viernes, 5 de julio de 2024

Las viñetas de hoy

 
























jueves, 4 de julio de 2024

De la justicia debida: El caso Couso

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. La liberación del fundador de Wikileaks, dice en la primera de las entradas de hoy la escritora Ana Iris Simón, obliga a España a hacer justicia con José Couso y señalar al imperialismo estadounidense como lo que en ambos casos demostró ser: una fuerza criminal, liberticida y embustera. El archivo del blog, por su parte, publicado en julio de 2014, va de los hechos que ocurrieron en la ciudad de Filadelfia hace hoy 248 años. El poema diario es hoy del poeta danés Niels Frank (1963). Y las viñetas de todos los días cierran la publicación de hoy. Espero que todas ellas les resulten interesantes, y que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com











Assange nos demostró que tenemos Gobiernos lacayos
ANA IRIS SIMÓN
29 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com 

Este lunes, tras 11 años de reclusión, Julian Assange quedó en libertad. Su “crimen” fue entregar más de 200.000 documentos secretos del Gobierno de Estados Unidos a cinco periódicos, entre el que se encontraba este que leen. Gracias a ellos tuvimos la certeza, entre otras cosas, “de la doble moral de Washington en sus relaciones con los países árabes [...] o de sus abusos y ataques a civiles en Irak y Afganistán”, en palabras del que era director de EL PAÍS en el momento de aquellas filtraciones. Una de las piezas más impactantes que había divulgado anteriormente WikiLeaks fue Asesinato colateral, un vídeo de 2007 en el que se muestra como el Ejército estadounidense asesina indiscriminadamente a 12 civiles en Bagdad, incluidos dos reporteros de Reuters.
Pero no era la primera vez que Estados Unidos mataba a periodistas en Irak. Cuatro años antes, en 2003, el español José Couso había sido asesinado por el Ejército americano en esa misma ciudad. Sucedió durante el ataque al Hotel Palestina, donde se alojaba parte de la prensa que cubría el conflicto. El blanco fue la habitación 1503, en la que estaba alojado Reuters, que daba señal a todas las televisiones del mundo. Justo antes habían atacado las sedes de Al Jazeera, donde asesinaron a otro periodista, y la televisión de Abu Dabi. Aquellos ataques supusieron un apagón informativo: desde ese momento y hasta que se derribó la estatua de Sadam Husein, no hubo ni una imagen de la toma de las tropas estadounidenses de Bagdad.
A la pérdida de uno de sus miembros, hijo, hermano, marido y padre de dos niños, la familia Couso tuvo que sumar la aberrante gestión del caso por parte de las autoridades españolas. Desde el principio tuvieron la sensación de que algunas parecían torpedear la investigación, y sus sospechas se confirmaron cuando los documentos de Assange desvelaron que, en efecto, nuestros gobiernos se pusieron del lado de los asesinos extranjeros en lugar de del español asesinado.
Gracias a las filtraciones de WikiLeaks supimos de la reunión de Cándido Conde-Pumpido, entonces fiscal general del Estado, con el embajador estadounidense, en la que aseguró que los fiscales “seguirían oponiéndose” a las órdenes de detención de los militares que asesinaron a Couso. O de los correos de la embajada a Condoleezza Rice, en los que informaban de que el ejecutivo de Zapatero había “ayudado entre bastidores” a que la fiscalía apelara la decisión del juez de detener a los asesinos del periodista. Si lo hubieran matado los iraquíes, Couso habría sido un héroe nacional. Pero como lo asesinaron “los buenos”, a nuestras élites les incomodaba señalar y hacer pagar a sus verdugos.
Quedó patente entonces que nuestros gobiernos, tanto del PP como del PSOE, actuaron como lacayos a las órdenes de una potencia extranjera que había asesinado a un ciudadano español, en un crimen de guerra y contra la libertad de expresión. Todos ellos han sido cómplices de que, a día de hoy, no se haya hecho justicia en memoria de Couso: desde Aznar declarando junto a Bush que creía a Estados Unidos, a Zapatero torpedeando el caso. De Rajoy, que cambió la ley para limitar la jurisdicción universal, a Sánchez, que aún no ha cumplido su promesa de restablecerla. Ahora que celebramos que por fin se ha hecho justicia con Assange, es de ley reclamar lo mismo para Couso, sobre cuyo caso, que está recurrido en Estrasburgo, arrojó luz. Y señalar al imperialismo estadounidense como lo que en ambos casos demostró ser: una fuerza criminal, liberticida y embustera. Ana Iris Simón es escritora.












