EL LEOPARDO, EL LEÓN Y LA LOBA
Y ahí estaba, no tuve que andar mucho:
un leopardo ligero y todo presto
que de piel tachonada se cubría;
plantado me miraba sin moverse,
y de tal modo me cerraba el paso
que estuve por volverme varias veces.
Era muy pronto, apenas clareaba,
el sol trepaba el cielo con los astros
igual que el día en que el amor divino
movió por vez primera aquellos cuerpos.
Y a pesar del leopardo moteado,
me hicieron concebir buenos augurios
la hora pronta y la estación tan dulce,
mas no al punto que no me amedrentase
la vista repentina de un león.
Parecía venir derecho a mí,
la testa erguida y con rabiosa hambre,
hasta el aire temblaba en apariencia.
Y una loba, que toda la avidez
congregaba en sus carnes consumidas,
devoradora de un montón de gente,
me redujo a un estado lamentable
con solo dirigirle la mirada,
y ya no confié en llegar arriba.
Y como aquel que goza acumulando,
y cuando la fortuna le desprecia,
solloza y se lamenta amargamente,
igual hizo conmigo la insaciable,
que viniendo a mi encuentro poco a poco
me fue empujando donde el sol se calla.
DANTE ALIGHIERI (1265-1321)
poeta florentino


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