martes, 23 de julio de 2019

[ARCHIVO DELBLOG] La hora de las provincias





Ortega y Gasset



Hace unos días escribí en el blog sobre el lenguaje de los políticos y aunque siempre hay excepciones a la regla general, la verdad es que suelen hablar mucho, con muchos circunloquios, para al final no decir nada. Los filósofos también resultan difíciles de entender a menudo, con una diferencia, la de que utilizan un lenguaje sumamente críptico, sólo para iniciados o miembros de la tribu filosofal, que se compadece muy poco con el del común de los mortales. No siempre es así: Bertrand Russell y Ortega, por ejemplo, pueden leerse con facilidad por la precisión, elegancia y belleza de su lenguaje. Ambos escribieron de política y participaron activamente en la de su tiempo. También lo hizo mi querida y admirada Hannah Arendt, pero como dice su biógrafa, Laura Adler ("Hannah Arendt", Destino, Barcelona, 2006): "ella, que durante un tiempo ha flirteado con el compromiso en la acción política, se aleja definitivamente de la misma. Desde ahora considera que no está hecha para eso: demasiado emotiva, demasiado a flor de piel, no es lo bastante estratega y se inclina demasiado por la verdad". Sí, es difícil compatibilizar filosofía, acción política y verdad sin acabar pringándose... ¿No cree, Sr. Savater?

Años atrás, durante el proceso de traslado de la biblioteca familiar de Las Palmas a Maspalomas, un poco en broma y como para tentar al destino -lo mismo hace uno de los personajes de "Los amantes encuadernados" (Espasa-Calpe, Madrid, 1997), de Jaime de Armiñan- fui guardando al azar dentro de mis libros fotos, cartas, postales, escritos personales, artículos de prensa... Espero que mis nietos se diviertan encontrándolos y recopilándolos, o echándolos a la hoguera, como hacía Pepe Carvalho, el detective protagonista de las novelas de Manuel Vázquez Montalbán.

Me resultó una auténtica sorpresa encontrar hace muy pocos días, hojeando uno de esos libros, un artículo de prensa, ya amarillo por el paso del tiempo, titulado "El derecho fundamental del pueblo canario", publicado en el periódico El Eco de Canarias, de Las Palmas, el 9 de marzo de 1977, y escrito por un tal Néstor David Ramírez, que reivindicaba, siguiendo el pensamiento de Ortega en su "España invertebrada" (1921), la exigencia para nosotros, "como canarios, de las mismas libertades, los mismos deberes, los mismos derechos y privilegios que pedimos para todos los restantes pueblos y países de España, porque forzoso es reconocer que sólo en una España libre, justa y democrática será posible la existencia de un pueblo canario libre, justo, democrático, pacífico y orgulloso". Salvo algunas expresiones un poco ampulosas, propias de la época y el momento, lo suscribo totalmente.

Las casualidades no existen, pero como las meigas, haberlas, haylas... Así que, no es de extrañar que ayer, 24 de julio, El País publicase un artículo del notario catalán Juan-José López Burniol, miembro de la asociación cívico-política "Ciutadans pel canvi", titulado "La rebelión de las provincias", que reivindica igualmente a Ortega para defender que "la dialéctica centro-periferia viene impuesta por la fuerza de las cosas desde que el Estado Autonómico ha hecho posible lo que Ortega bautizó como 'la redención de las provincias', es decir, el logro de una progresiva homogeneización social y económica de España". Un brillante y crítico comentario contra los que aún parecen no entender que la rebelión de las provincias no sólo es inevitable sino absolutamente justa. Me ha parecido interesante contraponer ambos textos, separados por treinta y un años y muchas cosas más, y reproducirlos a continuación. ¡Ah, por cierto!, se me olvidaba decir que Néstor David Ramírez era uno de los seudónimos que utilizaba un servidor en sus escritos políticos de esa época... No voy a rebuscar más textos antiguos entre mis libros; que el Azar y la Fortuna decidan el mañana...




