jueves, 7 de agosto de 2014

El poeta Ramón de Garciasol y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVII)




Catedral de Santa María la Mayor (Sigüenza, Castilla-La Mancha)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Garciasol. Nacido en Humanes (Guadalajara) en 1913 en el seno de una humilde familia de artesanos, se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, pero fue sobre todo poeta, además de biógrafo y ensayista. Como poeta se declara deudor de Quevedo y Unamuno. Muy comprometido con la izquierda revolucionaria durante la guerra civil, al final de la misma pasó varios años en un campo de concentración, motivo por el cual cambió su nombre real de Miguel Alonso Calvo por el seudónimo con el que se hizo famoso. En 1962 obtuvo el Premio Fastenrath de poesía otorgado por la Real Academia Española. Murió en Madrid en 1994. Les dejo con su poema "Toro hispánico":


Me está gritando amor con una extraña,
ibérica pasión: y me desgrano
uva a uva de raza. El toro Hispano
me corre por la grave sed de España,

por la piel que me cubre y me da forma.
Me duele el aire, hasta la sombra, el habla
de España, siempre más a rajatabla.
España me encarniza el verbo, ahorma

el corazón con rabias capitales.
Llevo ríos de España en la saliva,
remachan en mí yunques ancestrales.

España soy, agónico, violento,
huracanado amor en llama viva
con fiebre de esculpir a sueño el viento.


"Toro hispánico"
Ramón de Garciasol



Y mañana nos vemos con el poeta José Bergamín. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Ramón de Garciasol



Entrada núm. 2134
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri

miércoles, 6 de agosto de 2014

EI poeta Ramón de Basterra y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVI)




Santuario-Basílica de Begoña (Bilbao, Vizcaya)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Basterra. Nace en la ciudad de Bilbao en 1888. Estudió Derecho y fue poeta, escritor y diplomático de carrera. Sirvió en las legaciones de Roma, Bucarest y Caracas. Escribió en la famosa revista poética Hermes. Su poesía se caracteriza en una primera época por el sentimiento del paisaje, las ideas humanísticas y los problemas de los vascos. Más tarde su poesía se vuelve barroca y gongorina, para al final de su joven vida, situarse como avanzada de la vanguardia poética futurista, cantando al destino fecundo de los pueblos hispánicos. Murió en Madrid en 1928. Les dejo con su poema "A los jóvenes dolorosos":


¡Oh, joven doloroso, joven triste
que sufres como yo del mal de España
y que una negación honda, en tu entraña
tienes, clavada, contra lo que existe!

Tu virgen corazón vibra de saña,
de santa saña porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste:
de la Patria, una idea y una hazaña.

La general incepcia fue el veneno
que atosigó tu juventud vehemente,
y de asco y de dolor yo te sé lleno.

Más el futuro es nuestro y esa gente
que hizo nuestra desgracia, se va al cieno.
Hermano, aquí va un ósculo en tu frente.

"A los jóvenes dolorosos"
Ramón de Basterra



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Garciasol. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Ramón de Basterra



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martes, 5 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (y IV)





Konrad Adenauer (1876-1967) y Willy Brandt (1913-1992)



Dice el profesor Bobbio en el libro que venimos comentando ("Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política") que las desigualdades naturales existen, y que si algunas de ellas se pueden corregir, la mayor parte de esas mismas desigualdades no se pueden eliminar. Y respecto a las desigualdades sociales, añade, si algunas se pueden corregir e incluso eliminar, muchas, especialmente aquellas de las cuales los mismos individuos son responsables, lo único que se puede intentar es no fomentarlas.

Políticamente, dice, se puede llamar correctamente igualitarios a aquellos políticos que, aunque no ignorando que los hombres son tan iguales como desiguales, aprecian mayormente y consideran más importante para una buena convivencia lo que los asemeja que lo que los diferencia. Por el contrario, los no igualitarios serían, en cambio, aquellos que partiendo del mismo jucio de hecho, aprecian y consideran más importante para conseguir una buena convivencia la diversidad que la uniformidad.

