jueves, 25 de enero de 2018

[POESÍA, PINTURA Y MÚSICA] Hoy, con Jorge Guillén, Salvador Dalí y Vincenzo Bellini





Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo. 

Por su parte, George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia.

Y Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana.

Me parecen razones más que suficientes para retomar la publicación, con un formato diferente, de la serie de entradas del blog dedicadas al tema de España en la poesía española contemporánea que tan buena acogida de los lectores tuvo hace ya unos años. Grandes poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. Poemas a los que acompaño con algunas de las más bellas arias de la historia de la ópera y de algunos de los desnudos más hermosos de la pintura universal. Disfrútenlos.

Hoy traigo al blog al poeta Jorge Guillén y su poema Despertar españolal pintor Salvador Dalí y su cuadro Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, y al músico Vincenzo Bellini y su bellísima aria Col sorriso d'innocenza, de la ópera Il pirata, cantada por María Callas, que pueden disfrutar desde el enlace inmediatamente anterior.


***


Jorge Guillén nace en Valladolid en 1893. Estudia Filosofía y Letras en las universidades de Madrid, alojándose en la Residencia de Estudiantes, y Granada. Se doctora en la de Madrid. Ejerce de lector de español en las universidades de la Sorbona de París y Oxford, y como catedrático de literatura en las de Murcia y Sevilla. Encarcelado al inicio de la guerra civil, se exilia en 1938 a norteamérica dando clases en Canadá, Estados Unidos (Harvard) y Puerto Rico. En 1976 recibe el Premio Cervantes. Muere en Málaga en 1984. Por su inclinación a la poesía pura es considerado el discípulo más directo de Juan Ramón  Jiménez. 


DESPERTAR ESPAÑOL
por 
Jorge Guillén

¡Oh blanco muro de España!
Federico García Lorca


I

¿Dónde estoy?
Me despierto en mis palabras.
Por entre las palabras que ahora digo,
A gusto respirando
Mientras con ellas soy, del todo soy
Mi nombre,
Y por ellas estoy con mi paisaje:
Aquellos cerros grises de la infancia.
O ese incógnito mar, ya compañero
Si mi lengua le nombra, le somete.

No estoy solo ¡Palabras!

Y merced a sus signos
Puedo acotar un trozo de planeta
Donde vivir tratando de entenderme
Con prójimos más próximos
En la siempre difícil tentativa
De gran comunidad.

A través de un idioma
¿Yo podría llegar a ser el hombre
Por fin humano a que mi esfuerzo tiende
Bajo este sol de todos?

II

Ay, patria,
Con malos padres y con malos hijos,
O tal vez nada más desventurados
En el gran desconcierto de una crisis
Que no se acaba nunca,
Esa contradicción que no nos deja
Vivir nuestro destino,
A cuestas cada cual
Con el suyo en un ámbito despótico...
Ay, patria,
Tan anterior a mí,
Y que yo quiero, quiero
Viva después de mí -donde yo quede
Sin fallecer en frescas voces nuevas
Que habrán que resonar hacia otros aires,
Aires con una luz
Jamás, jamás anciana.
Luz antigua tal vez sobre los muros
Dorados
Por el sol de un octubre y de su tarde:
Reflejos
De muchas tardes que no se han perdido,
Y alumbrarán los ojos de otros hombres
-Quien sabe- y sus hallazgos.

III

¡Fluencia!
Y nunca se interrumpe,
Y nunca llega al mar
Ni sabe de traiciones.
Río de veras fiel a su mandato,
A su fatal avance sesgo a sesgo,
Rumbo a la primavera con su estío,
Y en las agudas barcas
Las eternas parejas
De nuevo amor.

Y no hay más mundo que ese
Un mundo bajo soles
Y nuestra voluntad.

Paso ha de abrise por las nuevas sangres
Incógnito futuro
Libérrimo.

¿Vamos a él? Él es quien nos arrastra
Rehaciendo el presente
Fugaz
Mientras confluye todo por su curso
De cambio y permanencia.
España, España, España.

IV

Nuestra intervención y nuestro amor, España, 
Pese a los pusilánimes,
Pese a las hecatombes -bueyes muertos-
Sobre las tierras yermas,
Entre ruinas y fábulas
Con luces de ponientes
Hacia noches y auroras.

