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jueves, 1 de agosto de 2019

[A VUELAPLUMA] Uno solo tiene lo que da



Amancio Prada y Joan Baez (Madrid, julio de 2019)


Uno solo tiene lo que da, escribe el cantautor gallego Amancio Prada: "Todavía estoy impresionado. El domingo canté con Joan Baez en su concierto de despedida, en el Teatro Real de Madrid. Aunque su voz manda en mi corazón desde que tengo uso de canción, no la conocía personalmente. Me impresionó por su naturalidad, por su dulzura y delicadeza, por su profesionalidad. Hace apenas veinte días, me invitó a cantar con ella en «mi último concierto de mi última gira»: «It will be wonderful to see you and sing with you. Adios Rios is the most beautiful song!». El día anterior ella había dado un concierto en San Feliu de Guíxols, que empezó tarde por la lluvia... y que acabó a las tantas. Viajaron en autobús durante toda la noche para llegar a Madrid por la mañana. Me citó a las cinco de la tarde para ensayar la canción, primero en su camerino, después en el escenario, mientras probábamos sonido, y aún antes de salir a escena. Cuando salí a cantar le dije que me sentía feliz por estar allí con ella y le di las gracias por cantar en gallego a Rosalía de Castro, por hacer suya mi canción y por compartir conmigo escenario y amigos en un momento tan especial. Al terminar el concierto me pidió que me quedara para celebrar el éxito y la despedida con todo su equipo técnico y artístico. Toda la gente que le rodea me pareció de una gran profesionalidad y muy cercana. Fue un acto íntimo en que se mezclaba la alegría por el éxito de la gira europea, la celebración por todo lo vivido en tantos y tantos escenarios, con un punto de nostalgia también y de tristeza en los músicos y técnicos que llevan años acompañándola.

Al ir a despedirme, me dijo: «Espera, tengo un presente para ti». Volvió con una de las dos guitarras que había usado durante todo el concierto y me dijo: «Tómala, es mi regalo». Yo, la verdad, desconcertado, me resistía a aceptarla, no podía imaginar que me ofreciera algo tan valioso y personal como su guitarra, una de las guitarras Martin cuyo sonido, por cierto, me había impresionado tanto. Pero ella insistió: «La guitarra es tuya, yo ahora ya no necesito dos guitarras». Me acordé de aquel verso de Agustín Garcia Calvo, «Uno solo tiene aquello que da», y me di cuenta, una vez más, de que todo lo valioso que tengo en la vida ha llegado a mí como un don, se me ha ofrecido como regalo. «Gracias, Joan, gracias a la vida, a tu vida». Y nos despedimos con un fuerte abrazo. Todo esto ocurrió el 28 de julio. Ayer regresaban a San Francisco. «Non sei cando nos veremos», pero su voz y sus ojos se quedan «en mis entrañas dibujados», así como la alegría de saber que mi canción de Rosalía va con ella. Gracias, Joan. Ha sido un placer haberte conocido y un honor estar y cantar contigo".





La reproducción de artículos firmados por otras personas en el blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 8 de septiembre de 2012

Dedicado a todas las "Marías": "Let it be", por Joan Baez

Dedicado a todas las Marías de Canarias y del resto del mundo que mañana celebran su día, este "Déjalo ser", magistral, de Joan Baez, cantado en Cesaréa, Israel, en 1979. Tamaragua, amigas. HArendt








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Entrada núm. 1735
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

sábado, 26 de noviembre de 2011

Repensar la izquierda: "¿Blowing in the wind?"






Norberto Bobbio






En su libro "Derecha e izquierda" (Taurus, Madrid, 1998). el filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio afirmaba: "aquellos que dicen que no hay diferencias entre la izquierda y la derecha son siempre de derechas". El historiador británico Tony Judt, fallecido el pasado año, en su también afamado libro "Algo va mal" (Taurus, Madrid, 2010), expresaba la necesidad de repensar la izquierda, siempre desde presupuestos estrictamente democráticos, si no se quería que desapareciera de la política el ideal de progreso de las libertades y derechos ciudadanos arrollados por el fenómeno de la globalización financiera. De ambos autores y libros ya he escrito en ocasiones anteriores en el blog; a ellas me remito.

