miércoles, 4 de marzo de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es miércoles, 4 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 3 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Andalucía en el corazón



Jornaleros andaluces a la vendimia francesa, 1980


"Desde los seis años -escribe el filósofo Emilio Lledó ("Salteras y el patio de madrina desde el exilio". El País, 2/3/2020) en el A vuelapluma de hoy- he vivido fuera de Sevilla, de Triana, donde nací. La distancia en el tiempo me ofreció, en cambio, otros espacios donde asentar mis experiencias. Esos lugares de mi vida fueron Vicálvaro, un inolvidable pueblo, a pocos kilómetros de Madrid, incorporado ya, por la furia inmobiliaria, a la capital. En Vicálvaro, a cuyo regimiento de Artillería estaba destinado mi padre, pasé los años de la Guerra Civil, y en el fondo de mi memoria, laten siempre sus recuerdos. Cuando terminó la guerra nos vinimos a Madrid donde hice los estudios de Bachillerato y universitarios. Al acabar la carrera y el servicio militar, que entonces era obligatorio, me fui a Alemania, a Heidelberg, donde pasé 10 años preparando mi doctorado y dando clase en el departamento de Filología de la Universidad. Después, tres años de catedrático de instituto en Valladolid, y otros tres en la Universidad de La Laguna. A continuación, 11 años en la Universidad de Barcelona y muchos más en Madrid. Pero entre esos años de Madrid estuve, también, cinco en Berlín, donde viví la caída del muro en 1989, y pude percibir la pasión de los alemanes por unirse, de nuevo, en aquellas dos Alemanias, aparentemente, tan distintas.

Muchas veces me he preguntado: ¿De dónde soy yo? Porque todos esos sitios a los que mis estudios y mi trabajo me llevaron han sido parte esencial de mi vida y de mi posible enriquecimiento personal. En todos esos lugares he sentido una profunda identificación con ellos y, ahora, en la historia de mi particular memoria, una cierta forma de solidaridad.

Precisamente, por ello, me he visto siempre impulsado a reflexionar sobre ese importante y maltratado concepto de identidad. Identidad que ha servido, tantas veces, para construir supuestas teorías, que nada tienen que ver con ese fondo íntimo de la persona, fruto siempre de una educación en libertad y de esos ideales de solidaridad para los que los filósofos griegos inventaron esa hermosa palabra: filantropía.

Pero, en el fondo, la propia identidad está llena de memoria y del surco del tiempo: ese río colectivo en el que nacemos, en el que navegamos, y en el que vive el ser que somos. En esa identidad se encuentran los recuerdos que forjan nuestra existencia. Es verdad que soy un andaluz en el exilio, aunque esa distancia se ha ido acortando, año tras año, a lo largo de mi adolescencia y juventud.

Todos los veranos, al acabar la Guerra Civil, los he pasado en Salteras, ese pueblo de Sevilla en el que nacieron mis padres y que llenó de alegría aquellos tristes años de la posguerra. Allí vivía mi madrina Fernanda, viuda desde muy joven de un tío de mi padre, y para la que fui el hijo que ella no pudo tener. Por ella, por su casa, por el patio que perfumaba aquel jazmín, por sus palabras y su amor, por su inteligencia y sensibilidad, empecé a percibir un horizonte de esperanza en el que habría de reencontrarse mi futuro. Y ese maravilloso pueblo y esa extraordinaria mujer alentaron el reencuentro con el río de mi existencia en el que empezaba a fluir ya mi persona.

Porque allí aprendí, en el trato con mi madrina, algo que me ha llevado, muchas veces a reflexionar sobre el contenido del lenguaje y la inteligencia humana. Creo que madrina, con excepción de algunos viajes a Sevilla, nunca salió del pueblo; pero su innato talento me hizo pensar que, a través de su lenguaje, de sus palabras, latía mucho de lo que habría de aprender, años después, al estudiar la historia de Andalucía y de su cultura.

