sábado, 9 de agosto de 2014

El poeta Claudio Rodríguez y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIX)





Catedral del Salvador (Zamora, Castilla y León)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Claudio Rodríguez. Nacido en Zamora en 1934, en el seno de una familia burguesa propietaria de fincas rurales, su padre fue apasionado lector y autor de poesías. Pasó de niño largas temporadas en las fincas de su abuela materna. A la muerte de su padre, tiene que hacerse cargo de la administración de las mismas, lo que le permite adentrarse en la lectura de la biblioteca familiar donde  se aficiona a los místicos españoles, los románticos ingleses y la poesía francesa de finales del XIX. Abandona los estudios de Derecho en la Universidad de Madrid para hacer los de Filología, doctorándose en Filología Románica. Fue lector de español en las universidades de Oxford y Cambridge y profesor en la de Madrid. Tuvo un paso fugaz por el partido comunista, que abandonó casi inmediatamente a causa de enfrentamientos personales con sus dirigentes. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1983 y en 1997 el Príncipe de Asturias de las Letras. En 1987 ingresó en la Real Academia Española. La crítica le considera uno de los más grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX. Muere en Madrid en 1999.  Les dejo con su poema "Al ruido del Duero":


... Y como yo veía
que era tan popular entre las calles
paséel puente y, adiós, dejé atrástodo.
Pero hasta aquí me llega,quitádmelo, estoy siempre
oyendo el ruido aquel y subo y subo,
ando de pueblo en pueblo, pongo el oído
al vuelo del pardak, al sol, al aire,
yo qué sé, al cielo, al pecho de las mozas
y siempre el mismo son, igual mudanza.
¿Qué sitio es este sin tregua? ¿Qué hueste, qué altas lides
entran a saco en mi alma a todas horas,
rinden la torre de la enseña blanca,
abren aquel portillo, el silencioso,
el nunca falso? Y eres
tú, música del río, aliento mío hondo,
llaneza y voz y pulso de mis hombres.
Cuanto mejor sería
esperar. Hoy no puedo, hoy estoy duro
de oído tras los años que he pasado
con los de mala tierra. Pero he vuelto.
Campo de la verdad, ¿qué traición hubo?
¡Oid cómo tanto tiempo y tanta empresa
hacen un solo ruido!
¡Oid cómo hemos tenido día tras día
tanta pureza al lado nuestro, en casa,
y hemos seguido sordos!
¡Ya ni esta tarde más! Sé bienvenida,
mañana. Pronto estoy: ¡sedme testigos
los que aun oís! Oh, río,
fundador de ciudades,
sonando en todo menos en tu lecho,
haz que tu ruido sea nuestro canto,
nuestro taller en vida. Y si algún día
la soledad, el ver al hombre en venta,
el vino, el mal amor o el desaliento
asaltan lo que bien has hecho tuyo,
ponte como hoy en pie de guerra, guarda
todas mis puertas y ventanas como
tú has hecho desde siempre,
tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,
tú, río de mi tierra, tú río Duradero.


"Al ruido del Duero"
Claudio Rodríguez



Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Luis Felipe Vivanco. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Claudio Rodríguez




Entrada núm. 2136
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri

viernes, 8 de agosto de 2014

El poeta José Bergamín y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVIII)




Fuente de Neptuno (Madrid)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta José BergamínNace en Madrid en 1895 en el seno de una acomodada familia liberal, conservadora y católica, en la que su padre fue ministro en gobiernos de la Restauración. Católico y comunista convencido intentó armonizar toda su vida ambas ideologías. Estudió Derecho en la Universidad de Madrid, escribiendo sus primeros trabajos en la revista Índice que dirigía Juan Ramón Jiménez, al que profesó siempre una profunda amistad, al igual que a Unamuno. Participó en las actividades de la Generación del 27, aunque no se le considera miembro de la misma. Ocupó cargos políticos en los gobiernos de la República y durante la guerra civil presidió la Alianza de Intelectuales Antifascitas. Al final de la misma se exilia sucesivamente en México, Venezuela, Uruguay y, finalmente, Francia. Vuelve a España en 1961 y se exilia de nuevo en 1963. Retorna definitivamente en 1970. Sus últimos años de vida los pasa en el País Vasco, donde apoyó dedicidamente a la organización Herri Batasuna. Murió en San Sebastián en 1983. Les dejo con su poema "Al volver":


Aquí nació mi vida a la esperanza
y aquí esperó también que moriría;
ahora que vuelvo aquí, parecería
que el tiempo me persigue y no me alcanza.

