jueves, 29 de junio de 2017

[A vuelapluma] El hundimiento del Estado





Me resulta imposible de aceptar que alguno de los amables lectores de Desde el trópico de Cáncer desconozca a esta alturas quien es Paul Krugman (1953), economista, ilustrado polemista, profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, profesor centenario en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, académico distinguido de la unidad de estudios de ingresos Luxembourg en el Centro de Graduados de CUNY, y columnista op-ed del periódico New York Times.  Fuerte crítico de la doctrina neoliberal y del monetarismo, fue en su momento un feroz opositor de las políticas económicas de la administración del presidente Bush. Ganó el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en el año 2004 y el Premio Nobel de Economía en 2008 por sus contribuciones a la Nueva Teoría del Comercio y la Nueva Geografía Económica. Según el Comité que otorga el galardón, el premio fue entregado por el trabajo en donde Krugman explica los patrones del comercio internacional y la concentración geográfica de la riqueza, mediante el examen de los efectos de las economías de escala y de preferencias de los consumidores de bienes y servicios diversos.

Hace unas semanas escribía en El País sobre el hundimiento del EstadoTras la sorpresa de la victoria electoral de Donald Trump, comienza diciendo, mucha gente de derechas e incluso de centro intentó razonar que realmente no sería tan malo. Cada vez que mostraba un ápice de autocontrol —aunque no equivaliese a más que leer su guion sin improvisaciones o dejar el Twitter un día o dos— los analistas se apresuraban a declarar que sencillamente se había “hecho presidente”.

¿Pero podemos admitir ahora que verdaderamente es tan malo como habían predicho sus críticos más duros, o incluso peor?, se pregunta. Y no es solo su desprecio por el Estado de Derecho, que tan claramente puso de manifiesto la declaración de James Comey: como dice el jurista Jeffrey Toobin, si eso no es obstrucción a la justicia ¿qué es? También está el hecho de que la personalidad de Trump, su combinación de revanchismo mezquino y descarada indolencia, lo hace inepto para el cargo. Y eso es un enorme problema. Piensen por un minuto cuánto daño ha hecho este hombre en múltiples frentes en solo cinco meses.

Fijémonos en la sanidad, señala Krugman. Todavía no está claro que los republicanos puedan aprobar un sustituto para el Obamacare (aunque sí está claro que, si lo logran, les quitará la cobertura a decenas de millones de ciudadanos). Pero ocurra lo que ocurra en el frente legislativo, hay grandes problemas en ciernes en los mercados de los seguros en este preciso momento: empresas que se retiran, dejando sin servicio algunas partes del país, o que piden enormes aumentos de primas.

¿Por qué?, comenta. No es, digan lo que digan los republicanos, porque el Obamacare sea un sistema inoperativo; los mercados de los seguros estaban estabilizándose claramente el pasado otoño. El problema, más bien, como las propias aseguradoras han explicado, es la incertidumbre creada por Trump y compañía, en especial el hecho de no aclarar si se mantendrán subvenciones cruciales. En Carolina del Norte, por ejemplo, Blue Cross Blue Shield ha solicitado un aumento del 23% en las primas, pero declarando que habría pedido solo un 9% si estuviese seguro de que se mantendrían las subvenciones para compartir gastos.

¿Y por qué no ha recibido esa garantía? ¿Porque Trump cree sus propias afirmaciones de que puede hacer que el Obamacare se hunda, y después conseguir que los votantes culpen a los demócratas? ¿O porque está demasiado ocupado escribiendo tuits coléricos y jugando al golf como para ocuparse del tema? Es difícil saberlo, responde, pero en cualquier caso, no es manera de hacer política.

O pensemos en la increíble decisión de ponerse del lado de Arabia Saudí en su conflicto con Qatar, un pequeño país que alberga una enorme base militar de Estados Unidos, dice más adelante. En esta disputa no hay buenos, pero sí todas las razones para que Estados Unidos se mantenga al margen. Entonces, ¿qué pretendía Trump? No existe, ni por asomo, una visión estratégica; algunas fuentes insinúan que a lo mejor ni siquiera conocía la existencia de la gran base estadounidense en Qatar y la función crucial que desempeña.

