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miércoles, 18 de octubre de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Lengua de víbora", de Jaime Valdivieso






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Lengua de víbora, de Jaime Valdivieso (1929)Profesor de Literatura y escritor. Ha sido profesor en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional de México (UNAM) y titular de la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Houston, Texas. Galardonado con los premios Gabriela Mistral y Alerce, ha publicado más de veinticinco libros.

Les dejo con su Lengua de víbora, publicado por Juan Armando Epple en Brevísima relación del cuento breve de Chile. Tiene catorce palabras y dice así: 



LENGUA DE VÍBORA
por 
Jaime Valdivieso



No tuvo que apretar 
el gatillo: bastó que lo forzara 
a morderse la lengua.








Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 15 de agosto de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "El viejo y el mar", de Juan Armando Epple






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado El viejo y el mar, del chileno Juan Armando Epple, nacido en Osorno, Chile, en 1946, y residente en la ciudad de Eugene, Oregon, en los Estados Unidos. En relación a la microficción, ha editado las antologías Microquijotes (2005), Cien microcuentos chilenos (2002), Brevísima relación. Nueva antología del microcuento hispanoamericano (1999), Para empezar. Cien microcuentos hispanoamericanos (1990) [con Jim Heinrich], y fue coeditor de Los mundos de la minificción.

Les dejo con su minirrelato El viejo y el mar, editado en Con tinta sangre en 1999. Tiene trece palabras y dice así: 



EL VIEJO Y EL MAR
por
Juan Armando Epple


Lo desgastan los años 
y lo mantiene a flote 
el sueño del oficio.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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