Mostrando entradas con la etiqueta J.Edwards. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta J.Edwards. Mostrar todas las entradas

domingo, 1 de marzo de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] Preguntas






"Para los chilenos demócratas, -afirma en el Especial dominical de hoy el escritor chileno Jorge Edwards ("Preguntas de Felipe González. ABC, 26/2/2020)-, que sabemos convivir y estamos orgullosos de nuestro estado de Derecho de hoy y de ayer, las preguntas de Felipe González publicadas en la prensa sobre las razones de los fenómenos de violencia de estos días en Chile son apasionantes y nos exigen una respuesta coherente a todos. Yo vivía en España en los años de la transición y sentía que se había formado un consenso muy general sobre la posibilidad concreta, necesaria, de que España se integrara en profundidad a los mundos democráticos, modernos, que se habían creado en sectores importantes del occidente europeo y hasta latinoamericano. Es decir, creíamos que España debía dejar de ser diferente del resto de Europa. Llegado el momento comprobamos que Felipe, al igual que Adolfo Suárez, pensaba en una España moderna, incorporada a Europa, con crecimiento económico, equidad social, y fuerte presencia de la cultura hispánica. En otras palabras, era la España de Ortega, de Pío Baroja, de don Antonio Machado, y de Fernando Savater. Muchos chilenos de la década de los sesenta y los setenta apostamos a eso, y me parece que somos los mismos que detestamos la irracionalidad rabiosa que se ha manifestado en el Chile de estos días. De lo que nos habla el expresidente Felipe González es de formar espacios de convivencia democrática y civilizada. Creo que muchos de nosotros no prestamos la atención que había que prestar a los sectores de marginalidad anarquistoide de las sociedades modernas europeas y americanas. Fue un error de partida, pero son errores que debemos examinar por todos lados y de los que tenemos que sacar las conclusiones correctas. Alcancé a sentir en el mismo estudio privado en el que pergeño estas líneas el olor a quemado de incendios cercanos y la acritud del gas lacrimógeno. Será el dolor mayor de estos días de mi última vuelta del camino (para no olvidar a don Pío).

Los pasos preliminares para alcanzar una nueva Constitución chilena no me deprimen de ningún modo y me dan ilusión y esperanza, ambas al mismo tiempo. La cojera de base de la Constitución anterior, la de 1980, consistió en haberse gestado durante el pinochetismo. El hecho de que fuera muchas veces reformada en el período presidencial prosocialista de Ricardo Lagos no bastó para liberarla de ese vicio de origen. Los disturbios de estos días no son ajenos a ese vicio original (para no llamarlo «pecado original»). La redención institucional en política no es fácil y eso lo sabemos hace bastante rato. Estuve en Madrid durante las ceremonias por la muerte de Adolfo Suárez y ahora siento que eran ceremonias de redentorismo, fenómeno que en Chile no hemos conocido. El gas lacrimógeno y los incendios recientes son consecuencia de pecados políticos originales no correctamente redimidos. Y las transiciones, por muy eficientes que sean, tienen el deber de llegar a un nivel moral de redenciones. Es debido a eso que los crecimientos sin la necesaria equidad y sin elementos de fondo de igualdad social pueden desembocar en insólitos reventones callejeros. Escuchaba las incesantes sirenas policiales y bomberiles y leía la vieja traducción publicada por Taurus de un formidable ensayo de Isaiah Berlin sobre el romanticismo. De dónde diablos sale esta furibunda exaltación del espíritu destructivo me preguntaba a lo largo de esta lectura y encontraba explicaciones parciales, pero fuertes, en Novalis, en Byron, en Mary Shelley y en gente de esas vecindades mentales. Nuestro Diego Portales, tan reivindicado por el general de ejército Augusto Pinochet, actuó con una furia que se podría bautizar como byroniana. Lord Thomas Cochrane, héroe naval de las independencias de Chile y del Perú, fue capaz de pasar a cuchillo a toda la tripulación de un barco del enemigo imperial español en la entrada de la bahía virreinal de El Callao. Los políticos moderados e ilustrados de ahora son herederos de gente de otra naturaleza: gente como Michel de Montaigne y como Diderot. Los miristas de ahora, por su parte, son herederos directos de las mujeres jacobinas, desmelenadas y desdentadas, que tejían calceta a los pies de la guillotina. Chile, por suerte para todos nosotros, tuvo a su Andrés Bello, venezolano y caraqueño, y la política de años recientes tuvo a gente de mentes equilibradas como Adolfo Suárez, Ricardo Lagos y Felipe Conzález. Ver el romanticismo con la mirada de sir Isaiah Berlin es un antídoto de la mayor eficacia. Hay que saber elegir entre el punto de partida de un Michel de Montaigne, o el de un muy ilustre tocayo suyo, Miguel de Cervantes, y, en cualquier caso, por si las moscas, poner las barbas en remojo.

