sábado, 25 de enero de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es sábado, 25 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 24 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Infancia eterna





"Pasé mi infancia y adolescencia intentando comprender ese gran misterio de la vida, -comenta en el A vuelapluma de hoy la escritora Laura Freixas-. A ese misterio, por ­entonces –años sesenta, ­setenta– se le llamaba “de dónde vienen los niños”. Un día mi padre, de­cidido a ­pasar el mal trago, se sentó con­migo y me lo explicó en diez minutos.

Lo entendí perfectamente, como habría entendido el funcionamiento de un destornillador o un abrelatas; sólo que no era eso lo que yo quería saber. Estaba muy bien, sí, conocer la mecánica del asunto, pero lo que yo quería entender era otra cosa. Algo tan complicado como ordenar el puzle desconcertante que componían Simplemente María, Playboy , el barrio chino, el mandato de virginidad para las chicas, el miedo a la violación, el consultorio de Elena Francis, La vie en rose, los cursillos prematrimoniales, las bodas de penalti, los guiños de los hombres cuando se les preguntaba cuántos hijos tenían y contestaban “dos... que yo sepa”... y así, hasta un millar de piezas. Lo que yo quería entender, en suma, era qué sentido tenía todo aquello. Y por cierto, si había alguien que yo no quería que me lo explicara, era mi padre. O mi madre. Entre otras cosas, porque tenía clarísimo –antes de saber formularlo con palabras– que la sexualidad es lo que nos hace personas adultas, autónomas, desgajadas de nuestra familia.

Y todo eso que yo necesitaba entender, ¿dónde aprenderlo? La escuela habría sido lo mejor: un entorno neutro, aséptico, con adultos ajenos a nosotras. Pero parece que no hay manera de que se implante en España, con normalidad, la educación afectiva y sexual. En vez de avanzar en ese campo, como habría sido de esperar, resulta que retrocedemos: ahora la derecha quiere dar a los padres el poder de impedir, mediante el pin parental , que sus hijas e hijos reciban esa enseñanza. Curiosamente, no se atreven a discutir sus contenidos –¿será que no quieren reconocer lo que de verdad piensan del tema? ¿será que sus ideas les avergüenzan?...– y prefieren rechazarlo sin explicaciones, esgrimiendo un supuesto derecho de los padres a elegir la educación de sus hijas e hijos. Como si estos no fueran personas con sus propios derechos: el derecho a saber, el derecho a entender una dimensión fundamental de su persona, el derecho a escoger cómo desarrollarla. En vez de eso algunos padres quieren, por lo visto, una inocente escuela Pin y Pon que mantenga a sus criaturas en una eterna infancia".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







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[PENSAMIENTO] Idolatría



Dibujo de Sr. García para El País


No vivimos en un tiempo mejor o peor que otros, afirma el escritor Rafael Argullol. Cada época tiene sus ídolos. El problema viene cuando se está ciego ante ellos, porque entonces el ser humano es capaz de adorar a cualquiera. 

"La última vez que estuve en San Pedro del Vaticano, -comienza diciendo Argullol- hace un par de años, ya no intenté ver la Pietà de Miguel Ángel. La muralla humana era tan densa que preferí quedarme a un lado para observar a los espectadores de la escultura. Formaban un grupo en forma de embudo, cada vez más estrecho a medida que se acercaban al cristal que defiende la obra. Con pocas excepciones el ritual era siempre el mismo: los visitantes, que quizá habían esperado en la cola durante más de una hora, permanecían unos pocos segundos ante la obra e inmediatamente se giraban, móvil en mano, y se hacían un autorretrato, individual o colectivo, con la Pietà al fondo. Apenas habían mirado la escultura, pero parecían regresar satisfechos de su aventura.

No sé cuantas veces, después, contemplarían las imágenes que habían capturado. Tal vez en el avión, de regreso a casa. En muchos casos, ni siquiera en el avión, perdidas aquellas fotos en archivos interminables. En la misma basílica de San Pedro me hice una pregunta: si se interrogara, a esos fugaces contempladores, sobre el terrible dolor de una madre que tiene a su hijo muerto sobre las rodillas, ¿qué opinarían? A juzgar por sus actitudes, creo que una inmensa mayoría pensaría que quien hacía esta pregunta se había vuelto loco, porque no venía al caso hacer una pregunta de este tipo. De hecho, pocos, muy pocos, habían relacionado el dolor de una madre por su hijo muerto con el autorretrato que se acababan de hacer con una famosa, y turísticamente recomendada, obra de arte al fondo.