[ARCHIVO DEL BLOG] Filadelfía (Pensilvania), hace 238 años. [Publicada el 06/07/2014]










Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la Humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres, los gobiernos derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla, o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad.
Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad que las compele a alterar su antiguo sistema. La historia del presente Rey de la Gran-Bretaña, es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo imparcial.
Ha rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de estas colonias, prohibiendo a sus gobernadores sancionar aun aquellas que eran de inmediata y urgente necesidad a menos que se suspendiese su ejecución hasta obtener su consentimiento, y estando así suspensas las ha desatendido enteramente.
Ha reprobado las providencias dictadas para la repartición de distritos de los pueblos, exigiendo violentamente que estos renunciasen el derecho de representación en sus legislaturas, derecho inestimable para ellos, y formidable sólo para los tiranos.
Ha convocado cuerpos legislativos fuera de los lugares acostumbrados, y en sitos distantes del depósito de sus registros públicos con el único fin de molestarlos hasta obligarlos a convenir con sus medidas, y cuando estas violencias no han tenido el efecto que se esperaba, se han disuelto las salas de representantes por oponerse firme y valerosamente a las invocaciones proyectadas contra los derechos del pueblo, rehusando por largo tiempo después de desolación semejante a que se eligiesen otros, por lo que los poderes legislativos, incapaces de aniquilación, han recaído sobre el pueblo para su ejercicio, quedando el estado, entre tanto, expuesto a todo el peligro de una invasión exterior y de convulsiones internas.
Se ha esforzado en estorbar los progresos de la población en estos estados, obstruyendo a este fin las leyes para la naturalización de los extranjeros, rehusando sancionar otras para promover su establecimiento en ellos, y prohibiéndoles adquirir nuevas propiedades en estos países.
En el orden judicial, ha obstruido la administración de justicia, oponiéndose a las leyes necesarias para consolidar la autoridad de los tribunales, creando jueces que dependen solamente de su voluntad, por recibir de él el nombramiento de sus empleos y pagamento de sus sueldos, y mandando un enjambre de oficiales para oprimir a nuestro pueblo y empobrecerlo con sus estafas y rapiñas.
Ha atentado a la libertad civil de los ciudadanos, manteniendo en tiempo de paz entre nosotros tropas armadas, sin el consentimiento de nuestra legislatura: procurando hacer al militar independiente y superior al poder civil: combinando con nuestros vecinos, con plan despótico para sujetarnos a una jurisdicción extraña a nuestras leyes y no reconocida por nuestra constitución: destruyendo nuestro tráfico en todas las partes del mundo y poniendo contribuciones sin nuestro consentimiento: privándonos en muchos casos de las defensas que proporciona el juicio por jurados: transportándonos mas allá de los mares para ser juzgados por delitos supuestos: aboliendo el libre sistema de la ley inglesa en una provincia confinante: alterando fundamentalmente las formas de nuestros gobiernos y nuestras propias legislaturas y declarándose el mismo investido con el poder de dictar leyes para nosotros en todos los casos, cualesquiera que fuesen.
Ha abdicado el derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la guerra y poniéndonos fuera de su protección: haciendo el pillaje en nuestros mares; asolando nuestras costas; quitando la vida a nuestros conciudadanos y poniéndonos a merced de numerosos ejércitos extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía comenzada y continuada con circunstancias de crueldad y perfidia totalmente indignas del jefe de una nación civilizada.
Ha compelido a nuestros conciudadanos hechos prisioneros en alta mar a llevar armas contra su patria, constituyéndose en verdugos de sus hermanos y amigos: excitando insurrecciones domésticas y procurando igualmente irritar contra nosotros a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y feroces cuyo método conocido de hacer la guerra es la destrucción de todas las edades, sexos y condiciones.
A cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos más humildes; nuestras súplicas han sido contestadas con repetidas injurias. Un príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que definen a un tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre.
Tampoco hemos faltado a la consideración debida hacia nuestros hermanos los habitantes de la Gran Bretaña; les hemos advertido de tiempo en tiempo del atentado cometido por su legislatura en extender una ilegítima jurisdicción sobre las nuestras. Les hemos recordado las circunstancias de nuestra emigración y establecimiento en estos países; hemos apelado a su natural justicia y magnanimidad, conjurándolos por los vínculos de nuestro origen común a renunciar a esas usurpaciones que inevitablemente acabarían por interrumpir nuestra correspondencia y conexiones. También se han mostrado sordos a la voz de la justicia y consanguinidad. Debemos, por tanto, someternos a la necesidad que anuncia nuestra separación, y tratarlos como al resto del género humano: enemigos en la guerra y amigos en la paz .
Por tanto, Nosotros, los Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso General, apelando al Juez supremo del Universo, por la rectitud de nuestras intenciones, y en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias, publicamos y declaramos lo presente: que estas colonias son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes; que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona británica: que toda conexión política entre ellas y el estado de la Gran Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que como estados libres e independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros actos que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para sostener esta declaración con una firme confianza en la protección divina, nosotros empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.
El pasado día 4 de julio hizo 238 años que unos hombres audaces aprobaron y proclamaron en la ciudad de Filadelfia, en la colonia británica de Pensilvania, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. Era la primera vez en la historia moderna que unos hombres que se consideraban libres a sí mismos se declaraban en rebeldía frente a la metrópoli y rompían los lazos políticos que a ella les unían defendiendo su derecho natural a vivir en libertad y bajo las leyes que ellos mismos se dieran.
En su libro Sobre la revolución (Alianza, Madrid, 1988), la politóloga Hannah Arendt dice que la Revolución Americana de 1776, en contraposición a la Francesa de 1789, triunfó porque no pretendió en ningún momento cambiar el mundo ni a sus gentes, sino devolver la libertad política de decidir su destino como hombres libres y otorgarse sus propias normas a un pueblo y una sociedad. Nada más que eso, pero nada menos también.
Y si tienen oportunidad de hacerlo no desaprovechen la posibilidad de ver la serie de televisión "John Adams" (2008), que narra los hechos que conmemoramos y la vida adulta del que fuera segundo presidente de los Estados Unidos de América. Protagonizada magistralmente por Paul Giameti y Laura Linney, está dirigida por Tom Hooper y producida, ¡cómo no!, por la cadena HBO. Imprescindible. Ahora, por favor, sean felices. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt










El poema de cada día. Hoy, Poema, de Niels Frank (1963)

 





POEMAS

Poeta esto, poeta lo otro. Produces
poemas en bata, pero no estás ni un segundo
metido en ellos. Nunca has sentido la poesía
devastarte. Subes trepando por ella
con las rodillas sangrando, eres zalamero con ella,
sólo le imploras una buena palabra
y te da meándote. Luego pruebas nuevas palabras
ante el espejo, pero todas te vienen mal.
Tus versos parecen galardones, te van
a condecorar en mundos supremos. Te encargas poemas
a ti mismo, y justo después de haber escrito
un nuevo poema, llamas a Dios
y se lo lees en alto.

Niels Frank, (1963)












Las viñetas de humor de cada día

 


















miércoles, 3 de julio de 2024

De la edad de oro de las manifestaciones

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Para protestar los datos apuntan a que sacar a la gente a la calle es lo fundamental, pero no es lo único, dice en la primera de las entradas de hoy el genetista Javier Sampedro. En el archivo del blog, HArendt rememora una excursión familiar por la isla de Gran Canaria de un lejano ya mes de agosto de 2009. Sigue a continuación el famoso poema Ítaca, de Konstantínos Kaváfis, y para terminar, como siempre, las viñetas de humor. harendt.blogspot.com.







