"¿Tiene todavía la política algún sentido? ¿Son los fines que la acción política persigue merecedores de los medios que puedan emplearse en determinadas circunstancias para su consecución? ¿Hay todavía en el campo de lo político metas en virtud de las cuales podamos orientarnos confiadamente? Y si las hubiere, ¿no son sus criterios completamente impotentes y utópicos, de manera que toda empresa política, una vez puesta en marcha, no se preocupa más de metas y criterios sino que sigue un curso inherente a ella que nada externo puede detener? ¿No es la acción política, al menos en nuestro tiempo, precisamente una muestra del fallo de todos los principios, de manera que, en vez de proceder de uno de los muchos orígenes posibles de la convivencia humana y alimentarse de sus profundidades, más bien se adhiere oportunistamente a la superficie de los acontecimientos cotidianos y se deja llevar por ellos en múltiples direcciones, elogiando hoy siempre lo contrario de lo que ayer sucedió? ¿No ha conducido la acción misma al absurdo sacudiendo con ello también los principios u orígenes que quizá previamente la pusieron en marcha? Estas son las preguntas que se plantean inevitablemente a cualquiera que empiece a reflexionar sobre la política en nuestro tiempo."
Perdónenme el extenso proemio pero espero que reconozcan conmigo, con la que está cayendo, la pertinencia y actualidad del mismo: crisis económicas, corrupción generalizada catástrofes nucleares en ciernes, rebeliones en el hasta ahora inmutable mundo islámico, acciones militares punitivas por parte de Naciones Unidas, desconfianza de la ciudadanía sobre la capacidad de los líderes políticos para resolver los problemas de nuestra sociedad humana global, y así, hasta el infinito....
Ni siquiera los ciudadanos de la otrora opulenta Europa se fían ya de sus líderes. Al menos esa es la desoladora conclusión que se desprende de una encuesta realizada por el diario británico The Guardian entre el 24 de febrero y el 8 de marzo en Reino Unido, Francia, Alemania, Polonia y España. Los resultados de la misma revelan la profunda desconfianza ciudadana con los políticos y su honestidad, no se fían de los mismos: ni de los que gobiernan ni de los que ejercen la oposición, los perciben incapaces de solucionar los problemas que afectan a cada país y, sobre todo, no creen que sean honestos. Un pronunciado desapego hacia los políticos se ha instalado entre los ciudadanos. Solo el 14% de los europeos conserva "alguna" expectativa de que sus gobernantes logren manejar la situación, y un 78% se reparte entre los que no tienen muchas o ninguna. Desalentador.
Las palabras que sirven de introducción a esta entrada del blog pertenecen a la pensadora norteamericana de origen judeo-alemán Hannah Harendt y fueron escritas a finales de los años 50 del pasado siglo en su libro ¿Qué es la política? (Paidós/UAB, Barcelona, 1997, pág. 135), en plena "guerra fría" y tras el cataclismo de dos guerras mundiales en menos de treinta años.
Es evidente que la situación del mundo no es la misma ahora que hace 50 años, pero en cuanto a las respuestas posibles a las pregunta que Hannah Arendt se planteaba sobre si la política tiene todavía algún sentido, no creo que hayamos avanzada mucho. Y mucho me temo que vamos a tardar en encontrarlas, porque no solo nuestros líderes no están a la altura de lo que cabría esperar; pienso, sinceramente, que nosotros, los ciudadanos, tampoco...
Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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