Y en este momento tengo que rememorar a ese andaluz genial, a Casiodoro de Reina, el fraile jerónimo del monasterio de San Isidoro del Campo que, en el siglo XVI y en un estilo y belleza admirable, tradujo la Biblia. Esa obra le costó verse obligado a abandonar su tierra, por la persecución y condena inquisitorial a la que fue sometido. Como él, otros muchos tuvieron que abandonar Sevilla, que empezaba a ser una de las ciudades más interesantes y cultas de Europa. Doris Moreno, una profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona ha escrito una magnífica biografía de Casiodoro, publicada por el Centro Andaluz de las Letras.

Cuando después de las vacaciones veraniegas regresaba a Madrid, mis padres me decían siempre que volvía “como nuevo”. Esa supuesta novedad me permitía, desde mis resonancias saltereñas, descubrir el ingenio y la gracia de mi madre y el interés cultural de mi padre. Y no puedo evitar el recuerdo de aquel día en que, poco después de la guerra, paseando casualmente por la calle de la Real Academia, me dijo mi padre: “Niño, mira que si tú, alguna vez...”. Yo no sabía lo que significaban sus palabras, ni qué era ese edificio al que señalaba, pero quedaron siempre en mi memoria: ¡Era el jazmín del patio de madrina; era Salteras, Sevilla, Andalucía!" .

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[ARCHIVO DEL BLOG] Las reglas del juego (Publicada el 23 de agosto de 2009)




Alegoría de la Justicia



Ninguno de los amables y sufridos lectores de este Blog que siga el mismo con un mínimo de asiduidad podrá decir que comparto un especial fervor por la judicatura española en particular o por los tribunales de cualquier tipo, en general. No sólo pienso que una buena parte de las sentencias y pronunciamientos judiciales dictados en estos últimos tiempos en España son un auténtico disparate, sino que me ratifico en planteamientos anteriormente expuestos de que sería preferible resolver los pleitos tirando una moneda al aire, y "a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga". En función de la Ley de Probabilidades, la posibilidad de acierto o fallo de las sentencias dictadas de esta manera estaría en un 50 por ciento exacto, lo que es mucho más favorable para todas las partes implicadas que el recurso a los tribunales de justicia.

Dicho lo cual, y sin empecinamiento alguno, reconozco que las reglas del juego son las reglas del juego y que están para respetarlas. Los jueces, como los árbitros, se equivocan; algunas veces sin intención y por ignorancia, y otras a sabiendas y con intención. Pruebas de lo último nos están dando en estos días a paletadas. Pero son los árbitros y hay que aceptar sus decisiones, y recurrirlas si es el caso, o demandarles si entendemos que han prevaricado. Pero cuando la decisión llega a la última instancia, pues se acabó la historia. Si no nos gusta pongámonos de acuerdo todos, o la mayoría, para cambiar las reglas del juego (las leyes) y el proceso de designación de los árbitros (los jueces y tribunales).

Esta intrascendente reflexión, -intrascendente por venir de quién viene, es decir, de un servidor de ustedes-, me la estoy haciendo hoy a cuento de la que veo venir con motivo de la ya inminente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña. impugnado -no se olvide. por el PP- casi en su totalidad, y en algunos de sus artículos, por el inefable Defensor del Pueblo, don Enrique Múgica.

Algunos ya se están poniendo la venda antes de la herida y comienzan a hacer aspavientos antes de conocer la literalidad de la sentencia, hablando o escribiendo de ofensa gravísima a la soberanía del pueblo catalán. Y aunque me duele en el alma decirlo pues ansío para Cataluña y para todas las restantes comunidades autónomas españolas el mayor nivel de autogobierno posible para cada una de ellas en el marco de una nueva e hipotética reformulación constitucional del reparto de competencias entre el Estado central y las Comunidades autónomas. la soberanía es una e indivisible, y pertenece al conjunto de los ciudadanos españoles y no a los ciudadanos de cada una de sus Comunidades autónomas como tales. Esa es una verdad de "Perogrullo". Así que, si no gusta, cambiemos las reglas del juego, pero eso es lo que hay y mientras no se cambien hay que respetarlas si de verdad nos llámamos demócratas. Si algunos están jugando a otra cosa, es su problema.

