miércoles, 30 de abril de 2025

De las entradas del blog de hoy miércoles, 30 de abril de 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 30 de abril de 2025. Puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie, se dice en la primera entrada del blog de hoy, salvo con uno mismo. La segunda es un archivo del blog de mayo de 2017 en la que se comentaba que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, siempre fingía apuntar a un blanco cuando disparaba a otro. El poema de hoy en la tercera se titula La sangre que corre entre mis muslos, es de la poetisa finlandesa Matilda Södergrand, y comienza con estos versos: La sangre que corre entre mis muslos se convierte/en piel humana, me reduce. No soy una persona./Me preparo para él y su cohorte,/me hago bebible. Aireo el humus. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt










De la envidia y la felicidad

 






Puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie, salvo con uno mismo, comenta en El País [Por qué no somos felices, 26/04/2025].  En una entrevista reciente, comienza diciendo Cercas, Eduard Fernández confiesa: “Me gustaría no ser envidioso, pero no lo conseguiré, así que lo asumes y ya está. Me digo: pero ¿de qué tengo envidia? ¡Si me va muy bien!”. Estas palabras demuestran que, además de ser un gran actor, Fernández debe de ser un tipo valeroso y honesto: hay que serlo para decir una cosa así, porque quien confiesa que envidia confiesa que se siente inferior; también, que no es un hombre particularmente feliz.

No puede serlo un hombre envidioso. En La conquista de la felicidad, Bertrand Russell argumenta que una de las causas fundamentales de nuestra infelicidad es la envidia (otra, añadiría yo, es el miedo: por eso Walter Benjamin escribió que la felicidad consiste en vivir sin temor); el problema es que, igual que nadie es inmune al miedo, nadie es inmune a la envidia, una de las pasiones más arraigadas, sobre todo en sociedades que, como las nuestras, han llevado el espíritu de competición hasta el delirio (o hasta el ridículo). Pero no solo en las nuestras: Russell duda que Simeón el Estilita —quien a principios del siglo V pasó 37 años subido a la minúscula plataforma de una columna— hubiera estado muy satisfecho si se hubiera enterado de que otro santo había pasado más tiempo que él en una plataforma todavía más minúscula. Es una duda razonable. El envidioso no solo desea hacer daño al envidiado y poner en práctica su deseo —sobre todo si puede hacerlo con impunidad—, sino que se hace infeliz a sí mismo; esto emparenta la envidia con el odio: quien envidia, igual que quien odia, es como el que bebe un vaso de veneno creyendo que va a matar a otro; también la emparenta con el odio la insatisfacción crónica de ambos, su avidez universal: como dice Russell, quien desea la gloria puede envidiar a Napoleón, pero Napoleón envidiaba a César, César envidiaba a Alejandro y Alejandro probablemente envidiaba a Hércules, que ni siquiera existió. El cine y la literatura le han dado muchas vueltas a este infortunio. En Amadeus, Miloš Forman dramatizó el calvario que atraviesa un triste, esforzado y mediocre Antonio Salieri a manos de la genialidad precoz, alegre y gamberra de Mozart. Menos conocido, pero no menos memorable, es un relato también protagonizado por músicos, obra de Dino Buzzati: El músico envidioso. En él se refiere la historia de Gorgia, un compositor a quien todo le va tan bien como a Eduard Fernández —es famoso, tiene dinero, goza de buena salud y de excelente reputación—; su desgracia es que padece una envidia tan enfermiza que su mujer y sus amigos, apiadados de él, intentan ocultarle la aparición de un genio musical, y que, cuando el desdichado Gorgia lo descubre, y para colmo resulta que es un compositor de su misma edad, hasta entonces desconocido y despreciado por todos, se sume en una desesperación sin confines. El final del cuento es un retrato del infierno: para Gorgia, “toda alegría había acabado. Ni siquiera podía ofrecer ese dolor suyo a Dios, porque, ante esta clase de dolores, Dios se indigna”. Russell piensa que un antídoto contra la envidia es la admiración: si Salieri y Gorgia hubieran admirado sin reservas a sus dos némesis, no solo hubieran sido menos desdichados; también hubieran sido mejores músicos, porque hubieran podido aprender de la superioridad de sus rivales. Puede ser. Pero también puede ser que el único antídoto eficaz contra la envidia consista en negarse en redondo a competir con nadie. Salvo con uno mismo.

