jueves, 22 de octubre de 2009

Verdad, historia, justicia

He escrito "historia y justicia", a propósito, con minúsculas. "Verdad", no; por simple coherencia gramatical, al ser palabra inicial de escrito. Y las escribo con minúscula por no contradecirme a mi mismo, que soy bastante relativista en asuntos políticos, y de eso hablamos, de "política" (con minúscula), cuando nos enfrentamos a decisiones tan extravagantes como la de procesar a un juez que quiere saber la "verdad"...

Buscar la "Verdad" (con mayúscula) es labor de los historiadores; al menos intentarlo. También debería ser misión de los jueces, pero quizá eso sea pedir peras al olmo, pues bastante hacen si son capaces de aplicar la ley sin caer en el absurdo. Dejar la "Justicia" a cargo de un hipotético dios en una hipotética vida futura, resulta lo más cómodo para todos; sobre todo para los jueces. Así pués, me quedo con la "Historia", aunque sólo sea por deformación profesional.

Si de vez en cuando pongo por escrito una digresión de esas que el subconsciente me dice que debería contar hasta diez antes de escribirla, ésta es una de ellas; pero en fin, cada uno es cada uno, y yo soy como soy... Y todo, desencadenado por la entrada del Blog "Del alfiler al elefante" que hoy publica en El País mi admirado periodista y analista internacional Lluís Bassets sobre las "verdades" implícitas en las "historias" de Katyn y Auschwitz, y en esas otras "historias" españolas que, algunos jueces, se empeñan en desvelar y, otros, en ocultar... Cosas veredes, Sancho... Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Descubrimiento de una fosa en Katyn





"KATYN SIN AUSCHWITZ", por Lluís Bassets
El Blog "Del alfiler al elefante" -
EL PAÍS - Internacional - 22-10-2009

Uno a uno, con un tiro en la nuca. Así hasta 21.857. La flor y nata de la oficialidad polaca, pero también millares de profesionales de toda condición. La élite de un país que no quería conformarse a su desaparición y al reparto de sus despojos entre Alemania y la Unión Soviética, las dos grandes potencias que lo habían ocupado en septiembre de 1939. Sucedió en la primavera de 1940, en los mismos días en que las cárceles y cuarteles de la España franquista se habían convertido también en un matadero de hombres, ejecutados también por razones políticas aunque de significado contrario.

El exterminio se realizó a propuesta de Beria, en carta dirigida a Stalin, fechada el 5 de marzo de 1940, y clasificada como ultrasecreta. El escrito ordena a la NKVD (la policía de Estado soviética) que juzgue en tribunales especiales, sin comparecencia de los detenidos y sin acta de acusación, mediante la mera producción de certificados de culpabilidad y que "se les aplique el castigo supremo: la pena de muerte por fusilamiento".

Meses más tarde, el 22 de junio de 1941, Hitler invadió la Unión Soviética. De los más de 22.000 polacos detenidos por los soviéticos 448 se salvaron del exterminio, fueron amnistiados y se integraron en el ejército polaco en el exilio al mando del general Anders. Los soviéticos y el propio Stalin se hicieron los locos respecto al ejército polaco aparentemente esfumado, hasta que los alemanes dieron la primera noticia del crimen cuando llegaron a Smolensko y descubrieron unas fosas comunes en el bosque de Katyn.

Tres fueron los campos de ejecución, pero sólo en Katyn, donde se asesinó al aire libre al pie de las fosas, quedaron evidencias suficientes de la matanza. Goebbels convirtió el descubrimiento en un arma propagandística, que le permitió neutralizar las noticias que empezaban a llegar sobre los campos de exterminio nazis. La reacción soviética fue salvaje: reconocer Katyn como el crimen soviético que era se convirtió en signo de colaboración con el nazismo. Los aliados actuaron sumisamente ante el dictador soviético: tanto el Roosevelt admirado por Obama y los progresistas como el Churchill adorado por Aznar y los neocons se sumaron al negacionismo de Katyn para complacer a su aliado.

En España, en cambio, se supo la verdad en seguida; verdad de un lado sin la verdad todavía más terrible del otro: a los españoles de los años 50 y 60 se les contaba una historia de Europa en la que estaba Katyn pero no Auschwitz. Lo contrario de lo que les sucedía a los otros europeos y americanos, que sabían de Auschwitz sin Katyn. En la historia soviética era peor: ni Auschwitz ni Katyn, todo confundido en la Gran Guerra Patria contra el nazismo con un solo héroe llamado Stalin; ni eran judías las víctimas de los campos, ni eran soviéticos los verdugos de Katyn.

La documentación probatoria, con la carta de Beria incluida, fue guardada celosamente en los archivos del PCUS, sin que tuvieran noticia de ella más que los máximos responsables soviéticos. Gorbachov eludió todas las peticiones para su publicación, incluidas la del general Jaruzelski, pero no pudo impedir que la perestroika lanzada por él mismo terminara haciendo luz sobre la matanza. En 1988, finalmente, Moscú admitió la responsabilidad de su policía de Estado en el crimen, aunque la presentación de las disculpas no se produjo hasta octubre de 1990. El día en que cedió el poder a Borís Yeltsin, en diciembre de 1991, le entregó personalmente la carpeta que contenía la carta de Beria a Stalin, con una indicación: "Temo que puedan surgir complicaciones internacionales. Pero eres tú quien tiene que decidir". En 1992, Yeltsin entregó la documentación al tribunal supremo de la Federación Rusa para que la adjuntara al proceso contra el PCUS como organización criminal, así como al presidente polaco Lech Walesa.

Se conoce casi todo de Katyn. Los nombres de los ejecutores y los responsables, los móviles del crimen y los documentos probatorios. Nadie ha sido acusado y ni siquiera interrogado en Rusia acerca de todo ello. Andrzej Wajda hizo hace dos años un filme estremecedor, que ahora se ha estrenado en España. Pero en la Rusia de Putin, la niebla cubre de nuevo la memoria del estalinismo. No es extraña la inquietud actual de los polacos.

Katyn tiene la misma edad que los hechos de similar crueldad cometidos por unos españoles contra otros españoles. Pero nuestro Tribunal Supremo ha querido procesar a Baltasar Garzón, el juez que quiere saberlo todo sobre aquellos crímenes. Es Katyn sin Buchenwald, Mauthausen y Auschwitz, todavía.

(Fuentes: La matanza de Katyn, de Victor Zaslavsky y A puerta cerrada. Historia oculta de la Segunda Guerra Mundial, de Laurence Rees, también resumido en el artículo Katyn de la revista Claves de Razón Práctica, nº 191).





Descubrimiento de una fosa en Auschwitz




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Entrada núm. 1238
"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fuerza de Paz

Sin acritud. Y sin que nadie se llame a engaño. El mundo, y no sólo Occidente, se está jugando mucho en Afganistán, y más todavía en el Pakistán, pero... ¿a la vista de los resultados, no deberíamos replantearnos para qué y por qué estamos ahí?... La viñeta de El Roto, en El País de hoy, vale por todo un cursillo acelerado de Relaciones Internacionales. ¿No creen? Dante y Voltaire quizá también dudarían... Sean felices, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. (HArendt)










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Entrada núm. 1237
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martes, 13 de octubre de 2009

"El Día", de Tenerife: Estulticia y bochorno

Sinceramente, si yo fuera trabajador o periodista de El Día, de Tenerife, supongo que haría lo mismo que ellos: callar y tragar con lo que me echaran, porque eso de comer todos los días es muy mal hábito... Pero no lo soy, tampoco soy tinerfeño, así que allá ellos con su problema, pero si lo fuera sentiría vergüenza ajena de que un anciano decrépito, ignorante y maleducado pretendiera hacerse con la bandera del tinerfeñismo; como canario, me produce bochorno que un paisano mio diga tal cantidad de sandeces aprovechándose de la propiedad, heredada de sus antepasados, de lo que fuera uno de los grandes órganos de prensa de Canarias. Por último, como grancanario, me traen al pairo las tonterías que dice sobre mi tierra, a la que enaltece cada vez que pretende denigrarla con sus insultos. Por ejemplo, los publicados en su editorial del pasado 9 de octubre. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Portada de El Día del 9 de octubre





Editorial de EL DÍA, de Santa Cruz de Tenerife
9 de Octubre de 2009

EL VIERNES fue un día de canarionismo, de grandeza canariona y de desprecio a Tenerife y a las otras cinco islas que no son "grandes". Un desprecio mayúsculo cometido por el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero y sus ministros, todos casados entre sí con "El único varón sobre la tierra". Que no se nos tome por machistas, por favor, ya que tan sólo nos limitamos a citar el título de una película muy antigua; un film de hace casi setenta años, interpretada por el famoso actor, en su tiempo, Raoul Roulien. En cualquier caso, una película cómica como los consejos de ministros de Zapatero.

Antes de seguir adelante, y por si se nos va el santo al cielo, vamos a iniciar lo que sigue -no sabemos si lo acabaremos velozmente o con retardo- con la penúltima frase de nuestro texto del viernes en primera página, a propósito del Consejo de Ministros de Las Palmas. ¿Y de los derechos de Marruecos sobre el territorio y las aguas interiores de Canarias qué, señores ministros? Esperamos una respuesta políticamente certera, segura y veraz. Queremos decir una respuesta que no entrañe una mentira o un engaño más al pueblo canario. No nos vale una de las respuestas embusteras que ustedes suelen dar. POR SI AÚN está en las Islas algún miembro del Gobierno o de los altos cargos que han asistido a los ministros en la celebración de ese indebido Consejo, celebrado, además, en una isla inadecuada, o por si han dejado aquí a alguien encargado de que les envíe los recortes de prensa que les afecten, vamos a hacerles un repaso de lo que hemos estado diciendo desde hace "unos pocos años" hasta hoy sobre el derecho de Canarias a ser una nación independiente.

