Cuando ya hemos llenado la despensa de garbanzos, arroz y huevos, y hemos intentado vislumbrar lo incierto de nuestro futuro, aterrizamos en el presente curador. Ese presente es nuestro mapa de afectos y el acopio de amor deviene vital, escribe la psicóloga y periodista Sílvia Cóppulo [El mapa de los afectos. El Periódico, 26/3/2020] en el A vuelapluma de hoy.
Cada día analizamos, -comienza diciendo Cóppulo- casi sin entender, las gráficas de la evolución de la crisis. Líneas que se resisten a descender, cifras que aquí continúan yendo al alza. Las informaciones dan cuenta de ello a todas horas. Pero, de repente, cuando la frialdad de los números desaparece, en nuestra gente, en nuestros pueblos y ciudades, emergen iniciativas desde la solidaridad, nítida plasmación del amor. Son el anverso de la moneda y nos reconfortan.
También en la agenda personal, cada día ocupa más tiempo el cuidado afectivo de los nuestros. Nos atrevemos mucho más no solo a preguntar un cómo estás, sino a atender de verdad a la respuesta, adivinando contenidos de pausas y silencios. Buscamos entonces el tono y las palabras que signifiquen apoyo, y se nos abre la oportunidad de empatizar con los temores de los demás. No estamos solos cuando aprendemos a escuchar. Traducimos bien aquello que esconden los mensajes cortos en un wasap; nos reímos mientras no acabamos de conseguir colocar en nuestro ordenador un chat grupal con nuestros amigos o con nuestra familia: ¡Hey, mañana repetimos, eh, que al final lo hemos conseguido! Llamamos por teléfono a nuestros mayores, y hoy les agradecemos que continúen estando ahí, ¡no sabíamos cuánto les necesitábamos! Aprendemos también a consolar a los que han enfermado y a los que en esta partida ya han perdido.
En nuestro silencio interior, les propongo que dibujen lentamente su mapa de afectos. Verán como en él aparecen muchos puntitos, que yacían olvidados en la agenda del pasado. Tantos otros eran simples contactos en el móvil con los que nunca contactábamos. Atrévanse, llamen por teléfono, escriban, conéctense. Por propia experiencia sé, que entonces el miedo y la soledad se alejan, deslizándose en el calendario. El abrazo virtual alimenta y nos sostiene. Somos más fuertes y recomenzamos a vivir. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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