La receta de una protesta eficaz
JAVIER SAMPEDRO
29 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Vivimos una edad de oro de las manifestaciones. Aunque en España las tenemos asociadas últimamente a las protestas contra la dictadura oprobiosa de Pedro Sánchez, las que más han proliferado por medio mundo en los últimos meses son de una naturaleza muy distinta, casi contraria: las sentadas universitarias en repulsa de la guerra de Benjamin Netanyahu, que empezaron en los campus norteamericanos, contra todo pronóstico. Hasta hace dos días eran una preocupación seria para las expectativas electorales del Partido Demócrata, aunque la pericia discursiva de su candidato, el presidente Joe Biden, las ha desalojado de la primera fila de su desasosiego desde el debate del jueves con el aspirante republicano, Donald Trump.
Pero el caso es que no todas las protestas tienen algún efecto. La dictadura oprobiosa de Pedro Sánchez sigue en Moncloa, por poner un ejemplo tonto, y las bombas de Netanyahu siguen cayendo sobre la población civil. ¿Qué debe tener una protesta para resultar efectiva? La pregunta es susceptible de investigación, y tenemos algunos resultados. Por supuesto, las manifestaciones multitudinarias son más eficaces que las escasas de personal, y para llegar a esto no hacía falta ningún estudio sociológico. Pero hay otras cuestiones más interesantes y menos predecibles que se derivan de los datos.
La primera es que las protestas violentas, con mucho aparato eléctrico y quema de contenedores y pedradas a la policía, son menos eficaces que las pacíficas. A menos, desde luego, que los agentes respondan con una represión injustificada —desproporcionada, en la jerga— y una ensalada de porrazos y balas de goma que pongan a la opinión pública a favor de los manifestantes, por muchas pedradas que tiren. Total, si el Gobierno es igual de bestia, pues simpatizaremos con la parte que recibe más tortas.
Los estudios han examinado el creciente número de protestas durante las últimas dos décadas y en más de cien países. Pese a que este año los agricultores y ganaderos han atascado las autovías de tractores y demandas sectoriales en España, Alemania, Bélgica, India y muchos otros lugares, lo cierto es que las manifestaciones de este tipo, convocadas por cuestiones económicas, empezaron a decaer en 2015 para ir cambiando de naturaleza y centrarse más en los derechos civiles, las deficiencias de la representación política, asuntos de desigualdad y cambio climático. En conjunto, las protestas se han triplicado entre 2006 y 2020.
Los asuntos de justicia global nunca han sido la estrella del portafolio, e incluso van de capa caída desde 2013. La cooperación con el mundo en desarrollo no puede esperar gran cosa de las protestas en la calle, a juzgar por los datos. Las cámaras de eco de las redes sociales, donde solo oyes tu propia voz repetida hasta la náusea, no parecen ser la mejor guía para orientarse por un planeta complejo y dificultoso, pero eso es solo una interpretación mía. El problema no es la tecnología —Internet es la mayor herramienta de educación y difusión del conocimiento que ha conocido el mundo—, sino el uso miope que hacemos de ella.
Los datos indican que las protestas influyen en la cobertura que la prensa da al asunto de fondo, y a través de ahí influyen a veces en las decisiones políticas. Las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter en 2020 afectaron al voto de los electores, aunque no siempre de la manera que la intuición sugiere. Los efectos que puedan tener a más largo plazo son muy difíciles de documentar.
Los estudiosos del fenómeno hablan de la “regla del 3,5%”, que es el porcentaje de la población que debe manifestarse para que la protesta tenga efecto. En España, eso serían 1,7 millones de personas. Pese a lo que siempre dicen los organizadores de cualquier protesta, eso es un bonito montón de gente para poner en la calle. Javier Sampedro es genetista.












