A estas alturas de la cuestión me imagino que el que más y el que menos tiene ya opinión formada sobre el follón del Estatuto de Cataluña a su paso por el Tribunal Constitucional. Así pues, ni una palabra más por mi parte; yo también la tengo formada, pero es la mía, y como no va a influir para nada en la resolución del contencioso me la guardo para mí. En todo caso, me gustaría recordar la anécdota que Julia Roberts protagoniza en la película "El Informe Pelícano" (Alan J. Pakula, 1993; basada en una novela de John Grisham) y que leí en un periódico de hace unos días. Julia Roberts, la protagonista, es una aventajada estudiante de Derecho. Su profesor (y amante), en una de sus clases, plantea a los alumnos un caso real en el que fue impugnada ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos una ley estatal que recortaba derechos reflejados en la Constitución Federal, pidiéndoles que argumentasen cual creían que fue la resolución del Supremo. La Roberts hace una exposición muy elaborada jurídicamente, argumentando que los derechos reconocidos en la Constitución están por encima y prevalecen sobre cualquier ley estatal que los conculque. Su profesor la felicita por su argumentación, pero la dice, que no, que el Tribunal Supremo falló a favor de la ley estatal. Y la respuesta de la protagonista, jurista en ciernes es: "Pues el Supremo se equivocó"... (Los puntos suspensivos son míos).
Hace treinta años que conozco a la magistrada del Tribunal Constitucional y ponente de la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, Elisa Pérez Vera. Fue mi profesora de Derecho Internacional Privado en la Facultad de Derecho de la UNED, y compartí con ella asiento en la Junta de Gobierno de la Universidad y en su Consejo Social, ella como Rectora y yo como representante de los alumnos. La admiro profundamente como jurista y como persona y estoy seguro de que sea cual sea la sentencia final será jurídicamente impecable.
Dicho esto, reconozco que me duele profundamente la animadversión de buena parte de los españoles, y por supuesto de la dirección del partido Popular, hacia Cataluña y los catalanes. Lo disfracen de lo que lo disfracen y por mucho que Rajoy se quiera poner de perfil para no salir pringado, él, y el partido Popular, son responsables en gran medida del distanciamiento, perceptible, y cada vez mayor, entre Cataluña y el resto de España.
Aunque sólo fuera por eso, por la necesidad de tender y no cortar puentes entre catalanes y españoles me parece acertado y sumamente interesante el artículo que el pasado día 28 de noviembre publicó en El País ("Estrategia del reencuentro") el profesor Pablo Salvador Coderch, catedrático de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Les recomiendo su lectura.
Se cuenta en la república checa que la mayor parte de sus conciudadanos se sintieron encantados y aliviados cuando los eslovacos decidieron por su cuenta y riesgo la desaparición del estado federal checoslovaco y optaron por la separación de checos y eslovacos en dos estados independientes... Estoy seguro de que algunos españoles y algunos catalanes también celebrarían el divorcio entre Cataluña y España. Con sinceridad, yo no entendería nunca una España sin Cataluña, pero tampoco una Cataluña sin España. Sean felices, por favor, aunque no corran buenos tiempos para la lírica. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Te agradezco que, a través de tu blog, haya accedido a este artículo de Pablo Salvador. Extraordinario, como todo lo que él hace, pues es una de las mentes más claras que se pasean por nuestro país.
El problema es que lo él plantea exige una profunda y muy seria reflexión sobre cómo queremos que sean España y Cataluña; o, por mejor decir, cómo serían una España con Cataluña, una Cataluña sin España y una España sin Cataluña. Son temas de una gran transcedencia que deberían resolverse con una gran sinceridad en los planteamientos y profundidad en los análisis.
Por desgracia el debate de ideas no existe, y el debate político carece de profundidad. Desde el nacionalismo catalán se busca la independencia por la independencia mediante una inteligente estrategia de pequeños pasos; pero sin haber reflexionado seriamente (y con realismo) sobre cómo sería esa Cataluña sin España; una Cataluña que, si las cosas siguen así, sería una Cataluña enfrentada a España.
Por otro lado, desde los partidos estatales (PSOE, PP) no se hace un planteamiento serio sobre el futuro del Estado. Ni se asume que el riesgo de fractura es real, ni se plantea la unidad de España como una ventaja para todos los españoles, ni se estudian los escenarios que podrían seguir a la desintegración del Estado.
Es por eso que estoy preocupado. Avanzamos cerca del precipicio con los ojos cerrados, a toda velocidad y gritándonos los unos a los otros.
Saludos y felices fiestas.
Querido Rafael: Aquí no hay más visión política que el cortoplacismo, para salir del paso. Absoluto por parte de la derecha, y sin ideas por parte de la izquierda. Del nacionalismo, del periférico y del español, mejor ni hablar...
Malos tiempos para la lírica, Rafael.
Un abrazo.
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