Espero que leyeran el espléndido, interesante y entretenido reportaje de Leila Guerreiro, "La huella de los libros", en la revista Babelia (El País) del pasado 8 de enero. Una delicia. Los libros dejan huella, ¡joder que si la dejan; hasta en el alma!, y encima ocupan un espacio que ni les digo... Los míos, ya lo he contado anteriormente, andan repartidos por cinco sitios diferentes entre Maspalomas y Las Palmas, y por más que llevo años intentando clasificarlos y hacer una lista de ellos, ya he desistido. Es por pura pereza. He llegado hasta el 4521 y ahí me he quedado porque me abruma enfrentarme al reto que me resta.
Hablar de libros es otro de los asuntos recurrentes en este blog, y no porque yo me considere (que no me considero), ni lo sea (que no lo soy), lector empedernido y mucho menos de gusto cultivado; es simplemente, algo pasional. No se lo que sienten ustedes por los libros; lo mío es eso: pasión pura y simple. Mirar, tocar, leer, pasar sus páginas, se convierte para mí en una especie de ensoñación carnal que no tiene parangón con, ¿casi?, ninguna otra sensación voluptuosa... Hace muchísimo tiempo, en una cariñosa disputa familiar, me plantearon la disyuntiva "¡o tus libros o yo!... No se cual sería la expresión de mi rostro, pero nunca se ha vuelto a tratar la cuestión... Quizá por eso me he visto reflejado en algunas de las opiniones de escritores, literatos y autores que recoge Leila Guerreiro en su artículo. Disfrútenlo, que merece la pena; se lo aseguro. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
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