Los igualitarios -añade más adelante- parten de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades que los indignan y querrían hacer desaparecer son sociales y, como tales, eliminables; los no igualitarios, por el contrario, parten de la convicción opuesta, que las desigualdades son naturales y, como tales, ineliminables.


Para Bobbio el ideal igualitario y el no igualitario puede personificarse ejemplarmente en el contraste de pensamiento entre Rousseau y Nietzsche, precisamente, por la distinta actitud que el uno y el otro asumen con respecto a la naturalidad y artificialidad de la igualdad y de la desigualdad. En el "Discurso sobre el origen de la desigualdad", dice, Rousseau parte de la consideración de que los hombres han nacido iguales, pero la sociedad civil, o sea, la sociedad que se sobrepone lentamente al estado de naturaleza, los ha convertido en desiguales. Para Nietzsche, por el contrario, los hombres son por naturaleza desiguales (y para él es un bien que lo sean porque, además, una sociedad formada sobre la esclavitud como era la griega, y justamente en razón de la existencia de los esclavos, era una sociedad avanzada para su tiempo) y solo la sociedad con su moral de rebaño, con su religión de la compasión y la resignación, los ha pretendido convertir en iguales.

La conclusión de esa disputa, continúa, no puede ser más radical: en nombre de la igualdad natural, los igualitarios condenan la desigualdad social; en nombre de la desigualdad natural, los no igualitarios condenan la igualdad social.

La regla de oro de la justicia, sigue diciendo, es tratar a los iguales de una manera igual y a los desiguales de una manera desigual, pero para que eso no resulte una mera fórmula vacía hay que responder previamente a una pregunta: ¿Quiénes son los iguales y quiénes son los desiguales?

La igualdad como ideal sumo o incluso último de una comunidad ordenada, justa y feliz, añade más adelante, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado este también como supremo o último. Y ninguno de los dos es separable del otro; son las dos caras de una misma moneda: no hay igualdad posible sin libertad; pero la libertad tampoco es realizable sin un cierto grado de igualdad. Pero al mismo tiempo es preciso, sigue diciendo, hacer una observación elemental que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos: mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. O como dice George Orwell, citado por Bobbio, "todos los hombres son iguales, pero algunos son más iguales que otros".

Si uno de los criterios para distinguir la derecha de la izquierda, concluye, es la diferente apreciación con respecto a la idea de igualdad, y el criterio para distinguir a los moderados de los extremista (tanto en  la derecha como en la izquierda) es su diferente actitud con respecto a la libertad, se podría distribuir el espectro en el que se ubican las doctrinas y movimientos políticos en cuatro espacios: a) en la extrema izquierda estarían los movimientos a la vez igualitarios y autoritarios (como el comunismo histórico); b) en el centro-izquierda, las doctrinas y movimientos a la vez igualitarios y libertarios (como el socialismo liberal y la socialdemocracia); c) en el centro-derecha las doctrinas y movimientos a la vez libertarios y no igualitarios (los partidos liberales y conservadores) ; y d) en la extrema derecha, las doctrinas y movimientos antiliberales y antigualitarios (como el fascismo y el nazismo).

El comunismo fracasó históricamente, dice al final de su libro, pero el desafío que lanzó permanece. Bastaría, continúa diciendo, con desplazar la mirada de la cuestión social del interior de cada Estado (de la que nació la izquierda en el siglo XIX), hacia la cuestión social internacional, para darse cuenta de que la izquierda no solo no ha concluido su propio camino sino que apenas lo ha comenzado.

Como colofón, cita Bobbio las palabras de uno de sus maestros, el también filósofo Luigi Einaudi, que entiendo me permiten cerrar definitivamente el excurso que he hecho en estas cuatro entradas sobre el libro citado al comienzo, que dicen así: "Las dos corrientes (liberalismo y socialismo) son respetables, y aunque adversarias, no son enemigas; porque las dos respetan la opinión de los demás y saben que existe un límite para la realización del propio principio. El optimum no se alcanza en la paz forzada de la tiranía totalitaria; se toca en la lucha continua entre los dos ideales del liberalismo y del socialismo (libertad e igualdad), ninguno de los cuales puede ser vencido sin daño común". 