Como no hay regla sin excepción, me gustaría reseñar la enorme satisfacción que me ha producido la reciente Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, sobre el recurso presentado por Herri Batasuna y Batasuna contra la ilegalización de ambas formaciones políticas por los tribunales españoles. La comenta magníficamente el profesor de la Universidad del País Vasco, Aurelio Arteta, en su artículo del pasado 20 de agosto en El País, titulado "La sentencia silenciada", que pueden leer en el enlace anterior.

Comparto con el autor del artículo mi estupor por el escaso -¿intencionado o malintencionado?- eco que se la ha dado a la misma, y eso que en la Sentencia, dictada por unanimidad de la Sala Quinta del Tribunal, se destaca cosas tan obvias y de triste actualidad en nuestro país, como la de que la sola repulsa de los medios violentos no convierte en democrático a un partido, al revés de lo que predica la simpleza política reinante; sólo lo vuelve pacífico, y que para calificarlo de democrático, deberá probar además que su programa y su proyecto respetan la igualdad política y postulan la libertad de los ciudadanos.

Dentro de mi estupor encuentra acogida la imposibilidad de acceder a dicha sentencia en español, así que he tenido que rebuscarla en la propia página electrónica del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en francés. La pueden leer desde este enlaceEspero que les resulte interesante. HArendt




Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Estrasburgo



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es martes, 3 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






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lunes, 2 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Derecho a roce




Dibujo de Sr. García para El País


"Cuando recibo un mensaje en el móvil, parpadea una luz azul. El resto del tiempo, la luz es verde -comenta la escritora Judith Duportail en el A vuelapluma de hoy lunes ("Amigos con derecho a roce, unámonos". El País, 28/2/2020)-. Esta noche, estoy con unos amigos en un café debajo de mi casa. Hablo, río, pido una cerveza, salgo a fumar un cigarrillo. Por fuera, parece que estoy presente. Pero, en realidad, estoy obsesionada con esa luz. Esa luz verde, otra vez verde, siempre verde. ¿Por qué no me escribe él? Él, un hombre al que he conocido a través de Tinder y que me gusta. Me dijo que me “tendría al corriente” de lo que iba a hacer esta noche. “Escríbele tú y ya está”, me indica una amiga. Me parece imposible. Ilegítimo. Porque estoy en el lado de las llamadas “amigas con derecho a roce”. Sí, es una expresión violenta. Vulgar. Deshumanizante, casi. Lo sé, y lo siento por la gente a la que sorprende. Pero lo uso a propósito. Para mostrar lo violento que es. Y para volver esa violencia contra la sociedad y no contra los que la padecen.

Como periodista especializada en el amor y las redes sociales, en L’amour sous algorithme investigué el funcionamiento de Tinder y su repercusión en nuestras vidas, incluso las de quienes no usan la aplicación. Una de las principales consecuencias observadas por los expertos es que se ha agudizado la separación entre vida emocional y sexual. Se ha agudizado la línea de fractura entre la pareja propiamente dicha y los amigos con derecho a roce. El compañero oficial frente a aquel al que no debemos nada. Casi como si fuera una nueva lucha de clases: la burguesía contra el proletariado emocional. Porque el problema de la relación de amigos con derecho a roce no es que sea sexo sin obligaciones, no; es que es sexo sin palabras. Sin derecho a hablar. El amigo con derecho a roce no está autorizado a expresarse, debe mantenerse confuso, sin que la claridad pueda tranquilizarle; solo está autorizado a esperar, mientras finge que no espera nada; no está autorizado a escribir mensajes. ¿Les parece anecdótico? Me parece todo lo contrario. Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. No tener derecho a escribir un mensaje es no tener derecho a hablar.