Bertrand Russell


"La rebelión de las provincias", por Juan-José López Burniol

Contemplé por televisión la cara de contenido asombro -sólo perceptible en la mirada- con que Ana Mato aguantó impávida el abucheo que le propinó parte de los asistentes al reciente congreso del Partido Popular de Cataluña. Los hechos son sabidos. Se habían presentado tres candidaturas a la presidencia del partido y, tras un intento fallido de impulsar una candidatura de unidad, la dirección central madrileña impuso otra distinta. Así las cosas, cuando Ana Mato anunció esta salida, la respuesta de muchos asistentes al congreso fue una bronca pura y dura. Bronca de la que participaron luego María Dolores de Cospedal y Javier Arenas.

Mi sorpresa fue absoluta, pero no por la bronca, sino por haber dado pie a ella. Porque, ¿cómo es posible, me dije, que gente con talento pueda cometer un error tan burdo?, ¿en qué cabeza cabe imponer en Cataluña una decisión tomada en Madrid sin contar con los catalanes? Parece evidente, por lo visto, que resulta difícil superar los atavismos; pero dos hechos son ya inocultables: para empezar, el debate político esencial gira hoy, en España, en torno a la dialéctica centro-periferia, y segundo, que el sistema de partidos catalán es -con la sola excepción del PP- un sistema de partidos autónomo. Veámoslo.

La dialéctica centro-periferia viene impuesta por la fuerza de las cosas desde que el Estado Autonómico ha hecho posible lo que Ortega bautizó como "la redención de las provincias", es decir, el logro de una progresiva homogeneización social y económica de España. A consecuencia de este cambio socioeconómico, así como de la correlativa formación de núcleos de intereses locales, ligados a sus respectivos poderes autonómicos con relaciones más o menos clientelares, la dialéctica política en España no girará, a partir de ahora, en torno al eje derecha-izquierda, ni tampoco alrededor de la confrontación entre el nacionalismo español y los nacionalismos catalán y vasco, sino que se polarizará en la dialéctica entre dos núcleos de poder: el centro -el "Gran Madrid"- y la periferia -Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, Galicia y el País Vasco-, comunidades a las que pueden unirse Baleares y Canarias. Esta confrontación ha comenzado a producirse ya en el seno de los dos grandes partidos. Así, la reciente refriega congresual del PP en Cataluña es una primera escaramuza. Y, por lo que hace al PSOE y el PSC, habrá que seguir sus negociaciones en materia de financiación, cuyo término está fijado para el próximo 9 de agosto, pues aun cuando el reciente congreso socialista ha discurrido con la unanimidad gozosa propia de los partidos que levitan gracias al disfrute del poder, no son coincidentes, en ésta y en otras materias, los intereses de los socialistas catalanes y los del PSOE. Lo que nos lleva a examinar el segundo hecho antes apuntado: el carácter autónomo del sistema de partidos catalán.

Debatir si Cataluña es o no una nación, constituye un ejercicio nominalista estéril. Ahora bien, lo que no puede negarse, por ser un hecho, es que Cataluña es una comunidad con conciencia clara de poseer una personalidad histórica diferenciada, así como con una voluntad decidida de proyectar esta personalidad hacia el futuro en forma de autogobierno. De no ser así, Cataluña no hubiese subsistido tal y como es hoy, a comienzos del siglo XXI. Y ha sido esta personalidad diferenciada de Cataluña la que ha marcado siempre a los partidos nacionalistas -CiU y Esquerra- y ha conformado progresivamente a los demás -como el PSC-, de modo que, en la actualidad y con la sola excepción del PP, el sistema de partidos de Cataluña es autónomo del español.

Este hecho trascendente acarrea, dos consecuencias: primera, que la acción de los partidos catalanes está guiada, en primer lugar, por el interés exclusivo de Cataluña, y segundo, que, desde esta perspectiva, el único marco jurídico capaz de ahormar la relación entre España y Cataluña es la relación bilateral. Si alguien -socialista o no- piensa que esto no puede predicarse del PSC, máxime después de acceder al control del partido los capitanes procedentes de la inmigración, se engaña: el catalanismo de los intereses, distinto del identitario, vertebra su ideario y su acción de forma irrevocable. Y, por último, la fuerza de este catalanismo es tan grande, que incluso al PP le es imposible eludir un mínimo común denominador catalanista, que, tras los sucesos de estos días, irá a más.

Concluido el último congreso del PP en Valencia con la consolidación de Mariano Rajoy, un columnista madrileño escribió que habían ganado los abogados y las provincias. No discutamos el nombre -provincias- y admitamos el hecho, si bien matizando su significado: no es que ganasen las provincias, sino que éstas se rebelaron y ya nada será igual.

