayudar y siempre llevan esa mirada penosa encima. Sus dueños tampoco se relacionan mucho con gente de su especie. Son personas solitarias, agrias, un tanto desgraciadas en su vida personal, laboral y social y que un día decidieron poner un perro en su vida para encontrar un poco de compañía. Da pena verles a los dos. 


Ah! y luego están los amiguillos de verdad, esos que se alegran de verte, que te esperan en medio de la calle ya moviendo su rabo y que desean olerte y ladrarte dándote los buenos días o las buenas tardes. Después de saludarnos, hala, cada uno al arbolito de turno para dejar nuestra marca. ¡Cómo los quiero a esos!  Alegran mi rutina diaria, y no digamos sus mamis o sus papis. Son tan simpáticos como ellos. Siempre entablan conversación con mami, la mayoría de las veces sobre nosotros mismos, que si tal, que si cual, que qué guapos somos, que qué bien peinados vamos hoy, que qué graciosos, que como movemos la colita, que si Poti ha estado malito con diarrea, que qué comió, a pues no sé, algo en la calle –siempre es la calle-, ahora está a dieta y Poti me dice que está hasta las narices de arroz hervido, que él lo que quiere es su perolete de cada día, con su buena ración de premios. Anda, anda, quejica, que si por ti fuera te comerías un pollo entero y mojarías pan en la salsa. Pues anda que tú, pijo del culo –siempre me llama así, no sé de donde le salió esa coletilla de “culo”- que estás suspirando para que te suban a la mesa y te den de todo lo que hay en los platos. Sí,  debo reconocerlo: estoy muy mal criado y consentido. En casa mando yo, con permiso de mami y hasta que ella quiere. Buf, cuando ella se cuadra, sálvese quien pueda. Luego nos encontramos con Mandi, una preciosa perrita pelirroja que me tiene el seso sorbido y a la que le importo un pito, o dos. Siempre me enseña los dientes y me dice ni se te ocurra acercarte que te los hinco. Y yo, con mi porte regio le digo, como si no me importara –pero sí que me importa-, pues que te den morcilla, y me marcho contoneándome y con la cabeza bien alta. Habrase visto la arrogante de la perra. Y mira que es guapa la jodida, pero no me deja ni olisquearla. Y alguna vez nos encontramos con esos perros tan enormes, que a mí me dan unas ganas de tirarme a su yugular y luchar a muerte con ellos, que si no fuera por mami –ah, mami- ya estaría supermuerto docenas de veces. Se creen que me asustan y que dan miedo por ser tan grandotes, pero yo soy un tío valiente donde los haya, por mis genes corre sangre de antepasados que luchaban con los hurones en las madrigueras, con las malditas ratas y otras alimañas. Porque es que además te miran con superioridad –vale que son muy grandes-, pero eso no les da derecho a menospreciar a los chiquitos. Mami, ah mami, no me deja acercar a ellos. Cuando les ve venir ya me frena la correa y me reprende cuando empiezo a gruñirles y me voy directo a sus cuellos. Siempre me dice, mira que eres tonto, que no ves que con solo abrir su boca ya estarías caput . ¿Qué querrá decir con eso de caput? Yo me enfado. Da igual, no me sirve de nada.


Hay otro tipo de perros a los que hay que tener a raya, porque no son lo que parecen, ni sus dueños tampoco. A simple vista parecen dóciles y nada agresivos. Sí, sí, fíate tú de esos. Disimulan y cuando te tienen a tiro, zas, mordisco al canto.  A esos los evito siempre. Son mala gente, traicionera, en los dos sentidos, perro y dueño.