Para empezar, estas Islas eran llamadas Afortunadas en la antigüedad. Afortunadas porque eran idílicas debido a su naturaleza y la bondad de sus habitantes guanches, benahoritas, canarios, majos, bimbaches y, en general los pobladores de las restantes islas. Todos ellos vivían en armonía, con sus estructuras familiar y social, hasta que un día aparecieron en los mares -no en los mares de Colón, que iba camino de descubrir las Indias Occidentales y de evangelizarlas matando con la cruz al frente, sino en nuestros mares- tropas regulares y mercenarias, asesinas todas ellas, provistas de importantes medios militares para la época; es decir, soldados a pie o a caballo armados con corazas, bombardas, picas, espadas, escudos y, sobre todo, mucho ánimo sanguinario. Esos desalmados llegados de un país lejano, situado en otro continente, casi acabaron con esos aborígenes que vivían rodeados de sus seres queridos. Personas que estaban en armonía con su tierra y se alimentaban de lo que les proporcionaba la caza, la agricultura y la pesca de mucha bajura. Un pueblo con sus creencias y sus ritos, con sus tagorores, sus gánigos, palos para salvar alturas y distancias, y sanseacabó.

Los invasores masacraron a nuestros abuelos, se apoderaron de su territorio, de sus viviendas y de sus útiles. Despreciaron su forma de vida para imponerles su cultura, que no era otra que el culto a la barbarie. Los bautizaron a la fuerza -por la fuerza de las Fuerzas- con nombres que les eran ajenos, haciendo desaparecer los nombres sonoros que poseían. Violaron a nuestras niñas y mujeres. Esclavizaron a nuestros hombres; aciaga suerte que también corrieron las mujeres y las niñas, asimismo vendidas como esclavas. A todos los humillaron, los ultrajaron y los ofendieron. Concluida su "hazaña", aquí se quedaron los desalmados conquistadores hasta hoy. Han transcurrido seis siglos desde que se cometió ese vil genocidio. Una situación a la que deseamos ponerle fin cuanto antes. Por eso le pedimos ayuda vehemente a la ONU y a los pueblos civilizados de Europa y del mundo. España está demostrando que no es uno de esos países civilizados.

VAMOS A DARLES más argumentos para nuestra independencia. Estamos seguros que los desconocen porque desconfiamos de la cultura política de los miembros del Consejo de Ministros. Como enseñar al que no sabe es una obra de misericordia, les diremos que la Resolución 1.514 del Comité de Descolonización de los Pueblos de la ONU señaló, hace unos diez años, una fecha para liberar a todos los territorios del planeta que todavía siguen uncidos al yugo de alguna metrópoli. Ese, también por si no lo saben, es el caso de Canarias. Posteriormente, la fecha fue ampliada hasta el año 2010. No hace falta decirles porque eso sí que lo saben los ministros de Zapatero con toda seguridad, que a España, después de Colón y de los sanguinarios conquistadores que lo siguieron, la echaron a patadas de los países que sojuzgó en América del Norte, Central y del Sur, así como de Filipinas y otras colonias que tenía en el mundo. Sólo le queda Canarias. La última treta de los españoles para no perder la teta canaria -una teta que proporciona "leche maternizada" a la Hacienda peninsular- es disfrazar a este Archipiélago de comunidad autónoma. ¡Vaya por Dios! Pese a estar a 1.500 kilómetros de Cádiz, a 2.000 de la capital y en otro continente, los godos y peninsulares pretenden hacernos creer y hacerle creer al mundo que somos españoles. A ver cómo se digiere esta química inorgánica de piedra. Lo peor de todo es que estos esquemas torticeros nos mantienen sometidos a los políticos peninsulares y a los godos que residen en España.

También deberían tomar nota los señores ministros -o los correveidiles, tiralevitas y pelotas que han dejado por aquí- de la amenaza que supone para Canarias las ansias expansionistas de Marruecos. Las aguas que rodean al Archipiélago son marroquíes. Nuestros pesqueros no pueden faenar en ellas, pues apenas cruzan los límites impuestos por Rabat son capturados, llevados a puerto y multados. Esto lo saben perfectamente los canarios y canarias al servicio del PP y del PSOE que defienden la españolidad de Canarias. A ver cómo se mastica esto.

El caso es, señores del Consejo, que cuando Marruecos quiera -y de momento no quiere por intereses políticos y diplomáticos- Canarias pasará a ser una provincia marroquí. Será posesión de la monarquía alauita de la misma manera que en su momento Marruecos fue posesión española en forma de protectorado. Les decimos esto para que lo tengan en cuenta: mientras seamos el Archipiélago de una nación, y no un Archipiélago nación, estamos a merced de lo que decida Mohamed VI. Lo repetimos: a menos de cien kilómetros de Marruecos y frente a las costas de ese país y del Sáhara, somos como mínimo una provincia de Rabat. Por otra parte, queremos ver cómo defienden ustedes a Canarias frente a las apetencias de los magrebíes, considerando que nuestros vecinos cuentan con la amistad de aliados poderosos como Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña entre otros, así como la simpatía del mundo por la buena labor de sus inteligentes servicios diplomáticos.

Y UNA APOSTILLA antes de concluir: los canariones, a pesar de Zapatero, el Partido Socialista y el Partido Popular, ya le están viendo los cuernos al diablo. Ya están viendo que la mayor de las islas, la más poblada, la más importante, la de mayor peso específico, la de mayores y mejores recursos naturales, frondosa, boscosa, bella e inigualable dentro del Archipiélago, albergará la capital lógica de la nación canaria cuando obtengamos la inevitable independencia. Por otra parte, que no nos vengan con el cuento de que en Las Palmas está la capital económica y aquí la política. Listos que son los muchachos. Como si ignorásemos que donde está el poder económico también lo está el político.

En definitiva, volvemos a una frase cierta e irrefutable: a los canariones, ni agua; con los canariones, ni a misa. Sí a la unión de las Islas, pero con capital en la mejor dotada por la naturaleza y de muy nobles habitantes: Tenerife.





Don José Rodríguez, dueño y editor de El Día




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Entrada núm. 1235
"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

domingo, 11 de octubre de 2009

Una pequeña dosis de "Real Politic"

La mayoría de los gobiernos europeos no cree en la Unión Europea ni en sus instituciones. La mayoría de los papas, cardenales y obispos tampoco cree en Dios, a lo sumo, en la iglesia (Hans Küng, dixit, creo que con razón), pero ambos (gobiernos y clérigos) simulan creer en lo que no creen y tienden sus manos a la Unión y a Dios, respectivamente, a la hora de pedir... Yo, desde luego, en Dios no creo; en la Unión Europea y sus instituciones, sí, y así me va. Es un problema eso de la credulidad. Uno parece tonto, cuando no lo es; o se pasa de listo, y parece tonto...

Dejo los juegos de palabras para recomendarles, si no lo han hecho ya, la lectura del artículo del profesor Timothy Garton Ash en El País de ayer sábado. Se titula "Obama y Europa", y les aseguro que no tiene desperdicio. Nunca viene mal una pequeña ducha de "realismo". A los optimistas impenitentes como un servidor, les ayuda a reflexionar, profundizar en sus ideas, embridar los ánimos, y seguir luchando para conseguir lo que se pueda. Por ejemplo, evitar por todos los medios que el próximo presidente del Consejo Europeo sea ese impresentable euroescéptico, por no insultarle, de Tony Blair.

El profesor Garton Ash es británico, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford (Gran Bretaña), en la que ocupa la cátedra "Isaiah Berlin" del St. Antony´s College, y profesor de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford (EE.UU.) y comienza el artículo citado con un juego de palabras, una paradoja, mucho más interesante que el mio que dice así: "El premio Nobel de la Paz Barack Obama es el presidente más europeo que ha tenido nunca Estados Unidos. El premio Nobel de la Paz Barack Obama es el presidente menos europeo que ha tenido nunca Estados Unidos", para luego ir desgranando una a una las razones por las cuales Europa ya no es una realidad estratégica para los Estados Unidos, discursos y comunicados diplomáticos aparte, a la que miran y observan a partes iguales con respeto y desprecio, para concluir que los europeos quizá sigamos pensando que Obama es "uno de los nuestros", y en un sentido lo es, pero en otro no; y, desde luego, no va a hacer nuestro trabajo. Si los europeos queremos aclararnos las ideas, debemos aclararnos las ideas. Si no lo hacemos, Estados Unidos seguirá tratando con nosotros tal como somos, no como pretendemos ser.

Bueno, por lo menos ahora, sabemos donde estamos... ¿Se conforman ustedes con eso? ¿Prefieren ser cabeza de ratón a cola de león? Yo no, desde luego. Sigo creyendo en Europa, en la Unión, en sus instituciones y en los europeos. Y un primer objetivo es lograr que Tony Blair no la presida, por muy honorífico que sea el cargo, porque no se lo merece, porque no cree en la Unión. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





El presidente estadounidense Barack Obama





"Obama y Europa", por Timothy Garton Ash
EL PAÍS - Opinión - 10-10-2009

El premio Nobel de la Paz Barack Obama es el presidente más europeo que ha tenido nunca Estados Unidos. El premio Nobel de la Paz Barack Obama es el presidente menos europeo que ha tenido nunca Estados Unidos.

Me explicaré. Con su compromiso de justicia social y sanidad universal, y el papel positivo que asigna al Gobierno, el presidente Obama está más próximo a los valores políticos de la Europa contemporánea que todos sus predecesores.

Si se elimina la retórica obligada sobre el excepcionalismo norteamericano, lo que dice sobre la mayoría de los problemas nacionales encajaría cómodamente en el programa de cualquier gran partido europeo. En la sustancia de su política nacional, es casi europeo.

Ahora bien, en su forma de concebir el mundo, y mucho más en su visión de la propia Europa, no puede ser más diferente. Su mapa mental va de norte a sur, no de este a oeste. Sus raíces están en Kenia y el Medio Oeste estadounidense; sus experiencias de niño las vivió en Indonesia y Hawai.

En sus memorias cuenta cómo, durante una escala en Europa de camino a Kenia, no sintió allí ninguna conexión personal ni emocional. Por su biografía, es la encarnación de una tendencia que los analistas han identificado en abstracto: un giro demográfico, desde mitad de los sesenta, hacia los estadounidenses de origen no europeo, y el debilitamiento de los vínculos históricos y culturales transatlánticos.

Es también el primer presidente lo suficientemente joven como para no haberse visto influido de forma decisiva por la guerra fría, que hizo que los norteamericanos, les gustase o no, se interesaran por el Viejo Continente porque era el teatro central de la rivalidad entre las superpotencias.