Detiene otoño el paso a la mudanza
que en la luz, en el aire se extasía:
los árboles son llamas, su alegría
enciende ya mi bienaventuranza.

Todo pasó. Todo quedó lo mismo:
como si el otoño floreciera,
ardiendo en el fulgor de su espejismo,

última para mí, la primavera.
Abismo del no ser al ser abismo
la eternidad, del tiempo prisionera.


"Al volver"
José Bergamín



Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Claudio Rodríguez. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta José Bergamín




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jueves, 7 de agosto de 2014

El poeta Ramón de Garciasol y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVII)




Catedral de Santa María la Mayor (Sigüenza, Castilla-La Mancha)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Garciasol. Nacido en Humanes (Guadalajara) en 1913 en el seno de una humilde familia de artesanos, se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, pero fue sobre todo poeta, además de biógrafo y ensayista. Como poeta se declara deudor de Quevedo y Unamuno. Muy comprometido con la izquierda revolucionaria durante la guerra civil, al final de la misma pasó varios años en un campo de concentración, motivo por el cual cambió su nombre real de Miguel Alonso Calvo por el seudónimo con el que se hizo famoso. En 1962 obtuvo el Premio Fastenrath de poesía otorgado por la Real Academia Española. Murió en Madrid en 1994. Les dejo con su poema "Toro hispánico":


Me está gritando amor con una extraña,
ibérica pasión: y me desgrano
uva a uva de raza. El toro Hispano
me corre por la grave sed de España,

por la piel que me cubre y me da forma.
Me duele el aire, hasta la sombra, el habla
de España, siempre más a rajatabla.
España me encarniza el verbo, ahorma

el corazón con rabias capitales.
Llevo ríos de España en la saliva,
remachan en mí yunques ancestrales.

España soy, agónico, violento,
huracanado amor en llama viva
con fiebre de esculpir a sueño el viento.


"Toro hispánico"
Ramón de Garciasol



Y mañana nos vemos con el poeta José Bergamín. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Ramón de Garciasol



Entrada núm. 2134
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miércoles, 6 de agosto de 2014

EI poeta Ramón de Basterra y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXVI)




Santuario-Basílica de Begoña (Bilbao, Vizcaya)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Ramón de Basterra. Nace en la ciudad de Bilbao en 1888. Estudió Derecho y fue poeta, escritor y diplomático de carrera. Sirvió en las legaciones de Roma, Bucarest y Caracas. Escribió en la famosa revista poética Hermes. Su poesía se caracteriza en una primera época por el sentimiento del paisaje, las ideas humanísticas y los problemas de los vascos. Más tarde su poesía se vuelve barroca y gongorina, para al final de su joven vida, situarse como avanzada de la vanguardia poética futurista, cantando al destino fecundo de los pueblos hispánicos. Murió en Madrid en 1928. Les dejo con su poema "A los jóvenes dolorosos":


¡Oh, joven doloroso, joven triste
que sufres como yo del mal de España
y que una negación honda, en tu entraña
tienes, clavada, contra lo que existe!

Tu virgen corazón vibra de saña,
de santa saña porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste:
de la Patria, una idea y una hazaña.

La general incepcia fue el veneno
que atosigó tu juventud vehemente,
y de asco y de dolor yo te sé lleno.

Más el futuro es nuestro y esa gente
que hizo nuestra desgracia, se va al cieno.
Hermano, aquí va un ósculo en tu frente.

"A los jóvenes dolorosos"
Ramón de Basterra



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Garciasol. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Ramón de Basterra



Entrada núm. 2133
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martes, 5 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (y IV)





Konrad Adenauer (1876-1967) y Willy Brandt (1913-1992)



Dice el profesor Bobbio en el libro que venimos comentando ("Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política") que las desigualdades naturales existen, y que si algunas de ellas se pueden corregir, la mayor parte de esas mismas desigualdades no se pueden eliminar. Y respecto a las desigualdades sociales, añade, si algunas se pueden corregir e incluso eliminar, muchas, especialmente aquellas de las cuales los mismos individuos son responsables, lo único que se puede intentar es no fomentarlas.