A partir de ahora, mandarán en la Península quienes acierten a tejer alianzas, tanto desde el centro como desde la periferia. (El País, 24/07/08).




Hannah Arendt


"El derecho fundamental del pueblo canario", por Néstor David Ramírez

A estas alturas del tiempo político que vivimos, y a la vista de las estructura social, económica y cultural en que se mueve el ciudadano medio español, nadie medianamente informado, ya milite en la izquierda, el centro o la derecha, o no comprometido con ningún sector de la vida política, duda de los derechos del pueblo canario, y de los demás pueblos españoles, a obtener y gozar de una autonomía tan amplia, general y justa como sea necesario para poder sacar a la luz todas las potencialidades que les son propias y peculiares, plantear, enjuiciar y dilucidar sus propios asuntos y, sin menoscabo de su propia identidad, integrar, potenciar y desarrollar esa otra entidad común a todos ellos que es España.

De forma casual, sin premeditación ni alevosía por mi parte, ayer me he encontrado con don José Ortega y Gasset, nuestro pensador universal. El azar me hizo recalar sin ninguna razón particular en el anaquel de la pequeña biblioteca familiar, donde, en lugar de honor figuran desde hace tiempo las Obras Completas de don José, y comenzar a hojear nuevamente -tambien en forma casual- el tomo III de las mismas. Dicho toma abarca sus escritos del año 1917 al 1928, y comienza con la reproducción de varios de los artículos que publicara, en el invierno de 1917-1918, en el diario El Sol, de Madrid.

Entre ellos leí con verdadera fruición los dedicados a nuestro paisano universal Benito Pérez Galdós, y esa granadina que fue emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo, muertos ambos por aquellas fechas en el silencio oficial y decadente de la vida pública de entonces. También leí una serie de artículos que dedicara en aquellos días igualmente, al gran poeta indio Rabandrinath Tagore, premio Nobel de Literatura, a quien Ortega ensalza merecidamente como portavoz de la sensibilidad y espiritualidad más acendrada.

A las pocas páginas me he encontrado -no sabría decirlo de otra manera- con uno de los libros (ensayo de ensayo, lo denomina él mismo) que más profunda huella dejaron en la juventud de aquellos años y cuya influencia ha perdurado, vital y sugerente hasta nuestros días. Evidentemente, es fácil adivinar que me estoy refiriendo a su "España invertebrada", escrito en 1921.

Lo he leído nuevamente, de un tirón. Y su lectura me ha sugerido inmediatamente y en forma imperiosa la necesidad de expresar de forma tajante que el primer derecho fundamental de nuestro pueblo, del pueblo canario, es el derecho inalienable a seguir siendo español. Y ello, movido por el reconocimiento íntimo de que resulta evidente que con muy mala, o buena, intención (eso es difícil de precisar), se está pretendiendo minimizar esa cuestión, y por una politiquilla barata al uso, a la caza electoral de futuros votos de insatisfechos y descontentos, manejando insinuantes y bochornosos planteamientos pseudoindependentistas en base a una política secular de olvido y marginación que, no por cierta e injusta, sería menos suicida a todas luces.

Ni por asomo me atrevería a comentar el contenido de "España invertebrada", ¡más quisiera yo!, pero hay algunos párrafos que me han impresionado y no podía por menos que reflejarlos. Entre ellos, aquellos del capítulo 5 en que Ortega explica las causas que a su juicio empujan a España en esos momentos a su desvertebración, y entre las que cita el "particularismo". Dice así: "La esencia del particularismo es cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y, en consecuenia, deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizan con ellos para auxiliarles en su afán. Como el vejamen que acaso sufre el vecino no irrita por simpática transmisión a los demás núcleos nacionales, queda éste abandonado a su desventura y debilidad. En cambio, es característica de este estado social la hipersensibilidad para los propios males. Enojos o dificultades que en tiempos de cohesión son fácilmente soportador, parecen intolerables cuando el alma del grupo se ha desintegrado de la convivencia nacional". ¿No vemos en estas líneas algo que comenzamos a percibir ya en nuestra comunidad? ¿Será posible, pienso yo, que algún canario auténtico piense que la libertad y la gloria y la prosperidad de nuestro pueblo la vamos a encontrar en una idílica y bucólica independencia? ¿En el último tercio del siglo XX, a un paso de la conquista espacial, qué viabilidad puede tener un estado insular de 7.000 kilómetros cuadrados escasos de superficie y un millón y poco de habitantes? Poco orgullo tendremos como pueblo y como nación si preferimos ser un estado africano más, en la órbita de influencia marroquí o argelina, y desligarnos de quinientos años de fecunda historia europeo-americana. Fecundos por lo aportado tanto o más que por lo recibido.