A mami le gusta mucho jugar a pelota y yo para complacerla juego con ella. Cada dos por tres aparece con una pelota nueva  ¿Será que se cansa de las antiguas? Tenemos la casa llena. Yo las escondo debajo del sofá para tener un poco despejado el territorio, ya que son objetos peligrosos y mami puede pisarlas y caerse. Así que me he convertido en el guardián de las articulaciones de la gente de mi casa. Dream, ¿dónde está la pelota? Eso es que quiere jugar. Y yo voy entonces y la busco. Si están todas debajo del sofá le muestro el lugar y ella la saca. Entonces empezamos un interminable partido de fútbol. Yo la chuto con mi hocico y ella me la devuelve con su pie; yo la paro con mis manitas y mi boca y se la vuelvo a tirar. A veces se me escapa intencionadamente y entonces mami grita gol, te he marcado un gol! Y se la ve ten feliz que yo me dejo marcar alguno que otro para que ella grite gol, te he marcado un gol! Y así nos pasamos un buen rato, hasta que ella se cansa,  pero yo sigo jugando para hacerla reír, porque soy un artista consumado con la pelota. Hago lo que quiero con ella. Me tiene subyugado esa bolita, como se mueve, como salta, como se para… A veces me quedo estirado mirándola fijamente frente a mí, quieta, parada, esperando que de un momento a otro se ponga a rodar, como si mis ojos pudieran darle velocidad. Estoy convencido de que un día se pondrá a correr solita. Entonces, de un salto me levanto, la cojo entre mis dientes y la tiro al aire. Me fascina verla rebotar y rebotar y rebotar hasta que se vuelve a parar. ¿Qué tendrá dentro para saltar como lo hace? ¿Habrá algún animal misterioso en su interior, tipo canguro, que hace que pegue esos brincos? ¿Llevan pilas como los feos conejitos de un anuncio de la tele que los hacen andar como tontos metros y metros hasta que las pilas se acaban y los conejitos no saben ni dónde están ni cómo van a regresar?  Seguro que mis pelotas saltarinas son mágicas, porque las compra mi mami y todo lo que hace mi mami es mágico.Mami es mi refugio y mi paz, mi tranquilidad. Cuando estoy malito ella me cuida, me da esas asquerosas medicinas que yo no me quiero tragar y esas pastillas que escupo con gran habilidad. Pero, ah, ella tiene sus trucos. Me las inyecta disueltas a placer con una jeringuilla en la boca y ahí yo ya no tengo nada que hacer. Pataleo para que vea que no me gusta que me chuten y hago miles de ascos, aunque al ratito ya me encuentro un poco mejor. Así que haré el propósito de portarme bien cuando me toque la dosis, porque yo sé que mami nunca haría nada que pudiera perjudicarme y si ella me cuida tanto y me hace feliz yo también debo hacerla feliz a ella. Cuando tengo miedo, siempre busco sus brazos y ella me los abre y me acoge con todo el amor que se le puede dar a un hijo .Ella dice que yo soy su niño pequeño –debe decirlo por el tamaño- y debe ser verdad que lo cree así, porque desprende tanta ternura que casi me derrito


Mami lleva días malita. Tiene algo en su pie, aunque no ha sido por culpa de las pelotas, que yo las escondo muy bien para que no se caiga, pero un día llegó a casa con toda su pierna vendada y sin poder andar. Yo no tengo medicinas para darle, así que me estiro a sus pies y hago ver que duermo, cuando en realidad no le quito ojo de encima, no vaya a ser que se ponga peor y yo no tenga tiempo de avisar a papi, porque él sí que tiene medicinas para darle y mami se las toma sin hacer tantos aspavientos como hago yo. Y vigilo atentamente para que no sea tan traviesa como yo y las escupa, porque así no se curaría y mi vida sin ella ya no tendría sentido.