[ARCHIVO DEL BLOG] Unos días de descanso... [Publicada el 18/08/2009]











Me estoy tomando unos días de descanso en la publicación del blog. Tres años, día a día, se hacen pesados. No es que el esfuerzo requerido sea excesivo, pero percibo un evidente agotamiento de ideas por mi parte. Cuestión diferente es el hecho de que "no sean buenos tiempos para la lírica", como dijo alguien... Y como no tengo muy claro si merece la pena seguir, me he tomado un pequeño período de reflexión. ¿Cuánto tiempo? Pues la verdad es que no lo sé...
En el ínterin, he terminado de leer "Verdad controvertida. Memorias" (Trotta, Madrid, 2009), del teólogo suizo Hans Küng, que espero comentar más extensamente en breve, y comenzado a releer "Orwell: 1984. Reflexiones desde 1984" (Espasa-Calpe/UNED, Madrid, 1984), una obra colectiva co-editada por dos prestigiosos profesores de mi alma mater: Carlos García Gual y Ramón García Cotarelo, el mismo año en el que se cumplía la fecha que daba origen al título de la famosísima novela del británico George Orwell.
También me ha dado tiempo a realizar algunas excursiones interesantes, El 25 de julio, día de Santiago, con mi mujer, dos de sus hermanas y un cuñado, desde Las Palmas hasta Tunte, la pequeña y bella capital del municipio de San Bartolomé de Tirajana, en el que yo resido. Tunte se encuentra a unos veinticinco kilómetros de Maspalomas y 900 metros de altura sobre el nivel del mar, subiendo desde la costa hacia el interior de la isla por el barranco de Fataga, aunque nosotros lo hemos hecho desde Las Palmas por Agüimes, Temisas y Santa Lucía, unos 55 kilómetros. Dos días después, mi mujer y yo, circunvalamos de una tirada por tercera o cuarta vez, no estoy muy seguro pero en todo caso hace ya mucho tiempo, la isla de Gran Canaria. Son 180 kilómetros, más o menos la mitad de subidas, bajadas y curvas cerradas sobre los acantilados del suroeste de la isla. Salimos desde Las Palmas a las 9 de la mañana, y en dirección norte-sur, por la autovía GC-1, bajamos hasta el Puerto de Mogán, y desde allí, abandonamos la costa para adentrarnos, ya por carretera convencional, hasta La Aldea de San Nicolás, a 110 kilómetros de Las Palmas, en la costa oeste de Gran Canaria. La Aldea de San Nicolás es quizá la población más aislada, secularmente, de la isla. De la complejidad de llegar hasta ella puede dar idea el hecho de que los autobuses de servicio interurbano que la comunican con el resto de las poblaciones de la isla y con la capital, hacen su recorrido desde Las Palmas en dirección norte-sur-oeste (110 km.) en lugar de hacerlo por la ruta norte de la isla (Las Palmas-Gáldar-Agaete-La Aldea, de apenas 70 km.). Después de dar un paseo por su puerto y tomarnos un café, volvemos a Las Palmas por la costa norte, bordeando los famosos acantilados del Andén Verde, cortados a pico sobre el mar, a más de 500 metros de altura. A las dos de la tarde descansábamos del paseo en nuestra casa de Las Palmas.
Y el pasado sábado, Día de la Asunción, (la fiesta "nacional" del independentismo nacionalista canario) la familia al completo (mi mujer, mis dos nietos, mis hijas, sus maridos y una cuñada) en dos coches, y saliendo de Las Palmas, subimos por Telde, Lomo Magullo, Cazadores y la Caldera de los Marteles hasta el Pico de las Nieves, en la cumbre central de Gran Canaria, la máxima altura de la isla con sus 1949 metros sobre el nivel del mar. La vista desde el mirador en que termina la carretera es espléndida: hacia el sur, se percibe con claridad el Faro de Maspalomas, a treinta kilómetros de distancia (¡mi casa!, como decía el alienígena de "ET" señalando con su huesudo dedo hacia las estrellas...), y hacia el oeste, la visión del Roque Nublo, y de la cumbre del Teide en la isla vecina de Tenerife, la mayor altura de España con sus 3716 metros sobre el nivel del mar, resulta sobrecogedora. Y es tan hermosa que la puse como foto de cabecera del blog desde el primer día y ahí sigue...
Desde allí, en pocos minutos, descendemos hacia la Caldera de Tejeda para desviándonos hacia el Roque Nublo, parar en Los Llanos de la Pez. Bajo los pinos, montamos nuestro campamento, izamos la bandera familiar (el león negro rampante sobre fondo amarillo) y pasamos el día subiendo por las laderas, jugando con los niños, paseando, y zampándonos la comida que hemos traído de casa preparada por mi hija Ruth y mi mujer, para volver hacia Las Palmas pasadas las seis de la tarde. Un hermoso día, sin duda. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt














El poema de cada día. Hoy, Ítaca, de Konstantínos Kaváfis (1863-1933)

 






ÍTACA


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

 Konstantínos Kaváfis, (1863-1933)














Las viñetas de humor de cada día

 

















martes, 2 de julio de 2024

De los últimos testigos







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Se van muriendo los que vivieron la Guerra Civil, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Antonio Muñoz Molina, y quienes de niños les escuchamos deberíamos transmitir lo que nos contaron, porque si no lo hacemos nosotros no habrán dejado huella en el relato de la Historia. En el archivo del blog de hoy, de julio de 2020, eran los días más crudos de la pandemia, la periodista Cristina Manzano escribía sobre el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros, que nos llevó a pensar que en las ciudades otra vida es posible. El poema de hoy, del poeta francés Paul Valery (1871-1945) nos habla de tardes sublimes adornadas de palomas... Y para terminar, como siempre, las viñetas del día. Espero que todas ellas les resulten interesantes, y que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Los últimos testigos
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
29 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Mi abuelo paterno hablaba muy poco, y se fue tan en silencio como había vivido, doblando la cabeza blanca hacia el pecho, sin un quejido, en la mesa del comedor. Mi abuelo materno no se callaba nunca, pero en los últimos años de su vida, muerta su mujer, apenas volvió a abrir la boca. En esa época yo llevaba ya mucho tiempo fuera de mi casa, y había dejado de prestarle atención, de esa manera algo despiadada en que los jóvenes se desinteresan de los viejos, pero toda mi niñez la había pasado escuchando las historias que contaba, que me contaba a mí a solas como si fuera adulto, quizás porque en la familia todo el mundo estaba aburrido de ellas, o porque en aquellas vidas tan difíciles que tenían sobraba poco tiempo entre el regreso agotado del trabajo y la caída en el sueño. Yo estaba en el campo recogiendo aceituna o ayudando en las tareas de la huerta y ponía el oído a las cosas que se contaban entre sí los hombres mayores, coetáneos de mis abuelos, y también los de la edad de mis padres. A una generación le había tocado vivir la Guerra Civil como adultos, y también tenían recuerdos muy favorables de la dictadura de Primo de Rivera, en la que contaban que había habido mucho trabajo en las obras públicas; la de mi padre, fue la de quienes eran niños en la guerra. Muchos de ellos la recordaban sin tristeza, porque habían pasado nada menos que tres años sin ir a la escuela. Ese recuerdo coloreado con tonos parciales de felicidad volví al encontrarlo en cuentos y novelas de Juan García Hortelano, niño en el Madrid asediado, y en las cosas que me contó una tarde memorable la madre de mi amigo Luis Suñén, que jugaba con sus amigas a recoger trozos de metralla enfriados en la Gran Vía, después de los bombardeos.
Debajo del silencio forzoso de la dictadura franquista había un rumor de voces que contaban cosas en la intimidad de la familia, en las cuadrillas y los tajos del campo. Los hombres hablaban inclinados sobre la tierra con un cigarro ensalivado y medio apagado en la boca. Unas veces yo ponía atención y otras veces los oía de fondo, junto a los sonidos de entonces, la azada contra la tierra, la hoz segando, el caudal del agua en las acequias. Campesinos pobres destinados sin excusa a ir al frente, la guerra que contaban no tenía nada que ver con la de las películas americanas o los tebeos de Hazañas bélicas que entonces leíamos todos los niños. Era una guerra de pobres, unas veces cruel y otras grotesca o cómica, entre el tedio, la confusión, el miedo, la picaresca, el sinsentido de que tantos hombres hubieran tenido que matarse los unos a los otros; matarse entre sí y también matar animales, mulos o caballos, que habrían sido de excelente ayuda en el campo en vez de acabar desventrados y con las cuatro patas tiesas hacia el cielo. Anclado en una realidad con frecuencia adversa, sometida a todos los azares del clima, un campesino es alérgico a toda forma de épica. Decían que al disparar siempre cerraban los ojos. No concebían la temible abstracción colectiva de algo llamado el Enemigo. “Si el que estaba enfrente yo no lo conocía ni me había hecho nada, ¿por qué iba yo a matarlo?”.
