martes, 27 de agosto de 2024

De las entradas del blog de hoy martes, 27 de agosto

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 27 de agosto. No tiene ni idea de cuándo terminará la guerra en Ucrania, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el analista de política internacional Wolfgang Münchau, pero cree que puede suponer cómo terminará: que será algo similar al último intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente de estos días atrás. La segunda es un archivo del blog de agosto de 2016 en la que el periodista Fernando Garea contaba los entresijos del pacto que tramaban PP y Ciudadanos para conseguir la investidura de Mariano Rajoy como presidente del gobierno. La tercera, con el poema de cada día, viene hoy de la mano de la poetisa costarricense Eunice Odio (1919-1974), con el titulado Poema primero. Y la cuarta son las viñetas de humor de todos los días. Espero que todas ellas les resulten interesantes. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 








Del final de la guerra de Ucrania

 






No tengo ni idea de cuándo terminará la guerra en Ucrania, pero creo que puedo suponer cómo terminará, escribe en El País [Cómo acabará la guerra de Ucrania, 26/08/2024] el analista de política internacional Wolfgang Münchau. Será algo similar al último intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente. Ha sido un acuerdo completamente inesperado, fruto de una diplomacia discreta. Occidente se aseguró la liberación de 16 prisioneros, en su mayoría occidentales, entre ellos el periodista estadounidense Evan Gershkovich. Vladímir Putin consiguió que su asesino a sueldo favorito, Vadim Krasikov, saliera de una cárcel alemana. En 2019, Krasikov mató a Zelimkhan Khangoshvili, exjefe de una tropa de combate de los rebeldes chechenos, que más tarde trabajó para los servicios de inteligencia georgianos identificando a espías rusos. El tribunal alemán que condenó a Krasikov afirmó que era un hecho que Krasikov actuaba en nombre del Gobierno ruso. No está del todo claro por qué Putin quería liberar a Krasikov, pero sí ha quedado claro que estaba muy interesado en él.

La diplomacia para poner fin a la guerra llevará más tiempo, pero también tendrá lugar de forma sigilosa y en secreto, y supondrá una sorpresa para los partidarios de Ucrania en Occidente, algunos de los cuales posiblemente siguen creyendo que Ucrania puede lograr la victoria total, incluida la liberación de Crimea, y tal vez incluso el cambio de régimen en la propia Rusia. El problema para Ucrania ha sido que sus partidarios occidentales no tienen un objetivo de guerra comúnmente acordado.

La guerra en Ucrania terminará cuando ambas partes se den cuenta de que el coste de seguir luchando supera los beneficios. Aún no hemos llegado a ese punto. Las tropas rusas han seguido adentrándose en territorio ucranio a lo largo de los dos últimos meses, aunque solo han conseguido avances modestos.

La ofensiva ucrania en la región fronteriza rusa de Kursk constituye un giro interesante. Es una maniobra arriesgada. Si tiene éxito, podría llevar a una reubicación de las tropas rusas lejos de la línea del frente en Ucrania. Podría dar a Ucrania una baza en las negociaciones de paz. Pero me cuesta ver cómo Ucrania puede reconquistar los territorios ocupados por Rusia, del mismo modo que me cuesta ver cómo Rusia puede ocupar más territorios ucranios más allá de unos cuantos pueblos aquí y allá.

La invasión de Kursk ha supuesto sin duda una inyección de moral. Ucrania atrae ahora algunos titulares positivos. Pero esta guerra no se va a ganar a base de proezas. Lo que es poco probable que mejore es la fatiga en el apoyo a Ucrania, que avanza sin prisa, pero sin pausa en países como Estados Unidos y Alemania. Ni siquiera estoy seguro de que el resultado de las elecciones estadounidenses vaya a cambiar mucho las cosas. Una vez que entremos en el tercer año de la guerra, con las líneas de batalla prácticamente sin cambios, mucha gente en Occidente querrá que esto termine, no solo los admiradores de Putin en la ultraderecha. A menos que uno de los bandos logre un avance militar, el escepticismo crecerá.

Una de las razones para el lento apoyo occidental es económica. La ayuda para Ucrania compite con el gasto interno. Los presupuestos militares son ajustados en todas partes. El precio del gas ha empezado a subir de nuevo en los mercados energéticos debido al papel fundamental que desempeña la provincia de Kursk en el suministro de gas ruso a Europa. Ucrania ha ocupado la ciudad de Sudzha, en Kursk, que se encuentra cerca de donde el gas ruso entra en la red de gaseoductos ucranios. Hace dos años, cuando los gasoductos Nord Stream en el Mar Báltico volaron por los aires, el gas ucranio siguió fluyendo por el punto de tránsito de Sudzha. Ucrania también explota grandes instalaciones de almacenamiento de gas de las que Europa Occidental depende en gran medida para sus suministros. Si se interrumpen estos suministros de gas, Europa será más vulnerable. Ambas partes están atacando ahora las infraestructuras energéticas de la otra.

Las sanciones económicas occidentales no han conseguido aumentar la presión sobre Rusia para que abandone. Su economía ha registrado mejores resultados que las economías occidentales. Desde el principio he alertado del peligro de sobreestimar el impacto de las sanciones económicas, porque el continente euroasiático es grande y sus múltiples rutas comerciales son difíciles de controlar. China, India y Rusia han reforzado su alianza estratégica. Rusia adquiere armas de Corea del Norte e Irán.

Pero los recursos de Rusia tampoco son infinitos. En estos momentos, Rusia se beneficia del efecto de la economía de guerra. Eso acabará por desaparecer. Aunque no creo que sea una buena idea retar a Putin a un juego de resistencia económica, tampoco deberíamos llegar a la conclusión contraria de que Putin querrá luchar eternamente. A menos que se produzca un cambio fundamental en la situación militar para el año que viene, realmente no tendría sentido para él continuar esta guerra. Lo mismo puede decirse de Ucrania.

El presidente Volodímir Zelenski afirma que no aceptará nada que no sea una retirada total de Rusia. Rusia quiere cuatro provincias ucranias. El derecho internacional apoya plenamente la posición de Ucrania, pero esta guerra no se resolverá en los tribunales. Desde una perspectiva militar, los objetivos declarados por ambas partes parecen poco realistas. Mi hipótesis de partida es que se pondrán de acuerdo sobre algún punto intermedio, quizá el año que viene. Aún hay mucho en juego, pero nadie conseguirá todo lo que quiere. Será un acuerdo en el que no habrá vencedores, pero que permitirá a ambas partes cantar victoria. Será un trato sucio, lanzado al mundo como un hecho consumado, igual que un intercambio de prisioneros. Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com








El paripé de la investidura. [Archivo del blog. Publicado el 29/08/2016]


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No tengo muy claro si me molesta más el que intenten tomarme el pelo o el que me quieran hacer comulgar con ruedas de molino... Lo digo por el paripé que se traen PP y Ciudadanos en torno a sus pactos sobre programas de gobierno que faciliten la investidura de Mariano Rajoy como presidente. Que ellos se lo crean (cosa que no me creo), me parece bien. La política es ante todo y sobre todo representación, espectáculo. Y me hace gracia ver lo serios que se ponen ambos, Rajoy y Rivera, escenificando sus encuentros. Hasta amagan con enfadarse y todo, y se hacen mohines sobre quién de ellos quiere más a España. Puro espectáculo.
Pero no cuela. Como dice el periodista Fernando Garea en su artículo Los Toros de GuisandoMariano Rajoy se arrepentirá de haber ridiculizado en marzo un pacto como el de PSOE y Ciudadanos que era insuficiente para sacar adelante una investidura. Igual que estos días se habrá, añade, arrepentido de las duras críticas al anterior presidente del Congreso por demorar la investidura de Pedro Sánchez o por convocar el debate con un formato diseñado a mayor gloria del candidato, es decir, por hacer lo mismo que ahora ha hecho su fiel Ana Pastor. 
No tengo empacho alguno en confesar que mi segunda opción de voto, a poca distancia de mi preferida, es la de Ciudadanos. Me cae mejor su partido que su líder. A pesar de ello me causa desazón la acerba crítica, creo que justificada, que de Albert Rivera hace el escritor Julio Llamazares en su artículo El pichón. En el argot ajedrecístico, dice Llamazares, se conoce como pichón al jugador falto de experiencia, presa fácil de sus competidores. La negociación que pretende llevar a cabo con ese buitre viejo que es el incombustible Rajoy confirma ese pensamiento y le hace merecedor del apodo, por inocente y falto de toda malicia. Las condiciones que ha puesto para apoyar a aquel en su investidura, añade, las hubiera aceptado cualquiera, hasta un Bárcenas que volviera al PP. ¿Quién no va a estar de acuerdo con que los imputados no ocupen cargos públicos, con que se termine con los aforamientos, con que se cree una comisión que investigue la financiación ilegal del PP, con que se terminen los indultos a condenados por corrupción, con limitar los mandatos de los presidentes del Gobierno a ocho años o dos legislaturas y hasta con la reforma de la ley electoral? Yo digo que sí ahora y ya veremos, le debió de decir Rajoy mirándolo con ternura, termina diciendo. 
Pero también me resulta bastante deprimente, a pesar del buen humor con que intento asistir al espectáculo, aunque solo sea para que los actores se ganen su sueldo, el papel que está jugando Pedro Sánchez en la representación. Evidentemente le doy toda la razón en negarse a dar los votos de su partido a un candidato al que detesta (como yo) por corrupto, cínico e incompetente, y algunos adjetivos más gruesos que me guardo por un elemental sentido de educación que no me gustaría perder definitivamente. Pero no me resulta de recibo la noticia de que aunque el PP cambiara de candidato en la investidura, el PSOE no se replantearía su "no". Me parece que eso es ponerse puertas a uno mismo, pero en fin, él sabrá lo que hace mejor que yo.
Con fina ironía gallega, tan distinta del sarcasmo de que hace gala su paisano, escribía también hace días un delicioso artículo el profesor Xosé Luis Barreiro. Lleva el título de Reciclando obviedades. El problema de Rivera, dice Barreiro, es que creyó que podía situarse en el centro de la política, y convertir al PP en variable dependiente. Y tales fueron su osadía e inexperiencia al ponerle condiciones a Rajoy, que acabó convertido en un sándwich listo para ser devorado. Cosa que está diciendo muchas más gente pero que Rivera y Ciudadanos no parecen querer ver. A estas alturas de la película, añade Barreiro, solo hay dos opciones: hacer cualquier cosa para que no haya elecciones, o hacer elecciones para que no haya cualquier cosa. Y yo -mayor de edad, con mucha experiencia y alguna ciencia, y con todos los sentidos conservados- elijo la segunda, añade.  Me apunto yo también a ella.
Me gustaría comentar en último lugar un reciente artículo firmado por el catedrático de Derecho Constitucional Jorge de Esteban titulado El ejemplo de Suárez. Y lo cito porque pienso que ilustra muy bien, a mi juicio, la razón por la que tantos españoles de mi quinta, esa que ronda ya la edad del paso a la eternidad, echamos de menos a pesar de sus innegables carencias a un político como Adolfo Suárez. Sería deseable, dice el profesor De Esteban, que no entrásemos en otro periodo electoral aceptando que la solución mejor para España fuera que Rajoy, siguiendo el ejemplo de Suárez, dimitiera. Pero si fracasa en la segunda votación de investidura, añade, debería presentar su renuncia, porque esa decisión sí que desbloquearía definitivamente el corsé que nos tiene agarrotados. Únicamente sería necesario entonces que con toda urgencia el PP eligiese, como sucedió en el caso de Calvo-Sotelo, un candidato para la Presidencia del Gobierno. Si esa persona fuera más abierta al cambio que Rajoy, podría volver a barajarse un Gobierno de coalición de los tres partidos constitucionalistas, única manera de llevar a cabo las reformas, incluidas las constitucionales, que necesita España, que mientras Rajoy siga en el cargo son prácticamente imposibles. ¿Se lo plantearía el PP llegado el caso? ¿Se repensaría su abstención el PSOE en esa circunstancia? ¿Tiene Rajoy sentido de Estado suficiente para entender que él es ya más obstáculo que solución? Me gustaría creer que sí pero tengo mis dudas. La representación comienza en unos horas. Disfrútenla, y ¡arriba el telón! Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Poema primero, de Eunice Odio (1919-1974)

 







POEMA PRIMERO


Ven

Amado

Te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche.

Tu cuerpo acabará

donde comience para mí

la hora de tu fertilidad y tu agonía;

y porque somos llenos de congoja

mi amor por ti ha nacido con tu pecho,

es que te amo en principio por tu boca.

Ven

Comeremos en el sitio de mi alma.