Ahora muchas mañanas me quedo solo en casa porque dice mami que va al médico de la patita para curarse pronto, que vuelve enseguida, que me porte bien, que no ladre ni rasque la puerta, porque es muy importante para ella ir a ese médico. Se me hacen eternas esas horas. Me estiro frente a la puerta y me quedo mirándola fijamente: por ahí se ha ido, por ahí vendrá. Y cuando llega le hago unas grandes fiestas, salto, corro, le traigo la pelota… pero mami ya no está tan alegre y no me chuta la pelota porque no se puede poner de pie ni camina, sino que se desplaza en una silla enorme que anda sola.  Yo presiento que no me dice la verdad, que ese médico al que va no es tan bueno como el mío, porque sus medicinas no la están curando rápido. Deberé decírselo de alguna manera, que cambie de médico, que vaya al mío y que la pinche y le dé las pastillitas que tan bien me ponen a mí, que en cuatro días vuelvo a estar más fresco que una rosa. Yo presiento su dolor y algunas veces me pongo a darle besitos en su pie lastimado, para que sepa que la amo y que la cuido con mis limitados medios, y que quiero volver a salir de paseo con ella, y a jugar a pelota para que me marque todos los goles que quiera…Y ella sonríe y acaricia mi cabecita, dándome las gracias por mis desvelos, respondiendo a mis preguntas sin haberlas formulado, diciéndome que no sufra, que cada día se encuentra mejor, que pronto todo volverá a ser como antes. Y yo me dejo mecer por el sonido de esas palabras que hacen mella en mi corazón de perro, anhelando el momento de ver como mami se levanta de esa horrible silla. Así que ahora me estiro siempre frente a ella y la miro fijamente, como a mis pelotas, para ver si con mi penetrante mirada y mi ferviente deseo, hago que mami ande. No hay nada que la voluntad no consiga. Mami volverá a andar muy pronto. Palabra de perro.






Delta del Ebro (ca. ¿1985?)






-- 
Entrada núm. 1424 -
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amor y "realpolitik" en el cine







El actor Michael Caine






De nuevo escribiendo sobre cine; me estoy repitiendo últimamente... Acabo de ver en Digital Plus, la película de Phillip Noyce “El americano impasible”, basada en la novela homónima de Graham Greene. Realizada en 2002, me ha parecido una hermosa e interesante película de intriga, amor y política, yo diría que a partes iguales. Intepretada por Michael Caine, en el papel de un periodista inglés destinado en Vietnam; Brendan Fraser, como funcionario de la Embajada de los Estados Unidos, y la bellísima Do Hai Yen, como la joven vietnamita unida sentimentalmente al maduro periodista, de la que también se enamora el funcionario norteamericano. Pero la historia de amor y celos es sólo la excusa de Greene, en su novela, y de Noyce, en su película, para relatarnos con crudeza la situación del Vietnam colonial en el otoño de 1952, con los franceses a punto de perder la guerra y los americanos ayudando bajo cuerda a corruptos funcionarios y militares vietnamitas con la intención de parar a cualquier precio el avance hacia Saigón de la guerrilla comunista.


Nadie es en la película lo que aparenta ser. Brendan Fraser es un agente de la CIA que suministra armas y explosivos a la derecha vietnamita para que comentan atentados indiscriminados contra la población civil que, luego, atribuirán a la guerrilla comunista. Michael Caine transmite a su periódico londinense los horrores de la guerra y de los atentados terroristas con veracidad, y su personaje se muestra sinceramente afectado por la muerte de inocentes víctimas en los atentados, pero no vacila en traicionar a Fraser y propiciar su asesinato por la guerrilla comunista movido por los celos. Por último, la joven vietnamita interpretada por Hai Yen, va y viene de los brazos de uno a otro de sus dos amantes movida por la necesidad de sobrevivir más que por el amor.

Como en todas las novelas de Greene, la política, vista desde el lado más humano -es decir, del lado de los que la padecen sin poderse sustraerse a ella ni influir en los acontecimientos- tiene un papel esencial. Y cualquiera que tenga memoria y un poco de capacidad para relacionar acontecimientos, creo que verá reflejados en la película muchos de los hechos de la política internacional que ahora mismo estamos padeciendo. Ni a palos aprendemos.

