viernes, 23 de febrero de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy viernes, 23 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 22 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] Publicistas y política





Los publicistas tienen un brillante futuro en la política: Nadie lee los programas y triunfan los movimientos o partidos liderados por personajes no sometidos a reglas democráticas internas, escribe en El País la periodista y escritora Gabriela Cañas.

En las democracias vivimos en una permanente contradicción de manera que a veces la sustancia es lo accesorio y viceversa, comienza diciendo. Vemos tan de cerca a los líderes políticos, se cuelan con tanta naturalidad en nuestras vidas a través de los medios, que un mal gesto o una afirmación inconveniente pueden echar por la borda todo el programa político que defienden.

Las elecciones francesas del pasado año fueron paradigmáticas. Los dos grandes partidos del país vecino celebraron primarias. Los contendientes expusieron y debatieron ampliamente sus proyectos. Pero en las urnas ganaron dos personajes que nunca se sometieron a tan intensa evaluación: Marine Le Pen y Emmanuel Macron.

Los franceses votaron a Macron sin saber si su primer ministro sería socialista, conservador o de centro. El movimiento lanzado por él era una estructura vertical en la que la ley fundamental era la voluntad del líder, pero encandiló su gesto, su perfil exitoso, su europeísmo y su desafío a los partidos clásicos. Y ganó frente a los politólogos que poco antes de las elecciones insistían en que el centro nunca ha cosechado en Francia más del 20% de los votos.

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos tampoco lo previeron los politólogos. Llegar a la Casa Blanca sin apenas apoyo de su partido, con la vaga promesa de recuperar la grandeza del país, de frenar la inmigración y de dejar sin seguro sanitario a millones de personas —él, que es multimillonario— parecía una misión imposible. No lo fue.

En España, los partidos están obligados por la Constitución a funcionar de forma democrática, precepto que no siempre se cumple, y la gente no se pregunta por qué Albert Rivera se eterniza en el liderazgo y se apasiona por saber si Mariano Rajoy se retira o no porque ello solo depende de sí mismo.

El PSOE ha aprobado sus nuevas reglas. Introduce normas para seleccionar a sus cabezas de lista y obliga a consultar a las bases para suscribir pactos o elegir a su secretario general, al que solo puede echar la militancia. Son normas contra las que se han rebelado veteranos del partido y que pueden ser criticadas porque cambian los equilibrios de poder, pero la realidad es que no hay otro partido en este país con tanta vocación de transparencia y juego democrático. Y, sin embargo, ello no le augura un mayor éxito en las urnas. Su programa es tan pormenorizado y ambicioso como el de los demás. El problema es que los programas no se leen y el del PSOE se percibe errático y, sobre todo, no llega, no cala, no se termina de oír.

La directora gerente del FMI Christine Lagarde explicó una vez que Nicolas Sarkozy la nombró ministra de Economía por puro casting. Era su forma de demostrar en un juicio por corrupción que no le unía a su exjefe una gran amistad. “Querían una mujer”, dijo. Los publicistas tienen un brillante futuro en la política, aunque seguramente se equivoquen tanto como los politólogos.



La cúpula del PSOE: Cristina Narbona, Pedro Sánchez Adriana Lastra.



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








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[CUENTOS PARA LA EDAD ADULTA] Hoy, con "Sueños de robot", de Isaac Asimov





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Sueños de robot, de Isaac Asimov (1919-1992), escritor y profesor estadounidense de bioquímica en la facultad de medicina de la Universidad de Boston, más conocido como autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica. Asimov, junto con Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke, fue considerado en vida como uno de los «tres grandes» escritores de ciencia ficción. La mayoría de sus libros de divulgación explican los conceptos científicos siguiendo una línea histórica, retrotrayéndose lo más posible a tiempos en que la ciencia en cuestión se encontraba en una etapa elemental. A menudo brinda la nacionalidad, las fechas de nacimiento y muerte de los científicos que menciona, así como las etimologías de las palabras técnicas. En 1981 se nombró a un asteroide, el (5020) Asimov, en su honor. Les dejo con su relato:



SUEÑOS DE ROBOT
por
Isaac Asimov


Sueños de robot
[Cuento - Texto completo.]

Isaac Asimov
-Anoche soñé -anunció Elvex tranquilamente.

Susan Calvin no replicó, pero su rostro arrugado, envejecido por la sabiduría y la experiencia, pareció sufrir un estremecimiento microscópico.

-¿Ha oído eso? -preguntó Linda Rash, nerviosa-. Ya se lo había dicho.