Y todo, todo en vilo,  
En aire
De nuestra voluntad.

Queremos más España.

Esa incógnita España no más fácil
De mantener en pie
Que el resto del planeta,
Atractiva entre manos escultoras
Como nunca lo es bajo los odios,
Creación sobre un trozo de universo
Que vale más ahondado que dejado.
¿Península? No basta geografía.
Queremos un paisaje con historia.

V

Errores y aflicciones.
¡Cuántas culpas!

Gran historia es así:
Realidad hay, compacta.

En el recuerdo veo un muro blanco,
Un sol que se recrea
Difundiéndose en ocio
Para el contemplativo siempre en obra.

¡Blanco muro de España!
No quiero saber más.
Se me agolpa la vida hacia un destino,
Ahí, 
Que el corazón convierte en voluntario.

¡Durase junto al muro!

Y no me apartarán vicisitudes
De la fortuna varia.

¡Tierno apego sin  término!
Blanco muro de España, verdadera:
Nuestro pacto es enlace en la verdad.


***



Salvador Dalí, marqués de Dalí de Púbol (1904-1989), fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español del siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo. Conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas, sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte renacentista. Manifestó una notable tendencia al narcisismo y la megalomanía, cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta conducta irritaba a quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que rechazaban sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario ocasionalmente más llamativo que su producción artística.



Sueño causado por el vuelo de una abeja... (1944)
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid 


***



Vincenzo Bellini (1801-1835) fue un compositor italiano y uno de los tres máximos representantes de la era del 'Bel Canto' de principios del siglo XIX, junto con los compositores italianos Gioachino Rossini y Gaetano Donizetti. Hijo del organista Rosario Bellini, recibió las primeras lecciones de música de su padre y de su abuelo, Vincenzo Tobia. Bellini fue un niño prodigio y cuenta la leyenda que a los dieciocho meses era capaz de cantar un aria de Valentino Fioravanti, que comenzó a estudiar teoría musical a los dos años de edad, piano a los tres y que a los cinco era capaz de tocarlo con soltura. 




María Callas en una representación de Il pirata



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy jueves, 25 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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miércoles, 24 de enero de 2018

[A VUELAPLUMA] El orgullo de Don Rodrigo






Francisco Rosell, periodista, director del diario El Mundo escribía hace unos días en su periódico sobre historia (de España), sobre corrupción (en el gobierno de España) y sobre don Rodrigo, no el de Vivar del siglo XI, sino sobre el Calderón, de 1621, y el Rato, de 2018. Les dejo con su relato.

El convento vallisoletano de Nuestra Señora de Porta Coeli es conocido popularmente como el de las dominicas calderonas en recuerdo de su bienhechor y mecenas, don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, a quien Felipe III mandó ajusticiar en 1621. Tras su ejecución en la Plaza Mayor de Madrid, las religiosas recogieron su cadáver y lo enterraron en la clausura del beaterio, donde su momia ocupa una espléndida sepultura fúnebre. Caballero de mérito y de oficio, cuya insolencia contrapesaba la indolencia de su protector, el duque de Lerma, don Rodrigo fue paje en la casa ducal y escaló rangos hasta ser su Secretario, nivel edesde el que adquirió títulos y mercedes hasta su defenestración y degüello «en nombre de la moralidad administrativa, política y económica». Mejor librado saldría el duque de Lerma, quien escapó de la quema al comisionarse en Roma el cardenalato, lo que le valió una ácida coplilla: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado». En el proceso que condujo al cadalso al «valido del valido», don Rodrigo exhibió una soberbia que dejaría para los anales aquello de «más orgullo que don Rodrigo camino de la horca». Similar jactancia desplegó este martes otro Rodrigo, de parecido humor y de apellido Rato. Todopoderoso vicepresidente económico con Aznar, desde donde pasó a ser efímero director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y luego controvertido presidente de Bankia. Fue invitado a dimitir por el mismo Gobierno que le había aupado al cargo dos años antes y presidido por un tapado Rajoy que, contra pronóstico, le birló la sucesión de Aznar, cuando ésta parecía cantada, al igual que Areilza se quedó con la miel en los labios frente a Suárez.