En el vídeo anexo que acompaña esta entrada pueden ver un excelente avance publicitario de la película que espero les resulte interesante.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







La actriz vietnamita Do Hai Yen






-- 
Entrada núm. 1423 -
Reedición de la publicada en el blog el 3/9/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"El americano impasible" (2002), de Phillip Noyce

martes, 22 de noviembre de 2011

Bertolucci y su Mayo del 68





La actriz Eva Green




Entre ayer tarde y hoy por la mañana he visto por televisión la película “Soñadores” ("The dreamers"), dirigida por Bernardo Bertolucci en 2003. Nada que ver con “El último emperador”, o “Noveccento”. Esta es una película intimista que me confirma mi predilección por el cine europeo, el cine de esa “vieja Europa” tan denostada por el Sr. Aznar, que se construye sin efectos especiales, persecuciones automovilísticas, malos y buenos y maniqueismo a tope. ¡Bien por él!, por el cine europeo;  no por Aznar.

Guapísima la actriz francesa Eva Green (Isabelle), muy bien secundada por Michael Pitt (Matthews) y Louis Garrel (Theo). La acción, en París. Primavera de 1968. Con el trasfondo de la revuelta estudiantil universitaria, poco y mal secundada por los obreros, que a punto estuvo de costar a Francia la V República.

Matthews, estudiante norteamericano llega a París para estudiar allí durante un semestre y perfeccionar su francés. Cinéfilo empedernido, asiste a las proyecciones de la Cinemathéque Francaise y allí conoce a Isabelle y Theo, dos hermanos de su misma edad, estudiantes universitarios también, y también como él, apasionados del cine, que aprovechando que sus padres van a estar ausentes durante un mes le invitan a mudarse a su casa.   

Conviviendo con ellos, Matthews percibe que la relación entre los hermanos es más “íntima” de lo que había imaginado. Su aparente sofisticación, tan envidiada por el norteamericano común, acaba atrayéndole hacia una relación que terminará por convertirse en una relación “a tres” a la que pondrá fin el estallido del movimiento estudiantil y su represión por el gobierno francés, siempre tangencial en la película.

Película salpicada de “guiños” cinéfilos, tan usados por Bertolucci, y propiciados por el “juego de las prendas” al que se someten los tres amigos continuamente, escenificando momentos de películas que deben identificar y que de no superar, implican el “pagar una prenda” de carácter sexual.

La película contiene bellísimos planos de desnudos de los tres protagonistas, especialmente de la actriz Eva Green, de la que dicen que tiene los senos más bellos del cine francés, con escenas de sexo bastante explícito (¡bien por el cine europeo!) que harían palidecer de envidia a los puritanos censores del cine comercial norteamericano.

Y como no, Bertolucci saca a relucir de nuevo el tema del incesto, como ya hiciera en “La Luna” o “El último emperador”, con un tratamiento exquisito. Una bella película de la que he disfrutado “a tope” y que recomiendo fervientemente.

Acompaño la entrada con el vídeo de un fragmento de la película, uno de los más "políticos" e intimistas de la misma, aquel en el que Matthews, el joven norteamericano, reflexiona ante su amigo Theo sobre el alcance de lo que está ocurriendo en París en esos días y la necesidad de implicarse en unos hechos que el considera históricos. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El cineasta Bernardo Bertolucci




-- 
Entrada núm. 1422 -
Reedición de la publicada en el blog el 26/9/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

"Soñadores" (2003), de Bernardo Bertolucci

JFK: Tal día como hoy de hace nosecuantos años...




Cortejo fúnebre en el entierro del presidente John F. Kennedy


¿Por qué hay acontecimientos y recuerdos que quedan fijados en la memoria como grabados a fuego y otros, en cambio, acaban difuminándose hasta perderse sin dejar rastro? ¿Cuáles son esos recuerdos preferentes?: ¿La primera experiencia sexual? ¿El descubrimiento de la muerte? ¿El nacimiento del primer hijo?… 

Para mi, uno de esos acontecimientos que perduran para siempre en la memoria ocurrió tal día como hoy hace cuarenta y muchos años. Fue el 22 de noviembre de 1963, Un viernes. En Madrid eran, más o menos, las siete de la tarde. Yo tengo en ese tiempo 17 años, y estoy llegando a la casa de mis padres, en la calle Chile, en el barrio de Prosperidad, distrito de Chamartín.


