A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, escrito por el periodista Joaquín Luna, en el que ironiza sobre el hecho de que algunos urólogos vayan diciendo que el sexo oral aconseja el uso de preservativo, y de que a causa de ello exista el riesgo de que el colectivo de españoles aprensivos monte un grupo de WhatsApp o una plataforma digital y cunda el pánico.
"Todos tenemos algún conocido aprensivo -comienza diciendo Luna- dispuesto a recordarnos que el café que estamos bebiendo altera el riego cerebral, eleva el colesterol o rebaja el apetito.
En contra de su naturaleza, el aprensivo suele vivir muchos años y barrunto que muere el último, sobre todo si está casado, porque los casados siempre tienen obligaciones pendientes. Esperar que la niña se case y sea madre, terminar de pagar alguna hipoteca o ver al Europa de nuevo en Primera División, un siglo más tarde.
El último aprensivo que saludé me alertó, con el altruismo característico de este tipo de personas, de que su urólogo le había comentado, de pasada, que el sexo oral tiene riesgos médicos y es aconsejable el empleo de un preservativo.
Yo, naturalmente, le vine a decir que los médicos son como los periodistas –hablamos por no callar– y traté de rebajar la credibilidad del comentario, del que espero un desmentido rotundo en las próximas horas si algún facultativo tiene la gentileza de leer esta columna y ya de paso estima a bien echar un capote humanitario a la humanidad.
Los urólogos no deberían hacer estos comentarios tan alegremente porque existe el riesgo de que el colectivo de españoles aprensivos monte un grupo de WhatsApp o una plataforma digital y cunda el pánico. O bien que un industrial profiláctico difunda una campaña en prensa, radio y televisión con el objetivo legítimo de subir las ventas.
A diferencia de las advertencias sobre el café, la carne roja o los yogures bífidos –o lo que sea–, el comentario no cayó en saco roto porque tiene su aquel. La medicina con fines preventivos nunca renuncia a asustar al personal en aras de la salud nacional y de paso la reducción del trabajo y el gasto sanitario.
Pero ¿y si los efectos de este tipo de palabras consiguen lo contrario?
Ya me veo las consultas de urgencias colapsadas por hombres de vida alegre que, a toro pasado, quieren garantizarse la integridad de su salud, a la par que su bienestar.
–Doctor, anoche disfruté mucho con mi novia de Burgos en el sofá...
¿Atenderían los servicios de urgencias las dudas de semejantes pacientes o les darían lo que vulgarmente decimos una patada en el culo? Sin descartar esa costumbre médica –y periodística– de deslegitimar al colega como el que silba.
Algo me dice que el paciente sería derivado conforme a algún protocolo. Derivado ¡al cuartelillo!".
La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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