¿Todo es pernicioso en la envidia? ¿Ésta solo acarrea calamidades? Optimista irredento, Russell piensa que no, que la pasión igualitaria, indisociable de la envidia, inspiró la democracia en la Grecia antigua (“Nadie debe sobresalir entre nosotros”, decían los ciudadanos de Éfeso para escándalo de Heráclito) e inspira la democracia y el socialismo modernos. También piensa que la envidia es, en parte, la expresión inevitable de un “dolor heroico” —el dolor de quienes caminamos a ciegas en la noche— y que, para salir de esa oscuridad sin esperanza, el ser humano debe aprender a transcender su yo y a adquirir “la libertad del universo”. Qué envidia. Javier Cercas es escritor y académico de la Real Academia Española.











[ARCHIVO DEL BLOG] De los falsos enemigos. Publicado el 06/05/2017

 





Iglesias siempre finge apuntar a un blanco cuando dispara a otro, escribe en El País [Un falso enemigo, 06/05/2017] el historiador Antonio Elorza. La estrategia de Pablo Iglesias en el tablero político español, comienza diciendo Elorza, repite una y otra vez el sentido de sus jugadas, desde las elecciones de 2015 proclama que su primer objetivo es sacar al PP del poder y a continuación se las arregla para conseguir el resultado opuesto, la consolidación de Rajoy. Obviamente no se trata de votarle, sino de hacer imposible la formación de una alianza alternativa. Es Mélenchon apuntalando a Le Pen. Por buscar un simil futbolístico, Pablo es el delantero que con la defensa enemiga al descubierto y posibilidad de jugada resolutoria, dispara intencionadamente a las nubes y culpa del fiasco a los compañeros de ataque.

Su permanente coartada es que él planteó lo que era necesario hacer, pero el PSOE no le hizo caso, aliándose con Ciudadanos, y sobre todo ignorando la propuesta realizada vía consulta regia -humillación inocente- para una coalición de Gobierno donde Sánchez le entregaría el mando como vicepresidente. Y por si al guiso le faltaba sal, añadió la cal viva en prueba de fraternidad. Su verdadero adversario era el PSOE y por lograr el sorpasso prefería tolerar la supervivencia de Rajoy. Dicho de otro modo, es la táctica del cuco expulsando a sus compañeros de nido, observable también al acercarse a los sindicalistas el Primero de Mayo para robarles cámara.

Cámara ha vuelto a chupar, al montarse sobre el último escándalo de corrupción, con su propuesta de moción de censura, de nuevo cuidándose de ser Él con mayúscula el protagonista, sin contar con los invitados. Al PNV le llegó por email, parece. A nadie le gusta participar como rabo de zorro, así que el fracaso de una acción unitaria resultó de antemano inevitable, a pesar de la urgencia de alcanzar en el Congreso un acuerdo conjunto de críticas y medidas frente al orden corrupto de Rajoy. Pero a Iglesias no le importan los fracasos de la democracia, ni el grado de falsedad que encierran sus falsas evidencias. Para justificar su convocatoria, se llena ahora una y otra vez la boca con la palabra España, mientras secunda la política de Ada Colau, consistente en allegar solapadamente votos a la secesión con la exigencia de un referéndum, que sabe inconstitucional. España y su Constitución nada tienen que ver para este patriota, quien siempre finge apuntar a un blanco cuando dispara a otro.

Los efectos son tanto más graves dado que Rajoy anda empeñado en contrarrestar la acción investigadora de la justicia mediante jueces, fiscales afines, y el propio ministro de Justicia cercenando la acusación popular. Contra ello, la convergencia de los partidos democráticos en un frente anticorrupción es más necesaria que nunca. Podemos tendría ahí su lugar. No es lo suyo. Antonio Elorza es historiador.
















Del poema de cada día. Hoy, "Veri joka juoksee reisieni välissä" / "La sangre que corre entre mis muslos", de Matilda Södergrand

 







VERI JOKA JUOKSEE REISIENI VÄLISSÄ



Veri joka juoksee reisieni välissä muuttuu

ihmisen ihoksi, se pienentää minua. En ole ihminen.

Minä valmistaudun häntä ja hänen joukkoaan varten,

minä teen itseni juotavaksi. Minä tuuletan humuksen.

Minusta tulee korjattava. Minut korjataan.


Minä etsin huonetta jossa lamput

aina ovat sammuksissa.

Minä tunnustelen ihmispäitä ja suita

enkä ole ihminen.


IHuoneen valo käy lävitseni vaihtaessaan väriä.

Hän kiinnittää röntgenkuvani raitiovaunun ikkunoihin.

Hän piirtää vakavuutensa kämmenelleen

ja avaa sen hermostuneena sulkeakseen minut henkäyksellään.

Minä suljen pian hänen turran kämmenensä.

Höyry joka hävittää jäljet.