Políticamente, dice, se puede llamar correctamente igualitarios a aquellos políticos que, aunque no ignorando que los hombres son tan iguales como desiguales, aprecian mayormente y consideran más importante para una buena convivencia lo que los asemeja que lo que los diferencia. Por el contrario, los no igualitarios serían, en cambio, aquellos que partiendo del mismo jucio de hecho, aprecian y consideran más importante para conseguir una buena convivencia la diversidad que la uniformidad.

Los igualitarios -añade más adelante- parten de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades que los indignan y querrían hacer desaparecer son sociales y, como tales, eliminables; los no igualitarios, por el contrario, parten de la convicción opuesta, que las desigualdades son naturales y, como tales, ineliminables.


Para Bobbio el ideal igualitario y el no igualitario puede personificarse ejemplarmente en el contraste de pensamiento entre Rousseau y Nietzsche, precisamente, por la distinta actitud que el uno y el otro asumen con respecto a la naturalidad y artificialidad de la igualdad y de la desigualdad. En el "Discurso sobre el origen de la desigualdad", dice, Rousseau parte de la consideración de que los hombres han nacido iguales, pero la sociedad civil, o sea, la sociedad que se sobrepone lentamente al estado de naturaleza, los ha convertido en desiguales. Para Nietzsche, por el contrario, los hombres son por naturaleza desiguales (y para él es un bien que lo sean porque, además, una sociedad formada sobre la esclavitud como era la griega, y justamente en razón de la existencia de los esclavos, era una sociedad avanzada para su tiempo) y solo la sociedad con su moral de rebaño, con su religión de la compasión y la resignación, los ha pretendido convertir en iguales.

La conclusión de esa disputa, continúa, no puede ser más radical: en nombre de la igualdad natural, los igualitarios condenan la desigualdad social; en nombre de la desigualdad natural, los no igualitarios condenan la igualdad social.

La regla de oro de la justicia, sigue diciendo, es tratar a los iguales de una manera igual y a los desiguales de una manera desigual, pero para que eso no resulte una mera fórmula vacía hay que responder previamente a una pregunta: ¿Quiénes son los iguales y quiénes son los desiguales?

La igualdad como ideal sumo o incluso último de una comunidad ordenada, justa y feliz, añade más adelante, se acopla habitualmente con el ideal de la libertad, considerado este también como supremo o último. Y ninguno de los dos es separable del otro; son las dos caras de una misma moneda: no hay igualdad posible sin libertad; pero la libertad tampoco es realizable sin un cierto grado de igualdad. Pero al mismo tiempo es preciso, sigue diciendo, hacer una observación elemental que habitualmente no se hace: los dos conceptos de libertad y de igualdad no son simétricos: mientras la libertad es un estatus de la persona, la igualdad indica una relación entre dos o más entidades. O como dice George Orwell, citado por Bobbio, "todos los hombres son iguales, pero algunos son más iguales que otros".

Si uno de los criterios para distinguir la derecha de la izquierda, concluye, es la diferente apreciación con respecto a la idea de igualdad, y el criterio para distinguir a los moderados de los extremista (tanto en  la derecha como en la izquierda) es su diferente actitud con respecto a la libertad, se podría distribuir el espectro en el que se ubican las doctrinas y movimientos políticos en cuatro espacios: a) en la extrema izquierda estarían los movimientos a la vez igualitarios y autoritarios (como el comunismo histórico); b) en el centro-izquierda, las doctrinas y movimientos a la vez igualitarios y libertarios (como el socialismo liberal y la socialdemocracia); c) en el centro-derecha las doctrinas y movimientos a la vez libertarios y no igualitarios (los partidos liberales y conservadores) ; y d) en la extrema derecha, las doctrinas y movimientos antiliberales y antigualitarios (como el fascismo y el nazismo).

El comunismo fracasó históricamente, dice al final de su libro, pero el desafío que lanzó permanece. Bastaría, continúa diciendo, con desplazar la mirada de la cuestión social del interior de cada Estado (de la que nació la izquierda en el siglo XIX), hacia la cuestión social internacional, para darse cuenta de que la izquierda no solo no ha concluido su propio camino sino que apenas lo ha comenzado.

Como colofón, cita Bobbio las palabras de uno de sus maestros, el también filósofo Luigi Einaudi, que entiendo me permiten cerrar definitivamente el excurso que he hecho en estas cuatro entradas sobre el libro citado al comienzo, que dicen así: "Las dos corrientes (liberalismo y socialismo) son respetables, y aunque adversarias, no son enemigas; porque las dos respetan la opinión de los demás y saben que existe un límite para la realización del propio principio. El optimum no se alcanza en la paz forzada de la tiranía totalitaria; se toca en la lucha continua entre los dos ideales del liberalismo y del socialismo (libertad e igualdad), ninguno de los cuales puede ser vencido sin daño común". 

