El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Identificado con la primera de las acepciones citadas, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras..., aunque pueden sonreír igual.
El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2024
viernes, 3 de mayo de 2019
miércoles, 1 de mayo de 2019
[A VUELAPLUMA] Dados, debates y Dios
Entre las muchas cosas que podemos pedir a los políticos, “entrar al fondo de la cuestión” no está en la lista, escribe Javier Sampedro, científico y periodista español, doctor en genética y biología molecular, e investigador en dicha espepecialidad del Centro Severo Ochoa de Madrid y del Laboratorio del Medical Research Council de Cambridge.
Esto es un metaanálisis de los debates, comienza diciendo: vamos a analizar a quienes analizan los debates. Una queja común entre ellos es que los candidatos se han enredado en el fuego cruzado y no han penetrado en el fondo de las cuestiones. Es un punto de vista imposible de rechazar —¿quién puede oponerse a entender las cosas?—, pero también una crítica injusta. Si los dos debates hubieran seguido el formato de un seminario TED, como sería necesario para empezar a penetrar en el “fondo de las cuestiones”, los nueve millones de audiencia se habrían encogido como un jersey de conejo de angora lavado en agua hirviendo.
Esto no es culpa de los candidatos, ni de sus equipos ni de las televisiones que los han acogido en su prime time. La culpa es nuestra, de los ciudadanos, que antes nos iríamos a un café teatro que aguantar una discusión sosegada entre políticos. El primer debate nos pareció a todos demasiado tieso de almidón protocolario, y nos ganamos así una segunda vuelta teñida de un añil más tabernario y candidatos hablando de tres en tres como si no hubiera un mañana. Los deseos del público son órdenes para el aspirante. Eso es un debate en nuestros días. La clave de Balbín se extinguió hace mucho y no da signos de resucitar. Y los seminarios tipo TED no se meten en campañas políticas, al menos de momento.
Veamos el mejor ejemplo de debate que nos ofrece la ciencia. Comenzó hace un siglo con uno de los relatos más seductores de la historia del conocimiento. Pese a toda su fama de revolucionario, Einstein creía en un universo ordenado y predecible. Su teoría de la relatividad general era —y sigue siendo— el paradigma de la elegancia y la parsimonia, con las estrellas curvando suavemente el espacio y las curvas del espacio determinando el movimiento de los planetas y las galaxias en una eterna armonía cósmica. Mientras tanto, Niels Bohr y su prodigiosa escuela de Copenhague estaban revelando un mundo cuántico donde la probabilidad sustituía a la certeza. Un mundo inaceptable para Einstein.
¿Podemos imaginar un debate entre Einstein y Bohr al estilo de los que nuestros políticos han mantenido estos días? Sí, podemos, porque los dos físicos ya nos dieron en la época los tuits necesarios para ello. “No creo que Dios juegue a los dados”, dijo Einstein, y Bohr le respondió: “Deja de decirle a Dios lo que debe hacer”. Breve, brillante y directo al punto: el sueño de cualquier asesor electoral.
Pero hoy sabemos que los dos contendientes tenían razón. La relatividad de Einstein es el fundamento de la cosmología moderna, la ciencia de lo muy grande, y la mecánica cuántica de Bohr reina en el mundo microscópico. Ambas predicen la realidad con un montón de decimales. Pero son tan incompatibles entre sí como ya lo eran los puntos de vista de Einstein y Bohr hace un siglo. Uno de los físicos teóricos más provocadores de nuestro tiempo, Lee Smolin, acaba de publicar Einstein’s Unfinished Revolution (La revolución inacabada de Einstein), donde sostiene que, pese a todo el inmenso éxito que puede exhibir la mecánica cuántica, que es el alma de los ordenadores y las comunicaciones modernas, la teoría es incorrecta. Cien años después del gran debate, Smolin sigue creyendo que Dios no juega a los dados. Entre las muchas cosas que podemos pedir a los políticos, “entrar al fondo de la cuestión” no está en la lista. Pobres.
martes, 30 de abril de 2019
[EUROPA] Populismo de derechas
Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo, de aquí al 26 de mayo próximo, al menos dos veces por semana, aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.
Los votantes jóvenes están hartos de que estos partidos europeos ignoren el calentamiento global o la brecha social, comenta Bernhard Odehnal, periodista de investigación en el diario suizo Tages-Anzeiger.