***



LA SANGRE QUE CORRE ENTRE MIS MUSLOS



La sangre que corre entre mis muslos se convierte


en piel humana, me reduce. No soy una persona.


Me preparo para él y su cohorte,


me hago bebible. Aireo el humus.


Me haré cosechable. Me cosecharán.


 


Busco en la habitación donde las lámparas


siempre están apagadas.


Palpo cabezas humanas y bocas


y no soy humana.


 


La luz de la habitación me traspasa al cambiar de color.


Él fija mis radiografías en las ventanas del tranvía.


Esboza su seriedad en la palma de la mano


y la abre nervioso para encerrarme con su aliento.


Le callaré pronto la palma de la mano entumecida.


Vapor que deshace las marcas.




***



MATILDA SÖDERGRAND (1987)

poeta finlandesa















De las viñetas del blog de hoy miércoles, 30 de abril de 2025

 




























martes, 29 de abril de 2025

De las entradas del blog de hoy martes, 29 de abril de 2025, 542 aniversario de la unión de Gran Canaria a la Corona de Castilla

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 29 de abril de 2025, 542 aniversario de la unión de Gran Canaria a la Corona de Castilla. La calidad de la democracia depende, en gran parte, de la implicación de los ciudadanos en el proceso político, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, pero a pesar de que los valores democráticos siguen gozando de la aceptación general, existe a nivel mundial una creciente insatisfacción con la democracia en sí. En la segunda, un archivo del blog de tal día como hoy de 2012, se comentaba la efeméride del día, hasta hacía nada la fiesta mayor de la isla de Gran Canaria, en la que se conmemoraba la unión de la isla a la Corona castellana. La tercera es el poema de cada día, el de hoy, del poeta noruego Jon Fosse, titulado Lluvia, que comienza con estos versos: Miro hacia fuera/está lloviendo/Miro hacia dentro/está oscuro. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











De los déficits de las democracias representativas

 










La calidad de la democracia depende, en gran parte, de la implicación de los ciudadanos en el proceso político, dice The Economist [22/04/2025] en un artículo reproducido en Nueva Revista, en el que intenta responder a la pregunta: ¿Qué le pasa a la democracia representativa? A pesar de que los valores democráticos siguen gozando de la aceptación general, comienza diciendo The Economist, existe a nivel mundial una creciente insatisfacción con la democracia en sí. Los resultados de las encuestas realizadas por entidades como el Pew Research Center o Gallup indican que, si bien este sistema de gobierno sigue siendo la opción preferente de la mayoría, su aplicación en la práctica genera cada vez más frustración entre la población.

Como lleva realizando todos los años desde 2006, The Economist ha publicado recientemente su Índice de democracia, en el que analiza el estado mundial de la democracia en 2024. Los datos que recoge hablan de un retroceso general de los niveles democráticos en los distintos gobiernos del planeta, y las encuestas consultadas reflejan un vertiginoso aumento del descontento democrático entre la población en la última década. A partir de esta información, la publicación ha elaborado un ensayo en el que explora en qué está fallando la capacidad representativa del sistema democrático, centrando el análisis en cinco déficits detectados: de igualdad, de los partidos, de elección, de ideas y de ciudadanía.

Una de las principales razones que explican la insatisfacción con la democracia es una menor confianza popular en el gobierno. Las encuestas indican que la ciudadanía cree cada vez más que sus gobiernos favorecen los intereses de las élites antes que los de la población común. La frustración con el sistema político parece encajar con la inquietud en torno al estado de la economía y, en particular, con el aumento de las desigualdades económicas y sociales. Según la encuesta Global Attitudes Survey realizada por Pew en la primavera de 2024, un promedio del 64% de participantes, de una muestra de treinta y cuatro países, contestó que la situación económica nacional era mala. Por su parte, un promedio del 54% de los participantes, de una muestra de treinta y un países, afirmaron estar insatisfechos con el funcionamiento de la democracia en sus lugares de origen.

Déficit de igualdad. Los datos indican que son muchos los que perciben la existencia de una falta de igualdad y justicia tanto en lo económico como en lo político. A los votantes no solo les preocupan la inflación elevada y el estancamiento económico, sino también las desigualdades económicas y sociales, además del porvenir de las siguientes generaciones. Creen que el sistema favorece a quienes cuentan con más medios y formación, quienes terminan conformando las clases profesionales, empresariales y políticas.

