El antecedente inmediato de este "A vuelapluma" de hoy está relatado en mi entrada del pasado 6 de febrero titulada ¿Por qué nos frustra la política?, así que a ella remito a los interesados.
Dejaba allí expuesto el comentario, crítica o reseña (no tengo muy clara la diferencia entre una cosa y otra), que el abogado, profesor y ensayista que es José María Ruiz Soroa hacía en Revista de Libros del texto del también como él profesor en la Universidad del País Vasco, Daniel Innerarity, La política en tiempos de indignación (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015).
Cita Innerarity en la introducción del libro a Hannah Arendt y su ¿Qué es la política?, tan reiteradamente mencionado por mí en el blog, y su afirmación de "que quien quiera hoy hablar acerca de la política ha de comenzar con todos los prejuicios que se tienen contra ella". Y no otra parece ser la intención del profesor Innerarity en La política en tiempos de indignación; un libro interesantísimo que creo va a pasar a ser, junto al de Hannah Arendt, uno de mis textos de cabecera. Absolutamente necesario para entender de qué va eso que llamamos política.
Más adelante, al inicio del capítulo quinto de su libro, titulado "El tiempo político", el profesor Innerarity plantea algunas cuestiones previas que son absolutamente necesarias para intentar entender la forma de hacer política en estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir.
La contingencia es la sombra inevitable de la política, dice, una propiedad en virtud de la cual todo lo presente está atravesado por la duda de lo posible. Pensar y actuar políticamente es adentrarse en un espacio en el que domina la sensación de que las cosas podrían haber sido de otra manera y haberse decidido de otro modo, o demasiado pronto, sin razones suficientes, o con las necesarias, pero cuando ya era demasiado tarde. En el torbellino de la vida política, sigue diciendo, agobiados por lo inmediato y constreñidos por los grandes factores que entran en juego, quienes intervienen en ella como algo más que meros espectadores experimentan una intensa incertidumbre. Al mismo tiempo que los principales protagonistas hacen historia son juzgados por sus contemporáneos, y este doble juicio -el de los historiadores y el de los votantes- raras veces coincide, lo que suele obligarles a tener que optar por la aprobación de unos sabiendo que así se ganan las iras de los otros.
No entender, continúa diciendo, esta peculiaridad del oficio político -la incertidumbre que caracteriza y que rebela también la naturaleza de nuestra condición política, con independencia del grado de compromiso con el que nos dediquemos a ella- nos impide entender de qué va, condición para que podamos juzgarla con la severidad que se merezca. Los ciudadanos deberíamos hacer el esfuerzo de criticar a nuestros representantes con toda la dureza que sea oportuna, pero sin que esa crítica se lleve por delante a la política como tal, algo que pasa siempre que les juzgamos sin haber comprendido para qué sirve la política y cuáles son sus condiciones. Me temo -añade- que el actual linchamiento hacia una dedicación tan necesaria, aunque se justifique por la indignación que provocan los casos de corrupción o de especial incompetencia, pone de manifiesto que no hemos comprendido bien hasta que punto es necesaria la política en una sociedad democrática y cuáles son las limitaciones que proceden no tanto de la clase política como de nuestra condición política. Espero haber suscitado su interés y que ellos les lleve a la lectura de los enlaces y textos mencionados en la entrada.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
3 comentarios:
Ciertamente hay mucho linchamiento...
Saludos
Es verdad, tendemos a generalizar cuando pensamos que todos los políticos son corruptos o lo serán antes o después. Y les hay con verdadera vocación, con entrega y con ganas de hacernos avanzar, ésos son los que no sobran, los que, aunque se equivoquen, tendrán el reconocimiento a su labor.
Muchas gracias, Estrella y Mark, por vuestro comentario. Yo también lo pienso, evidentemente.
Publicar un comentario