Las líneas del frente actuales están en Afganistán, Pakistán, Irán. El socio estratégico y competidor fundamental de Estados Unidos es China. Y la preocupación más personal de Obama en los asuntos internacionales es el desarrollo; es decir, que el norte rico ayude al sur pobre a ayudarse a sí mismo.

Su visión de un mundo desnuclearizado, destacada con una mención especial por el Comité del Premio Nobel, es en cierto sentido un legado de los debates de la guerra fría que han transmitido viejos hombres de Estado como George Shultz y Sam Nunn, pero su interpretación está más relacionada con la situación actual de Irán y Corea del Norte que con la historia de los misiles de crucero y SS-20.

Un momento, dirán ustedes: ¿menos europeo que George W. Bush? ¡Por supuesto que no! Bueno, pues, aunque parezca extraño, sí. Bush, que culturalmente era tanto hijo de la Costa Este como de Tejas y tenía la edad suficiente para haber vivido la influencia de la guerra fría, conservaba una fuerte imagen residual del Occidente transatlántico. Incluso el antieuropeísmo de los neoconservadores era una especie de homenaje a regañadientes al Viejo Continente. Mientras hablaban sin cesar de que Europa estaba islamizándose y era cada vez más irrelevante, senil e impotente, el mismo hecho de que estuvieran obsesionados con ella demostraba que seguía importándoles.

Esta vez es distinto. Desde luego, las grandes potencias europeas siguen siendo, después de China, los elementos más importantes desde el punto de vista operativo para la política exterior estadounidense. Y, a diferencia de China, son todavía las que tienen más probabilidades de estar más o menos en el mismo lado que EE UU, compartir sus intereses y valores y hacer frente conjuntamente a retos comunes en otras partes del mundo. Como me dijo un alto funcionario: pasamos mucho tiempo hablando con gente en Europa sobre lo que deberíamos hacer en Asia; no pasamos suficiente tiempo hablando con gente en Asia sobre lo que deberíamos hacer en Europa.

Sin embargo, la relación de la Administración de Obama con "los europeos" es bastante pragmática, libre de sentimentalismos y realista. Podría resumirse en: ¿qué podéis hacer hoy por nosotros? Respecto a Afganistán. Respecto a Pakistán. Respecto a Irán. Sí, este presidente puede pronunciar emocionantes discursos europeos, en Praga, sobre un mundo desnuclearizado, y en Normandía, en el 65º aniversario del Día D. Pero cuando hablo con altos funcionarios no me da la sensación de que tengan presente una relación de asociación estratégica entre las dos mayores uniones de gente libre y rica del mundo, EE UU y la UE. David Miliband puede evocar el ideal de un G-3 -EE UU, UE, China- en vez de un G-2 -sólo EE UU y China-, pero, en EE UU, la mayoría de la gente no sabría decir de qué está hablando.

Con un sentido pragmático, aceptan a Europa tal como la encuentran. Cuando actúa de forma unida -en comercio y política de competencia-, tratan con ella como una unidad. Cuando no -en el despliegue de soldados a Afganistán, por ejemplo, o incluso en el refuerzo de las sanciones contra Irán-, tratan con 27 gobiernos individuales. Es agotador, pero así están las cosas.

Esta actitud respecto a Europa aúna, a partes iguales, respeto y desprecio. Respeto en la medida en que trata a Europa como un puñado de países adultos y soberanos, que ya no necesitan ni desean la tutela estadounidense. Desprecio en la medida en que es consciente de lo atrasada que está la realidad en relación con la retórica de la unidad europea.

Las autoridades de Washington saben mejor que nadie cómo compiten los líderes europeos por obtener una audiencia con el presidente o la secretaria de Estado; cómo actúan unos a espaldas de otros para conseguir tal contrato, ofrecer tal servicio especial y, en general, acicalarse para ser el perrito preferido. Ya sea Nicolas Sarkozy, que insiste en compartir el escenario con Obama para hacer sus agitados comentarios sobre el descubrimiento de las instalaciones nucleares ocultas de Irán, o un pertinaz David Cameron, desesperado por lograr hacerse una foto con Obama antes de las elecciones británicas, o el ministro de Exteriores de Moldavia que necesita sus cinco minutos con Hillary, el estúpido juego es siempre el mismo. En cuanto a las promesas de que, por fin, Europa va a aclararse las ideas en materia de política exterior si los presidentes polaco y checo firman el Tratado de Lisboa, hasta los más fieles amigos de Europa en Washington suspiran: lo creeremos cuando lo veamos.

He preguntado a un amigo en la Administración si alguien, en este pasillo de poder concreto, había mencionado el sonoro sí irlandés al Tratado de Lisboa. Sonrió. No, nadie. ¿Y por qué van a hacerlo? Esta semana despertaron una pizca de interés las informaciones de que Tony Blair podría convertirse en el denominado presidente de la UE (aquí le admiran mucho todavía). Lo cual me sugiere dos cosas: que las personalidades a las que se escoja como presidente del Consejo Europeo y como alto representante para la Política Exterior y de Seguridad importarán mucho; y que nadie entiende que, para el futuro papel de Europa en el mundo, el segundo de esos dos cargos es en realidad el más importante.

En cualquier caso, Europa no empezará a tener una política exterior real mientras los grandes Estados europeos no lo quieran. Por el momento, Alemania está menos dedicada a sublimarse en una identidad europea que en tiempos de Helmut Kohl. Y el que probablemente será próximo primer ministro de Gran Bretaña, el líder conservador David Cameron, está totalmente en contra de una política exterior europea común.

En conjunto, a la Administración de Obama le gustaría más trabajar con una Europa más unida, sobre todo ahora que los líderes de Gran Bretaña, Alemania y, cosa sorprendente, Francia, son sólidos atlantistas. Entre otras cosas, la vida sería mucho más sencilla. Estaría bien que el presidente le diga algo firme en ese sentido a Cameron, si el dirigente conservador consigue sus 15 minutos con él. Pero, a diferencia de los tiempos de la guerra fría, EE UU no está centrado en Europa y no considera que ayudar a construir una Europa fuerte y unida sea uno de sus intereses vitales. Los europeos quizá sigan pensando que Obama es "uno de los nuestros", y en un sentido lo es, pero en otro no; y, desde luego, no va a hacer nuestro trabajo. Si los europeos queremos aclararnos las ideas, debemos aclararnos las ideas. Si no lo hacemos, Estados Unidos seguirá tratando con nosotros tal como somos, no como pretendemos ser.






El profesor Timothy Garton Ash




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Entrada núm. 1234
"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 8 de octubre de 2009

Calidad democrática

Estoy en desacuerdo con ese aforismo que dice que todo pueblo tiene el gobierno que se merece. No es verdad ahora, y no lo ha sido nunca. Bastante castigo tienen ya los pueblos con la mayor parte de sus gobernantes como para encima hacerles responsables de ello...

En un famoso libro titulado "La democracia y sus críticos" (Paidós, Barcelona, 1993), escrito en 1989 por el politólogo Robert A. Dahl, profesor de Ciencias Polìticas en la Universidad de Yale (EE.UU.) y presidente de la American Political Science Association, que tuve el inmenso placer de leer justamente ahora hace diez años, se exponía una visión claramente pesimista acerca de la "calidad" de las democracias que se autoproclamaban como tales, afirmando que ningún país (de aquella época) alcanzaba el nivel ideal de democracia, y que ésta seguiría siendo una utopía teórica. No obstante, añadía, la concepción de que los pueblos pueden autogobernarse en un pie de igualdad política, dueños de todos los recursos e instituciones necesarios para ese fin, seguiría siendo a su modo de ver una pauta imperativa, aunque exigente, en el afán de establecer una sociedad donde las personas convivan en paz, respetando cada una la igualdad intrínseca de las demás y procurando entre todas alcanzar la mejor vida posible.

Alcanzar ese ideal, añadía, requiriría cinco criterios: Primero, participación efectiva: Los ciudadanos deben tener oportunidades iguales y efectivas de formar su preferencia y lanzar cuestiones a la agenda pública y expresar razones a favor de un resultado u otro. Segundo, igualdad de voto en la fase decisoria: Cada ciudadano debe tener la seguridad de que sus puntos de vista serán tan tenidos en cuenta como los de los otros. Tercero, comprensión informada: Los ciudadanos deben disfrutar de oportunidades amplias y equitativas de conocer y afirmar qué elección sería la más adecuada para sus intereses. Cuarto, control de la agenda: El Demos o el pueblo deben tener la oportunidad de decidir qué temas políticos se someten y cuáles deberían someterse a deliberación. Y quinto, inclusividad: La equidad debe ser extensiva a todos los ciudadanos del estado. Todos tienen intereses legítimos en el proceso político.

¿Reúne la "democracia española" la totalidad o la mayoría de esas condiciones que definen según Dhal, a una democracia auténtica?... Ahí dejo la interrogación, por si quieren ustedes respondérsela a sí mismos.

En El País de hoy, jueves, el sociólogo Enrique Gil Galvo, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, publica un interesante artículo títulado "El caso Gürtel: un test de calidad democrática", en el que hace referencia a un reciente libro del también politólogo italiano Leonardo Morlino titulado "Democracia y democratizaciones" (Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 2009) en el que el autor referido distingue también cinco variables (el mismo número que las propuestas por Dahl) para determinar la buena o mala salud democrática de una sociedad. Son éstas: imperio de la ley, rendición de cuentas, libertad, igualdad, y legitimidad o satisfacción ciudadana.

Para el profesor Gil Calvo, de estas cinco variables, sólo dos, libertad e igualdad, están consolidadas en la democracia española, y esta última, con matices. De ahí, expone, que la resolución que la democracia española, y el PP, den al "caso Gürtel", vaya a convertirse en un auténtico "test" sobre la calidad de nuestra joven democracia. Espero que su artículo, que reproduzco más abajo, les resulte interesante. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Portada de "La Democracia y sus críticos"





"EL CASO GÜRTEL: UN TEST DE CALIDAD DEMOCRÁTICA", por Enrique Gil Calvo
EL PAÍS - Opinión - 08-10-2009

Tras el levantamiento del secreto del sumario con imputación de 71 personas, el caso Gürtel con sus distintas ramificaciones ha entrado en una nueva fase judicial, de consecuencias políticas hoy por hoy impredecibles. Por una parte, aparece la trama de corrupción que afectó a grandes municipios madrileños (Pozuelo, Majadahonda, Boadilla, Arganda, etc.), políticamente neutralizada de momento gracias a las fulminantes dimisiones exigidas por Esperanza Aguirre.

