viernes, 29 de septiembre de 2017

[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "Cómo la sabiduría se esparció por el mundo" (Anónimo africano)






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de "Cuentos para la edad adulta" con el titulado Cómo la sabiduría se esparció por el mundo, que forma parte de la cultura tradicional africana. Durante las próximas semanas voy a ir subiendo al blog narraciones anónimas del folclore y la cultura universal.  Les dejo con:


CÓMO LA SABIDURÍA SE ESPARCIÓ POR EL MUNDO 
Anónimo africano



En Taubilandia vivía en tiempos remotos, remotísimos, un hombre que poseía toda la sabiduría del mundo. Se llamaba este hombre Padre Ananzi, y la fama de su sabiduría se había extendido por todo el país, hasta los más apartados rincones, y así sucedía que de todos los ámbitos acudían a visitarlo las gentes para pedirle consejo y aprender de él.

Pero he aquí que aquellas gentes se comportaron indebidamente y Ananzi se enfadó con ellos. Entonces pensó en la manera de castigarlos.

Tras largas y profundas meditaciones decidió privarles de la sabiduría, escondiéndola en un lugar tan hondo e insospechado que nadie pudiera encontrarla.

Pero él ya había prodigado sus consejos y ellos contenían parte de la sabiduría que, ante todo, debía recuperar. Y lo consiguió; al menos así lo pensaba nuestro Ananzi.

Ahora debía buscar un lugarcito donde esconder el cacharro de la sabiduría; y, sí, también él sabía un lugar. Y se dispuso a llevar hasta allí su preciado tesoro.

Pero… Padre Ananzi tenía un hijo que tampoco tenía un pelo de tonto; se llamaba Kweku Tsjin. Y cuando éste vio a su padre andar tan misteriosamente y con tanta cautela de un lado a otro con su pote, pensó para sus adentros:

-¡Cosa de gran importancia debe ser ésa!

Y como listo que era, se puso ojo avizor, para vigilar lo que Padre Ananzi se proponía.

Como suponía, lo oyó muy temprano por la mañana, cuando se levantaba. Kweku prestó mucha atención a todo cuanto su padre hacía, sin que éste lo advirtiera. Y cuando poco después Ananzi se alejaba rápida y sigilosamente, saltó de un brinco de la cama y se dispuso a seguir a su padre por donde quiera que éste fuese, con la precaución de que no se diera cuenta de ello.

Kweku vio pronto que Ananzi llevaba una gran jarra, y le aguijoneaba la curiosidad de saber lo que en ella había.

Ananzi atravesó el poblado; era tan de mañana que todo el mundo dormía aún; luego se internó profundamente en el bosque.

Cuando llegó a un macizo de palmeras altas como el cielo, buscó la más esbelta de todas y empezó a trepar con la jarra o pote de la sabiduría pendiendo de un cordel que llevaba atado por la parte delantera del cuello.

Indudablemente, quería esconder el Jarro de la Sabiduría en lo más alto de la copa del árbol, donde seguramente ningún mortal había de acudir a buscarlo… Pero era difícil y pesada la ascensión; con todo, seguía trepando y mirando hacia abajo. No obstante la altura, no se asustó, sino que seguía sube que te sube.

El jarro que contenía toda la sabiduría del mundo oscilaba de un lado a otro, ya a derecha ya a izquierda, igual que un péndulo, y otras veces entre su pecho y el tronco del árbol. ¡La subida era ardua, pero Ananzi era muy tozudo! No cesó de trepar hasta que Kweku Tsjin, que desde su puesto de observatorio se moría de curiosidad, ya no lo podía distinguir.

-Padre -le gritó- ¿por qué no llevas colgado de la espalda ese jarro preciado? ¡Tal como te lo propones, la ascensión a la más alta copa te será empresa difícil y arriesgada!

Apenas había oído Ananzi estas palabras, se inclinó para mirar a la tierra que tenía a sus pies.