Los votantes jóvenes están hartos de que estos partidos europeos ignoren el calentamiento global o la brecha social, comenta Bernhard Odehnal, periodista de investigación en el diario suizo Tages-Anzeiger.
Campaña electoral en un pequeño municipio suizo, comienza diciendo Odehnal. Roger Köppel, parlamentario nacional de la formación populista de derechas Partido Popular Suizo (SVP), habla ante un auditorio repleto. La sala del hostal es demasiado pequeña, así que los que llegan tarde se tienen que quedar de pie. Salta a la vista que el considerable número de oyentes enorgullece al orador. La media de edad, sin embargo, debería ser motivo de preocupación. Más o menos la mitad de la concurrencia supera los 70 años, mientras que a la otra mitad le falta poco para cumplirlos. A su lado, Köppel, que tiene 54, parece joven.
Sí, de acuerdo, a estos actos locales asiste gente de edad avanzada. Es lógico. También son los mayores a quienes más complace oír cómo los políticos de derechas prometen defender su pequeño paraíso terrenal de la invasión de extranjeros y la tutela de Bruselas. Pero, mientras tanto, el SVP se queda sin jóvenes en sus filas y, sobre todo, en las urnas, como se vio hace poco en varias elecciones regionales.
El SVP fue el primer partido populista de derechas de Europa que, con su política agresiva y xenófoba, dejó de ser minoritario y se catapultó a primera fuerza del país. ¿Y si ahora también estuviese anticipando una tendencia en el continente? ¿Y si su política del chivo expiatorio hubiese quedado superada? ¿Es posible que las jóvenes generaciones se estén apartando de ellos?
En todo caso, el problema del envejecimiento no es exclusivo de Suiza. En la década de 1990, Jörg Haider, la estrella del populismo de derechas austriaco, buscó para su equipo hombres más bien ajenos a la política, pero ambiciosos y muy jóvenes. Su “partido de los chavales” hizo temblar a los veteranos “partidos de los viejos”. Haider está muerto, y a sus chavales solo les siguen prestando atención, si acaso, los tribunales.
La actual dirección del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) ronda los 50 años, lleva toda la vida en la política y no se aparta del camino conocido. Fuera de “una nueva oleada de refugiados nos amenaza” y “el islam es un peligro para Europa”, nada sale de ellos.
Los únicos jóvenes que trataron de establecer un contacto más estrecho con el partido procedían del ultraderechista Movimiento Identitario, pero desde que se supo que el autor del atentado de Christchurch había hecho un donativo al jefe de la formación, el FPÖ ha tenido que distanciarse de sus retoños.
El partido no tiene a la vista otros sucesores con unas ideas más moderadas. Es evidente que ha perdido atractivo. No obstante, está en el Gobierno desde hace un año y medio, y el poder tapa de maravilla los problemas estructurales de los partidos. Lo único que tiene que hacer el FPÖ es no volver a perderlo.
Por el mismo motivo, el húngaro Fidesz, el gran modelo de todos los populistas de derechas europeos, está condenado a hundirse con el tiempo. Viktor Orbán empezó su carrera a finales de la década de 1980 como un revolucionario menos entrado en carnes que derrocó a los comunistas. Hoy en día ha engordado, es presidente del Gobierno y solo permite que un puñado de enchufados de su generación participen de su poder absoluto. No hay sitio para recién llegados. En su partido, los ministros y los funcionarios acaban volviéndose canosos y fosilizándose, igual que antes los funcionarios profesionales del Partido Comunista.
Llegará un momento en que la estructura esté tan decrépita que solo hará falta un joven revolucionario de fuera que, con una retórica brillante, haga que todo se derrumbe. Pero todavía puede faltar mucho hasta que eso ocurra.
En un futuro próximo, tanto en Hungría como en el resto de Europa, todo quedará más bien en pequeñas premoniciones. Tal vez los resultados electorales de los populistas de derechas, mal acostumbrados al éxito, acaben siendo menos brillantes de lo que esperaban. A lo mejor tienen que encajar alguna derrota, como ha sucedido en Suiza. Hay indicios de que, sobre todo sus votantes jóvenes, están hartos de que ignoren el calentamiento global o la brecha social.
Pero si el SVP, el FPÖ y demás amigos no reaccionan a las pequeñas premoniciones, pueden recibir un castigo tan duro como el que recibieron en el pasado los socialdemócratas que hicieron caso omiso del problema de la emigración. Solo que hoy en día a la derecha le cuesta tanto cambiar de rumbo como entonces a la izquierda.
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