Vuelvo andando hasta allí, para ahorrarme el billete de autobús, desde el Hospital Militar de Maudes, en Cuatro Caminos, a unos seis kilómetros de casa, de visitar a mi madre, que está internada en él a la espera de ser operada unos días más tarde de la vesícula biliar. Javier, mi mejor amigo, hijo de guardia civil, como yo, me ha acompañado. Los dos estudiamos en el colegio “Infanta María Teresa”, en la Prolongación de la calle del General Mola (hoy Príncipe de Vergara) Instrucción Pre-Militar Superior. Nuestra ilusión es entrar como alumnos en la Academia General Militar de Zaragoza. Ninguno de los dos sabemos ni intuimos que, apenas un mes más tarde, y después de un conflicto bastante cómico con nuestro profesor de francés en el Colegio, aprovechando las vacaciones de Navidad, abandonaremos los estudios militares y el colegio para siempre. 

Es todavía de día en Madrid. La casa de mis padres está en un segundo piso. Nada más entrar en el portal me encuentro a mi hermano Alberto, diez años mayor que yo, que baja las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Al verme, sin apenas detenerse, me espeta: -¡Han matado a Kennedy. Están poniéndolo por la tele!-. No le hago ni caso. Él sabe que admiro a Kennedy; es mi héroe favorito. Le suelto un -”¡!Vete a la mierda, gilipollas!”. En casa solo está mi cuñada Mary, la mujer de mi hermano. No hay nadie más. Mi padre, comandante retirado de la Guardia Civil, se ha quedado en el hospital acompañando a mi madre. La televisión está encendida y, efectivamente, están dando la noticia: El presidente Kennedy ha sido tiroteado en Dallas, Tejas, hace una hora. Me quedo abobado mirando la televisión. El mundo, al menos el mundo que yo conozco, se me ha caido encima de repente, pues nunca he vivido una situación como esta. Llamo por teléfono a mis padres al hospital y me pasan con mi madre: le cuento lo que ha pasado, lo que está diciendo la televisión. Se queda muda, y al instante, no se si me dice o me pregunta si “eso va a ser otra guerra mundial”. 

Ellos han vivido en Sevilla la proclamación de la República. Estaban en Asturias en octubre de 1934, cuando la revolución obrera. Y en Barcelona, en julio de 1936. Los últimos meses de la guerra civil los ha pasado sola en Barcelona, con mi padre internado en un campo de concentración en Francia. La segunda guerra mundial la han pasado prácticamente en la isla de El Hierro, en Canarias, donde mi padre ha sido destinado, o desterrado -según se vea-, aunque según mi madre, los cinco años allí vividos fueron para ella los más felices de su vida. Es lógico que esté aterrada. Me dice que no le cuente nada a mi padre, que ella se lo dirá ahora. Y cuelga el teléfono entre sollozos. 

Mi hermano, mi cuñada y yo nos pasamos la noche pegados al televisor, como, suponemos, que gran parte de los españoles y del resto del mundo. Al día siguiente, sábado, mi amigo Javier y yo nos encontramos a la puerta del colegio. La calle General Mola está en absoluto silencio a las nueve de la mañana. La gente hace largas colas en los quioskos de prensa, esperando pacientemente para comprar un periódico. No llegamos a entrar en clase. Javier y yo hemos decidido que ese día tenemos cosas más importantes que hacer. Comentamos entre nosotros lo que ha pasado, las noticias que se van filtrando en las colas. Hay miedo en la gente de que hayan sido los rusos, o los cubanos, pues la crisis de los misiles hace pocos meses que ha tenido lugar. Compramos un periódico. Y decidimos ir andando hasta la Embajada de los Estados Unidos, en la calle Serrano, no muy lejos de nuestro colegio. 