Hoy publica El País un interesante artículo, "Aprender de la derrota", del diputado socialista Odón Elorza, con el que coincido plenamente, y que comparte muchos de los presupuestos expresados por Bobbio y Judt sobre la necesidad de "repensar" la izquierda.

En democracia, las derrotas en la urnas nunca son irreversibles. Y deberíamos aprender de ellas, algo, por lo que veo, bastante difícil de asumir por los que viven "de" la política más que "para" la política, que son "casi" todos los que están. Esta entrada se la dedico especialmente a todas aquellas personas y ciudadanos que creen que la política está por encima de la economía; que la democracia, las libertades y los derechos individuales están por encima de los mercados, los banqueros y las agencias de calificación; que las necesidades sociales no pueden ser preteridas a las necesidades financieras; que Europa (otra Europa federal, no ésta de mercaderes) es la solución, y no el problema.

No se si lo anterior está escrito sobre el viento, como reza el título de la hermosa canción interpretada por Joan Baez que acompaña la entrada. De lo que estoy seguro es de que este viento reaccionario que nos arrasa ahora mismo no puede, no debe conformarnos. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt






Tony Judt







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Joan Baez: "Blowing in the wind"

miércoles, 10 de marzo de 2010

Flotando sobre el viento




Joan Baez y Bob Dylan en los 60




"Blowin´ in the Wind" (Flotando sobre el viento) es una hermosísima canción de Bob Dylan, incluida en su álbum "The Freewheelin" (1963), publicado en plena guerra de Vietnam, que pueden ustedes escuchar y ver, cantada al alimón, por Joan Baez y el mismo Dylan, en la columna de vídeos del blog, a la derecha de sus pantallas, cuya traducción al español dice así:

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
antes de que le consideréis un hombre?
Sí, ¿cuántos mares debe surcar una paloma blanca
antes de que ella duerma sobre la arena?
Sí, ¿cuántas veces deben las balas del cañón volar
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántas veces debe un hombre alzar la vista
antes de que pueda ver el cielo?
Si, ¿cuántas orejas debe tener un hombre
antes de que pueda oír gritar a la gente?
Sí, ¿cuántas muertes serán necesarias hasta que él comprenda
que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántos años puede una montaña existir
antes de que sea arrastrada al mar?
Si, ¿y cuántos años pueden algunas personas existir
antes de que se les permita ser libres?
Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver su cabeza,
fingiendo simplemente que no ve?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento.

Por cierto, que a Joan Baez le acaba de conceder el Consejo de Ministros español la Orden de las Artes y las Letras de España en reconocimiento a "una trayectoria regida por el compromiso artístico y personal en favor de los derechos individuales y las libertades civiles y políticas". No se si a ella le habrá hecho mucha ilusión la distinción; a mi, sí. Pienso que es un reconocimiento tardío, pero merecido.

"Flotando en el viento" me quedé yo el lunes oyendo al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la entrevista que le hicieron en TVE1. No porque me pareciera mal lo que dijo, sino más bien porque desaprovechar una oportunidad como la que le brindó TVE para hacer un ejercicio de realismo y dejar de andarse por las ramas no tiene perdón de Dios.

Sin la menor mención a la entrevista, viene a recalcarlo, una voz más, el sociólogo José Ignacio Wert en su artículo de hoy en El País titulado "Un pacto con la realidad".

