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miércoles, 16 de agosto de 2017

[A vuelapluma] ¿España federal o plurinacional?





Entre las resoluciones aprobadas por el PSOE en su último Congreso figura la defensa del carácter “plurinacional” del Estado y la propuesta de modificar la Constitución para incluir esa fórmula en el artículo 2 en el marco de una reforma en clave federal, pero la plurinacionalidad puede desembocar en el caos; no está en las constituciones europeas y es un concepto extraño a la democracia occidental. Pedro Sánchez y el PSOE deberían aclarar si pretenden una España federal o una España plurinacional, defiende Javier Tajadura Tejada, profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco y exmagistrado del Tribunal Superior de Justicia de Navarra.

Los partidarios de la opción plurinacional, comienza diciendo, se basan en la distinción entre dos conceptos de nación (cultural y político). La nación política es soberana mientras que las naciones culturales no lo son. Junto a la única nación política existente —dotada de soberanía— que es España, habría que reconocer la existencia de un número indeterminado de naciones culturales. Para defender esta interpretación del Estado Constitucional vigente no hace falta ninguna reforma. El actual artículo 2 ya menciona junto a la “indisoluble unidad de la nación española”, titular de la soberanía indivisible, la existencia de “nacionalidades y regiones” a las que se les reconoce el derecho a la autonomía política. La introducción del concepto de “nacionalidades” en el artículo segundo de la Constitución supuso ya reconocer la existencia de “naciones culturales”.

Nación cultural es el significado que hay que dar al término “nacionalidad” del artículo 2. Inicialmente no eran muchas, pero el jardín de las naciones ha ido floreciendo. Aragón, por ejemplo, al constituirse en comunidad autónoma no se consideró nacionalidad sino región, pero con el tiempo, a los dirigentes políticos de la comunidad, región les supo a poco y optaron por convertir la región en nacionalidad. Lo mismo hicieron otras. Según el artículo 2, España ya es una nación política que reconoce la autonomía de las naciones culturales (nacionalidades). Si esto es lo que defiende el PSOE, no se comprende que reclame una reforma del artículo 2. La reforma que se propone tiene otro significado y alcance.

Aunque la Constitución reconozca la existencia de una serie de naciones culturales, España no es un “Estado plurinacional”. Y no puede serlo porque como Estado democrático es un Estado de ciudadanos y no de naciones. La fórmula propuesta por el PSOE para contentar a las fuerzas nacionalistas supone considerar a las naciones como elementos constitutivos del Estado. En esto consiste el verdadero alcance del término “Estado plurinacional”. La existencia de naciones culturales ya está reconocida por la Constitución, lo que no lo está es la consideración de las mismas como elementos constitutivos del Estado.

Esta es la contradicción intrínseca de la propuesta. Cuando sus promotores subrayan que defienden la concepción de España como una única nación política, parecen olvidar el significado ideológico de la nación política. La nación política no es solo la nación soberana, sino sobre todo la “nación cívica”, es decir, compuesta por ciudadanos libres e iguales en derechos. Esa nación cívica —el presupuesto del Estado constitucional— es incompatible con cualquier definición del Estado como plurinacional. El Estado constitucional está integrado por ciudadanos (iguales) y no por naciones (diversas). No es la soberanía, sino la libertad y la igualdad lo que está en juego. La defensa del “plurinacionalismo” supone sacar del desván de la historia uno de los artilugios del pensamiento reaccionario: la noción romántica de nación, definida por elementos culturales y sentimentales, que ha sido siempre combatida por la izquierda consecuente preocupada por la igualdad y por construir Estados (más que naciones) de ciudadanos libres.

El Estado federal es incompatible con la lógica de la plurinacionalidad. Está basado en la igualdad sustancial de los entes que lo componen mientras que el Estado plurinacional presupone la desigualdad. La definición constitucional del Estado como plurinacional obligaría a precisar el número de naciones que lo integran. Hoy esto no es necesario porque, al no ser las nacionalidades (y regiones) elementos constitutivos del Estado, su número puede variar sin consecuencias prácticas. Y exigiría determinar que consecuencias jurídicas se derivan para los ciudadanos de una entidad territorial que esta sea calificada como nación. Si suponen algún tipo de ventaja, los ciudadanos de Cartagena podrían también querer definirse como “nación”. Y los de León, y los de La Gomera, etcétera.