Pero luego está el caso Camps, el presidente del Gobierno valenciano cuya imputación por cohecho fue polémicamente sobreseída, pero contra quien la fiscalía del Supremo ha pedido la reapertura del caso, dada la aparición de nuevas evidencias de corrupción. Y por encima de todo esto sobrevuelan los indicios de financiación ilegal que afectan a la sede central del PP, y ello tanto en la anterior época de Aznar como en la actual etapa de Rajoy, cuyo tesorero Bárcenas está imputado por cohecho en el sumario principal. Un complicado macroproceso de corrupción política que podría significar para el PP algo equivalente pero de mayor dimensión a lo que supuso el caso Filesa para el PSOE en los años noventa.

Resulta aventurado especular con el futuro del caso Gürtel, pero con independencia de los avatares judiciales y de las repercusiones políticas que sobrevengan en su tramitación, es evidente que este caso se va a convertir en un test evaluador de la calidad de nuestra democracia. ¿Sobrepasaremos con éxito esta prueba crucial? ¿Sabrán estar nuestras instituciones a la altura de las circunstancias? En este sentido, también el caso Filesa supuso un test de calidad, una prueba de consistencia y fortaleza que, por razones que veremos después, y pese al malestar colectivo que causó en su día, nuestra democracia superó con claridad, saliendo reforzada de ella. ¿Sucederá lo mismo esta vez?

Basaré mis argumentos en un texto cuya traducción acaba de publicarse, resumiendo la literatura sobre el análisis comparado de las democracias. Me refiero al libro Democracia y democratizaciones (CIS, 2009) del célebre politólogo italiano Leonardo Morlino, autor que distingue cinco dimensiones determinantes de la buena o mala calidad democrática. De esas cinco variables, dos son procedimentales: el imperio de la ley (rule of law) y la rendición de cuentas (accountability). Otras dos son sustantivas, pues afectan a los contenidos de la democracia: la libertad y la igualdad. Y la última se refiere a los resultados de las políticas públicas: es la satisfacción ciudadana, de la que depende la legitimidad de las democracias.

Pues bien, al aplicar su matriz al caso español, las dos variables en que salimos mejor librados son las sustantivas, pues ni la libertad ni la igualdad están aquí amenazadas (aunque esto debería matizarse, dada la injusta segregación de los inmigrantes).

Pero no ocurre lo mismo con las otras tres (rule of law, accountability y legitimidad), cuya aplicación es bastante más dudosa, y el caso Gürtel es una prueba muy significativa. Por lo que respecta al imperio de la ley, es evidente que los elevados niveles de corrupción política cuyos indicios están aflorando en los sumarios demuestran un incumplimiento de la legalidad vigente prácticamente generalizado. Y en esto llueve sobre mojado, pues el caso Gürtel sólo es el último de una larga lista donde también aparecen los casos de Marbella, Estepona, Mallorca, etc. En este sentido, a las democracias con alto nivel de corrupción, donde se incumplen sistemáticamente las leyes, Morlino las denomina democracias ineficientes o defectivas.

Pasemos al segundo indicador: la rendición de cuentas. Aquí Morlino hace suya la distinción de O'Donnell entre accountability vertical, que se ventila en los comicios electorales cuando los ciudadanos juzgan retrospectivamente los incumplimientos de sus gobernantes sancionándolos mediante la alternancia, y la accountability horizontal: la exigencia de responsabilidades ejercida por los tribunales, las instituciones reguladoras independientes y la sociedad civil.

Pues bien, es evidente que ninguna de ambas accountabilities está funcionando en el caso Gürtel: el cohecho de Camps y los suyos ha sido sobreseído por un tribunal amigo (si es que no presuntamente prevaricador), y los indulgentes electores han premiado con mayor cosecha de votos a los imputados por corrupción, en lugar de castigarlos o al menos suspenderlos como se merecían, dicho sea en términos de ética ciudadana. Luego volveré sobre esto. En cualquier caso, a las democracias en las que la accountability no funciona, o funciona mal, Morlino las denomina irresponsables o delegativas (populistas) en el sentido de O'Donnell.

Queda por ver la cuestión de la legitimidad o grado de satisfacción con los resultados de la democracia (no con la democracia misma, que no se discute en cuanto tal). Pues bien, también aquí parece evidente que hay fracciones crecientes de ciudadanos que no se sienten legítimamente representados por sus gobernantes, ni tampoco por los candidatos de la oposición (lo que explica la ausencia de alternancia), expresando su rechazo sobre todo mediante la abstención. Es verdad que la polarización reinante produce abultados apoyos electorales al partido en el poder (el PSOE en el Gobierno central, el PP en los Gobiernos de Madrid o Valencia), pero semejante sostén debe ser interpretado no tanto como aval, ni mucho menos como adhesión, sino sobre todo como mal menor: si se vota a los propios candidatos es con las narices tapadas y para castigar a sus todavía más odiosos adversarios, a los que se rechaza por ilegítimos. Una desafección política tipificada por Morlino como democracia no legítima (o mejor, deslegitimada).

En cualquier caso, bien podría pensarse que esta pérdida de calidad fuera sólo pasajera o episódica, y que la democracia española recuperará su normalidad cuando el caso Gürtel supere su tramitación judicial. Pero no cabe abrigar esperanzas que podrían revelarse infundadas, pues también podría ocurrir lo contrario si el caso se archiva o anula, sentando un aciago precedente destinado a reproducirse.

Y aún queda la posibilidad intermedia: que el proceso se alargue indefinidamente dando tiempo a que el PP recupere el poder en 2012, obteniendo así la victoria y con ella la impunidad política. Lo cual podría significar la puntilla para la democracia española, condenándola para siempre a la persistencia de la irresponsabilidad en el sentido de Morlino.

Hasta ahora, exceptuando el caso Naseiro, el PP estaba limpio de corrupción, y sólo el PSOE había caído en la vergüenza del caso Filesa y demás asuntos aledaños. Pero este partido lo pagó perdiendo el poder y manteniéndose alejado de él durante ocho años (sólo lo recuperó gracias a los errores y las culpas de Aznar), quedando vacunado contra la corrupción para mucho tiempo.

Mientras que si el Partido Popular volviera al poder en el año 2012 (lo que resulta incluso probable, dada la impotencia de Zapatero ante la deriva de la crisis), sin haber pagado ningún precio por el caso Gürtel, semejante recompensa supondría en la práctica un incentivo a la corrupción y una patente de impunidad, desmintiendo el programa radiofónico de mi infancia que se titulaba: El criminal nunca gana.

De ahí la crucial importancia de este test, que la justicia española debería sancionar con urgencia antes de que sea demasiado tarde.





El profesor Enrique Gil Calvo




Entrada núm.1232
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Tocan a vísperas en el PP?

El diccionario de la Real Academia Española define el verbo "dimitir" (del latín dimittĕre) como la acción de "renunciar, hacer dejación de algo, como un empleo, una comisión, etc.". Explica también que es verbo transitivo, aunque se usa más comúnmente como intransitivo. Lo que el diccionario de la Real Academia Española no dice es que el verbo "dimitir", no tiene conjugación en España. En otros lugares en los que se hable español puede tenerla; en España, no. En España no dimite ni dios. Y si es de derechas, menos aún.

Explicar a estas alturas que la dimisión de un cargo político no implica culpabilidad por su parte, resulta ya grotesco. La dimisión lo único que implica es la asunción de la propia responsabilidad, normalmente por defecto, y el deseo de dejar a salvo la dignidad del cargo. ¡Pues ni por esas! En España la dimisión no es de hombres de pelo en pecho, ni de mujeres de vello en pubis...

¿Tocan a vísperas en el PP? Por voluntad propia, da la impresión de que no. Rajoy y toda la plana mayor del partido despejan balones fuera o miran, con cinismo, hacia otro lado... Allá ellos.

Fernando Garea, cronista parlamentario de El País, escribía ayer en su Blog "Desde el Patio del Congreso" un artículo titulado "Herederos de Aznar", que deja en evidencia los poco convincentes gestos de "ignorancia" de la actual dirección del PP. Por su parte, el escritor Rafael Argullol, en el mismo diario pero el día 4, escribía otro interesante artículo titulado
"El olvidado arte de la dimisión", dedicado esta vez al escándalo que sacude a las instancias políticas catalanas por el "asunto" del Palau de la Música Catalana de Barcelona. Espero que les resulten interesantes. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





¿Cine de terror o cine de risa?...






"HEREDEROS DE AZNAR", por Fernando Garea
Blog "El Patio del Congreso" - 06 Oct 2009

"¿En qué momento se jodió el Perú?", preguntaba un personaje creado por Mario Vargas Llosa en "Conversación en la catedral".

Revisando los 17.000 folios del sumario del "caso Correa", la pregunta es ¿en qué momento se jodió el PP?.

No fue exactamente el día de septiembre de 2002 en el monasterio de El Escorial, pero esa fecha podrá ser aceptada como el día que empezó el final del aznarismo. Ahora sabemos que desfilaron por la pasarela casi todos los acusados de formar parte de la trama: Correa, el bigotes, Jacobo Gordon, López Viejo, Bosch, Sepúlveda.... Y en el altar Agag, factotum de todos ellos, tal y como se menciona en el sumario.

Era estereotipo admitido que Aznar dejó a Rajoy el partido saneado, pero ahora descubrimos la podredumbre que tenía en su interior. Toda la red de relaciones procede de lo que fue el aparato del PP de Aznar de los años 90. Entonces se fue tejiendo en Génova 13 y de ahí ha pasado a instituciones gobernadas por el PP.

A Rajoy le ha caido ahora a plomo el sumario, sepultando sus frases de los últimos meses y sus estrategias de defensa. Y dejando en evidencia su escasa premura para tomar decisiones y sus dificultades para imponerlas.