Somos “viejos” conocidos de la Embajada pues ambos solemos ir a menudo a leer libros en la Biblioteca de la Casa Americana, una institución cultural dedicada a propagar la imagen y la ideología norteamericana en Europa. Nos sabemos los nombres de todos los estados de la Unión y sus capitales respectivas, y jugamos a menudo a irlos nombrando uno a uno, de memoria, siguiendo su ubicación en el mapa. 

La Embajada está fuertemente custodiada, en el exterior, por la policía española. Entramos en ella mostrando nuestra tarjetas de socios de la Casa Americana y llegamos hasta el acristalado vestíbulo de su entrada principal. La bandera ondea a media asta sobre el techo de la Embajada. Nada más entrar en el vestíbulo, a la izquierda del mismo, han montado junto a una bandera de los Estados Unidos una pequeña mesa cubierta con un paño de terciopelo negro donde hay una bandeja de plata en la que vemos muchas tarjetas de visita. También hay un libro, grande, forrado de cuero azul marino donde vemos que la gente, después de hacer una pequeña cola, deja su testimonio de pésame escrito en el mismo. 

Delante de nosotros hay dos muchachas más o menos de nuestra edad, quizá uno o dos años mayores que nosotros, norteamericanas sin duda, que lloran desconsoladamente. Una es rubia, y la otra pelirroja. La rubia va vestida con falda gris claro y un jersey rojo sin mangas, sobre una blusa blanca. La pelirroja lleva unos ajustados pantalones azules y un jersey blanco. Junto a la mesita un infante de marina norteamericano, con su uniforme de gala, hace la guardia en posición de descanso; con su brazo derecho sujeta un fusil que se apoya en el suelo, el brazo izquierdo está doblado, a la altura de su cintura, en la espalda. El soldado, sin mover un músculo de su rostro, está llorando, mansamente... Mi amigo y yo nos quedamos impresionados por la escena, y al menos a mi se me forma un nudo en la garganta. Escribimos en el libro un escueto “Nuestro más sentido pésame”, y dejamos nuestras firmas. 

Salimos inmediatamente detrás de las dos muchachas al patio exterior de la Embajada donde está el aparcamiento y vemos que las dos se han parado ante un Wolkswaguen (un escarabajo) amarillo. Lanzados, les preguntamos que si viven en Chamartin. Nos contestan, más serenas ya, que no, pero que si queremos nos alcanzan hasta allí. Les decimos que sí, y subimos los cuatro al coche. Ellas delante y nosotros detrás. Hablan bastante bien español. Nos cuentan que son estudiantes y que están pasando un año académico en España para aprender español. El trayecto es corto hasta Chamartin, por el Paseo de la Castellana hacia el norte hasta llegar a la calle de Alberto Alcocer y de allí, girando a la derecha, hasta la plaza de la República Dominicana, donde nos dejan. Intentamos quedar con ellas, pero nos dicen, amablemente, que no. Nuestro intento de ligue ha quedado abortado. 

Volvemos a nuestras casas después de pasar el resto de la mañana vagabundeando por las calles del barrio. Todo está paralizado, pero hay una gran serenidad en las gentes. Los días siguientes los paso pegado a la televisión y leyendo ávidamente los periódicos. Por televisión veo la emotiva escena a bordo del avión presidencial en que el vicepresidente Johnson, camino de Washington con el cadáver de Kennedy en la bodega del aparato, jura junto a la viuda de éste su cargo como nuevo presidente de los Estados Unidos. Más tarde, cuando ya todo el mundo sabe que han detenido al presunto asesino, Lee Harvey Oswald, estoy viendo en directo por televisión como van a trasladarlo desde el lugar donde está retenido hasta el juzgado. Un único pensamiento cruza mi mente en ese momento: ¡Ójala lo maten! Y ante mis ojos un señor con sombrero tejano, Jack Ruby, sale de entre el público con una pistola en la mano disparando a bocajarro sobre él… Esa premonición, cumplida inmediatamente de formulada, me ha acompañado siempre como una maldición y nunca podré olvidarme de ella. Al igual que me acompañará para siempre la imágen vista de nuevo por televisión días más tarde del solitario corcel negro, ensillado, que acompaña los restos mortales de Kennedy por las calles de Washington; y el saludo militar de John-John, su hijo pequeño, acompañado de su hermana y de su madre, al pasar ante ellos el cortejo fúnebre… Ahí están, vívidos como si fueran hoy, todos esos recuerdos. Y supongo que ahí seguirán, mientras yo pueda seguir diciendo que tal día como hoy de hace nosecuantos años…

