domingo, 12 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 12 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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Entrada núm. 2773
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Galdós en su salsa] Hoy, con "Cádiz"



Estatua de Galdós en Las Palmas de G.C. (Pablo Serrano, 1969)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 173 años, voy a ir subiendo al blog a lo largo de los próximos meses su copiosa obra narrativa, que comencé hace unos días con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, militar que había participado y combatido en ella.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español. Considerado como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por diversos especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912.

Cádiz es la octava novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós, continuando en ella el relato novelado de la Guerra de Independencia entre España y Francia. La acción se centra en la relación entre el protagonista, Gabriel de Araceli, y su amada Inés, con el trasfondo histórico de las Cortes de Cádiz de 1812 en pleno asedio de las tropas francesas. A lo largo de la trama, se suceden las discusiones políticas y asistimos a algunas sesiones de las Cortes, que dan una idea cabal del ambiente y de las contradicciones de la época, una época en la que la España que nace en las Cortes de Cádiz va sustituyendo poco a poco a la vieja España que simbolizan personajes como el de doña María.

Pueden leerla o descargarla desde el enlace anterior, en la versión existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante. Disfrútenla.



El juramento de las Cortes de Cádiz de 1810 (J. Casado de Alisal, 1862)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 11 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 11 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt


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viernes, 10 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 10 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Reedición] Otro mayo más...



Escena de la película "Soñadores" (B. Bertolucci, 2003)


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican sin periodicidad fija, conservan su título, fecha y numeración y pueden variar ligeramente en su contenido sobre el publicado originariamente. Disfrútenla de nuevo si lo desean.   
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Escribo desde la euforia contenida y respetuosa, como no podía ser menos, de esos inolvidables 0-4 del Real Madrid al Bayern en Munich y del 1-3 del Atlético de Madrid al Chelsea en Londres, que lleva a dos equipos españoles, de una misma ciudad, a una final inédita en la historia de la "Champions". No es el fútbol un deporte que me apasione especialmente -en realidad no me apasiona ninguno y me gustan unos pocos, muy pocos- pero acontecimientos como este no se ven a menudo y conviene disfrutar los escasos momentos de alegría que la actual vida de zozobra continuada nos ofrece. 

Entre esos escasos momentos felices, en mi caso al menos, están los que me proporciona la lectura. Acabo de leer un estimulante librito de Fernando Savater, Figuraciones mías, que espero comentar próximamente; otro de Catherine Pozzi, Agnès (Periférica, Cáceres, 2013), que fue un texto de culto en la Francia del primer tercio del pasado siglo, y ahora mismo estoy enfrascado con el Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental seguido de Reflexiones sobre la revolución húngara (Encuentro, Madrid, 2007), de mi siempre admirada Hannah Arendt.  

No comienza mal el mes de mayo, un mes especial, sin duda. Lleno de recuerdos entrañables y reminiscencias infantiles. La de mi concepción, de la que no guardo recuerdo alguno por razones obvias; y la de los escolares meses del "Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es"... Y el de las Primeras Comuniones, la propia y las de los hijos. Pero la edad de la inocencia pasa inexorablemente con los años, y como el honor en la Guardia Civil, una vez perdida, resulta imposible de recuperar.

Justamente en mayo de hace unos años comentaba en el blog que a mí el pasado no me producía melancolía o nostalgia. Que no era de los que dicen que "todo tiempo pasado fue mejor", pero, eso sí, que las conmemoraciones me ponían sentimental, quizá en exceso; quizá por culpa de llevar desde mi juventud una ordenada agenda en la que anoto cumpleaños, onomásticas, aniversarios y acontecimientos familiares y amigos de especial significado para mí.  

Mayo fue también, aquel mes de 1808 en el que el pueblo de Móstoles (Madrid), una localidad que no llegaba a los cien vecinos, escuchó el famoso bando de sus alcaldes llamando a la rebelión del pueblo español frente a la ocupación francesa. El aristócrata que lo redactó y los alcaldes que lo suscribieron, Juan Pérez Villamil, Andrés Torrejón y Simón Hernández, no creo que fueran conscientes de la trascendencia que ese bando tuvo en la historia posterior de la Guerra de Independencia. Reelaborada o no esa historia con posterioridad, su llamamiento a la insurrección prendió una mecha que dio paso a un sentimiento nacional que no existía hasta ese momento, y que cuatro años más tarde daría lugar al nacimiento de la Nación española y a la primera Constitución liberal de Europa, esa misma de la que escribía hace unos días en el blog. Hoy me ha dado por pensar en los sucesos que ocurrieron en Madrid en mayo de 1808 y no tengo muy claro, de haberme encontrado en ese momento y en ese lugar, que hubiera hecho yo. ¿Me hubiera puesto del lado de las gentes de orden, afrancesados en su mayor parte, horrorizados por el tumulto del populacho? ¿De parte de esos madrileños cabreados por la chulería de los gabachos y el secuestro de lo que quedaba de la Familia Real y su traslado a Francia? ¿O como hicieron la mayoría de los madrileños me hubiera quedado en casa, asustado, y viéndolas venir?...