Primero fue una invención de Garzón; luego de unos cuantos policías y un fiscal y ahora es un catálogo incuestionable y abrumador de pruebas y testimonios incriminatorios. Demasiado como para que fuera ideado todo por el juez y Bermejo en una noche de cacería. Imposible que se les ocurriera todo lo que contiene el sumario. Y eso que sólo se conoce un tercio del caso.... Habrá más espectáculo.

¿Se acuerda alguien de la foto de Rajoy con toda la dirección del partido detrás, incluido Camps, leyendo un comunicado en el que se dice que todo es un montaje?

¿Se acuerda alguien de que la estrategia de defensa del PP es que esto no era Filesa y que no había financiación ilegal?

¿Se acuerda alguien de que Rajoy puso la mano en el fuego por Camps?

Por si acaso, estas son sólo algunas de las frases de Rajoy y otros dirigentes del PP:

16-2-2009 Rajoy en Antena 3
"¿Pone la mano en el fuego en que el PP no se ha financiado irregularme? "Empeño mi palabra", ha recalcado Mariano Rajoy, quien ha añadido que "todas las cuentas" de su partido "son públicas" y están en manos del Tribual de Cuentas.

"Niego absolutamente que el PP haya organizado ninguna trama como en su día organizó el PSOE con Filesa y niego que estas personas -en referencia a Correa- hayan dado un solo euro al PP". El líder de los populares ha reiterado que será "contundente" si se demuestran irregularidades por parte de algún dirigente de su formación.

19-2-2009 Rajoy en A Coruña
"Francisco Camps es un dirigente ejemplar que cuenta con el pleno apoyo del PP".
03-03-2009 Cospedal en Barcelona.
"Esto no es Filesa"

01-06-2009 Jaime Mayor Oreja en un mitin en Valencia:
"Frente a la mentira y la calumnia tiene que ganar la decencia de Paco Camps, que es el más honorable de todos los valencianos y de todos los españoles".

03-06-2009 Rajoy a Camps en un mitin en Valencia:
"Creo en ti y en lo que haces; te he visto actuar. La inmensa mayoría de los valencianos y los españoles creen en ti. Siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado. Gracias Paco".

Y en Madrid al menos hubo dimisiones. En Valencia no ha habido ni una.

Por cierto, que no hace falta ser un jurista para coincidir en que no tiene ningún sentido que el caso no esté todo agrupado en el Tribunal Supremo. Todo forma parte de la misma red y pueden producirse circunstancias ridículas como que Bárcenas esté imputado en el Supremo y su mujer en el Tribunal Superior de Madrid por los mismos hechos.
Estamos a la espera de la explicación de Aznar sobre lo que dejó en el PP.





¿Entonando el "Mea culpa"?...





"EL OVIDADO ARTE DE LA DIMISIÓN", por Rafael Argullol
EL PAÍS - Opinión - 04-10-2009

Tampoco. Tampoco en esta ocasión, con motivo del escándalo del Palau de la Música de Barcelona, se ha producido, al menos hasta el momento, dimisión alguna. Me refiero, claro está, a dimisión entre los responsables políticos y no de la inevitable retirada de quienes, aunque con años de retraso, han sido pillados con las manos en la masa.

Todo el mundo espera que Fèlix Millet y compañía vayan a la cárcel y, a juzgar por sus declaraciones, los primeros que lo esperan son aquellos políticos que, con sueldos pagados por el erario público, tenían como misión vigilar que el dinero de los ciudadanos no fuera robado por desaprensivos. En el asunto Millet los corresponsables del expolio pertenecen a tres administraciones -Ayuntamientto, Generalitat, Estado-, a diversos partidos, a varias legislaturas. Sin embargo, por lo que advertimos, ninguno se siente eso: co-responsable del expolio. Los que ostentan cargos en la actualidad señalan hacia el pasado; los que ostentaron en el pasado se escudan en el presente. Unos y otros aguardan el olvido que deparará el futuro.

Tienen razones sobradas para adoptar esta estrategia puesto que viven en un escenario en el que esta actitud siempre acaba por dar buenos dividendos. Si observamos la larga cadena de corrupciones que se ha enroscado en nuestra historia reciente comprobaremos que el número de divisiones entre los políticos que debían velar para que no se produjeran aquéllas ha sido ínfimo.

¿Cuántas dimisiones de ministros, de subsecretarios, de alcaldes ha provocado la especulación urbanística o financiera? ¿Alguien se ha sentido obligado a dimitir por la génesis de una Crisis, así en mayúsculas, que, ha sido considerada como un monstruo impersonal del cual nadie era individualmente responsable? No tenemos noticias de que ningún cargo público se considerase demasiado inepto, demasiado avergonzado, demasiado escrupuloso para dar un paso al frente y anunciar su dimisión.

Una democracia en la que nadie, jamás, dimite -a no ser que tenga la pistola en el cuello- es un sistema monolítico y sin porvenir. Parece, según cuentan algunos historiadores, que este problema fue ya entrevisto con claridad en la joven democracia de Pericles de manera que se exigía a los elegidos por los votantes una suerte de permanente disponibilidad a dejar el cargo si cometían irregularidades y errores antes de finalizar el plazo de su mandato, y otro tanto sucedía en los menores momentos de la república romana.

Si lográramos trasladar esta precaución a nuestra época, el responsable político, además de jurar o prometer el cargo debería comprometerse al abandono anticipado del mismo en caso de faltar a sus obligaciones. En la carte

-ra ministerial, por ejemplo, siempre se llevaría la carta de dimisión bien redactada, dejando un espacio para indicar el motivo. El arte de la dimisión, que no debería implicar necesariamente hechos vergonzosos, e incluso podría representar una protesta contra ellos, otorgaría permeabilidad a la democracia y confianza a los ciudadanos.

Pero no es el caso, al menos aquí. El anquilosamiento de las instituciones y la desconfianza ciudadana tienen mucho que ver con la sensación de enclaustramiento de la llamada clase política. Ante muchos ciudadanos los partidos aparecen como opacas estructuras en cuyo interior se ayudan mutuamente a ganar, mantener o recuperar el poder. Quedan restos ideológicos, sí, adheridos a los programas que se proclaman en las citas electorales, pero el peso del poder de las ideas es percibido como infinitamente menor al ansia de poder de los integrantes del grupo.

Puede que esta percepción sea en parte injusta pero es la que prevalece en el momento de acusar que, en la actualidad, la "carrera política" es un buen medio -de igual eficacia que el que ofrecen determinadas sectas religiosas-, para hacerse con una posición económica, un trabajo estable y hasta una profesión. Sin apenas debates internos de envergadura, los partidos políticos exigen crecientemente a sus miembros secreto y silencio. O, tal vez, esta exigencia ni siquiera es necesaria, puesto que los afiliados tienden a una sumisión voluntaria a la que, desde luego, tratarán de sacar partido.

No deja de ser elocuente a este respecto que en las últimas semanas se haya aludido en la prensa repetidamente al mutismo que rodea las reuniones de los dos grandes partidos españoles. En apariencia, tanto el Partido Socialista como el Partido Popular tienen sobradas razones como para discutir encarnizadamente acerca de las estrategias seguidas. ¿Cómo puede ser que estos partidos no tengan en su interior distintas tendencias que se expresen en libertad y luchen entre sí en relación a asuntos de tanta envergadura como la crisis económica, la corrupción o el desplome educativo? ¿Cómo puede ser que los miles de cargos públicos que suman entre ambos partidos comporten tanta unanimidad en el momento de defenderse contra tanta tentación de dimitir? Es verdad que vociferan unos y otros, pero la credibilidad de los gritos es escasa, pues los ciudadanos han oído tantas veces esas sonadas acusaciones sin apenas consecuencias que ya no creen en la sinceridad del exabrupto.

Tras perpetrarse esta actitud la escena democrática ha quedado profundamente quebrantada: a unos partidos ensimismados, transformados en aparatos de poder autosuficiente, les corresponde una ciudadanía apática y desconfiada, alejada de cualquier pasión política, que desprecia las instituciones públicas, como repetidamente se pone de relieve en las encuestas que publican los medios de comunicación. A un paisaje así lo llamamos democracia porque no se nos ocurre otra cosa o porque siempre tenemos miedo de que vuelva algo peor. Una democracia, sin embargo, con alarmante síntoma de inanición. Reinstaurar -o instaurar, porque aquí lo cierto es que poca tradición hay- el arte de la dimisión podría reanimar al enfermo.

Ahora, a raíz del caso Millet, tenemos una nueva oportunidad, una más de las muchas que hemos gozado en estos últimos años. Como se ha escrito reiteradamente en los periódicos el señor Fèlix Millet, astuto camaleón, ha sido pujolista, aznarista con Aznar y tripartidista con el tripartito. Su trayectoria supuestamente delictiva ha atravesado cuatro lustros, como mínimo, arrastrando a decenas de responsables políticos que tenían la obligación de impedir aquella trayectoria. Los hay de todos los colores y todos tienen cara, nombre y apellidos.

Es el momento de que algunos tengan la grandeza de sacrificarse por la democracia y exclamar ¡soy responsable! o ¡fui responsable! Es el momento de dimitir de los cargos actuales o de los puestos propiciados por antiguos cargos. Ya sabemos que el señor Millet es un presunto ladrón. Lo que queremos saber es quién dejó que lo fuera. Bastaría que alguien, no necesariamente presionado por los medios de comunicación, se presentara voluntario para asumir su rol en el escenario. Un acto semejante daría aire a la democracia.

Pero soy el primero que dudo que algo así pueda producirse, ni en éste ni en los demás casos. Pedir grandeza cuando se ha instalado la mediocridad es pedir peras al olmo. Y aún más cuando se trata de una mediocridad satisfecha. Escuchen, si no, esta anécdota. Este verano me encontré por la calle a un compañero de la universidad al que no había vuelto a ver en todos estos años. No se le tenía, entonces, por una lumbrera. Le pregunté cómo estaba y, sin transición y sin matices, me contestó que le había ido extraordinariamente bien en la vida. Para resumirme esta satisfacción vital me contó que era segundo en las filas de determinado partido. "Yo que, como sabes, no era ninguna lumbrera", argumentó, medio bonachón, medio malicioso. Estuve a punto de decirle que también Calígula nombró senador a su caballo. Pero me callé puesto que, al fin y al cabo, no conozco a nadie más con una opinión tan elevada acerca de lo que ha sido su vida.