He pasado tres años enganchada a Tinder porque fingía no esperar. Tinder, con su sistema de deslizar y coincidir, está pensado para engancharnos; es lo que los especialistas como la profesora estadounidense Natasha Dow Schüll llaman el diseño de la adicción. Uno de los mecanismos psicológicos más poderosos de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria y variable. Todo se reduce al hecho de no saber si vamos a recibir una recompensa y de qué naturaleza. ¿Un mensaje? ¿Una coincidencia? ¿Pero de quién? Con cada notificación, se produce una nueva descarga de serotonina en nuestro cerebro, como cuando ganamos al Candy Crush. Es el mismo mecanismo que nos engancha a Instagram o Facebook. Si el mecanismo se ha apoderado tanto de mí es porque, para fingir que no esperaba, me dedicaba a conversar con otros hombres. Prefería volver a empezar de cero con otro antes que mostrarme vulnerable, atreverme a reconocer que estaba pendiente de la luz verde.

No creo que, en mi caso, fuera cuestión de orgullo, sino más bien de un profundo sentimiento de ilegitimidad. Como no estaba en una pareja tradicional, no tenía voz en el asunto. No me di cuenta enseguida, Fue cuando pedí mis datos personales a la aplicación y leí la totalidad de mis mensajes, unos detrás de otros, cuando comprendí que me había quedado estancada. Estaba atrapada en un bucle.

No se trata de escribir un alegato en defensa de que todas las relaciones sexuales desemboquen en el matrimonio, con peladillas y vestido de novia, salvo para quienes así lo deseen. Sin duda, es maravilloso poder hacer el amor sin formar necesariamente una pareja. ¿Pero por qué separar el sexo de las emociones? ¿Por qué convertirlo en un producto de consumo inmediato, que se desliza y se olvida a continuación? Por otra parte, ¿es humanamente posible separar el sexo de las emociones? “Como si pudiéramos verdaderamente acariciar la piel de un/a desconocido/a sin emocionarnos un poco”, escribe Victoire Tuaillon en Les couilles sur la table.

De hecho, ¿existe el sexo por el sexo? Durante mi investigación me he encontrado con decenas, centenares de personas que desplegaban enormes energías para obligarse a no sentir nada. Como si no sentir nada fuera un logro. ¿Por qué? ¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra? La periodista estadounidense Moira Weigel afirma en The Labor of Love que el capitalismo nos ha robado la revolución sexual. Convertir el sexo en un objeto de consumo como cualquier otro beneficia, por ejemplo, a aplicaciones como Tinder. Mientras deslizamos kilómetros y kilómetros de vacío, la aplicación saca provecho a nuestros datos y se transforma en la aplicación más rentable de la App Store.

Viví dos años en Berlín, considerada la capital europea de la diversión y la liberación sexual. La ciudad acoge unas veladas locas, magníficas y liberadas, con todos los excesos que eso entraña. Sin embargo, me pareció que era también la capital de la soledad. Participé en grupos de apoyo dedicados a Divertirse en Berlín, a los que acudían jóvenes llenos de angustia. Porque, en nuestra sociedad, optar por la libertad y rechazar la pareja tradicional es incorporarse al proletariado emocional. Si la expresión de las necesidades afectivas solo se considera legítima en el marco de la pareja, ¿cómo construir una vida segura cuando todas nuestras relaciones íntimas deben ser “ligeras”, “divertidas”, “desenfadadas”? Por supuesto, y afortunadamente, tenemos en nuestras vidas otras fuentes de felicidad y afecto: amigos, familias, incluso animales.