Unos años más tarde, en 1968, también en mayo, y con la madurez recién estrenada, me acometió el fervor revolucionario. Era, a mis 22 años, completamente feliz. El año anterior había terminado mi primera titulación universitaria; tenía un buen trabajo; me había traslado a vivir desde Madrid, la que había sido mi ciudad durante diecisiete añosa Gran Canaria; me había casado con una compañera de trabajo que sigue siendo la mujer y compañera de mi vida y estaba a punto de nacer mi primera hija; y a cubierto de todo temor asistía emocionado a las revueltas estudiantiles de Berkely, en California, y en muchas otras universidades europeas que culminaron con la asonada casi revolucionaria de los estudiantes franceses de París que a punto estuvieron de acabar con la V República. No estuve allí físicamente pero sí, o casi, en espíritu. Al menos en espíritu, sí... 

De todo lo que se contó, se supo, se fabuló sobre Mayo del 68, me quedo con dos anécdotas: La primera, la película "Soñadores" (2003), de Bernardo Bertolucci, con una sensacional y espléndida Eva Green de la que los franceses -siempre tan suyos- dicen (o decían) que tenía los senos más hermosos del cine mundial; la segunda, el lema oficioso de la revuelta estudiantil, promulgado en la Universidad de la Sorbona por un genial publicista anónimo provisto de un aerosol: "Sous les pavés, la plage" (Debajo de los adoquines está la playa)... La playa no apareció, pero los adoquines sirvieron para levantar una barricada infranqueable para los antidisturbios. Y cuando todo terminó, nunca más fueron repuestos... Por si acaso... ¿Qué queda en nosotros, casi setentones ya, de aquel espíritu de Mayo del 68? Me temo que nada, o más bien poco... Pero aun visto desde lejos, fue precioso y emocionante.

Pues nada, bienvenido sea este nuevo mes de mayo. Y ahora, sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




París, mayo de 1968



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 1 de mayo de 2014

jueves, 9 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 9 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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Entrada núm. 2768
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miércoles, 8 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy miércoles, 8 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 2766
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[Pensamiento] ¿Qué Europa queremos?



Loukas Tsoukalis


Si hace unos días escribía sobre los problemas y vicisitudes de la democracia española y de la opinión al respecto de la profesora Adela Cortina, hoy lo hago sobre los problemas y vicisitudes del proyecto de integración europeo, que hace aguas por todas partes, sin visos de solución: "El proyecto europeo está en un aprieto: es difícil avanzar y da miedo retroceder. En algunas políticas necesitaremos más integración, en otras menos; y seguramente habrá que establecer más diferencias entre los miembros", dice Loukas Tsoukalis, profesor de Integración Europea en la Universidad de Atenas y director del principal laboratorio de ideas griego (ELIAMEP), en un reciente artículo en el diario El País, y que este mes de junio publica su libro In Defence of Europe. Can the European Project Be Saved? en la prestigiosa Oxford University Press.

¿Qué Europa queremos?, se pregunta el profesor Tsoukalis al inicio de su arttículo. Zarandeada por diversas crisis, dice, hacía tiempo que no veíamos a Europa tan débil y dividida. La gran crisis financiera internacional iniciada en Estados Unidos no tardó en convertirse en una crisis existencial para el euro y para la integración europea en su conjunto. Seguramente, fuera mala suerte que la primera gran prueba a la que tuvo que enfrentarse esa joven divisa coincidiera con el peor estallido de una burbuja financiera desde 1929. Con todo, los europeos estaban totalmente desprevenidos: su moneda carecía de las instituciones y la legitimidad política que debían sustentarla. Durante un largo periodo se negó la verdadera naturaleza de la crisis, achacándola a la laxitud fiscal (algo bastante cierto en Grecia, pero seguramente no en España o Irlanda); a continuación, en nombre de la austeridad, se aplicó una combinación errónea de políticas que agravó y prolongó la recesión. La eurozona lo ha pagado caro: ha perdido producción y puestos de trabajo, pero ha visto incrementarse las disparidades económicas y la fragmentación política, a escala nacional y europea.