En el Chile de hoy nadie sabe si los desórdenes van a recomenzar esta misma noche o mañana. Yo apuesto por la calma recuperada, después de haber leído las preguntas en la prensa del expresidente Felipe González, y después de haber cerrado el contundente ensayo de Sir Isaiah Berlin sobre «las raíces del romanticismo». La exaltación romántica tenía un parentesco de espíritu con la locura que atribuyeron los clásicos griegos a la inspiración de los poetas mayores, a quienes, como dijeron los pensadores más eminentes, había que escuchar, celebrar, coronar de laureles, y colocar fuera de los muros de la República. Los republicanos chilenos, argentinos, uruguayos, peruanos, callamos y confiamos en pasar la noche próxima en dormitorios y salas de estudio y de lectura sin olor a quemado y sin restos de vapores de gas lacrimógeno. El silencio es favorable, no hay sirenas bomberiles, y vemos que la brisa, ya casi otoñal, mueve con suavidad las ramas de los abedules y de las araucarias. Las sirenas de los carros de la policía y de los bomberos cesaron y los fosos de la Quinta Vergara de Viña del Mar han empezado a llenarse con los músicos del Festival anual de la Canción que se abrirá en las próximas tres o cuatro horas".

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.




El escritor Jorge Edwards



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5785
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 20 de mayo de 2019

[HEMEROTECA DEL BLOG] Sensualidad




Museo Rodin, París


La fundación Mapfre abre mañana en Madrid una interesantísima exposición dedicada al gran escultor francés Auguste Rodin. No se si es la misma que yo tuve ocasión de ver hace justamente seis años por estas fechas en Gran Canaria, organizada en aquella ocasión por la Fundación La Caixa. Supongo que sí. Si no es la misma fue muy parecida, pues casi las mismas obras que recalan ahora en Madrid las vi yo entonces en la Sala de Exposiciones de La Regenta en Las Palmas. Recuerdo que me impresionó en gran manera la reproducción a escala, del mismo Rodin, del impresionante y magnífico grupo escultórico titulado "Los burgueses de Calais". En todo caso, la estrella de la exposición era, como supongo que ocurrirá ahora en Madrid, "El beso". Para mi, sin duda, la más sensual escultura de la historia. La habrá más bellas, mejores, más impresionantes, pero no más sensuales...

Ángeles García, en su artículo de hoy en El País ["La revolución erótica de Auguste Rodin", 13/5/2008), comenta la apertura de la exposición madrileña y señala al inicio del mismo el erotismo de alto voltaje que sacudía Europa en el último tercio del siglo XIX, desde la psicología del subconsciente de Freud, hasta el arte del mismo Rodín, Klimt o el también pintor realista francés, Gustave Courbet, pintor de campesinos y obreros, pero también autor de una de las obras más provocadoras de la pintura europea: "El origen del mundo", que pueden ver más abajo. Por cierto, que el escritor chileno Jorge Edwards, tomando como eje central de su trama el parecido del torso desnudo de la protagonista de su novela homónima con la pintura de Courbet escribió hace unos años una deliciosa y divertida historia que les recomiendo encarecidamente: "El origen del mundo" (Tusquets, Barcelona, 1996). Disfruten de la exposición, de la novela, de la vida: no tenemos otra... 



