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miércoles, 6 de diciembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Oscurecimiento", de Antonio Di Benedetto





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de píldoras literarias con el relato titulado Oscurecimiento, del periodista y escritor argentino Antonio Di Benedetto (1922-1986).  Benedetto comenzó a estudiar Derecho pero luego se dedicó al periodismo, llegando a ser subdirector del diario Los Andes. Con los años se convirtió en un editor de noticias reconocido por su oposición a la censura. 

Comenzó a escribir en su adolescencia, inspirado por autores como Fiódor Dostoyevski y Luigi Pirandello y llegó a ocupar un lugar sobresaliente en la narrativa contemporánea argentina, por su estilo conciso y muy personal, por su inventiva, por su capacidad de crear personajes que sentimos latir y su deseo de remodelar el mundo poéticamente.

Durante la última dictadura cívico-militar fue perseguido, encarcelado y torturado. Excarcelado en septiembre de 1977, quedó anímicamente destrozado.

Les dejo con su relato. Fue publicado en la obra Cuentos del exilio (1983), tiene quince palabras y dice así:


OSCURECIMIENTO
por 
Antonio Di Benedetto

El suicida se cuelga del cuello 
con el cable telefónico. 
La ciudad queda a obscuras.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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viernes, 24 de noviembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "De escaquística", de Juan José Arreola





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 



Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado De escaquística, de Juan José Arreola (1918-2001), escritor, académico, traductor y editor mexicano. De formación autodidacta, desempeñó los más diversos oficios a lo largo de su vida. Arreola pertenece a la generación del 50, que incluye a autores como Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Ernesto Cardenal, Jaime Sabines, Juan Rulfo, Rubén Bonifaz Nuño. Gracias a obras como Confabulario (1952) Bestiario (1959) y La Feria muy divertida (1963) se le considera como uno de los impulsores más importantes del cuento fantástico contemporáneo en México así como uno de los máximos exponentes de la minificción latinoamericana, junto con Julio Torri y Augusto Monterroso.

Les dejo con su relato. Fue publicado en la obra Minificción mexicana, de Lauro Zavala. Tiene catorce palabras, y dice así:


DE ESCAQUÍSTICA
por 
Juan José Arreola

La presión ejercida sobre una casilla, 
se propaga en toda
 la superficie del tablero.




Fotograma de El séptimo sello, de Ingmar Bergman (1957)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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sábado, 11 de noviembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Huida", de Ricardo Reques





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción en los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Huida, de Ricardo Reques, científico y escritor español. Desde niño sus dos pasiones, la ciencia y la literatura, han ido en paralelo y eso se refleja en muchos de sus escritos. Ha publicado numerosos artículos científicos y técnicos en revistas internacionales y es autor de varios libros y otras publicaciones de carácter técnico y divulgativo. 
En el ámbito literario, tiene microcuentos publicados en 2001 en el libro Galería de Hiperbreves (editorial Tusquets), un cuento infantil y varios relatos en distintas antologías. Huida, ha sido publicado en Galería de hiperbreves (2001). Tiene dieciséis palabras y dice así:



HUIDA
por
Ricardo Reques

Antes de caer pude ver 
cómo mis sueños se 
escapaban rápidamente 
por los pasillos del metro.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 31 de octubre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "El globo", de Miguel Saiz Álvarez





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado El globo, del escritor español Miguel Saiz Álvarez, publicado en Galería de hiperbreves (2001). Tiene quince palabras y dice así:



EL GLOBO
por 
Miguel Saiz Álvarez

Mientras subía y subía, 
el globo lloraba al ver 
que se le escapaba el niño.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 18 de octubre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Lengua de víbora", de Jaime Valdivieso






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Lengua de víbora, de Jaime Valdivieso (1929)Profesor de Literatura y escritor. Ha sido profesor en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional de México (UNAM) y titular de la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Houston, Texas. Galardonado con los premios Gabriela Mistral y Alerce, ha publicado más de veinticinco libros.

Les dejo con su Lengua de víbora, publicado por Juan Armando Epple en Brevísima relación del cuento breve de Chile. Tiene catorce palabras y dice así: 



LENGUA DE VÍBORA
por 
Jaime Valdivieso



No tuvo que apretar 
el gatillo: bastó que lo forzara 
a morderse la lengua.








Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 4 de octubre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Don Juan y las mujeres", de Marco Denevi





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Don Juan y las mujeres, de Marco Denevi (1922-1998). Escritor y dramaturgo argentino, irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años con Rosaura a las diez que gana en 1955 el Premio Kraft y se convierte de inmediato en un gran éxito. Dos años después escribe para el teatro con Los expedientes, con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, traducido a varios idiomas y adaptado cinematográficamente en 1968. , en Reino Unido. Sobre su estilo se ha escrito que sus personajes bordean lo estrafalario, la ambigüedad de la percepción y el conocimiento, el predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Practicó el periodismo político y fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, entidad que promovió para incentivar la inquietud cívica. En 1994 recibió el Premio de novela Konex. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.