Es la sensatez cabezona y burlesca de Sancho Panza, idéntica a la del soldado Švejk en la Primera Guerra Mundial, y la de aquel muchacho de 17 años que iba para mecánico en Madrid y también tuvo que ir a la fuerza a la guerra, Miguel Gila. Solo en los libros de memorias de Gila he reconocido plenamente el tono de aquellas voces perdidas, tan distintas de las de los ideólogos y los militantes, tan poco acogidas en los libros de Historia. Yo me marché de aquel mundo y dejé de escucharlas, y muchas de ellas se me fueron olvidando, pero otras acabaron formando parte de la memoria personal y la imaginación, y no han dejado de alimentarme.
La generación de los que fueron soldados se ha extinguido por completo, y es la siguiente, la de los niños, los que sufrieron mucho más en la posguerra que en la guerra, los que tenían el recuerdo vívido del que llamaban “el año del hambre”, 1945, la que está apagándose ahora. Dice Miquel Echarri en EL PAÍS Semanal que en España quedan 16.000 centenarios, y que los historiadores urgen a que se recojan los testimonios de los que aún están lúcidos, pero serán bastantes más los que pasan los noventa, algunos sumidos en un silencio irreversible, como el de los últimos años de mi abuelo, pero muchos otros llenos todavía de cosas que contar, el pulso de lo concreto y lo vivido, los hechos mínimos que suceden al margen y son más reveladores que acontecimientos notorios: lo sensorial, lo chocante, lo imprevisto, lo que solo puede saber quien estuvo presente. Hasta hace poco, mi madre, que tiene 94 años, se recordaba de niña corriendo hacia un refugio con su hermano pequeño en brazos, cuando las sirenas y luego los motores de los aviones anunciaban los bombardeos franquistas sobre Jaén.
“Se trata de devolver a la Historia una dimensión humana fundamental: cómo se vivieron los hechos, qué percepciones existían en la época, qué impacto causaron en sus testigos indirectos o en quienes sufrieron personalmente las consecuencias”, le dice a Miquel Echarri el historiador Óscar Rodríguez Barreira. La generación que ahora se extingue fue la última en España que vivió plenamente el mundo antes de la explosión del desarrollo, la última que ejerció los oficios inmemoriales de la agricultura y la artesanía, saberes populares muy sofisticados en los que se cimentaba su sustento y la dignidad de sus vidas. A mí ahora me remuerde la conciencia por no haber escuchado y preguntado todo lo que hubiera debido. Mi abuelo paterno también fue soldado en el frente, pero no contaba nada, y yo no le pregunté. Mi abuela materna había sido oficiala de sastrería y había trabajado también tejiendo cosas de esparto, que entonces era un material cotidiano, con el que se hacían cestos, esteras, espuertas, serones, capachos para almacenar la aceituna. Su marido era un narrador desbordante, un Balzac oral que invocaba lo mismo a don Manuel Azaña y al doctor Juan Negrín que al general Primo de Rivera, con el que aseguraba haberse cruzado una noche por una calle apartada de Úbeda, cuando acompañó a Alfonso XIII en una visita oficial a la ciudad. Mi abuelo decía que el general iba solo y que él lo recoció a la luz de la bombilla de una esquina. El general le dijo: “Perdone, ¿no habrá visto usted por aquí a Su Majestad?”. Dado el noctambulismo rijoso del Rey, puede que la historia no sea falsa, aunque sí inverosímil. Ella, mi abuela, era más propensa a la concisión del epigrama que al gran despliegue narrativo, a la ironía que al melodrama. Cuando él empezaba una de sus grandes historias, ella, sentada a su lado, le daba un pellizco debajo de las faldillas. “Manuel, no hables tanto”. Bien conocían todos ellos el destino de algunos que habían alzado voces temerarias o valientes, que se habían “señalado” antes de la derrota. Fue morirse ella y él quedarse en silencio.
Ahora nosotros, hijos y nietos de entonces, estamos a punto de ser otra última generación, la de los que escucharon, los que pasaron la niñez en aquel mundo perdido. Contar con veracidad lo que uno ha vivido me parece una obligación cívica. El pasado se inunda muy fácilmente de desconocimiento y de mentiras. Una comunidad civilizada se basa en gran medida en una conversación entre los vivos y los muertos. Nuestra tarea es atestiguar lo que hemos visto con nuestros propios ojos, incluso cuando parezca que nadie está interesado, y también contar lo que nuestros mayores nos contaron, lo que de otro modo no habría dejado huella en el relato de la Historia. Antonio Muñoz Molina es escritor y miembro de la Real Academia Española.
 