Antes que yo se te abrirá mi cuerpo

como mar despeñado y lleno

hasta el crepúsculo de peces.

Porque tú eres bello,

hermano mío,

eterno mío dulcísimo,

Tu cintura en que el día parpadea

llenando con su olor todas las cosas,

Tu decisión de amar,

de súbito,

desembocando inesperado a mi alma,

Tu sexo matinal

en que descansa el borde del mundo

y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

Hablaremos de tu cuerpo

con alegría purísima,

como niños desvelados a cuyo salto

fué descubierto apenas, otro niño,

y desnudado su incipiente arribo,

y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,

en su corriente genital más próxima,

sin cauce, en apretada soledad.

Ven

Te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche,

y anudarán aromas caídos nuestras bocas.

Te poblaré de alondras y semanas

eternamente oscuras y desnudas.


Eunice Odio (1919-1974). Poetisa costarricense











Las viñetas de humor de hoy martes, 27 de agosto de 2024

 




















lunes, 26 de agosto de 2024

De las entradas del blog de hoy lunes, 26 de agosto

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 26 de agosto. Con la superación de antiguos tabúes, la aparición de los teléfonos inteligentes y la exuberancia de amistades en redes sociales, el futuro auguraba un desconocido esplendor de conversaciones y conexiones, dice en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Irene Vallejo, y sin embargo, hoy nos descubrimos atrincherados mentalmente y más solitarios que nunca. La segunda, es como siempre, un archivo del blog de noviembre de 2015 en el que el filósofo Manuel Fraijó nos hablaba del difícil acomodo que Dios encuentra hoy, al menos en la geografía occidental. La tercera entrada va, como siempre también, de poesía, en el caso de hoy del poeta palestino Rashid Hussein (1936-1977), con su poema Me opongo. Y la cuarta y última, con algunas de las viñetas de humor de la prensa nacional. Espero que todas ellas les resulten interesantes. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt










Del placer de conversar

 






Era una promesa tentadora. La utopía del tercer milenio presagiaba la comunicación sin límites. Con la superación de antiguos tabúes, la aparición de los teléfonos inteligentes y la exuberancia de amistades en redes sociales, el futuro auguraba un desconocido esplendor de conversaciones y conexiones. Y, sin embargo, hoy nos descubrimos atrincherados mentalmente y más solitarios que nunca, comenta en El País [El don de la conversación, 25/08/2024] la escritora Irene Vallejo. Aunque compartimos una honda sed de atención y escucha,comienza diciendo Vallejo, hacemos oídos sordos y nos hablamos con hostilidad o indiferencia. En todas partes aflora una queja recurrente: la falta de consideración. Unas pocas personas reciben todo el reconocimiento, mientras una inmensa mayoría se siente desatendida, acallada y aislada.

Buena parte de las conversaciones cotidianas son distraídas y rutinarias. Se arrojan palabras al vacío para llenar el tiempo y conjurar la incomodidad. Nos educan para temer el silencio como algo hostil, pero lo esquivamos con torpeza. Seríamos personas distintas si los encuentros que decidieron el rumbo de nuestra vida hubieran sido menos mudos y superficiales, si de verdad hubiéramos intercambiado pensamientos. Quizás este mundo hechizado por la exuberancia de información empieza a añorar el placer —y el poder— de la conversación. Como dijo Luis Buñuel: “Yo adoro la soledad a cambio de que un amigo venga a hablarme de ella”.

En su Historia íntima de la humanidad, Theodore Zeldin recuerda dos momentos decisivos en la crónica de los hallazgos parlantes de nuestra especie. La primera de esas etapas estelares tuvo lugar cuando la filosofía griega descubrió el diálogo. Hasta entonces, el modelo de aprendizaje era el monólogo: el hombre sabio o el dios hablaban, y los demás escuchaban. Los tempranos filósofos helenos proclamaron que los individuos no podían ser inteligentes por separado, sino que necesitaban el acicate de otras mentes. Sócrates fue el primero en sostener audazmente que dos personas pueden aprender interrogándose mutuamente y examinando las ideas heredadas hasta detectar sus fallos, sin atacarse ni insultarse. Sócrates admitía con humor que, siendo extraordinariamente feo, luchó por demostrar que todo el mundo puede resultar hermoso por su forma de hablar.