-Escucha -gritó a todo pulmón- yo creía haber metido toda la sabiduría del mundo en este jarro, y ahora descubro, de repente, que mi propio hijo me da lección de sabiduría. Yo no me había percatado de la mejor manera de subir este jarro sin incidente y con relativa comodidad hasta la copa de este árbol. Pero mi hijito ha sabido lo bastante para decírmelo.

Su decepción era tan grande que, con todas sus fuerzas, tiró el Jarro de la Sabiduría todo lo lejos que pudo. El jarro chocó contra una piedra y se rompió en mil pedazos.

Y como es de suponer, toda la sabiduría del mundo que allí dentro estaba encerrada se derramó, esparciéndose por todos los ámbitos de la tierra.

FIN






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3871
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 29 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 3870
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 28 de septiembre de 2017

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, con "Heracles", de Eurípides





En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. Melpómene era hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo la sección de Un clásico de vez en cuando trayendo hoy al blog la tragedia de Eurípides titulada Heracles. La pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. 

Eurípides (480-406 a. C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Odiaba la política y era amante del estudio, para lo que poseía su propia biblioteca privada, una de las más completas de toda Grecia. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Se cree que escribió 92 obras, conocidas por los títulos o por fragmentos, pero se conservan solo 19 de ellas (18 tragedias y el drama satírico El Cíclope). Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra. 

La fecha de representación de esta obra  parece apuntar al año 414 a.C. La pieza pone en escena un episodio de la vida de Heracles, el del asesinato en un ataque de locura de los hijos que tuvo con Mégara, hija de Creonte, rey de Tebas. La acción se desarrolla a las puertas del palacio real tebano. 

Mientras Heracles está en los infiernos para traer de allí al can Cérbero, el eubeo Lico ha asesinado a Creonte, usurpado el poder y decidido a matar a toda la familia del héroe. En medio de los lamentos de los condenados hace su aparición Heracles, que se entera por Megara de la situación de su familia. Pero Heracles, de acuerdo con su padre putativo, Anfitrión, mata antes a Lico.

Cuando todo parece encauzado favorablemente, las diosas Iris y Locura, incitadas por Hera, infunden la locura de Heracles, que mata a Mégara y sus hijos. Cuando Heracles despierta de su encantamiento y comprende lo que ha sucedido, decide poner fin a su vida. Pero en ese momento aparece en escena su gran amigo Teseo, rey de Atenas, que no teme contaminarse con su contacto y le convence para que tenga el valor de seguir viviendo y marche con él a Atenas. Un Heracles abatido, pero resulto a vivir, abandona la escena... Espero que disfruten la obra.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3868
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 28 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 3867
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 27 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] La baraja y el juego en democracia





En democracia las cartas se barajan y reparten a menudo, pero las reglas no son modificables a gusto de parte, sino de "todos" los participantes, comenta el prestigioso abogado y ensayista José María Ruiz Soroa, uno de mis más citados articulistas en Desde el trópico de Cáncer.

En un reciente trabajo, comienza diciendo en el artículo que hoy reseño, defiende Íñigo Errejón la idea de que en épocas de dislocación y crisis, rectius aquí y ahora, es imprescindible un momento de refundación en el que el we the people comparezca de nuevo y se vuelvan a barajar las cartas. Un excedente popular no satisfecho con la institucionalidad democrática existente reclama —escribe— una nueva definición del interés general y una nueva arquitectura institucional acorde.

Decía Ortega que las metáforas son los andadores del pensamiento y en este caso la metáfora del nuevo reparto de las cartas parece sin duda adecuada para llevar al intelecto a la necesidad de un momento fundacional. Pero también, y esperamos mostrarlo en este breve texto, la propia metáfora elegida muestra las limitaciones y errores de ese discurso.

Porque, contado muy directamente, volver a barajar y a repartir las cartas parece llevar consigo un nuevo comienzo (y así lo cree Íñigo Errejón); pero si se piensa un ratito más es fácil advertir que hay algo que permanece inmutable según ella: el juego mismo. Cuando se reparte de nuevo es porque se va a recomenzar la jugada, pero dentro del juego que se estaba jugando. Otra cosa sería romper la baraja y darle una patada a la mesa y al tapete, pero esa es una metáfora distinta, la metáfora revolucionaria pura. Y nuestro autor elige muy bien las metáforas, es parte de su oficio como intelectual y como político hacerlo bien.