No se puede mostrar la imagen “http://www.elpais.com/recorte/20080512elpepucul_16/XLCO/Ies/20080512elpepucul_16.jpg” porque contiene errores.
El beso, por Auguste Rodin


Una exposición muestra el lado más sensual de la obra del artista, comienza diciendo Ángeles García. Todo parecía estar teñido de sexo en la Europa de finales del XIX y comienzos del XX. De erotismo de alto voltaje. En aquel tiempo y en este lugar arrasaban las teorías del inconsciente de Sigmund Freud; todos miraban embobados a las mujeres de Gustav Klimt y sus compañeros vieneses y Courbet escandalizaba con su más que explícito Origen del mundo. Es en ese entorno de transgresión permanente donde Auguste Rodin (1840-1917) se embarca en la radical transformación de la escultura como se conocía hasta entonces. Rompe con los cánones clásicos y propone todo un mundo marcado por, lo han adivinado... el sexo. Esta tendencia se acentúa en los últimos años de su actividad creativa. La Fundación Mapfre (www.fundacionmapfre.com) abre mañana al público una retrospectiva en la que por primera vez se pueden ver en Madrid 33 esculturas (12 bronces, 3 mármoles y 18 yesos) y 90 dibujos pertenecientes a las colecciones del Museo Rodin de París. La edad de bronce, El beso, Manos de amantes, La avaricia y la lujuria o Balzac son algunas de las piezas más impresionantes y justamente célebres. La exposición se centra en la obra del escultor dedicada expresamente al cuerpo desnudo. Pablo Giménez Burillo, comisario de la exposición, explica que con su trabajo ha pretendido mostrar dos discursos paralelos: uno relatado a través de las esculturas y otro a partir de los dibujos. "Son dos historias diferentes, inevitablemente conectadas, que cuentan cómo un gran artista transformó para siempre la representación del cuerpo humano". Los dibujos, aclara, pertenecen a los últimos años de la vida del creador. "No son bocetos preparatorios de sus esculturas, como podría pensarse. Están hechos de una manera muy rápida, mirando directamente a la modelo y no al papel. Después los calca, los siluetea y los colorea. Hizo muchísimos y son piezas muy delicadas. Es también la forma de expresión en la que se habla del erotismo de una manera más explícita".

El desnudo titulado La edad de bronce (1877) recibe al visitante. La humanidad del cuerpo masculino es tal, que Rodin tuvo problemas para convencer a la crítica de que era un trabajo tomado del natural y no un molde realizado a partir de una persona. "Eliminó todas las referencias hacia lo que hasta entonces había sido algo indiscutible: el canon clásico. Con Rodin, las esculturas pasan a ser de carne y hueso, se humanizan", explica el comisario.

En origen, el escultor presentó esta pieza sin título, como si rehusase bautizarla. A lo cual, la crítica también puso pegas. Un periodista escribió que se asemejaba a la figura de alguien a punto de terminar con su vida y la bautizó como El suicida. No le hizo demasiada gracia a Rodin, a juzgar por el hecho de que la tituló inmediatamente La edad de bronce.

Tras esta embriagadora experiencia aguarda Manos de amantes, obra de 1904. Esculpidas en mármol blanco, las dos manos se acarician con gran sensualidad. Con ellas, Rodin alcanza la máxima depuración formal. Las manos eran uno de los temas favoritos del artista. Cuentan que tenía montones de ellas en su taller. De todos los tamaños y de ambos sexos. En esta escultura se puede apreciar la influencia de Miguel Ángel en el tipo de bases que utiliza para sus piezas. Son soportes que dan una idea de inacabado. "Es", dice el comisario, "una forma de decir: ahí lo dejo. No lo acabo porque el mundo termina cuando yo lo decido". El non finito de Miguel Ángel es especialmente evidente en Fugit amor, una obra en la que un hombre y una mujer están fundidos en un abrazo. Una escultura que es necesario rodear totalmente para poder aprehenderla en todos sus detalles.

Desde el territorio confortable de la escultura, la exposición propone un salto al lado más oculto de Rodin. Es en sus dibujos donde volcó sus mayores obsesiones sexuales. La Europa oficial desarrollaba campañas contra el amor extraconyugal, la prostitución y la pornografía, las madres solteras y todo lo que escapase a la moral más estricta. Pero Rodin nunca se ahorró la expresión de sus pasiones. Sus muchísimas modelos se convierten en amantes ocasionales. Amigo de Gustav Klimt, podían haber rivalizado en número de hijos ilegítimos. Aunque si el austriaco accedía a cederles su apellido, Rodin nunca lo hizo. Ya se sabe que insaciable apetito sexual no suele corresponderse con la responsabilidad.

