LA CANCIÓN DE MARÍA
El cordero dominical cruje en su grasa.
La grasa
sacrifica su opacidad…
Una ventana, oro sagrado.
El fuego la vuelve preciosa,
el mismo fuego
que derrite a los herejes de sebo
y expulsa a los judíos.
Sus gruesos paños mortuorios flotan
sobre la cicatriz de Polonia, la Alemania
calcinada.
No mueren.
Pájaros grises me obsesionan el corazón,
ceniza de boca, ceniza de ojo.
Se posan. Sobre el alto
precipicio
que lanzó a un hombre al espacio
los hornos resplandecían cual cielos, incandescentes.
Es un corazón
este holocausto en el que penetro,
oh, niño mimado que el mundo matará y devorará.
SYLVIA PLATH (1932-1963)
poetisa estadounidense


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