Por mi parte, amén de recomendarles su lectura, animarles igualmente a leer el libro "Algo va mal" (Taurus, Madrid, 2010), del historiador británico Tony Judt (1948-2010), que a mi entender, actualiza en gran manera lo dicho por Norberto Bobbio en el libro que hemos venido comentando.

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Harold Wilson (1916-1995) y Winston Churchill (1874-1965)



Entrada núm. 2132
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lunes, 4 de agosto de 2014

El poeta Luis López Anglada y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXV)




La ciudad de Ceuta, desde el aire



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Luis López Anglada. Nace en la ciudad de Ceuta, en la que su padre es militar, en 1919. Militar también él de profesión (llegó al grado de coronel), estudió el bachillerato en Valladolid, donde se incia su vocación literaria de la mano del profesor Narciso Alonso Cortés. Comienza los estudios de Filosofía y Letras y al inicio de la guerra civil lucha en el bando franquista como alférez provisional. Formó parte de la revista "Espadaña"  y fundó la revista de poesía "Halcón". Escribió poesía, ensayo, biografía y crítica de arte. Recibió el Premio Nacional de Literatura así como los Ausias March, Boscán, Francisco de Quevedo y Antonio Machado de poesía. Murió enMadrid en 2007.  Les dejo con su poema "Áspera España":


Gentes oscuras de hambre y lejanía,
ojos hambrientos, manos o sarmientos;
hombres tristes de Gredos, hombres lentos
y mujeres sin luz de Las Umbrías.

Me ven, se alejan, huyen. Saltan frías
las aguas del Alberche. Suenan vientos
por Mijares. Oscuros, cenicientos,
lejos me ven desde las serranías.

Yo, de ciudad alegre y luminosa,
vengo a la primavera. El mundo canta
el himno de la vida y de la rosa.

Gentes me ven oscuras. Se levanta
el corazón a Dios. Gredos reposa
y la canción se quiebra en la garganta. 


"Áspera España"
Luis López Anglada



Y mañana nos vemos con el poeta Ramón de Basterra. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



El poeta Luis López Anglada




Entrada núm. 2131
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domingo, 3 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (III)




Vladimir Ilich Lenin (1770-1924)



Las opiniones políticas no se discuten, dice Bobbio en el libro que estamos reseñando (veánse las anteriores entradas I y II), se aceptan o se niegan, sin más. Conviene tenerlo claro, añade, porque cuando hablamos de contraposición entre extremismo y moderación estamos planteando sobre todo una cuestión de metodo; pero cuando hablamos de los valores de la derecha o la izquierda estamos planteando sobre todo una cuestión de fines. 

Y cuando lo hacemos de igualitarismo -dice más adelante-, o sea, de la nivelación de toda diferencia, hablamos de un límite extremo de la izquierda que es más ideal que real. La igualdad de la que habla la izquierda es casi siempre una igualdad "secundum quid" (es decir, una igualdad respecto a algo), pero nunca es una igualdad absoluta. 

Los conceptos de "derecha" e "izquierda", continúa diciendo, no son conceptos absolutos. Son conceptos relativos. No son conceptos sustantivos y ontológicos. No son calidades intrínsecas del universo político. Son "lugares" del espacio político que pueden designar diferentes contenidos según los tiempos y las situaciones. De ahí, añade, que el hecho de que derechas e izquierdas presenten una oposición quiera decir simplemente que no se puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda. Pero no quiere decir nada sobre el contenido de las dos partes contrapuestas, por lo cual el extremismo de izquierdas traslada la izquierda a la derecha, y el extremismo de derechas traslada la derecha a la izquierda. 

El criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda, sigue diciendo, es de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad, ideal este que es junto al de la libertad y la paz uno de los fines últimos que se proponen alcanzar y por cuales están dispuestos a luchar. Es por eso que el concepto de igualdad es relativo, no absoluto. Es relativo por lo menos en tres variables: a) los sujetos entre los cuales nos proponemos repartir los bienes o gravámenes; b) los bienes o gravámenes que repartir; y c) el criterio por el cual repartirlos. O lo que es lo mismo: igualdad sí, pero ¿entre quién, ¿en qué?, ¿basándose en qué criterio?

