En la página inicial de presentación del blog, en el apartado "Sobre el autor", situado en la columna derecha del mismo, aparece escrito en tercera persona sobre él: "Su anhelo más ferviente sería saber a sus nietos ciudadanos plenos de una Unión Europea Federal". Me gustaría verlo realizado en vida; es un ideal por el que merece la pena luchar.
En enero de 2005 tuve el placer y el honor de pronunciar en Las Palmas, ante una asamblea de delegados de la Federación de Servicios de la Unión General de Trabajadores (UGT) de Canarias, una conferencia en torno al proyecto de Constitución Europea que pocas semanas más tarde se sometería a referéndum en España: "Informe sobre el proyecto de Constitución Europea", era su título. Lo hice a petición expresa de su secretaria general en aquel momento, María Dolores López, una gran persona y una gran sindicalista. Como conclusión de la misma, cité unas premonitorias palabras del gran escritor francés Víctor Hugo, pronunciadas en 1848, que dice así: "Llegará un día en que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincrasia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas y las bombas serán sustituidas por los votos". La conferencia está publicada en mi anterior edición de "Desde el trópico de Cáncer", el 25 de noviembre de 2006, y allí pueden leerla completa si lo desean.
Ha sido en estos días, releyendo la "Historia crítica del pensamiento español" de José Luis Abellán que citaba en mi entrada de ayer, y más en concreto el apartado de su capítulo XLII dedicado a la "idea de Europa" en el pensamiento de José Ortega y Gasset (págs. 252-254), que he percibido con nitidez lo que esa idea supuso de revulsivo y revolucionario en la conciencia de los intelectuales españoles a finales de los años 20 del siglo pasado.
No quiero escribir hoy digresión personal alguna que pueda perturbar el emotivo efecto que esas palabras, que me reafirman en mi profunda convicción proeuropea, me han provocado, así que, por esta vez, me limito a transcribir las mencionadas páginas de José Luis Abellán sobre el pensamiento orteguiano al respecto:
"A pesar de ser una sus obras más famosas, los lectores y los críticos de "La rebelión de las masas" (La Revista de Occidente, Madrid, 1929) no han prestado suficiente atención al contenido europeísta de dicha obra. Quizá lo sorprendente del título y del argumento central mantenido en él, han hecho que el lector resbale por una de sus tesis principales: la del advenimiento de los Estados Unidos de Europa. El hecho de que aquellas páginas se escribiesen entre 1926 y 1928, hacen de Ortega un pionero en la actual construcción de Europa unida; no le falta razón, pues, cuando en 1953 dice -y lo dice en Alemania- que "muy probablemente soy hoy, entre los vivientes, el decano de la idea de Europa". Precisamente esa idea de Europa surge en Ortega como respuesta a la crisis de desmoralización que sufre el continente europeo. He aquí algunas frases suficientemente significativas de aquel libro: "Ahora llega para los europeos la sazón en que Europa puede convertirse en idea nacional. Y es mucho menos utópico creerlo hoy así que lo hubiera sido vaticinar en el siglo XI la unidad de España y de Francia". "Solo la decisión de construir una gran nación con el grupo de los pueblos continentales volvería a entonar la pulsación de Europa. Volvería esta a creer en sí misma y automáticamente a exigirse mucho, a disciplinarse". "Yo veo en la construcción de Europa, como gran Estado nacional, la única empresa que pudiera contraponerse a la victoria del "plan de cinco años".
Este conjunto de ideas, plenamente elaborado en 1929 -¡diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial!-,va a cobrar fuerza en sus conferencias en Alemania en los años cincuenta. El 7 de septiembre de 1949 tuvo lugar un acontecimiento extraordinario: Ortega pronunció en la Universidad Libre de Berlín su conferencia "De Europa meditatio quaedam", que tuvo una repercusión extraordinaria entre el público universitario, según una información periodística: "El día en que don José Ortega y Gasset dio su conferencia las multitudes de público que no habían conseguido tarjeta de entrada, a pesar de haberse repartido varios miles -todas las mayores salas estaban provistas de altavoces-, asaltaron el edificio, rompieron la gran puerta, quebraron los ventanales, causaron víctimas y fue inevitable una seria intervención de la Policía. Los periódicos alemanes, durante varios días, han relatado esto ls incidentes y hecho sobre ellos comentarios bajo el título humorístico: "La rebelión de las masas", aludiendo al libro de nuestro compatriota, que es hoy una de las obras más populares en Alemania".
El contenido de dicha conferencia no difiere mucho de las ideas centrales que ya había desarrollado Ortega en su libro "La rebelión de las masas", que pueden leer (o descargar) en el enlace de más arriba. Su argumento base es la existencia de una "sociedad europea" secular, que ha tenido diversas formas de organización a lo largo del tiempo, pero que -las circunstancias históricas actuales- exigen se formalicen políticamente en un nuevo Estado nacional que comprenda a las distintas patrias tradicionales. Su idea nuclear es esta: "Dadas las condiciones de la vida actual, los pueblos de Euroa solo pueden salvarse si trascienden esa vieja idea esclerosada poniéndose en camino hacia una supra-nación, hacia una integración europea".