Habían mirado —a considerable velocidad—, pero no habían visto. De ser cierta esta hipótesis no sería un hecho aislado, desde luego, sino un ejemplo representativo de una actitud general no solo, claro, ante obras de arte cargadas de fetichismo, sino ante las imágenes de todo tipo que nos rodean: mirar sin ver. O, en la mejor de las opciones, para vernos solo a nosotros mismos, efímera, pero machaconamente, en la repetida ceremonia de un narcisismo atolondrado. Se ha dicho muchas veces que vivimos en una época en la que la cultura de la palabra ha sido sustituida por la cultura de la imagen. No estoy de acuerdo con esta afirmación: ambas han sido agredidas igualmente por el falseamiento idolátrico. Mirar sin ver tendría su correspondencia con el hablar sin decir.

Esta última cuestión fue rastreada por muchos escritores que se plantearon las raíces del paulatino totalitarismo que invadió la primera mitad del siglo XX. Ante este dilema, algunos se decidieron por el silencio, dejando de escribir; otros optaron por transformar la pluma en un bisturí que diseccionara los mecanismos de mentira que podían ocultar las palabras y los peligros colectivos de esta ocultación.

Las arenas movedizas sobre las que reinan las fake news no son un privilegio exclusivo de nuestro tiempo. A principios del siglo pasado, antes de que los totalitarismos se apoderaran de la escena, Karl Kraus escribió, en Viena, páginas inolvidables sobre el envenenamiento espiritual de una opinión pública sometida a un vaciamiento interior del significado de las palabras. Desde su ciudad de exilio, Río de Janeiro, cercano ya su “suicidio civilizatorio” tras comprobar hasta qué punto se habían desencadenado los demonios del totalitarismo, Stefan Zweig atribuyó el horror a la pérdida de verdad interna de las palabras. Hablar sin una aspiración de verdad era la negación del decir. El ser humano quedaba indefenso. El campo abonado para las adoraciones de los ídolos.

Sería interesante ver cómo reaccionarían un Kraus o un Zweig ante los engranajes del poder en nuestro presente, con la generalizada instalación de un nihilismo que tiene por intercambiable lo falso y lo verdadero, y en el que la verdad o la falsedad dependen del número de seguidores en las redes sociales. Probablemente llegarían a la conclusión de que lo nuestro es consecuencia de lo suyo, y que la tecnología no ha causado, sino ampliado, una mutilación interna del lenguaje cuya razón de fondo es espiritual y cuyo riesgo más inquietante comporta la pérdida de la libertad.

Sin embargo, no es muy distinta la situación de la denominada cultura de la imagen, pues ésta, como la palabra, tiende a ser vaciada de su significado interior, de su complejidad, para ser transformada en un mero ídolo. A este respecto es interesante calibrar la progresiva victoria de la publicidad sobre el arte, si por éste entendemos una forma pensada para interrogar a la condición humana, y por aquélla otra ideada para vender productos a los seres humanos (diferencia quizá ya no aceptable para muchos, partidarios de la indiferenciación total).

Tengo la impresión de que, a estas alturas, la publicidad ha utilizado, y exprimido, todas las etapas de la historia del arte. Un van gogh ha servido para vender un detergente; un velázquez, para vender un coche; un botticelli, para vender una nevera. Estamos acostumbrados, y poco habría que decir si no fuera porque en nuestra retina se ha ido produciendo una igualación semejante a la que, en el campo de la palabra, lleva a la igualación entre lo verdadero y lo falso. Van Gogh, Velázquez o Botticelli dejan de interrogar a la naturaleza humana. Sus obras se vuelven irreconocibles, en el sentido literal del término, como irreconocible es la Pietà de San Pedro del Vaticano cuando la imagen de Miguel Ángel es avasallada por la idolatrización de espectadores completamente mermados para comprender lo que en ella se aloja.

Si esto ocurre con respecto a las artes visuales tradicionales qué no decir en relación a la cinematografía, vampirizada hasta extremos grotescos por la publicidad: exigencia continua de impacto, rentabilidad inmediata de los efectos técnicos, desaparición paulatina del autor o responsable intelectual. La consecuencia son centenares de películas, algunas de ellas de gran valor, imposibilitadas de distribución y exhibición porque el mercado está obturado por los productos que sí admiten, y hacen suyas, las leyes de la idolatría.

La consecuencia, asimismo —la consecuencia más agradable—, es la sorpresa, acompañada de respeto, con la que muchos jóvenes descubren la existencia de un cine antiidolátrico cuya calidad rompe el cerco de la mediocridad y el simulacro. La prueba de fuego es la visión de películas de Tarkovski, Bergman o Welles, increíblemente postergados, pese a su maestría reconocida, redescubiertos como una revelación por quienes se hartan de la trivialidad vertiginosa del cine hegemónico.