Estas premisas son necesarias porque cuando se dice que la izquierda es igualitaria y la derecha no -añade Bobbio-, no se quiere decir en absoluto que para ser de izquierdas sea preciso proclamar el principio de que todos los hombres deben ser iguales en todo, independientemente de cualquier criterio discriminatorio. En otras palabras, afirmar que la izquierda es igualitaria no quiere decir que sea también igualitarista. Una doctrina o un movimiento igualitarios, tienden a reducir las desigualdades sociales y a convertir en menos penosas las desigualdades naturales. Cosa distinta es el igualitarismo, cuando se entiende como "igualdad de todos en todo". Esa sería no solo una visión utópica -a la cual, hay que reconocerlo, se inclina más la izquierda que la derecha- sino, peor, una mera declaración de intenciones a la cual no parece posible dar un sentido razonable.

Con la próxima entrada concluyo la serie dedicada a comentar algunos de los aspectos más destacados del libro "Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política", del filósofo italiano Norberto Bobbio. En el ínterin, les invito a leer la entrevista que El País de ayer sábado hacía a la filósofa estadounidense y profesora de ciencias políticas y sociales, Nancy Fraser, en la que habla sobre las igualdades y desigualdades sociales, económicas y políticas del mundo actual. 

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Rosa Luxemburgo (1871-1919)



Entrada núm. 2130
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sábado, 2 de agosto de 2014

El poeta Dámaso Alonso y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIV)





Plaza Mayor (Madrid)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Dámaso Alonso. Nace en Madrid en 1898, pero pasa su infancia en Asturias. Estudia derecho y filosofía y letras en la universidad de Madrid y participa en las actividades de la Residencia de Estudiantes junto a sus amigos García Lorca, Buñuel, Dalí, Cernuda, Altolaguirre y Aleixandre, que le introduce en el mundo de la poesía. Colabora asiduamente con la Revista de Occidente y enseña como profesor en las universidades de Oxford y Valencia. Literato, filólogo y poeta, perteneciente a la Generación del 27, su poesía se encuadra en la denominada poesía pura de inspiración juanramoniana. La guerra civil deja en él una profunda huella que vuelve su poesía desgarrada y sombría, con un cierto aire existencialista. Traduce a Joyce al español. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Española en la que sucedió como director a Ramón Menéndez Pidal. Murió en Madrid en 1990. Les dejo con su poema "Nuestra heredad":


Juan de la Cruz prurito de Dios siente,
furia estética a Góngora agiganta,
Lope chorrea vida y vida canta:
tres frenesís de nuestra sangre ardiente.

Quevedo prensa pensamiento hirviente;
Calderón en sistema lo atiranta;
León, herido, al cielo se levanta;
Juan Ruiz, ¡qué cráter de hombredad bullente!

Teresa es pueblo, y habla como un oro;
Garcilaso, un fluir, melancolía;
Cervantes, toda la natulareza.

Hermanos en mi lengua, qué tesoro
nuestra heredad -oh, amor, oh poesía-,
esta lengua que hablamos -oh belleza-.



"Nuestra heredad"
Dámaso Alonso



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El poeta Dámaso Alonso



Entrada núm. 2129
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viernes, 1 de agosto de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (II)





La acrópolis ateniense, cuna de la democracia



Continuo con la reseña del libro de Norberto Bobbio que comentaba en la entrada anterior (veáse). La distinción entre izquierda y derecha sigue siendo válida hoy día. Y no solo ha existido una izquierda comunista -dice Bobbio en el libro que estamos comentando-, ha existido también una izquierda, y todavía existe, dentro del horizonte capitalista. La distinción tiene una larga historia que va más allá de la contraposición entre capitalismo y comunismo. Existe todavía y no solo, como ha dicho alguien en broma, en las señales de tráfico, concluye Bobbio. 

¿Es verdad o no es verdad -se pregunta- que lo primero que nos planteamos cuando intercambiamos opinión sobre un político es si es de derechas o de izquierdas? La pregunta tiene sentido, dice, y desde luego entre las posibles respuestas está también la de que el personaje en cuestión no sea ni de derechas ni de izquierdas. ¿Pero como es posible -añade- no darse cuenta de que la respuesta "ni sí ni no" solo es posible si los términos "izquierda" y "derecha" tienen un sentido y quien plantea la pregunta y quien la contesta saben, aunque sea vagamente, cuál es? ¿Cómo se puede opinar sobre si un objeto es blanco o negro si no tenemos la menor idea sobre la diferencia entre los dos colores?