¿Tiempos felices?...





Entrada núm. 1231
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Intelectuales y poder en Latinoamérica (II)

Mi sobrina Marisa, madrileña de Alcobendas, y socióloga en ejercicio, me envía un excelente y trabajado comentario sobre mi entrada de hace unos días en el blog, titulada "Intelectuales y poder en Latinoamérica". Me ha parecido que sin duda merecía un tratamiento especial en el blog. Y esa es la razón de su publicación como una entrada más del mismo. Interesantísima su reflexión sobre el papel de los "intelectuales" en la crítica política: "si la política es sólo un escenario donde se representa la lucha por el poder, tiendo a pensar que el papel de los intelectuales está en la crítica pero ejerciendo ésta como una labor que supera a la política y que incluso se sitúa en los márgenes de ésta, evitando ser atrapada en la máquina devoradora de las luchas partidistas". Pero mi amiga dice muchas más cosas interesantes en su comentario. Espero que lo disfruten. Gracias, Marisa, un beso grande para ti. Sean felices, por favor, Tamaragua, amigos. HArendt






Desde mi jardín: naturaleza viva




Buenos días Carlos. Respondiendo a tu invitación te mando algunos comentarios sobre el artículo que envías. Es un artículo muy interesante. Recuerdo que lo leí el día que apareció en El País y que tomé algunas notas y me apunté algunos libros de los autores que opinan a lo largo del artículo.

Ahora, al enviármelo tú lo he vuelto a leer y a pensar más reposadamente sobre los temas que se plantean.


En un primer momento me parece que estoy de acuerdo con casi todo lo que se dice. Es decir, el declive del intelectual monolítico que construye un discurso cargado de autoridad sobre “lo que está pasando”, me parece algo que -si bien no puede atribuirse por completo o en exclusiva a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías- no deja de ser un paso, un alivio, una cierta liberación. Es seguro que la primacía de estos saberes ha sido edificada, como dice Roncagliolo, sobre la falta de reconocimiento de una pluralidad de subjetividades ninguneadas o silenciadas, o ni siquiera observadas.


Y no creo tampoco que haya que irse al mundo lésbico, o a ningún lugar lejano para encontrar esas sensibilidades ignoradas. Las tenemos bien cerca, montones de mujeres y hombres, niños, jóvenes que luchan por llevar su vida adelante, al margen del poder y tratando de no ser aplastados del todo por sus estrategias, su mercado de trabajo, la deprimente parodia que se escenifica en el púlpito de la política, la escasez de espacio que queda para la libertad y la realización de los deseos íntimos y los sueños colectivos. Cuán lejos está la política, nuestra política, de esta melodía.


En este sentido, me han gustado mucho tus recientes comentarios sobre la política nacional, las críticas que les dedicas a los burócratas de la política, la claridad y contundencia con la que les observas y retratas sus motivaciones. Comparto ciento por ciento tus opiniones, incluso me ha reconfortado leerlas y me han provocado una sonrisa interior de cierto humor negro.


De modo que si la política es sólo un escenario donde se representa la lucha por el poder, tiendo a pensar que el papel de los “intelectuales” está en la crítica pero ejerciendo ésta como una labor que supera a la política y que incluso se sitúa en los márgenes de ésta, evitando ser atrapada en la máquina devoradora de las luchas partidistas. En este sentido comprendo bien las preferencias que algunos autores plantean en el artículo en cuanto a que “es mejor contar historias que establecer juicios”.


Comparto también las sensación de que vivimos en un mundo fragmentado, que ya no existen verdades absolutas y “todo está sometido a un permanente debate”. Y esa última reflexión en torno a novelistas como Philiph Roth, que en lugar de pronunciarse en la primera plana del debate público, se posicionan a través de sus novelas en relación con los acontecimientos que sacuden su historia, dando lugar a una “elaboración subjetiva” de éstos.


Sí, esto me parece importante, porque frente a la afirmación (de Vargas Llosa, creo) de que “el intelectual tiene la obligación de intervenir en el debate cívico”, que subraya el enfoque normativo, el planteamiento en términos de ‘superyó’, cabría un enfoque más abierto, más plural y más limitado en cuanto a la confianza en el propio poder de los intelectuales. Los intelectuales (si es que podemos utilizar una etiqueta tan imprecisa) tienen una voz, cuya potencia está en la reflexión y en la expresión de todo lo que queda reprimido por el poder. Una voz que se escuchará mejor y tendrá más fuerza en la medida en que se mantenga cerca de lo no dicho en el debate cívico. Más que litigar como un contendiente más en el debate cívico, creo que la tarea está en ensanchar los límites de éste y trabajar desde el fondo y la superficie por la configuración de un ‘nosotros’, desde la inteligencia y desde la sensibilidad.


Me doy cuenta de que todo esto no es más que un ‘deseo’ y que nos enfrentamos, sobre todo en Europa, a una situación en la que la desafección con la política lleva a una especie de deserción. Vivimos en el desconcierto, en la falta de discurso, en la desmotivación, en la huida hacia lo privado. Quizás en América latina hay en estos momentos otra vitalidad.


Pienso también en fenómenos en la política como el de Obama, que representan una renovación. Independientemente de las limitaciones reales a las que esté sometido y sus logros finales, sólo el hecho de llegar al poder y encarnar las esperanzas de tanta gente representa un hecho histórico. Su figura y trayectoria materializan los deseos de muchos de nosotros.


No sé, supongo que hay que seguir pensando y confiar en el trabajo de la duda. Saludos, y felicidades por el espacio vital y estimulante de tu blog. Marisa






Desde mi ventana: De amanecida




Entrada núm. 1230
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lunes, 5 de octubre de 2009

Erotismo y amor (I)

Sólo en el sentido más clásico del termino me atrevería a auto-calificarme como "filósofo", o lo que es lo mismo, como "amante de la sabiduría"; en mi caso, mero e incompetente admirador y aprendiz de ella. Supongo que algo influirá también mi paso por la UNED, mi "alma máter", cuyo bello lema, sacado del Libro de la Sabiduría (7, 24) dice, de la Sabiduría, que es lo que más mueve entre todas las cosas que se mueven (Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia).

De mi incompetencia dan cuenta los sudores y escalofríos que me provoca enfrentarme para su comentario con textos como el que ayer domingo, en El País Semanal, y como colofón de un reportaje firmado por Julia Luzán sobre la exposición "Las lágrimas de Eros" que el Museo Thysen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid abren el próximo día 20 de octubre, publicaba en ese mismo número de la revista citada mi admirado maestro el profesor y académico don Emilio Lledó.

El texto de Lledó, que reproduzco más adelante, lleva por título "El Eros de Diotima", y su lectura me ha hecho recordar ese maravilloso diálogo, "El Banquete" (Tecnos, Madrid, 1998), que Platón escribiera a finales del siglo V a.C. en Atenas, en el que una sacerdotisa llamada Diotima, que en el diálogo aparece como mentora y maestra del propio Sócrates, discurre con varios personajes masculinos sobre la naturaleza profunda del sentimiento amoroso.

Como dice el profesor Lledó, la verdad es que no importa mucho si el personaje de Diotima tuvo existencia real o fue un invento de Platón. Lo importante es que por primera y única vez un personaje femenino roba todo el protagonismo del diálogo a quien siempre ha sido el centro de atención de todos los platónicos, el propio Sócrates.

Llevado de mi "pasión", re-leo, o más bien re-exploro, "El Banquete" platónico, pero también una obra capital, "Teoría de los sentimientos" (Tusquets, Barcelona, 2001), del admirado psiquiatra, profesor y también académico, Carlos Castilla del Pino, y su discurso ante la Real Academia titulado "Arquitectura de la vida humana" (Espasa-Calpe, Madrid, 2006), con motivo del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española de ese año. Todo ello con el objeto de enmarcar una digresión adecuada a la importancia de lo comentado.

Al final, desisto, abrumado por mi propio sentimiento de incapacidad para enfrentarme a tal desafío. ¿Quién soy yo para glosar la función salvífica del amor que con tanta belleza expone Platón o analizan Lledó y Castilla del Pino, uno desde la filosofía y otro desde la psiquiatría?... Mejor lean el artículo y atrévanse con "El Banquete". Seguro que disfrutan de ambos. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Representación de Diotima




"EL EROS DE DIOTIMA", de Emilio Lledó
EL PAÍS SEMANAL - 04/10/09

Un tesoro de mujeres excepcionales nos ha legado la cultura griega. El dolor, la fidelidad, la justicia, la alegría, la belleza, la amistad, la bondad, llenan las páginas de la épica o la tragedia y a las que “no muerde el diente envidioso del tiempo”. Esos sentimientos ideales los encarnan personajes femeninos que han llegado vivos hasta nuestros días como Ifigenia, Helena, Creusa, Calipso, Fedra, Danae, Antígona, Penélope, Electra, Nausicaa, Dafne, Casandra.

Pero entre estas maravillosas mujeres aparece una genial desconocida de la que sólo sabemos su existencia por El banquete, de Platón, esa obra maestra sobre el amor. Su nombre es Diotima, “la extranjera de Mantinea”, que destaca entre todos los personajes femeninos que pueblan este fabuloso universo, este Partenón ideal. De Antígona, Nausicaa, Helena, sabemos sus historias, lo que hicieron y padecieron. A Diotima la cerca un gran silencio. Sólo muchos siglos después aparece una Diotima luminosa y amorosa en el Hiperion de Hölderlin. Ninguna otra referencia encontramos en la literatura griega, y se supone que, como la Dulcinea cervantina, fue ese nombre “músico y peregrino” también un invento de Platón.

Es sorprendente que en boca de esa misteriosa mujer aparezca la primera interpretación y teoría del Eros. El dios del amor llena con sus hazañas toda la literatura griega, pero es precisamente en El banquete, en el que varios hombres intentan definir el origen y sentido del Eros, donde brilla el discurso y la interpretación de la clarividente mujer.