Pienso que en el reconocimiento y aceptación íntima que cada día hace nuestro pueblo -a pesar de las vejaciones, el olvido y la injusticia- de su inquebrantable deseo de seguir siendo un pueblo español, está la fuente primigenia de todos nuestros necesarios, exigibles e iirenunciables derechos a la autonomía.

En el primer capítulo de su libro, Ortega, analiza los procesos de integración y desintegración, y nos pone, dice, dos ejemplos históricos de integración: el de los pueblos latino y español, a partir, respectivamente, de dos núcleos originarios: Roma y Castilla.

"Entorpece sobremanera la inteligencia de los histórico -dice- suponer que cuando de los ñucleos inferiores se ha formado la unidad superior nacional, dejan aquellos de existir como elementos activamente diferenciados. Lleva esta errónea idea a presumir, por ejemplo, que cuando Castilla reduce a unidad nacional a Aragón, Cataluña y Vasconia, pierden estos pueblos su carácter de pueblos distintos entre sí y del todo que forman. Nada de eso: sometimiento, unificación, incorporación, no significa muerte de los grupos como tales grupos; la fuerza de independencia que hay en ellos perdura, bien que sometida; esto es, contenido su poder centrífugo por la energía central que los obliga a vivir como partes de un todo y no como todos aparte. Basta con que la fuerza central, escultora de la nación -Roma en el Imperio; Castilla en España; la Isla de Francia en Francia- amengüe para que se vea automáticamente reaparecer la energía secesionista de los grupos adheridos.

Es preciso pues -continúa- que nos acostumbremos a entender toda unidad nacional no como una coexistencia inerte, sino como un sistema dinámico. Tan esencial es para su mantenimiento la fuerza central como la fuerza de dispersión. El peso de la techumbre, gravitando sobre las pilastras, no es menos esencial al edificio que el empuje contrario ejercido por las pilastras para sostener la techumbre.

La fatiga de un órgano parece a primera vista un mal que éste sufre. Pensamos acaso que, en un ideal de salud, la fatiga no existiría. No obstante, la fisiología ha notado que sin un mínimun de fatiga el órgano se atrofia. Hace falta que su función sea excitada, que trabaje y se canse para que pueda nutrirse. Es preciso que el órgano reciba frecuentes o pequeñas heridas que lo mantengan alerta. Estas pequeñas heridas han sido llamadas 'estímulos funcionales'; sin ellas el organismo no funciona, no vive.

Del mismo modo -concluye- la energía unificadora, central, de rotación -llámesele como se quiera-, necesita para no debilitarse de la fuerza contraria, del impulso centrífugo perviviente en los grupos. Sin este estimulante, la cohesión se atrofia, la unidad nacional se disuelve, las partes se despegan, flotan aisladas y tienen que volver a vivir cada una como un todo independiente".

¡Qué bien expuesto ese eterno dilema histórico de los grandes pueblos en sus interminables procesos de integración-desintegración, entre la alternativa atracción-repulsión de sus componentes! Tras una etapa de decadencia, que no tiene sus orígenes como algunos pretenden ingenuamente hacernos creer en los últimos cuarenta años de nuestra historia más reciente, sino al menos en los últimos trescientos, el "pueblo" y los "pueblos" de España tienen en sus manos la oportunidad histórica de configurar libre y democráticamente su futuro, partiendo de una relativamente buena salud social, económica y cultural que no desvirtúa para nada la actual crisis económica.