Lo escenificó en el teatro de sus éxitos más relumbrantes. Un Congreso de los Diputados, donde lució como martillo de herejes socialistas tanto desde su escaño de portavoz del Grupo Popular como desde la bancada azul. Pero esta vez, pese a su intrincada situación penal y su desairada exposición al punto de mira de la opinión pública, empleó su brillantez oratoria para revolverse ferozmente, como un jabalí enrabietado, contra quienes fueron sus compañeros tantos lustros. Como la venganza es un plato que se sirve frío, Rato aprovechó la primera oportunidad que tuvo -su comparecencia ante la comisión que investiga la crisis financiera- para su desquite. Gozando de inmejorable fama hasta su particular ocaso de los dioses, se siente víctima de la manipulación política del PP para convertirlo en cabeza de turco de su lucha contra la corrupción y, de esta guisa, sacudirse el estigma que tan alto coste le está significando en reputación y votos. Genio y figura hasta la sepultura de quien, con insufrible arrogancia, empareja con don Rodrigo Calderón hasta parecer la reencarnación del primer marqués de Siete Iglesias.

Su vendetta llamó la atención por su minuciosidad contra sus antaño correligionarios. Señaladamente cuatro ministros, dos de ellos antiguos subordinados (Montoro y Guindos), amén de Báñez y Catalá, sin olvidarse de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, a la que se refirió en una postrera aparición televisiva. Así, detalló hasta rayar el chisme la connivencia de todos ellos en la cacería montada contra su persona a raíz del escándalo Bankia: con su correlato de sumarios desde las tarjetas black, lo que le ha valido una condena de cuatro años en primera instancia, a la irregular salida de la entidad a Bolsa.

Es verdad que el Gobierno avivó el fuego para que sus llamas devoraran a Rato cual ninot fallero, pero no lo era menos que se estaba quemando en la hoguera que él había encendido con su negligente gestión. Claro que su soberbia no le permite ver lo evidente. De ahí que achaque, por ejemplo, su colosal fiasco a una confabulación auspiciada por el ministro de Guindos con los competidores de Bankia para que estos se aprovecharan de su derrumbe. Algo que carece de sentido, como tampoco lo hubiera tenido tratar de resolver los peliagudos problemas de Bankia fusionándola con La Caixa, como alguna mente calenturienta atisbó en aquellos apocalípticos días de auténtico escalofrío. No cabe duda, en suma, que el Gobierno se sirvió de él como cabeza de turco para darse pisto en la lucha contra la corrupción, plasmada en aquella imagen ominosa en la que un funcionario de Hacienda le hacía entrar en el coche cogiéndole del cogote. Pero habría ido suicida, más allá de la sobreactuación del Gobierno y del PP hasta incurrir en prácticas nefandas en un Estado de derecho, cerrar filas con un Rato que ha acreditado ser un turco. Dicho sea en el sentido de que su conducta ha sido claramente ominosa, emborronando una magnifica hoja de servicio que emprendió aquel viernes que, a la vuelta del primer Consejo de ministros del Gobierno Aznar, cuando España se jugaba su entrada en Maastricht, reunió a sus colaboradores y les comunicó: «Tengo una noticia buena y otra mala. La mala es que todos los ministros están contra nosotros. La buena, que el presidente está de nuestra parte».

Al margen de lo anterior, y teniendo en cuenta que se trata de un político criado a los pechos de Fraga, a cuyo tutelaje se lo encomendó su padre siendo casi un mozalbete, es patente que Rato ha aprovechado las horas bajas del PP para meter palo en candela. No sólo puso cargas explosivas bajo cinco pilares del Gobierno de Rajoy, sino que avivó las brasas de la disensión interna para achicharrar al presidente. Como advierte el clásico, «debajo de la tierra sale la venganza, que siempre acecha en lo más escondido».

Con la misma destreza que operó contra el tardofelipismo socialista, usó su daga para asestar la puñalada más certera, al paso que invitó al tránsito de votantes del PP a un crecido Ciudadanos sobre la base de que «la gente no quiere partidos burocráticos y aburridos», según le declaró sin remilgos a Herrera en la Cope. A este respecto, dio pábulo a la tesis de que el PP puede ser superado en las próximas elecciones por Cs, una opción «tan posible -martilleó- que lo percibe así la dirección del PP». Y, entretanto, Aznar rumiando su silencio pesaroso, cuando, parafraseando a Cicerón, después de estar en el puesto de mando, llevando el timón del Estado, ahora apenas hay lugar para él en la bodega del partido que refundó.