Dice Wert: "La cuestión decisiva no es quiénes sean los culpables de la crisis y quiénes tengan que pagarla. La cuestión es cómo se ponen las condiciones para superarla, y a partir de una narrativa precisa de esas condiciones se puede entrar a discutir el trade-off social para repartir los costes". Y después de unas cuantas verdades más, de esas de Perogrullo, concluye diciendo: "La cosa está clara: o le hablamos a la gente como a personas mayores que entienden que conseguir mejores bases para el bienestar de sus hijos exige que sacrifiquen ellos la parte menos sostenible de su propio bienestar, o seguimos enredados en el cuento moral que no nos lleva a ser felices ni, desde luego, a comer perdices, sino que nos puede dejar más bien como a la Bella Durmiente. Esto sólo lo arreglamos entre todos, sí, pero dando el callo, sacrificándonos, y llamando a las cosas por su nombre".

Lamento tener que reconocer que tiene toda la razón. Sean felices, a pesar de todo. Y disfruten de las portentosas voces de Joan Baez y Bob Dylan flotando sobre el viento... Tamaragua, amigos. HArendt



El sociólogo José Ignacio Wert




"UN PACTO CON LA REALIDAD", por José Ignacio Wert
EL PAÍS - Opinión - 10-03-2010

El Gobierno no explota sus propias fortalezas. No creo que existan muchos Gobiernos en el mundo que cuenten en sus filas con un catedrático de Filosofía que ha enseñado materias como metafísica, retórica y hasta teodicea. En todas esas cosas es experto Ángel Gabilondo, que, además, se explica con mucha eficacia. Por eso no se comprende, no ya que no se le haya asignado la portavocía del Gobierno -no es preciso ser Walter Cronkite para hacerlo mejor que la actual ocupante del cargo-, sino, y es a lo que voy, que no se le haya encargado una tutoría de urgencia sobre sus colegas de Gobierno (presidente incluido) para poder enfrentarse a la crisis desde las bases lógicas adecuadas.

Porque lo que sucede en el tratamiento de la crisis es que el Gobierno se niega a hacer un pacto -siquiera sea un pacto de mínimos- con la realidad. Ese pacto es previo a cualquier otro que se pretenda abordar con interlocutores políticos, sociales, económicos y, sobre todo, con la ciudadanía.

¿En qué consiste ese pacto con la realidad? Muy sencillo. Comienza por ofrecer un relato de la crisis en los términos en los que aquélla cursa y no, como lo está haciendo, bajo la forma de un cuento moral, que ni siquiera es como los de Eric Rohmer, elíptico y elegante, sino más bien tosco y maniqueo.

La cuestión decisiva no es quiénes sean los culpables de la crisis y quiénes tengan que pagarla. La cuestión es cómo se ponen las condiciones para superarla, y a partir de una narrativa precisa de esas condiciones se puede entrar a discutir el trade-off social para repartir los costes.

El Gobierno, en cambio, se ha instalado en el cuento de que los más débiles no deben pagar las consecuencias de una crisis de la que no son responsables, pues aquélla se debe únicamente a la codicia de banqueros y especuladores. En consecuencia, prohibido hablar de temas que se perciben socialmente como costosos para las capas menos favorecidas de la sociedad: no a una reforma laboral exigente, no a la congelación de los sueldos en el sector público, mucha cobertura social (mientras aguante) y nada de decretazos.

Al margen de la simpleza del argumento sobre los responsables -la sociedad es más madura que sus dirigentes: la gente entiende perfectamente que ha vivido por encima de sus posibilidades y sabe que las consecuencias de la resaca le afectan-, lo fundamental es que ese relato no lleva a parte alguna. En la medida en que la cláusula de salvaguarda social enerva la toma de decisiones imprescindibles (tales como una reforma laboral en serio o como un pacto de rentas sensible en el sector público), que servirían para contener, entre otras cosas, la sangría del desempleo, produce resultados literalmente opuestosa los que dice pretender. Esa cláusula funciona en los mítines pero no en la realidad, puesto que nada hay más destructivo para quien la sufre que una espiral de desempleo como la que se ha creado.

La fantasía no da más de sí. Ya, a trancas y barrancas, se empieza a hablar de iniciativas como el aumento de la edad de jubilación o la ampliación de los años que sirven para el cómputo de la pensión o la congelación del sueldo de los funcionarios. Iniciativas, como los corazones de Jardiel, con freno y marcha atrás.