El juego permanece. Y como desarrolló con agudeza Stephen Holmes, sucede que en los juegos las reglas de su práctica son constitutivas del juego mismo. Es decir, que si bien hay muchas actividades humanas en las que las reglas que las regulan son limitaciones y constricciones a la libertad impuestas desde fuera y pueden suprimirse, en el caso del juego (como en el del lenguaje) las reglas son constitutivas de la actividad misma, ésta no puede existir sin aquellas. Las reglas de un juego no son limitativas sino creadoras, son capacitantes porque gracias a ellas podemos jugar.

Pues bien, la democracia puede ser vista como un juego (así la veía otro liberal —¿conservador?— como Norberto Bobbio), un procedimiento que para poder existir requiere unas reglas básicas (él enumeró seis) de las que los derechos humanos son las reglas preliminares. Esas reglas no pueden cambiarse si lo que queremos es jugar a la democracia. Si las cambiamos, jugaremos a una política distinta, no a una política democrática. Es así de sencillo y así de complicado al tiempo. Porque las reglas de la democracia, esto es cierto también, se cumplen muy insuficientemente en nuestros regímenes.

En el juego de la democracia las cartas se barajan y reparten de continuo (por eso está Errejón donde está y no donde estaba), pero las reglas no son modificables: no cabe una cosa tal como “refundar la democracia”, ni “establecer una nueva arquitectura institucional”, ni cabe “un pueblo, gente o país” que como Hércules asuma un buen día el papel de reconstruir el sistema político completo de arriba abajo. Ni caben ahora, ni cupieron en el pasado: los liberales un poco realistas sabemos muy bien que en el origen de nuestras democracias no existió un we the people real. Sabemos que la del contrato social no es una realidad, sino una metáfora, otra más, un como si kantiano. Entonces hubo confusión y un proceso histórico (lento y sangriento) de prueba y error, de élites y masas populares, de ensayos y retrocesos.

La referencia al pueblo en nuestras constituciones no apunta a un sujeto real sino que es una cláusula de cierre del sistema que indica su legitimación por el interés del conjunto, nada más. Eso que llamó Bodino soberanía nunca ha existido ni existirá como poder perpetuo y absoluto (de nuevo metáforas, en este caso teológicas). Ni del pueblo ni de nadie. Sólo a los derechos humanos puede aplicárseles una idea parecida a la de soberanía.

Y este es el problema de creer y postular momentos fundacionales, sujetos trascendentes, o reglas nuevas para un juego hace tiempo inventado. Que contradicen el propio juego, además de constituir ese tipo de política de los chamanes que tanto ha obstaculizado a los reformistas en toda época. Reformistas como Errejón mismo pronto descubrirá que es, concluye diciendo.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt




HArendt






Entrada núm. 3866
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Desde la RAE] Hoy, con el académico Miguel Sáenz







La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de cuatrocientos ochenta y tres académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española.

Continúo hoy con el académico Miguel Sáenz, elegido el 22 de noviembre de 2012, tomó posesión de su silla en la Real Academia, la "b" minúscula, el  el 23 de junio de 2013 con el discurso titulado Servidumbre y grandeza de la traducción, al que respondió en nombre de la corporación, Luis Goytisolo.
  
Miguel Sáenz Sagaseta de Ilúrdoz, nació en Larache (Marruecos), el 7 de agosto de 1932. Doctor en Derecho y licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense de Madrid, es traductor, jurista y militar. Experto en derecho aeronáutico y del espacio, es general auditor del Cuerpo Jurídico Militar, procedente del Ejército del Aire, y ha sido fiscal de la Sala Quinta del Tribunal Supremo (1989-1992). Ha pertenecido al equipo de traductores de Naciones Unidas, en cuyas sedes de Nueva York, Ginebra y Viena ha desarrollado gran parte de su labor profesional. En la actualidad es traductor literario y de organismos internacionales. También ha ejercido como profesor de Derecho Aéreo y de Teoría de la Traducción.



Miguel Sáenz en su toma de posesión como académico



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3865
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Humor en cápsulas] Para hoy miércoles, 27 de septiembre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis, Ros, El Roto y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 3864
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 26 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] Respeto a los sentimientos, pero a la Constitución también





Los sentimientos no pueden discutirse, pero sí respetarse, y lo que está sucediendo entre Cataluña y España es una cuestión de sentimientos. El día 2 habrá que sentarse con respeto para negociar de lo que sí se puede: poderes, competencias y recursos.

Quien así se expresa, a mi juicio con acierto y prudencia, es José Álvarez Junco (Viella, 1942), escritor e historiador español, catedrático emérito de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Políticos y Sociales en la Universidad Complutense de Madrid. En noviembre pasado publiqué en el blog una entrada sobre su libro Dioses Útiles. Naciones y nacionalismo (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2017), en donde condensa sus investigaciones en torno al tema del nacionalismo, intentando racionalizar un problema histórico-político caracterizado por la emocionalidad.

Esta no es una cuestión de nacionalismo, sino de democracia”, me decía el amigo que presentaba un manifiesto instando a Rajoy a defender la “unidad nacional” con mano dura. Lo mismo, exactamente lo mismo, me podría haber dicho mi amigo catalán inclinado últimamente hacia el independentismo.

Porque el concepto de democracia solo es sencillo en apariencia, cuando decimos que nosotros, los ciudadanos, los gobernados, el pueblo, somos quienes decidimos el futuro de nuestra comunidad. En la práctica, se reduce a la elección periódica de nuestros gobernantes. Pero hay otras decisiones, mucho más importantes, en las que no intervenimos ni hemos intervenido nunca: la principal, la definición del demos, de ese pueblo, nación o comunidad en el que nos integramos. Esa definición no es algo evidente y racional, sino, muy al contrario, algo emocional, que se da por supuesto. Algo que, lejos de ser el resultado de un debate, meditación y decisión democráticos, nos ha venido dado, como producto de la historia, de la formación de las unidades políticas, en la que las claves fueron el azar y la violencia guerrera.

Pocas veces se habrá revelado con tanta nitidez esta trampa como en la actual situación catalana. “Democracia” es precisamente la palabra que a un independentista no se le cae de la boca. Según él, lo que pide es obvio, elemental, en democracia: que el pueblo catalán decida su propio futuro. ¿Por qué se opone “Madrid”, no ya a que sean independientes, sino incluso a que se les pregunte si quieren serlo? Porque el sistema político español no es democrático, sigue siendo franquista. “Cualquier país civilizado” —nos refriega, para más INRI— reconoce este derecho (la verdad es que ninguno lo reconoce). Y, frente a eso, se siente autorizado para rebelarse, infringir esa ley española, impuesta por la fuerza, invocando la voluntad del pueblo catalán, fuente de la soberanía legítima.

Alguien que parta de la presunción contraria, es decir, que el demos es la nación española, usará el mismo razonamiento para llegar a la conclusión opuesta: quien decide el futuro de España es el pueblo español. Algo que, por cierto, ya hizo en 1978. Quien no reconozca el sistema legal establecido entonces, quien actúe al margen de la Constitución, es, por tanto, un antidemócrata. ¿Cómo podría ser democrática una decisión catalana de separarse de España sin tener en cuenta la voluntad del resto de los españoles? ¿Sería acaso respetuoso conmigo cortarme un brazo sin consultarme?

Por supuesto, el independentista catalán replicaría: ¿y de dónde te sacas que yo sea un brazo tuyo? Me estás menospreciando y ofendiendo, como siempre. Tú lo que eres es un nacionalista español, que demuestras el poco respeto que me tienes al reducirme a la categoría de miembro o parte de un conjunto cuya existencia tú te has inventado. Lo dicho: no eres demócrata, no aceptas que las decisiones las tomen los ciudadanos. Pregúntanos, por lo menos.

