Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras y en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero: "En el principio. Pido la paz y la palabra"
(1955)
De los "intelectuales" siempre se ha dicho que constituyen la voz y la conciencia crítica de la sociedad de su tiempo. Claro está que para compartir esa opinión primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre que entendemos hoy por "intelectual", sobre cuál sería su función, y a quién podríamos calificar como tal.
En aras de dilucidarlo, Álvaro Delgado-Gal, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y director de Revista de Libros, publica en su blog un denso e irónico artículo, "¿Dónde están los intelectuales", en el que después de un exhaustivo excurso sobre la historia de los mismos en Europa (y España) desde el siglo XVII para acá, llega a la desoladora conclusión de que en el momento actual no solo no juegan papel alguno, sino que ni tan siquiera existen pensadores dignos de tal nombre.
El también profesor, Andrés Ortega, director del Observatorio de las Ideas y fundador del "Intelligente Unit of Spain" escribe otro artículo en El País, "Transformar el sistema", en el que denuncia el cada vez más acechante peligro de que la democracia española degenere en un simulacro. Para evitarlo, dice, hay que renovar una política gripada, alejada de los ciudadanos e incapaz de generar los proyectos y pactos nacionales necesarios para una nueva transición que cambie la clase dominante por una clase dirigente. ¿Pero quién se hace con el santo y seña de esa función? ¿Es posible una revolución cultural, social y política sin líderes, programa ni objetivos como la que promueven movimientos como el 15-M? El interrogante es mío, no del profesor Ortega.
Otro filósofo, profesor de la Universidad Complutense y director de la Revista Claves de Razón Práctica, Fernando Savater, escribe uno titulado "Artículo 19". Es cierto que se refiere en el mismo a la inútil, estúpida y criminal guerra que sostienen algunos Estados contra la droga. Ello le lleva a la conclusión de que pensar que las decisiones políticas son prioritariamente racionales encuentra escaso apoyo argumental en buena parte de las medidas que adoptan los gobiernos. Lo cual, añado yo, es algo que podía extenderse muy bien a lo que en su lucha contra la crisis en Europa y España están haciendo los gobiernos estatales y la propia Unión Europea.
Savater termina su artículo con una frase del también escritor filósofo y premio Nobel de Literatura, Bertrand Russell: "Si no podemos evitar los demás crímenes, al menos evitemos el del silencio", porque romper la imposición del silencio -dice el filósofo británico- es el comienzo de la lucha contra el resto de los crímenes. Ese evitar el silencio, denunciar las actuaciones criminales vengan de donde vengan o la irracionalidad de muchas de las actuaciones del poder es labor de los intelectuales. Y para eso es necesaria la palabra, porque la acción anti o contra, sin palabras que la expliquen, no nos lleva a ningún sitio.
"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios": Lo dice el Evangelio según San Juan (1, 1-2. Biblia de Jerusalén, Declée de Brower, Bilbao, 1998). Yo no llego tan lejos ni tan alto. A mí me gusta mucho más esa otra frase que dice que a los pueblos solo los mueven los poetas.
Cuando todo aquello en lo que creíamos cede ante nuestros pies, nos queda la palabra. ¿No es eso a fin de cuentas lo que nos está diciendo Blas de Otero en los versos que encabezan esta entrada? No dejemos pues de usarla. Cada uno a su manera. En la medida de sus posibilidades.
Les animo a una lectura sosegada y crítica de los enlaces reseñados. Estoy seguro de que les resultarán provechosos. Y sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
Les animo a una lectura sosegada y crítica de los enlaces reseñados. Estoy seguro de que les resultarán provechosos. Y sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
también creo en el poder infinito de la palabra, creo en ella como un don y como tal no aparece en todos por igual- en la actualidad siento que el vacío existencial también ha llegado a las letras y sus mentes, pues el silencio ante la falta de principios es cubierto por antiguos escritos, que de tan buenos no pierden actualidad...
saludos amigo
Conparto tu criterio. Un saludo muy cariñoso para ti.
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