Aquel caudal revolucionario y parlanchín desembocó en Roma. Cicerón, líder político y pensador, heredó la misma fascinación por las palabras entretejidas en común. Afirmó que “quien entabla una conversación no debe impedir entrar a los demás, como si fuera una propiedad particular suya; debe pensar que, como en todo lo demás, también en la conversación general es justo que haya turnos”. Sus escritos no eran ensayos concluyentes, sino diálogos a varias voces en los cuales él desempeñaba solo un pequeño papel y que terminaban sin un claro vencedor. Cicerón, gran conocedor de los entresijos del poder y a la vez enamorado de la filosofía, se adiestraba en el debate de ideas, que nos ayuda a encontrar archipiélagos de concordancia entre los océanos del desacuerdo.

Tras los hallazgos antiguos, el Renacimiento alumbró un nuevo escenario de pasión parlante, protagonizado ahora por mujeres. En los círculos intelectuales, las damas se cansaron de la conducta tosca y ostentosa de los cortesanos, que se pavoneaban como gallos de pelea. El movimiento brotó en las principales ciudades italianas, se extendió por Francia e Inglaterra y finalmente por el resto de Europa y América. Frente a la arrogancia, nacía otro ideal: cortesía, delicadeza, tacto y cultura. El modelo más imitado fue el de Madame de Rambouillet, que inventó a principios del siglo XVII la orquesta de cámara de la conversación. Enseñó a sus contemporáneos a filtrar sus ideas a través de mentes ajenas. Sus reuniones dieron vida a epigramas, versos, máximas, retratos, panegíricos, música y juegos. Sobre todo, derribaron el modelo de debate orientado a aplastar a los demás: acordaron que la seriedad sería liviana, que la razón escucharía a la emoción, que practicarían la cortesía sin asfixiar la sinceridad. Aunque ese baremo del gusto y el refinamiento fue privilegio de círculos aristócratas, aquellos salones —casi siempre liderados por sabias anfitrionas— dieron cobijo a las ideas ilustradas. En ocasiones, el diálogo se volvió vanidoso y pedante, encantado de su propio lustre, hasta derivar en manierismos impostados, pero aquella costumbre dejó un valioso legado: la cultura de la conversación. Según la ensayista Benedetta Craveri, lo extraordinario de aquellas charlas de salón fue que aspiraban a la claridad, la mesura, la elegancia, y el respeto por el amor propio ajeno.

Estas sendas humanistas ofrecen rutas para los retos de hoy. Aún debemos aprender el arte de hablarnos con respeto, incluso entre desconocidos, conscientes del impacto de nuestras palabras sobre el equilibrio, a veces frágil, del ánimo de los demás. En el siglo pasado, filósofos como Martin Buber o Emmanuel Levinas pensaron que, en esencia, somos seres de encuentros: el yo emerge del diálogo con un tú, el otro, el diferente. La conversación real entre dos personas que se escuchan es la mejor herramienta para derribar barreras en un mundo tan desigual como enfrentado, donde la ausencia de comunicación se está convirtiendo en un gran problema sumergido en el silencio. El aislamiento prolongado daña la salud y, si perdura en el tiempo, el sufrimiento de no poder hablar libremente, sin máscaras ni miedo a la incomprensión, puede derivar en estados de angustia. Un número creciente de jóvenes empieza a confesar que sufren soledad no deseada, cuando solía ser la franja de edad menos amenazada. Se extiende la sensación de distancia, de frustración, presión y falta de calidez en los encuentros con otras personas. De ver pasar los días y la vida desde una prisión de cristal o tras la trinchera de una pantalla, donde nadie puede llegar hasta ti. Una clave esencial para entender los estallidos y los aullidos de nuestro tiempo es esa ira que se puede mitigar con escucha o, al contrario, azuzar en una espiral de agresividad.