Todas esas modelos le inspiraron obras que saben ser tórridas al mismo tiempo que delicadas. Las protagonistas parecen a veces en poses relajadas, como de celebración, y otras, con rostros tan dramáticos que recuerdan a los de Egon Schiele o Edvard Munch. Todas ellas son mujeres desnudas de cuerpo y alma. 



http://www.danieltubau.com/museo/images/origendelmundocourbet.jpg
El origen del mundo, por Gustave Courbet



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4909
Publicada originariamente el 13/5/2008
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 12 de julio de 2013

Rodin y Courbet: Sensualidad a flor de piel



El beso (Auguste Rodin)



La Fundación Mapfre expuso en mayo de 2008 en Madrid una interesantísima antológica dedicada al gran escultor francés Auguste Rodin. No se si es la misma que yo tuve ocasión de ver anteriormente en Las Palmas de Gran Canaria organizada en aquella ocasión por la Fundación La Caixa. Supongo que sí. Si no es la misma fue muy parecida, pues casi las mismas obras que recalaron en Madrid las vi yo entonces en la Sala de Exposiciones de La Regenta en Las Palmas. Recuerdo que me impresionó en gran manera la reproducción a escala, del mismo Rodin, del impresionante y magnífico grupo escultórico titulado "Los burgueses de Calais". En todo caso, la estrella de la exposición era, como supongo que ocurrirá ahora en Madrid, "El beso". Para mi, sin duda, la más sensual escultura de la historia. La habrá más bellas, mejores, más impresionantes, pero no más sensuales...

Ángeles García, en un artículo que reproduzco más abajo, comentaba la apertura de la exposición madrileña y señalaba al inicio del mismo el erotismo de alto voltaje que sacudía Europa en el último tercio del siglo XIX, desde la psicología del subconsciente de Freud, hasta el arte del mismo Rodín, Klimt o el también pintor realista francés, Gustave Courbet, pintor de campesinos y obreros, pero también autor de una de las obras más provocadoras de la pintura europea: "El origen del mundo", que pueden ver más abajo. Por cierto, que el escritor chileno Jorge Edwards, tomando como eje central de su trama el parecido del torso desnudo de la protagonista de su novela homónima con la pintura de Courbet escribió hace unos años una deliciosa y divertida historia que les recomiendo encarecidamente: "El origen del mundo" (Tusquets, Barcelona, 1996). Disfruten de la entrada, de la novela, de la vida: no tenemos otra. Y sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt







La revolución erótica de Auguste Rodin", por Ángeles García
El País, 13/05/08

Una exposición muestra el lado más sensual de la obra del artista. Todo parecía estar teñido de sexo en la Europa de finales del XIX y comienzos del XX. De erotismo de alto voltaje. En aquel tiempo y en este lugar arrasaban las teorías del inconsciente de Sigmund Freud; todos miraban embobados a las mujeres de Gustav Klimt y sus compañeros vieneses y Courbet escandalizaba con su más que explícito Origen del mundo. Es en ese entorno de transgresión permanente donde Auguste Rodin (1840-1917) se embarca en la radical transformación de la escultura como se conocía hasta entonces. Rompe con los cánones clásicos y propone todo un mundo marcado por, lo han adivinado... el sexo. Esta tendencia se acentúa en los últimos años de su actividad creativa. La Fundación Mapfre (www.fundacionmapfre.com) abre mañana al público una retrospectiva en la que por primera vez se pueden ver en Madrid 33 esculturas (12 bronces, 3 mármoles y 18 yesos) y 90 dibujos pertenecientes a las colecciones del Museo Rodin de París. La edad de bronce, El beso, Manos de amantes, La avaricia y la lujuria o Balzac son algunas de las piezas más impresionantes y justamente célebres. La exposición se centra en la obra del escultor dedicada expresamente al cuerpo desnudo. Pablo Giménez Burillo, comisario de la exposición, explica que con su trabajo ha pretendido mostrar dos discursos paralelos: uno relatado a través de las esculturas y otro a partir de los dibujos. "Son dos historias diferentes, inevitablemente conectadas, que cuentan cómo un gran artista transformó para siempre la representación del cuerpo humano". Los dibujos, aclara, pertenecen a los últimos años de la vida del creador. "No son bocetos preparatorios de sus esculturas, como podría pensarse. Están hechos de una manera muy rápida, mirando directamente a la modelo y no al papel. Después los calca, los siluetea y los colorea. Hizo muchísimos y son piezas muy delicadas. Es también la forma de expresión en la que se habla del erotismo de una manera más explícita".