A este se le podría quizás hacer comprender que su posición también tiene un parti pris previo si se le preguntara por un hipotético referéndum en Cataluña con resultado global favorable a la independencia, pero en el que un territorio (Tarragona, digamos) hubiera votado por permanecer en España: ¿tú aceptarías que ese territorio siguiera siendo español, aunque el resto de Cataluña se convirtiera en independiente? Porque lo democrático, según tú planteas ese principio, es que el futuro de Tarragona sea decidido por los tarraconenses.

A lo cual nuestro independentista contestaría: ah, eso no. Tarragona forma parte de la nación catalana y si Cataluña, como conjunto, decide algo, sus partes deben someterse. En democracia, las minorías se someten a la decisión de las mayorías. ¿Cómo podría cortársele un brazo a Cataluña contra su voluntad? Solo el conjunto de los catalanes puede decidir eso.

Calcaría, pues, la respuesta españolista sobre Cataluña. Y podría ofender a los tarraconenses, a quienes niega la posibilidad de declararse nación y deja, por decreto, reducidos a miembros de un conjunto al que no se molesta en preguntarle si quiere pertenecer.

En realidad, en cuanto a la definición del demos básico que debe tomar las decisiones, ninguno de los dos es un demócrata. Son nacionalistas primero —al dar por supuesto que su demos existe— y demócratas después. La existencia de su nación es un prius, un dato prejurídico, anterior al inicio del proceso racional de toma de decisiones colectivas que legitiman el sistema legal.

Sin embargo, ese dato previo es enormemente peligroso y destructivo. La fragmentación a la que puede llevar la aplicación estricta del principio de que cada colectividad decide su futuro es infinita. Pues si Tarragona puede también declararse nación, decidir escindirse de Cataluña y permanecer en España, el municipio tarraconense X o Z, dominado por los independentistas, puede optar por seguir a Cataluña y no a su provincia. ¿Quién podría obligarles, en términos estrictamente democráticos? ¿Quién puede negarles el “derecho a decidir”, el derecho a declararse nación?

Nadie puede establecer un mapa nítido e indiscutible de los pueblos o naciones existentes en el mundo. Las identidades se mezclan en todas partes. Con lo que el principio de las nacionalidades da lugar a conflictos sin fin. Como comprendieron amargamente quienes trazaron las fronteras europeas al final de la Gran Guerra, aplicar el dogma de la autodeterminación de los pueblos era imposible sin dejar por doquier territorios irredentos y minorías discriminadas. Pese a ello, lo hicieron. Y pavimentaron el camino para la Segunda Guerra Mundial.

La combinación entre nación y democracia es, en realidad, explosiva. La democracia es un principio que puede defenderse racionalmente. La nación, no. Es algo afectivo, arraigado en los estratos emocionales más profundos; como el atractivo de aquellos a los que amamos o las gracias de nuestros hijos o nietos, imposibles de discutir ni argumentar. Pese a esta incompatibilidad, toda democracia necesita apoyarse en una identidad colectiva, una nación, un demos. Esa colectividad básica para la democracia ni fue decidida racionalmente en su origen ni es posible hacerlo ahora. Y como su definición se apoya en afectos y emociones, y no en datos ni argumentos objetivos, los conflictos sobre lo que sea o no democrático son de imposible solución.

Esta es, pues, una cuestión de sentimientos. Y los sentimientos solo pueden ser respetados, no discutidos. Es razonable invocar el cumplimiento de la ley y denunciar las incoherencias o imposiciones del otro. Pero no hay que limitarse a eso; y las leyes deben adaptarse a la realidad social. El 2 de octubre deberíamos sentarnos unos frente a otros, respetándonos e intentando entender nuestras respectivas emociones; y negociando sobre lo único negociable: poderes, competencias, recursos. Esperemos que, para entonces, no haya habido que lamentar desgracias irreparables, termina diciendo.



Dibujo de Eva Vázquez para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt




HArendt






Entrada núm. 3863
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)