Acompaño la entrada con un vídeo, primero de una serie que puede verse en YouTube, sobre el funeral y el entierro del presidente Kennedy, tomados directamente de la televisión. 

Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt





El pequeño John Kennedy saluda al paso del cortejo fúnebre



Entrada núm. 1421
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

Nov., 1963: Funeral y entierro del Presidente J.F. Kennedy

lunes, 21 de noviembre de 2011

Desde mi agnosticismo "sui generis"






El teólogo José María Castillo




No es cierto que los teólogos se estén quedando solos con el miedo. A pesar de que lo diga una fuente tan autorizada como la Asociación de Teólogos Juan XXIII, a través de un artículo que se publica El País de hoy, y que reproduzco más adelante, firmado por Juan G. Badoya. 


Desde mi agnosticismo "sui generis", no militante -aunque tomándolo prestado de Santiago Carrillo, yo prefiero decir que “soy ateo, gracias a Dios”-, pienso que la teología, la ciencia de dios, es fundamental a la hora establecer el derecho a la libertad de conciencia de los creyentes y a relacionarse con su “creador” como mejor consideren. Los teólogos tienen la obligación moral de denunciar la tergiversación que las iglesias -todas, sin excepción, pero unas más que otras- han hecho del mensaje cristiano, y ello, a pesar de la intransigencia de unas jerarquías de pensamiento trasnochado, de la persecución y de las condenas morales de que son objeto, y de la indiferencia de la mayor parte de los llamados creyentes, que en realidad no tienen el menor interés en profundizar y comprender aquello en lo que dicen creer.

Acompaño esta entrada con el vídeo que la UNED, mi "Alma Mater", ha realizado con motivo de la entrega del Doctorado "Honoris Causa" a Hans Küng, sobre la necesidad de una teología universal. Se lo recomiendo encarecidamente.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El teólogo Hans Küng




“Los teólogos nos hemos quedado sólo con el miedo”, por Juan G. Bedoya
El País, 09/09/2006
El Congreso de la Asociación Juan XXIII lamenta que los obispos se opongan por sistema a todas las revoluciones científicas. "Hay mucho miedo en la Iglesia, concretamente en la española. Miedo para pensar, para hablar, para escribir, tanto más fuerte cuanto quienes lo llevan dentro son menos conscientes de ello. La consecuencia es el bloqueo de la teología, que ha pasado a ser un pensamiento marginal. Lo que decimos los sacerdotes, los obispos, los teólogos interesa cada día menos y a menos gente”. Así habló José María Castillo ante el XXVI Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, reunido para hablar de Cristianismo y bioética. Castillo, jesuita granadino de 77 años, ha enseñado teología en las mejores universidades católicas, como la Gregoriana de Roma y la Pontificia de Comillas en Madrid, pero lleva años en el punto de mira de los censores eclesiásticos.

La Conferencia Episcopal acaba de prohibir la publicación del último libro de Castillo, que hace dos décadas ya tuvo que abandonar por mandato de sus superiores la docencia en la Facultad de Teología de Granada. Desde entonces -como Hans Küng en Alemania, José María Diez-Alegría en Roma, Juan José Tamayo en Madrid, y tantos otros- es un profesor de teología por libre o en facultades laicas, con lo que eso significa en la Iglesia católica. Castillo lo ha recordado en el congreso que la Asociación Juan XXIII celebra en la sede del sindicato Comisiones Obreras, en Madrid, porque la Conferencia Episcopal tiene prohibido a las congregaciones religiosas que cedan sus locales.