El desnudo titulado La edad de bronce (1877) recibe al visitante. La humanidad del cuerpo masculino es tal, que Rodin tuvo problemas para convencer a la crítica de que era un trabajo tomado del natural y no un molde realizado a partir de una persona. "Eliminó todas las referencias hacia lo que hasta entonces había sido algo indiscutible: el canon clásico. Con Rodin, las esculturas pasan a ser de carne y hueso, se humanizan", explica el comisario.

En origen, el escultor presentó esta pieza sin título, como si rehusase bautizarla. A lo cual, la crítica también puso pegas. Un periodista escribió que se asemejaba a la figura de alguien a punto de terminar con su vida y la bautizó como El suicida. No le hizo demasiada gracia a Rodin, a juzgar por el hecho de que la tituló inmediatamente La edad de bronce.

Tras esta embriagadora experiencia aguarda Manos de amantes, obra de 1904. Esculpidas en mármol blanco, las dos manos se acarician con gran sensualidad. Con ellas, Rodin alcanza la máxima depuración formal. Las manos eran uno de los temas favoritos del artista. Cuentan que tenía montones de ellas en su taller. De todos los tamaños y de ambos sexos. En esta escultura se puede apreciar la influencia de Miguel Ángel en el tipo de bases que utiliza para sus piezas. Son soportes que dan una idea de inacabado. "Es", dice el comisario, "una forma de decir: ahí lo dejo. No lo acabo porque el mundo termina cuando yo lo decido". El non finito de Miguel Ángel es especialmente evidente en Fugit amor, una obra en la que un hombre y una mujer están fundidos en un abrazo. Una escultura que es necesario rodear totalmente para poder aprehenderla en todos sus detalles.

Desde el territorio confortable de la escultura, la exposición propone un salto al lado más oculto de Rodin. Es en sus dibujos donde volcó sus mayores obsesiones sexuales. La Europa oficial desarrollaba campañas contra el amor extraconyugal, la prostitución y la pornografía, las madres solteras y todo lo que escapase a la moral más estricta. Pero Rodin nunca se ahorró la expresión de sus pasiones. Sus muchísimas modelos se convierten en amantes ocasionales. Amigo de Gustav Klimt, podían haber rivalizado en número de hijos ilegítimos. Aunque si el austriaco accedía a cederles su apellido, Rodin nunca lo hizo. Ya se sabe que insaciable apetito sexual no suele corresponderse con la responsabilidad.

Todas esas modelos le inspiraron obras que saben ser tórridas al mismo tiempo que delicadas. Las protagonistas parecen a veces en poses relajadas, como de celebración, y otras, con rostros tan dramáticos que recuerdan a los de Egon Schiele o Edvard Munch. Todas ellas son mujeres desnudas de cuerpo y alma. 




http://www.danieltubau.com/museo/images/origendelmundocourbet.jpg
El origen del mundo, de Gustave Courbet



Entrada núm. 1910
http://harendt.blogspot.com
Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Escribir por escribir: Cervantes, Borges, Edwards..., y todos los demás






Escribir por escribir



No puede ser sino casualidad que un acendrado defensor del "azar", la diosa Tyké de los clásicos como hacedora de la vida y de la historia (no hay historia sin vida, decía Hannah Arendt) se encuentre hoy en unas horas y sin buscarlas, dos referencias a uno de sus escritores favoritos, el chileno Jorge Edwards, del que les recomiendo una de las novelas más "deliciosas" que he leído: "El origen del mundo" (Tusquets, Barcelona, 1996). Escribí sobre ella por mayo de 2008, y a la entrada de entonces les remito.