En el diálogo platónico hay, como es sabido, varios discursos explicando el fenómeno amoroso. Por ejemplo, el de Aristófanes donde se cuenta la historia de una naturaleza humana hecha de extraños seres con cuatro brazos, cuatro piernas, dos órganos sexuales y dos rostros. A esos seres redondos de extraordinaria fuerza e inteligencia, los dioses, por temor a su poder, los partieron en dos. Tal fractura es la razón de que esos seres rotos anden continuamente buscando la mitad perdida. La característica esencial de la vida será, pues, esa sustancial insuficiencia. No somos autárquicos: necesitamos del mundo que nos rodea y de los otros seres que nos acompañan en el camino. Una necesidad que se manifiesta en el amor como expresión de la natural pobreza. Lo mismo que las palabras nos hacen animales distintos de los otros mamíferos y nos posibilitan la mutua comunicación y comprensión a través del universo ideal del lenguaje, el amor nos empuja a otra forma de identificación a través de los múltiples reclamos del bien y la belleza en el cálido universo afectivo de los sentimientos.

Diotima, “que me enseñó las cosas del eros”, según recuerda Sócrates, añade varios matices fundamentales a todo lo que han dicho quienes hablaron antes que ella. La extranjera de Mantinea cuenta, además, el origen de este dios o daimon que “no es ni bello ni feo, ni bueno ni malo”, sino algo intermedio –metaxy– entre los dioses y los humanos. Y precisamente en ese carácter de mediador radica la fuerza de Eros, que levanta en los mortales un impulso hacia la hermosura, hacia el bien, hacia la sabiduría. Los dioses no filosofan, “porque ya tienen el saber”. Tampoco, refiere Diotima, filosofan los ignorantes, porque la ignorancia en la que están sumidos les impide añorar el saber que se hace presente como filosofía, como forma incesante de amor, de tendencia y apego al verdadero conocimiento de la naturaleza que somos, de la naturaleza en la que estamos. La ignorancia es el castigo supremo de los hombres, y su reino es el de la oscuridad. Sólo el Eros, como divinidad mediadora, como comunicador de ideas, como alumbrador de miradas y sentimientos, quiere salir de la ignorancia levantando esa inagotable fuente de deseo que embellece e ilumina, a pesar de tantas limitaciones, nuestra siempre admirable condición carnal.

El carácter de mediador lo debe Eros a su propio origen: cuando nació Afrodita, los dioses celebraron también un banquete. Allí llegó a mendigar Penía, la pobreza. Poros, el hijo de Metis, diosa de la prudencia, del saber y de la astucia, “entró embriagado en el jardín de Zeus y se durmió”. Penía, ansiosa por salir de su miseria, se acostó junto a Poros y engendró a Eros con él.

Esta tensión continua, esta búsqueda de unión y de compañía, esta lucha entre la pobreza y la riqueza, entre la muerte y la pervivencia, arranca del supuesto desequilibrio en el nacimiento de Eros. Como hijo de la pobreza, está lleno de necesidades, “vive al borde de los caminos” y anda siempre, en su desamparo, buscando cobijo; mas por parte de su padre “está al acecho de lo bello y de lo bueno y es ávido de sabiduría”. Un seguidor eterno de aquello a lo que aspira. Esa búsqueda es, precisamente, lo que da sentido al vivir. La tensión amorosa engaña a los seres humanos haciéndoles creer que va a ser definitivamente suyo aquello a lo que aspiran. Un engaño que, paradójicamente, da aliento y felicidad, porque aunque la indigencia se mantenga a lo largo de cada tiempo, esa insistencia del deseo en el pervivir es una forma memoriosa de dicha.

El Eros nos hace salir de nosotros mismos, nos arranca de la soledad y nos inserta en un mundo distinto y perenne donde la efímera individualidad se alza hasta la verdad y la belleza “con lo que todo bueno está emparentado”. Ese ascenso es una muestra de cómo en el desvelo amoroso, sometido a la propia estructura corporal, brota la esperanza que es, en el río del amor y la memoria, la forma humana de eternidad. Todo lo otro que ha montado el gran engaño de la ignorancia es pura miseria y, en el peor de los casos, pura perversión lastimosa del inabarcable territorio del amor. “En él sí que merece la pena vivir”, dijo la mujer de Mantinea.





Eros y Psyque, de Antonio Canova




Entrada núm. 1229
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domingo, 4 de octubre de 2009

Intelectuales y poder en Latinoamérica (I)

Hace un mes casi justo, el pasado 31 de agosto, escribí en el Blog un comentario titulado "La estampida" sobre la dejación que, a mi juicio, los "intelectuales" estaban haciendo de la que, con toda seguridad, es su función principal: ser la conciencia crítica del poder, acomodados a lo políticamente correcto, a la creencia de que todas las verdades morales son relativas y encadenados a vergonzosos intereses personales, la cultura de masas y una carrera y profesión respetables.

Ayer sábado leía en El País otro artículo, en esta ocasión de José Andrés Rojo, titulado "¿Intelectuales domados?", sobre el papel de los intelectuales latinoamericanos en esa labor de conciencia crítica de la sociedad, en el que hace un repaso pormenorizado de las posiciones adoptadas al respecto, entre otros muchos, por Vargas Llosa, Santiago Roncagliolo, García Márquez, Edmundo Paz, Carlos Fuentes, Sergio González, Lolita Bosch, Eloy Fernández, Julián Rodríguez o Vicente Luis Mora, que resumen en buena manera el pensamiento latinoamericano. Lo reproduzco más adelante.

A José Andrés Rojo (La Paz, Bolivia, 1958), sociólogo, escritor, y actual jefe de la sección de Cultura del diario El País, al que sigo cada día en su interesante Blog "El rincón del distraído", le conocí en el invierno de 2005/2006 en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en cuya Facultad de Geografía e Historia dio una conferencia sobre el papel jugado en la guerra civil por su abuelo, el general Vicente Rojo, el más prestigio de los militares del ejército republicano, del que la editorial Tusquets publicaría ese mismo año una biografía escrita por él.

El pensamiento latinoamericano es un gran desconocido entre nosotros a pesar de la enorme vinculación afectiva y sentimental entre las dos orillas de Atlántico. Y en Canarias esa vinculación es doblemente sentida. No somos pocos los que pensamos que las islas Canarias son más americanas que europeas. Sí, ya se, que Canarias está en África, pero aunque nos sepamos europeos, nuestro corazón no deje de ser americano...

Espero que les resulte interesante su lectura. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)




El escritor José Andrés Rojo





"¿INTELECTUALES DOMADOS?", por José Andrés Rojo
EL PAÍS - Opinión - 03/10/09

La sociedad globalizada y los nuevos medios desplazan al pensador y le obligan a reinventar su compromiso político y moral. Hoy usan altavoces distintos. Cuando Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) presentó hace poco su último libro en Madrid, se refirió de manera crítica a los intelectuales de nuestros días. "No sienten la necesidad de comprometerse", dijo, "creen que los sistemas democráticos ya garantizan por sí solos la democracia, pero no es así... en América Latina todo está por hacerse, la democracia no está allí para quedarse". En Sables y utopías (Aguilar), Carlos Granés ha reunido medio centenar de artículos, seleccionados entre unos 400, que Vargas Llosa ha escrito en los últimos años y cuyo hilo conductor viene subrayado en el subtítulo: Visiones de América Latina. Es ahí, al otro lado del charco, donde no terminan de echar raíces sólidas las democracias y donde "el intelectual tiene la obligación de intervenir en el debate cívico".

El escritor peruano Santiago Roncagliolo considera que "hay mucha gente que sigue escribiendo de política". Pero observa: "Lo que no hay tanto son autores que defiendan de una manera radical una idea, como hace Vargas Llosa con el liberalismo, o García Márquez con el socialismo. El siglo XX se encargó de mostrar los límites de ambas opciones, y seguramente mi generación ha visto cómo el socialismo cubano no supo convivir con la libertad y cómo las democracias latinoamericanas no terminan de acabar con la pobreza. Así que tampoco podemos ser tan entusiastas".

"El modelo de intelectual ha cambiado drásticamente", dice el boliviano Edmundo Paz Soldán. "Cada vez es más difícil ocupar un lugar en la plaza pública como el que ocupan autores como Carlos Fuentes o el propio Vargas Llosa", explica. "La realidad se ha fragmentado, y aunque son muchas las voces que se pronuncian sobre lo que está pasando, ya no existe ese intelectual con vocación de convertirse en conciencia moral de la sociedad".

"No se puede reducir el temario latinoamericano al debate populismo-liberalismo", dice el escritor y periodista mexicano Sergio González Rodríguez. "El intelectual que hoy se enfrenta día a día con la cosa pública encuentra problemas muy diversos y debe utilizar estrategias distintas. No parece ser tiempo de compromisos vastos, sino de responsabilidades cada vez más exactas".

Vargas Llosa, seguramente con razón, reclama la urgencia que tiene la democracia en Latinoamérica de compromisos sólidos y concretos. González Rodríguez, para tratar del malogrado desarrollo democrático en aquellas zonas, apunta algunos problemas: "La voracidad por las ganancias y la explotación de las oligarquías y las corporaciones, la corrupción, el gran negocio de la ilegalidad que une al crimen organizado y al poder político y económico en el marco de la globalización". Resultado: "Se han multiplicado la violencia, la pobreza, la desigualdad, y cada vez son más escasas las posibilidades que se les abren a las nuevas generaciones de cara al futuro".

"La sociedad ha cambiado en tantos aspectos que ya no es fácil que un escritor convoque a todos los sectores", apunta Paz Soldán, que considera que ya quedan pocos autores que se atrevan a pronunciarse sobre todo. "Los años sesenta y setenta, por el impacto y la influencia de la revolución cubana, despertaron un enorme interés por lo que ocurría en América Latina", dice, "pero eso ha dejado de ocurrir. Además, la globalización impide paradójicamente que un argentino o un español se preocupen por lo que pasa en México".

¿Se ha eclipsado la fuerza de la palabra del intelectual en ese mundo globalizado en el que las distancias parecen haber crecido? Lolita Bosch, que conoce México muy de cerca y que vive ahora en Barcelona, prefiere salir de la esfera estrictamente pública. "El compromiso más importante que tiene un escritor es el de hacer bien su trabajo", opina. "Meterse a fondo, ser meticuloso, preciso, tomárselo en serio". Enseguida introduce un matiz: "Creo que un intelectual tiene por fuerza que tener un papel social, pero no creo que todos los escritores sean intelectuales y, de hecho, hay intelectuales a los que no les gusta escribir".

