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domingo, 27 de noviembre de 2011

Pasiones...





Eva (A. Durero, Museo del Prado)





Ya he dejado dicho en alguna anterior ocasión que la política, o mejor la Teoría política, es una de mis pasiones… En mi anterior “digresión íntima” me tomé el atrevimiento de entrar en ese viejo debate que se suscita tan a menudo entre si debe primar la libertad sobre la seguridad o la seguridad sobre la libertad… Un falso debate en el que es posible que si entramos sin las debidas cautelas acabemos por perder ambas: libertad y seguridad… Así que comencé a escribir sobre los últimos retortijones judiciales y el bochornoso espectáculo de esa cosa denominada Consejo General del Poder Judicial y del impresentable de su presidente, pero no me gustó lo que salió. Me animé entonces con el PP, pero no pude seguir porque me quedaba sin argumentos ante la brillantez de exposición de los suyos. Bueno, pensé, vamos a meternos un poquito con el sector reaccionario de la Conferencia Episcopal y su oposición a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, pero la verdad es que me salió un comentario bastante chusco que los venerables “Padres” quizá no se merezcan… Y justo en ese momento, cuando la sequía mental y la desesperación ante la pantalla en blanco hacían presa de mi recordé una frase que había leido ayer, y que también habla de pasiones… Mucho más nobles que la teoría política, por supuesto. La tomo del último número de Revista de Libros, página 50, que trae un artículo de Fernando R. Lafuente, profesor de Crítica Literaria en la UCM, titulado “Las máscaras del tiempo”,  comentando el libro de Mario Vargas Llosa “Travesuras de la niña mala”. La frase es de Kierkegaard, uno de esos grandes moralistas ateos que la humanidad nos depara de vez en cuando -gracias a Dios, y a pesar de los curas- y, pienso, no tiene desperdicio: “Quien se pierde por su pasión pierde menos que quien pierde su pasión”. Y no se porqué me ha venido inmediatamente a la memoria la ejemplar sentencia de Agustín, otro gran pecador, éste sí, reconvertido: “Ama y obra como quieras”. Y es que el amor, aun equivocado, siempre nos salva…

Complemento la reedición de la entrada con un hermoso vídeo que recrea con la música y voz de Joan Manuel Serrat los inolvidables versos de Mario Benedetti en homenaje a la mujer, a todas las mujeres, y mejor, desnudas y en lo oscuro... Espero que lo disfruten. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Benedetti, por Andrés Cascioli






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Entrada núm. 1429 -
Reedición de la publicada en el blog el 11/10/2006
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

domingo, 24 de octubre de 2010

¿Vanidad?










"Vanidad": Arrogancia, presunción, envanecimiento. "Ego": Exceso de autoestima (Diccionario de la Real Academia Española). Hace unas semanas le otorgaron al escritor Mario Vargas LLosa el Premio Nobel de Literatura. En algún medio, no recuerdo cual, dijeron que el escritor reclamaba este galardón hacía ya tiempo. Suponiendo que eso fuera cierto, le podríamos aplicar las dos primeras definiciones tan bien explicadas por la RAE. No quiero decir que no se lo merezca, pero si la afirmación fuera cierta diría muy poco en su favor. Otros pensarán que tiene todo el derecho a pensarlo pues es un gran escritor y si él no lo piensa, ¿quién lo va a pensar? Seguro que más de uno.

Es muy bonito el hacer por hacer sin esperar nada a cambio pero en el fondo todos estamos esperando algún reconocimiento: ya sea del jefe por nuestra eficacia ganando un cliente, de un familiar alabando la comida que hemos preparado o algún comentario en la última entrada del blog.

La vanidad-ego en su justa medida es algo necesario para triunfar en el día a día, nos gusta sentirnos imprescindibles, que el día que no estemos se den cuenta. El problema es cuando esa vanidad no responde a los hechos, y de eso sí que hay por el mundo. Muchos divinos que sólo saben presumir y pavonearse y párate ahí porque no saben nada más. Son los mejores en su trabajo, presumen de todo lo que hacen y harán, tienen un un coro de pelotas atolondrados que les dan la razón simplemente porque les oyeron decir sobre sí mismos que eran maravillosos. ¿Y los resultados? ¿A qué conocen a más de uno en su trabajo? Yo sí.

Luego está la otra cara de la moneda, los que tienen resultados y ningún reconocimiento. Triste lo suyo pero a veces pecan de llorar y quejarse. De decir que ellos no quieren la gloria pero que no es justo que la tengan otros. Pueden resultar igual de cansinos que los vanidosos. Aunque para su autoestima no es una práctica tan saludable. Y al final se quedan con la falsa modestia.

Ni lo uno, ni lo otro. Todos queremos nuestro trozo del pastel, más grande o más pequeño. Si algún día disfrutamos del grande, disfrutémoslo en privado, sin dejar hambriento al de al lado. Aunque ese hambriento se comiera el pastel delante nuestra alguna vez... Saquemos la cubertería de plata, la vajilla de Cartuja y la mantelería calada por una vez. Pero el asunto de la venganza lo dejaremos para otro día.

En El País Semanal de hoy domingo pueden leer si lo desean el magnífico reportaje del escritor canario Juan Cruz sobre las 48 horas vividas por Mario Vargas Llosa posteriores a su elección como Premio Nobel de Literatura de 2010. Y en la sección de videos, uno en el que el nuevo Premio Nobel explica su obra literaria. No se los pierdan. Nos vemos. Ruth




Post scríptum: Mi padre, HArendt, me comenta que de Mario Vargas Llosa le encantaron La tía julia y el escribidor y La guerra del fin del mundo. Dicho queda. Ruth











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Entrada núm. 1317-
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)