lunes, 5 de febrero de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy lunes, 5 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

domingo, 4 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] Laëtitia o el fin de los hombres





Laëtitia o el fin de los hombres, (Anagrama, Barceona, 2017) comenta la escritora Elvira Lindo en El País, es obra fundamental de la no ficción criminal y es la desgarradora crónica del asesinato y descuartizamiento de una chica de 18 años ocurrido en Francia en 2011. Una lectura imprescindible, añade Lindo.

Hay libros que merecerían ser recomendados con fervor para que el lector atento no se los perdiera, comienza diciendo. Eso es lo que debería ocurrirle a Laëtitia o el fin de los hombres, la desgarradora crónica del asesinato y posterior descuartizamiento de una chica de 18 años que tuvo lugar en Nantes en 2011, escrita por el historiador y sociólogo Ivan Jablonka.

Laëtitia se publicó en octubre pasado en España, pero a mi juicio no se insistió en el hecho de que se ha convertido ya con toda justicia en una de las obras fundamentales de la no ficción criminal. Se la compara con A sangre fría, de Capote. Error: Capote se permitió algunas fantasías que transforman su historia en una novela porque no cumplen con el sagrado compromiso de la veracidad. También se nombra insistentemente El adversario, de Emmanuel Carrère, pero las preocupaciones sociales de Jablonka convierten este trabajo exhaustivo sobre una víctima en algo más que la narración de unos hechos. Este profesor de Historia de la Universidad París XIII obedece a la fidelidad a los hechos de los historiadores y a la atención al entorno vital de la Sociología; su propósito es guiarnos por los territorios poco transitados de los que han sido excluidos del bienestar desde el mismo momento de su llegada al mundo. No es por tanto una obra de ficción, por más que aquellos que pretendan alabarla digan eso de “se lee como una novela” (como si las novelas hubieran de ser por fuerza más inspiradoras), y lo que nos atrae de sus páginas es el puro brillo de la verdad y su consecuente denuncia política. Nos cuenta y al mismo tiempo nos interroga, apela al sentido real de la justicia de los que nos tenemos por justos. Pero tiene algo que le diferencia del trabajo al uso del historiador: Jablonka no pretende ser objetivo, ni frío, ni distante. Él, profesor, cultivado, cosmopolita, parisiense, editor, padre de dos hijas que duermen felizmente cada noche, ama a la niña descuartizada. A lo largo del libro la abraza con sus palabras, la convierte en heroína y casi estoy por afirmar que esa reverencia por Laëtitia Perrais es la verdadera esencia de este elaboradísimo trabajo.

Tal vez fuera el tratamiento que algunos medios televisivos dieron al asesinato de Diana Quer lo que me hizo acercarme a este libro que no me había planteado leer. Si Patrick Modiano ha escrito: “Desvelar ese misterio y esa fosforescencia que se hallan en el fondo de toda persona es cometido del poeta y del novelista, también del pintor”, nuestro autor agrega el oficio del historiador-sociólogo. De esta manera, Jablonka, empecinado en que la historia de Laëtitia no quede en el olvido reconstruye su vida: dos gemelas, Laëtitia y Jessica Perrais, nacen en el seno de una familia pobre, de padre violento y madre enajenada. Son incapaces de hacerse cargo de ellas. Su futuro queda en manos de los servicios sociales. Viven durante un tiempo en un colegio y luego pasan a un hogar de acogida. Visitan a sus padres biológicos los fines de semana.

