sábado, 31 de marzo de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy sábado, 31 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo, que no soy humorista, me quedo con la primera acepción, así que en la medida de lo posible iré subiendo al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 29 de marzo de 2018

[CUENTOS PARA LA EDAD ADULTA] Hoy, con "Crimen ejemplar", de Max Aub





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Crimen ejemplar, de Max Aub (1903-1972), escritor hispano-mexicano que mantuvo a lo largo de su vida cuatro nacionalidades: alemana, heredada de sus padres; francesa, por nacimiento; española, al afincarse su padre en Valencia en 1914, siendo Max menor de edad, y, finalmente, mexicana, por elección propia, al exiliarse tras la Guerra Civil Española. Se instaló en París, donde ultimó el rodaje de Sierra de Teruel y comenzó la redacción de Campo cerrado. En abril de 1940 fue internado y deportado a Argelia. En 1942 abandonó el campo de Djelfa y logro embarcar hacia Verazcruz, México, donde se naturalizó y vivió hasta su muerte. Regresó a Europa en 1956 y a España en 1969, en lo que fue un reencuentro agridulce del que dejó testimonio en su punzante dietario La Gallina Ciega. En 1971 regresó a España por segunda y última vez. Les dejo con su relato.



Crimen ejemplar
por
Max Aub


Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de Letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten que por qué no lo dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:

-¡Hola, mano!

Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba.


FIN





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 28 de marzo de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy miércoles, 28 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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martes, 27 de marzo de 2018

[A VUELAPLUMA] La clase discutidora





Tenemos un Parlamento cada vez más decorativo a la par que ruidoso, un tetrapartito que no decide y que está en permanente confrontación partidista y una clase política irresponsable y ofuscada incapaz para la acción, comenta en El País el profesor Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid.

Nos encontramos, comienza diciendo Vallespín, en medio de una legislatura perdida, fútil e insufrible. Mientras al país se le acumulan las dificultades, la política, lo que debería ser su solución, se ha convertido en el verdadero problema. Nuestra mayor preocupación, Cataluña, ha sido endosada a los jueces o, desde la otra parte, vive en el pintoresco limbo de Maastricht sin osar poner el pie en la realidad. Grupos de ciudadanos de distinta sensibilidad y condición reclaman en la calle lo que al parecer es incapaz de procesar el sistema de partidos. (¡Y esta exhibición de masas no ha hecho más que comenzar!). Tenemos un Parlamento cada vez más decorativo a la par que ruidoso, cuyo único fin consiste en escenificar desacuerdos, representar agravios y alimentar el espectáculo. Política sin acción, una contradicción en los términos, convertida en puro circo mediático. Para muestra el bochorno del “debate” en torno a la prisión permanente revisable.

Cada uno de los actores políticos aparece atrapado por el rol al que le empuja una distribución de papeles donde el mayor incentivo consiste en sobresalir en las encuestas, el nuevo espejo de la madrastra de Blancanieves. Todos compiten por ver quién sale mejor retratado y cómo les va a los demás. Prueba de ello es que la propia discusión política se ha trasladado a la búsqueda de conspiraciones en la elaboración de los estudios de opinión. Se ha pergeñado así un híbrido entre la “teatrocracia” y la “democracia de sondeos”, el mejor síntoma de pérdida de la auténtica orientación política. Y abundan los liderazgos blandos y pusilánimes, sin más recorrido que su propia popularidad relativa, el nuevo narcisismo demoscópico.

Estamos, qué duda cabe, ante un proceso de ajuste al sistema del nuevo tetrapartito, y ante una desquiciada carrera por ver quién accede a la hegemonía en su campo respectivo, la derecha y la izquierda. Y a quién se le otorgará el beneficio de quedar el cabeza, el bonus más ansiado. El PP no hizo sus deberes en Cataluña, prefirió, como ya se ha apuntado, externalizar el problema a los tribunales. Tampoco supo prever lo que viene siendo una experiencia histórica, que lo malo de las crisis son las poscrisis, cuando los colectivos sobre los que se hace recaer los mayores sacrificios empiezan a entonar el “¿qué hay de lo mío?”. A esta doble equivocación de Rajoy se une el porfiar en un Gobierno de bajo perfil político al que, salvo excepciones, ni siquiera cabe calificar de tecnocrático.

Ciudadanos, por su parte, al que su éxito catalán le ha dado alas demoscópicas, se encuentra en plena incongruencia de estatus. Ignora si es apoyo del Gobierno o parte de la oposición, y esta situación hamletiana obliga a su líder a optar más por el ataque a unos y otros que por la componenda. Algo parecido a lo que le ocurre al PSOE, que ha pasado de facilitar la gobernabilidad a convertirse en uno de sus mayores impedimentos. Y ahora compite con Podemos por ver quién puede instrumentalizar mejor estos movimientos, aparentemente transversales, que inundan las calles. Para Podemos, el más afectado por la crisis catalana, esto es lluvia benéfica en medio de su actual desconcierto interno. Pero tampoco parece que sea capaz de canalizarlo.

Jamás pensé que llegaría a citar al personaje, pero a nuestros actuales políticos les encaja como un guante el epíteto que Donoso Cortés reservara para los políticos de su época, la “clase discutidora”. Como decía el pensador extremeño, cuando “el mundo no sabía si irse con Barrabás o Jesús”, la lucha existencial entre catolicismo y el ateísmo de Proudhon, van los parlamentarios y “montan una comisión”. El caso es no decidir y diluir todo activismo político en una discusión perenne. Eran otros tiempos, desde luego, aunque esta crítica le sería enormemente útil a Carl Schmitt para sustentar después su desprecio del parlamentarismo de Weimar y optar por el Barrabás nazi.

Ahora no estamos ante opciones existenciales de igual calado, pero nadie ignora que hoy es precisamente el populismo quien, en buen tono schmittiano, más apela a la decisión y más se aparta de los presupuestos de la democracia representativa. Algunos imaginábamos que este nuevo furor populista serviría al menos para que la “política establecida” tomara buena nota y se aprestara a reforzar los aspectos liberales del sistema. El populismo tiene mucho de pharmakon, en su doble sentido etimológico de medicina y veneno. Si triunfa, ponzoña la democracia, e incluso puede provocar su caída. Ya sabemos que, por desgracia, esta forma de gobierno está resultando más frágil de lo que nos imaginábamos. Pero lo normal sería que operara como remedio, que sirviera, como ocurrió en Francia, para provocar una reacción inmediata que sacara al parlamentarismo de su largo sopor.

De ahí la irresponsabilidad de nuestra clase política, en permanente estado de ofuscación e incapaz para la acción. Sólo espera que llegue lo que parece ser su objetivo último, la próximas convocatorias electorales. Y para ello no paran de meterse zancadillas, de recurrir a burdas maniobras para apropiarse de la nueva espontaneidad en la calle, de anteponer sus intereses de partido al interés general.

Mientras tanto, no es que se acumulen los problemas, lógico en una situación de impotencia parlamentaria, es que, como bien señaló Javier Solana a su partido, nadie está afrontando los inmensos retos del futuro inmediato: Europa, el impacto laboral de las nuevas tecnologías, la peligrosa restructuración del espacio público, las nuevas inseguridades, la necesidad urgente de recuperar el prestigio de las instituciones, la reforma constitucional... Todo esto lo han dejado para un mañana indeterminado, el presente sigue marcado por la guerra de trincheras retórica con fines partidistas.

La democracia de hoy padece de una preocupante esquizofrenia, la cada vez mayor escisión entre dos esferas de la política: por un lado la administración de asuntos corrientes, pautada y funcional; y, por otro, el espacio de la pura confrontación partidista como fin en sí mismo, bien lubricada por la emocionalidad en las redes y la subasta de promesas que casi siempre se ven frustradas cuando toca gobernar. Una es fría y tecnocrática; otra, caliente, ruidosa y cainita. La descompensación entre ellas puede que sea la fuente de los principales problemas de la democracia. Cuanto más y mejor se conecten tanto mejor nos irá. Esperemos que nuestros partidos hayan aprendido la lección de esta legislatura y consigan ajustar el tetrapartito a la gobernabilidad. El verdadero peligro es que, de seguir esta crisis de representación, con el tiempo les acabe ocurriendo lo mismo que a los sindicatos.



Dibujo de Eulogia Merle para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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