martes, 8 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 8 DE JULIO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 8 de julio de 2025. Durante una pausa de un encuentro de escritores organizado en Roma por la Universidad de Georgetown, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Javier Cercas, le pregunté a Pankaj Mishra por qué vive desde hace años en España. “Porque es el mejor país del mundo”, me contesta. “Eso lo dices porque nos conoces poco”, replico. Mishra se ríe; ha nacido en la India, escribe en inglés, acaba de publicar El mundo después de Gaza y es uno de los creadores del evento. “Hablo en serio”, insiste. “Por ejemplo: España es el único país que conozco donde los escritores publicáis habitualmente en la prensa”. En la segunda, un archivo del blog de abril de 2020, el escritor Manuel Jabois se preguntaba: ¿Hemos sacado alguna lección del virus?: ninguna, responde. El poema del día, en la tercera, es del poeta Jorge Guillén, se titula 12 de octubre, y comienza así:  Esa España que quiso demasiado/Con grandeza afanosa y tuvo y supo/Perderlo todo ¿se salvó a sí misma? Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DEL PARA QUÉ ESCRIBIMOS EN LOS PERIÓDICOS

 









En mis novelas, no puedo decir ni Sí ni No (las novelas lo tienen prohibido); en este artículo, en cambio, sí puedo decirlo, comenta en El País Para qué escribimos en los periódicos, 05/07/2025] [el escritor Javier Cercas. Durante una pausa de un encuentro de escritores organizado en Roma por Georgetown University, comienza diciendo Cercas, le pregunto a Pankaj Mishra por qué vive desde hace años en España. “Porque es el mejor país del mundo”, me contesta. “Eso lo dices porque nos conoces poco”, replico. Mishra se ríe; ha nacido en la India, escribe en inglés, acaba de publicar El mundo después de Gaza y es uno de los creadores del evento. “Hablo en serio”, insiste. “Por ejemplo: España es el único país que conozco donde los escritores publicáis habitualmente en la prensa”. “Eso a algunos no les gusta”, le informo. “Sobre todo, a los politólogos”. “Claro”, dice. “Porque creen que les estáis quitando el trabajo; y porque piensan que la política es una ciencia. Pero no lo es”. “No”, admito, recordando a Javier Pradera. “La ciencia política es a la ciencia lo que la música militar a la música”. Mishra vuelve a reírse; concluye: “Por eso es bueno que escribamos en la prensa”.

Mishra lleva razón, pero solo en parte: no creo que España sea el mejor país del mundo; lo que pasa es que somos mucho más críticos con nuestros propios países que con los ajenos, cuyos defectos detectamos con menos facilidad, y nos irritan menos. Pero, aunque suene a apologia pro domo sua, no me parece malo que los escritores escribamos en los periódicos. Insisto en lo elemental: la palabra “política” viene de “polis”, que en griego significa más o menos “ciudad”, y la ciudad es de todos, incluidos los escritores; la palabra “democracia” significa en griego “poder del pueblo”, y el pueblo somos todos, incluidos los escritores. Por eso está bien que participemos en el debate público: porque, además de escritores, somos ciudadanos, y porque es bueno que los ciudadanos intervengamos en el debate público; mejor dicho: no existe democracia digna de tal nombre sin que lo hagamos. De la manera que sea: escribiendo artículos, discrepando o mostrándonos de acuerdo con esos artículos, opinando en las redes sociales, manifestándonos por la calle. En el encuentro de Roma, que estuvo casi monopolizado por escritores anglófonos, la atmósfera era de un pesimismo espoleado por la presidencia de Donald Trump y los crímenes de Gaza. En determinado momento la novelista británica Zadie Smith dijo que nuestras democracias han fracasado, que la gente está decepcionada de ellas; es verdad (y por eso triunfa por todas partes el populismo); pero, de nuevo, solo es verdad en parte: quienes nacimos en una dictadura sabemos que hay diferencia entre una dictadura y una democracia, y que la peor democracia es mil veces mejor que cualquier dictadura, entre otras razones porque una democracia, por pobre y defectuosa que sea, es perfectible, infinitamente perfectible, y perfeccionarla depende de nosotros, lo cual significa que las democracias no han fracasado, o que todavía podemos impedir que fracasen. En otro momento, la novelista turca Ece Temelkuran argumentó que, para los amos del mundo actual —los Trump, Musk, Zucker­berg, Bezos—, nosotros, los ciudadanos de a pie, no existimos; mucho me temo que esto es verdad sin más. Pero el caso es que sí existimos: la prueba es que aquí está usted, leyendo este artículo, y aquí estoy yo, escribiéndolo. Y es cierto que yo, en mis novelas, no puedo decir ni Sí ni No (las novelas lo tienen prohibido: las novelas dicen Sí y No al mismo tiempo, dicen que don Quijote está loco, pero no está loco, que es ridículo, pero también heroico); en este artículo, en cambio, sí puedo decirlo: hay que parar a los amos del mundo, hay que parar el genocidio en Gaza, hay que parar la agresión imperial en Ucrania. No sirve de nada, por supuesto, salvo para que usted esté de acuerdo o en desacuerdo; pero incluso su desacuerdo es una forma de acuerdo, de solidaridad entre nosotros. Y esa solidaridad, por poco que sea, es mucho.

Para eso escribimos en los periódicos: para no sentirnos solos, para dejar constancia de que continuamos existiendo, de que esto es cosa de todos. Para eso escribimos y para eso leemos; por lo mismo que nos reunimos un puñado de escritores en Roma: para no andar por el mundo sintiéndonos sometidos. Para oponer resistencia. Javier Cercas es escritor y miembro de la Real Academia Española.





















[ARCHIVO DEL BLOG] UN CIELO TAN LÍMPIDO. PUBLICADO EL 16/04/2020











¿Lecciones del sabio virus?, se pregunta en el A vuelapluma de hoy [Lecciones del sabio virus. El País, 15/4/2020] el escritor Manuel Jabois: ninguna, responde. "Hace unos días, -comienza diciendo Jabois- el periodista Nacho Carretero publicó en Twitter una foto del cielo de Madrid. Era un cielo tan azul y limpio que al fondo se podían ver las cumbres nevadas de la sierra. Era algo aún peor: una foto bella. Ya saben que entre tanta muerte y tanto dolor, la belleza siempre produce “una cierta cosa extraña”, que es lo que dijo Pla a Pániker con la misma soltura que un Meursault: “Mi madre murió hace 15 días, y esto, claro, siempre produce una cierta cosa extraña”. A Carretero le dijeron que la foto no venía a cuento y él tuvo que explicar que su posición editorial respecto a su propia foto no era la de mantener ese cielo limpio “cueste lo que cueste”. Hay pocas cosas más periodísticas que contar, en tu perfil sobre un asesino en serie, que el hombre promovía la caridad, defendía a los más débiles y ayudaba a cruzar la acera a los ciegos. De ahí a titular Un gran hombre querido por todos hay un trecho, del mismo modo que se puede decir que un mundo sin contaminación es un mundo mucho más bello y más limpio, pues como el mundo se ha vaciado de gente, el aire se ha vaciado de mierda, sin que eso signifique que la noticia más importante de la Covid-19 sea el paisaje, ni que haya que programar más pandemias.
Al menos todavía no estamos tan acostumbrados a la contaminación como para salir a la calle, ver el cielo tan claro y que se nos doblen las rodillas de miedo, del mismo modo que hay belleza en una playa vacía un día de sol, pero si te dicen que ese día de sol es el 18 de julio de 1936 la belleza se convierte en terror, como sabe Manuel Rivas.
Y sin embargo, poco a poco y sin darnos cuenta, el virus ha traído consigo un fenómeno inesperado: lecciones. Se supone que, si lo sobrevivimos, hay que aprender de él. Lecciones a partir de pequeñas noticias positivas que, reunidas, nos dan la oportunidad de cambiar: no era un virus, era un coach. Hasta Ricardo Darín se ha sumado al decir que la economía se tambalea porque consumimos cosas que no necesitamos, como si estrictamente necesitásemos algo más que agua, techo y pan. Qué economía se tambalea, ¿la de Amazon, especialista en productos de primera necesidad? ¿Por qué no vamos a poder disfrutar de lo que no necesitamos, pero nos apetece disfrutar o aspirar a disfrutarlo?
Más allá de esto, lo cierto es que desde los primeros días se produjo una especie de movimiento terapéutico que venía a contextualizar el virus, con lo que eso supone, cuando no directamente descargarlo de responsabilidad, que por supuesto era nuestra.
Y así, el virus lo mismo nos mata o nos encierra en casa que nos enseña cosas de la Tierra, expresa la cólera de Dios, nos habla de nuestro estilo de vida, nos señala la economía, nos reorganiza como sociedad, nos ha salido ecofriendly y promueve ahorro de energía, es un virus anticapi y, al mismo tiempo, un virus facha que le dice al feminismo las únicas prioridades sociales: las pandemias, los meteoritos y los terremotos. Un virus que, en esta carrera enloquecida de desencriptadores ideológicos, hará campaña electoral en las próximas generales para contarnos lo que debemos hacer para que no vuelva, como cuando ETA nos señalaba, generosa, el camino de la paz". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, 12 DE OCTUBRE, DE JORGE GUILLÉN