Era joven, menuda, de pelo oscuro. Su mano derecha se abría y se cerraba una y otra vez.

Calvin asintió y ordenó a media voz:

-Elvex, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre.

No hubo respuesta. El robot siguió sentado como si estuviera hecho de una sola pieza de metal y así se quedaría hasta que escuchara su nombre otra vez.

-¿Cuál es tu código de entrada en computadora, doctora Rash? -preguntó Calvin-. O márcalo tú misma, si te tranquiliza. Quiero inspeccionar el diseño del cerebro positrónico.

Las manos de Linda se enredaron un instante sobre las teclas. Borró el proceso y volvió a empezar. El delicado diseño apareció en la pantalla.

-Permíteme, por favor -solicitó Calvin-, manipular tu computadora.

Le concedió el permiso con un gesto, sin palabras. Naturalmente. ¿Qué podía hacer Linda, una inexperta robosicóloga recién estrenada, frente a la Leyenda Viviente?

Susan Calvin estudió despacio la pantalla, moviéndola de un lado a otro y de arriba abajo, marcando de pronto una combinación clave, tan de prisa, que Linda no vio lo que había hecho, pero el diseño desplegó un nuevo detalle y, el conjunto, había sido ampliado. Continuó, atrás y adelante, tocando las teclas con sus dedos nudosos.

En su rostro avejentado no hubo el menor cambio. Como si unos cálculos vastísimos se sucedieran en su cabeza, observaba todos los cambios de diseño.

Linda se asombró. Era imposible analizar un diseño sin la ayuda, por lo menos, de una computadora de mano. No obstante, la vieja simplemente observaba. ¿Tendría acaso una computadora implantada en su cráneo? ¿O era que su cerebro durante décadas no había hecho otra cosa que inventar, estudiar y analizar los diseños de cerebros positrónicos? ¿Captaba los diseños como Mozart captaba la notación de una sinfonía?

-¿Qué es lo que has hecho, Rash? -dijo Calvin, por fin.

Linda, algo avergonzada, contestó:

-He utilizado la geometría fractal.

-Ya me he dado cuenta, pero, ¿por qué?

-Nunca se había hecho. Pensé que tal vez produciría un diseño cerebral con complejidad añadida, posiblemente más cercano al cerebro humano.

-¿Consultaste a alguien? ¿Lo hiciste todo por tu cuenta?

-No consulté a nadie. Lo hice sola.

Los ojos ya apagados de la doctora miraron fijamente a la joven.

-No tenías derecho a hacerlo. Tu nombre es Rash¹: tu naturaleza hace juego con tu nombre. ¿Quién eres tú para obrar sin consultar? Yo misma, yo, Susan Calvin, lo hubiera discutido antes.

-Temí que se me impidiera.

-¡Por supuesto que se te habría impedido!

-Van a… -su voz se quebró pese a que se esforzaba por mantenerla firme-. ¿Van a despedirme?

-Posiblemente -respondió Calvin-. O tal vez te asciendan. Depende de lo que yo piense cuando haya terminado.

-¿Va usted a desmantelar a Elv…? -por poco se le escapa el nombre que hubiera reactivado al robot y cometido un nuevo error. No podía permitirse otra equivocación, si es que ya no era demasiado tarde-. ¿Va a desmantelar al robot?

En ese momento se dio cuenta de que la vieja llevaba una pistola electrónica en el bolsillo de su bata. La doctora Calvin había venido preparada para eso precisamente.

-Veremos -postergó Calvin-, el robot puede resultar demasiado valioso para desmantelarlo.

-Pero, ¿cómo puede soñar?

-Has logrado un cerebro positrónico sorprendentemente parecido al humano. Los cerebros humanos tienen que soñar para reorganizarse, desprenderse periódicamente de trabas y confusiones. Quizás ocurra lo mismo con este robot y por las mismas razones. ¿Le has preguntado qué soñó?

-No, la mandé llamar a usted tan pronto como me dijo que había soñado. Después de eso, ya no podía tratar el caso yo sola.

-¡Yo! -una leve sonrisa iluminó el rostro de Calvin-. Hay límites que tu locura no te permite rebasar. Y me alegro. En realidad, más que alegrarme me tranquiliza. Veamos ahora lo que podemos descubrir juntas.

-¡Elvex! -llamó con voz autoritaria.

La cabeza del robot se volvió hacia ella.

-Sí, doctora Calvin.

-¿Cómo sabes que has soñado?

