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miércoles, 12 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Atizar al Rey y hacerse la selfie





"¿Insomnio? ¿Neuralgias? ¿Inapetencia? ¿Peleas con los cuñados? El independentismo catalán tiene el alivio infalible, idóneo para impresionar a las visitas y muy económico: pegarle un viaje a la monarquía constitucional -comenta el periodista Joaquín Luna, y me salva de nuevo el A vuelapluma de hoy miércoles-. No hay mejor pintura de brocha gorda en la política catalana que atizar a Felipe VI y lo que encarna. ¿ERC y JxC andan a la greña? ¿Que Puigdemont lanzó ayer dardos a Junqueras durante su mitin en la narcisista comisión del 155? ¿Engañamos a la parroquia en el 2017? Cerebrino Mandri: el Rey no nos representa, es franquista –¡si Juan Carlos I desmanteló el régimen!–, cuesta pasta y no nos ayuda a cargarnos España.

A medida que pasa el tiempo, cada ataque o desplante facilón a la monarquía constitucional es otra prueba del fiasco del procés y de la dificultad de sus protagonistas para asumir el desaguisado.

Tanto reclamar diálogo y cuando se les ofrece –ese fue el espíritu del mensaje de Felipe VI en el Parlamento–, aparece el niño malcriado...

Si el independentismo aspira a irse de España, ¿qué les importa la monarquía constitucional, refrendada en las urnas durante el proceso constituyente? Yo, al menos, no detecto que sea una prioridad en el conjunto de España; actitud sensata, porque bastantes problemas tiene la gente como para crear debates artificiales. Si acabaríamos eligiendo a Bertín Osborne... ¡Ay, esa manía de creerse la conciencia de la democracia!

Con estos mismos argumentos contra la monarquía constitucional, el independentismo haría el ridículo en el Reino Unido, Japón o Suecia, aunque acaso cosechase alguna adhesión de los defensores de las repúblicas de Argelia, Corea del Norte o Uzbekistán, estados ejemplares por el hecho de ser firmes detractores del sistema monárquico.

Ya antes del famoso discurso del 3 de octubre –escuchado hoy, sin la emotividad de aquellos días, cambia, y mucho–, el independentismo llevaba años de campaña contra el Monarca y lo que representa –Juegos Olímpicos de Barcelona incluidos–, culminada en la infame encerrona de la manifestación de duelo por los atentados de Barcelona y Cambrils. Imputar el fanatismo de unos catalanes musulmanes al comercio legal con Arabia Saudí fue el acto de demagogia más triste vivido por Europa en horas de luto por el yihadismo. Ya lo saben. ¿Que no hay república? Siempre nos queda atizar a Felipe VI y hacernos una selfie".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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martes, 11 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] La infidelidad pide VAR ya





¿Es necesaria la implantación social de un VAR para las infidelidades en las parejas, ironiza el periodista Joaquín Luna en el A vuelapluma de hoy martes? Algunas y algunos dirían que sí y otros que no es para tanto...

"A la espera de que el VAR llegue a la Tercera División –y aun con diez ganó el Europa ayer–, a la intendencia doméstica y al tráfico rodado, yo creo que debería empezar a aplicarse en ámbitos conflictivos de la vida, como el de las infidelidades.

¿En qué consiste una infidelidad? ¿Cuándo concurren atenuantes? ¿Hay infidelidades de tarjeta roja, de amarilla o incluso de una simple amonestación verbal?

Un VAR de género, con criterios objetivos y libre de pasión, libraría a muchas parejas de berrinches y reforzaría la institución matrimonial en días de borrasca.

Yo hago la sugerencia a la vista de que hombres y mujeres discrepan en el meollo del asunto.

El paño masculino tiene un criterio arbitral claro y algo simiesco: la pareja es infiel cuando hay contacto físico con un tercero. Cargas con el hombro incluidas. En cambio, dejan seguir el partido y roncan tan anchos si se trata de un amor platónico, una relación epistolar o un intercambio de fotos eróticas con esquimales y otros indígenas ubicados a 3.000 kilómetros de distancia.