Por mi parte, amén de recomendarles su lectura, animarles igualmente a leer el libro "Algo va mal" (Taurus, Madrid, 2010), del historiador británico Tony Judt (1948-2010), que a mi entender, actualiza en gran manera lo dicho por Norberto Bobbio en el libro que hemos venido comentando.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Harold Wilson (1916-1995) y Winston Churchill (1874-1965)



Entrada núm. 2132
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lunes, 4 de agosto de 2014

El poeta Luis López Anglada y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXV)




La ciudad de Ceuta, desde el aire



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Luis López Anglada. Nace en la ciudad de Ceuta, en la que su padre es militar, en 1919. Militar también él de profesión (llegó al grado de coronel), estudió el bachillerato en Valladolid, donde se incia su vocación literaria de la mano del profesor Narciso Alonso Cortés. Comienza los estudios de Filosofía y Letras y al inicio de la guerra civil lucha en el bando franquista como alférez provisional. Formó parte de la revista "Espadaña"  y fundó la revista de poesía "Halcón". Escribió poesía, ensayo, biografía y crítica de arte. Recibió el Premio Nacional de Literatura así como los Ausias March, Boscán, Francisco de Quevedo y Antonio Machado de poesía. Murió enMadrid en 2007.  Les dejo con su poema "Áspera España":


Gentes oscuras de hambre y lejanía,
ojos hambrientos, manos o sarmientos;
hombres tristes de Gredos, hombres lentos
y mujeres sin luz de Las Umbrías.

Me ven, se alejan, huyen. Saltan frías
las aguas del Alberche. Suenan vientos
por Mijares. Oscuros, cenicientos,
lejos me ven desde las serranías.

Yo, de ciudad alegre y luminosa,
vengo a la primavera. El mundo canta
el himno de la vida y de la rosa.

Gentes me ven oscuras. Se levanta
el corazón a Dios. Gredos reposa
y la canción se quiebra en la garganta. 


"Áspera España"
Luis López Anglada



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Basterra. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



El poeta Luis López Anglada




Entrada núm. 2131
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

domingo, 3 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (III)




Vladimir Ilich Lenin (1770-1924)



Las opiniones políticas no se discuten, dice Bobbio en el libro que estamos reseñando (veánse las anteriores entradas I y II), se aceptan o se niegan, sin más. Conviene tenerlo claro, añade, porque cuando hablamos de contraposición entre extremismo y moderación estamos planteando sobre todo una cuestión de método; pero cuando hablamos de los valores de la derecha o la izquierda estamos planteando sobre todo una cuestión de fines. 

Y cuando lo hacemos de igualitarismo -dice más adelante-, o sea, de la nivelación de toda diferencia, hablamos de un límite extremo de la izquierda que es más ideal que real. La igualdad de la que habla la izquierda es casi siempre una igualdad "secundum quid" (es decir, una igualdad respecto a algo), pero nunca es una igualdad absoluta. 

Los conceptos de "derecha" e "izquierda", continúa diciendo, no son conceptos absolutos. Son conceptos relativos. No son conceptos sustantivos y ontológicos. No son calidades intrínsecas del universo político. Son "lugares" del espacio político que pueden designar diferentes contenidos según los tiempos y las situaciones. De ahí, añade, que el hecho de que derechas e izquierdas presenten una oposición quiera decir simplemente que no se puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda. Pero no quiere decir nada sobre el contenido de las dos partes contrapuestas, por lo cual el extremismo de izquierdas traslada la izquierda a la derecha, y el extremismo de derechas traslada la derecha a la izquierda. 

El criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda, sigue diciendo, es de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad, ideal este que es junto al de la libertad y la paz uno de los fines últimos que se proponen alcanzar y por cuales están dispuestos a luchar. Es por eso que el concepto de igualdad es relativo, no absoluto. Es relativo por lo menos en tres variables: a) los sujetos entre los cuales nos proponemos repartir los bienes o gravámenes; b) los bienes o gravámenes que repartir; y c) el criterio por el cual repartirlos. O lo que es lo mismo: igualdad sí, pero ¿entre quién, ¿en qué?, ¿basándose en qué criterio?

Estas premisas son necesarias porque cuando se dice que la izquierda es igualitaria y la derecha no -añade Bobbio-, no se quiere decir en absoluto que para ser de izquierdas sea preciso proclamar el principio de que todos los hombres deben ser iguales en todo, independientemente de cualquier criterio discriminatorio. En otras palabras, afirmar que la izquierda es igualitaria no quiere decir que sea también igualitarista. Una doctrina o un movimiento igualitarios, tienden a reducir las desigualdades sociales y a convertir en menos penosas las desigualdades naturales. Cosa distinta es el igualitarismo, cuando se entiende como "igualdad de todos en todo". Esa sería no solo una visión utópica -a la cual, hay que reconocerlo, se inclina más la izquierda que la derecha- sino, peor, una mera declaración de intenciones a la cual no parece posible dar un sentido razonable.

Con la próxima entrada concluyo la serie dedicada a comentar algunos de los aspectos más destacados del libro "Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política", del filósofo italiano Norberto Bobbio. En el ínterin, les invito a leer la entrevista que El País de ayer sábado hacía a la filósofa estadounidense y profesora de ciencias políticas y sociales, Nancy Fraser, en la que habla sobre las igualdades y desigualdades sociales, económicas y políticas del mundo actual. 

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Rosa Luxemburgo (1871-1919)



Entrada núm. 2130
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sábado, 2 de agosto de 2014

El poeta Dámaso Alonso y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIV)





Plaza Mayor (Madrid)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Dámaso Alonso. Nace en Madrid en 1898, pero pasa su infancia en Asturias. Estudia derecho y filosofía y letras en la universidad de Madrid y participa en las actividades de la Residencia de Estudiantes junto a sus amigos García Lorca, Buñuel, Dalí, Cernuda, Altolaguirre y Aleixandre, que le introduce en el mundo de la poesía. Colabora asiduamente con la Revista de Occidente y enseña como profesor en las universidades de Oxford y Valencia. Literato, filólogo y poeta, perteneciente a la Generación del 27, su poesía se encuadra en la denominada poesía pura de inspiración juanramoniana. La guerra civil deja en él una profunda huella que vuelve su poesía desgarrada y sombría, con un cierto aire existencialista. Traduce a Joyce al español. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Española en la que sucedió como director a Ramón Menéndez Pidal. Murió en Madrid en 1990. Les dejo con su poema "Nuestra heredad":


Juan de la Cruz prurito de Dios siente,
furia estética a Góngora agiganta,
Lope chorrea vida y vida canta:
tres frenesís de nuestra sangre ardiente.

Quevedo prensa pensamiento hirviente;
Calderón en sistema lo atiranta;
León, herido, al cielo se levanta;
Juan Ruiz, ¡qué cráter de hombredad bullente!

Teresa es pueblo, y habla como un oro;
Garcilaso, un fluir, melancolía;
Cervantes, toda la natulareza.

Hermanos en mi lengua, qué tesoro
nuestra heredad -oh, amor, oh poesía-,
esta lengua que hablamos -oh belleza-.



"Nuestra heredad"
Dámaso Alonso



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El poeta Dámaso Alonso



Entrada núm. 2129
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viernes, 1 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (II)





La acrópolis ateniense, cuna de la democracia



Continuo con la reseña del libro de Norberto Bobbio que comentaba en la entrada anterior (veáse). La distinción entre izquierda y derecha sigue siendo válida hoy día. Y no solo ha existido una izquierda comunista -dice Bobbio en el libro que estamos comentando-, ha existido también una izquierda, y todavía existe, dentro del horizonte capitalista. La distinción tiene una larga historia que va más allá de la contraposición entre capitalismo y comunismo. Existe todavía y no solo, como ha dicho alguien en broma, en las señales de tráfico, concluye Bobbio. 