Hable Rato desde el despecho o el rencor, no cabe duda de que el PP ya ha agotado todos los cartuchos como partido al que votar como mal menor. Incluso en el caso extremo de hacerlo tapándose la nariz. Probablemente, el PP gastó su última bala azuzando el espantajo de Podemos en las elecciones generales que hubo que repetir.

Ese trasiego de votantes que detectan las encuestas tiene su reflejo en la confesión de un importante hombre de negocios que, en un almuerzo, admitía que «antes me peleaba con mis hijos para que votaran al PP, en vez de a Cs, mientras que ahora ya no discuto con ellos para votar a Rivera». Así, un encogido PP puede ganar la batalla a la crisis económica, pero perder clamorosamente las venideras elecciones, si no reacciona, lo que no parece fácil ante la multiplicación de juicios por corrupción, así como el piélago de investigaciones policiales. Si el PSOE pudo parar in extremis el sorpasso de Podemos por una mala digestión de un envanecido Pablo Iglesias de su éxito en las elecciones que hubo que repetir ante la imposibilidad de conformar Gobierno, ahora el PP corre serio riesgo de que pueda adelantarlo Cs, que goza con la ventaja añadida de poder pactar la formación de un Gobierno a su derecha (con PP) y a su izquierda (PSOE). Abierto en canal, el PP se desangra por la derecha (de modo poco apreciable, por el momento, con Vox) y por la izquierda (de forma un tanto tumultuosa). Paradójicamente, en el momento en que los datos económicos son para sacar pecho en lo que hace a la creación de empleo o a la llegada de turistas, con cifras históricas, el PP se sume en aguas pantanosas que amenazan con tragárselo.

Con una mochila repleta de casos de corrupción, con una descapitalización de líderes de prestigio en sus cuadros dirigentes, sin una dirección que mire más allá del día a día y una incapacidad cerval para afrontar cambios, no extraña que crezcan las fuerzas que asedian su amenazada hegemonía, aun careciendo de programas precisos y de cuadros suficientes para afrontar un relevo en la gobernación de España, lo que los supedita a los arribistas de aluvión. Es verdad que el PP dispone de tiempo, habiendo por medio de unas elecciones municipales y autonómicas en las que la implantación territorial es clave, pero un partido acostumbrado a perder el tiempo nunca lo tendrá para afrontar los cambios que exigen su misma supervivencia. No atina tampoco en los modos de darle réplica a sus contrincantes paredaños, a los que el ministro Méndez de Vigo ningunea llamándolo el «partido ce ese» (que rememora lo de Alfredo Urdaci llamando «ce ce o o» a Comisiones Obreras) y que tuvo el antecedente de llamarlos en campaña como los «naranjitos».

Tras tener el cielo en sus manos, la suerte se le muestra ahora esquiva y huidiza al PP, confirmando su carácter tornadizo y caprichoso. El suelo antes firme se hunde a su paso como si recorriera las grietas de un cráter de profundidad ignota. No parece que, de pronto, y de manera imprevista, el cielo encapotado se despeje de nubes y recobre la luz pretérita, de modo que ese corredor de fondo que es Rajoy recupere el crédito tras salvar el escollo de unas elecciones municipales y autonómicas que no pintan bien. Para ello debe salir antes de su modorra una formación en la que todos enmudecen alrededor de su líder y cuando éste pregunta qué hora es -como en la ejecutiva que siguió al descalabro en la cita catalana del 21-D- obtiene parecida respuesta a la de Luis XIV: «La que vuestra majestad guste». Ya no son tiempos en los que este amante del ciclismo que es Rajoy pueda mover el manillar de la bicicleta guiado por la máxima de que «aquél que no busca nada termina encontrando lo que desea». Frase mamada de aquel genio de la política llamado Pío Cabanillas Gallas, prototipo de astucia gallega, pero que ahora resulta extemporánea para un jefe de filas que se juega el ser o no ser, si no quiere que su partido evoque los versos del dramático soneto de Rodrigo Caro mirando a las Ruinas de Itálica: «Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora / Campos de soledad, mustio collado, /Fueron un tiempo Itálica famosa»