Algo no muy distinto, por cierto, de lo que ocurre cuando ciertos lectores jóvenes acceden, por fin, a los grandes maestros de la literatura, los vedados por los propagadores de la banalidad y por los que buscan confundir el hablar con el decir. La aventura de leer a Thomas Mann, Dostoievski o Proust se presenta, de pronto, como mucho más excitante que las toneladas de simpleza mental aconsejadas por medios de comunicación, redes sociales y no pocas editoriales.

Pese a todo, no creo que vivamos en un tiempo mejor o peor que otros. Una de las virtudes de la gran cultura, que ahora se desprecia por los ignorantes y por los aprendices de ignorantes, es que nos enseña a no ser nostálgicos ni a tener la mirada puesta en el pasado. Si en una balanza imaginaria depositáramos la inteligencia y la sensibilidad de cada generación, el peso sería el mismo. No sé si mucho o poco, pero el mismo. Cada época tiene sus ídolos y sus idolatrías. El problema es ser ciego ante ellos. Porque entonces los seres humanos somos capaces de adorar a cualquiera: a un gran demonio o a un pobre diablo".




La Pietá, de Miguel Ángel


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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 24 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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jueves, 23 de enero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Jurisdicción universal: ¿Requiescat in pace? (Publicada el 26 de junio de 2009)




La Corte Penal Internacional en sesión



El pasado día 21 leía en El País Semanal un interesante reportaje de Gabriela Cañas, titulado "Los justicieros del mundo" sobre algunos de los dieciocho jueces que conforman la Corte Penal Internacional con sede en La Haya (Países Bajos). Me gustó. Y me llamó poderosamente la atención la seriedad y confianza con que afrontan su misión, la de poner en la medida de lo posible coto a la impunidad conque muchos gobiernos se pasan por la entrepierna el derecho, no sólo el internacional, en materia de derechos humanos. Entre ellos, por supuesto, están todos los poderosos: Estados Unidos, Rusia, China, India.., y algunos no tan poderosos, pero si lo bastante como para sojuzgar impunemente a sus ciudadanos y cometer toda clase de tropelías con ellos y sobre ellos. Antes de leerlo no es que tuviera mucha confianza en la Justicia, a decir verdad, muy poca. En la española, nula, cero absoluto. En la del Tribunal de Justicia Europeo, un poco más. En la de la Corte Penal Internacional, hay que reconocer que se la está ganando a pulso...

Pero hoy ese poso de confianza se me ha ido al traste ante la noticia de que el Congreso de los Diputados aprobó ayer, con el acuerdo del PP y el PSOE (y de otros grupos minoritarios) la limitación de la jurisdicción universal de la justicia española a los casos estrictos en que se hayan visto envueltos ciudadanos o intereses españoles.

Es una mala noticia para la Justicia, y sobre todo para los ciudadanos. Se ha quedado corto el portavoz parlamentario de Izquierda Unida, el señor Llamazares en sus críticas a la decisión mayoritaria del Congreso. Y desde luego no ha estado muy afortunado cuando para referirse a ello ha dicho que brindarán con champán por tal decisión "los halcones del Pentágono", como si solo fuera a los "los halcones del Pentágono" a los que va a encantar la decisión de nuestro Parlamento. También le habría encantado a Pinochet y Milosevic, y seguro que les ha encantado a los causantes del genocidio de Darfur, al todavía presidente de Zimbabue, a los dirigentes de la República Popular China, a los hermanos Castro, a Ariel Sharon, al ínclito Chaves, y porqué no, a Tony BlairJosé María AznarGeorge Bush (hijo), al reelegido presidente iraní y a una buena parte de la clase política internacional.

Por parte del PP, un partido meapilas y reaccionario, me parece normal la decisión; por parte del PSOE, al que comienzan a sobrarle muchas letras de sus siglas, no le encuentro ninguna justificación. Allá ellos. Supongo que es una forma como otra cualquiera, aunque chapucera, de quitarse de encima los problemas diplomáticos que unos cuantos jueces españoles tocapelotas le estaban creando a nuestro ministerio de Exteriores. Es una auténtica lástima. "Un día de luto", titula su comunicado Amnisntía Internacional. Yo también pienso que lo es: ¿Requiescat in pace por la jurisdicción universal de la Justicia?, en España parece ser que sí. HArendt




Sede de la Corte Penal Internacional. La Haya, Países Bajos



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 23 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