¿Es verdad o no es verdad -se pregunta- que lo primero que nos planteamos cuando intercambiamos opinión sobre un político es si es de derechas o de izquierdas? La pregunta tiene sentido, dice, y desde luego entre las posibles respuestas está también la de que el personaje en cuestión no sea ni de derechas ni de izquierdas. ¿Pero como es posible -añade- no darse cuenta de que la respuesta "ni sí ni no" solo es posible si los términos "izquierda" y "derecha" tienen un sentido y quien plantea la pregunta y quien la contesta saben, aunque sea vagamente, cuál es? ¿Cómo se puede opinar sobre si un objeto es blanco o negro si no tenemos la menor idea sobre la diferencia entre los dos colores?

Mientras existan hombres cuyo empeño político sea movido por un profundo sentido de insatisfacción y de sufrimiento frente a las iniquidades de las sociedades contemporáneas -afirma Bobbio-, hoy quizá de una manera menos combativa que en épocas pasadas, se mantendrán vivos los ideales que han marcado desde hace más de un siglo todas las izquierdas de la historia. 

Hay quien ha sostenido -dice más adelante- que el rasgo característico de la izquierda es la no violencia; que la renuncia a utilizar la violencia para conquistar y ejercer el poder es lo que caracteriza al método democrático en política. Por eso, y para justificar el lugar que los valores supremos de la igualdad y la libertad han jugado en la historia política de Europa en el siglo XX, valores que siguen más vigentes que nunca, dice Bobbio, se animó a escribir el libro. 

Derecha e izquierda, dice, son términos antitéticos, recíprocamente exclusivos y conjuntamente exhaustivos: exclusivos, añade, en el sentido de que ninguna doctrina ni ningún movimiento pueden ser al mismo tiempo de derechas o de izquierdas; exhaustivos, porque una doctrina o movimiento únicamente puede ser de derechas o de izquierdas. 

No existe disciplina alguna, continúa, que no esté dominada por alguna díada omnicomprensiva: en sociología, la de sociedad-comunidad; en economía, la de mercado-planificación; en derecho, entre lo privado y lo público; en filosofía entre trascendencia-inmanencia; y en política, entre derecha e izquierda, que si bien no es la única, dice, si es cierto que podemos encontrarla en todas partes.

En estos últimos años, añade, se ha venido diciendo repetidamente, hasta convertirse en un lugar común, que la distinción entre izquierda y derecha ya no tiene razón alguna para seguir utilizándose. En el origen de esos planteamientos se encontraría, dice, la llamada crisis de las ideologías. Pero las ideologías están más vivas que nunca. Las ideologías del pasado han sido sustituidas por otras nuevas, o que pretenden pasar por nuevas. El árbol de las ideologías siempre está reverdeciendo, y tal y como ha quedado demostrado en muchas ocasiones, continúa, no hay nada más cargado de ideología que afirmar que las ideologías están en crisis. Y quien diga que no es ni de izquierdas ni de derechas es siempre de derechas.

En todo caso, dice, reducir la diferencia entre izquierda y derecha a la pura expresión de pensamiento ideológico sería una simplificación injusta, pues también ambos conceptos implican programas contrapuestos respecto a muchos problemas. Contraste, pues, no solo de ideas, sino también de intereses y valoraciones, concluye. 