El autor se pregunta cuánto del destino está escrito si es así la casilla de salida, y de qué tamaño ha de ser el esfuerzo de una criatura para que pueda eludir un destino fatal. Han sido bebés muertas de miedo, niñas aterrorizadas, adolescentes acostumbradas a que los hombres no traten bien a las mujeres. Pero sobreviven, y ordenan sus vidas en la familia de acogida siendo supervisadas por un padre en exceso controlador, que por un lado les da cobijo y por otro les resta libertad. Aprenden a ser camareras y limpiadoras, que es a lo máximo a lo que pueden aspirar niñas que parten desde abajo: a servir a quienes empiezan desde arriba. El autor describe con ternura las canciones que les gustan, la ropa, sus entradas en Facebook, los selfies, todo ese lenguaje que construye su universo juvenil. Laëtitia coquetea con colegas del hotel en el que ha empezado a trabajar, pero un día fatal se cruza con un indeseable, un tipo violento, de infancia también oscura, que sus treinta y pocos años ya ha estado 13 veces en la cárcel, y se deja llevar por él. Cuando trata de dar marcha atrás ya es demasiado tarde. Este suceso provocó una abrumadora atención mediática, también una huelga de los trabajadores de la justicia cuando Sarkozy, aprovechándose de la niña muerta, los señaló como culpables y promovió el endurecimiento de penas. Algo inaudito en Francia: la República socavada desde dentro la República. Sarkozy tomando el micrófono para postularse como el padre que ha de librar a los franceses de los monstruos. Es el presidente quien resulta peor parado de esta historia. Él y el padre de acogida, que también se encendió ante la prensa exigiendo cadena perpetua para los delincuentes sexuales. Poco tiempo habría de pasar para que se supiera que este individuo que vivía del Estado encargado de dar cobijo a niñas desamparadas se había cobrado un extra abusando sexualmente de ellas.

Hay demasiada mitología sobre los asesinos, pero el autor reclama un principio de justicia en el que nos hemos de ver aludidos: “Que nuestra fascinación y nuestra ternura vayan a los inocentes”. Así sea.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Febrero, 2018 (I)






Dicen que elegir es descartar. Estoy de acuerdo, y asumo la responsabilidad que me quepa por mi elección. Aquí les dejo los Tribuna de prensa que durante la pasada semana he ido subiendo a Desde el trópico de Cáncer. Tres, como máximo, cada día. Como dijo Hannah Arendt espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. Creo que merecen la pena.


DOMINGO, 28 DE ENERO
¿Orden nacional vs. orden neoliberal?, por Soledad Gallego-Díaz
Una palabra muy corriente, por Álex Grijelmo
Un rey, la nada, por Fernando Palmero

LUNES, 29 DE ENERO
Adicciones, por Ana Merino
Cambios desconcertantes, por Martin Ebel
El retorno del centro radical, por Jorge Galindo

MARTES, 30 DE ENERO
Un rey constitucional, por Manuel Aragón Reyes
Una monarquía meritocrática, por Juan Francisco Fuentes
Felipe VI: 50 años..., y seis minutos, por Rubén Amón

MIÉRCOLES, 31 DE ENERO
Tabarnia versus Celtiberia, por Iván Vélez
Yo si te creo, Woody, por Javier de la Puerta
Alimento para nostálgicos, por Teodoro León

JUEVES, 1 DE FEBRERO
El disparo que ganó una guerra, por Iñaki Gil
La biblioteca de todo bicho viviente, por Javier Sampedro
Derecho a no decidir, por José Ignacio Torreblanca

VIERNES, 2 DE FEBRERO
La hispanofobia, por Manuel Hidalgo
En pijama, por Isabel Coixet
MeToo y el puritanismo, por Ricardo Dudda

SÁBADO, 3 DE FEBRERO
El insensato suicidio del catalanismo, por Josep M. Colomer
Aliénor, por Fernando Savater
Prensa y poder, por Máriam Martínez-Bascuñán 

Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España y del mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)




Juegos infantiles (Tondó, Filipinas)



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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy domingo, 4 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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sábado, 3 de febrero de 2018

[GALDÓS EN SU SALSA] Hoy, con "La incógnita"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 175 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela La incógnita en la edición electrónica de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante, basada en la edición original publicada por Imprenta La Guirnalda, de Madrid, en 1889.

La incógnita cierra el ciclo de las "Novelas españolas contemporáneas" junto con Realidad, con la que guarda una estrecha relación argumental e ideológica. Presentada en forma epistolar, se metamorfosea con Realidad en una novela dialogada que desemboca a su vez en una versión teatral. 