Pero aunque, por exigencias del guión, se cambie algo la letra, se sigue tocando la melodía equivocada. El Gobierno, ha abordado así el Acuerdo Político para la Recuperación del Crecimiento Económico y la Creación de Empleo, o sea, lo que los medios han llamado el Pacto de Estado, aunque esté a años luz de merecer tal denominación, sin haber abordado antes el imprescindible pacto con la realidad.

El pacto con la realidad hubiera supuesto de entrada reconocer la condición castiza de nuestra crisis y dejar ya el discurso exculpatorio de la crisis ajena. Por inverosímil que parezca, todavía el Gobierno sigue hablando en su documento de las "características y consecuencias de la crisis económica internacional y de su impacto singular en la economía española", es decir, que lo que pasa en España es la consecuencia de los vientos que vienen de fuera. Equivocando el mal es imposible acertar el remedio. La crisis financiera internacional no ha venido más que a agravar nuestra propia crisis económica (burbuja inmobiliaria y pérdida de competitividad) y financiera (sobreendeudamiento de familias y empresas). Por eso, por lo que tiene de castiza, nuestra crisis es más costosa socialmente (la tasa de paro dobla la media de la UE) y de peor pronóstico temporal (única de las grandes economías con retroceso del PIB en este año) que la de quienes nos rodean.

La segunda exigencia del pacto con la realidad es tan importante como la anterior y atañe a la condición socialmente onerosa de las soluciones.

De nuevo, el documento del Gobierno, la supuesta base para un acuerdo político, elude cualquier medida concreta que suponga sacrificios para los destinatarios: reformas del marco laboral, pactos de rentas a la baja, costes fiscales de la consolidación, posibles recortes en la gratuidad universal de las prestaciones sociales.

Y todos esos costes son ineludibles. Ni los créditos del ICO, ni el IVA reducido de la rehabilitación de viviendas (entre paréntesis: no estoy yo muy seguro de la eficacia de ese incentivo, toda vez que muchos aplicaban ya por su cuenta un "tipo superreducido" del 0%, bajo el socorrido expediente de no emitir ni requerir facturas), ni el coche eléctrico, ni la Ley de Organizaciones Profesionales Agroalimentarias (por poner un ejemplo entre tantos de parecido nivel como hay en el documento del Gobierno) nos los van a ahorrar.

En la mayor parte de las cosas que el Gobierno propone lo difícil no es llegar a un acuerdo, sino discrepar de él. Pero no es ése el problema. El problema es la irrelevancia o, en el mejor de los casos, la poquedad de esas medidas para enfrentar el reto que tenemos. El problema es que se propone un acuerdo sobre lo que no es problemático ni, en la mayor parte de los casos, lo requiere, y, en cambio, se soslayan aquellas cuestiones en que el acuerdo político sería imprescindible. Las que cuestan de verdad. Las que suponen repartir sacrificios y no caramelos.

En lo más recóndito de sus corazones, estoy seguro de que los responsables de los dos principales partidos saben cuáles son aquellas cuestiones. Pero, dado lo antipáticas que aquéllas son, están como los butroneros del chiste ("Pasa tú que a mí me da la risa"). Pero a cada uno le toca lo que le toca. Y, en esta situación, al Gobierno le toca justamente dar la cara primero, aun a riesgo de que, como en el chiste, se la puedan partir.

La cosa está clara: o le hablamos a la gente como a personas mayores que entienden que conseguir mejores bases para el bienestar de sus hijos exige que sacrifiquen ellos la parte menos sostenible de su propio bienestar, o seguimos enredados en el cuento moral que no nos lleva a ser felices ni, desde luego, a comer perdices, sino que nos puede dejar más bien como a la Bella Durmiente. Esto sólo lo arreglamos entre todos, sí, pero dando el callo, sacrificándonos, y llamando a las cosas por su nombre.




El presidente del gobierno, José Luis R. Zapatero




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Entrada núm. 1282 -
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