Continuará... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El foro romano, cuna del derecho



Entrada núm. 2128
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jueves, 31 de julio de 2014

El poeta Vicente Aleixandre y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIII)





Plaza de España (Sevilla, Andalucía)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Vicente Aleixandre. Nace en Sevilla el año 1898 en el seno de una familia burguesa. Estudia Derecho en Madrid y durante un tiempo ejerce como profesor en la Escuela de Comercio de Madrid. En 1917 conoce al poeta Dámaso Alonso que despierta en él el amor a la poesía. Publica sus primeros versos en la Revista de Occidente. A pesar de sus ideas izquierdistas permanece en España tras la guerra civil. Muere en Madrid de una hemorragia intestinal en 1984. Poeta de la Generación del 27, su obra presenta varias etapas que van de la poesía pura a la de vejez, pasando por la surrealista y la antropocéntrica. Recibe el Premio Nacional de Literatura en 1933 y el Nobel de literatura en 1977. En 1950 ingresó en la Real Academia Española. Les dejo con su poema "En la plaza":


Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse, 
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón
de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entra la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto
corazón afluido.
¿Allí ¿quién lo reconocería?, allí con esperanza, con resolución
o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también,
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía,
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede 
reconocerse.

Cuando en la tarde caldeada, solo en tu gabinete
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con
mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y
se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la
plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!



"En la plaza"
Vicente Aleixandre


Y mañana nos vemos con el poeta Dámaso Alonso. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Vicente Aleixandre



Entrada núm. 2127
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miércoles, 30 de julio de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (I)




El filósofo Norberto Bobbio



¿Puede y debe hablarse hoy de izquierdas y derechas en el seno de la política democrática occidental? Y en caso de que fuera así ¿cómo definir en la época actual esos términos? Esas fueron las preguntas que hace veinte años le hicieron al filósofo italiano Norberto Bobbio y a las que él respondió con la nitidez y pedagogía de un gran maestro y gran ciudadano en su libro "Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política" (Taurus, Madrid, 1995). "Frente al fascismo y al nazismo, dice en el libro, hubo que comportarse como extremistas, escogiendo entre resignarse y resistir. Y no dudo que fueron los extremistas entonces los que llevaron la razón. Pero en una sociedad democrática -añade- y pluralista, donde existen varios grupos en libre competición, con reglas de juego que deben ser respetadas, mi convicción es que tienen mayor posibilidades de éxito los moderados. Guste o no guste -contínua más adelante- las democracias suelen favorecer a los moderados y castigar a los extremistas. Se podría también sostener que es un mal que así ocurra. Pero si queremos hacer política, y estamos obligados a hacerla según las reglas de la democracia, debemos tener en cuenta los resultados que este juego favorece. Quien quiere hacer política día a día debe adaptarse a la regla principal de la democracia: la de moderar los tonos cuando ello es necesario para obtener un fin, el llegar a pactar con el adversario, el aceptar el compromiso cuando este no sea humillante y cuando sea el único medio de obtener algunos resultados".

Norberto Bobbio fue profesor de filosofía en la universidad de Turín y senador vitalicio de la república italiana, a la par que uno de los más grandes pensadores políticos conteporáneos. A reseñar ese interesantísimo libro, que leí por vez primera en marzo de 1995 y que acabo de releer con ienorme placer estos difíciles días que los españoles estamos viviendo, voy a dedicar esta y las próximas entradas del blog, entradas que iré intercalando para no resultar monotemático con las que vengo dedicando desde hacia varias semanas al tema de España en la poesía española contemporánea del exilio.

"Siempre he dado al término izquierda -dice Bobbio- una connotación positiva, incluso ahora que está siendo cada vez más atacada, y al término derecha una connotación negativa, a pesar de estar hoy revalorizada". Para Bobbio -dice el profesor Joaquín Estefanía en la introducción del libro- la parte central de su pensamiento político fue la distinción esencial entre derecha e izquierda, que no es otra que la diferente actitud que las dos partes muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad.

Si para la izquierda la igualdad es el fin de toda política, la libertad es el medio de toda política de derechas. De la conjunción entre libertad e igualdad extrae el filósofo italiano un espectro político de cuatro categorías:
a) La extrema izquierda jacobinista de los movimientos y doctrinas a la vez igualitarios y autoritarios. b) El centro-izquierda del socialismo liberal y la socialdemocracia, de movimientos y doctrinas liberales y a la vez igualitarios. c) El centro-derecha de los partidos conservadores, de movimientos y doctrinas liberales y a la vez desigualitarios. d) La extrema derecha: fascismo y nazismo, de movimientos y doctrinas a la vez antiliberales y antigualitarios.