La incógnita, compartiendo escenarios inventados con un Madrid galdosiano más contado que vivido, viene planteada a lo largo de la correspondencia que Manuel Infante envía a un ignoto (entre apócrifo y misterioso) "Equis X", vecino de Orbajosa —una de las tres ciudades imaginarias de la cosmogonía galdosiana—.​

El fondo argumental dramático lo construye el personaje de Manolito Infante, llegado a Madrid para estrenarse como diputado, y la relación que vive con Francisco Viera, Tomás Orozco y Augusta, su esposa. El folletín galdosiano básico: el narrador-protagonista se ha enamorado de una mujer casada, y al ser rechazado duda en aceptar si fue por honestidad o porque hay otro hombre. La duda (y la incógnita) florece también cuando muere uno de sus amigos, y no acierta a considerar si fue suicidio o asesinato. ​

Otros personajes de la particular comedia humana reunida por Galdós, y convocados en las páginas de La incógnita, son Jacinto María Villalonga (el "pillo simpático" que ya aparecía en Lo prohibido y repetirá presencia en Torquemada en el Purgatorio y en Halma) o el disoluto Joaquín Pez, habitante también en las páginas de Tormento, La de Bringas y la referida novela de la tetralogía de Torquemada.


Presentada como escrita en tiempo real, entre noviembre de 1888 y febrero de 1889, Galdós la rubricó en Madrid con una posdata, que pone telón a la novela y la correspondencia entre Manolito Infante y un Equis X, del que únicamente aparece esta última carta, que rompe la incógnita del juego literario tramado por Galdós. 






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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy sábado, 3 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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viernes, 2 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] Un mundo mejor





Nunca la humanidad ha vivido con tanto progreso y con menos violencia. La paradoja es que en este contexto Estados Unidos haya elegido a un presidente que es un emisario de la utopía regresiva y que representa un riesgo civilizatorio, comenta en El País el escritor mexicano y director de la revista Nexos, Héctor Aguilar Camín

Siempre es buen momento para decir que todo anda mal, comienza diciendo Camín. Quien celebra la bondad de sus tiempos cae bajo la ironía de Voltaire, encarnada en su invencible personaje Pangloss, quien, en medio de guerras y desastres sin fin, creía siempre estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.

La novela de Pangloss, que lleva el elocuente nombre de su discípulo, Cándido, es una mordaz demolición del optimismo que acompaña al espíritu del progreso. El progreso existe, sin embargo, pese a Voltaire. El progreso material se prueba por sí solo en la calidad y la duración de la vida humana de hoy, comparada con la de hace 100, 500 o 2.000 años.

El progreso moral también puede probarse por el hecho extraordinario de que el hombre, el animal más peligroso del reino zoológico, es hoy menos sanguinario y cruel de lo que ha sido nunca en su historia. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, como quería Pangloss, pero es un hecho que vivimos en el menos violento de los mundos conocidos.

Oigo reír al lector, pero esta es la materia asombrosa y consistente del libro de Steven Pinker: The better angels of our nature. Why violence has declined? (Penguin 2011). Pinker demuestra ahí, con lujo de estadísticas históricas, que la humanidad nunca ha sido menos violenta que ahora. Nunca ha muerto menos gente en campos de batalla, ni la guerra ha cobrado menos vidas, como en los últimos 50 años. Nunca la especie humana ha compartido valores civilizatorios tan altos.

La visión de Pinker es cualquier cosa menos un recetario de optimismos históricos. Es una exploración científica de la disminución de la violencia en la historia. Me extenderé un poco sobre los números de Pinker, porque contradicen el saber común, y vale la pena oírlos con algún detalle.

El lugar más seguro para vivir que ha existido en la historia de la humanidad es la Europa Occidental de hoy, donde el índice de homicidios es de 1 por cada 100.000 habitantes. La zona más peligrosa que ha existido nunca es la comunidad de Kato, California, en los años 1840, donde la tasa de violencia llegó a ser de 1.500 homicidios por cada 100.000 habitantes.

La exploración forense de sitios arqueológicos ha permitido medir la increíble proporción de seres humanos que morían violentamente en la prehistoria. En promedio, un 15% de las muertes totales: 524 homicidios por cada 100.000 habitantes. El primer gran arco de disminución de la violencia fue el fin del nomadismo primitivo, esencialmente predador, y la aparición de las sociedades agrícolas sedentarias, que dieron paso a distintas formas de Estado.