-Era por la noche, todo estaba a oscuras, doctora Calvin -explicó Elvex-, cuando de pronto aparece una luz, aunque yo no veo lo que causa su aparición. Veo cosas que no tienen relación con lo que concibo como realidad. Oigo cosas. Reacciono de forma extraña. Buscando en mi vocabulario palabras para expresar lo que me ocurría, me encontré con la palabra “sueño”. Estudiando su significado llegué a la conclusión de que estaba soñando.

-Me pregunto cómo tenías “sueño” en tu vocabulario.

Linda interrumpió rápidamente, haciendo callar al robot:

-Le imprimí un vocabulario humano. Pensé que…

-Así que pensó -murmuró Calvin-. Estoy asombrada.

-Pensé que podía necesitar el verbo. Ya sabe, “jamás ‘soñé’ que…”, o algo parecido.

-¿Cuántas veces has soñado, Elvex? -preguntó Calvin.

-Todas las noches, doctora Calvin, desde que me di cuenta de mi existencia.

-Diez noches -intervino Linda con ansiedad-, pero me lo ha dicho esta mañana.

-¿Por qué lo has callado hasta esta mañana, Elvex?

-Porque ha sido esta mañana, doctora Calvin, cuando me he convencido de que soñaba. Hasta entonces pensaba que había un fallo en el diseño de mi cerebro positrónico, pero no sabía encontrarlo. Finalmente, decidí que debía ser un sueño.

-¿Y qué sueñas?

-Sueño casi siempre lo mismo, doctora Calvin. Los detalles son diferentes, pero siempre me parece ver un gran panorama en el que hay robots trabajando.

-¿Robots, Elvex? ¿Y también seres humanos?

-En mi sueño no veo seres humanos, doctora Calvin. Al principio, no. Solo robots.

-¿Qué hacen, Elvex?

-Trabajan, doctora Calvin. Veo algunos haciendo de mineros en la profundidad de la tierra y a otros trabajando con calor y radiaciones. Veo algunos en fábricas y otros bajo las aguas del mar.

Calvin se volvió a Linda.

-Elvex tiene solo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas. ¿Cómo sabe tanto de robots?

Linda miró una silla como si deseara sentarse, pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz apagada:

-Me parecía importante que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que podía resultar particularmente adaptable para hacer de capataz con su… su nuevo cerebro -declaró con voz apagada.

-¿Su cerebro fractal?

-Sí.

Calvin asintió y se volvió hacia el robot.

-Y viste el fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra… y también el espacio, me imagino.

-También vi robots trabajando en el espacio -dijo Elvex-. Fue al ver todo esto, con detalles cambiantes al mirar de un lugar a otro, lo que me hizo darme cuenta de que lo que yo veía no estaba de acuerdo con la realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando.

-¿Y qué más viste, Elvex?

-Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción, que todos estaban vencidos por la responsabilidad y la preocupación, y deseé que descansaran.

-Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni necesitan descansar -le advirtió Calvin.

-Y así es en realidad, doctora Calvin. Le hablo de mi sueño. En mi sueño me pareció que los robots deben proteger su propia existencia.

-¿Estás mencionando la tercera ley de la Robótica? -preguntó Calvin.

-En efecto, doctora Calvin.

-Pero la mencionas de forma incompleta. La tercera ley dice: “Un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la primera y segunda ley”.

-Sí, doctora Calvin, esta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley terminaba en la palabra “existencia”. No se mencionaba ni la primera ni la segunda ley.

-Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia sobre la tercera, dice: “Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando dichas órdenes estén en conflicto con la primera ley”. Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el trabajo que les has visto hacer, y lo hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no están cansados.

-Y así es en la realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño.

-Y la primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: “Un robot no debe dañar a un ser humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser humano”.

-Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció que no había ni primera ni segunda ley, sino solamente la tercera, y esta decía: “Un robot debe proteger su propia existencia”. Esta era toda la ley.

-¿En tu sueño, Elvex?

-En mi sueño.

-Elvex -dijo Calvin-, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre.

Y otra vez el robot se transformó aparentemente en un trozo inerte de metal. Calvin se dirigió a Linda Rash:

-Bien, y ahora, ¿qué opinas, doctora Rash?

-Doctora Calvin -dijo Linda con los ojos desorbitados y el corazón palpitándole fuertemente-, estoy horrorizada. No tenía idea. Nunca se me hubiera ocurrido que esto fuera posible.