La primera de las referencias citadas es una crónica del corresponsal del diario El País en París, Miguel Mora, en la que nos relata las andanzas y vivencias parisinas, desde hace decenios, del actual embajador de Chile en Francia, el escritor Jorge Edwards. Una crónica tan "deliciosa" como la novela que les recomendaba anteriormente que, ¡como no!, transcurre en París.

La segunda, es del propio Jorge Edwards, titulada "La cueva de Montesinos y El Aleph", y es la ponencia que presentara en el III de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, celebrado en la argentina ciudad de Rosario en 2004.

¿Que de qué va la ponencia? Pues de como los personajes de ficción, en este caso, los creados respectivamente por Cervantes y Borges en sus "Don Quijote de la Mancha" y "El Aleph", campan por sus respetos y sin el permiso ni opinión de sus autores por el proceloso mundo del vivir y el existir. Pero tambien hay referencias explícitas a otros muchos personajes literarios y a sus progenitores. A mí me ha encantado. Espero que a ustedes también. ¿Acaso, me pregunto yo, el que los personajes logren independizarse de sus autores, no es precisamente en lo que consiste la literatura?... 

La viñeta que abre la entrada me la ha enviado esta mañana una amiga francesa a través del Facebook. La traducción no tiene complicación alguna: "¿Escribir sin motivo, no es el más bello motivo para escribir?". Lo comparto.

Sean felices, por favor, aunque se que a veces, muchas veces, duele y cuesta hasta el intentarlo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





Jorge Edwards







Entrada núm. 1860
http:/harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

martes, 13 de mayo de 2008

Sensualidad




Museo Rodin, París


La fundación Mapfre abre mañana en Madrid una interesantísima exposición dedicada al gran escultor francés Auguste Rodin. No se si es la misma que yo tuve ocasión de ver, hace justamente seis años por estas fechas en Gran Canaria, organizada en aquella ocasión por la Fundación La Caixa. Supongo que sí. Si no es la misma fue muy parecida, pues casi las mismas obras que recalan ahora en Madrid las vi yo entonces en la Sala de Exposiciones de La Regenta en Las Palmas. Recuerdo que me impresionó en gran manera la reproducción a escala, del mismo Rodin, del impresionante y magnífico grupo escultórico titulado "Los burgueses de Calais". En todo caso, la estrella de la exposición era, como supongo que ocurrirá ahora en Madrid, "El beso". Para mi, sin duda, la más sensual escultura de la historia. La habrá más bellas, mejores, más impresionantes, pero no más sensuales...

Ángeles García, en su artículo de hoy en El País, comenta la apertura de la exposición madrileña y señala al inicio del mismo el erotismo de alto voltaje que sacudía Europa en el último tercio del siglo XIX, desde la psicología del subconsciente de Freud, hasta el arte del mismo Rodín, Klimt o el también pintor realista francés, Gustave Courbet, pintor de campesinos y obreros, pero también autor de una de las obras más provocadoras de la pintura europea: "El origen del mundo", que pueden ver más abajo. Por cierto, que el escritor chileno Jorge Edwards, tomando como eje central de su trama el parecido del torso desnudo de la protagonista de su novela homónima con la pintura de Courbet escribió hace unos años una deliciosa y divertida historia que les recomiendo encarecidamente: "El origen del mundo" (Tusquets, Barcelona, 1996). Disfruten de la exposición, de la novela, de la vida: no tenemos otra... Y sean felices. HArendt



No se puede mostrar la imagen “http://www.elpais.com/recorte/20080512elpepucul_16/XLCO/Ies/20080512elpepucul_16.jpg” porque contiene errores.
El beso, por Auguste Rodin


