Ninguno de nosotros vamos a estar aquí para aseverarlo, pero estoy seguro de que si queda vida inteligente sobre la Tierra para el año 4874 d.C., seguirán leyendo con placer y sentimientos encontrados a Homero, Sófocles, Esquilo, Eurípides, Ovidio, Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Moliere y otros muchos de los llamados "clásicos", y que ninguno de esos lectores tendrá ni la menor idea de quienes fueron Dan Brown, Carlos Ruíz Zafón, César Vidal o Ildefonso Falcones, por citar solo a algunos de los "escritores" vivos a los que detesto cordialmente.
Aprovechando estas semanas de julio en las que cuesta ponerse ante la pantalla en blanco del portátil, no se si por el calor, la "panza de burro" mañanera típica de los veranos grancanarios, o el aplanamiento espiritual que provoca la crisis, humanitaria ya, a la que no se ve salida por parte alguna, digan lo que digan los profetas del neocapitalismo, he vuelto este mes de julio a los "clásicos" como tabla de salvación a la que aferrar mi espíritu. Entre ellos a Esquilo, del que me he leído todas sus tragedias: "Esquilo, Sófocles y Eurípides. Obras Completas" (Cátedra, Madrid, 2004), y algunas sueltas de Sófocles y Eurípides. De Esquilo, mi favorita sigue siendo "Los persas", un ejemplo paradigmático de tolerancia y respeto al enemigo. De Sófocles, está de más decirlo, su "Antígona", mi heroína por antonomasia. Y de Eurípides, el más prolífico de los trágicos griegos, me ha impresionado su "Hécuba".
Escrita y representada en Atenas el año 424 a.C., hace 2437 años (de ahí lo de la fecha del 4874 d.C. citada al comienzo de la entrada), narra el momento en que la flota griega inicia el regreso tras la destrucción de Troya y toca tierra en la costa de Tracia, donde reina Poliméstor, antiguo aliado de Príamo, rey de Troya. Con la flota, y como botín de Agamenón, jefe supremo de las tropas griegas, viajan Hécuba, la esposa de Príamo, y sus hijas Políxena y Casandra, la sacerdotisa troyana a quien Agamenón ha convertido en una de sus concubinas.
A la llegada a Tracia, el ejército griego decide honrar al alma de Aquiles con un sacrificio humano, y piden la muerte de la joven Políxena. Su madre, Hécuba, implora la clemencia a Agamenón, que se muestra dispuesto a ella, pero la intransigencia de Ulises (a quién Eurípides no deja precisamente muy bien parado en la obra), provoca que el sacrificio se lleve a cabo, aceptado voluntariamente y con entereza, por la joven princesa troyana, dispuesta a morir antes que permanecer como esclava. Impresionante por su patetismo el relato del sacrificio de Políxena, en las páginas 29-32 del enlace citado más arriba.
Pero lo peor para Hécuba no ha llegado todavía. Cuando se dispone a rendir las honras fúnebres a Políxena, cuyo valor ante la muerte ha impresionado profundamente al ejército griego, llega un mensajero portando el cadáver de su hijo más pequeño, el príncipe Polidoro, entregado por Príamo a Poliméstor, junto con un gran tesoro, para ponerlo a salvo de la destrucción de Troya. Polidoro ha sido asesinado y arrojado al mar por Poliméstor al enterarse de la derrota de su antiguo amigo y aliado, obviando las leyes sagradas de la hospitalidad, y con el único fin de apoderarse del tesoro dejado a su cargo.
La transformación de Hécuba, de una mujer piadosa y respetuosa de las leyes no escritas de la hospitalidad en una mujer sedienta de venganza, es a partir de ese momento, el eje central de la obra. Pide justicia a su dueño, Agamenón, que se resiste al principio pero que finalmente deja a Hécuba manos libres para ejecutar su venganza. A tal fin, Hécuba, reclama la presencia de Poliméstor y de sus hijos ante ella, acogiéndose a la antigua amistad que les unía y que llevó a los reyes troyanos a poner bajo su protección a Polidoro. Con astucia pregunta al rey tracio por su hijo, que le contesta que se encuentra bien y a su cuidado, sin saber que su cadáver ya ha sido encontrado y entregado a Hécuba. Ésta invita a Poliméstor y sus hijos a entrar en su tienda para agasajarles y decirles donde se encuentra oculto el tesoro de la familia real troyana, que los griegos no han podido encontrar. Llevado de su avaricia, Poliméstor entra en la tienda de Hécuba donde ésta, y sus doncellas troyanas asesinan y descuartizan sin piedad a los hijos de Poliméstor, y ciegan a éste con los alfileres de sus tocas.
Desesperado, Poliméstor, camina ciego por el campamento griego, pidiendo venganza, pero Agamenón ordena expulsarlo de allí y dejarlo abandonado en una isla desierta, aunque antes Poliméstor profetiza a Agamenón la proximidad de su muerte a la vuelta al hogar, así como, a Hécuba, la de su hija Casandra, ambos a manos de Clitemnestra, y que ella, Hécuba, por su perfidia, quedará convertida en una roca que servirá de punto de referencia a los navíos en el futuro.