A lo sumo, ningunean: ¡menudo poeta le gusta a mi pareja!

Muchas mujeres, y de ahí la apelación a un sistema de videoarbitraje, consideran que existe infidelidad tan pronto la pareja se cita a tomar el aperitivo o a cenar con mujeres que no conocía previamente o son ajenas al ámbito profesional. Vaya, las típicas citas a las que los hombres acuden a verlas venir, pensando –para calmar la conciencia– que no pasa ni pasará nada.

¿Y si pasa?

En este caso, la naturaleza masculina tiende al juego sucio y a exculparse, razón de más para un VAR. El hombre viene del mono, y los monos, ya se sabe, son dados a tocarse las partes, tal que hacía a todas horas el añorado Copito de Nieve, icono de la virilidad condal del siglo XX.

La intención basta y sobra, opinan muchas amigas, y algo de razón les asiste, aunque yo les invito a la indulgencia porque si van a enfadarse y montar un pollo a su pareja sin que esta haya tenido contacto, cabe la posibilidad de que el infractor se diga: puestos a recibir la roja, que sea por una de esas patadas que fracturan tibia y peroné y no por mirar con ojos de besugo a la juez de línea.

Gracias a las redes y su progreso, todavía veremos la creación de una start-up con su VAR para dirimir sin apasionamiento cuándo hay infidelidad y cuándo tontería".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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miércoles, 27 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Como acabar en el cuartelillo





A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, escrito por el periodista Joaquín Luna,  en el que ironiza sobre el hecho de que algunos urólogos vayan diciendo que el sexo oral aconseja el uso de preservativo, y de que a causa de ello exista el riesgo de que el colectivo de españoles aprensivos monte un grupo de WhatsApp o una plataforma digital y cunda el pánico. 

"Todos tenemos algún conocido aprensivo -comienza diciendo Luna- dispuesto a recordarnos que el café que estamos bebiendo altera el riego cerebral, eleva el colesterol o rebaja el apetito.

En contra de su naturaleza, el aprensivo suele vivir muchos años y barrunto que muere el último, sobre todo si está casado, porque los casados siempre tienen obligaciones pendientes. Esperar que la niña se case y sea madre, terminar de pagar alguna hipoteca o ver al Euro­pa de nuevo en Primera División, un siglo más tarde.

El último aprensivo que saludé me alertó, con el altruismo característico de este tipo de personas, de que su urólogo le había comentado, de pasada, que el sexo oral tiene riesgos médicos y es aconsejable el empleo de un preservativo.

Yo, naturalmente, le vine a decir que los médicos son como los periodistas –hablamos por no callar– y traté de rebajar la credibilidad del comentario, del que espero un desmentido rotundo en las próximas horas si algún facultativo tiene la gentileza de leer esta columna y ya de paso estima a bien echar un capote humanitario a la humanidad.

Los urólogos no deberían hacer estos comentarios tan alegremente porque existe el riesgo de que el colectivo de españoles aprensivos monte un grupo de WhatsApp o una plataforma digital y cunda el pánico. O bien que un industrial profiláctico difunda una campaña en prensa, radio y televisión con el objetivo legítimo de subir las ventas.

A diferencia de las advertencias sobre el café, la carne roja o los yogures bífidos –o lo que sea–, el comentario no cayó en saco roto porque tiene su aquel. La medicina con fines preventivos nunca renuncia a asustar al personal en aras de la salud nacional y de paso la reducción del trabajo y el gasto sanitario.

Pero ¿y si los efectos de este tipo de palabras consiguen lo contrario?

Ya me veo las consultas de urgencias colapsadas por hombres de vida alegre que, a toro pasado, quieren garantizarse la integridad de su salud, a la par que su bienestar.

–Doctor, anoche disfruté mucho con mi novia de Burgos en el sofá...

¿Atenderían los servicios de urgencias las dudas de semejantes pacientes o les darían lo que vulgarmente decimos una patada en el culo? Sin descartar esa costumbre médica –y periodística– de deslegitimar al colega como el que silba.

Algo me dice que el paciente sería derivado conforme a algún protocolo. Derivado ¡al cuartelillo!".







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