Continuará... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






Portada del libro "Derecha e izquierda" de N. Bobbio




Entrada núm. 2126
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

El poeta Luis Cernuda y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXII)




Patio de las Doncellas. Reales Alcazares (Sevilla, Andalucía)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Luis Cernuda. Nace en Sevilla en 1902. Poeta y crítico literario, miembro de la Generación del 27, su poesía busca el equilibrio entre la tradición literaria y la originalidad, como poesía de la meditación. Estudia derecho en la universidad de Sevilla, siendo uno de sus profesores el poeta Pedro Salinas, a cuya tertulia literaria asiste asiduamente. En 1925 conoce a Juan Ramón Jiménez y publica sus primeros poemas en la Revista de Occidente. Se traslada a Madrid en 1929 y allí conoce y traba amistad con Vicente Aleixandre y Federico García Lorca. Durante la guerra civil lucha en el bando republicano. En 1938 se traslada a Gran Bretaña como lector de español en las universidades de Glasgow y Cambridge. En 1947 se marcha a Estados Unidos y en 1952, a México, donde se instala de manera definitiva y donde muere en 1963. Les dejo con su poema "Elegía española (I)":


Dime, háblame.
Tú, esencia misteriosa
De nuestra raza
Tras de tantos siglos,
Hálito creador
De los hombres hoy vivos,
A quienes veo por el odio impulsados
Hasta ofrecer sus almas
A la muerte, la patria más profunda.

Cuando la primavera vieja
Vuelva a tejer su encanto
Sobre tu cuerpo inmenso,
¿Cuál ave hallará nido
Y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso?
¿Qué rayo de luz alegre,
Qué nube sobre el campo solitario,
Hallarán agua, cristal de hogar en calma
Donde reflejen su irisado juego?

Háblame, madre;
Y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eras mía.
Háblame, dime
Una sola palabra en estos días lentos,
En los días informes
Que frente a ti se esgrimen
Como cuchillo amargo
Entre las manos de tus propios hijos.

No te alejes así, ensimismada
Bajo los largos velos cenicientos
Que nos niegan tus anchos ojos bellos.
Esas flores caídas,
Pétalos rotos entre sangre y lodo,
En tus manos estaban luciendo eternamente
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses.

Eres tú, son tus ojos lo que busca
Quien te llama luchando con la muerte,
A ti, remota y enigmática
Madre de tantas almas idas
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara,
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.

Pero no eres tan solo
Dueña de afanes muertos;
Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?

Contempla ahora a través de las lágrimas:
Mira cuántos traidores,
Mira cuántos cobardes
Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,
Tus hijos sienten oscuramente
La recompensa de estas horas fatídicas.

No sabe qué es la vida
Quien jamás alentó bajo la guerra.
Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,
Y oigo su silbo helado,
Y veo los muertos bruscos
Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío
Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.

No sé qué tiembla y muere en mí
Al verte así dolida y solitaria;
En ruinas los claros dones
De tus hijos, a través de los siglos;
Porque mucho he amado tu pasado;
Resplandor victorioso entre sombras y olvido.

Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo eres
La aurora que aun no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives
Aunque venga la muerte;
Solo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro.

Que por encimas de estos y esos muertos
Y encima de estos y esos vivos que combaten,
Algo advierte que tú sufres con todos.
Y su odio, su crueldad, su lucha, 
Ante ti vanos son, como sus vidas,
Porque tú eres eterna
Y solo los creaste
Para la paz y gloria de tu estirpe.


"Elegía española (I)"
Luis Cernuda




Y mañana nos vemos con el poeta Vicente Aleixandre. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Luis Cernuda


Entrada núm. 2125
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