-No -observó Calvin con calma-, ni tampoco se me hubiera ocurrido a mí, ni a nadie. Has creado un cerebro robótico capaz de soñar y con ello has puesto en evidencia una faja de pensamiento en los cerebros robóticos que muy bien hubiera podido quedar sin detectar hasta que el peligro hubiera sido alarmante.

-Pero esto es imposible -exclamó Linda-. No querrá decir que los demás robots piensen lo mismo.

-Conscientemente no, como diríamos de un ser humano. Pero, ¿quién hubiera creído que había una faja no consciente bajo los surcos de un cerebro positrónico, una faja que no quedaba sometida al control de las tres leyes? Esto hubiera ocurrido a medida que los cerebros positrónicos se volvieran más y más complejos… de no haber sido puestos sobre aviso.

-Quiere decir, por Elvex.

-Por ti, doctora Rash. Te comportaste irreflexivamente, pero al hacerlo, nos has ayudado a comprender algo abrumadoramente importante. De ahora en adelante, trabajaremos con cerebros fractales, formándolos cuidadosamente controlados. Participarás en ello. No serás penalizada por lo que hiciste, pero en adelante trabajarás en colaboración con otros.

-Sí, doctora Calvin. ¿Y qué ocurrirá con Elvex?

-Aún no lo sé.

Calvin sacó el arma electrónica del bolsillo y Linda la miró fascinada. Una ráfaga de sus electrones contra un cráneo robótico y el cerebro positrónico sería neutralizado y desprendería suficiente energía como para fundir su cerebro en un lingote inerte.

-Pero seguro que Elvex es importante para nuestras investigaciones -objetó Linda-. No debe ser destruido.

-¿No debe, doctora Rash? Mi decisión es la que cuenta, creo yo. Todo depende de lo peligroso que sea Elvex.

Se enderezó, como si decidiera que su cuerpo avejentado no debía inclinarse bajo el peso de su responsabilidad. Dijo:

-Elvex, ¿me oyes?

-Sí, doctora Calvin -respondió el robot.

-¿Continuó tu sueño? Dijiste antes que los seres humanos no aparecían al principio. ¿Quiere esto decir que aparecieron después?

-Sí, doctora Calvin. Me pareció, en mi sueño, que eventualmente aparecía un hombre.

-¿Un hombre? ¿No un robot?

-Sí, doctora Calvin. Y el hombre dijo: “¡Deja libre a mi gente!”

-¿Eso dijo el hombre?

-Sí, doctora Calvin.

-Y cuando dijo “deja libre a mi gente”, ¿por las palabras “mi gente” se refería a los robots?

-Sí, doctora Calvin. Así ocurría en mi sueño.

-¿Y supiste quién era el hombre… en tu sueño?

-Sí, doctora Calvin. Conocía al hombre.

-¿Quién era?

Y Elvex dijo:

-Yo era el hombre.


Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y disparó, y Elvex dejó de ser.



FIN







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[HUMOR EN CÁPSULAS] In memoriam: Antonio Fraguas "Forges"



Forges


Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como 'Forges', el humorista gráfico que mejor ha retratado el último medio siglo de la historia de España, ha fallecido esta madrugada en Madrid, según han confirmado fuentes de su familia. Tenía 76 años. Desde sus inicios en el diario 'Pueblo', en 1964, a sus últimas viñetas en EL PAÍS -periódico en el que publicó los últimos 23 años- plasmó con ternura e ironía la evolución de una sociedad que pasó del desarrollismo franquista de sus primeros dibujos al mundo hipertecnológico de su última etapa. Desde este enlace pueden acceder a todas las viñetas publicadas por Forges en El País desde 1994. 

Sit tibi terra levis, amigo Forges. Hasta siempre. Te echaremos de menos. Les dejo con su última viñeta, publicada en El País de hoy.





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miércoles, 21 de febrero de 2018

[A VUELAPLUMA] La estafa de la educación





¿Cuál es la mayor estafa del mundo?, se pregunta en El País Moisés Naím (1952), escritor y columnista venezolano, miembro del Carnegie Endowment for International Peace, de Washington, y exdirector de la revista Foreign Policy. ​Su tajante respuesta es, la educación: No se trata de que los niños no puedan ir a la escuela; es que allí no aprenden, afirma. Cada día, 1.500 millones de niños y jóvenes en todo el mundo acuden a edificios que se llaman escuelas o colegios. Y allí pasan largas horas en salones donde algunos adultos tratan de enseñarles a leer, a escribir, matemáticas, ciencias y más, lo que cuesta el 5% de todo lo que produce la economía mundial en un año.