La implosión de los vecinos de Europa, sigue diciendo, es un ejemplo más de mala suerte (¿cuántos van?), conjugada con años y años de políticas fallidas, que les ofrecían incentivos para ser “como nosotros”. Son países con instituciones débiles y políticos corruptos, encuadrados en la categoría de perdedores de la globalización. En concreto, el mundo árabe debe elegir de nuevo entre la dictadura y el Estado fallido, mientras la frustración acumulada se convierte en fanatismo religioso. Las placas tectónicas se desplazan y Europa acusa los temblores. Esa implosión nos está trayendo a multitud de refugiados e inmigrantes, y también a terroristas que hacen causa común con los nacidos aquí. Entretanto, el poder blando anhelado por Europa se ha convertido en algo difícil, quizá imposible de conjugar con la enérgica Rusia de Putin. Parece que el mundo exterior ni siquiera está dispuesto a permitirle a Europa que entre elegantemente en decadencia.

A las sucesivas crisis europeas de los últimos años, continúa, se ha añadido un problema de más larga duración: la creciente dificultad que conlleva compaginar los mercados globales con las democracias nacionales cuando el crecimiento es (como mucho) reducido y las desigualdades internas aumentan. La globalización y el cambio tecnológico tienen efectos dispares, que el neoliberalismo no ha hecho más que agravar. Los perdedores de nuestros países no suelen distinguir entre globalización e integración europea, con lo que el ascenso del nacionalismo y del populismo han ido parejos a una paulatina erosión del apoyo popular a la integración europea. Con la crisis, esas tendencias se han acentuado.

Pero la unión no debe malograrse: es demasiado importante, y no solo para los países miembros, añade. Europa ha ido poniendo parches. Es natural, dado lo lento y engorroso que es el proceso decisorio en una UE que, compuesta por un centro y una amplia gama de intereses, no ha dejado de incorporar nuevos miembros. Hasta ahora, después de la reciente sucesión de grandes crisis y un debilitamiento de su legitimidad todavía más prolongado, la UE y la eurozona han salvado los muebles. Ha sido algo sorprendente para toda clase de agoreros, dentro y fuera del continente, y desde luego no es un logro desdeñable. Pero el proyecto de integración regional no ha salido indemne. Europa está en un aprieto: es difícil avanzar y da miedo retroceder. Entre una y otra posibilidad, hay una desventurada e inestable situación. Y con frecuencia parece que Europa espera resignada a que llegue el próximo accidente, que ojalá no sea el Brexit a finales de este mes.

Los desafíos son enormes, dice más adelante, y nadie puede realmente hacernos creer que las respuestas serán sencillas o fáciles de aplicar. ¿Cómo se puede recuperar el dinamismo en unas economías europeas mayormente lánguidas (afortunadamente, España no es una de ellas, por lo menos hoy en día)? Y, algo todavía más difícil, ¿cómo se puede conjugar el crecimiento con la inclusión social y el objetivo del crecimiento sostenible? ¿Cómo mejorar las perspectivas de las generaciones más jóvenes en unas sociedades europeas enormemente endeudadas y envejecidas? ¿Y cuánto espacio quedará para los inmigrantes? ¿Cómo podemos hacer más eficaz, más democrática y, por tanto, más legítima, la gobernanza de Europa (y del euro)? ¿Cómo conjugar el ascenso del nacionalismo con la necesidad, siempre creciente, de gestionar colectivamente la globalización? ¿Cómo responder a la enorme diversidad que habita en su seno y defender los intereses y valores comunes en un mundo inestable, que cambia con rapidez y en el que Europa podría ser (aunque aún no lo sea) uno de los grandes actores? Y si el lector piensa que la lista no es lo suficientemente larga, puede probar con otra, en este caso dedicada a cómo volver a encerrar en la botella al genio de las finanzas para evitar otra gran crisis en un futuro no tan lejano.

En algunas políticas necesitaremos más integración, añade, en otras, menos, y seguramente habrá que establecer más diferencias entre los miembros. El debate debería centrarse en qué clase de Europa queremos, no en si favorecemos una mayor o menor integración, que es un debate ya viejo. También deberíamos echarle más imaginación al asunto. Algunas de las premisas en las que durante décadas se ha asentado la integración europea han cambiado, así que hay que adaptarse.

Ahora el proyecto europeo suscita más división, concluye diciendo. Al mismo tiempo, en muchos países europeos se ha iniciado un gran proceso de realineamiento político cuyo fin no está próximo: quizá la sucesión de políticas fallidas lo haga inevitable, pero también será desordenado y, en algunos lugares, desagradable. Y podría volverse todavía más desagradable y peligroso para la democracia. Como tantas otras veces, Bruselas es un estupendo chivo expiatorio para nuestros políticos más irresponsables. El proyecto europeo no debe malograrse: es demasiado importante, y no solo para los europeos. Su destino lo determinará en gran medida la evolución interna de cada país europeo, seguramente más en unos que en otros. En lugar de denunciar sin más a los populistas y los nacionalistas xenófobos, sería mucho más constructivo comenzar a afrontar las causas del descontento popular, tanto nacionales como europeas. 



El Panteón de Agripa (Roma, Italia)



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