La explicación más probable de sus actos, que han provocado una crisis en la región (y empujado a Qatar a los brazos de Irán), ironiza Krugman, es que los saudíes lo adularon —el Ritz-Carlton proyectó una imagen de cinco pisos de su rostro en uno de los laterales de su propiedad en Riad— y que sus cabilderos gastaron grandes sumas en el hotel Trump International de Washington.

Normalmente, pensaríamos que es ridículo insinuar que un presidente estadounidense pueda desconocer hasta ese punto las cuestiones cruciales y que se le pueda llevar a adoptar medidas de política exterior tan peligrosas con unos incentivos tan ramplones, dice más adelante. ¿Pero podemos creerlo de un hombre incapaz de aceptar la verdad acerca del número de asistentes a su toma de posesión y que se jacta de su victoria electoral en las circunstancias más inadecuadas? Sí.

Y pensemos en su negativa a respaldar el principio central de la OTAN, la obligación de defender a los aliados, una negativa que provocó indignación y sorpresa en su propio equipo de política exterior, comenta poco después. ¿A qué vino eso? Nadie lo sabe, pero vale la pena considerar que, por lo visto, Trump abroncó a los líderes de la Comunidad Europea por la dificultad de construir campos de golf en sus países. De modo que tal vez fuese pura petulancia.

La cuestión, insiste, es que todo indica que Trump ni está a la altura del cargo de presidente ni está dispuesto a hacerse a un lado para dejar que otros hagan bien el trabajo. Y esto ya está empezando a tener consecuencias reales, desde una mala cobertura sanitaria hasta la destrucción de alianzas o la pérdida de credibilidad en el escenario mundial.

Pero, dirán ustedes, afirma, la Bolsa sube, de modo que no puede ir tan mal la cosa. Y es cierto que si bien Wall Street ha perdido parte de su entusiasmo inicial por la trumponomía —el dólar ha vuelto a bajar a niveles preelectorales— inversores y empresarios no parecen estar computando el riesgo de una política verdaderamente desastrosa. Sin embargo, ese riesgo es completamente real, y sospecho que las grandes fortunas, que tienden a equiparar riqueza y virtud, serán las últimas en caer en la cuenta de lo grande que es realmente el riesgo. La presidencia estadounidense es, en muchos aspectos, una especie de monarquía electa, en la que un dirigente temperamental e intelectualmente inepto puede hacer un daño inmenso.

Eso es lo que está ocurriendo ahora, concluye diciendo. Y apenas ha transcurrido la décima parte del primer mandato de Trump. Lo peor, casi con toda seguridad, está por venir.




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[Píldoras literarias] Hoy, con "Cuento de horror", de Juan José Arreola






Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Cuento de horror, de Juan José Arreola (1918-2001), escritor, académico, traductor y editor mexicano. De formación autodidacta, desempeñó los más diversos oficios a lo largo de su vida. Arreola pertenece a la generación del 50, que incluye a autores como Emilio Carballido, Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Ernesto Cardenal, Jaime Sabines, Juan Rulfo, Rubén Bonifaz Nuño. Gracias a obras como Confabulario (1952) Bestiario (1959) y La Feria muy divertida (1963) se le considera como uno de los impulsores más importantes del cuento fantástico contemporáneo en México así como uno de los máximos exponentes de la minificción latinoamericana, junto con Julio Torri y Augusto Monterroso.

La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Les dejo con el relato Cuento de horror. Fue publicado en la obra Palindroma (1980). Tiene dieciséis palabras, y dice así:


CUENTO DE HORROR
por 
Juan José Arreola

La mujer que amé 
se ha convertido en fantasma. 
Yo soy el lugar de las apariciones.