 







12 DE OCTUBRE


-España quiso demasiado (Nietzsche)
-L'affannosa grandiosità della Spagna (Croce)



-Esa España que quiso demasiado
Con grandeza afanosa y tuvo y supo
Perderlo todo ¿se salvó a sí misma?

-De su grandeza queda en las memorias
Un hueco resonante de Escoriales,
De altivos Absolutos a pie firme.

-No, no. Más hay. Desbarra el plañidero.
Hubo ardor ¿Hay cenizas? Una brasa.
Arde bien. Arde siempre.




JORGE GUILLÉN (1893-1984)
poeta español



















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MARTES, 8 DE JULIO DE 2025

 







































 










lunes, 7 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY LUNES, 7 DE JULIO DE 2025






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 7 de julio de 2025. Para el líder republicano, quien puede definir al enemigo puede mantenerse en el poder; por eso él habla de la inmigración como una invasión, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el historiador estadounidense Timothy Snyder. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2008, HArendt daba por concluida la polémica desatada por el asunto del Manifiesto sobre la lengua española diciendo que si el otro día había puesto sendos artículos de Félix de Azúa y Fernando Savater a favor del mismo, hoy lo hacía con otros dos en contra, que no eran de unos cualquiera, sino de Xosé Luis Barreiro y Gonzalo Pontón. El poema del día es hoy el famosísimo El mañana efímero, del poeta Antonio Machado, musicado por Joan Manuel Serrat, que comienza así: La España de charanga y pandereta,/cerrado y sacristía,/devota de Frascuelo y de María,/de espíritu burlón y de alma quieta,/ha de tener su mármol y su día,/su infalible mañana y su poeta. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt

















DEL EJÉRCITO DE TRUMP

 









Para el líder republicano, quien puede definir al enemigo puede mantenerse en el poder. Por eso él habla de la inmigración como una invasión, escribe en El País [¿El ejército de Trump?, 03/07/2025] el historiador estadounidense Timothy Snyder. Es una realidad que los regímenes autoritarios se mantienen o caen por la lealtad de las fuerzas de seguridad, y el presidente estadounidense, Donald Trump, ha dejado poco librado al azar desde su regreso a la Casa Blanca, comienza diciendo Snyder. Su secretario de Defensa, Pete Hegseth, purgó inmediatamente a media docena de generales de alto rango, incluido el jefe del Estado Mayor Conjunto, y a principios de mayo ordenó una reducción del 20% en el número de generales de cuatro estrellas y un recorte del 10% en generales de rango inferior.

Pero fue un discurso a las tropas un mes después, en una base con el nombre de un general confederado, lo que expuso más claramente la concepción que tiene Trump de la seguridad nacional y del papel de las fuerzas armadas a la hora de garantizarla. No hizo ninguna referencia al mundo actual, no abordó ningún interés común estadounidense que pudiera hacer necesaria la defensa nacional, y no expresó ninguna preocupación por las amenazas de China o la invasión rusa de Ucrania. Y mientras que los presidentes estadounidenses suelen hablar del heroísmo individual como prueba de un país digno de ser defendido, Trump no dijo nada sobre derechos constitucionales tan preciados como la libertad de expresión y de reunión, y ni una palabra sobre la democracia. Estados Unidos no figuró en el discurso de Trump.