La fórmula “plurinacional” puede desembocar fácilmente en el caos y no aparece en ninguna Constitución democrática de Europa, concluye diciendo el profesor Tajadura. Solo la recogen las de Bolivia y Ecuador. El PSOE debe aclarar si su modelo territorial es Alemania (como paradigma del federalismo) o Bolivia.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 26 de junio de 2013

Federalismo contra nacionalismo




Caricatura antifederalista (España, siglo XIX)



Les pido perdón anticipadamente por el lenguaje bronco y hasta cierto punto soez de esta entrada, reelaboración de la del mismo título de fecha 22 de abril de 2011, pero es que estoy hasta los "mismísimos! del nacionalismo y de los nacionalistas, incluido el español, por supuesto.

¡Y es que me importan un huevo y la mitad del otro el ir contracorriente y el lenguaje políticamente correcto!... Detesto el nacionalismo: el cáncer de Europa, lo han llamado. Detesto el nacionalismo canario, el catalán, el vasco, el gallego, el andaluz, el extremeño, el español, el finlandés, el francés, el alemán, el británico, el lituano, el maltés, el padano, el serbocrata..., y el madrileño; sí, el madrileño también... Mi reacción de aquel día venía motivada, lo que son las cosas, por un partido de fútbol: ¿Qué coño pintaban esas miles de banderas nacionales españolas flameando en Mestalla durante la final de la Copa del Rey de unos días antes -me preguntaba- entre el Real Madrid C.F. y el Barcelona F.C.? ¿Qué creían esos zafios e ignorantes energúmenos que las enarbolaban, que la final era un partido internacional entre un equipo español y otro de las antípodas? ¿Pensaban acaso que más allá de la M-40 que circunvala la metrópoli madrileña todo es "tierra conquistada" y que España es solo el territorio y las gentes que rodea esa autovía? ¿Recuerdan ustedes que la en aquellos tiempos presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, tildó de "empresa extranjera" a la catalana Gas Natural cuando pretendió comprar la "española" Endesa?

En el mismo sentido, pero en dirección contraria, me parece enormemente clarificador el artículo del historiador Antonio Elorza que publica el 28 de junio El País, y que lleva el título de "España contra Cataluña", en el que critica por su parcialidad, el congreso de historiadores promovido por la Generalidad de Cataluña, con ese mismo lema.

Soy un federalista convencido. No solo creo que el federalismo, tal y como lo expusieron a finales del siglo XVIII los ilustrados norteamericanos Hamilton, Madison y Jay en su memorable libro "El Federalista" (Fondo de Cultura Económica, México, 1994) -un texto que vale por sí mismo tanto o más que el mejor de los máster en Ciencia Política- es la forma más perfecta de organizar políticamente una sociedad, es decir, de organizar un Estado, sino que como expreso en la columna de presentación del blog el federalismo es también el mejor marco donde desenvolver y desarrollar la autonomía personal, el autogobierno de los pueblos y los estados, y la democracia como procedimiento y fin en sí misma. 

Supongo que habrá otros caminos, pero yo no veo otro mejor ni más idóneo para organizar políticamente las sociedades complejas y democráticas del sigo XXI, tanto en España como en Europa, que el federalismo. También es la opinión de Javier Tajadura, profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad del País Vasco y autor de "El principio de cooperación en el Estado Autonómico. El Estado Autonómico como Estado Federal Cooperativo" (Comares, Granada, 2010), cuya tesis central comparto plenamente, y que en de 2011 publicaba en el diario El País un brillante artículo al respecto titulado "El horizonte federal de España", cuya lectura les recomiendo. Al igual que hago con el de la diputada nacional y presidenta de UPyD, Rosa Díez, con la que no comparto afinidad política alguna, que publicaba El País del pasado 24 de junio. Un artículo titulado "Una propuesta para la igualdad", proponiendo una revisión constitucional que lleve a España a un Estado configurado bajo los principios del federalismo cooperativo, que no dudo en suscribir y que me parece la propuesta más sería realizada en tal sentido por responsable político español alguno en los últimos años, y que es lo que me ha llevado a reelaborar la entrada citada al comienzo.

También ahora parace que el principal partido de la oposición, el partido socialista (PSOE) hace bandera de las tesis federalistas. ¿Con convicción?, pues, sinceramente, no lo sé; pero si no las promueven y las defienden ellos, va a ser difícil que se lleven a cabo porque ni nacionalistas catalanes y vascos ni nacionalistas españoles están muy por la labor.

Si el ánimo persiste sostenido, les invito a leer este otro artículo, publicado en el número de octubre de 2008 en "Revista de Libros" por el profesor Félix Ovejero Lucas, que lleva el título de "El rayo que no cesa", y en el que comentaba el libro del también profesor Roberto L. Blanco Valdés titulado "La aflicción de los patriotas" (Alianza, Madrid, 2008). Les aseguro que no ha perdido ni un ápice de su actualidad.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt




Palacio del Senado (Madrid)




Entrada núm. 1891
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