Separación, de Edvard Munch (1863-1944)


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miércoles, 28 de junio de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy miércoles, 28 de junio de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[A vuelapluma] El liberticidio de Internet





Vivimos una época en la cual todas las crisis se han juntado. En otros tiempos las crisis eran de sectores y abarcaban geografías diversas. Hoy también la crisis se ha globalizado. Aquello escrito por Paul Valéry en La crisis del espíritu, que por el año 1919 todavía parecía premonitorio "Nosotras, las civilizaciones, sabemos ahora que somos mortales", ya es una realidad, dice el escritor y exministro de Cultura César Antonio Molina en un reciente artículo en el diario El Mundo.

¿Qué libertad de decisión conservan los estados frente al poder de las entidades supranacionales?, se pregunta Molina. Crisis empresarial y del capitalismo. Crisis de las ideologías, crisis de los partidos que las representan y de la propia democracia, pérdida de los valores morales de las sociedades, peligros para muchas libertades duramente conseguidas y la transformación del ciudadano en empleado-consumidor. Crisis de la solidaridad y de la humanidad, desarrollo incontrolado del individualismo más feroz. En vez de compañeros que trabajan para el bien común ahora antagonistas que defienden únicamente sus intereses a costa de lo que sea. Crisis de la fe y, lo que aún es peor, de la razón. De la fe a través de las religiones moderadas que contenían los sentimientos y las pasiones de sus feligreses. Nietzsche ya había comentado que la desaparición de la idea de Dios podía conducir a mucha gente a pensar que ya todo estaba permitido, por ejemplo, el nihilismo dostoievskiano. También se creyó bienintencionadamente que el ateísmo nos conduciría a la paz y a la desaparición de las injusticias, pero tampoco fue así: millones de asesinatos en su nombre. 

Curiosamente, hoy muchos símbolos religiosos se han convertido en referentes laicos, por ejemplo, los crucifijos, dice más adelante. El horror estético de Halloween es una cristianización de las fiestas paganas, la fiesta del solsticio de invierno coincidente con nuestras fiestas de todos los santos y del día de difuntos. Los monoteísmos fanáticos han sido fuentes de conflictos gigantescos; aún lo son. El politeísmo no fomentó las guerras de grandes dimensiones, incluso las primeras persecuciones cristianas lo fueron por el aspecto revolucionario que tenían. La inspiración pagana sí influyó en algunas de las ideologías totalitarias (fascismo-nazismo), pero no en su ideología sino en sus rituales. A la crisis de la fe se unió la de la razón laica. El Estado fracasa en el cuidado de sus ciudadanos y esa masa toma conciencia de su orfandad y comienza a moverse sin dirección conocida. La masa se desasosiega, se desideologiza y se uniformiza en torno a otros valores violentos y prerrevolucionarios. Tampoco la confianza en el desarrollo tecnológico lo calma todo. ¿Eran progresistas aquellos que tenían fe en el desarrollo apaciguador de la tecnología? ¿Eran reaccionarios aquellos que predicaban el retorno a la tradición bucólica incontaminada de los orígenes?

Los medios de comunicación audiovisuales, fundamentalmente la televisión, han ido acaparando espacios vacíos laico-religiosos-cívicos, añade. Y así, todo lo que allí aparece tiene un valor social así como cierta influencia en los modelos morales. Ya da igual que sea una ONG que ha salvado a cientos de personas en un terremoto, o un asesino que se deja entrevistar o una prostituta o un deportista. Todo vale con tal de ocupar un espacio en ese medio millonario en espectadores ociosos. Lo importante es que, al día siguiente, sean reconocidos por la calle no por sus méritos o deméritos, sino por el simple hecho de aparecer. Según la ciencia criminalística, a un asesino en serie lo mueve el deseo de ser descubierto y hacerse famoso, pues Dios le ha fallado. Él era, cuando existía, su principal testigo y destinatario. Ahora, a diferencia de otras épocas en las cuales la cultura jugaba un papel determinante, la sociedad a través de la televisión crea reputaciones, prestigios y popularidad. La buena fama parece estar en seria decadencia y ha sido sustituida por la notoriedad: lo importante es ser vislumbrado por nuestros semejantes, pero no sólo por lo bueno sino y, sobre todo, por lo malo, extravagante, licencioso, escandaloso... "El hecho de aparecer esposado ya no le destroza la vida a nadie" (Umberto Eco, De la estupidez a la locura).