Dibujo de Ulises Culebro para El Mundo


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[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Pájaros", de César Antonio Alurralde





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de píldoras literarias con el minirrelato del escritor argentino César Antonio Alurralde (1930). Nacido en Salta, la mayoría de las producciones literarias de este autor siguen la línea de lo popular: las coplas, los haikus, los cuentos breves. Dice que lo que busca es llegar a la gente, y para eso se precisa evitar la dificultad  y permitir hacer sentir el poder de las palabras y de las historias, siempre mediante la musicalidad y el humor cotidiano.  

Les dejo con su relato Pájaros. Tiene catorce palabras, se publicó en Puro Cuento (1990) y dice así:



PÁJAROS

Las ramas se poblaron de pájaros. 
Sonó un disparo y 
el árbol cayó pesadamente.







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[DE LIBROS Y LECTURAS] Hoy, con "Isbrük", de David Vicente





El escritor David Vicente (1974) ha ganado el XLVIII Premio Internacional de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” con su obra titulada Isbrük, que acaba de publicar la editorial Pre-Textos. Isbrük, en palabras de Carmen Valcárcel –presidenta del jurado–, se nutre de la mejor tradición del relato breve, pero con un largo recorrido narrativo. Cada uno de los diferentes puntos de vista que compone esta historia se convierte en una punzada que permanece en el corazón del lector.

Anja y Andreas se trasladan a Isbrük, un pueblo de pescadores, con la esperanza de reencontrarse el uno al otro y cada uno a sí mismo. Pero Isbrük no es un lugar para reencuentros, sino más bien un decorado, que se nutre de hombres pez y mujeres de hombres pez que han sido ya tragados por las aguas de su propia desesperación.

David Vicente construye a través de un estilo conciso, casi minimalista, dominado por una prosa poética, cargada de metáforas e imágenes simbólicas, una especie de tragedia moderna en la que la soledad acaba siendo un viaje de ida y vuelta para sus protagonistas: «Todas las mujeres de la familia desde hace generaciones han acabado locas. Locas y solas. O solas y locas. No estoy segura. Quizá todas deshidrataron tomates como punto de partida».

Mi amigo Alberto Atienza, periodista y escritor mendozino que habita al pie del Aconcagua, muy lejos de estas queridas islas atlánticas que me acogen, ha escrito una hermosa reseña de Isbrük que no me resisto a subir al blog. Espero que su lectura les lleve hasta la de Isbrük sin solución de continuidad. Conmigo lo ha hecho, y estoy seguro que merecerá la pena. 

El mar es otro universo, comienza diciendo Alberto Atienza. Días y noches de horizontes en olas. Navegar, desde el mágico instante en que el barco nace de nuevo. Cuando de a poco despega de la posesiva tierra. Es el momento en que el marino, comienza a transmutar su alma. Ese camino de profundidades. Días que parecen todos iguales y son siempre distintos. Las mil caras del mar. El viento que moja y canta “soy tu hogar…soy toda tu vida” Es imposible ante la cercanía del  mar,  no sentir su milenario influjo. Al montañés, al urbano, le dice “soy la puerta al mundo”. Y al pescador, al capitán de ultramar no les habla. Ellos ya son el mar. Para siempre. Un destino inexorable que nada puede deshilar.

Isbrük, un pequeño puerto pesquero es la breve escenografía en la que se mueven los personajes, de intensas vidas, silenciosas vidas, que invocaron al escritor David Vicente para corporizarse en su sorprendente novela. Obra que ingresa casi con un lenguaje propio, en el mundo de las letras. Claro que el idioma empleado es el español. Tratado con cuidado. Pero, manejado de modo sucinto. El idioma le obedece a Vicente. Alumbra los sentimientos. El planeta interno de los humanos de la obra es condensado, doliente, con el tenue brillo de pocos buenos recuerdos. Por momentos envuelve al lector un clima carente de adjetivación. Anja, la mujer casi no descripta, sin afeites ni atuendos. Ella, con hielo en su alma, solo equivalente al blanco corazón de los témpanos, con una ronda de muerte abierta por su madre. Y nunca cerrada. Ella, se ve a través de las parcas letras como una mujer de rara belleza. Aparece, sin metáforas ni retratos, como una fémina atractiva, de rostro un tanto tosco, pero que se espeja, sugestiva, por el deseo sexual.  Una sola vez elige una prenda especial y un poco se maquilla. Es una ocasión que, como contrapartida,  la encuentra enflaquecida en extremo.

