viernes, 7 de junio de 2024

Del síndrome de hubris

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 7 de junio. El síndrome de hubris, escribe en la revista Ethic la lingüista Patricia Fernández, proveniente del griego ‘hybris’, que significa «desmesura», ha sido caracterizado desde la psicología como una mezcla del trastorno antisocial, histriónico y narcisista. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com

 







El síndrome de hubris y la desmesura del poder
Patricia Fernández Martín
24 MAY 2024 - Revista Ethic - harendt.blogspot.com

El síndrome de «hubris» se refiere a una dimensión que caracteriza a ciertas personas que ejercen un poder excesivo, en cualquier disciplina. Viene del término hybris, que significa «desmesura» en griego. Sería lo antagónico a la moderación. El filósofo David E. Cooper lo definió como el exceso de confianza en uno mismo y el rechazo a las advertencias y consejos, tomándose a sí mismo como modelo. Describe a personas omnipotentes, arrogantes y soberbias que magnifican sus recursos o virtudes y se comportan de una forma despectiva hacia las demás personas, sobre todo, hacia aquellas que ejercen un trabajo menos relevante.
José Antonio Marina, en su libro La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación define el poder, a secas, como una capacidad para realizar los proyectos deseados y autorrealizarse. Por ejemplo, un artista, un atleta o una madre cuidando de su bebé pueden sentir este poder sano. Pero esta facultad altruista y desinteresada se convierte, en algunos casos, en poder sobre otros y es entonces, cuando aparece la pasión en el acto de mandar o dominar como ocurre en el síndrome de hubris.
David Owen, psicólogo y expolítico británico, es uno de los autores del libro Hubris Syndrome; junto al psiquiatra Jonathan Davidson, propone que este sea considerado como un nuevo trastorno de personalidad, aunque aún no esté reconocido ni por el DSM-5 ni por la CIE-11. Lo describen con rasgos de personalidad que son una mezcla del trastorno antisocial, histriónico y narcisista. Para Owen, este trastorno es adquirido y desaparece, generalmente, con la llegada y el fin del poder. Adolf Tobeña, sin embargo, apunta en su libro Cerebro y poder que el poder mal ejercido se haría presente entre los sujetos que ya tienen rasgos que les predisponen a servirse del esfuerzo ajeno en provecho propio.
El síndrome de hubris se explicaría, por tanto, según múltiples variables que se interrelacionan como causas y consecuencias. No suele desarrollarse de manera brusca, sino progresiva. Una persona que puede o no haber sido excelente a nivel académico alcanza un puesto importante. Aunque al principio muestre dudas sobre su competencia y sus funciones, poco a poco aparecen fieles que, si las cosas salen bien, le refuerzan con lo que, como líder, interpreta que ha llegado allí solo por méritos propios. En ese momento, empieza a desarrollar una sensación de omnipotencia y comienza a hablar de temas que a veces desconoce y piensa que su éxito durará para siempre. Con el paso del tiempo, aquel que le desafía se convierte en su enemigo, pudiendo incluso llegar a volverse paranoico. Esto le hace aislarse, no se deja asesorar y comienza a tomar decisiones individuales porque se cree en la posesión de la verdad. Si falla, nunca reconocerá que se ha equivocado. Si pierde su cargo, se mostrará sorprendido e incrédulo porque considera que era la persona idónea para ejercerlo y podría causarle un cuadro depresivo.
En todo caso, es importante reconocer que este diagnóstico sobre el poder y quien lo ejerce no está por completo desligado de la época y sus valores dominantes. La propia concepción de lo que es un líder y de cuáles son los límites a respetar ha ido modificándose a lo largo de la historia. Según el historiador, economista y analista de asuntos europeos en LLYC Miguel Laborda, en función de la época y la filosofía de la historia dominante las respuestas a estas preguntas van variando. Para los griegos o el cristianismo medieval, había poco espacio para el rol del individuo. Desde el Renacimiento y la Ilustración, la comprensión de la historia como un proceso más lineal sujeto a leyes susceptibles de ser dominadas incrementó la confianza en la capacidad del líder como motor de cambio. Ese es, por ejemplo, El Príncipe de Maquiavelo, capaz de ejercer un liderazgo despiadado en la medida en que contribuya a un bien superior. Por lo que a la época actual respecta, Laborda cree que hay indicios para pensar que ahora estamos volviendo a una concepción más romántica (en el sentido filosófico) del liderazgo donde el papel de los líderes como Putin, Trump o Xi Jinping se ve sobre todo en la medida en que son catalizadores de un cierto «espíritu nacional».
La prevención y el tratamiento del síndrome de hubris es algo complejo. Lo primero sería reconocer que todos podemos ser presas del poder, aunque hay personas más predispuestas a ejercerlo de manera insana. Por lo tanto, habría que estar preparados para conocer estos mecanismos que se producen de manera automática, como son los sesgos cognitivos o afectivos que se empiezan a desarrollar en el ejercicio del poder. Siendo conscientes de ellos, se pueden controlar con un espíritu crítico y reflexivo que anticipe y mitigue sus consecuencias.
La complejidad creciente del mundo demanda un conjunto de habilidades más diversas a la hora de asumir el liderazgo para evitar el síndrome de hubris, como son la humildad, el autocontrol, la modestia, la habilidad de reírse de uno mismo, la curiosidad, estar abierto al cambio, la capacidad de escucha y saber reconocer las propias limitaciones. Hay escuelas donde apuestan por educar en un liderazgo más humanista como Wander y también hay organizaciones dedicadas a la lucha contra este síndrome, como el Daedalus Trust, fundado por Owen que organiza cursos y conferencias, o el Hybris Project, de la Universidad de Surrey.
Otro campo importante a la hora de prevenirlo y tratarlo es la política. Dice José Antonio Marina en Historia universal de las soluciones que una solución sería que la educación del dirigente le llevara a reflexionar sobre el hecho de que la política es un medio para resolver los conflictos y no un campo para el narcisismo propio. Mandar no es gobernar.
Esa es la verdadera responsabilidad a asumir, como apunta Rodrigo Tena en su libro Huida de la responsabilidad: qué ocurre cuando delegamos en el sistema tanto las responsabilidades colectivas como las individuales, en el que considera que la responsabilidad a exigir en los políticos no se puede reducir solo a la penal.
Por su lado, Laborda considera que un ejercicio del liderazgo más acorde con los imperativos morales vigentes pasaría más por actuar sobre los incentivos que enfrentan quienes ejercen el poder (por ejemplo, mediante un diseño adecuado de mecanismos de recompensa y castigo en la responsabilidad política) que de intentar modificar las propias motivaciones de los líderes, narcisistas o no, mediante apelaciones a la intachabilidad moral.
El poder, por sí mismo, produce un cambio de mentalidad, aunque no se quiera. Cuando se ejerce, se va produciendo una alteración de la perspectiva a la hora de ver la realidad. Por lo tanto, conviene estar preparado para asumir el poder con responsabilidad, entender que siempre hay un otro que no es un medio sino un fin y enfocarse en lo importante, es decir, en solucionar problemas colectivos y no solo disfrutar del poder en sí mismo. Patricia Fernández es lingüista.
























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