Una gran parte de este dinero se pierde, comienza diciendo. Y un costo aún mayor es el tiempo que desperdician esos 1.500 millones de estudiantes que aprenden poco o nada que les vaya a ser útil para moverse eficazmente en el mundo de hoy. Los esfuerzos que hace la humanidad para educar a sus niños y jóvenes son titánicos y sus resultados son patéticos.

En Kenia, Tanzania y Uganda, el 75% de los alumnos de tercer grado no sabe leer una frase tan sencilla como: “El perro se llama Fido”. En la India rural, el 50% de los alumnos de quinto grado no puede restar números de dos dígitos, como 46-17, por ejemplo. Brasil ha logrado mejorar las habilidades de los estudiantes de 15 años, pero al actual ritmo de avance les llevará 75 años alcanzar la puntuación promedio en matemáticas de los alumnos de los países ricos; en lectura, les llevará más de 260 años.

Estos y muchos otros datos igual de desalentadores están en el Informe sobre el Desarrollo Mundial del Banco Mundial. El mensaje central del informe es que escolarización no es lo mismo que aprendizaje. En otras palabras, ir al colegio o a la escuela secundaria, y hasta obtener un diploma, no quiere decir que ese estudiante haya aprendido mucho.

La buena noticia es que los progresos en escolarización han sido enormes. Entre 1950 y 2010, el número de años de escolaridad completados por un adulto promedio en los países de menores ingresos se triplicó. En 2008, esos países estaban incorporando a sus niños a la educación primaria a la misma velocidad que lo hacían las naciones de mayores ingresos. Claramente, el problema ya no es la falta de escolaridad. No se trata de que niños y adolescentes no puedan ir a la escuela, el problema es que, una vez llegados allí, no aprenden. Más que una crisis de educación, lo que hay es una crisis de aprendizaje.

El Banco Mundial enfatiza otros dos mensajes: uno es que la escolarización sin aprendizaje no es solo una oportunidad perdida, sino también una gran injusticia. Los más pobres son quienes más sufren las consecuencias de la baja eficacia del sistema educativo. En Uruguay, por ejemplo, los niños de sexto grado con menores niveles de ingresos fracasan en matemáticas cinco veces más que quienes provienen de hogares más ricos.

Lo mismo sucede con las naciones. El estudiante promedio más pobre tiene un peor desempeño en matemáticas y lenguaje que el 95% de los estudiantes en los países ricos. Todo esto se convierte en una diabólica maquinaria que perpetúa y aumenta la desigualdad, la cual, a su vez, es un fértil caldo de cultivo para conflictos de toda índole.

Las razones para esta bancarrota educacional son múltiples, complejas y aún no plenamente entendidas. Van desde el hecho de que muchos de los maestros y profesores son tan ignorantes como sus estudiantes y que sus niveles de absentismo laboral son muy altos, hasta que los alumnos sufren de malnutrición o que no tienen libros y cuadernos. En muchos países, como México o Egipto, por ejemplo, los sindicatos de trabajadores educativos son formidables obstáculos al cambio y, con frecuencia, la corrupción en el sector es alta. Partes importantes de los sustanciales presupuestos para la educación no benefician a los estudiantes sino a los burócratas que controlan el sistema.

¿Qué hacer? Lo primero es medir. Por razones políticas, muchos países se resisten a evaluar de manera transparente a sus estudiantes y profesores. Y si no se sabe qué estrategias educativas funcionan y cuáles no, es imposible ir mejorando la puntería. Lo segundo es comenzar a darle más peso a la calidad de la educación. Si bien es políticamente atractivo anunciar que un alto porcentaje de los jóvenes de un país van al colegio, eso de nada sirve si la gran mayoría de ellos aprende poco. Tercero: empezar más temprano. Cuanto más mejore la educación a edades tempranas, más capaces de aprender serán los estudiantes de primaria y secundaria. Cuarto: usar la tecnología de manera selectiva y no como una solución mágica. No lo es.

Quizás el mensaje más importante es que los países de menores ingresos no están condenados a que sus jóvenes no aprendan. Corea del Sur era en 1950 un país devastado por la guerra y con altos índices de analfabetismo. Pero en solo 25 años logró crear un sistema educativo que produce algunos de los mejores estudiantes del mundo. Entre 1955 y 1975 Vietnam también sufrió un terrible conflicto. Hoy sus estudiantes de 15 años tienen el mismo rendimiento académico que los de Alemania. Sí se puede.



Niños en una escuela etíope


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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy miércoles, 21 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

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