De entre los nuevos ídolos que han ido surgiendo para suplantar a las antiguas fes, comenta poco después, se encuentran las redes sociales, producto de las nuevas tecnologías. Twitter, por ejemplo, es una fe de vida. Quien no está en Twitter no existe, yo mismo sin ir más lejos. Tuiteo ergo sum. Quedó viejo y obsoleto aquello de pienso, luego existo. La mayor parte de las opiniones expresadas en Twitter son irrelevantes y vergonzosas. Uno ya no cabe en su asombro ante semejante asamblea de sabios. Y qué se puede decir de los 140 caracteres. Sí, sí, la historia de la literatura está repleta de memorables 140 caracteres, incluso de muchos menos: el comienzo de la Eneida o del Quijote... Pero aquí pocos Virgilios y Cervantes. Bauman habla de sociedad confesional, es decir, saca a la luz pública sus interioridades para reconocerse socialmente viva. Por otra parte, especialmente en los blogs, se promociona el exhibicionismo, el narcisismo y el vouyerismo infame de gentes que no tienen nada que decir y, sin embargo, lo dicen. El filósofo polaco, refiriéndose a las redes sociales, especialmente Facebook, afirma que representan un instrumento de vigilancia del pensamiento y de las emociones ajenas que son utilizadas por distintos poderes como una función de control, gracias a la colaboración entusiasta de quienes forman parte de ellas. Así, por primera vez en la historia de la humanidad, los espiados (esclavos, siervos de la gleba, súbditos, ciudadanos, consumidores y, ahora también, espiados) colaboran desinteresadamente con los espías porque se sienten bien al saber que la gente los ve enseñando sus existencias vacías que estas actividades les llenan. Pero el exceso de información sólo produce a la larga desinformación, confusión, ruido inmenso y, también, el silencio de nuestras neuronas. Afortunadamente, como dice Eco en el volumen anteriormente mencionado, todavía las diferentes constituciones democráticas occidentales permiten no estar en la Red. Quizá en el futuro quien no lo esté será castigado. 

El poder vigilará así el pensamiento en un nuevo totalitarismo, concluye diciendo. ¿A dónde, entonces, se podrá uno exiliar?, se pregunta. La privacidad está desapareciendo y el control se está implantando como un atentado contra nuestra libertad, un término cada vez más en desuso aún especificado en nuestras frágiles constituciones. Control a través del móvil, la tarjeta de crédito, el ordenador, las cámaras de vigilancia. No nos olvidemos que el Gran Hermano orweliano era un dictador. Los ciudadanos también se están convirtiendo en figurantes de un guión escrito por otros. La sociedad televisiva ha transformado lo reprobable en irreprochable. La masa sucumbe porque la educación que ha recibido tiene un menor impacto cautivador e hipnótico que esas imágenes. La escuela ha dejado de ser el lugar del aprendizaje y acostumbradas las nuevas generaciones al ordenador la mayoría de esos jóvenes viven ya gran parte de su existencia en un mundo virtual. Un mundo virtual donde aparece modificado el sentido de la violencia, el sexo y los valores morales de convivencia democrática.Realmente, ¿para qué se utiliza internet? Hasta ahora las páginas más consultadas son las pornográficas, con millones de visitas de diferencia con respecto a materias de otro tipo. Así internet estimula el deseo frente a la inteligencia. También la violencia tiene un lugar primordial. Y todo sin apenas control, y todo permitido, y todo accesible a cualquier tipo de edad. ¿Cómo educar a la juventud deseducándola? Vivimos en medio de una crisis profunda y generalizada a la que no le estamos dando respuestas, y los jóvenes en su soledad se confían a la compañía de las redes sociales. Sus cerebros ya son parte de estos otros electrónicos porque no son capaces de formular un pensamiento por cuenta propia. Internet es la pereza frente al esfuerzo, internet es, en muchos sentidos, una forma de liberticidio.



