La antipolítica es lo que hacen los políticos. Los malos políticos. O los buenos contagiados por los malos, comenta en El País [Antipolítica, 12/04/2’25] el escritor Javier Cercas. ¿Qué es la antipolítica?, comienza preguntándose Cercas. Antipolítica es que el presidente de la Comunidad Valenciana no dimita después de que haya quedado absolutamente claro que gestionó de manera infame una catástrofe que arrasó el litoral valenciano y solo allí se llevó por delante la vida de 228 personas. Antipolítica es que, para seguir en su cargo, ese mismo presidente avale en un pacto la política xenófoba y racista de un partido de la ultraderecha española, que es pura antipolítica. Antipolítica es que el presidente del Gobierno, con el fin de seguir siendo presidente, tome de un día para otro y sin el menor debate ni explicación una medida capital que durante seis años aseguró por activa y por pasiva que nunca tomaría, y que avale en un pacto las trolas xenófobas y supremacistas de un partido de ultraderecha catalana, que es pura antipolítica. Antipolítica es que los dos principales partidos de este país, que desde hace décadas gobiernan juntos en la UE, prefieran pactar políticas xenófobas, racistas y supremacistas con formaciones antipolíticas a pactar entre ellos políticas decentes. Antipolítica es que, en un pleno del Congreso, el líder de la oposición le pregunte al presidente del Gobierno si está intentando controlar con dinero público Prisa, propietaria de EL PAÍS, y el presidente del Gobierno le conteste hablando del gasto del Gobierno en defensa. Antipolítica es que el líder de la oposición vuelva a formularle al presidente del Gobierno la misma pregunta y el presidente del Gobierno le conteste hablando del presidente de la Comunidad Valenciana. Antipolítica es que la presidenta del Congreso no le diga acto seguido al presidente del Gobierno: “Señor presidente, por favor, conteste a la pregunta que le han formulado”. Antipolítica es que lo anterior no provoque ningún escándalo ni abochorne a los diputados del Gobierno. Antipolítica es, como sabe cualquiera que siga un poco los plenos del Congreso, la mayor parte de lo que ocurre en los plenos del Congreso. (En el Congreso también se hace política, por supuesto, a veces incluso muy buena política, pero casi nunca en los plenos ni cuando hay cámaras a la vista: entonces casi solo se hace antipolítica). Antipolítica es que los partidos políticos no sean partidos políticos sino clubes antidemocráticos y cesaristas, y que los diputados no sean diputados sino robots al servicio del césar. Antipolítica es que se considere aceptable que en política se mienta y se engañe (siempre y cuando lo hagan los nuestros) y que solo se clame contra la corrupción si los corruptos son los otros. Antipolítica es que un político se llame a sí mismo pacifista porque se niega a ayudar a los ucranios que han decidido defender su país de una invasión: es como si llamáramos pacifistas a quienes, en 1936, se negaron a ayudar a los españoles que decidieron defender la II República; ni unos ni otros son pacifistas (aunque, como mínimo, los de 1936 no tenían la caradura de llamarse a sí mismos pacifistas): son ayudantes del verdugo.odo esto y mucho más es antipolítica. Lo que seguro que no es antipolítica es lo que suele considerarse antipolítica, lo que los políticos y sus palmeros denuncian como antipolítica: el exabrupto de un particular que protesta por la degradación de la política y que, con la bilirrubina por las nubes, dice que la política es una mierda y que todos los políticos son iguales; la furia de una pobre gente que lo ha perdido todo y grita y tira barro al Rey, la Reina, el presidente del Gobierno y el sursuncorda. Eso no es antipolítica; eso es la puesta en práctica del primer derecho político: el derecho al cabreo. No: la antipolítica no es lo que hacen ni lo que dicen los ciudadanos, aunque se equivoquen; la antipolítica es, por definición, lo que hacen los políticos. Los malos políticos. O los buenos contagiados por los malos. En cualquier caso, la antipolítica solo pueden hacerla los políticos. Y en España la hacen demasiado. Pero la hacen porque nosotros nos conformamos con el cabreo. Porque somos tan intransigentes con los otros como tolerantes con los nuestros. En definitiva: la hacen porque se lo permitimos. No deberíamos permitírselo. Javier Cercas es escritor y miembro de la Real Academia Española.
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