Exijamos nuestro derecho como canarios a configurar una nueva España, integrada e integradora en sus pueblos, en sus clases y en sus hombres. Exijamos para nosotros las mismas libertades, los mismos deberes, los mismos derechos y privilegios que pedimos para todos los pueblos y países de España, porque forzoso es reconocer que sólo en uan España libre, justa y democrática, será posible la existencia de un pueblo canario, justo, democrático, pacífico y orgulloso, puente y punta de lanza de la civilización occidental -se diga lo que se diga, la más creadora y vital de las civilizaciones humanas- en un oceáno que baña tres continentes y en el epicentro de todas las líneas de civilización, comercio y cultura que lo cruzan y unen sus orillas. (El Eco de Canarias, 09/03/77).




Salón de Plenos del Parlamento de Canarias



Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5086
Publicada originariamente el 28/7/2008
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy martes, 23 de julio





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Identificado con la primera de las acepciones citadas, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras..., aunque pueden sonreír igual. 

















Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt




Entrada núm. 5085
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 22 de julio de 2019

[A VUELAPLUMA] La edad de la inconsistencia





La credulidad amenaza a las democracias, escribe el historiador José Andrés Rojo. Y llevamos una larga temporada sin que pase nada. Esa, por lo menos, es la impresión que se tiene cuando se hacen las cuentas y se mira el panorama con un poco de distancia, comienza diciedo. Hagan la prueba: desenchúfense una semana y verán cómo al regreso las cosas no han avanzado un milímetro. Habrá habido, eso sí, lo hay, un notable barullo, pero se empieza ya a hablar de nuevas elecciones. La misma cantinela que se escuchó hace no mucho y que pone los pelos de punta, una señal de una irremediable impotencia para hacer política que produce melancolía.

En La actualidad innombrable, el escritor, pensador y editor italiano Roberto Calasso habla de “delirio de omnipotencia” como una derivada de esa disponibilidad informática que tan bien define nuestro tiempo. Con un móvil en la mano nada parece resistírsele a nadie, y eso termina generando una sensación de extremo poderío: todo está bajo control, se puede encontrar una solución a cualquier problema. Basta conectarse y acceder a la información que resulte necesaria. Y, además, a toda pastilla. “Multiplicándose sin tregua y en todas las direcciones, las esquirlas informáticas se revelan al final autosuficientes. Capaces de difundirse sin recurrir a nada exterior. No tienen necesidad de ser pensadas”, comenta Calasso poco después. Y añade: “La información no tiende solo a sustituir a la conciencia sino al pensamiento en general, aliviándolo del peso de tener que elaborar y gobernar permanentemente”.

Así están las cosas. Unos políticos impotentes para armar un proyecto duradero, y la gente encantada con un móvil porque puede hacer de todo. ¿No son dos caras de la misma moneda? Las nuevas tecnologías han proporcionado al ciudadano corriente una notable variedad de herramientas que, por así decirlo, lo arman hasta los dientes. Ya no necesita de ninguna mediación y puede desenvolverse en las situaciones más extravagantes. Calasso, sin embargo, no termina de celebrar la buena nueva porque considera que, en estas condiciones, “cada sujeto se vuelve un férreo e irrelevante soldadito de silicio en un ejército del que todos ignoran dónde se encuentra —si es que existe— el estado mayor”. Y observa, de paso, que “la red ha obligado a todos a cargar con un enorme saber que no sabe, como si cada uno estuviese envuelto en un zumbido perpetuo e instructivo en cualquier dirección”.

Soldaditos de silicio que operan envueltos en un delirio de omnipotencia, sin tener ni la más remota idea del sentido ni del proyecto ni de las tácticas y las estrategias en las que se enmarca cada una de sus acciones. No hay estado mayor, igual ni siquiera pertenecen a un ejército y, a pesar de todo, deambulan con la soberbia de estar al tanto del plan cuando lo más seguro es que no exista ningún plan. Calasso se refiere a esta época como la edad de la inconsistencia. En su ensayo explora qué ha significado el triunfo de la secularización, y los peligros que entraña, y se acerca a la sociedad contemporánea a través de las dos figuras que sintetizan sus aspiraciones, la del turista y la del terrorista. Más que proponer un diagnóstico, levanta un mapa de inquietudes.

Y comenta que no ha parado de crecer otro fenómeno: la credulidad. Las sociedades abiertas y democráticas están atravesando un momento delicado, y la tentación es buscar las amenazas que la debilitan afuera cuando quizá estén en realidad adentro. Igual el mayor peligro es esa inconsistencia, esa especie de irritante blandura, y esa santa credulidad en que la salida esté en convocar alegremente nuevas elecciones. Y que no pase nada.