"La revolución erótica de Auguste Rodin", por Ángeles García

Una exposición muestra el lado más sensual de la obra del artista. Todo parecía estar teñido de sexo en la Europa de finales del XIX y comienzos del XX. De erotismo de alto voltaje. En aquel tiempo y en este lugar arrasaban las teorías del inconsciente de Sigmund Freud; todos miraban embobados a las mujeres de Gustav Klimt y sus compañeros vieneses y Courbet escandalizaba con su más que explícito Origen del mundo. Es en ese entorno de transgresión permanente donde Auguste Rodin (1840-1917) se embarca en la radical transformación de la escultura como se conocía hasta entonces. Rompe con los cánones clásicos y propone todo un mundo marcado por, lo han adivinado... el sexo. Esta tendencia se acentúa en los últimos años de su actividad creativa. La Fundación Mapfre (www.fundacionmapfre.com) abre mañana al público una retrospectiva en la que por primera vez se pueden ver en Madrid 33 esculturas (12 bronces, 3 mármoles y 18 yesos) y 90 dibujos pertenecientes a las colecciones del Museo Rodin de París. La edad de bronce, El beso, Manos de amantes, La avaricia y la lujuria o Balzac son algunas de las piezas más impresionantes y justamente célebres. La exposición se centra en la obra del escultor dedicada expresamente al cuerpo desnudo. Pablo Giménez Burillo, comisario de la exposición, explica que con su trabajo ha pretendido mostrar dos discursos paralelos: uno relatado a través de las esculturas y otro a partir de los dibujos. "Son dos historias diferentes, inevitablemente conectadas, que cuentan cómo un gran artista transformó para siempre la representación del cuerpo humano". Los dibujos, aclara, pertenecen a los últimos años de la vida del creador. "No son bocetos preparatorios de sus esculturas, como podría pensarse. Están hechos de una manera muy rápida, mirando directamente a la modelo y no al papel. Después los calca, los siluetea y los colorea. Hizo muchísimos y son piezas muy delicadas. Es también la forma de expresión en la que se habla del erotismo de una manera más explícita".

El desnudo titulado La edad de bronce (1877) recibe al visitante. La humanidad del cuerpo masculino es tal, que Rodin tuvo problemas para convencer a la crítica de que era un trabajo tomado del natural y no un molde realizado a partir de una persona. "Eliminó todas las referencias hacia lo que hasta entonces había sido algo indiscutible: el canon clásico. Con Rodin, las esculturas pasan a ser de carne y hueso, se humanizan", explica el comisario.

En origen, el escultor presentó esta pieza sin título, como si rehusase bautizarla. A lo cual, la crítica también puso pegas. Un periodista escribió que se asemejaba a la figura de alguien a punto de terminar con su vida y la bautizó como El suicida. No le hizo demasiada gracia a Rodin, a juzgar por el hecho de que la tituló inmediatamente La edad de bronce.

Tras esta embriagadora experiencia aguarda Manos de amantes, obra de 1904. Esculpidas en mármol blanco, las dos manos se acarician con gran sensualidad. Con ellas, Rodin alcanza la máxima depuración formal. Las manos eran uno de los temas favoritos del artista. Cuentan que tenía montones de ellas en su taller. De todos los tamaños y de ambos sexos. En esta escultura se puede apreciar la influencia de Miguel Ángel en el tipo de bases que utiliza para sus piezas. Son soportes que dan una idea de inacabado. "Es", dice el comisario, "una forma de decir: ahí lo dejo. No lo acabo porque el mundo termina cuando yo lo decido". El non finito de Miguel Ángel es especialmente evidente en Fugit amor, una obra en la que un hombre y una mujer están fundidos en un abrazo. Una escultura que es necesario rodear totalmente para poder aprehenderla en todos sus detalles.

Desde el territorio confortable de la escultura, la exposición propone un salto al lado más oculto de Rodin. Es en sus dibujos donde volcó sus mayores obsesiones sexuales. La Europa oficial desarrollaba campañas contra el amor extraconyugal, la prostitución y la pornografía, las madres solteras y todo lo que escapase a la moral más estricta. Pero Rodin nunca se ahorró la expresión de sus pasiones. Sus muchísimas modelos se convierten en amantes ocasionales. Amigo de Gustav Klimt, podían haber rivalizado en número de hijos ilegítimos. Aunque si el austriaco accedía a cederles su apellido, Rodin nunca lo hizo. Ya se sabe que insaciable apetito sexual no suele corresponderse con la responsabilidad.

Todas esas modelos le inspiraron obras que saben ser tórridas al mismo tiempo que delicadas. Las protagonistas parecen a veces en poses relajadas, como de celebración, y otras, con rostros tan dramáticos que recuerdan a los de Egon Schiele o Edvard Munch. Todas ellas son mujeres desnudas de cuerpo y alma. (El País, 13/05/08)



http://www.danieltubau.com/museo/images/origendelmundocourbet.jpg
El origen del mundo, por Gustave Courbet