Mientras existan hombres cuyo empeño político sea movido por un profundo sentido de insatisfacción y de sufrimiento frente a las iniquidades de las sociedades contemporáneas -afirma Bobbio-, hoy quizá de una manera menos combativa que en épocas pasadas, se mantendrán vivos los ideales que han marcado desde hace más de un siglo todas las izquierdas de la historia. 

Hay quien ha sostenido -dice más adelante- que el rasgo característico de la izquierda es la no violencia; que la renuncia a utilizar la violencia para conquistar y ejercer el poder es lo que caracteriza al método democrático en política. Por eso, y para justificar el lugar que los valores supremos de la igualdad y la libertad han jugado en la historia política de Europa en el siglo XX, valores que siguen más vigentes que nunca, dice Bobbio, se animó a escribir el libro. 

Derecha e izquierda, dice, son términos antitéticos, recíprocamente exclusivos y conjuntamente exhaustivos: exclusivos, añade, en el sentido de que ninguna doctrina ni ningún movimiento pueden ser al mismo tiempo de derechas o de izquierdas; exhaustivos, porque una doctrina o movimiento únicamente puede ser de derechas o de izquierdas. 

No existe disciplina alguna, continúa, que no esté dominada por alguna díada omnicomprensiva: en sociología, la de sociedad-comunidad; en economía, la de mercado-planificación; en derecho, entre lo privado y lo público; en filosofía entre trascendencia-inmanencia; y en política, entre derecha e izquierda, que si bien no es la única, dice, si es cierto que podemos encontrarla en todas partes.

En estos últimos años, añade, se ha venido diciendo repetidamente, hasta convertirse en un lugar común, que la distinción entre izquierda y derecha ya no tiene razón alguna para seguir utilizándose. En el origen de esos planteamientos se encontraría, dice, la llamada crisis de las ideologías. Pero las ideologías están más vivas que nunca. Las ideologías del pasado han sido sustituidas por otras nuevas, o que pretenden pasar por nuevas. El árbol de las ideologías siempre está reverdeciendo, y tal y como ha quedado demostrado en muchas ocasiones, continúa, no hay nada más cargado de ideología que afirmar que las ideologías están en crisis. Y quien diga que no es ni de izquierdas ni de derechas es siempre de derechas.

En todo caso, dice, reducir la diferencia entre izquierda y derecha a la pura expresión de pensamiento ideológico sería una simplificación injusta, pues también ambos conceptos implican programas contrapuestos respecto a muchos problemas. Contraste, pues, no solo de ideas, sino también de intereses y valoraciones, concluye. 

Continuará... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El foro romano, cuna del derecho



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

jueves, 31 de julio de 2014

El poeta Vicente Aleixandre y el tema de España en la poesía española contemporánea (XXXIII)





Plaza de España (Sevilla, Andalucía)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".  

Hoy traigo hasta el blog al poeta Vicente Aleixandre. Nace en Sevilla el año 1898 en el seno de una familia burguesa. Estudia Derecho en Madrid y durante un tiempo ejerce como profesor en la Escuela de Comercio de Madrid. En 1917 conoce al poeta Dámaso Alonso que despierta en él el amor a la poesía. Publica sus primeros versos en la Revista de Occidente. A pesar de sus ideas izquierdistas permanece en España tras la guerra civil. Muere en Madrid de una hemorragia intestinal en 1984. Poeta de la Generación del 27, su obra presenta varias etapas que van de la poesía pura a la de vejez, pasando por la surrealista y la antropocéntrica. Recibe el Premio Nacional de Literatura en 1933 y el Nobel de literatura en 1977. En 1950 ingresó en la Real Academia Española. Les dejo con su poema "En la plaza":


Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse, 
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón
de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entra la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto
corazón afluido.
¿Allí ¿quién lo reconocería?, allí con esperanza, con resolución
o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también,
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía,
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede 
reconocerse.

Cuando en la tarde caldeada, solo en tu gabinete
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con
mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y
se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la
plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!



"En la plaza"
Vicente Aleixandre


Y mañana nos vemos con el poeta Dámaso Alonso. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El poeta Vicente Aleixandre



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