Foto de Juan Barbosa para El País



Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5084
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[CUENTOS ADULTOS] Hoy, con "Chochi y Abejorro Verde", de Alberto Atienza






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado Chochi y Abejorro Verde, de Alberto Atienza, periodista y escritor argentino, de Mendoza,  de cuya amistad personal me precio. Les dejo con



CHOCHI Y ABEJORRO
 por 
Alberto Atienza


Sesenta años confesados. “Sesentidies”, rumoreaban por lo bajo las chusmas de la cuadra. Cuerpo vasto, pesado, voluminoso. Respetable peinado con rodete, de matrona o de abuela. Falda larga. Medias de muselina. Zapatos de tacón bajo. Y por encima un mantón que servía en los domingos para cubrirla de la cabeza hacia abajo en la misa y en los días de semana como prenda completa, envolvente, abrigada. Lentes de armazón gruesa. La cartera de charol pendiendo del brazo derecho.

Sobre el asiento de mi bicicleta, inmóvil, con un pie en el cordón de la vereda, yo la miraba. A escasos doce o trece metros. La veía bien. Una señora clásica de las tantas de calle Ituzaingó. Angélica, para las vecinas. “Chochi”, nombre privado, recóndito, una clave desconocida para Mari, Nora, Jovita y todas las demás doñas de la zona. “Es la viuda de un sargento de policía”. “Se jubiló como enfermera del hospital Emilio Civit”. “Tenia una tienda en el centro”. “Sus hijos viven en Estados Unidos y le mandan dólares todos los meses”. Las versiones eran muchas. La más increíble contaba que su hermano, un partisano de la segunda guerra mundial, fue uno de los que colgó cabeza abajo a Mussolini y a Clara Petacci. Y que cobra una pensión en liras legada por ese ex combatiente.

La mitología acerca de Chochi era frondosa. Mientras más follaje, más lejos la verdad. Claro. Nunca las comadres del barrio aceptarían su pasado desnudista. Su tiempo, traducido en venta de tragos a parroquianos de lujosos cabarets y ya madura, en antros poco más grandes que un garaje, donde se hacinaban putas viejas, desdentadas, gordas, al lado de cafisos de trocha angosta, cobardones al principio y a ultranza, vociferantes de mentidas hazañas. Y algunos pibes en rol de despedida de solteros, contentos por bailar con una mujer a quien no alcanzaban a rodearle la cintura con un abrazo ansioso. 

La encontré en una tarde. Las calles tenían ese tono dorado que les regala el otoño. Las señoras barren y barren. Queda limpia una vereda y en segundos bajan más hojas.. 

Estaba en la puerta de su casa a la espera de un remise, uno de los pocos gustos de antaño que aun se daba: auto con chofer. Nada de caminar mucho. Menos un ómnibus de esos que nunca paran. Hacía varios días que yo aguardaba el momento para hacer contacto con ella. Siempre en el mismo lugar. En algunas ocasiones salió a hacer compras. Advertí el respetuoso tono con que las vecinas, chismosas profesionales, se dirigían a ella. Las diferentes leyendas sobre su pasado, sin dudas, les vedaban el paso a una condenable verdad. 

Varias veces la observé, con disimulo y no pude evitar volver a esas madrugadas. Sentado en un taburete de la barra del cabaret “Barrabas”, disfrutaba de su número de streap tease, el mejor de todos sin dudas. Mientras las otras mujeres se quitaban las prendas de modo mecánico, hasta monótono, Chochi lo hacía con una suavidad tan especial que encantaba a los hombres ahí reunidos. Por momentos parecía sentir pudor por lo que hacía. Y eso, más gustaba. Una de esas noches la invité a una copa, que fueron dos. Y otras que pagó ella. Y ahí quedó sellada lo que coincidimos en llamar nuestra amistad. 

A ella le agradó mi trato, la manera frontal de manifestarme. A mí me gustó, mucho, ella toda. Era una hermosa mujer, muy bien proporcionada, única en medio del elenco femenino del lugar, un bosque de exuberancias. Y lo otro, el talento, el recato, para ir mostrando de a poco su cuerpo a extraños. El modo dulce con que hablaba y su preocupación por saber más cosas a las que no tenía acceso, salvo por mi condición de “enviado especial” a su vida. Comenzó a interesarse por la literatura, el teatro. Le robaba horas a su descanso diurno y asistía a muestras de pintura. Llegaba a mi lado lúcida, feliz por el descubrimiento de otro mundo, al que entró de mi mano. Nuestras conversaciones se tornaron cada vez más interesantes. 