Dibujo de Raúl Arias para El Mundo


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[Galdós en su salsa] Hoy, con "La de los tristes destinos"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

La de los tristes destinos es la décima y última novela de la cuarta serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós y toma su nombre del personaje de la reina Isabel II, que llega en este episodio al fin de sus días como reina de España. Galdós hace revivir los acontecimientos que abocan a la revolución poniendo ante nuestros ojos la trama de conspiraciones que bulle en los últimos tiempos del reinado, los ambientes de los emigrados españoles en París y Londres, las idas y venidas de Prim y, finalmente, la batalla de Alcolea, que obliga a la reina a dejar España y da el triunfo a la llamada «la Gloriosa», la Revolución de 1868, un levantamiento que dio pie al inicio del período denominado Sexenio Democrático. Desde la ficción, Teresa de Villaescusa constituirá uno de los personajes femeninos, lleno de profundidad y modernidad, más bellamente tratados por Galdós, una mujer prostituta que ya desde su primer encuentro con el que será su verdadero amor, Ibero,  expresa que «es honroso para una mujer pasar de cosa vendible a persona que no se vende». Disfruten de la novela.




Isabel II (Federico Madrazo, 1815-1894)



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martes, 27 de junio de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy martes, 27 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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[A vuelapluma] El abono intelectual del populismo





El populista manipula los peores instintos del ciudadano, escribía Benito Arruñada, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en El País el pasado mes de mayo. Arraiga en ambientes viciados por quienes alimentan una visión maniquea de la realidad —adornada con elementos plausibles— y hacen creíble su discurso, añade.

Occidente ha enfermado de populismo, con consecuencias que podrían ir de lo ruinoso a lo catastrófico, comienza diciendo. A menudo, se culpa a las viejas élites, por su corrupción y pasividad. Pero la corrupción había sido tolerada y las élites nunca habían estado tan dispuestas a complacernos. El virus populista sólo ha podido arraigar en un clima intelectual viciado. Se ha incubado con la ayuda encubierta de quienes, con su crítica simplista y sin admitir nunca su propia culpa, han alimentando esa visión maniquea, ocultando de paso la gran mentira: la brecha que existe entre nuestros recursos y nuestros deseos.

Durante décadas, añade más adelante, esa intelectualidad había apostado por una economía social de mercado, que, a cambio de tolerar un mercado maniatado, prometía cierto grado de igualdad, una panoplia ampliable de derechos y un nivel creciente de consumo. Cuando la crisis viene a recordarnos que los recursos son limitados, pasa a argüir que los políticos la han gestionado mal y en su propio provecho. Ni menciona que la criatura sufría vicios estructurales: el principal, haber prometido lo imposible. En vez de reconocer su error, el intelectual modesto insinúa que los gobiernos “no la han reformado a tiempo” mientras el soberbio truena que "no le han hecho caso".

Este discurso intelectual comparte sus vicios con el populismo político, dice más adelante. Como éste, también denuncia la penosa corrupción de las élites sin mencionar nunca la corrupción de las masas; y aún menos la de los propios intelectuales. Cada plaza universitaria amañada conlleva una corrupción millonaria; pero la tilda de “endogamia” o “amiguismo”, fenómenos menos reprobables y, por tanto, fáciles de perdonar. Y eso cuando no construye mitos para desviar su responsabilidad, como la entelequia de la “generación mejor preparada”, que no sólo oculta una doble estafa, fiscal y generacional, sino que atribuye el paro juvenil a supuestos fallos en los mercados y las empresas.

Este populismo intelectual es insidioso, pues late encubierto en todo tipo de diagnósticos, señala después. Subyace cuando se critica la dependencia política de nuestros jueces sin prestar atención a su perversa independencia de la ley ni a su laxo régimen de responsabilidad. O cuando se censura a nuestros gobiernos sin reconocer que son serviles ante un votante cada vez más narcisista, lo cual no es óbice para que algunos le adulen con la cantinela de que las élites le han “excluido” del proceso político. O, en fin, cuando se vitupera el “capitalismo de amiguetes” sin señalar que el nuestro sería, más bien, un “estado de amiguetes”.