 Les dejo con su Don Juan y las mujeres, publicado en "Parque de diversiones" (1970). Tiene doce palabras y dice así: 



DON JUAN Y LAS MUJERES
por 
Marco Denevi

A ninguna le disgusta tener antecesoras 
a condición de no tener sucesoras.




Dibujo de ETZ



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martes, 26 de septiembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "De John Donne", por Juan José Arreola





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado De John Donne, de Juan José Arreola Zúñiga (1918-2001), escritor, académico y editor mexicano. Comenzó su carrera de escritor a los 31 años. En 1948, gracias a Antonio Alatorre, encontró trabajo en el Fondo de Cultura Económica como corrector y autor de solapas. Obtuvo una beca en El Colegio de México gracias a la intervención de Alfonso Reyes. Su primer libro de cuentos Varia invención, apareció en 1949, editado por el FCE. Para 1950 comenzó a colaborar en la colección "Los Presentes" y recibió una beca de la Fundación Rockefeller. En 1979 recibió el Premio Nacional en Lingüística y Literatura y diez años más tarde el Premio Jalisco de Letras y en 1992 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe "Juan Rulfo". De amplia cultura, la obra de Arreola se caracteriza por una inteligencia profunda y lúdica que juega con los conceptos y las situaciones utilizando símbolos y parodias en textos breves y significativos que rompen las leyes lógicas y naturales en una prosa es de estilo clásico y depurado. En el universo de su obra se rompen las leyes lógicas y naturales.

Les dejo con su De John Donne, publicado en Minificción mexicana, de Lauro Zavala. Tiene catorce palabras y dice así: 



DE JOHN DONNE
por

El espíritu es solvente de la carne. 
Pero yo soy de tu carne indisoluble.




Mujer sentada, de Pierre-Auguste Renoir


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sábado, 16 de septiembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Prueba de vuelo", de Eugenio Mandrini





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Prueba de vuelo, de Eugenio Mandrini (1936), escritor y poeta argentino. La llave secreta de Eugenio Mandrini, uno de los grandes cultivadores actuales del microrrelato hispanoamericano, es bifronte: causa placer y al tiempo produce estupor, una mezcla no demasiado común de precisión narrativa con encantamiento poético. Se trata, por tanto, de intentar llegar a esa frontera donde el autor y el lector se funden para hacer de la literatura otro modo de imaginada locura, quizás otro posible camino de salvación. Estas criaturas —le dice Mandrini al lector cómplice— pueden ser tuyas, pero atrévete a no cerrar los ojos. Saltan. Enceguecen. Golpean con manos de caricia. Vuelven. Les dejo con su Prueba de vuelo, publicado en Galería de hiperbreves (2001). Tiene quince palabras y dice así: 



PRUEBA DE VUELO
por
Eugenio Mandrini

Si evaporada el agua
el nadador todavía se sostiene,
no cabe duda: es un ángel.





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jueves, 7 de septiembre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Urdimbre", de Orlando E. Van Bredam






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 


Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Urdimbre, de Orlando E. Van Bredam (1952), escritor, ensayista y docente argentino, catedrático de Teoría Literaria y Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional de Formosa, Argentina. Ha sido incluido en dos antologías nacionales de cuentos en las que destacan sus microrrelatos Las armas que carga el diablo y Desde el pozo. Fue finalista del Premio Clarín Alfaguara de novela. En 2007 ganó el prestigioso Premio Emecé Editores por Teoría del desamparo.


Les dejo con su minirrelato Urdimbre, publicado en La vida te cambia los planes (1994). Tiene diecisiete palabras y dice así: 



—¿Tu marido es celoso? 
—preguntó él.
—Sí. Mi marido es el oso que viene ahí 
-respondió ella.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 31 de agosto de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "100", de Ana María Shua






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado 100, de la escritora argentina Ana María Shua (1951). Comenzó a publicar a los 16 años, con su libro de poemas El sol y yo. En 1973 obtuvo el título de Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Vive en París entre 1975 y 1977. En 1980 ganó el premio de la editorial Losada por su primera novela Soy paciente. Al año siguiente apareció su primer libro de cuentos Los días de pesca. En 1984 tuvo su primer éxito de venta con Los amores de Laurita, y en ese mismo año pudo publicar La sueñera (microrrelatos), que había empezado a escribir diez años antes. En 1994 obtuvo una beca Guggenheim para escribir su novela El libro de los recuerdos, sobre una familia judía en la Argentina. Ha trabajado como periodista, publicista y guionista de cine, adaptando algunas de sus novelas. Su novela La muerte como efecto secundario (1997) integró la lista de las cien mejores novelas publicadas en lengua española en los últimos veinticinco años, según el Congreso de la Lengua Española celebrado en Cartagena de Indias en 2007. Ha escrito también literatura infantil, publicada en todo el ámbito de la lengua española, recibiendo numerosos galardones internacionales. Sus cuentos y microrrelatos figuran en antologías publicadas en todo el mundo.

Les dejo con su minirrelato 100, publicado en La sueñera (1996). Tiene diecisiete palabras y dice así: 


Mientras Aladino duerme, 
su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. 
En esas condiciones, 
¿qué genio podría resistirse?





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Entrada núm. 3782
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