Chochi y Abejorro Verde escribí con pintura en medio de un corazón con forma de hígado, en una enorme piedra, al lado del río Mendoza en plena cordillera de Los Andes. Todavía éramos jóvenes. Amigos. Mentíamos. Yo, casado con una buena mujer. Ella, desposada con la noche. Yo “Abejorro” para ocultar mi identidad. Ella, “Chochi”, por lo mismo. Comíamos asado los lunes al mediodía. Metíamos los pies en el gélido cauce. Nunca fui su cliente. Estábamos muy juntos algunas horas a la semana y con eso nos bastaba. Compartimos secretos. Yo era el destinatario de sus corpiños cuando llegaba al final de su actuación, en medio del humo y los gritos, al compás de “El hombre del brazo de oro”. Nos amábamos sin saberlo. 

La vida, de un hachazo, nos bifurcó. Uno de los tantos cuartelazos, disfrazados con el nombre de revolución, que sacudieron a la Argentina, me proyectó hacia una prisión, sin comerla ni beberla, pero así fue. Salí del encierro y ella ya no estaba en ese cabaret. Me dijeron que se había marchado al sur, donde todavía una chica hermosa podía hacer dinero. No la vi. más. Tampoco la olvidé. Era el símbolo de los años más intensos de mi existencia. Luego de esa etapa, todo para mí fue un apagarse lento, aburrido. De casualidad supe dónde ella vivía. Averigüe sobre sus días y así me enteré de las leyendas tras las que se ocultaba para poder vivir decentemente. 

Fue en una tarde de otoño en que decidí hacer contacto. Ella esperaba el remise en el puente de su casa, como otras veces. Iba para el mercado central, yo lo sabia, por el bolso a cuadros que colgaba de su brazo, al lado de la brillante cartera. Comencé a pedalear despacio, aceleré y poco antes de pasar al lado de ella le grite: “¡Chau, Chochi!”. Me miró y se le iluminó la cara en una gran sonrisa. La misma de antes, no obstante los cabellos grises, los pesados lentes, la misma bella sonrisa. “!Chau, Abejorro!” alcancé a escuchar.







Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5083
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy lunes, 22 de julio





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Identificado con la primera de las acepciones citadas, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras..., aunque pueden sonreír igual. 





















Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt




Entrada núm. 5082
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

domingo, 21 de julio de 2019

[ESPECIAL DOMINGO] La Luna. Hoy hace 50 años...



Despegue del Apolo 11 el 16 de julio de 1969


"Houston, aquí Base Tranquilidad. El Águila ha alunizado". Eran exactamente las 20:17:40 UTC (la hora de Canarias) del día 20 de julio de 1969. El módulo lunar del Apolo 11, tripulado por Neil Amstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, se había posado en la Luna. A esta hora exacta, las 2.59 (UTC) del 21 de julio, de hace 50 años, Amstrong pisa la Luna. Poco después le sigue Aldrin.

A la hora del regreso dejan sobre la superficie lunar una placa en inglés que dice: "Aquí, unos hombres procedentes del planeta Tierra, pisaron por vez primera la Luna en julio de 1969. Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad". Yo lo vi por televisión, junto a mi madre, sentado en el suelo de la sala de estar de su casa en Madrid. Ninguno de los dos, ni cientos de millones de personas en todo el mundo durmieron esa noche. A las 9 de la mañana de ese día entraba de guardia en el Palacio de Buenavista, en la plaza de Cibeles de Madrid, donde cumplía mi servicio militar.

Nunca olvidaré esa noche: fui feliz, y me emocioné hasta el llanto, consciente de que había compartido y sido testigo de un hecho que no tenía ni tiene hasta hoy parangón en la historia de la humanidad. 

No dejen de ver las fotos y vídeos que se reproducen en este enlace, desde el que pueden seguir toda la misión del Apolo 11 paso a paso. 



http://www.javipas.com/wp-content/_amstrong.jpg
Neil Amstrong en la Luna



Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5081
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)