Pero es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones, que inventemos nuevas maneras de conectar, aparte de, por un lado, el amigo con derecho a roce que solo puede callarse y, por otro, el vínculo oficial que tiene todos los derechos, a veces incluso demasiados (a aislarnos del mundo, vigilarnos, leer nuestra correspondencia). Rechazar esta división entre la sexualidad y las emociones, que rebaja las experiencias humanas plenas y las transforma en semiexperiencias, que empaña los amores de vacaciones, los besos a medianoche y las pasiones más deliciosas, y los convierte automáticamente en sucedáneos de relación. Este combate se libra en todas partes, en las palabras que empleamos para hablar de nuestras experiencias sexuales, en las películas, los libros y los relatos que se construyen. Pero creo que empieza en cada uno de nosotros. Cuando escribía L’amour sous algorithme me di cuenta de que el combate debía comenzar en lo más profundo de mi ser. Para empezar, frente a la intromisión de las voces dentro de mi cabeza: lo que Bourdieu llama la violencia simbólica, la interiorizacion de la dominación. Unas voces que me repetían que nunca sería suficientemente guapa, suficientemente divertida, suficientemente nada para poderme expresar con plenitud. Todos tenemos esas voces, hombres y mujeres, porque todos hemos crecido en una sociedad que nos llama al orden de forma brutal desde niños siempre que no respondemos por completo a las normas de la feminidad o la masculinidad y, más tarde, de la pareja. “Me han hecho falta muchos años para vomitar todas las porquerías que me habían enseñado sobre mí mismo”, escribió James Baldwin, el poeta afroamericano, en relación con lo que había sufrido por ser negro en Estados Unidos en los años cuarenta.

Sin poder imaginarme los horrores que sufrió él, creo que podemos inspirarnos en su lucha. Aprender a no despreciar nuestras emociones cuando se salen de la norma. Decir nuestra verdad. Escribir esos mensajes. Levantar la cabeza del móvil, dejar de obsesionarnos con las luces verdes, los “visto”, las V azules de WhatsApp. ¿Les parece anecdótico? Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. Levantar la cabeza del teléfono es levantar la cabeza, sin más".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 2 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...

















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domingo, 1 de marzo de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] Preguntas






"Para los chilenos demócratas, -afirma en el Especial dominical de hoy el escritor chileno Jorge Edwards ("Preguntas de Felipe González. ABC, 26/2/2020)-, que sabemos convivir y estamos orgullosos de nuestro estado de Derecho de hoy y de ayer, las preguntas de Felipe González publicadas en la prensa sobre las razones de los fenómenos de violencia de estos días en Chile son apasionantes y nos exigen una respuesta coherente a todos. Yo vivía en España en los años de la transición y sentía que se había formado un consenso muy general sobre la posibilidad concreta, necesaria, de que España se integrara en profundidad a los mundos democráticos, modernos, que se habían creado en sectores importantes del occidente europeo y hasta latinoamericano. Es decir, creíamos que España debía dejar de ser diferente del resto de Europa. Llegado el momento comprobamos que Felipe, al igual que Adolfo Suárez, pensaba en una España moderna, incorporada a Europa, con crecimiento económico, equidad social, y fuerte presencia de la cultura hispánica. En otras palabras, era la España de Ortega, de Pío Baroja, de don Antonio Machado, y de Fernando Savater. Muchos chilenos de la década de los sesenta y los setenta apostamos a eso, y me parece que somos los mismos que detestamos la irracionalidad rabiosa que se ha manifestado en el Chile de estos días. De lo que nos habla el expresidente Felipe González es de formar espacios de convivencia democrática y civilizada. Creo que muchos de nosotros no prestamos la atención que había que prestar a los sectores de marginalidad anarquistoide de las sociedades modernas europeas y americanas. Fue un error de partida, pero son errores que debemos examinar por todos lados y de los que tenemos que sacar las conclusiones correctas. Alcancé a sentir en el mismo estudio privado en el que pergeño estas líneas el olor a quemado de incendios cercanos y la acritud del gas lacrimógeno. Será el dolor mayor de estos días de mi última vuelta del camino (para no olvidar a don Pío).