En su lugar, Trump utilizó la historia militar estadounidense para promover un culto a sí mismo. Los grandes logros en el campo de batalla se convirtieron en hazañas realizadas para el placer de un líder que luego las invoca para justificar su propio poder permanente. La gloria militar se convierte en un espectáculo al que el líder puede inyectar cualquier significado.

Ese es el principio fascista que Trump entiende. Toda política es lucha, y quien puede definir al enemigo puede mantenerse en el poder. Pero mientras que los fascistas históricos tenían un enemigo externo y uno interno, Trump solo tiene un enemigo interno. Por eso, inmediatamente después de sumarse a los ataques de Israel contra Irán, se apresuró a declarar la victoria —y el alto el fuego—. El mundo es demasiado para él. El ejército solo sirve para dominar a los estadounidenses.

El enemigo fue identificado en la comparación que hizo Trump entre la captura de inmigrantes indocumentados por parte de estadounidenses en 2025 y la valentía que demostraron generaciones anteriores al luchar en la Guerra de la Independencia, las dos guerras mundiales, Corea o Vietnam. Atacar una trinchera o saltar de un avión es, por supuesto, muy diferente a atacar en grupo a un estudiante de posgrado o acosar a una costurera de mediana edad. Pero aquí vemos el propósito de Trump: preparar a los soldados estadounidenses para que se consideren héroes cuando participen en operaciones domésticas contra personas desarmadas, incluidos ciudadanos estadounidenses.

En su discurso, Trump se retrató a sí mismo como algo más que un presidente. Se burló repetidamente de su predecesor (“¿Creen que esta multitud se habría presentado por Biden?”), convocando a los soldados a desafiar la idea fundamental de que su servicio es a la Constitución, no a una persona. Esta personalización sin precedentes de la presidencia sugiere que la autoridad de Trump se basa en algo más que una elección, algo como el carisma individual o incluso el derecho divino. Los soldados deben seguir a Trump porque él es Trump.

La mayoría de los estadounidenses se imaginan que el ejército está aquí para defendernos, no para atacarnos. Pero Trump aprovechó la ocasión para incitar a los soldados a abuchear a sus compatriotas, a unirse a él en la burla de los periodistas, un control crítico de la tiranía que, como los manifestantes, están protegidos por la Primera Enmienda de la Constitución. Trump les estaba enseñando a los soldados que la sociedad no importa, y que la ley no importa. Solo él importa, y “ama” tanto a los soldados que “les vamos a dar un aumento generalizado”. Así le habla un dictador a un guardia de palacio o a un paramilitar.

Asistimos a un intento de cambio de régimen, plagado de perversidades. Tiene un componente histórico: debemos celebrar a los traidores confederados como Robert E. Lee, que se rebelaron contra Estados Unidos en defensa de la esclavitud. Tiene un componente fascista: debemos abrazar el momento actual como una excepción, en la que todo se le está permitido al líder. Y, por supuesto, tiene un componente institucional: los soldados deben ser la vanguardia de la desaparición de la democracia, cuyo trabajo es oprimir a los enemigos elegidos por el líder, dentro de Estados Unidos.

Describir la inmigración como una “invasión”, como hizo Trump en su discurso, pretende difuminar la distinción entre la política de inmigración de su Administración y una guerra exterior. Pero también pretende transformar la misión del ejército estadounidense. Si los soldados y otras personas están dispuestos a creer que la inmigración es una “invasión”, verán a quienes no estén de acuerdo como enemigos. Y esto es exactamente lo que Trump trató de lograr cuando retrató a los funcionarios electos en California como colaboradores en “una ocupación... por invasores criminales”.

El ejército estadounidense, como otras instituciones estadounidenses, incluye a personas de diversos orígenes. Depende en gran medida de afronorteamericanos y no ciudadanos. Intentar transformarlo en un culto a la Confederación y en una herramienta para perseguir a los inmigrantes provocaría grandes fricciones y dañaría gravemente su reputación, especialmente si soldados estadounidenses matan a civiles estadounidenses. (También existe el riesgo de que provocadores, incluso extranjeros, intenten matar a un soldado estadounidense).

Trump acogería y explotaría este tipo de situaciones. Quiere cambiarlo todo. Quiere un ejército que sea un paramilitar personal. Quiere que la vergüenza de nuestra historia nacional se convierta en nuestro orgullo. Quiere transformar una república en un régimen fascista en el que su voluntad sea ley.