En el mundo que habitamos, las grandes certezas se diluyen. Quizá por eso, Santiago Roncagliolo confiesa que prefiere contar historias a establecer juicios, el reportaje antes que la opinión. "El intelectual era hace unas décadas quien estaba cargado de razón y a quien le tocaba decir la verdad. Pero el significado profundo de la democracia es ése: que no hay una verdad única, que nada permanece, ni es indestructible. Por eso mismo, es más difícil que hoy se comparta una dirección única. Todo está sometido a un permanente debate. Creo que es algo que tiene que ver con la tolerancia. Si tengo razón, para qué escuchar al otro. Eso se ha acabado: ahora todos tenemos que hablar, y defender posiciones muy distintas, para ponernos de acuerdo".

El escritor y filósofo Eloy Fernández Porta centra su atención justamente en eso: que hay posiciones muy distintas, discursos diversos, una extrema variedad en un paisaje en el que las nuevas tecnologías dan la voz a quienes habían sido silenciados. "La cuestión fundamental creo que es la del reconocimiento", comenta cuando se le pregunta por el compromiso del intelectual. "Todas las culturas que han conseguido imponerse lo han hecho no tanto por revalorizar lo que había sino por despreciarlo. El discurso dominante se sostiene en la medida en que afirma que todo lo demás no vale. Y de ese modo, han quedado silenciadas o ninguneadas distintas subjetividades, que terminan por ser tachadas de perversas. La pregunta que todo intelectual debería hacerse es sobre los saberes que no han sido reconocidos y, por su propio papel al haberlos ignorado. Las cosas serían muy distintas si se tomaran en cuenta las reflexiones y formas de relación que proceden, por ejemplo, del mundo lésbico. O de otras
sensibilidades heterodoxas, vinculadas a la moda o a la música o a otras formas de expresión".

La red permite que todas las culturas excluidas puedan pronunciarse. Y así, frente a una voz central surgen miriadas de minúsculas perspectivas. Es una manera de ver las cosas. Otro enfoque distinto sería el de denunciar a las nuevas tecnologías como parte de un proceso que ha arrinconado a los medios tradicionales, y ha arrastrado de paso, y puesto en crisis, la vieja centralidad de la figura del intelectual. "Este proceso de declive ha provocado que algunos intelectuales hayan elegido, para prolongar su notoriedad pública, convertirse en actores que representan el papel de epígonos morales en un mundo que otorga primacía al espectáculo, la publicidad", sugiere Sergio González. Procuran ser actores, o "se adhieren a causas institucionales, a los grandes relatos de lo iberoamericano, a la burocracia cultural". Un mundo fragmentado, una sociedad global donde se ignora al que está más cerca, un sistema de poder que sigue silenciando a los diferentes, países enfangados en la violencia, poblaciones pobres de solemnidad. ¿Sigue sirviendo una palabra como compromiso con ese telón de fondo? "Antes queríamos cambiar el mundo; ahora, nos conformamos con que no explote", dice Roncagliolo acordándose de lo que decía un amigo. Lolita Bosch señala que sigue buscando a aquéllos que tienen criterio, que han conquistado la suficiente autoridad para tener algo que decir. "Procuro leer a Juan Villoro o a Alma Guillermoprieto, encuentro que la revista Quimera sigue defendiendo una posición, me interesan los autores que publica en Periférica Julián Rodríguez, me interesa la seriedad del blog de Vicente Luis Mora". Y observa: "La lucha por la democracia fue sobre todo la gran guerra de nuestros padres, hoy de lo que se trata es de combatir la pobreza y lo que lleva detrás, la ignorancia".

Si el discurso del intelectual sobre el mundo sigue interesando, ¿a qué se refiere entonces Vargas Llosa cuando habla de su falta de compromiso? ¿No ha caído en picado la autoridad del que se pronuncia sobre lo que está pasando? Paz Soldán, que pasa largas épocas en Estados Unidos, aborda otro aspecto de la cuestión: "Quizá los escritores latinoamericanos se vayan pareciendo cada vez más a escritores estadounidenses como Philip Roth, Toni Morrison o el recientemente fallecido John Updike. Jamás los verás apareciendo en la televisión después de un suceso como el 11-S para sentenciar su diagnóstico. Y, sin embargo, se pronuncian sobre el asunto un tiempo después, en revistas o publicaciones académicas o en sus propios libros, donde entienden que van a ser escuchados de verdad, tomados en cuenta. O en sus obras. No es que exista desinterés por la cosa pública, es que se buscan altavoces distintos".

Los grandes medios, por tanto, con su afán por la inmediatez, ¿han acabado con el prestigio de la opinión reposada, elaborada, meditada? ¿Han acabado con los registros que, al fin y al cabo, definen la tarea de un intelectual? Fernández Porta apunta al lugar que ocupa la palabra en las sociedades capitalistas. "El intelectual ya sale comprometido desde casa. No hay grado cero, no hay un lugar neutro desde el que tomar partido. Cada quien ocupa un sitio dentro de una jerarquía y eso significa ya una subordinación a unas formas de poder, sean las que sean".

La sociedad del espectáculo, la realidad virtual, el avance de las democracias en distintos lugares del mundo. "Que todo eso traduce que tenemos colocadas las expectativas a la baja, pues seguramente sí", observa Roncagliolo. "Pero es lo que hay". Aún así, es optimista: "En Latinoamérica hace mucho que no había tantos regímenes democráticos. Es verdad que muchos tienen altos contenidos autoritarios, pero por lo menos se da por hecho que la democracia es algo que hay que defender, y nadie duda de que las urnas tienen que respetarse".

La palabra sigue pesando. "Lo que diferencia a los que nacieron en los ochenta frente a todos los demás es que, a la hora de expresarse, pueden hacerlo sin pasar por ningún filtro", dice Eloy Fernández Porta. "Los de mi generación, cuando queríamos publicar en una revista, debíamos por narices que pasar antes por unas jerarquías que, de una manera u otra, condicionaban tu trabajo: oportunidad del tema, estilo, forma de encararlo, etcétera. Hoy, a través de la red, el que quiera manifestarse puede hacerlo sin mediación alguna. Seguro que la mayoría de estas iniciativas no tienen ningún interés, pero las que lo tienen resultan sorprendentes por la originalidad de sus puntos de vista, estilo, formas...".

La emergencia de las nuevas tecnologías ha cambiado las cosas. Pero no tanto. "Ahora, a través de la red, los intereses y discursos alternativos pueden vincularse y dejan de operar aislados", señala Fernández Porta. Así que pueden llegar a audiencias más grandes y fortalecerse. Sin embargo, tanto Roncagliolo, que conoce de cerca el mundo de los blogs, como Lolita Bosch, siguen subrayando que todavía falta mucho para que las cabeceras tradicionales pierdan influencia. Y, de hecho, la gente sigue saliendo a la calle cuando, por ejemplo en Venezuela, se echó el cerrojo a Radio Caracas Televisión.

"Las ofensivas de distintos gobiernos autoritarios contra los medios de comunicación demuestran que éstos no son irrelevantes", señala Roncagliolo. "La palabra sigue pesando".

Y tanto. Lolita Bosch: "Todavía buscas referencias en los diarios que conoces, en versión digital o en papel, porque sabes que puedes conectar con lo que te dicen". Voces desde el infierno. Es muy distinto el mundo en el que empezó a escribir Vargas Llosa del mundo en el que escriben los escritores a los que se ha convocado en este reportaje. En el primer texto de Sables y utopías, Vargas Llosa confiesa que fue a estudiar a la Universidad de San Marcos y no a la Católica porque tenía claro que no quería ser un "niño bien". Le inquietaban las circunstancias del país en el que habitaba, el Perú de los cincuenta, y quería hacer algo. Seguro que un gesto semejante alimenta las obras de los aquí presentes.

Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es novelista y escribe reportajes y opina en los medios. En distintos libros suyos se ha sumergido en un infierno: recorrer y reconstruir e intentar explicar las distintas tramas que gravitan en torno a la organización terrorista Sendero Luminoso. En su novela Abril rojo (Alfaguara), las actividades del grupo son el telón de fondo de una trama policiaca con crímenes horrendos; en su ensayo La cuarta espada (Debate) se acerca a la figura de Abimael Guzmán para desentrañar los porqués de un conflicto que dejó cerca de 70.000 muertos.

Nacido en Cochabamba en 1967, Edmundo Paz Soldán se embarcó en Palacio Quemado (Alfaguara) en la aventura de novelar lo que ocurrió en su país, Bolivia, entre agosto de 2002 y octubre de 2003: la caída del segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y la emergencia de un fuerte movimiento indígena liderado por Evo Morales. La cosa pública, los derroteros de su país, la reflexión sobre las complicaciones de la democracia en países con inmensas diferencias sociales no son cuestiones, pues, que le resulten ajenas.

En Huesos en el desierto (Anagrama), Sergio González Rodríguez (México DF, 1950) exploró con todo lujo de detalles los asesinatos de mujeres que se producen en Ciudad Juárez. En El hombre sin cabeza, lo que hizo fue ocuparse de las decapitaciones que realizan los sicarios del narcotráfico en México o los fundamentalistas islámicos. Violencia en estado puro.

Lolita Bosch, que nació en Barcelona en 1970, le tiene un amor tan grande a México que la batalla de dar a conocer la riqueza de ese país se ha convertido en parte de su rutina cotidiana. Además de su propio trabajo literario -su último libro es La familia de mi padre (Mondadori)- publicó Hecho en México, donde presentaba un abanico de autores de aquel país, sorprendida de que fueran tan desconocidos en España en plena globalización.

Afterpop (Berenice) y Homo sampler (Anagrama) son los dos últimos ensayos de Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974), y en ellos aborda las modalidades más recientes de consumo cultural y las formas de identidad en una sociedad marcada por el consumo. Ocuparse de pensar es para muchos, a estas alturas, una extravagancia. Los riesgos que asume Fernández Porta revelan que todavía quedan muchas cosas por decirse, que urgen voces que exploren territorios diferentes.




Mafalda, por Quino





Entrada núm. 1228
"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)