Los pasos preliminares para alcanzar una nueva Constitución chilena no me deprimen de ningún modo y me dan ilusión y esperanza, ambas al mismo tiempo. La cojera de base de la Constitución anterior, la de 1980, consistió en haberse gestado durante el pinochetismo. El hecho de que fuera muchas veces reformada en el período presidencial prosocialista de Ricardo Lagos no bastó para liberarla de ese vicio de origen. Los disturbios de estos días no son ajenos a ese vicio original (para no llamarlo «pecado original»). La redención institucional en política no es fácil y eso lo sabemos hace bastante rato. Estuve en Madrid durante las ceremonias por la muerte de Adolfo Suárez y ahora siento que eran ceremonias de redentorismo, fenómeno que en Chile no hemos conocido. El gas lacrimógeno y los incendios recientes son consecuencia de pecados políticos originales no correctamente redimidos. Y las transiciones, por muy eficientes que sean, tienen el deber de llegar a un nivel moral de redenciones. Es debido a eso que los crecimientos sin la necesaria equidad y sin elementos de fondo de igualdad social pueden desembocar en insólitos reventones callejeros. Escuchaba las incesantes sirenas policiales y bomberiles y leía la vieja traducción publicada por Taurus de un formidable ensayo de Isaiah Berlin sobre el romanticismo. De dónde diablos sale esta furibunda exaltación del espíritu destructivo me preguntaba a lo largo de esta lectura y encontraba explicaciones parciales, pero fuertes, en Novalis, en Byron, en Mary Shelley y en gente de esas vecindades mentales. Nuestro Diego Portales, tan reivindicado por el general de ejército Augusto Pinochet, actuó con una furia que se podría bautizar como byroniana. Lord Thomas Cochrane, héroe naval de las independencias de Chile y del Perú, fue capaz de pasar a cuchillo a toda la tripulación de un barco del enemigo imperial español en la entrada de la bahía virreinal de El Callao. Los políticos moderados e ilustrados de ahora son herederos de gente de otra naturaleza: gente como Michel de Montaigne y como Diderot. Los miristas de ahora, por su parte, son herederos directos de las mujeres jacobinas, desmelenadas y desdentadas, que tejían calceta a los pies de la guillotina. Chile, por suerte para todos nosotros, tuvo a su Andrés Bello, venezolano y caraqueño, y la política de años recientes tuvo a gente de mentes equilibradas como Adolfo Suárez, Ricardo Lagos y Felipe Conzález. Ver el romanticismo con la mirada de sir Isaiah Berlin es un antídoto de la mayor eficacia. Hay que saber elegir entre el punto de partida de un Michel de Montaigne, o el de un muy ilustre tocayo suyo, Miguel de Cervantes, y, en cualquier caso, por si las moscas, poner las barbas en remojo.

En el Chile de hoy nadie sabe si los desórdenes van a recomenzar esta misma noche o mañana. Yo apuesto por la calma recuperada, después de haber leído las preguntas en la prensa del expresidente Felipe González, y después de haber cerrado el contundente ensayo de Sir Isaiah Berlin sobre «las raíces del romanticismo». La exaltación romántica tenía un parentesco de espíritu con la locura que atribuyeron los clásicos griegos a la inspiración de los poetas mayores, a quienes, como dijeron los pensadores más eminentes, había que escuchar, celebrar, coronar de laureles, y colocar fuera de los muros de la República. Los republicanos chilenos, argentinos, uruguayos, peruanos, callamos y confiamos en pasar la noche próxima en dormitorios y salas de estudio y de lectura sin olor a quemado y sin restos de vapores de gas lacrimógeno. El silencio es favorable, no hay sirenas bomberiles, y vemos que la brisa, ya casi otoñal, mueve con suavidad las ramas de los abedules y de las araucarias. Las sirenas de los carros de la policía y de los bomberos cesaron y los fosos de la Quinta Vergara de Viña del Mar han empezado a llenarse con los músicos del Festival anual de la Canción que se abrirá en las próximas tres o cuatro horas".

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.




El escritor Jorge Edwards



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