Ciertamente, añade, estas críticas se adornan de elementos plausibles; pero son parciales y, aun peor, maniqueas, pues culpan de todo mal a una parte, ora el capitalismo, ora las instituciones que lo apoyan o las élites que las gobiernan. Omiten, en cambio, mencionar cualquier conducta nociva del ciudadano, incluidas las del propio intelectual. Este sesgo en el diagnóstico conduce a soluciones desequilibradas. En lo político, defienden modificar las instituciones de representación para trasmitir mejor los deseos de la ciudadanía, como si los grandes errores del pasado no hubieran venido a concretar, precisamente, tales deseos. En lo social, proponen nuevas políticas asistenciales, algunas de las cuales podrían ser convenientes; pero sobre las cuales siembra dudas el que ni se pregunten cómo contener la picaresca que pervierte a las ya existentes. En lo económico, apelan al bálsamo de la independencia regulatoria, dando por supuesto que esta es posible y que la independencia del regulador siempre es positiva, sin apreciar que también aquí es imprescindible el equilibrio. El juez, como el regulador, ha de ser independiente tanto de las élites como de las masas y, para que cumpla la ley, ha de estar sujeto a una responsabilidad efectiva. En vez de pensar con cuidado ese delicado equilibrio, se nos promete independencia regulatoria y judicial como por arte de magia. Pero dotarnos de zares regulatorios y judiciales sería un error, salvo que pudiéramos nombrar ángeles reguladores. Si hemos de nombrar seres humanos, hacerles zares puede ser peor que la enfermedad. Piensen, por ejemplo, que reducir aforamientos puede ser razonable, pero antes debemos saber evitar el abuso partidista de los procesos judiciales.

Se despliega así un juego que, en el fondo, es similar al del populismo político convencional, pues exalta y cabalga con la masa, y atribuye toda la responsabilidad al gobernante, alimentando la misma soberbia moral y el mismo deseo de revancha, continúa escribiendo. Además, quienes usan este discurso también se distancian de la élite, lo que les permite proponerse como alternativa. Una alternativa que, como el populismo convencional, da por supuesta su propia benevolencia.

Sin embargo, a la postre, su efectividad política es dudosa, quizá por la contradicción entre lo acervo y desenvuelto de su crítica al establishment y el conservadurismo real de su promesa, que apenas consiste en retocarlo para gobernar en beneficio general, añade más adelante. Además, su recurso al maniqueísmo lastra futuros intentos racionalizadores, los cuales exigen que todos cooperemos. Quien insiste en que las élites se han portado mal, se sitúa en malas condiciones para pedir al votante que contribuya a un esfuerzo colectivo.

Como ocurrió con el regeneracionismo de hace un siglo, este maniqueísmo táctico solo autoengaña a algunos de sus practicantes, señala. No al votante más racional, que, apesadumbrado, mantiene su apoyo a los viejos partidos excepto para castigarles ocasionalmente o para cubrir un vacío momentáneo. Su escepticismo es tal que apenas siente frustración cuando el león regenerador engendra peluches continuistas (como el regalar título de bachiller a los suspensos), cuando no reaccionarios (como es reducir el IVA de la ópera y demás recreos artesanales).

Por otro lado, al votante que se cree la versión maniquea de la crítica le cuesta identificarse con quien, amén de reemplazar al gobernante, tan solo propone cambios dudosos y de los cuales, por su origen y complejidad, desconfía. De ahí que ese votante opte, de entre las ofertas rupturistas, por aquélla que mejor se ajusta a sus pasiones, afirma.

Como antaño, el regeneracionismo maniqueo está condenado al fracaso, concluye diciendo. Hoy aspira a surfear la ola populista para alcanzar el poder; pero tan sólo sacude un árbol cuyas nueces recoge el populista genuino, tanto el que aún lucha por el poder como el que ya lo detenta. Entre nosotros, ya se atisba esta posibilidad en algunos procesos judiciales. Parece haber fiscales que decretan penas reputacionales y jueces orgullosos de legislar sus prejuicios sobre cómo debe funcionar la sociedad. Mientras que el populismo político aún ha de vencer, a este populismo togado le basta con erigirse en instrumento de la turba mediática. Sus mecanismos formales de responsabilidad nunca han sido muy eficaces. La novedad es que, tras años de masivo diagnóstico maniqueo, han desaparecido las normas sociales que proveían un mínimo control informal, creando así la ocasión para que estos oportunistas puedan usurpar impunemente el poder. Aprendamos la lección. El regeneracionismo sólo dejará de ser dañino cuando abandone sus atajos maniqueos.