Estas inquietudes económicas, entre otras, han sido la causa de la oleada de votos de castigo de 2024. En el año electoral que ha afectado a más países, setenta, desde que empezó a generalizarse el sufragio universal, los votantes de todo el mundo han expresado su descontento con las condiciones económicas, el aumento de la inflación y otros fallos percibidos de los gobiernos, votando contra los gobernantes en ejercicio. Fue el mayor rechazo a los partidos, gobiernos y presidentes en el poder desde que existen registros electorales. Los gobernantes de Botsuana, Ghana, Panamá, Portugal, Senegal, Reino Unido, Uruguay y Estados Unidos perdieron sus respectivas elecciones. En otras muchas naciones, el partido dirigente perdió escaños o incluso la mayoría parlamentaria, como en el caso del Congreso Nacional Africano (ANC) de Suráfrica, el partido Bharatiya Janata (BJP) de Narendra Modi en la India, o el Partido Democrático Liberal (LDP) de Japón.

El aumento en la inflación de los precios al consumidor generado tras la pandemia, que afecta desproporcionadamente a los hogares con rentas más bajas, ha exacerbado el descontento tanto en los países desarrollados como en desarrollo. Las investigaciones de los académicos Thomas Piketty y Branko Milanovic han demostrado que, en las últimas décadas, se ha producido en los países democráticos un notable aumento de la desigualdad salarial provocado por un mayor rendimiento del capital y la erosión de la fiscalidad progresiva. Según sostienen Piketty y Milanovic, la concentración de riqueza en las esferas más altas de la sociedad repercute, a su vez, en un sistema cada vez más susceptible a la influencia de los más ricos, que buscan forzar políticas injustas en su propio beneficio. Los grupos de presión se encuentran bajo el control mayoritario de ciudadanos acaudalados y empresas privadas, que cuentan con los recursos suficientes para garantizar que se escuchen sus peticiones y se protejan sus intereses. Esta influencia indebida sobre el proceso político termina por socavar el gobierno de la mayoría.

La desigualdad es una importante fuente de conflicto y, en el ámbito público, un tema de debate natural entre partidos. Cabe concluir que un adecuado funcionamiento de los sistemas políticos democráticos es incompatible con una situación acuciante de desigualdad económica y social.

No es de extrañar que la corrupción sea un tema que los participantes en las encuestas suelan mencionar al expresar su malestar por los sistemas políticos democráticos. La corrupción ejerce de barómetro y recordatorio visible de la desigualdad económica para los votantes. El Índice de percepción de la corrupción de Transparency International lleva varios años señalando la corrupción como un tema de preocupación constante incluso en las democracias más estables.

Los escándalos de corrupción no son exclusivos de los países en desarrollo: en los últimos años se han dado numerosos ejemplos de cohecho, corrupción y uso de información privilegiada en democracias desarrolladas, entre ellas en Francia, Alemania y Reino Unido. La política estadounidense se vio salpicada en 2024 por un aluvión de casos, con la imputación de varios veteranos de la escena política por cargos relacionados con la corrupción, y la condena del senador Robert Menendez por cohecho, entre otros delitos, en enero de 2025. La encuesta Gallup de 2024 concluyó que la confianza en el Congreso de los Estados Unidos había descendido hasta el 35%, cuando en la década de los 1970 gozaba de un 75%.

Otro importante motivo de la insatisfacción democrática es la incapacidad de los políticos y sus partidos de representar adecuadamente a sus votantes y abordar los problemas que les afectan. Esta incapacidad se manifiesta en tres áreas fundamentales: la desconexión entre los partidos y sus bases históricas, la falta de opciones políticas reales entre las que elegir y el déficit de ideas políticas nuevas y de capacidad de resolución de los problemas.

Déficit en los partidos. Hasta la década de 1980, las identidades colectivas de los votantes y su afinidad por partidos concretos se habían mantenido sorprendentemente inmutables. El proceso de desapego que ha terminado generando una desconexión completa entre los partidos políticos y su electorado original ha sido un movimiento progresivo, pero las consecuencias han resultado palpables, sobre todo en el caso de los socialdemócratas y laboristas. Su relación con la clase obrera comenzó a tensarse con el aumento de la militancia laborista tras el fin del boom de posguerra, en la década de los 1970.

También se han dado otros factores relevantes, como la profesionalización de los partidos y su progresivo acercamiento al Estado, del que reciben sus recursos y posición. Los dirigentes políticos ya no dependen tanto del apoyo de las bases como de las entidades externas que les facilitan el cargo y los recursos que lo acompañan.

Además, los grupos sociales que constituían el electorado fundamental de los principales partidos comenzaron a fragmentarse y diluirse. Los cambios económicos, sociales y culturales precipitaron un declive en el peso relativo que había podido ostentar hasta entonces la clase obrera tradicional. Por su parte, en el caso de los partidos conservadores tradicionales, el atractivo de las religiones organizadas también fue debilitándose. Todo ello dio lugar a la erosión de las identidades colectivas y sus afinidades políticas, con el consiguiente incremento de la fluidez de voto. Los partidos empezaron a intentar atraer votantes fuera de sus feudos habituales, lo que reforzó la tendencia al apartidismo. En los últimos tiempos, las guerras culturales en torno a cuestiones como las políticas identitarias, la historia e identidad nacional o la libertad de expresión han contribuido al debilitamiento del voto por afinidad y al auge del populismo.

Las políticas de partido son un elemento fundamental en la estructura de la democracia representativa. Sin los partidos políticos, no existe la posibilidad de una representación popular genuina ni de un gobierno representativo. La función de los partidos es integrarse en la sociedad civil, establecer vínculos con sus votantes, aprender de ellos y movilizarlos. Este tipo de organización política no solo es capaz de crear las mayorías necesarias para elegir un gobierno, sino que también es más probable que se responsabilice de su trabajo frente al electorado.

Déficit de elección. Una afirmación habitual entre los ciudadanos insatisfechos es la de que «todos los partidos políticos son iguales». La existencia de unos partidos políticos antagónicos que ofrezcan alternativas claras es la base fundamental de los gobiernos representativos. Si no hay alternativa, es imposible que la población pueda elegir y, por tanto, no tendrá la capacidad de influir en el gobierno. Buena parte de la ciudadanía tiene la impresión de que los principales partidos han ido convergiendo hacia el centro hasta dejar de ofrecer alternativas dignas de considerarse como tales. El Pew Research Center (2024) indica que el 42% de los participantes en su encuesta afirman no sentirse representados por ningún partido.

Esto no había sido así hasta la década de 1990. Antes de esa época, existían líneas divisorias bien definidas que separaban a los protagonistas de la escena política. La existencia de dos visiones antagónicas sobre la forma en que debía organizarse la sociedad definió la brecha política entre los partidos durante buena parte del siglo XX. En la mayoría de los países democráticos había al menos un partido que representaba los intereses de las élites empresariales tradicionalistas y las clases medias (los demócratas cristianos y los partidos conservadores), y otro que representaba los intereses de la clase trabajadora (los socialdemócratas y los partidos laboristas).

Hasta la década de 1990, diferentes versiones más o menos diluidas de estas ideologías de derecha e izquierda fueron las que conformaron el panorama político. Sin embargo, en los últimos años, estas líneas divisorias se han ido difuminando y provocando una convergencia política centralista debido a la acción de una serie de factores. Entre ellos se incluye la caída del comunismo, el fin de la lucha de clases, el descrédito de los modelos alternativos y de la izquierda, la creciente influencia de las teorías de gobierno mundial, la expansión del proyecto de la UE y una mayor injerencia en las políticas nacionales por parte de organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

Desarrollar alternativas políticas que diferencien unos partidos de otros no debería ser difícil, dado que los puntos de vista divergentes en materias específicas son el resultado natural de cualquier debate. La función de los partidos en un sistema representativo es tomar esas divergencias, definirlas y darles forma. Sin embargo, para los partidos centristas actuales, no siempre es fácil dar con alternativas coherentes que presentar ante el electorado y que empujen a los votantes a apoyar o rechazar una candidatura.

La excepción sería la de los dirigentes populistas que han plantado cara a los partidos tradicionales, como en el caso de Estados Unidos, donde los resultados de los tres últimos procesos electorales muestran un contraste llamativo tanto en políticas como en estilo de liderazgo. En Latinoamérica también se ha abierto una brecha ideológica patente entre, por un lado, los libertarios, como el presidente argentino Javier Milei, y los izquierdistas, como el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. Esto nos indica que otros procesos similares podrían llegar también a producirse en la política europea.

Déficit de ideas. Conforme los gobiernos se han ido volviendo más tecnócratas, se han encontrado con más dificultades para componer una visión trascendente del futuro que ofrecer a los ciudadanos. Por lo general, optan, en su lugar, por una visión cortoplacista cuyo énfasis político se centra en combatir las crisis en lugar de en llevar a cabo reformas económicas y sociales.

Durante algún tiempo tras el final de la Guerra Fría, y ante la disolución de las antiguas certezas e identidades políticas, los partidos se impusieron la aparente misión de hallar una especie de visión renovada. Perdido el contacto con sus antiguas bases electorales, optaron por centrarse en grupos concretos en un intento de encontrar la inspiración, pero con el tiempo, bastantes de estos políticos terminaron comprendiendo que perseguir una «visión» no era realmente imprescindible. Algunos dirigentes, en ciertos países, convirtieron en virtud la carencia de ideas y el definirse como «apolítico», en parte como respuesta a las políticas profundamente partidistas y hostiles de las décadas de 1970 y 1980. El «nuevo laborismo» británico del gobierno de Tony Blair (1997-2007) defendía una «tercera vía» que repudiaba de forma explícita el enfoque ideológico tradicional.

Esta tendencia a actuar más como directivos que como dirigentes no solo ha provocado una despolitización del centro, sino también del propio gobierno. Los bancos centrales independientes se han apropiado de la gestión de la inflación y las políticas monetarias para dejarlas en manos de economistas y tecnócratas. En su momento hubo argumentos a favor de estas medidas, como los errores cometidos en el pasado, o el hecho de que la politización resta eficacia a la capacidad del banco central para controlar los excesos fiscales. Sin embargo, también reducen las áreas en las que los políticos tienen una responsabilidad directa. Este modelo se ha ido extendiendo a otros ámbitos públicos, de tal manera que el cuerpo político percibe que las decisiones en materia de salud, presupuestos gubernamentales, sistemas de protección social y otras cuestiones de interés general suelen estar en manos de expertos designados, en lugar de en políticos electos. El resultado, para bien o para mal, es la insatisfacción tanto con los políticos como con los expertos.

Déficit cívico. En las encuestas de opinión en torno a la democracia, los participantes no solo han exigido más de sus políticos, sino que también han indicado que esperaban que se exigiera más de ellos mismos. En otras palabras, querrían que se les tratara como a ciudadanos, y no como a accionistas. Desde que la vida política ha abandonado las ideologías, la ciudadanía se ha distanciado del ámbito público.

Cuando los políticos hablan de una crisis democrática, lo que les preocupa más es el estatus de las instituciones políticas, y no tanto la función de la ciudadanía. Para muchos defensores de la democracia liberal, la prioridad radica en proteger las instituciones nacionales y el orden constitucional, sobre todo frente a las demandas populistas de que el equilibrio se rompa en favor de la soberanía popular. Sin embargo, otro punto de vista sería el de que la calidad de la democracia también viene marcada por el carácter de sus ciudadanos y su patrón de participación en la vida democrática de la nación. En tanto en cuanto definimos la democracia, desde una perspectiva operativa, como un conjunto de instituciones y procesos gubernamentales, su legitimidad y eficacia dependerán, en última instancia, de hasta qué punto represente realmente a sus ciudadanos. […] La esencia o calidad de la democracia se valora, sobre todo, en base a la implicación ciudadana en el proceso político y en su actitud hacia él.

La noción de que la participación en la vida política exige algún tipo de credencial intelectual o educativa contradice el principio de igualdad que sustenta la democracia misma. La democracia tiene una dimensión no solo institucional, sino también moral: no hace distinciones en base a título, riqueza, género, raza, educación o inteligencia. Aparte de la ciudadanía, no es necesario demostrar ningún tipo de acreditación para votar o para participar en la vida política de una democracia. Tampoco se exigen conocimientos ni experiencia en ninguna materia concreta a los ciudadanos que votan para elegir a sus representantes, quienes tienen la función de desarrollar políticas, presentarlas ante la opinión pública e implantarlas en el gobierno. Lo único que se requiere de los ciudadanos es que se familiaricen con las políticas propuestas y se informen de tal manera que puedan tomar una decisión consciente al votar a un partido o candidato en unas elecciones.

Hubo un tiempo, no obstante, en que la ciudadanía aspiró a algo más en el tablero político que a limitarse a hacer una cruz en una papeleta cada cuatro o cinco años. A lo largo de la historia, los grandes movimientos y partidos políticos surgieron de la lucha de hombres y mujeres corrientes por tomar las riendas de su destino. En la actualidad, estos partidos históricos y los sistemas políticos en los que operan ya no pueden describirse de verdad como representativos. El conflicto, por su parte, sí perdura, y divide la sociedad en base a intereses contrapuestos, que es lo que genera la necesidad de una representación política. Hasta cuándo podrá seguir ignorándose esta necesidad sin provocar una revuelta ciudadana es algo aún por concretar, pero lo más probable es que la ciudadanía termine despertando más tarde o más temprano. Cuando lo haga, es posible que surjan partidos capaces de encarnar esa nueva identidad política. Este texto es una versión recortada del ensayo «What’s wrong with representative democracy?» que figura en las páginas 29 a 37 del Democracy Index 2024 elaborado por The Economist Intelligence Unit. . La traducción del inglés es de Patricia Losada Pedrero.













[ARCHIVO DEL BLOG] Gran Canaria entra en la Historia. [Publicada el 29/04/2012]











"Restituidos nuestros conquistadores al Real de Las Palmas, dejando atalayas y espías que avisasen de cualquier movimiento, no apartaron el pensamiento de los preparativos para la campaña próxima. El deseo de concluir aquella grande obra de la entera reducción de Canaria devoraba sin cesar a Pedro de Vera, y no se pasó mucho tiempo sin que hiciese una revista e inspección general de todas sus fuerzas, tanto de Europa como de islas. Halló que tenía más de 1000 hombres de armas; proveyose de las municiones, víveres y forrajes precisos y salió el 8 de abril de 1483 en alcance del enemigo, con resoiución de morir con sus tropas, antes que volver al Real de Las Palmas, sin haber sometido todo el país. Nuestro general estaba ya muy práctico en ese género de guerra, por decirlo así, de sofistería o cavilación que se hace en terrenos quebrados y montuosos.
Habían avisado los espías que el grueso de la nación canaria, compuesto por más de 600 hombres de pelea y 1500 mujeres con sus hijos, estaba refugiado a la sazón en el fuerte de Ansite, entre Gárdal y Tirajana, bajo la obediencia y apoyo del guanarteme Bentejuí y del faycan de Telde. Así, Pedro de Vera, acompañado del Obispo don Juan de Frías (que pocos días antes había llegado de Lanzarote a ser testigo de esta empresa), marchó derecho a ellos y fijo su campo a las faldas de aquel monte escarpado.
Pero entre tanto, como don Fernando Guanarteme conocía las intenciones sanguinarias del general y se condolía de la suerte que amenazaba a sus paisanos, pidió licencia para pasar a hablarles y, habiéndose acercado a ellos, no hizo otra cosa que mostrarles un semblante abatido y ahilado de muerte, en que se echaba de ver la angustia y el dolor. Los canarios por su parte levantaron también hasta el cielo la vocinglería y los sollozos, a cuyo espectáculo, esforzándose don Fernando a romper el silencio, les dijo anegado en lágrimas: "Hijos de mi corazón: yo os suplico tengáis piedad de vosotros. ¿Qué pensaréis adelantar con la terquedad? ¿Es posible que todavía tenéis arrojo para ser enemigos de los españoles? ¿Sacaréis alguna ventaja de que la nación y el nombre canario se acabe? ¿Qué más tendréis con que os gobierne ese joven que habéis aclamado como guanarteme, que obedeciendo al rey más poderoso del mundo? Abrid los ojos. Vosotros seréis bien tratados, libres, dueños de vuestros ganados, aguas y tierras de labranza, protegidos contra las demás potencias del mundo, ennoblecidos, doctrinados en las artes y ciencias, civlizados y cristianos, quer valer más que todo."
No pudiendo resistirse a este tierno razonamiento la muchedumbre atribulada, retumbó al punto por los valles circunvecinos la algaraza con que los bárbaros pedían rendirse a Pedro de Vera, aquel hombre tan terrible para la nación. Todos arrojaron al aire sus magados, dardos y tabonas e, hincados de rodillas, llamaron a don Fernando Guanarteme para ponerse entre sus manos. Pero así que observaron Bentejuí y el faicán de Telde tan extraordinaria revolución, se abrazaron fuertemente el uno al otro y se precipitaron desde la eminencia de Ansite, repitiendo la regular exclamación: ¡Atis Tirma! Se asegura que Bentejuí estaba para desposarse un día de aquellos con la joven guayarmina, hija de don Fernando (y heredera de los estados de Gáldar).
Luego que se fue serenando la conmoción, volvió este príncipe a nuestro campo, seguido de los suyos, y, trayendo del brazo a su hija Guayarmina y a su sobrina Masequera, las presentó al general dirigiéndole estas memorables palabras: "Unos isleños que nacieron independientes entregan su tierra a los señores Reyes Católicos y ponen sus personas y bienes bajo su poderosa protección, esperando vivir libres y protegidos." Pedro de Vera, el obispo, los oficiales, en fin, todo el ejército no creían lo mismo que miraban, pues es evidente que, a no haber sobrevenido en los ánimos aquella mutación prodigiosa, no se hallaban todavía los negocios en tan buen estado, y parecía preciso derramar mucha sangre antes de conseguir la última victoria.
En efecto, los canarios fueron recibidos con las más distinguidas demostraciones de placer; y, habiéndose abrazado recíprocamente ambas naciones, entonó el obispo el Te Deum, que prosiguió toda la tropa. Aconteció este suceso tan deseado como glorioso para nuestras armas, el 29 de abril de 1483, día de San Pedro de Verona por cuya circunstancia y la de llamarse Pedro el general se puso a toda la isla de la Gran Canaria bajo el patrocinio de aquel mártir.
Del campo de Ansite, tan feliz para Pedro de Vera, se volvió nuestro ejército, seguido de muchos canarios, al Real de Las Palmas, donde se ejecutó la entrada con todas las aclamaciones y las libertades de un triunfo. Y mientras los españoles se ocupaban en no sé qué vana admiración de sí mismos, subió Alonso Jáimez a la explanada del torreón y, tremolando el real estandarte que llevaba, dijo tres veces: "La Gran Canaria por los muy altos y poderosos Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, nuestros señores, rey y reina de Castilla y de Aragón." Al día siguiente se celebró en la iglesia de Santa Ana una fiesta  de acción de gracias, en que dijo la misa el reverendo obispo, concluyéndola con una exhortación que pareció muy elocuente a los cristianos, y de la cual sólo entendieron los nuevamente conquistados y convertidos que ellos eran el asunto".
Hasta aquí, el relato que de aquella jornada hace el gran historiador canario Joseph de Viera y Clavijo (1731-1813), preclaro discípulo de la Ilustración en las islas, en su magna obra "Noticias de la Historia de Canarias", tomo I, págs. 234/235 (Cupsa, Madrid, 1978. Edición de Alejandro Cioranescu) de aquella memorable jornada. Ahora sabemos mejor que aquello no fue exactamente así, como él lo cuenta; pero esa es otra historia.
Un 29 de abril de hace cuarenta y cinco años, en 1967, yo llevaba un mes escaso viviendo en Gran Canaria y fui con mi novia, ahora mi esposa, a ver la procesión cívico-religiosa que, partiendo de la catedral de Santa Ana, después de una solemne misa, y con el pendón real de Castilla que se custodia en la misma desde la época de la conquista al frente, se paseaba por las calles de Vegueta. Después nos fuimos a pasar el resto de la mañana en la playa de Las Alcaravaneras, donde mojé por vez primera mis pies en el océano Atlántico, y ya a media tarde, y con superficiales quemaduras en mi blanquecina piel, a tomar unas copas y bailar en el Pueblo Canario de la Ciudad Jardín.
Con la llegada de la democracia, a partir de 1978, y el ascenso de las fuerzas nacionalistas y de izquierda (entonces y como ahora, bastante despistadas sobre el asunto de las identidades nacionales o pretendidamente nacionales) la conmemoración del 29 de abril comenzó a parecer algo vergonzante, impropio de un hecho que celebraba el sometimiento de un pueblo a otro. Solo los catalanes, en eso como en muchas otras tan sentimentales, a pesar de que el tópico se encarga de achacarles lo contrario, siguen celebrando su derrota ante las tropas de Felipe V, un 11 de septiembre, como su fiesta nacional.
Casualmente estoy releyendo estos días el capítulo titulado "Más sobre el pasado de los españoles", que dentro de su libro "Cervantes y los casticismos españoles" (Alianza, Madrid, 1974) serviría a su autor, el prestigioso filólogo e historiador Américo Castro (1885-1972), de introducción a su magna obra "La realidad histórica de España" (Porrua, México, 1966). Y encuentro en él una felícisima reflexión sobre el antagonismo secular entre unos españoles y otros, antes en razón de su casta (cristiano viejo frente a cristiano nuevo o converso), ahora de origen territorial, que me atrevo a reproducir y con ello concluir esta entrada, tan "sui generis", de hoy. 
Dice así: "Mientras los españoles no se resignen a aceptar el hecho de haber sido como han sido, a percibir el latir de su pasado, las discusiones acerca de su futuro se basarán en vocablos y exclamaciones. La secular y falsa imagen del pasado es como una antigua arma de panoplia frente a las automáticas de nuestros días. [...] Así comienza a hacerse alguna luz en torno al hecho capital de no haberse soldado unas con otras las regiones que ostentan "hechos diferenciales", sin advertir, empero, que diferencias tan grandes o mayores que las existentes entre Cataluña y Castilla no impidieron fundirse interna y firmemente a Francia, Italia o Suiza". Espero que les haya resultado interesante. Y sean felices, por favor, a pesar de nuestros gobernantes (q.D.g.). Tamaragua, amigos. HArendt



















Del poema de cada día. Hoy, Regn / Lluvia, de Jon Fosse

 






REGN



Eg ser ut

det regnar


eg ser inn

det er mørkt


eg høyrer regnet

mot ruta


eg tenkjer

på deg


det regnar

så stille




***




LLUVIA



Miro hacia fuera

está lloviendo


Miro hacia dentro

está oscuro


Oigo la lluvia

contra la ventana


Pienso

en ti


Está lloviendo

tan silenciosamente



***




JON FOSSE (1959)

poeta noruego