Y ahora, se preguntarán ustedes, con toda lógica, que tiene que ver la historia de "Hécuba" contada por Eurípides, con la degradación política que ha dado pie y excusa a esta digresión literaria. La razón está en otro libro, este mucho más actual, que he terminado de leer también con enorme placer en este mes de julio. Me refiero a la obra más conocida y famosa de la historiadora y filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum, premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 2012, titulada "La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega" (A.Machado Libros, Boadilla del Monte, 2004) que dedica precisamente la última parte de su libro al análisis de las connotaciones políticas de la "Hecuba" de Eurípides. En esencia, como la desesperación de una persona de bien, ante la transgresión de los principios más elementales de convivencia y respeto por parte de los "dirigentes" hacia aquellos que están bajo su protección, puede llevar a la más terrible de las venganzas. Evidentemente, hay pocas cosas nuevas bajo el sol, pero nuestros gobernantes están tan ocupados en salvarnos que seguro estoy no han tenido tiempo de leer a Eurípides y su "Hecuba". Que no se llamen luego a engaño cuando llegue la hora de la ira y de la venganza. Que llegará...
Les invito a leer la crónica de Rosana Torres en El País del 2 de agosto, "Mérida da voz a los perdedores", sobre el estreno en el teatro romano de Mérida, por vez primera, de la "Hécuba" de Eurípides. Y que saquen las conclusiones que estimen pertinentes. Verán que no están muy alejadas de las expuestas en la entrada.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
A la llegada a Tracia, el ejército griego decide honrar al alma de Aquiles con un sacrificio humano, y piden la muerte de la joven Políxena. Su madre, Hécuba, implora la clemencia a Agamenón, que se muestra dispuesto a ella, pero la intransigencia de Ulises (a quién Eurípides no deja precisamente muy bien parado en la obra), provoca que el sacrificio se lleve a cabo, aceptado voluntariamente y con entereza, por la joven princesa troyana, dispuesta a morir antes que permanecer como esclava. Impresionante por su patetismo el relato del sacrificio de Políxena, en las páginas 29-32 del enlace citado más arriba.
Pero lo peor para Hécuba no ha llegado todavía. Cuando se dispone a rendir las honras fúnebres a Políxena, cuyo valor ante la muerte ha impresionado profundamente al ejército griego, llega un mensajero portando el cadáver de su hijo más pequeño, el príncipe Polidoro, entregado por Príamo a Poliméstor, junto con un gran tesoro, para ponerlo a salvo de la destrucción de Troya. Polidoro ha sido asesinado y arrojado al mar por Poliméstor al enterarse de la derrota de su antiguo amigo y aliado, obviando las leyes sagradas de la hospitalidad, y con el único fin de apoderarse del tesoro dejado a su cargo.
La transformación de Hécuba, de una mujer piadosa y respetuosa de las leyes no escritas de la hospitalidad en una mujer sedienta de venganza, es a partir de ese momento, el eje central de la obra. Pide justicia a su dueño, Agamenón, que se resiste al principio pero que finalmente deja a Hécuba manos libres para ejecutar su venganza. A tal fin, Hécuba, reclama la presencia de Poliméstor y de sus hijos ante ella, acogiéndose a la antigua amistad que les unía y que llevó a los reyes troyanos a poner bajo su protección a Polidoro. Con astucia pregunta al rey tracio por su hijo, que le contesta que se encuentra bien y a su cuidado, sin saber que su cadáver ya ha sido encontrado y entregado a Hécuba. Ésta invita a Poliméstor y sus hijos a entrar en su tienda para agasajarles y decirles donde se encuentra oculto el tesoro de la familia real troyana, que los griegos no han podido encontrar. Llevado de su avaricia, Poliméstor entra en la tienda de Hécuba donde ésta, y sus doncellas troyanas asesinan y descuartizan sin piedad a los hijos de Poliméstor, y ciegan a éste con los alfileres de sus tocas.
Desesperado, Poliméstor, camina ciego por el campamento griego, pidiendo venganza, pero Agamenón ordena expulsarlo de allí y dejarlo abandonado en una isla desierta, aunque antes Poliméstor profetiza a Agamenón la proximidad de su muerte a la vuelta al hogar, así como, a Hécuba, la de su hija Casandra, ambos a manos de Clitemnestra, y que ella, Hécuba, por su perfidia, quedará convertida en una roca que servirá de punto de referencia a los navíos en el futuro.
Y ahora, se preguntarán ustedes, con toda lógica, que tiene que ver la historia de "Hécuba" contada por Eurípides, con la degradación política que ha dado pie y excusa a esta digresión literaria. La razón está en otro libro, este mucho más actual, que he terminado de leer también con enorme placer en este mes de julio. Me refiero a la obra más conocida y famosa de la historiadora y filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum, premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 2012, titulada "La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega" (A.Machado Libros, Boadilla del Monte, 2004) que dedica precisamente la última parte de su libro al análisis de las connotaciones políticas de la "Hecuba" de Eurípides. En esencia, como la desesperación de una persona de bien, ante la transgresión de los principios más elementales de convivencia y respeto por parte de los "dirigentes" hacia aquellos que están bajo su protección, puede llevar a la más terrible de las venganzas. Evidentemente, hay pocas cosas nuevas bajo el sol, pero nuestros gobernantes están tan ocupados en salvarnos que seguro estoy no han tenido tiempo de leer a Eurípides y su "Hecuba". Que no se llamen luego a engaño cuando llegue la hora de la ira y de la venganza. Que llegará...
Les invito a leer la crónica de Rosana Torres en El País del 2 de agosto, "Mérida da voz a los perdedores", sobre el estreno en el teatro romano de Mérida, por vez primera, de la "Hécuba" de Eurípides. Y que saquen las conclusiones que estimen pertinentes. Verán que no están muy alejadas de las expuestas en la entrada.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
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