Toda auténtica colaboración precisa conversación, esos diálogos donde, mientras jugamos —sin juzgarnos— con las ideas, forjamos alianzas. La acción colectiva gana fuerza cuando somos capaces de verbalizar nuestras debilidades y complejidades. Sin miedo, asumiendo el peligro, ya que al escuchar corremos el riesgo de que nos convenzan. De hecho, “conversar” proviene del latín versare, “girar”. Se refiere a convivir, converger, pero también cambiar, darse la vuelta en compañía. De alguna forma, con-versar es una actividad de calado político y poético —tejer versos con otras personas—. En lugar de trenzar palabras vivas, nos agazapamos tras nuestras caras pantallas para no hablar cara a cara. Los teléfonos nos silencian más a menudo que nosotros a ellos. Mientras nuestros dedos escriben hipnotizados a un rostro lejano, no miramos a quienes nos rodean: estamos desperdiciando experiencias, protagonizando huidas fallidas. El inconveniente de esta edad de oro de la comunicación y la información es que todavía no hemos aprendido a hablarnos. Humanizamos y amamos a nuestros aparatos, mientras somos cada vez más maquinales con otras personas. El error fue creer que la tecnología nos enseñaría a conversar. Para el algoritmo, una persona queda reducida tan solo a un mero “cliente”, “seguidor” o “usuario”. Cuando la red digital nos atrapa en nichos de mercado, y el griterío político nos enclaustra en bandos enfrentados, la antigua invitación al diálogo mantiene viva la esperanza de abrir jaulas, serenar estridencias y construir encuentros. Tal vez más que nunca, de la conversación depende la conservación de la comunidad. Irene Vallejo es filóloga y escritora. 











El Dios de cada uno. [Archivo del blog - 04/11/2015]









No es lo mismo creencia que existencia. Se puede creer en algo o alguien inexistente, y también existir algo o alguien en quien no creemos. Yo no creo en un dios personal, inmutable, ni creador del universo; ni por supuesto en la vida eterna y la resurrección de los muertos. Tampoco me planteo la existencia o inexistencia de ese Dios, ni siento su necesidad, ni escucho esa atormentada voz de Blaise Pascal a la que alude el profesor Manuel Fraijó, catedrático emérito de la Facultad de Filosofía de la UNED, mi "alma mater", en un hermoso artículo del pasado domingo en El País, titulado "Avatares de la creencia en Dios"Es posible, dice el profesor Fraijó, que en el secreto recinto personal de cada uno se escuche la atormentada voz de Pascal con su inolvidable cita "incomprensible que exista Dios e incomprensible que no exista"; la dialéctica entre el sí y el no, compañera asidua de la condición humana. En plena Ilustración europea, sigue diciendo, se prohibían en España los libros que intentasen demostrar la existencia de Dios; se los consideraba peligrosos. Y es que Dios era tan evidente que no necesitaba demostración alguna. Por aquellas fechas Dios era algo inmediato, asequible, presente, familiar. Era un dato más de la realidad, o incluso el gran dato. Europa y, por supuesto, España convivían sin mayores traumas con la fe en Dios, una fe heredada de las buenas gentes del pasado.
También parece obvio, añade, que en la actualidad Dios no encuentra fácil acomodo, al menos en la geografía occidental. Su muerte ha sido repetidamente anunciada. No parece posible, dice, ni lo pretende este artículo, retornar a los lejanos tiempos en los que la presencia de Dios era tan obvia que se contaba con él a la hora de canalizar los ríos. Occidente ha seguido, más bien, el itinerario de Feuerbach: “Dios fue mi primer pensamiento, el segundo la razón, y el tercero y último el hombre”. En el ámbito filosófico, la teología de ayer se llama hoy antropología. Y tampoco asistimos en la actualidad a contundentes proclamaciones de ateísmo. El ardor negativo de otros tiempos ha dado paso al desinterés actual. Muchos ateos de ayer prefieren llamarse hoy increyentes.
Y es que tal vez todos, creyentes e increyentes, añade, nos hemos dado cuenta de que "el problema de Dios tiene su origen en Dios", en su "invisibilidad", en el carácter misterioso de su revelación. Causan impresión, dice más adelante, algunas frases del papa Francisco: "Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien". Desde luego no estamos ante un lenguaje muy pontificio, dice con ironía, pero sí hondamente humano, altamente teológico, y sensible a nuestro convulso siglo XXI.
No puede pues extrañar, sigue diciendo, que dos grandes maestros de la teología cristiana, Karl Rahner y Karl Barth, se mostrasen abiertos a una teología más propensa a la pregunta que a la respuesta. Preguntado en una ocasión el primero si de veras se consideraba creyente cristiano, respondió con aire taciturno: "Sí, pero no a tiempo completo", con lo que aludía al carácter débil, precario, de su fe y estaba traduciendo al lenguaje de nuestro tiempo el evangélico "creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad". Rahner dejó escrito que lo de ser cristiano no es un "estado", sino una meta, un ideal. Propiamente no es correcto decir "soy cristiano", sino "aspiro a ser cristiano". En parecidos términos se expresaba, comenta el profesor Fraijó, el otro gran maestro, en este caso de la teología protestante, Karl Barth, al rechazar la distinción entre creyentes e increyentes. Aducía que él conocía a un increyente llamado Karl Barth. En realidad, la tradición cristiana, dice, siempre supo que somos ambas cosas a la vez, creyentes e increyentes. Nuestro Unamuno lo expresó lapidariamente: “Fe que no duda es fe muerta”. Los avatares de la creencia en Dios, señala al final de su artículo, son asunto de la “interioridad apasionada” de cada creyente de la que hablaba Kierkegaard. 
Por recomendación de mi padre, que tampoco era creyente, por no decir un que era un ateo bonachón y amigable, leí en mi juventud un libro que me resultó apasionante aunque difícil de entender. Me refiero al famoso "El fenómeno humano", del sacerdote jesuita, filósofo y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), en el que describía un término acuñado por él, llamado Punto Omega, al que consideraba el punto más alto de convergencia de la evolución de la consciencia humana y de todo lo existente en el universo con la divinidad. Pueden descargarlo en internet libremente si lo desean. Teilhard de Chardin aportó en "El fenómeno humano" una visión original de la evolución, equidistante entre la ortodoxia religiosa y la científica en el que exponía su pensamiento filosófico sobre el origen y el destino del ser humano y del Universo. 
No sé a ciencia cierta si el pensamiento de Teilhard de Chardin podría definirse como panteísta, si entendemos como panteísmo la creencia o concepción del mundo y la doctrina filosófica según la cual el universo, la naturaleza y Dios son equivalentes: "todo es Dios y Dios está en todo". Pero si no es así, se le parece bastante. Y esa es también mi idea, aproximada, de Dios, al que yo (y otros) llamamos Azar; así, con mayúsculas.
Contra lo que puede parecer a más de uno, a mí, personalmente, el fenómeno religioso no me deja indiferente. Puedo no creer, y de hecho no creo, como decía al comienzo de esta entrada, en una divinidad personal creadora de todo lo existente, ni en la vida eterna ni en la resurrección de los muertos, pero eso no significa ni por asomo que la vida del espíritu me resulte ajena. No me atormentan las dudas que atormentaban a Pascal, ni a la filósofa y pensadora francesa de origen judío Simone Weil (1909-1943), que dejó plasmadas en un hermosísimo librito titulado "Carta a un religioso". Hay dos frases de ella en ese libro que mí me conmueven especialmente y que dejo expuestas sin comentarlas. La primera, que es casualmente, con la que termina el libro dice así: "¡Cuánto cambiaría nuestra vida si se viera que la geometría griega y la fe cristiana han brotado de la misma fuente!". La segunda, y con ella termino, dice: "Si el Evangelio omitiera toda mención de la resurrección de Cristo, la fe me sería más fácil. La Cruz sola me basta". A mí también, y en ese sentido me gustaría añadir que si se pudiese ser cristiano sin tener que creer en un Dios, y bastara con ser seguidor del Jesús de Nazareth histórico y presente en los Evangelios, yo no tendría empacho alguno en declararme como tal. Pero supongo que es imposible. Y así sigo. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Me opongo, de Rashid Hussein (1936-1977)

 








ME OPONGO


Me opongo a que los revolucionarios de mi país

hieran una espiga

a que un niño, cualquier niño

lleve una bomba

a que mi hermana estudie

la musculatura del fusil.

Me opongo a lo que queráis, pero

¿qué haría un profeta o una profeta

si se le bebieran los ojos

las hordas asesinas?

Me opongo a que mi hijo sea un héroe

con diez años

a que del corazón de un árbol

brote una bomba

a que los troncos de mi huerto

den patíbulos

a que los rosales de mi casa

sirvan de trinchera.

Me opongo a lo que queráis… pero

si el fuego se ha tragado a mis camaradas

mi juventud

mi tierra

¿cómo no habrán de ser mis versos un fusil?


Rashid Hussein (1936-1977). Poeta palestino