Quizá el mejor resumen de su pensamiento lo encontramos en este párrafo inédito hasta hace poco: "Es palmario que ningún Estado nacional europeo ha sido nunca totalmente soberano en relación con los demás. La soberanía nacional ha sido siempre relativa y limitada por la presión que sobre cada una de ellas ejercía el cuerpo íntegro de Europa. La total soberanía era una declaración utópica que encabezaba la redacción de la Constitución, pero, en la realidad, sobre cada Estado nacional gravitaba el conjunto de los demás pueblos europeos que ponían límites al libre comportamiento de cada uno de ellos amenazándole con guerras y represalias de toda índole, es decir, penas y castigos, según son constitutivos de todo derecho y de todo Estado. Había, pues, un poder público europeo y había un Estado europeo. Solo que este Estado no había tomado la figura precisa que los juristas llaman Estado, pero que los historiadores, más interesados en las realidades que en los formalismos jurídicos, no deben dudar en llamarlo así. Ese Estado europeo ha recibido en el pasado diversos nombres. En tiempo de Wilhelm von Humboldt se le llama "concierto europeo" y poco después hasta la Primera Guerra Mundial se le llamó "equilibrio europeo". Por tanto, los pudores que hoy algunos pueblos sienten o fingen sentir ante todo proyecto que limite su soberanía no están justificados y se originan en lo poco claras que están en las cabezas las ideas sobre la realidad histórica".
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt
No quiero escribir hoy digresión personal alguna que pueda perturbar el emotivo efecto que esas palabras, que me reafirman en mi profunda convicción proeuropea, me han provocado, así que, por esta vez, me limito a transcribir las mencionadas páginas de José Luis Abellán sobre el pensamiento orteguiano al respecto:
"A pesar de ser una sus obras más famosas, los lectores y los críticos de "La rebelión de las masas" (La Revista de Occidente, Madrid, 1929) no han prestado suficiente atención al contenido europeísta de dicha obra. Quizá lo sorprendente del título y del argumento central mantenido en él, han hecho que el lector resbale por una de sus tesis principales: la del advenimiento de los Estados Unidos de Europa. El hecho de que aquellas páginas se escribiesen entre 1926 y 1928, hacen de Ortega un pionero en la actual construcción de Europa unida; no le falta razón, pues, cuando en 1953 dice -y lo dice en Alemania- que "muy probablemente soy hoy, entre los vivientes, el decano de la idea de Europa". Precisamente esa idea de Europa surge en Ortega como respuesta a la crisis de desmoralización que sufre el continente europeo. He aquí algunas frases suficientemente significativas de aquel libro: "Ahora llega para los europeos la sazón en que Europa puede convertirse en idea nacional. Y es mucho menos utópico creerlo hoy así que lo hubiera sido vaticinar en el siglo XI la unidad de España y de Francia". "Solo la decisión de construir una gran nación con el grupo de los pueblos continentales volvería a entonar la pulsación de Europa. Volvería esta a creer en sí misma y automáticamente a exigirse mucho, a disciplinarse". "Yo veo en la construcción de Europa, como gran Estado nacional, la única empresa que pudiera contraponerse a la victoria del "plan de cinco años".
Este conjunto de ideas, plenamente elaborado en 1929 -¡diez años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial!-,va a cobrar fuerza en sus conferencias en Alemania en los años cincuenta. El 7 de septiembre de 1949 tuvo lugar un acontecimiento extraordinario: Ortega pronunció en la Universidad Libre de Berlín su conferencia "De Europa meditatio quaedam", que tuvo una repercusión extraordinaria entre el público universitario, según una información periodística: "El día en que don José Ortega y Gasset dio su conferencia las multitudes de público que no habían conseguido tarjeta de entrada, a pesar de haberse repartido varios miles -todas las mayores salas estaban provistas de altavoces-, asaltaron el edificio, rompieron la gran puerta, quebraron los ventanales, causaron víctimas y fue inevitable una seria intervención de la Policía. Los periódicos alemanes, durante varios días, han relatado esto ls incidentes y hecho sobre ellos comentarios bajo el título humorístico: "La rebelión de las masas", aludiendo al libro de nuestro compatriota, que es hoy una de las obras más populares en Alemania".
El contenido de dicha conferencia no difiere mucho de las ideas centrales que ya había desarrollado Ortega en su libro "La rebelión de las masas", que pueden leer (o descargar) en el enlace de más arriba. Su argumento base es la existencia de una "sociedad europea" secular, que ha tenido diversas formas de organización a lo largo del tiempo, pero que -las circunstancias históricas actuales- exigen se formalicen políticamente en un nuevo Estado nacional que comprenda a las distintas patrias tradicionales. Su idea nuclear es esta: "Dadas las condiciones de la vida actual, los pueblos de Euroa solo pueden salvarse si trascienden esa vieja idea esclerosada poniéndose en camino hacia una supra-nación, hacia una integración europea".
Quizá el mejor resumen de su pensamiento lo encontramos en este párrafo inédito hasta hace poco: "Es palmario que ningún Estado nacional europeo ha sido nunca totalmente soberano en relación con los demás. La soberanía nacional ha sido siempre relativa y limitada por la presión que sobre cada una de ellas ejercía el cuerpo íntegro de Europa. La total soberanía era una declaración utópica que encabezaba la redacción de la Constitución, pero, en la realidad, sobre cada Estado nacional gravitaba el conjunto de los demás pueblos europeos que ponían límites al libre comportamiento de cada uno de ellos amenazándole con guerras y represalias de toda índole, es decir, penas y castigos, según son constitutivos de todo derecho y de todo Estado. Había, pues, un poder público europeo y había un Estado europeo. Solo que este Estado no había tomado la figura precisa que los juristas llaman Estado, pero que los historiadores, más interesados en las realidades que en los formalismos jurídicos, no deben dudar en llamarlo así. Ese Estado europeo ha recibido en el pasado diversos nombres. En tiempo de Wilhelm von Humboldt se le llama "concierto europeo" y poco después hasta la Primera Guerra Mundial se le llamó "equilibrio europeo". Por tanto, los pudores que hoy algunos pueblos sienten o fingen sentir ante todo proyecto que limite su soberanía no están justificados y se originan en lo poco claras que están en las cabezas las ideas sobre la realidad histórica".
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt
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