El Estado fue entonces el gran pacificador. También fue el origen de las guerras subsecuentes de la historia: las pequeñas, las grandes y las hemoclísmicas.

Pero, en términos del proceso civilizatorio, como lo llamó Norbert Elías, la violencia que el Estado redujo fue superior a la que creó. El Estado teocrático azteca tenía una tasa de 250 homicidios; muy alta, pero la mitad de la de las sociedades prehistóricas, anteriores al Estado.

La Francia de la Revolución y de las guerras napoleónicas tuvo un promedio de 70 homicidios por cada 100.000 habitantes, cifra sorprendentemente baja comparada con la de siglos anteriores. Las guerras mundiales del siglo XX arrojaron tasas de violencia de 144 muertes en Alemania y 135 en la URSS.

Desde el fin de la II Guerra Mundial, el número de muertos en guerras, entre naciones, guerras civiles, guerras étnicas y religiosas, y actos terroristas, no ha hecho sino descender, al tiempo que asciende en todos los órdenes algo parecido a la “paz perpetua” imaginada por Kant, en la que triunfan, paso a paso, los mejores impulsos de la naturaleza del animal moral que es el hombre: la empatía, el autocontrol, el sentido moral y la razón.

La melancolía social no se disipa con estadísticas, desde luego: en los años en que menos seres humanos mueren en conflictos bélicos tenemos la sensación térmica de un mundo violento como nunca. La caída del muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría y abrió paso a un momento de paz y prosperidad cuyo trofeo mayor fue la unificación de Occidente en los valores de la democracia, la prosperidad, el libre comercio, la cooperación entre las naciones, la globalización y el fin del fantasma de la hecatombe nuclear.

La construcción del muro de Trump resume y representa lo contrario: la llegada al poder, en la potencia hegemónica de Occidente, de un presidente cuya utopía regresiva (“Make America Great Again”) está construida con el viejo discurso de la discriminación racial, el rechazo al libre comercio, el unilateralismo diplomático, el aislacionismo estratégico y la amenaza nuclear, vertida en estos días sobre Corea del Norte.

Apenas puede exagerarse la intensidad con la que se abren paso en los países centrales de Occidente algunos de los viejos demonios aislacionistas, nacionalistas, xenófobos, racistas y aún antisemitas. Es una oleada de regreso a lo peor del pasado ante la frustración por lo peor del presente. Explica por igual el Brexit, el ascenso del nacionalismo, la xenofobia y la derecha en Europa, así como la victoria de Trump, vocero de la parte más vieja, menos abierta al futuro, de su sociedad.

La paradoja no deja de ser inquietante: la sociedad más moderna del mundo ha elegido como presidente al emisario de una utopía regresiva que quiere volver el reloj de la historia atrás y reponer la grandeza pasada de Estados Unidos: con riesgo nuclear, con exclusión migratoria, con discriminación racial, con proteccionismo comercial, con bilateralismo diplomático, con aislacionismo, más que con responsabilidad de gran potencia.

Regreso a Pinker y a su visión del progreso civilizatorio. Si algo falta en ella es la sospecha trágica, probada por la historia, de que los mejores ángeles de nuestra naturaleza suelen ser vencidos por nuestros peores demonios. La primera guerra mundial interrumpe una de las más largas eras de paz y civilización conocida hasta entonces por Europa.

El proceso civilizatorio de los últimos cincuenta años tiene sólo un riesgo, uno solo, de tornarse súbitamente su contrario. Es el riesgo de una confrontación nuclear, el riesgo con el que Trump juega en estos días en su batalla de amenazas contra Corea del Norte. Si sus amenazas tienen efecto, si el dictador de Corea del Norte llega a convencerse de que efectivamente será, junto con su país, borrado del planeta, ¿qué incentivos tendría para no lanzar su propia bomba?

La deriva de Trump no solo representa un acoso a la civilización, sino un riesgo civilizatorio. De modo que vivimos en el menos malo de los mundos posibles, salvo Trump.



Dibujo de Eulogia Merle para El País


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