El idilio, si es que alguna vez fue idilio y no simple temor, entre Vladimir Putin y el pueblo ruso comienza a resquebrajarse. Es la opinión generalizada en todos los medios de prensa y cancillerías occidentales a la vista de los resultados de las elecciones a la Duma, la cámara baja del parlamento ruso, celebradas el pasado domingo. Como ocurre con la capitalista, reverenciada y temida República Popular China, a Rusia le falta todavía más de un hervor para ser considerada una democracia, y al Sr. Putin, el término "Демократия" (democracia) le tiene que producir sarpullido, por muy dura que tenga la cara, algo de por sí, evidente. Algunos cínicos dirán que para que quieren ser una democracia con lo bien que les va así (sobre todo a los chinos). Vale; es una opinión, idiota, pero la respeto.
Hoy hace justamente cinco años publiqué en "Desde el trópico de Cáncer" el artículo titulado "¿Muerta para nada?", escrito por el filósofo francés André Glucksmann en homenaje a la escritora y periodista rusa Anna Politkóvskaya. Reconocida especialista en asuntos como la guerra de Chechenia, decidida proactivista y defensora de los derechos humanos y muy crítica con la política de Vladimir Putin y de su entorno en el Kremlin, Anna Politóvskaya fue asesinada a tiros en Moscú el 7 de octubre de 2006, justo dos meses antes de dicho artículo, en lo que parecía a todas luces un asesinato político propiciado desde el poder.
André Glucksmann, filósofo y ensayista profundamente anticomunista, denostado por la izquierda radical francesa, decidido partidario de Nicolas Sarkozy en las últimas elecciones presidenciales, y amigo personal de Anna Politkóvskaya, escribió un emotivo y documentado artículo sobre las más que probables vinculaciones de los asesinos de su amiga con el gobierno de Putin.
Tras meses de presiones internacionales, y la misteriosa muerte en Londres, presuntamente también asesinado, de un antiguo funcionario de los servicios secretos rusos llamado Alexander Litvinenko, que había denunciado públicamente en Occidente las tropelías de la policía secreta rusa e investigado las circunstancias de la muerte de Anna Politkóvskaya, la justicia rusa encausó a varias personas como responsables del asesinato de la periodista. En febrero de 2009, todas ellas fueron absueltas por falta de pruebas.
No han cambiado mucho las cosas en Rusia desde entonces. Vladimir Putin se dispone a gobernar de nuevo el imperio ruso, pero su pueblo ha comenzado a darle la espalda. Y como todos los autócratas, más pronto que tarde, acabará por caer, aunque Occidente, aplicando la regla de oro de que en las relaciones internacionales no hay amigos ni aliados sino intereses, siga mirando para otro lado. Y la razón está en que cada vez son más los ciudadanos rusos que piensan que Anna Politkóvskaya no murió para nada y que el pueblo ruso tiene derecho a vivir dentro de una auténtica democracia y no en un simulacro de la misma como la actual.
Acompaño la entrada con un vídeo del reportaje emitido por RTVE diez días después del asesinato de Anna Politkóvskaya y con otro de la película-documental dirigida por los realizadores italianos Giovanna Massimeti y Paolo Serbandini sobre la vida y la muerte de la periodista y activista rusa.
Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
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