¿Pero qué quieren los soldados estadounidenses? El discurso de Trump fue un acontecimiento muy bien organizado, con miembros del público seleccionados en función de sus opiniones políticas y su aspecto físico. Cuatro días más tarde, sin embargo, el desfile militar que Trump organizó en Washington —en honor del 250 aniversario del Ejército y de su propio cumpleaños— fue ampliamente catalogado como un “fracaso”, en el que unos 6.600 soldados en uniforme de combate caminaron, no desfilaron, ante una escasa multitud. No fue un espectáculo de gloria militar, no fue Pyongyang ni la Plaza Roja.

Yo no estaba allí. Como al menos otros cuatro millones de personas en Estados Unidos ese día, yo estaba en una de las concentraciones “No a los reyes” en contra de Trump celebradas en unas 2.100 ciudades y pueblos de todo el país. Fue la mayor protesta política de un solo día en la historia de Estados Unidos, eclipsando la asistencia al desfile de Trump y demostrando que una democracia solo existe si existe un pueblo, y un pueblo solo existe cuando los individuos son conscientes unos de otros y de su necesidad de actuar mancomunadamente. Esta conciencia es el peor enemigo de Trump. Timothy Snyder es profesor de Historia en la Universidad de Toronto. Su último libro es Sobre la libertad (Galaxia Gutenberg).
























[ARCHIVO DEL BLOG] LAS LENGUAS DE MI PATRIA. PARADA Y CIERRE. PUBLICADO EL 14/07/2008











Concluyo con este comentario cualquier alusión más a la polémica desatada por el asunto del Manifiesto sobre la lengua española. Si el otro día puse sendos artículos de Félix de Azúa y Fernando Savater a favor del mismo, hoy lo hago con otros dos en contra. No son de unos cualquieras: Xosé Luis Barreiro ("Hablando de imposiciones", La Voz de Galicia, 14/07/08) es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Santiago de Compostela y fue consejero de la Presidencia del gobierno de Galicia con el PP; Gonzalo Pontón ("Dame la lengua", El País, 14/07/08) es director general de la Editorial Crítica, de Barcelona, desde 1976.
Dice Barreiro: Cuando era pequeño me impusieron el castellano. En esa lengua, que en Forcarei no hablaba nadie, me enseñaron el Padrenuestro, la geografía y el teorema de Pitágoras. En esa lengua me obligaron a hablar con el médico, el farmacéutico y el cura, porque el juez, don Sabino Mariño, era el único titulado que hablaba gallego con los niños. Para ser experto en castellano estudié Gramática, Literatura y Lingüística. Y, para entrar con éxito en el seminario, también aprendí las famosas reglas ortográficas de Miranda Podadera, hasta saber, por ejemplo, que se escriben con b todas las palabras que empiezan por ca-, menos cavia, caviar, caví, caverna, cavatina, cava y cavacote.
El gallego, en cambio, no me lo impuso nadie. Lo hablo porque lo hablaban mis abuelos y mis padres, porque en Forcarei jugábamos en gallego, y porque la gente creía que hablar castellano, si no tenías el don de una carrera mayor, era un artificio señoritil y un tanto desleigado . Nadie me enseñó a rezar en gallego, ni a hacer en mi lengua la regla de tres. Para cumplimentar con éxito mi currículo preuniversitario no tuve obligación de saber que el gallego tenía una literatura muy vieja y muy digna que formaba parte importante de la historia de España y Portugal. Y por eso hablo mejor el castellano que el gallego, en el que cometo faltas de ortografía y léxico que los chicos de ahora, gracias a la escuela, ya no cometen.
No voy a volver otra vez sobre la estéril polémica de los manifiestos, las obligaciones curriculares y la escuela. Lo que sí quiero decirles es que nunca estuve traumatizado por el hecho de que me impusiesen el castellano, que amo esta lengua tanto como puedan amarla en Valladolid, y que reconozco en ella todos los fundamentos de una estética literaria y poética que el castellano sigue alimentando -desde Gonzalo de Berceo hasta hoy- con aportaciones de validez mundial.
Lamento mucho, en cambio, que no me hubiesen impuesto el gallego, que no me hubiesen obligado a estudiar su ortografía y su literatura, y a valerme de él para viajar por el cine, los deportes y la teología de la liberación. Y también lamento que, en la diglosia propia del tiempo de mi niñez, tardase tanto tiempo en saber que «Padre nuestro» y «Noso pai» decían lo mismo, aunque yo utilizase lo primero para referirme a Dios y lo segundo para referirme al cartero de Forcarei.
Por lo que a mí respecta se pueden firmar manifiestos en todos los sentidos. Pero quiero que sepan que lo que a mí me impusieron -gracias a Dios- fue el castellano. Y que si algo lamento es que no me hayan impuesto, en la escuela, el gallego que habla mi mamá. Porque, como niño que era, tenía pleno derecho a esa imposición.
Y Pontón, por su parte, dice así: Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por el silencio de los intelectuales. Pero, para general alivio, acaban de pronunciarse públicamente en un Manifiesto por la lengua común porque les preocupa el papel del castellano como lengua principal de comunicación democrática (sic). Si a Unamuno le dolía España, a ellos les duele la lengua.
El Manifiesto lo han firmado "espléndidos personajes", como dice don Gregorio Salvador, que es académico de la Lengua y sabe de estas cosas. Además de los personajes de don Gregorio, yo incluso conozco a personas que también lo han firmado. Otras se han echado a los papeles. Doña Laura Campmany ha escrito en Abc (que, según decían Tip y Coll, es como un periódico) que en algunas comunidades autónomas se alienta el desprecio al castellano y se fomenta su olvido: "Apadrine su acento, cultive su elegancia... y escójalo en el baile de pareja", nos implora.
Don Manuel Jiménez de Parga (¿Se acuerdan? El de los andaluces limpios y los catalanes guarros) nos exhorta a afianzar el sentimiento nacional, hace votos porque en el siglo XXI "los provincianismos y los localismos aldeanos" no tengan futuro y nos advierte de que existen "personas de gran prestigio preocupadas por lo que ocurre con el castellano en Cataluña, en el País Vasco, en Baleares y en Galicia".
Y no sólo personas de gran prestigio, don Manuel, oiga. Yo mismo, sin ir más lejos, ando en un sinvivir por las agresiones del euskera, el gallego y el catalán (no entro en lo del balear porque no lo domino). Si regresa usted a Barcelona sólo oirá hablar en catalán: en las casas, en la escuela, en el trabajo, en la calle, en los mercados, en las farmacias (allí vendemos, siempre en catalán, crema protectora antisolar y paracetamol); en la TV (estoy abonado a la cadena catalana Digital Plus y puedo ver más de 200 canales, todos en catalán); en los anuncios (Don't imitate, Innovate); en el lenguaje deportivo (corner, gol, penalti); en las discotecas (birra, chati, farlopa, segurata)...
También me preocupa y mucho, como a los abajo firmantes, la rotulación de las vías públicas. Los catalanes hemos llegado al extremo de escribir exclusivamente en catalán los nombres de calles y plazas. Por ejemplo: hemos puesto a nuestra calle más importante el nombre de la línea imaginaria que divide a una circunferencia. Así: Diagonal, sólo en catalán. A otra muy antigua la llamamos Gran Via, también en catalán. Y lo que es más, el rótulo que orienta hacia el edificio más emblemático de Barcelona, el que tanto le gustaba a Engels, sólo está escrito en catalán: La Sagrada Família. Pero lo peor viene al tratar de salir de la ciudad, porque en los carteles de señalización sólo se puede leer Autopista (y en esto El Perich tuvo mucha culpa), Ronda o Aeroport.
Hasta yo mismo sufro la agresión del catalán en mis carnes: a mí, que me llamo Gonzalo, me llaman Gonçal, que ya son ganas de despistar poniéndole una coma a la "c". Lo mismo pasó hace ya años con la movida musical catalana llamada la nova cançó. Como entonces me preguntaba la gente, con razón: "Oye, ¿y eso del canco qué es?". Parecía una enfermedad venérea. Además de la dichosa "c" con la comita, el catalán (una lengua dificilísima e ignota, desde luego indoeuropea pero con aportaciones fenicias) tiene ocho vocales, un chorro de consonantes y una flexión nominal endiablada de siete casos, más un ablativo instrumental y otro absoluto. La conjugación verbal no es tan difícil, si no fuera por los verbos polirrizos y por la particularidad de que las formas bisilábicas del infinitivo se usan con valor de aoristo. Claro que el marcado hipérbaton tampoco ayuda mucho. Es mucho más fácil para los inmigrantes subsaharianos aprender la lengua oficial y común, el castellano, que a fin de cuentas deriva del latín.
No puedo estar más de acuerdo con la afirmación: "Contar con una lengua política común es una enorme riqueza para la democracia". Pero es que, además, yo añadiría al Manifiesto el reconocimiento que se debe a la enorme generosidad con que Castilla nos ha dado su lengua. Cuando ésta era camarada del imperio, a los castellanos (que te llevaban a la hoguera por un quítame allá esas filacterias) bien que les gustaba darle la lengua a las Indias. Aún hoy, los latinoamericanos más reacios a agradecer la misión civilizadora de la madre patria acaban confesando, como Neruda, que era un rojo, que sí, que Castilla les dio la lengua.
Y en cuanto a la lengua vehicular en la educación, es claro que los padres tenemos todo el derecho a decidir en qué lengua han de estudiar nuestros hijos. Es más: los padres analfabetos de lengua castellana tienen que tener la libertad de exigir que sus hijos sean analfabetizados en lengua castellana, y los padres antropófagos de lengua castellana tienen todo el derecho a pedir que sus hijos se eduquen en el canibalismo en lengua castellana. Si la lengua vehicular en la escuela es exclusivamente el catalán, los niños no tendrán ninguna posibilidad de aprender castellano, porque cuando lleguen a su casa hablarán con sus padres sólo en catalán, verán la tele en catalán y le darán a la play station exclusivamente en catalán. Situación de por sí agravada por las canguros que les cuidan, todas procedentes de la Garrotxa o del Solsonès. Como es bien sabido, cuando un cerebro infantil se conforma a la estructura gramatical del catalán, ese cerebro queda automáticamente incapacitado para aprender cualquier otra lengua, porque los niños no tienen ninguna capacidad lingüística innata, sino que aprenden la lengua mecánicamente (Descartes, Leibniz, Humboldt o Chomsky sostenían todo lo contrario, pero no eran intelectuales españoles ni les dolía la lengua).
Aunque eso de que "la lengua castellana es la única cuya comprensión puede serle supuesta a todos los ciudadanos españoles" no lo veo claro, la verdad. Tiene toda la razón doña Laura en que hay que "apadrinar su acento", pero ¿cuál? ¿El del señor Zapatero "Ahora voy de Cádiz a Valladoliz sin parar en la ciudaz de Madriz"?; ¿el del señor Bono "El cajtellano o ejpañol ej la lengua d'Ejpaña"?
Y en cuanto a "cultivar su elegancia", ¿cuál? ¿La del castellano de la Guardia Civil "sesientencoño"?; ¿la de los personajes forgianos "Sincreíble, oyes"?; ¿la de los botelloneros "Sa caío del amoto porque llevaba enchegao el arradio y sarrancao la canne de la pienna"? O, quizá, dado que "nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero", ¿deberíamos echar mano del castellano de América? ¿Tal vez el pequeñoantillano "La mujel del yanitol me consiguió el rilif"?; ¿el granantillano "Lo jodieron tanto que se sacó el mandao con jolongo y tó"?; el de Nueva España "Te pudo cargar la chingada nomás conque te hubieras parado, cabrón. Órale güey"?; ¿el rioplatense "La milonga déle loquiar, y déle bochinchar. Linda al ñudo la noche"? ¿Y el castellano nuestro, el de los catalanes "Contrariamente al Madrit, en el Barça tenemos jugadores de blancos y de negros, y a más a más, tenemos de suplentes"? España: dame la lengua, que quiero bailar contigo. 
A mi se antoja una polémica estéril promovida malintencionadamente, y secundada, quiero suponer que con buena fe, por parte de algunas buenas personas. Creo que con ella hemos perdido todos. Yo, desde luego, la doy por cerrada definitivamente en este blog. HArendt


















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, EL MAÑANA EFÍMERO, DE ANTONIO MACHADO

 








EL MAÑANA EFÍMERO


La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.

En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.


ANTONIO MACHADO (1875-1939)
Poeta español