“La teología ha sido con demasiada frecuencia, un pensamiento cautivo”, opinó Castillo antes de señalar la consecuencia de esa rigidez eclesiástica: el que la teología es hoy “una instancia extra-científica”. Añadió: “No es exagerado decir que la libertad en la Iglesia y el diálogo de la Iglesia con la sociedad se ven hoy seriamente amenazados, sobre todo en España, donde el control sobre el pensamiento teológico es, seguramente, más fuerte que en otros países. De ahí se ha seguido el creciente empobrecimiento de la teología católica en las últimas décadas. Pasó la gran generación de teólogos que hicieron el concilio Vaticano II. Y no ha habido el necesario relevo. Nos hemos quedado sólo con una cosa: el miedo”.

El secretario general de la Asociación Juan XXIII, Juan José Tamayo, profesor de teología en la Universidad Carlos III de Madrid y también censurado por la romana Congregación para la Doctrina de la Fe, es aún más crítico. “Históricamente la jerarquía católica se ha opuesto por sistema a todas las revoluciones: las científicas, las filosóficas, las culturales, las políticas, las sociales. Ahora se opone a la revolución biogenética, condenando los avances que contribuyen al bienestar de los seres humanos”.

El objetivo del Congreso de Teología, este fin de semana, es, en palabras de Tamayo, “reconstruir los puentes de diálogo y comunicación entre bioética y cristianismo que la jerarquía ha destruido durante los últimos años, y especialmente en la primavera de 2006 con el documento Teología y secularización en España”, que se mueve en lo que el papa Benedicto XVI, en declaraciones a la Radio Vaticana, el 13 de agosto pasado, llamó “los rígidos No” del cristianismo. El Papa lamentó que esa sea la imagen que se transmite con tanto “cúmulo de prohibiciones”.

“Creo que se debería corregir la imagen según la cual sembramos en torno a nuestros rígidos No”, dijo el Papa ese día, con apelaciones a volver a las “opciones positivas”. En cambio, la jerarquía española se mueve “en el paradigma de las prohibiciones, de las obligaciones, de la represión, con ausencia total de misericordia”, según Tamayo.

“Su lenguaje es el de la condena y de los noes: no a los métodos contraceptivos, a la masturbación, a las prácticas homosexuales, que califica de pecados graves contra la sexualidad y coloca al mismo nivel que la fornicación y a las actividades pornográficas. No al matrimonio homosexual, al divorcio, a la interrupción voluntaria del embarazo, a la eutanasia, a la reproducción asistida, a la investigación con células madre con fines terapéutico. Por doquier ven los obispos españoles un clima pansexualista y una mentalidad hedonista propia, dicen, de la cultura de la muerte. No ofrecen atisbo de esperanza, ni reconocen los avances producidos en la conciencia individual y en la responsabilidad personal”, añade.

Según la Asociación Juan XXIII, en la reflexión de los cristianos sobre las cuestiones de bioética, “la escucha de la ciencia y la atención a las nuevas investigaciones son el acto primero; el juicio moral viene después, y debe hacerse no en función de principios inamovibles formulados en el pasado, sino en función de la dimensión humanizadora y liberadora de los avances científicos”. Es el objetivo que se ha marcado este congreso, en el que Justa Montero, de la Red Mundial de Mujeres por los derechos reproductivos, disertó ayer sobre manipulación genética, aborto y células madre embrionarias, y donde se ha abordado 
ya el problema de la eutanasia, desde dos ópticas: la del famoso teólogo redentorista Marciano Vidal, y la del médico Fernando Marín, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente.





El teólogo José María Díez-Alegría




-- 
Entrada núm. 1420 - 
Reedición de la publicada en este blog el 9/9/2006 
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)