El concierto de instrumentos disonantes en su interior, lo fatídico, la soledad, la fuga de la alegría, la distancia y el acercamiento con Andreas, su esposo, hombre con más de mar que humano. Anja, un personaje muy logrado. Más que eso, aparece como una persona. Inevitablemente, genera en el lector, un abrigo piadoso.  Uno, página a página, desea lo mejor para ella. Cautiva, en un telar enredado, mujer sensible, directa.

Andreas, apenas esbozado por los sentimientos de Anja, por su pensar, por el extrañamiento, de pronto adquiere voz propia. Sorprende lo profundo de su frustrado contacto, difícil de sobrellevar, con Luissa, hija de ambos. Y también conmueve en un rol de padre real, verídico,  con afectos muy fuertes, pero inmóviles. El mar se adueña cada vez más de él. Y Andreas, como si navegara al garete, se aleja de Anja, que lo reclama.

Vicente plantea una dura economía en el uso del idioma. Esa exigente selección le sirve para trasladar, por momentos toda la fuerza de la acción, al alma de sus criaturas.

Sin buscar analogías, Isbrük,  es un pueblo nunca descripto, con paisajes borrosos y el gran ciclorama del mar que, como a Andreas, lo contiene. El caserío, en un recurso que apenas se advierte como animismo, formula su alegato. Surge la visión de una suerte de purgatorio. Distinto al bíblico. Atípico. En la tierra. Adosado al océano. Ahí, tarde o temprano, todos descubren sus destinos.

Tobias,  hombre joven, sin ataduras con el mar, despierta, de pronto, al  inefable amor de pareja. Detrás de ese cielo aparecen nubes. Tobías descree de ellas hasta que el aguacero del dolor lo inunda.

Olträf y Hakon, aunque no trascendentales en la historia, distan mucho de ser unos meros personajes episódicos. Sus espíritus forman indisoluble parte de ese pequeño y gran mundo que, ¡cuidado!, puede tener más vecinos. Como el autor dice en una suerte de anatema literario. O, acaso una verdad: “Puede que tú también habites en Isbrük y no lo sepas”

Difícil escribir una novela sin caer en la influencia de moldes, arquetipos o ciertas modas pasajeras. Cuesta romper los formatos que desde la Biblia, pasan por el “El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha” (esa  estructura, perenne, blindada por la genialidad). Ardua  tarea hacer que la prosa deambule entre la vida y la muerte sin evocar a Juan Rulfo, en “Pedro Páramo”. Vicente lo logra. El evanescente sendero que transitan sus seres es de ellos. Nació con ellos. Y con ellos se irá. 

Dueño de la novela, Vicente la califica al final como una “farsa”. Disiento con el autor, aunque eso acaso no sea importante. Pero permítaseme que inscriba que una novela es eso, lo que el nombre indica. Y una farsa, es otra cosa. Para empezar, la farsa, desde sus orígenes, anidó en el teatro. Hay que admitir que la escena, con sus tablas, con Moliere, con la Comedia del Arte al aire libre, con piezas anónimas pero bellísimas y muy cómicas, como “La farsa de Patelín” adquirió una entidad puramente teatral. Los especialistas exigentes no consideran a la farsa un género. Pero eso es harina de otro costal.

Lo de Vicente es una novela de búsqueda propia. Búsqueda y encuentro. Indiscutible obra de la novelística. De excelente calidad y clima. Sostiene la atención. Sorprende aunque sin el empleo de grandes prodigios. Excepto uno, el retorno de Andreas, en más alma que cuerpo. Otro ser Andreas y a la vez, el mismo de antes. Una conmovedora toma de conciencia, despedida unilateral y definitiva.

Vicente Invita al lector a mundos internos, atrapantes, ciertos y a la  vez fantásticos. Y que, él autor lo insinúa, están ahí no más. Acaso, esperándonos, a la vuelta de la esquina.





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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy miércoles, 24 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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