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miércoles, 22 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Los terrestres extraterrestres



Niños en un campo de refugiados


El signo más inhumano en este tiempo es la desprotección de los “niños perdidos”, de los menores aliens, afirma en el A vuelapluma de hoy el escritor Manuel Riva. "Dicen que hay un problema muy grande con la infancia -comienza señalando Rivas- y es el de la hiperprotección. No estoy de acuerdo. Puede que en España haya una docena o dos de infantes sobreprotegidos, pero, en general, en este mundo, la infancia está más bien desprotegida. Quizás el equívoco radica en la idea que tenemos de protección. Proteger sería mantener a raya el peligro. La supuesta hiperprotección, en realidad, consiste, básicamente, por lo que se ve, en mantener a raya a los otros. A otros niños y niñas. Sobre todo, a los aliens. Así son denominados, aliens, en el lenguaje popular y en el de la ley, los niños migrantes en Estados Unidos. Para nosotros, todavía la primera acepción es la de extraterrestre. Pero los extraterrestres son cada vez más terrestres y viceversa. Pasada la Navidad, hay noticias que ya se podrían publicar en primera página. Por ejemplo: Cristo resulta ser un alien. O un “niño perdido”.

En Los niños perdidos, Valeria Luiselli cuenta su experiencia como traductora voluntaria ante una corte que decide sobre la suerte de los menores migrantes no acompañados. Hay una palabra precisa para definir a estas personas, “indocumentadas”, pero la que está en el ambiente y también en la información es “ilegales”. Una de las imágenes que impactó a la escritora muestra a una pareja de ancianos sentados en sillas de playa con dos pancartas que asocian “ilegal” con “criminal”. La pareja viajó muchos kilómetros para protestar contra la ubicación de un centro de menores indocumentados en Oracle, Arizona. Valeria Luiselli, que después escribió la gran novela Desierto sonoro, se pregunta qué puede haber pasado en la mente de esas personas mayores y hacer semejante esfuerzo para repudiar a una gente de la que nada saben. En Estados Unidos hay más de 100.000 menores migrantes en centros de detención. Según el reciente estudio de Naciones Unidas Niños privados de libertad, hay en el planeta siete millones de menores de 18 años en cárceles y bajo custodia policial.

Está también muy de actualidad el concepto “suicidio demográfico”. En España y en gran parte de Europa. La inquietud por la baja natalidad. En muchos lugares es noticia excepcional el nacimiento de un niño o una niña. Y hay procesiones para ir a ver a la nueva criatura. No me gusta nada esa expresión, la de “suicidio demográfico”, y menos si se aplica a la España vaciada. Da a entender que el hundimiento es voluntad de quienes sufren el naufragio, y no de un proceso de abandono que desahucia el lugar y lo convierte en deslugar. Hay mucho cinismo en la retórica natalista institucional.

La gente de Verín, en Galicia, se ha movilizado como nunca antes en protesta por el cierre del único paritorio de la gran comarca fronteriza y la supresión de la atención pediátrica. El cinismo es ya total en aquellos que reprochan al feminismo ser causa de la baja natalidad, a la vez que hostigan y tratan de expulsar a la nueva población migrante.

Cuando no nacen, malo. Cuando nacen, no se sabe muy bien qué hacer con esas criaturas extrañas que todavía vienen al mundo. Salvo lo de siempre, y a veces a peor. Desde luego, la explotación del trabajo infantil y la trata y esclavitud sexual. Un mapa, visible e invisible, donde se dan “inimaginables horrores”, como dice otro informe de Naciones Unidas. Pero también es descorazonador ver cómo en nuestro entorno se utiliza el periodo de la infancia no para descubrir la igualdad sino para establecer distancias y marcar a la infancia con las obsesiones clasistas de los adultos. En lugar de potenciar la enseñanza pública, se retrocede hacia la distopía. Incluso hay comunidades que subvencionan la segregación por sexo. Quien más pierde es la infancia. Si la enseñanza consiste en “aprender a pensar”, a esos niños y niñas se les sustrae el principal conocimiento: el compartir y no solo competir. Pierde la infancia su presente, y la sociedad, el mejor recurso. El sentido colaborativo. Al final, todos aliens.

Joséphine Baker, que detenía la órbita de la Tierra al danzar, adoptó a los 41 años a 12 niños de diferentes “colores” a los que llamaba “mi tribu del arco iris”. Había comenzado a ganarse la vida bailando en la calle, a los 10 años. El baile descalzo de una “niña perdida”. Este podría ser el principio de otra historia".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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