Dibujo de Nicolás Aznárez para El País



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[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "Cuerpo de mujer", de Ryunosuke Akutagawa







El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Cuerpo de mujer, de Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927), escritor japonés de la generación neorrealista que surgió a finales de la Primera Guerra Mundial. Sus obras, en su mayoría cuentos, reflejan su interés por la vida del Japón feudal. La locura de su madre, le condicionó psicológicamente para toda la vida. Fue un niño enfermizo y nervioso que leía incesantemente en las bibliotecas públicas. Considerado como el "padre de los cuentos japoneses", el Premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos de Japón, fue nombrado en su honor. Les dejo con su relato esperando que les resulte interesante. 



CUERPO DE MUJER
de
Ryunosuke Akutagawa


Una noche de verano un chino llamado Yang despertó de pronto a causa del insoportable calor. Tumbado boca abajo, la cabeza entre las manos, se había entregado a hilvanar fogosas fantasías cuando se percató de que había un pulga avanzando por el borde de la cama. En la penumbra de la habitación la vio arrastrar su diminuto lomo fulgurando como polvo de plata rumbo al hombro de su mujer que dormía a su lado. Desnuda, yacía profundamente dormida, y oyó que respiraba dulcemente, la cabeza y el cuerpo volteados hacia su lado.

Observando el avance indolente de la pulga, Yang reflexionó sobre la realidad de aquellas criaturas. “Una pulga necesita una hora para llegar a un sitio que está a dos o tres pasos nuestros, aparte de que todo su espacio se reduce a una cama. Muy tediosa sería mi vida de haber nacido pulga…”

Dominado por estos pensamientos, su conciencia se empezó a oscurecer lentamente y, sin darse cuenta, acabó hundiéndose en el profundo abismo de un extraño trance que no era ni sueño ni realidad. Imperceptiblemente, justo cuando se sintió despierto, vio, asombrado, que su alma había penetrado el cuerpo de la pulga que durante todo aquel tiempo avanzaba sin prisa por la cama, guiada por un acre olor a sudor. Aquello, en cambio, no era lo único que lo confundía, pese a ser una situación tan misteriosa que no conseguía salir de su asombro.

En el camino se alzaba una encumbrada montaña cuya forma más o menos redondeada aparecía suspendida de su cima como una estalactita, alzándose más allá de la vista y descendiendo hacia la cama donde se encontraba. La base medio redonda de la montaña, contigua a la cama, tenía el aspecto de una granada tan encendida que daba la impresión de contener fuego almacenado en su seno. Salvo esta base, el resto de la armoniosa montaña era blancuzco, compuesto de la masa nívea de una sustancia grasa, tierna y pulida. La vasta superficie de la montaña bañada en luz despedía un lustre ligeramente ambarino que se curvaba hacia el cielo como un arco de belleza exquisita, a la par que su ladera oscura refulgía como una nieve azulada bajo la luz de la luna.

Los ojos abiertos de par en par, Yang fijó la mirada atónita en aquella montaña de inusitada belleza. Pero cuál no sería su asombro al comprobar que la montaña era uno de los pechos de su mujer. Poniendo a un lado el amor, el odio y el deseo carnal, Yang contempló aquel pecho enorme que parecía una montaña de marfil. En el colmo de la admiración permaneció un largo rato petrificado y como aturdido ante aquella imagen irresistible, ajeno por completo al acre olor a sudor. No se había dado cuenta, hasta volverse una pulga, de la belleza aparente de su mujer. Tampoco se puede limitar un hombre de temperamento artístico a la belleza aparente de una mujer y contemplarla azorado como hizo la pulga.



FIN





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3584
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)