[ARCHIVO DEL BLOG] Ciudades. [Publicada el 08/07/2020]









En el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros, escribe en el A vuelapluma de hoy [La ciudad del cuarto de hora. El País, 2/7/20] la periodista y directora de "esglobal" Cristina Manzano, hemos llegado a pensar que en la ciudad otra vida es posible,. Han pasado apenas unos días y esa sensación comienza a quedar ya lejos, pero incluso antes de todo esto hubo gente que imaginó cómo volver a humanizar un entorno urbano cada vez más hostil.
Uno de ellos -comienza diciendo Manzano- es Carlos Moreno, profesor e investigador franco-colombiano, precursor de las ideas del crono-urbanismo y de la ciudad del cuarto de hora. Su propuesta es reconfigurar los barrios de modo que cada persona tenga los servicios primordiales —educación, trabajo, sanidad, ocio…— a no más de 15 minutos de su casa. Se trata de poder ir a la mayoría de los sitios habituales a pie o en bicicleta, de revitalizar el comercio de proximidad, de disfrutar más y mejor de los espacios públicos, de facilitar una nueva relación entre vecinos, de reducir el número de automóviles… No es una transformación instantánea, es una ambición, una hoja de ruta, un camino. Es un viaje para encarnar los lugares, encontrar a la humanidad al final de la calle, dotar de corazón al corazón de la ciudad, afirma Moreno.
Pero para que este tipo de ideas prosperen hay que convertirlas en políticas públicas y eso es lo que pretende hacer en París la recién reelegida alcaldesa, Anne Hidalgo, que incluyó la ciudad del cuarto de hora en su programa electoral. Su ambición es haber convertido París en la primera gran ciudad del mundo (casi) sin coches al final de su segundo mandato. Como anticipo, durante la pandemia Hidalgo ha prohibido prácticamente todo el tráfico de vehículos de motor en la Rue de Rivoli y ha proyectado 50 kilómetros adicionales de vías ciclistas.
Su apuesta verde la ha llevado a revalidar la alcaldía en unas elecciones municipales en las que los ecologistas a lo largo del país han obtenido una victoria sin precedentes.
Muchas otras ciudades llevan años con diversas fórmulas para acabar con el imperio del coche: Ámsterdam, Copenhague, Ottawa —que introdujo recientemente la ciudad de 15 minutos—, Pontevedra, Nagoya. Pero ninguna del tamaño de la capital francesa. En Barcelona y Vitoria se está experimentado con las “supermanzanas”, para desviar el tráfico a vías principales y devolver las calles “interiores” a los vecinos. Madrid está estudiando también esta idea.
Ahora o ¿cuándo? La ONU calcula que el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050. Hay que aprovechar estos momentos propiciados por la crisis antes de volver a sucumbir en la inevitabilidad de las inercias. Como han demostrado los votantes franceses, el deseo de cambio de la ciudadanía está ahí. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt